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Fallece a los 86 años Abraham Quintanilla, padre de la cantante Selena y del productor A.B
Abraham Isaac Quintanilla, padre de la cantante tejana Selena Quintanilla, falleció a la edad de los 86 años, anunció su hijo mayor, Abraham Quintanilla.
A través de su cuenta de Instagram, el productor A.B. detalló que su padre murió la mañana de este sábado 13 de diciembre, sin ofrecer más información al respecto.
“Con un corazón pesado les hago saber que mi padre ha muerto el día de hoy”, escribió en una publicación acompañada con una fotografía de Abraham Isaac.
De acuerdo con medios especializados, durante sus primeros años de carrera el padre de Selena Quintanilla, ejerció como representante de la intérprete de “Como la flor“.
Asimismo, era el encargado de administrar la vida personal de la artista, además fue el primero en oponerse ante su relación con quien también era su guitarrista, Chris Pérez, y esto ocasionó, según los medios, una fisura en su relación.
Quintanilla fue asesinada por un arma de fuego el 31 de marzo de 1995 a manos de quien es identificada de ser su mayor fanática, Yolanda Saldívar, a la edad de 23 años.
Saldívar actualmente está cumpliendo una condena perpetua por homicidio, aunque luego de cumplirse 30 años del caso, este 2025, fue considerada para salir bajo libertad condicional, aunque esta le fue negada.
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Colón introdujo la piña en Europa en 1496. 200 años más tarde los ingleses se volvieron locos
La pistola cuando se saca es pa’disparar, el que la saca pa’enseñarla es un parguela. Siempre me hizo más gracia de la necesaria esa frase de una de las ‘pilladas’ de Callejeros por la vía pública, y siempre la asocié a lo que compramos por estatus. Si somos lo que tenemos, enseñamos lo que tenemos para demostrar nuestra posición. Y en la Inglaterra del siglo XVII, lo que los más ricos sacaban a pasear para fardar de su poder era… una piña.
Los móviles Blackberry en su día, al igual que los relojes, joyas, coches o los yates, son símbolos de estatus. Son elementos que utilizamos para mostrar el escalón social en el que nos encontramos. Hasta un Labubu entraría en este ejemplo, y si algo tienen en común estos símbolos es que son caros.
En el caso de la piña, la fruta se introdujo en Europa en 1496 con un único ejemplar de una piña. Y esta fruta exótica no pegó fuerte en España, sino en una Inglaterra que vivió una auténtica “piñamanía”.
De la fiebre de la piña…
Fue en su segundo viaje transatlántico cuando el explorador al servicio de la corona española regresó con la piña. En la isla de Guadalupe dio con la fruta y se llevó de vuelta a España una gran cantidad de esta “piña de Indes”, o fruta del “pino de los indios”. Se la ofreció a los Reyes Católicos y parece que… les gustó. Tanto que, según registró el historiador Peter Martyr d’Anghiera, el rey la “prefería ante todo lo demás”.
Era lo que se necesitaba para que los súbditos abrazaran la fruta con los brazos abiertos.


Es un misterio cómo y cuándo se introdujo la piña en Inglaterra, pero se cree que, a mediados del XVII, Carlos II de Inglaterra celebró un festín en el que la piña era el plato exótico. Y más importante que su sabor, era que la piña, al ser desconocida en el Viejo Continente, no estaba asociada a ninguna referencia cultural.
Si la manzana era la fruta prohibida, la piña era un lienzo en blanco. En un artículo de BBC podemos leer cómo Lauren O’Hagan, de la Escuela de Inglés, Comunicación y Filosofía de la Universidad de Cardiff, expone que eso permitió dotar a la piña de una cualidad mítica: era la manifestación simbólica del derecho divino del rey. Ahí es nada, pero no deja de ser fácil de identificar gracias a la “corona” de la piña y al color dorado del exterior y, sobre todo, del interior.
Esto hizo que se ganara el apodo de “King Pine”, y la realeza no perdió el tiempo en hacer lo que mejor se les daba: convertir algo inalcanzable para el pueblo en un elemento más que los separase de la plebe.


El rey Carlos II encargó un retrato de sí mismo siendo agasajado con una piña, la ornamentación de palacios y palacetes empezó a adoptar la piña como adorno estructural. Se hicieron dibujos, tapices, más pinturas, vajilla, ornamentación para muebles, medallas y… esto:

Dunmore Pineapple
Era exótica, pero también había un interés por empezar a cultivarla en Europa, y eso fue posible a mediados del XVII. Los invernaderos calefactados permitían replicar el clima tropical (más o menos) para empezar a cultivar piñas. Y pensarás que, cuantas más piñas en el mercado, menor será su valor, ¿verdad? Pues ocurrió todo lo contrario.
Como esos invernaderos eran carísimos, y cultivar las primeras piñas no era tarea sencilla, la fruta se vio como una inversión. Tardaba años en florecer en una instalación carísima y, además, era posible que gran parte de la cosecha se perdiera por diferentes motivos. Había más, sí, pero como las clases altas eran la única que se podía permitir una piña y eran conscientes de su valor… no se la iban a comer.
Y así empezó el punto álgido de esta historia: el alquiler de piñas.


Los más pudientes, que podían gastar 80 libras en una (ajustado a la inflación, entre 12.000 y 16.000 libras), no se iban a comer una fruta de 20.000 euros, así que la usaban como ornamentación. Como duran varios días sin pasarse, organizaban eventos en los que tenían las piñas como si fueran jarrones (o figuras de LEGO), bien a la vista de los invitados. Cuando se empezaba a poner blanda, se la comían.
¿Y qué hacían los que tenían dinero, pero no podían permitirse una piña? Alquilarla. Fue así como surgió un negocio paralelo para satisfacer esa demanda. Mentalidad de tiburón la de esos empresarios que pensaron en el negocio de alquilar piñas a las clases acomodadas, pero no mucho.
Se consideraba vergonzoso que los pillaran saliendo de una tienda de alquiler de piñas (sería admitir la derrota social), y el absurdo llegó a límites como ver gente paseando sosteniendo una piña. El equivalente a salir a la calle con un ‘Luisvi’ presumiendo de ‘Luisvi’.
Pero pronto ocurriría la peor pesadilla de los aburguesados: la globalización.
… a la democratización de la piña
Los avances en el transporte, con barcos de vapor que empezaron a realizar viajes con más frecuencia entre Gran Bretaña y las colonias en las que las piñas crecían salvajes, hicieron que la piña empezara a estar en las bodegas, junto a otros bienes. Pronto, la piña invadió el mercado, y si antes sólo las clases altas podían pagar una piña, ahora la clase trabajadora también podía deleitarse con su sabor.
O’Hagan cuenta que “en ese momento, la clase trabajadora que comía piña se usó como metáfora visual del problema del progreso en impresiones satíricas”. Si todos podían comer piña, ya no era especial. De pronto, se cayó la imagen de la piña como fruta prohibitiva, como el “a mí me gustaba Nirvana antes de que se hiciera mainstream”.


Se vendían en carritos por las calles, incluso más baratas que las patatas, y cuando se ideó la manera de encajar una piña en una lata, la fruta perdió definitivamente su atractivo para los más pudientes. Sólo quedaba una cosa para recordar ese pasado glorioso: el arte, la vajilla y las estructuras como el rimbombante Dunmore.
Desde la distancia, esto nos parece una locura, pero, como decía al comienzo del artículo, no estamos tan lejos. Ahí está el chocolate Dubai o el Nestlé Jungly hace unos años. Ninguno fue sinónimo de estatus, pero recuerdo las ‘peleas’ por hacerse con una tableta de esa sobreazucarada tableta de chocolate.
Pero quién sabe. A fin de cuentas, las modas son cíclicas.
Imágenes | Kim Traynor
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prohibir usar estiércol en invierno
Tan imprescindible para la vida como problemática. España es un ejemplo clarísimo de esa dualidad: la sequía porque falta agua, las lluvias durante días seguidos porque hacen que los embalses rebosen y los centros de datos quieren sumarse a esa realidad. Si nos vamos a Estados Unidos, el agua también es un problema no porque sobre o falte, sino porque está contaminada. ¿Culpable? La escorrentía agrícola.
Y ya hay estados prohibiendo que las granjas abonen en invierno.
Qué pasa. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, la EPA, ha clasificado la agricultura industrial como la principal fuente del deterioro de la calidad de agua en ríos y acuíferos en el país. Hay varios factores, pero un exceso de nitrógeno, fósforo y otros elementos procedentes de fertilizantes y estiércol se están filtrando a los grandes ríos, a los acuíferos rurales y a las zonas costeras como el Golfo de América Golfo de México.
Estiman que cada año se aplican 12 millones de toneladas de nitrógeno y otros cuatro millones de toneladas de fósforo en forma de fertilizantes. Hay otro desecho: el estiércol en las explotaciones ganaderas. ¿El problema? Que estos productos se infiltran en la tierra, llegando a las aguas subterráneas.
En invierno, nada de abono. Esto es algo que se da durante todo el año, pero en invierno ocurre algo muy curioso: en zonas en las que nieva o hiela, esos nutrientes y sedimentos no se infiltran hacia las aguas subterráneas (que ya es malo), sino que cuando la nieve se derrite, arrastran los productos nocivos hacia los ríos y lagos.
Es algo que se conoce como escorrentía superficial, y lo que provoca un exceso de nitrógeno en ríos y lagos es que proliferen las algas y las plantas acuáticas, que consumen el oxígeno del agua, dando como resultado zonas hipóxicas en las que la fauna no puede vivir. Hay dos casos alarmantes:
- Golfo de México: los restos de fertilizantes utilizados en el gran cinturón del maíz del Medio Oeste bajan por el Misisipi hacia el Golfo de México, formando una de las mayores zonas muertas del planeta.
- Ríos del Medio Oeste: en años lluviosos, las concentraciones de nitratos han superado con creces lo que debería tener el agua potable durante decenas de días seguidos.
Consecuencias. Pero como decimos, esto también ocurre en acuíferos, sobre todo en pozos privados y menos monitorizados que los pertenecientes al sistema público. Por ejemplo, un informe de este año estimó que el 90% de la contaminación por nitratos en el agua potable de Wisconsin se debe a esa escorrentía agrícola. El estudio apuntó que un 10% de los pozos privados del estado superan el límite legal de nitratos. En áreas intensivamente agrícolas, la tasa es del 20 al 30%.
Y una exposición crónica a estos nitratos se ha asociado con cáncer, complicaciones en el embarazo y hasta el síndrome del “bebé azul”, o methemoglobinemia infantil. Es decir: no es un problema sólo ambiental, ha escalado a algo que afecta a la salud pública.
Prohibición reactiva. Y esto ha llevado a que algunos estados empiecen a tomar cartas en el asunto. Como respuesta directa, estados como Michigan, Maryland, Ohio o Vermont han realizado diversas prohibiciones a la hora de utilizar abonos, estiércol y fertilizantes en invierno. Generalmente, comenzarán a mediados de diciembre y se extenderán, dependiendo del estado, hasta el 1 de marzo o abril del año que viene.
La restricción es impopular entre los sectores agrícolas, pero el problema es que es una medida reactiva y no proactiva. Es decir: el daño está hecho, lo que se busca es que no vaya a más.
Cambio de modelo agrícola. A nivel federal, sin embargo, la estrategia no es la regulación directa y la prohibición, sino incentivar a los agricultores a adoptar voluntariamente prácticas más sostenibles. Departamentos como el USDA o el NRCS están gestionando programas de asistencia financiera y técnica para que los agricultores optimicen sus cultivos, cambien prácticas o planten nuevos cultivos de “cobertura” que absorban el exceso de nitrógeno.
Al final, es complicado porque el país ha optado por una vía, cada estado está afrontando el problema de una forma distinta y la agricultura/ganadería son sectores prioritarios en Estados Unidos tanto para el consumo propio como para la exportación. ¿Y qué dice la EPA? Que los fertilizantes se apliquen en su justa medida y en la época correcta del año. Y también que los animales pasten lejos de riachuelos.
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es si sale más barato
En 2019 a un joven investigador llamado François Chollet se le ocurrió crear un benchmark para IA. La idea era como poco rarita, porque en 2019 no había prácticamente nada con lo que probar ese benchmark. En realidad Chollet se adelantó al futuro, porque aun faltaban tres años para que apareciera ChatGPT y se iniciara la fiebre por la IA.
Luego llegarían más y más benchmarks sintéticos para medir el rendimiento de las IAs, pero ARC-AGI era un benchmark distinto. Mientras que en muchos otros benchmarks la capacidad de memorización del modelo es crucial, aquí se ponía a prueba la capacidad de pensamiento abstracto y generalización de la IA.
Los problemas propuestos en ARC-AGI y su sucesor, ARC-AGI 2, constan en gran medida de puzzles visuales que son relativamente fáciles de resolver por los seres humanos, pero que hasta ahora eran casi imposibles para las máquinas. En los últimos dos años hemos ido viendo no obstante cómo los modelos de IA iban mejorando en comprensión abstracta y generalización, y poco a poco resolvieron más y más puzzles de ARC-AGI. ¿El problema?
Gastaban un dineral para hacerlo.
Y ahí es donde entra GPT-5.2.
La IA puede resolver casi todo. La pregunta es cuánto cuesta hacerlo
El año pasado o3-preview logró resolver el 87% de ARC-AGI 1. El hito fue tan llamativo que hasta los propios responsables del benchmark publicaron un anuncio al respecto. Para lograrlo, eso sí, o3-preview ejecutó 100 tareas con un coste total de 456.000 dólares: cada una costó 4.560 dólares.

Fuente: ARC-AGI Prize
Ayer se publicó GPT-5.2, la última versión del modelo fundacional de IA de OpenAI. Su rendimiento en otros benchmarks era excepcional, pero lo que realmente llama la atención es cómo se comportó en ARC-AGI 1. No por lograr resolver un 90,5% de los problemas con GPT-5.2 Pro (X-High), no, sino por cuánto costó cada tarea.
La cifra: 11,65 dólares por tarea. 390 veces menos que hace un año.
De hecho una versión aún más barata, GPT-5.2 (X-High) logró un 86,2% con un coste de tan solo 0,96 dólares por tarea. Alucinante.

ARC-AGI 2 sigue siendo un desafío para la mayoría de modelos, pero GPT-5.2 ha dado otro salto de calidad excepcional. Fuente: ARC-AGI Prize.
Chollet y su equipo sabían que la IA acabaría superando su test ARC-AGI tarde o temprano, así que en marzo de 2025 publicaron ARC-AGI 2, la segunda versión de su benchmark, para ponérselo aún más difícil a las máquinas. Ese test es aún un verdadero desafío para la mayoría de modelos, que hasta ahora apenas habían resuelto un 38% de los problemas en el mejor de los casos (Claude Opus 4.5).
GPT-5.2 ha logrado resolver casi el 55%. Es un salto colosal.
Y de nuevo, con un coste realmente sorprendente de 15,72 dólares por tarea. La tendencia es clara: la IA no solo está volviéndose mejor, sino que es cada vez más barata.
Eso son buenas noticias para todos, porque equilibran esa ya clara percepción de que el escalado no funciona tanto como en el pasado. Los saltos en rendimiento no son tan llamativos —aunque estas pruebas con ARC-AGI desmontan ese argumento—, pero sí lo son los saltos en cuanto a coste.
La carrera de la IA parece haber alcanzado un punto de inflexión. La verdadera pregunta no es si la IA logrará resolver un problema, sino cuánto costará resolverlo. Y la evolución de GPT-5.2 parece demostrar claramente algo crucial: que la IA cada vez resuelve más cosas a menor precio.
Eso es además algo crítico para una OpenAI que está en una situación económica delicada. Ahora que estamos más en una especie de meseta en cuanto a ganancias en rendimiento, lograr ser más baratos y eficientes es clave para el futuro de la empresa. Y parece que GPT-5.2, además de una respuesta a Gemini 3 Pro, es un paso claro en esa dirección.
En Xataka | Hay una carrera en la que Anthropic le está ganando la partida a OpenAI: en la de ser rentable
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