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Cine mexicano LGBTIQ+: Hacia un camino de libertad

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Visibilidad, aceptación, solidaridad y respeto por la vida de los demás. Aquí un breve repaso por algunas de las películas y momentos que han marcado la historia del cine mexicano LGBTIQ+ y que han construido el camino hacia representaciones más justas, humanas y complejas.

En la noche del Ariel 2014 llovía como nunca. El Palacio de Bellas Artes era azotado por una tormenta feroz que solo era mitigada por los aplausos al interior. Ahí, donde la crema y nata del cine mexicano celebraba con entusiasmo a las mejores películas del año, el cineasta y productor Roberto Fiesco se coronó con el premio a Mejor documental por Quebranto. “Hoy todo el día estuve pensando que hace más de 10 años, cuando Julián Hernández y yo queríamos producir nuestra primera película Mil nubes de paz, un alto funcionario del IMCINE dijo: ‘El Estado no tiene por qué apoyar películas de maricones’”. 

En ese momento era como si hasta el ruido de la lluvia se hubiera quedado en silencio. Sin embargo, Fiesco, acompañado por Coral Bonelli –la protagonista de su cinta–, continuó con orgullo: “Desde entonces, esa frase ha resonado en mi cabeza y un día me llevó a buscar a Coral y a doña Lilia para contar una historia de vida; una que me parecía fundamental e importante contar, porque hablaba de las relaciones maternofiliales –que se parecían mucho a las mías–, de la diversidad sexual y de cómo alguien puede asumir una nueva identidad y dejar todo atrás para comenzar otra vez; desde cero, contra todo, y contra todos”. 

“El cine mexicano, salvo algunas bellas excepciones, ha sido desde sus orígenes, y con un irritante recrudecimiento en los últimos años, un cine de moraleja, y lo que es peor, un cine de moraleja condenatoria”, escribió el célebre Salvador Elizondo en el texto Moral sexual y moraleja en el cine mexicano. Aquel artículo –que inauguró la historia de la breve pero icónica revista Nuevo Cine– señalaba a la industria fílmica de nuestro país como “un cine que desconoce, cuando moraliza, el sentido esencial de la moral, que no es, ciertamente, el de condenar determinados actos humanos, sino el de justificar los actos humanos que la hipocresía se empeña en condenar”. 

En este país de moral y buenas costumbres, la representación a complejidad de las disidencias no tiene muchos años de historia. Sin embargo, las imágenes de la comunidad LGBTIQ+ se han escrito, no sin dificultad, gracias a momentos que, con valentía, iniciaron un camino de libertad que aún hoy se sigue labrando. 

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Coral Bonelli y Roberto Fiesco en Quebranto (2013)

Momentos de disidencia 

“Oiga, don Pedrito, quiero preguntarle una cosa”, le dice Librada (Emma Roldán) a Pedro (Manuel Tamés) en la cinta La casa del ogro, de Fernando de Fuentes, en 1938. “¿Esos bigototes se los deja usted para despistar?”, remata la mujer entre risas. Mirándola de arriba a abajo, mientras alza la cabeza, el hombre truena la boca e, indignado, sale de escena. 

Si bien aquella cinta fue opacada por los grandes títulos de su realizador –como su Trilogía Revolucionaria o Allá en el Rancho Grande, el filme que detonó la Época de Oro del cine nacional–, La casa del ogro capturó en celuloide al primer personaje gay del cine mexicano del que se tenga registro. La presencia de Pedro –o “Doña Petrita, como se le llegó a llamar–, sin embargo, fue como la de otros en aquel periodo de esplendor: amanerado, con roles secundarios, satirizados y hasta escarnecidos. Nunca al frente de una historia; lejos de las normalidades dictadas por la sociedad. 

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Manuel Tamés en La casa del ogro (1938)

Aunque transgresor, aquel personaje de Manuel Tamés tuvo que quedarse a solas por un largo tiempo en la historia del cine mexicano LGBTIQ+. Fue hasta 1950 cuando el director Alfredo B. Crevenna filmó Muchachas de uniforme, una cinta que mostró una fuerte atracción entre Lucila y Manuela, interpretadas por Marga López e Irasema Dilián. Aunado a eso, y su discurso contra una educación autoritaria y basada en la moral, le valió una censura inmediata que la mantuvo un par de semanas en cartelera. «Esta película mexicana se reducía a contar un caso de lesbianismo inconsciente y lamentable», escribió en 1972 el historiador Emilio García Riera en Historia documental del cine mexicano. «Al final, Marga López se hacía monja para pagar de alguna manera el atrevimiento que supone tocar en un melodrama el tema del amor por vías inusuales y, en el fondo, la muerte de la joven lesbiana dejaba muy tranquilo a todo el mundo, porque nadie habría sabido qué hacer con esa pobre chica».

Una década y media después, Tres mujeres en la hoguera (1976) abordó nuevamente el lesbianismo en el cine mexicano. Protagonizada por Maricruz Olivier y Pilar Pellicer, la cinta de Abel Salazar se une a una muy breve lista de largometrajes LGBTIQ+ que han retratado el amor entre dos mujeres en la pantalla grande.

«Como mujeres, hemos sido retratadas por los ojos de fuera», nos dice la actriz y cineasta Ángeles Cruz quien, en 2014, filmó el cortometraje La carta, el cual presenta una relación entre dos mujeres indígenas y sus consecuencias. «No todas, pero hay muchas historias con una gran cantidad de misoginia. Y creo que podemos hacer un cine inteligente; no peyorativo ni machista. Y, en esta industria, nos falta diversidad; en todos los sentidos». 

Para la ganadora de dos premios Ariel, una de las razones que excluyen al lesbianismo en el cine mexicano es «cómo nos comportamos como sociedad. El cine nos da un espacio para existir, para nombrarnos y mostrar cosas que, a veces, están acotadas por lo que es socialmente aceptado. A veces, nos dicen que historias como La carta no son interesantes o a nadie le va a interesar; o nosotros mismos somos quienes nos ponemos el freno de mano. Como creadoras y creadores, hay cosas de las que nos gusta hablar y de las que no, también. Para mí, el cine se ha convertido en un lugar donde me gusta preguntar sobre lo que no tengo respuesta y poner en la mesa lo que sucede en mi comunidad, lo que somos y lo que soy como mujer. Hablar de dos mujeres lesbianas, en una comunidad indígena, rodeadas de tabúes y machismos tremendamente aceptados, creo que es bueno preguntarlo». 

Myriam Bravo y Sonia Couoh en La carta (2014).

Aunque aún pocos, los valiosos esfuerzos que han tratado de cambiar las narrativas fueron fuertemente impulsados con la llegada de un personaje que, sin titubeos, arribó al cine para romper con el puritanismo de nuestra industria. Portando un vistoso vestido rojo, bailando flamenco y sonriéndole a la vida, La Manuela se abrió paso en la cartelera y en la historia del cine nacional. Con El lugar sin límites (1977), de Arturo Ripstein, Roberto Cobo logró lo inimaginable: dar vida a un personaje igual de potente que su despiadado Jaibo, de Los olvidados (Dir. Luis Buñuel). Aquí, un apasionado encuentro entre Pancho (Gonzalo Vega) y La Manuela inmortalizó a la cinta como la primera en mostrar a dos hombres besándose y como el filme LGBTIQ+ por excelencia del cine mexicano

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Gonzalo Vega y Roberto Cobo en El lugar sin límites (1977)

El logro, no sencillo ni exento de polémica, se materializó con varios Arieles: uno a Mejor película y un par más a los actores mencionados, entre otros, así como en un premio especial en San Sebastián. Para Gonzalo Vega, su presencia aquí marcó lo que vendría más adelante en su filmografía. Casi a la par de la cinta de Ripstein, el actor filmó en 1977 Las apariencias engañan, bajo la dirección de Jaime Humberto Hermosillo. El cineasta que se atrevió a coquetear con la homosexualidad en la pantalla –en cintas como El cumpleaños del perro (1974) y Matinée (1976)– ahora tenía entre manos una historia tan impactante que fue víctima de la censura. “Al desnudo, la Isela Vega que nadie conoce”, decía el póster oficial de aquella cinta; posiblemente el papel más arriesgado de la actriz y el filme más transgresor de Hermosillo, que se mantuvo cinco años enlatado. En ella, Vega da vida a un hermafrodita que se enamora de un hombre llamado Rogelio (Vega) y se convierte en el primer  –y único personaje trans a la fecha– en protagonizar una cinta de ficción en el cine mexicano LGBTIQ+. 

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Después de esta cinta, era natural que nuestra industria volteara la mirada hacia el lugar donde se han gestado sus historias más apasionantes: la familia. Ahí, el cine mexicano LGBTIQ+ vio nacer obras como El hombre de la mandolina (1982) o Doña Herlinda y su hijo (1984), las cuales comenzaron a mostrar a la homosexualidad al interior de los hogares mexicanos. 

La primera se trata de un filme realizado por Gonzalo Martínez Ortega, que nos lleva a la ciudad de Querétaro en los años 50, donde una familia tradicional descubre que su hijo (Omar Moreno) es homosexual. La noticia fractura para siempre la relación entre aquella familia y lleva a la madre –interpretada por Rosita Quintana– al borde de la locura. 

Jaime Humberto Hermosillo
Jaime Humberto Hermosillo

La segunda opta por un camino completamente diferente. Ambientada en la Guadalajara conservadora de los años 80, Doña Herlinda y su hijo nos presenta a una madre abnegada (Guadalupe del Toro; madre de Guillermo del Toro) quien intenta ignorar la relación entre su hijo Rodolfo (Marco Treviño) y Ramón (Arturo Meza), su mejor amigo. La cinta más famosa de Hermosillo –el cineasta más importante del cine mexicano LGBTIQ+– muestra cómo la madre obliga a su hijo a casarse con una mujer, al tiempo que facilita que su hogar se convierta en el oasis donde sigue existiendo el gran amor entre estos dos hombres. 

Jorge Fons, el hombre que sacudió a la audiencia con Rojo amanecer (1989), filmó en 1994 la galardonada El callejón de los milagros. Una de las películas más premiadas en la historia del Ariel –recibió once estatuillas en 1995– llevó a la pantalla a Don Rutilio (Ernesto Gómez Cruz), un hombre que oculta su homosexualidad detrás del machismo típico de este país y que escapa de su matrimonio –de 30 años de historia– a través de encuentros clandestinos con Jimmy (Esteban Soberanes), su joven amante.

Marco Treviño y Arturo Meza en Doña Herlinda y su hijo (1984)

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Películas que abrieron camino

“El Estado no tiene por qué apoyar películas de maricones”, le dijo el cineasta Alfredo Joskowicz a Roberto Fiesco, quien se encontraba buscando apoyo para la posproducción de Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor. A pesar de la reticencia del entonces director del IMCINE, la ópera prima de Julián Hernández recibió cuatro nominaciones al Ariel –incluidas Mejor película y dirección–, y triunfó en distintos festivales de México y el mundo. Uno de ellos fue la Berlinale, donde la cinta se llevó el prestigioso Oso Teddy en 2003, dedicado a celebrar las mejores obras con temática LGBTIQ+, el cual Julián obtuvo de nuevo en 2009 gracias a la cinta Rabioso sol, rabioso cielo.

“En mi paso por el CUEC sentimos que el cine no nos representaba”, dijo Julián Hernández recientemente en la charla Contar historias de diversidad, organizada por la Academia Mexicana de Cine (AMACC), la Cátedra Bergman y la Filmoteca de la UNAM. «Lo que estábamos viendo en las películas de aquel entonces era un cine donde la sexualidad era algo que se evitaba a toda costa», complementa Roberto Fiesco, al charlar sobre la dupla que ha formado con Julián desde hace 20 años. «Especialmente la de los jóvenes».

Julián Hernández y Roberto Fiesco en 2009, con el premio Teddy a Rabioso sol, Rabioso cielo.

El cortometraje Actos impuros (1994) marcó la primera colaboración entre Roberto y Julián –el primero dirigiendo, el segundo produciendo y ambos escribiendo el guion–. Hubo un tiempo en que los sueños dieron paso a largas noches de insomnio (1998) –tesis de Julián para el CUEC– afianzó el camino para la realización de Mil nubes y dictó la dirección que ambos cineastas tomarían –en conjunto– a partir de ahí.

«En ese entonces había una gran ausencia de retratos fidedignos en torno a la sexualidad; particularmente en torno a la diversidad sexual en el cine mexicano», afirma Fiesco. «Y nosotros queríamos encontrar lugares en dónde reflejarnos. Al no existir, decidimos crearlos«.

Aunque Mil nubes de paz tardó cinco años en realizarse, su llegada a los cines de nuestro país –y el reconocimiento internacional– abrieron un camino que transformaría la realidad de las siguientes generaciones. «Nosotros confiábamos muchísimo en este proyecto», recuerda Fiesco. «Mil nubes de paz trata sobre un chico gay en la periferia de la Ciudad de México. Que vive cerca de las barrancas, en el Olivar del Conde o en el Metro Oceanía. Su personalidad atípica –muy criticada en México pero muy celebrada en el extranjero– nos ayudó también a mostrar una representación no culposa del personaje. Nuestro protagonista no sufre por su orientación sexual; no tiene un conflicto con eso –cosa que sí ocurre en El hombre de la mandolina, en Doña Herlinda y su hijo y de alguna manera en El lugar sin límites–. Él sufre por amor. Y entonces, al hacer retratos no culposos –que fue lo mismo que hicimos en El cielo dividido (2006)– lo que tratábamos de hacer en la pantalla era que nuestros personajes no vivieran su sexualidad con culpabilidad».

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Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor (2003)

Hoy, a dos décadas de Mil nubes de paz, Julián Hernández posee una prolífica filmografía de más de 30 títulos –entre cortos y largometrajes– con los que ha labrado el camino para otro tipo de representaciones. Roberto Fiesco, por su parte, ha dividido su vida entre la dirección y la producción de historias, como la galardonada Quebranto (2013) y el corto ganador del Ariel Trémulo (2015), así como la serie El juego de las llaves, entre otras. Su cortometraje David (2005) se convirtió en la primera historia corta de temática LGBTIQ+ del cine mexicano en ser producida por el IMCINE; todavía bajo la administración de Joskowicz. «Afortunadamente, él no tenía nada que ver con esas decisiones», cuenta Roberto. «El corto se realizó gracias a Patricia Coronado, entonces directora de producción del Instituto, y por un jurado conformado por Marina Stavenhagen, Guillermo Arriaga, Beatriz Novaro y Felipe Cazals».

El trabajo de Julián y de Roberto, asimismo, le abrieron la puerta no solo a las historias LGBTIQ+ en el cine mexicano sino a las y los cineastas que eventualmente surgirían en el camino. “Para mi generación”, dijo la realizadora Astrid Rondero (Los días más oscuros de nosotras) en la mencionada charla de la AMACC y la UNAM, “partíamos ya de referentes cercanos y exitosos; rabiosos. [Julián] No fue nuestro maestro en el CUEC, pero creo que cambió nuestro contexto”. 

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Benny Emmanuel y Áxel Arenas en Trémulo (2015)

Del beso entre Diego Luna y Gael García Bernal en Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2000) al amor oculto entre Hoze Meléndez y Juan Pablo de Santiago en Sueño en otro idioma (Ernesto Contreras, 2017); de la relación tormentosa entre Andrea Portal y Naian González Norvind en Todo el mundo tiene a alguien menos yo (Raúl Fuentes, 2011); el despertar sexual de Ángel Onésimo Nevárez en Quemar las naves (Francisco Franco, 2006), al peligro que rodea a José Pescina en Carmín tropical (Rigoberto Perezcano, 2012); del amor electrizante entre Diego Calva y Eduardo Martínez en Te prometo anarquía (Julio Hernández Cordón, 2015) al lazo inquebrantable entre Víctor y Fernando en Etiqueta no rigurosa (Cristina Herrera Bórquez, 2016); de la atracción inevitable entre Pablo Mezz y Carlos Hendrick en Velociraptor (Chucho E. Quintero, 2014), a la aceptación de uno mismo en las historias que conforman Cuatro lunas (Sergio Tovar Velarde, 2014). 

En los últimos 20 años, el cine mexicano LGBTIQ+ ha brillado en la pantalla con una intensidad cada vez mayor. Su representación progresiva se ha materializado en historias que han normalizado y complejizado las experiencias. Su evolución de miradas, asimismo, corresponde a una mayor presencia de realizadoras y realizadores de la comunidad. “Son tiempos en donde es importante que las comunidades mismas cuenten las historias”, dice Astrid Rondero en la mencionada charla. “Eso hace que la diversidad sea más nutrida, más amplia, que incluya a más gente, que no siempre sea desde la perspectiva de lo heteropatriarcal”, explica la cineasta, quien ha hecho una mancuerna inquebrantable con la también directora y productora Fernanda Valadez (Sin señas particulares). 

“Necesitamos como población contar nuestras historias”, afirma Alejandro Zuno, responsable de los cortometrajes Oasis y Cuarto de hotel. “Pero lo que ocurre siempre es que lo presente es la [letra] G y la L –más o menos–. Pero las otras letras [de la comunidad] –lo intersexual, lo trans– cómo se que diluyen; están en otras luchas, en otras batallas. Esperemos que pronto haya un director o una directora trans que también tenga esas oportunidades”. 

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Sueño en otro idioma (2017)

Aunque la ficción se ha resistido a representarla, la comunidad trans ha encontrado lugar en el cine documental con trabajos como Las flores de la noche (2020), de Omar Robles y Eduardo Esquivel –responsables de los cortos Los desterrados hijos de Eva y Uriel y Jade, respectivamente–, o Cosas que no hacemos (2020), de Bruno Santamaría (Margarita). «Nosotros queremos hablar de lo que nos mueve y nos representan», afirman Omar y Eduardo. «Las flores de la noche es una oda a la juventud y a los nuevos tipos de refugios y familias [que se construyen en la comunidad]. Somos muy conscientes de que, desafortunadamente, vivimos en un país donde es peligroso ser uno mismo. Allá afuera hay gente que odia y actúa desde la violencia. Pero nosotros quisimos hacer una película luminosa, que hablara sobre lo importante que es enfrentar la violencia con dignidad».

Las flores de la noche (2020)

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La homofobia invisible 

No solo basta con filmar una historia: es necesario que llegue al público. Ante la ausencia de espacios para proyectar historias LGBTIQ+ en 1997 surgió el Festival Mix, considerado el primer evento cinematográfico en nuestro país dedicado a historias de diversidad sexual. «Las ganas [de crear este evento] nacieron del amor al cine y de saber que existe alguien como tú haciendo cine y queriendo contar historias en las que te puedes reflejar», nos dice Arturo Castelán, director y fundador de dicho evento.

«Yo, como espectador, me sentía con las ganas de ir al cine y ver lo que estaba haciendo mi comunidad en el mundo. Y, más que nada, lo hacía para franquear esa frontera invisible que se ponían los programadores [de películas] en aquel entonces. Cuando llegábamos a pedir apoyo, escuchaban el término ‘diversidad sexual’ y pensaban que era cine porno. Las películas de Hermosillo, por ejemplo, se estrenaban el cine Teresa o en el cine Savoy, los cines porno soft que existían en la ciudad. O estaban ahí o en la Cineteca, pero nunca en el resto de las salas».

A 25 años de distancia, y cientos de historias que han llegado a su público a través de este espacio, el Festival Mix se ha convertido en una poderosa ventana de disidencia y representación. «La homofobia es algo que, sin motivos, se cuela por todos lados. Es un odio que vas heredando y que haces que permanezca. Por eso hicimos el festival, para enfrentarnos a eso, para mostrarle a le gente otras realidades, para inspirar y generar un diálogo entre el público y los realizadores».

Arturo Castelán, director del Festival Mix

A pesar de los avances, de las batallas que se han ganado y los espacios que se han conquistado, el cine mexicano LGBTIQ+ sigue lidiando con una homofobia invisible que parece resistirse a desaparecer. El baile de los 41, la película más reciente de David Pablos (Las elegidas), experimentó en carne propia los tres tipos de censura que dictan el camino de nuestra industria fílmica: aquella que se genera cuando se niega el apoyo a un proyecto, cuando se decide no programar una historia en cartelera o cuando las autoridades delimitan el público que podrá ver cierta película.  La película llegó a los cines del país con una clasificación C, apta únicamente para mayores de 18 años. “Me sorprende que sean mucho más censurables los desnudos masculinos, los actos amorosos entre hombres, que la violencia explícita”, nos dijo David Pablos sobre la calificación a su película. “Y eso habla mucho del país y de la realidad en que vivimos. Aquí, la violencia está tan normalizada y mediatizada que ya ni siquiera es un tema. Es algo que simplemente no entiendo”.  

Algo similar sucedió con La región salvaje, de Amat Escalante, en 2018, cuando días antes de su estreno comercial en México, Cinemex decidió cancelar sin previo aviso –y sin mayor explicación– la exhibición de dicha película. En aquel momento, al ganador del León de Plata a Mejor dirección en Venecia se le dijo que «no tenían suficiente espacio por la cantidad de títulos” que estrenarían aquel fin de semana. “Es una lástima», nos dijo Amat. «Sólo hay dos cadenas de cine en el país. Le cerraron la puerta a La región salvaje y es algo indignante”. 

Alfonso Herrera y Emiliano Zurita en El baile de los 41

Para Los días más oscuros de nosotras, su ópera prima, Astrid Rondero perdió a uno de los contribuyentes que apoyaría su exhibición a través de EFICINE “al enterarse que había un tema lésbico [en la película]». Actualmente, los nuevos estatutos de IMCINE se han enfocado en apoyar la producción de historias sobre poblaciones vulnerables o que no han tenido mucha visibilidad. Aunque se busca impulsar historias dirigidas por mujeres o por miradas indígenas, se ha dejado fuera la producción de cine mexicano LGBTIQ+.

“La comunidad salió [de las convocatorias], afirmó Astrid. “No estamos como parte de las prioridades [de producción]. Me parece interesante conversar [sobre eso] porque todavía no estamos en el punto de que no juegue en contra de nosotros la discriminación”.  

El cambio desde la pantalla

En el año 2000, cuando Julián Hernández estrenó Mil nubes de paz, la escritora Malú Huacuja del Toro –quien años después escribiría el guion de su película Rencor tatuado– le preguntó sobre lo que pasaría con él cuando todas aquellas temáticas de diversidad que él quería abordar, fueran tratadas por mucha gente. “Yo dejaré ese lugar y me iré a hacer otras cosas que también me interesan”, respondió Julián. “Para después regresar”, agregó en aquel entonces. “Yo pensé que ese día jamás llegaría y afortunadamente llegó”, dice hoy, tras haber estrenado La diosa del asfalto, su sexta película en la silla de dirección.

«Que los personajes principales de una película sean parte de la comunidad LGBTIQ+, y que eso no se asuma como el tema principal de una historia, es un avance importante», afirma el actor Armando Espitia, protagonista de la cinta Te llevo conmigo (2020). El debut en la ficción de la documentalista Heidi Ewing (Jesus Camp, 2006) retrata la historia de Iván y Gerardo, una pareja de mexicanos que debe emigrar a Estados Unidos en busca de una vida mejor. «Pero sí considero que el cine mexicano va tarde como reflejo de la sociedad mexicana. Tenemos que ponernos al día con la ellos y representar cómo se vive en todos sectores de nuestro país. No todos vivimos con los mismos privilegios y hay que seguir trabajando por ellos», afirma el también actor de Nuestras madres. «Nuestra película, por ejemplo, va más allá de eso: aquí vemos a dos personas luchando por un sueño. Y su amor va más allá de cualquier etiqueta», complementa Christian Vázquez, coestelar de esta historia.

Christian Vázquez y Armando Espitia en Te llevo conmigo (2020)

«Lo digo sin ningún asomo de soberbia», advierte Roberto Fiesco, «pero Mil nubes empezó a abrir puertas y creo que el trabajo que hicimos Julián y yo ayudó mucho a que muchas cosas cambiaran. Me siento muy orgulloso de eso. Yo no me considero activista, pero creo que sí hay una manera de hacer activismo a través del oficio que uno tiene; y en nuestro caso es el cine. La postura política que podemos tener y el activismo social que podríamos hacer lo hemos hecho siempre en nuestras películas, otorgándole a la comunidad la visibilidad y la identidad que merece».

La entrada Cine mexicano LGBTIQ+: Hacia un camino de libertad se publicó primero en Cine PREMIERE.

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Se confirma El diablo viste a la moda 2

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La cinta de 2006 ya tiene una secuela que se encuentra en desarrollo. Esta es toda la información que se conoce (hasta ahora).

Sin exagerar, El diablo viste a la moda es la película sobre la industria de la moda más icónica de los años 2000. Estrenada en 2006 bajo la dirección de David Frenkel y con un inolvidable reparto liderado por Anne Hathaway, Meryl Streep y Emily Blunt, la cinta fue una mirada divertida y sospechosamente apegada a la realidad del mundo editorial. Ahora, a casi dos décadas de aquel momento, se ha confirmado que una secuela viene en camino.

Fuentes de Disney confirmaron a Deadline la noticia, asegurando que Aline Brosh McKenna, la guionista de la cinta de 2006, realizará el guion nuevamente, mientras que Frenkel se encuentra en conversaciones para replicar su rol como productor.


La película aún se encuentra en un estado de realización temprana. Según el sitio de noticias Puck –el primero en dar a conocer la realización de la secuela– Wendy Finnerman, productora del primer filme que vuelve a esta producción, recién está reuniendo las piezas para dar forma a la historia.

¿Quiénes protagonizarán El diablo viste a la moda 2?

La pregunta del millón, ¿vuelven Meryl Streep, Anne Hathaway y Emily Blunt? Aún no es posible confirmarlo. Puck aseguró que Wendy Finnerman ha convencido a Streep y Blunt para replicar sus papeles de Miranda Priestly y Emily Charter. Sin embargo, en una entrevista para E! News de este año, Hathaway dijo “no creo que la continuación de esa historia ocurra jamás”.

Por ahora, ninguna de las actrices ha confirmado su presencia en The Devil Wears Prada 2.

¿Qué pasará en El diablo viste a la moda 2?

Como bien recordarás, la primera película sigue la llegada de Andy Sachs a Runway, la revista más importante de la industria de la moda al mando de la temible editora, Miranda Priestly. En su travesía, Andy no solo lidia con la competencia feroz establecida por la primera asistente de Miranda, Emily Charter, también con los “demonios” de la industria, el ser fiel a sí misma y encontrar su verdadero camino.

Ahora, para El diablo viste a la moda 2, la sinopsis tampoco cuenta con una confirmación oficial, sin embargo, el mismo sitio previamente mencionado contó que se está planeando una historia centrada en Miranda Priestly en el declive de la publicación de revistas impresas, esta vez se enfrentará a Emily, que probablemente sea una alta ejecutiva de alguno de los conglomerados de lujo más grandes (LVMH o Kering).

Por ahora, solo queda esperar a que los detalles continúen revelándose.

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AMACC: ¿Qué hace y por qué es importante la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas?

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¿Qué hace la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC)?

Al momento de su fundación el 3 de julio de 1946, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) adoptó un propósito que sobrevive hasta nuestros días: “promover la difusión, la investigación, la preservación, el desarrollo y la defensa de las artes y las ciencias cinematográficas”, en palabras de la propia organización.

No es sólo la instancia sin ánimo de lucro que hace posible la entrega anual del Ariel, galardón que reconoce lo mejor del cine hecho con manos mexicanas. Es una asociación civil con más de 2,500 miembros —profesionales activos de la industria— que desempeña infinidad de tareas; desde la formación, divulgación y fomento cultural, hasta la puesta en marcha de medidas que protejan a los cineastas en contextos adversos.

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¿Qué hace la Academia Mexicana de Cine (AMACC)?

Con sede en Casa Buñuel (CDMX) y mediante un comité coordinador actualmente presidido por Armando Casas, conozcan a continuación las labores de la AMACC y algunos proyectos específicos recientes que dan fe de su enorme relevancia en el quehacer cinematográfico nacional.

Muestras, exposiciones y ciclos de cine

La AMACC ha impulsado muestras y ciclos de cine en distintos recintos de la República Mexicana; esto con el objetivo de dar a conocer la diversidad de miradas y propuestas fílmicas que enriquecen el panorama audiovisual de nuestro país.

Un ejemplo tradicional es el ciclo “Rumbo al Ariel”. Su edición de 2023 abarcó 1 de agosto de 2023 al 30 de septiembre, teniendo como propósito exhibir ante un amplio público los largometrajes y cortometrajes nominados para la 65° entrega de los premios Ariel. Además de funciones presenciales, este ciclo recurrió nuevamente a su propia plataforma en línea donde las películas ostentaron visualizaciones gratuitas a las cuales podían acceder internautas de todo México.

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En materia de exposiciones y difusión de acervos fotográficos, la Academia estuvo detrás de muestras como “La persistencia de la máquina sensible” (conformada por carteles de películas ganadoras del Ariel) y “Héroes anónimos: técnicos y artistas del cine mexicano” (un homenaje a los creadores cinematográficos que operan detrás de cámaras y que difícilmente obtienen el reconocimiento que merecen).

¿Qué hace la Academia Mexicana de Cine (AMACC)?

Conversatorios y clases magistrales

Varias acciones de la AMACC han buscado fomentar el encuentro y diálogo entre las y los profesionales del sector cinematográfico; además de llevar esas charlas y conferencias al público en general. Por ejemplo, en el marco de los ciclos “Rumbo al Ariel” y “Voces y temas del cine mexicano” de 2023, la Casa Buñuel acogió conversatorios con histriones, cineastas y personal creativo involucrado en las cintas exhibidas; pláticas grabadas en video y que pueden consultarse libremente en el canal de YouTube oficial de la Academia.

Convocar talento de otros países —sumado a procurarles un espacio en el que puedan compartir sus conocimientos— ha sido otra misión de la organización. De los últimos años, destacan clases magistrales impartidas respectivamente por el director de arte Paul Harrod (Isla de perros) y el diseñador de vestuario Ángel Amor, integrante del equipo de producción de afamados títulos como Maléfica y La favorita.

De la AMACC, en colaboración con la Filmoteca de la UNAM, tampoco debe olvidarse el programa de conversatorios “Jueves de Cine en Casa Buñuel”. Este consistió en extensas charlas videograbadas —a modo de tertulias— que protagonizaron laureados miembros de la industria fílmica mexicana y prestigiosos comunicadores, investigadores y gente destacada del gremio. Hubo un total de 34 charlas, repartidas a lo largo de tres temporadas y publicadas digitalmente entre abril de 2020 y julio de 2021.

¿Qué hace la Academia Mexicana de Cine (AMACC) y por qué es importante?

Labor editorial

Entre las tareas de la Academia destaca también “la edición de libros que hablan sobre el desarrollo de la industria del cine mexicano” (vía).

En 2021, la primera temporada de los conversatorios “Jueves de Cine en Casa Buñuel” motivó que la AMACC y las instancias asociadas lanzaran una colección editorial; es decir, una serie de libros donde se transcribieron las charlas sostenidas con distintas personalidades en el transcurso del programa.

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Respecto al ámbito de las letras, la AMACC también ha publicado ocho números de una colección denominada “Textos de la Academia”; una conjunto de escritos que en su mayoría rinden tributo a la vida y trayectoria de veteranas personalidades que fueran acreedoras del Ariel de Oro, como la actriz María Rojo, la guionista Paz Alicia Garciadiego y el histrión Héctor Bonilla. La versión digital de cada número está disponible de manera gratuita en el sitio web de la organización.

Preservación y restauración

En complicidad con la Filmoteca de la UNAM, la AMACC ha sido partícipe de la restauración y preservación de cinco películas mexicanas de antaño y con enorme valor histórico, que son:

  1. La mujer del puerto (Dir. Arcady Boytler, 1933)
  2. El tren fantasma (Dir. Gabriel García Moreno, 1926)
  3. El puño de hierro (Dir. Gabriel García Moreno, 1927)
  4. La barraca (Dir. Roberto Gavaldón, 1945)
  5. Tepeyac (Dir. José Manuel Ramos, Carlos E. González y Fernando Sáyago, 1917)

Cabe agregar que el proceso de restauración en torno a La barraca inspiró el primer número de la colección “Textos de la Academia”. Por otro lado, los casos de Tepeyac y El tren fantasma dieron pie a la ilustrativa serie de textos Cuadernos de Restauración de la Filmoteca, cuyos primeros dos volúmenes fueron publicados con el apoyo de la AMACC.

academia mexicana de cine
¿Qué hace la Academia Mexicana de Cine (AMACC) y por qué es preocupante su situación?

En defensa del cine y sus trabajadores

En contra de toda censura y agravio, la AMACC jura defender la libertad creativa y laboral de cineastas mexicanos. Además, fue de armas tomar para asistir a los trabajadores de la industria más afectados por la suspensión de actividades durante la pandemia. Así surgió en 2020 —y con la mediación de la Academia— el Fondo de Apoyo COVID-19 para la Industria Cinematográfica y Audiovisual, gracias a una alianza con Netflix, y Sifonóforo, Fondo de Emergencia Audiovisual, resultado de la suma de esfuerzos de diversas figuras, incluidas Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro, Issa López y Salma Hayek.

Ese mismo año, en plena discusión por la desaparición de fideicomisos, la AMACC calificó de preocupante la extinción del Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (FOPROCINE). También defendió a capa y espada la permanencia del Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (FIDECINE), que durante veinte años apoyó la producción, posproducción, distribución y exhibición fílmica en nuestro país.

Asimismo, la lucha de la organización está enfocada en impulsar las reformas a la Ley Federal de Cinematografía y el Audiovisual. Así lo dijo la presidenta Leticia Huijara en la pasada edición de los premios Ariel:

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Armando Casas, presidente de la Academia Mexicana de Cine para el periodo 2023-2025.

Premios y representatividad en el extranjero

Bien sabido es que la AMACC otorga anualmente el prestigioso premio Ariel, que reconoce lo mejor del cine mexicano e iberoamericano. Por ende, es responsable de llevar la batuta en la logística de la ceremonia, la publicación de convocatorias, los procesos de selección y votación, la fabricación de las estatuillas, etcétera. Siempre con plena consciencia de que el magno evento no consiste solamente en repartir trofeos. Sobre esto, la Academia define su premiación como “un foro público para escuchar las voces de nuestro cineastas en momentos fundamentales de nuestra historia”.

Cada año, la misma instancia es la encargada de elegir la producción nacional que represente a México en la carrera para la categoría de Mejor película internacional de los premios Óscar; lo mismo para los Goya de España, los Macondo de Colombia y los Colibrí de Ecuador, en sus respectivas ternas de Mejor película iberoamericana.

Y por si fuera poco, la AMACC presume ser parte de la Federación Iberoamericana de Academias de Artes y Ciencias Cinematográficas (FIACINE); un organismo que reúne a las homólogas asociaciones de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España, Guatemala, Paraguay, Perú, Portugal, República Dominicana y Venezuela, con el objetivo de impulsar conjuntamente relaciones y mecanismos a favor del quehacer fílmico en tales territorios.

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Lo importante es apoyar el crecimiento de la comunidad creativa LGBT: Jorge Tijerina

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Como miembro de la comunidad LGBT+ que ha dedicado tres décadas de su vida al desarrollo de ficción televisiva, Jorge Tijerina dice sentirse esperanzado con los cambios de perspectiva que ha notado en la industria mexicana y latinoamericana. Desde 2021 lidera el desarrollo de las producciones de ficción para Warner Bros. Discovery México y Colombia, en donde asegura ha encontrado un ambiente de apertura y diálogo, dentro del corporativo, pero también dentro de las comunidades creativas de cada país (compañías productoras, guionistas, cineastas, etc.), que ha permitido impulsar representaciones cada vez más diversas en los últimos años.

Su experiencia se alinea con las medidas y aspiraciones empujadas durante los últimos años por el conglomerado –fusionado con Discovery en 2022–, que mantiene a la inclusión como uno de sus ejes empresariales. Y es pertinente sobre todo cuando el nuevo y reconfigurado gigante de la industria audiovisual ha confirmado su intención de centrar mucha de su producción original en México y Latinoamérica, y quizá producir menos, pero con mayor calidad (está interesado en explotar, sobre todo, el ámbito de las teleseries).

A cuatro meses de la llegada a Latinoamérica de su plataforma Max (evolución de HBO Max), y mientras la marca alista producciones mexicanas como la serie Como agua para chocolate, Jorge Tijerina nos platica sus reflexiones sobre la evolución de la industria televisiva en temas LGBT+, y cómo es que Warner Bros. Discovery se asegura constantemente de caminar en la dirección correcta.

En junio se celebra el orgullo LGBT y como marcas siempre queremos, por su puesto, celebrarlo y sumarnos a la fiesta, pero al mismo tiempo nos obliga a examinarnos. ¿Cómo crees que va Max y Warner Discovery en estos temas en el frente de desarrollo de contenidos?

Me ha tocado pertenecer a diferentes compañías durante mi carrera y esto me permitió ver una evolución de cómo la industria en general ha ido transformando realmente sus puntos de vista. Todavía hay mucho que hacer y me parece que Max está haciendo mucho para lograrlo. Tenemos, por ejemplo, grupos internos de voluntarios en donde se invita a empleados de la compañía para hablar de temas sensibles que pueden ser de diversidad, diversidad de género, etc. Yo empecé [a trabajar en esta industria] en una época cuando esto no sucedía. Las dinámicas eran otras, donde se censuraba la aparición de personajes LGBT en los contenidos. Donde no era posible siquiera tratar estas temáticas en las historias. Después entré a HBO Latinoamérica en 2009 y me tocó trabajar en Capadocia, la primera serie de ficción que se hizo fuera del sistema de televisión abierta en México. Y tuvo un personaje de una mujer trans muy importante dentro de la trama y eso le valió mucho reconocimiento. No se había hecho, fue una pequeña gota en el océano que ha ido creciendo, creo yo. Y pues Max tiene ya muchos contenidos a los cuales podemos señalar como ejemplos, en donde me parece que el mundo se ve reflejado con todas sus aristas.

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Aquí, Jorge enlista algunos de esos ejemplos, entre los cuales se encuentra la serie Ugly, estrenada en 2023, en donde Juan Daniel García Treviño interpreta a un joven bisexual, una dimensión que asegura se explorará más en la segunda temporada a estrenarse el próximo año. También menciona a Las Bravas F.C., serie estrenada en 2022 que sigue a un equipo de futbol femenil, en donde Mauricio Barrientos, el Diablito, interpreta a un coach gay. De acuerdo con el ejecutivo, la siguiente temporada planea explorar la historia de un personaje femenino que mantiene una relación con otra mujer.

Las Bravas FC

¿Cuál crees que es el rol y las capacidades reales de las plataformas y sus departamentos de desarrollo en esta lucha por la diversidad y su representación? ¿Qué está dentro de tu control, qué no y cuáles son aún los retos que enfrentas desde tu posición?

En principio tenemos que ser muy fieles a nuestra misión como empresa de entretenimiento, y ese es crear un contenido que haga eso: que entretenga, o sea, eso debe de ser nuestra primera misión, porque claro, es muy fácil a veces querer dejar llevarse por temas que son tan necesarios, pero que luego el público los puede percibir como un tipo de activismo. Y la verdad es que tenemos que seleccionar, desarrollar y producir historias que al público le den un respiro de aire después de un día largo en el trabajo. Una historia que tenga un carácter emocional muy profundo. Nuestro primer encuentro sí es preguntarnos si una historia puede entretener a una audiencia, como la de nuestra plataforma, que es masiva. Una vez que encontramos esa conexión general, por supuesto que es bien importante que dentro de ese mundo de ficción haya elementos que conecten con la sociedad de hoy. No vivimos en una sociedad donde todas las personas son blancas, no vivimos en una sociedad donde todas las personas son heterosexuales, tampoco en una ciudad donde todos sean hombres. Y siempre ha sido así, solo que ahora, afortunadamente, tenemos la apertura que nos da la conversación cultural.

El reto es mantener todo lo que te comentaba al inicio, pero también encontrar cómo las personas LGBT forman parte de estos universos. Que sea orgánico, porque nosotros, pues somos personas que andamos por la vida sin un panfleto en la cabeza. Nos enamoramos, cuidamos de nuestros papás, buscamos trabajo, a veces tenemos éxito, a veces no, somos personas. Es esa normalidad la que debe de haber.

¿Cuáles son los procesos o las dinámicas que implementan para lograr eso que comentas, la inclusión y normalización de estas experiencias en las historias?

Tenemos la fortuna de que la compañía apoye estos grupos que te comentaba al inicio, a los que llamamos BRG, Business Resource Groups, que hacen un voluntariado para hablar de estos temas dentro de la empresa. Pero también tenemos un área de diversidad e inclusión, que es sumamente importante para nosotros, porque nos da una guía para darle más visibilidad a grupos como la comunidad LGBT en nuestras series originales. Yo formo parte de ella y es un área compuesta por personas contratadas para que la compañía enriquezca su visión. Me dan lineamientos para poder dirigirme con los equipos de escritura y de producción. Cuando hemos tenido contenidos, por ejemplo, sobre mujeres, para mí ha sido muy importante que quien escriba sea una mujer. Lo primero que valoramos es su talento, claro, su trayectoria. Pero si es una historia LGBT por ejemplo, buscamos escritores dentro de esa comunidad que tengan ese talento. No quiere decir que una persona heterosexual, un persona aliada –figuras importantísimas, para mí– no lo pueda hacer bien, pero es importante darle esa oportunidad a las personas de la comunidad, actores, actrices. La selección es importante para nosotros. Al final la audiencia la aprecia porque se transmite en algo genuino.

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Muchas veces las audiencias, y sobre todo en una sociedad en donde persisten muchos prejuicios, creen que la lucha por la diversidad en las pantallas solo puede tomar la forma de «cuotas», y que estas son «artificiales». ¿Qué le dirías a quienes piensan así?

Como compañía no debes perder tu misión que es hacer historias de calidad. Esa calidad te la dan profesionales que tienen un oficio, una trayectoria. Y sí, es difícil; al meter a las comunidades minoritarias en la ecuación, lo natural es pensar que no hay suficientes escritores LGBT, por ejemplo. ¿Cómo podemos meter más escritores LGBT aunque no tengan la experiencia? Yo creo que es un esfuerzo de encontrar cómo fomentar eso. Si un escritor LGBT no cuenta con la experiencia para entrar en un puesto de jefe de escritores, quizá pueda entrar en un puesto menor dentro del cuarto de escritores. Y entonces en unos años tendremos escritores LGBT experimentados y que sean valorados, en primera instancia, por su talento y experiencia. Y su punto de vista único, sus experiencias como parte de la comunidad, aportarán a ese talento. Lo importante es darles esos espacios para que puedan crecer y beneficiarnos todos como industria.

Como parte de la comunidad LGBT, ¿qué te ha dado más orgullo de trabajar en Warner Bros. Discovery y que te emociona más del futuro?

Me ha tocado atravesar… llevo más de 20 años haciendo ficción para TV y me ha tocado atravesar muchas etapas. Te puedo señalar el crecimiento que ha tenido este tema en la sociedad, desde mi punto de vista. Al inicio trabajé en una telenovela y recuerdo que censuraban a los personajes LGBT, y ahora son protagónicos. A mí me emociona mucho de trabajar en Warner esa completa apertura que se da y ese diálogo. Hemos hecho series en Argentina con estos temas, en Brasil, en México hicimos un documental sobre los muxes. Ha sido un esfuerzo que no solo ha tenido que ver con México, sino que se ha expandido a nivel panregional. Conectamos mucho con todas las comunidades creativas locales, y ellos son las que nos traen historias como estas. Se han dado porque nos hemos mostrado muy abiertos, a escuchar y a entender qué es lo que mueve a nuestros creativos de cada país. Es estar siempre muy atentos a saber por qué les mueve la historia. Dependemos de ellos, realmente: con ellos trabajamos. Las historias normalmente vienen de estas comunidades creativas de cada país. Ellxs están muy abiertos a crearlas. Entonces, el reto es seguir escuchándoles. A veces uno se desmoraliza mucho, cuando un gobierno avanza en temas LGBT y otro retrocede. Siempre habrá paredes que tumbar.

¿Consideras que, en temas de diversidad dentro de las plataformas, el papel de las comunidades creativas locales es clave?

Absolutamente, vengo de hecho de unas reuniones con una productora de hecho para un proyecto nuevo, y no son solamente esos diálogos los que nos ayudan a nosotros para generar historias nuevas. Ayer tuve una reunión con una editorial, para hablar de libros, por ejemplo, que toquen temas socialmente relevantes, y sean emocionantes, y que se puedan adaptar. Las ideas vienen de todos lados pero siempre surge de una mente creativa que nos mueve como sociedad y como empresa.

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