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review con características, precio y especificaciones

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(Casi) todo el mundo conoce las airfryers pero poca gente sabe que Philips fue la marca pionera en usar eso de “freidora de aire” (aunque no fríe los alimentos). Pues bien, sus freidoras de aire se han hecho mayores y de qué manera. Primero porque este pequeño electrodoméstico lleva ya unos años de moda y por otro porque literalmente cada vez es más común encontrar estas versiones XXL con más potencial para sustituir al horno, en tanto en cuanto tienen más capacidad y son más potentes.

Precisamente pasa por nuestra mesa de pruebas de la cocina la Philips Airfryer Dual Basket Serie 3000, una versión que como su nombre indica tiene dos cestas, literalmente (no como otras versiones como esta Cosori Dual que hace trampa). La hemos probado a fondo y esta ha sido nuestra experiencia.

Ficha técnica de la Philips Dual Basket Serie 3000

Philips Dual Basket Serie 3000

Dimensiones y peso

382,5 x 443,9 x 314,2 mm, 7,85 kg

Potencia

2.750 W

Cestillo

6 + 3 L

Rango de temperaturas

40 – 200 °C

Tiempo

horas

Manejo

Panel táctil (8 programas)

Conectividad

No

Accesorios

Pinzas y rejillas

Precio

199 euros

Philips Airfryer con Dual Basket Serie 3000, 9L, Freidora de aire con 2 cestas, Kit De Desayuno, Tecnología Rapid Air, Freidora grande y versátil para familias

* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión

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Consejo ofrecido por la marca

Diseño: que viva la versatilidad

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Como puedes deducir de la imagen de portada, esta no es una freidora pequeña. Así que si tienes una cocina de reducidas dimensiones, mejor pensárselo dos veces. ¿Y si solo somos dos en casa? Pues no la descartes porque lo de que tenga dos cestas es una gran ventaja como iremos viendo.

Así, si quieres hacerte algo para ti como un par de muslos de pollo, usas la cesta pequeña. Si quieres preparar una pizza (el truqui es partirla en cuartos y ya ponerla con un poco de maña para que entren varias porciones) o una buena bandeja de patatas, usas la bandeja grande. Versatilidad al poder.

Dicho esto, hemos probado otros modelos que en lugar de usar dos cestas independientes optan por un separador y tienen una ventaja que esta no: al retirar el separador, tienes una freidora XXL. Aquí como mucho puedes usar las dos cestas a la vez para ganar en capacidad, pero no te va a caber una pata de gorrín o de cordero o una lubina grande. Pero spoiler: la independencia tiene sus ventajas.

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El aspecto de la freidora es bastante top tanto por diseño como por materiales. El plástico de la carcasa exterior soporta bien la diferencia de temperaturas, de modo que puedes moverla sin miedo a quemaduras. Las asas están diseñadas para que puedan agarrarse bien para tirar de ellas y extraer las cestas.

El interior está recubierto de un material antiadherente similar al teflón y viene con dos rejillas de metal para colocar y facilitar el paso del aire y que la grasa caiga durante el cocinado. Algo que me llamó la atención cuando lo vi por primera vez fue ese diseño como de aspa del fondo y que las cestas tuvieran los topes altos, posibilitando que haya bastante espacio entre el fondo y la rejilla. Quédate con el detalle porque ya te adelanto que tiene su explicación: pasa más aire y eso es algo que se nota a la hora de cocinar.

La freidora forma de prisma rectangular con bordes redondeados y salvo un par de detalles es completamente lisa, lo que facilita enormemente el poderla limpiar. Y creéme, vas a tener que limpiarla a menudo si quieres que quede tan bonita como cuando la sacas de la caja. El motivo es que tiene una carcasa negra mate en prácticamente todas las caras menos en la superior (donde están los controles) que, si bien resulta atractivo a la vista, se marcan las huellas que da gusto.

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De hecho, mi gran aliado en esta aventura ha sido un paño de cocina. La cara superior es brillante y también se marcan las huellas, más teniendo en cuenta que se controla de forma táctil. Allí hay un par de pantallas para indicar tiempos y temperaturas. La nota de color la ponen las dos asas, de un sobrio y elegante dorado.

El cable tiene una longitud de 80 centímetros, lo que nos aboca a tener un enchufe cerca de la freidora o, en su defecto, una alargadera. No obstante, siempre te queda reservarle un sitio generoso para guardarla y sacarla cuando la vayas a usar, pero te advierto que vacía pesa casi 8 kg. Un detalle importante: viene con un soporte de cable para enrollarlo que también sirve para espaciador, porque lo suyo es dejar holgura entre la pared y el electrodoméstico, permitiendo que salga el calor por las rejillas de atrás.

Control: tiene app, pero no conectividad

Quiero empezar este apartado con una puntualización: en la ficha de producto de la web de Philips aparece el mensaje ‘Recetas sabrosas y saludables adaptadas a tu Philips Airfryer en nuestra app HomeID‘ que puede llevar a error. Esta freidora de aire no tiene conectividad, sino que la aplicación es única y exclusivamente de consulta. Así, una vez eliges cuál es tu dispositivo tienes acceso a un recetario, el manual, trucos y una sección de ayuda y contacto. Pero no, no puedes controlarla con el móvil.

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El control de la Philips airfryer Dual Basket Serie 3000 recae sobre ese panel táctil de la zona superior, que casi está duplicado a cada lado, de modo que puedes controlar cada cajón de forma independiente con su propio panel. Tiene los botones habituales para subir y bajar temperaturas y tiempos, el play/pause y ocho programas predefinidos diferentes donde no faltan clásicos como las patatas o el pollo (patatas fritas frescas y congeladas, pollo, carne, verduras, pescado, tartas y recalentar).

Dejando esto al margen, hablemos de los botones particulares. Hay uno que sincroniza los tiempos para que ambos cestillos terminen a la vez. Dispone de otro con la función de copiar para poner los mismos tiempos y temperaturas. También encontramos un botón que al tocarlo, se configura un aviso para recordarnos que hay que agitar de vez en cuando (pero tienes que hacerlo tú, ya que no tiene partes móviles para remover). Finalmente, dispone del clásico botón de retroceso que tan bien conocemos en la tecnología.

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Una vez tienes claras las particularidades anteriores, manejarla no tiene mucho misterio, por lo que es apta para todos los públicos, incluso los poco tecnológicos. Si solo quieres cocinar con uno, por ejemplo en el primer cestillo, tocas sobre el botón “1” y configuras tiempos, temperaturas o eliges el programa. Si quieres cocinar con los dos a la vez, puedes configurarlos o bien por separado o tirar de esas opciones de copiar y sincronizar.

En cualquier caso, se trata de un control bastante intuitivo, con iconos bastante claros y que responde bien al tacto. Eso sí, conviene tener a mano ese pañito porque con las manos mojadas la sensibilidad es peor y la superficie se ensucia.

Cocinar: la experiencia se nota en pequeños detalles

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Hablábamos en el apartado de diseño de sus cestillos independientes, pero es que cada una también tiene sus propias resistencias. Así, metes la comida en uno, programas ese y solo funcionan las resistencias de ese lado. O sea que aunque sea una freidora potente, el dato de potencia general se refiere al funcionamiento por completo, no parcial. En pocas palabras: es como tener dos freidoras de aire pegadas.

La gran ventaja es poder usar la que necesitas sin despilfarrar energía. Pero tiene una cara B: que sean independientes implica un peor aprovechamiento de esos nueve litros. Lo explico mejor con un ejemplo: traje berenjenas del huerto y me hubiera gustado hacer seis mitades rellenas. Con esta separación hice tres mitades en un cestillo y otra mitad en el otro. Si los cestillos no fueran independientes y tuvieran un separador, me habrían cabido más. ¿Qué es mejor? Depende de si te gustaría usar el espacio total para una sola preparación (por ejemplo, si no tienes horno) o si prevalece más hacer raciones más pequeñas o preparar dos comidas a la vez.

En cuanto a pillarle el punto, si como yo ya tienes una freidora, basta con mirar los programas predefinidos para hacerte a la idea e ir viendo qué tal (en comparación con mi freidora habitual), lo mismo que si eres principiante. En ese escenario, le haces caso a los programas y ya luego vas jugando con tiempos y temperaturas en función de cantidades y gustos. O sino, toma como referencia el horno y quítale unos minutos y unos grados, porque el calor es más directo.

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Una vez explicado esto y teniendo claro el control, toca hablar de cocinado y aquí hay buenas noticias: quizás no tenga una horquilla de potencia tan alta como otras, pero no la necesita. Operando desde los 40 grados hasta los 200 le basta y le sobra para que alimentos delicados como carnes y pescados queden jugosos por dentro y doraditos por fuera en tiempos habituales o incluso menores. He usado otras freidoras (más sencillas y baratas) que llegan a 220 e incluso 240 grados y más allá de quemar algunas zonas y dejar otras blancas, no tiene una incidencia clara en el tiempo empleado.

En pocas palabras: no hace falta alcanzar cuanta más temperatura, mejor, sino que el calor llegue bien a todas partes. La clave está en que tiene una distribución de calor bastante uniforme y eso se nota a simple vista. Es decir, que no te vas a encontrar partes del alimento quemadas y sin hacer. El truco está en esa holgura conseguida tanto en la base como en los laterales gracias a esa forma de aspa y los soportes, que dejan los cestillo como levitando, lo que posibilita que el aire caliente en movimiento (cocina por convección) circule más y mejor. Es lo que Philips llama ‘tecnología RapidAir Plus’.

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En estas semanas de prueba la hemos usado prácticamente a diario. Aparte de para clásicos como las patatas o las alitas, también para recalentar esa pizza que sobró del día anterior o para descongelar en tiempo récord el pan y dejarlo crujientito. Hacer la pizza en airfryer es algo que te cambia la vida: mientras que en el horno tienes que ponerle 10 minutos de precalentamiento y esperar otros tantos para que se haga, aquí metiéndola partida en porciones en menos de 10 minutos la tienes lista.

Algo que he descubierto con esta freidora es que sí, viene muy bien tener un cestillo pequeño y lo demuestro con algunos ejemplos cotidianos: esa guarnición que quieres poner de forma testimonial (un puñadito de cherries), un trozo de pan que quieres descongelar, esas castañas que quedan de cine o, como véis bajo estas líneas, unos trozos de calabaza que asé para un rissoto.

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Quiero terminar con un detalle que me ha llamado la atención: pese a ser una de las aifryers más grandes que he probado (y que hay en el mercado) y también de las más potentes, es bastante silenciosa. Los motores encargados de mover el aire tanto por dentro de las cestas como al exterior suenan sorprendentemente poco para sus watios y su pericia cocinando.

Mantenimiento: bendito lavavajillas

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El paño protagonista del apartado de diseño vuelve a hacer su aparición: siempre a mano tanto para limpiarme las manos como para limpiar la superficie de huellas y grasa. El fabricante recomienda que sea suave y liso y si está muy sucia la freidora, puede humecederse un poco. En el caso de las resistencias nunca me ha tocado limpiarlas, pero se haría con un cepillo.

Cuando leí que la Philips airfryer Dual Basket Serie 3000 era apta para el lavavajillas, me alegré bastante porque limpiar la grasa de alimentos como el pollo o el salmón del cestillo o de los agujeros del cubilete no es lo más agradable del mundo y ese aspa es la candidata perfecta para que se peguen restos. Pero la noticia es mejor: pueden meterse tanto el recipiente como la cesta.

Y si no tienes, pues como si fuera una sartén: agua, jabón, una esponja suave y paciencia. Lo bueno es que al ser dos cestas independientes, ya sea a mano o a máquina, no ocupan demasiado y no resulta engorroso por volumen.

No obstante y si está muy sucia, siempre se puede dejar en remojo con algo de lavavajillas líquido y agua caliente con la freidora desenchufada y la cesta fuera, nada de ponerla en marcha (algún que otro vídeo ya he visto sugiriendo esta nada recomendable idea que puede deteriorar el aparato y además generar vapores poco saludables).

Philips Dual Basket Serie 3000, la opinión de Xataka

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Si ya has tenido una aifryer y se te ha quedado pequeña, la Dual Basket Serie 3000 es una candidata perfecta para amantes de la cocina que tengan espacio suficiente. Lo del espacio no tiene mucha explicación: pese a aprovechar bien sus dimensiones, es grande y no cabe en cualquier lado.

La primera parte se resume en lo bien que cocina y la versatilidad que ofrece. No, por culpa de sus dos cestas separadas no te va a caber cosas grandes y alargadas tipo lubina, pero si tienes un horno o no sueles cocinar eso, no es problema. Porque tener dos airfryers en una tiene muchas ventajas: hacer dos platos a la vez, cocinar guarniciones o platos principales o simple y llanamente necesitar más capacidad. Eso por no hablar de poder usar una u otra gastando la energía necesaria y no despilfarrar.

Freidoras hay muchas y aunque siempre recomiendo echar un vistazo a la ficha técnica en busca de un modelo potente que ronde los 1.500 W, no todo son cifras: la realidad es que con 200 grados es suficiente para cocinar bien un alimento al punto (jugoso por dentro y ligeramente dorado por fuera) y que más no siempre es mejor (de hecho, puede ser peligroso). Poco se habla de la importancia de una buena distribución del aire caliente y aquí esta airfryer es sobresaliente. La experiencia es un grado.

Philips Airfryer con Dual Basket Serie 3000, 9L, Freidora de aire con 2 cestas, Kit De Desayuno, Tecnología Rapid Air, Freidora grande y versátil para familias

* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión

En Xataka | Me he comprado una freidora de aire y ya casi no uso el horno: estos son mis consejos y recomendaciones de compra

Portada | Xataka

Este dispositivo ha sido cedido para prueba por parte de Philips. Puedes consultar cómo hacemos las reviews en Xataka y nuestra política de relaciones con empresas.

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cómo España está dejando de lado a su medida favorita para beber cerveza

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A los españoles nos gusta practicar el terraceo con amigos, un pincho y una buena cerveza, pero eso no significa que en toda España lo hagamos igual. Ni siquiera que la jerga cervecera sea la misma a lo largo y ancho del país. Sobre todo si hablamos de cerveza de grifo. Es más, si te mueves con frecuencia de norte a sur es probable que te hayas encontrado con que no todos los camareros parecen usar los mismos términos o incluso cómo una misma palabra puede significar cosas distintas, entendiendo por “distintas” los mililitros que te encontrarás en el vaso.

Por si esa “Torre de Babel” no fuera suficiente, ahora (al menos en parte de España) hay una opción al alza: la copa, algo que nos habla de la cerveza pero también de cómo la bebemos y formatos más allá de la medida estrella, la caña .

España, tierra de cerveza. A los españoles nos gusta la cerveza. Y esa afirmación tiene pocas vueltas porque se apoya en datos contantes y sonantes recogidos por el propio sector. En 2023 su consumo se situó en torno a los 43 millones de hectolitros, con una ingesta media de 55 l por persona. De hecho  (y aunque la demanda tiene altibajos) su consumo lleva décadas ganando peso frente al vino, muy ligado también a la mesa española. Que nos guste tomar una buena Lager o IPA no significa sin embargo que en todas partes se beba (y pida) igual.

Captura De Pantalla 2025 04 15 150900
Captura De Pantalla 2025 04 15 150900

Mapa elaborado por Cerveceros de España.

¿Cómo se bebe en España? Esa misma pregunta se la hizo hace unos años Cerveceros de España, la asociación que agrupa a los grandes productores del país, tras constatar que si bien una cerveza es una cerveza en cualquier parte de España, la cosa cambia cuando hablamos de cómo servirla. “Dependiendo del formato que queramos y la zona, un acto tan sencillo y cotidiano como pedir una cerveza, si no se hace de forma correcta, puede convertirse en un auténtico reto”, reconoce.

Dónde esté un buen mapa… Para despejar dudas, Cerveceros hizo dos cosas: creó un glosario y un mapa que ayuda a apreciar cómo suelen beberse (y pedirse) las cervezas a lo largo del país. El gráfico debe manejarse sin embargo con cierta cautela. Por ejemplo, la asociación recuerda que si bien en Salamanca o Valladolid la cerveza de grifo suele servirse en vasos de entre 100 y 140 ml llamados “cortos”, en Galicia esa misma palabra se refiere a “la caña de toda la vida”, un formato mayor. Si estás en País Vasco, mejor llamarlo “zurito”. O “penalti” en Aragón.

¿Y eso es todo? No. La caña es el formato “por excelencia” y esa palabra la entienden en prácticamente todos los negocios de España, pero los fabricantes advierten: “Mientras que en zonas como Madrid la medida del vaso es de 200 ml, en otros lugares el tamaño es superior. Así, si un vasco quiere tomarse los 350 de una caña vasca en Madrid tendrá que pedir un doble, la medida más parecida”.

Dado que la caña suele moverse en torno a los 200 ml, lo normal sería que el doble fuese de 400 ml, pero esa lógica vuelve a tener matices. En País Vasco si queremos esa cantidad de bebida Cerveceros aconseja usar otro término: “cañón”.

El amplísimo glosario cervecero se completa con palabras como “botellín”, “quinto” o “tercio”, que son los términos que se usan para las botellas en función de si se quiere la quinta parte o un tercio de litro. La cosa vuelve a complicarse sin embargo con excepciones: Asturias, Cantabria o Cataluña usan términos como “media” o “mediana”. Si buscas te encontrarás incluso con guías que hablan de 25 o 30 formas de pedir cerveza, incluido “macetas”, “botijos”, “tanque” o “xibeca”.

¿Complicado? Hay más. Por si la “fotografía” no fuese lo suficientemente compleja, al menos en parte de España se le está añadiendo un factor extra: la forma. Es decir, la clave ya no es cuánto ni cómo bebemos cerveza, sino en qué la bebemos. Es decir: copa o vaso. El matiz es interesante y lo deslizaba ayer La Voz de Galicia en un artículo en el que explica cómo en Santiago de Compostela cada vez es más común ver a gente con cervezas en copa en vez de vaso. La pregunta es evidente: “¿Por qué cada vez más bares sirven las cañas como si fueran un vino?”

Tras hablar con hosteleros compostelanos, el diario desliza algunas explicaciones de carácter práctico: las copas son más fáciles de almacenar (pueden colgarse boca abajo) y hay quien defiende que ayudan a conservar las propiedades organolépticas de la cerveza. De hecho hay locales que san copas diseñadas para la Lager.

“Formatos óptimos”. “El cristal se rompe bastante y hay que reponer, pero es la mejor forma”, argumentan desde un local compostelano. La propia Estrella Galicia reivindica que cada cerveza tiene “su copa” y detalla las diferencias de forma y uso que hay entre las flauta (15-40 cl), el vaso pilsner (15-40), la tulipa (20-50), weizen (30-50), snifter (30-50), cáliz (30-50) o la teku, usada en catas y de entre 33 y 50 cl. “Si dejamos de lado su componente estético o histórico, no se puede negar que algunos formatos son óptimos para determinados estilos”, señala la empresa.

Cuestión de copas… y algo más. En el paso de los vasos a las copas hay sin embargo otro factor que habla, más que de los bares o de la cerveza en sí, de cómo la disfrutamos. Uno de los hosteleros de Santiago explica de hecho que hay clientes que piden que le sirvan la caña en una copa de vino, bien por que el cristal es más fino o por la cantidad. “La de vino trae entre 44 y 52 cl y la de caña es de 33”, aclara el hostelero, que desmiente que la caña tenga menos cantidad que un botellín.

La lenta decadencia de la caña. El fenómeno coincide también con una aparente decadencia de la caña y demás formatos reducidos en favor de otros de mayor tamaño. Hace dos años Directo al Paladar apuntaba ya como muchos bares de Madrid (y otros puntos de España) se estaban pasando de la caña estándar a los dobles, con locales que bien no las sirven o ponen un doble en su lugar.

El “zurito” en Euskadi y el “penalti” en Zaragoza también se enfrentarían a su ocaso. Igual que el corto en León. En 2022 iLeon salió a la calle y constató que cuatro de cada 10 bares del centro de la ciudad directamente ya no la ofrecían.

Todos tienen una característica en común: los formatos de bebida cortos. “Lo que más se vende es el doble, luego el tercio y después la caña”, reconocía un hostelero de la capital. “Para un cliente resulta más económico un doble que una caña”. En la capital influye también la demanda de turistas de otros países y que se decantan por los formatos grandes. Otras encuestas muestran que la caña tradicional de cerveza pierde atractivo también frente a otras opciones, como la clara.

Cervezas servidas en copas de vino. “La tónica general es que la gente pide cada vez más la caña en copa de vino y que el calor lo reactiva, pero creo que siguen prefiriendo el botellín”, añaden en otro local. No es una observación aislada. Llega una búsqueda rápida en Google para comprobar el interés por las ventajas de las copas para disfrutar de la cerveza. El gusto por formatos más grandes, con mayor bebida (y más rentables), conecta también con los cambios en nuestro consumo.

Los estudios sobre alcohol muestran que la prevalencia del consumo diario ha ido descendiendo a lo largo de los años (de casi el 13% en 1997 al 9% en 2022) y pierde fuerza entre los más jóvenes. Eso no significa que la bebida ya no esté presente en nuestras vidas. Más bien ganan fuerza otras formas de afrontarla, pasando del uso diario a los conocidos binge drinking entre los jóvenes, los atracones acelerados.

Imágenes | Jorge Franganillo (Flickr), Jaume Escofet (Flickr) y Cerveceros de España

En Xataka | La gran crisis del alcohol en España: cómo los jóvenes están cambiando su relación con la bebida radicalmente

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En Jerusalén acaban de descubrir un jardín de 2.000 años que coincide con una descripción de la Biblia: la tumba de Jesús

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Si nos ceñimos a la literatura de ese bestseller en clave religiosa que fue (y es) la Biblia, el relato evangélico del Evangelio de Juan sobre la sepultura de Jesús había resonado con una fuerza simbólica singular durante siglos. A saber: la muerte del “mesías” se dio en un “lugar de calaveras” y el entierro en “un jardín nuevo, fértil, sin uso previo”, casi como un eco del Edén. Ironías de la vida, una reforma en Jerusalén ha dado con un lugar extremadamente parecido.

El jardín bajo piedra. Aunque literariamente poderoso, aquel pasaje siempre ha carecido de lo mismo que otros tantos pasajes: precisión topográfica. Sin embargo, recientes excavaciones en la Iglesia del Santo Sepulcro, lideradas por un equipo de arqueólogos de la Universidad La Sapienza de Roma, han desenterrado indicios que podrían conferir a ese fragmento bíblico un inesperado respaldo empírico.

Aprovechando unas renovaciones iniciadas en 2019 tras décadas de disputas entre las comunidades religiosas que administran el templo (los ortodoxos, los franciscanos y los armenios), el equipo de la profesora Francesca Romana Stasolla comenzó, en 2022, un meticuloso trabajo bajo el pavimento decimonónico del santuario. Allí, bajo losas y siglos de liturgia, descubrieron los vestigios de una antigua cantera de la Edad del Hierro que, en tiempos de Jesús, ya servía como lugar de enterramientos excavados en la roca.

Del Imperio a la fe. Este espacio, aunque no era el único de su tipo en la Jerusalén de la época, fue el que los primeros cristianos identificaron como el lugar de la crucifixión y la sepultura del Nazareno, convicción que llevó al emperador Constantino (tras su conversión al cristianismo) a ordenar la construcción del primer templo sobre ese suelo cargado de memoria.

La actual iglesia, reconstruida por los cruzados en el siglo XII, es la última encarnación de esa veneración milenaria. Lo revelador del hallazgo actual es que, en el periodo entre la explotación de la cantera y la erección del templo, la zona fue transformada en un espacio agrícola.

El hallazgo. Los arqueólogos identificaron muros de piedra bajos y tierra rellenada para cultivo, así como evidencias de olivos y vides de hace 2.000 años. Para Stasolla y su equipo, estos descubrimientos ofrecen una posible correspondencia material con la mención del jardín que aparece en el Evangelio de Juan, lo que sugiere que quien escribió, o bien recopiló ese relato, poseía un conocimiento íntimo de la geografía y la organización territorial de la ciudad en aquel tiempo.

Cultivo de fe. Más allá de la fuerza simbólica del jardín y su potencial vinculación con el relato de la sepultura de Cristo, los hallazgos también incluyen monedas y fragmentos cerámicos del siglo IV, lo que sugiere un uso continuado del lugar incluso antes de su cristianización formal.

Aunque la misma Stasolla habla con cautela respecto a proclamar cualquier confirmación definitiva del lugar del entierro de Jesús, la investigadora sí subraya que el verdadero valor del descubrimiento reside en mostrar cómo generaciones enteras han proyectado su fe sobre ese sitio. La historia del Santo Sepulcro, insiste, no es únicamente la historia de un personaje o de una religión, sino una parte integral de la historia misma de Jerusalén.

La continuidad del culto, las transformaciones del entorno y el peso de la tradición han conferido a ese espacio una identidad viva que trasciende las certezas arqueológicas. Visto así, entre fragmentos de muros agrícolas, raíces milenarias y tierra sagrada, el hallazgo reciente no solo excava en la historia, sino también en la conciencia religiosa de Occidente.

Imagen | Gerd Eichmann

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el pis y los excrementos de las ballenas

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En la enorme lista de enigmas sin resolver que tiene la ciencia estuvieron durante mucho tiempo las heces de las ballenas. Sabíamos que estos animales ascendían desde las profundidades marinas donde se suelen alimentar y hacían sus necesidades cerca de la superficie.

Trazando un paralelismo con los procesos de fertilización en tierra firma, esto llevó a los cetólogos a imaginar cada una de estas ascensiones de las ballenas como un festival para las especies de aguas poco profundas. Y lo cierto es que lo es.

Lo que nadie se atrevió siquiera a imaginar fue lo del pis.

¿”Lo del pis”? Efectivamente. El pis de ballena es un asunto muy serio: uno solo de estos bichos puede producir casi 1000 litros de orina al día. Pese a ello, nadie se había parado a pensar que ese líquido amarillo oscuro que tiñe de verde el agua por donde pasa podía ser algo más que pis. Hasta ahora.

“La gran sorpresa del estudio es que la orina supera con creces las otras fuentes de nitrógeno”, explicaba Joe Roman, biólogo conservacionista de la Universidad de Vermont. Y, aunque no lo parezca, tiene su miga.

¿Te falta algún nutriente? ¡Pide una ballena barbada! Por lo que ha descubierto el equipo de Roman, las ballenas barbadas transportan enorme cantidades de nitrógeno y fósforo desde las zonas polares donde se alimentan a las zonas tropicales donde crían. En buena parte del proceso dependen de las reservas que acumularon en las regiones polares.

Y sin esos nutrientes críticos que expulsan, “muchas plantas y animales marino no sobrevivirían”.

Una “bomba” de nutrientes. El equipo examinó la cantidad de nutrientes que movían por el océano las ballenas barbadas, pero no solo con su pis. También examinaron el impacto de sus placentas y de sus cadáveres. Según sus estimaciones, cada año, cada barbada mueve 3.784 toneladas de nitrógeno y 46.512 toneladas de materia orgánica en zonas con escasos nutrientes.

Y eso es mucho. Muchísimo. Según Roman, “en un lugar como Hawái, las ballenas aportan más nitrógeno del que transportan el viento y las corrientes”. De hecho, explicaba Heidi Pearson de la Universidad de Alaska Southeast, en National Geographic, “estos nutrientes estimulan el crecimiento del fitoplancton en la superficie del océano y también enriquecen los ecosistemas de aguas profundas”.

Un mundo al que dejamos cojo. Poco a poco empezamos a intuir el enorme impacto que produjo la caza (y casi extinción) de las ballenas: durante siglos nos hemos dedicado a ir quitando mecanismos ecológicos vitales sin ser conscientes de qué estábamos haciendo.

Ahora que lo sabemos, buena parte de la economía y las sociedades del mundo están tan acostumbradas a ello que es muy difícil dar marcha atrás. Pero la idea de que el océano sería muy distinto sin el pis y los excrementos de las ballenas nos recuerda que hay mucho aún por hacer.

Imagen | Mike Doherty

En Xataka | La caza de ballenas a lo largo de los años ha tenido un efecto inesperado: ha afectado a su diversidad genética

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