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los karts de Super Mario que se resisten a morir

Uno de los parques de atracciones más mágicos del planeta, y especiales si eres fan de los videojuegos, se encuentra en Tokio. Se trata del Super Nintendo World, un lugar en el que podrás empaparte de la riqueza de las propiedades de Nintendo. Sin embargo, puedes disfrutar de ese universo Nintendo fuera del parque, concretamente por las calles de la ciudad a bordo de un kart al más puro estilo Mario Kart.
Espera, ¿que puedo conducir un kart de un videojuego, vestido de Super Mario o de superhéroe por las calles de una de las ciudades más pobladas del planeta? Sí, pero puede que esta actividad odiada por la propia Nintendo y por los japoneses tenga los días contados. ¿El motivo? Demasiados tropiezos con la justicia y… muchos accidentes.
Mario, un icono nacional. Si te gustan los videojuegos, conoces de sobra a un personaje como Super Mario, pero si nunca has tenido un mando entre manos, también es muy posible que conozcas a este simpático monigote. Es algo como Mickey Mouse, un ‘muñeco’ que ha trascendido a la industria a la que perteneció en primer lugar para convertirse no sólo en protagonista de una exitosa película, sino en parte de la imagen de Japón.
Y no, no me estoy pasando al afirmar esto: e la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Brasil 2016, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, se vistió de Super Mario y salió de una tubería -como el personaje en sus juegos- para anunciar que la próxima cita sería Tokyo 2020. Si esto no es hacer que un personaje de videojuegos sea parte de la cultura popular, ya no sé qué es.
Mario Kart Tokio. Y, claro, dentro del universo de los videojuegos de Nintendo, Mario hace un montón de cosas, estando enfocada una de sus sagas a la conducción de karts. Con todo esto en cuenta, hace unos años se popularizaron las empresas que ofrecían viajes en kart en las calles de Japón. ¿El precio? Unos 100 euros por entre hora y media / dos horas de recorrido.
Es una de las actividades más turísticas de Tokio y, básicamente, consistía en conducir un kart tematizado de ‘Mario Kart’ en una ciudad con un tráfico altísimo mientras vistes un disfraz de Super Mario. Bueno, esto era antes de que los abogados de Nintendo llamaran a la puerta de estas empresas. El ruido era enorme, hasta la WWE subió a sus estrellas a estos karts y los vistió de personajes de la Gran N:
Tropiezos con Nintendo. Uno de los casos más famosos fue el de MariCar -Mario + Car, muy listos-, una empresa que lleva operando casi una década y que ofrecía justo lo que describimos: un recorrido en kart con temática de ‘Mario Kart’, pero sin licencia de Nintendo. Nintendo es una empresa conocida por muchas cosas, entre ellas las demandas a cualquiera que ella considere que amenaza su propiedad intelectual y, en 2017, se lanzaron a por MariCar.
Había otras empresas como MariCar, pero este caso era flagrante porque… bueno, los usuarios podían disfrazarse de personajes de Nintendo (la propia empresa tenia un negocio de alquiler de disfraces). Aparte de violar su propiedad intelectual, a Nintendo le preocupaba que hubiera accidentes que mancharan el nombre de su compañía y, tras una primera sentencia de 10 millones de yenes (unos 61.500 euros), MariCar apeló y la suma se incrementó a 50 millones (unos 307.000 euros). También tuvieron que cambiar de nombre a Street Kart y ahora sus disfraces son de superhéroes.
Y accidentes. Tras el parón del turismo en Japón debido al COVID-19, la fiebre por estos recorridos se desinfló, pero con la reapertura de las fronteras, las empresas que ofrecen estas actividades volvieron con fuerza. Y, más allá de que en un principio violaran las ideas de Nintendo, lo que ocurre actualmente es que son un peligro.
No son karts de broma: tienen una cilidrada de 49,3 cc y una longitud de dos metros. Alcanzan los 60 kilómetros por hora y el mismo año en el que Nintendo presentó la primera demanda se produjeron dos accidentes relevantes: golpe a un ciclista y daños a un edificio. En total, 50 accidentes en 2018 y este año van otros cuantos.
Irregularidades. Choques contra vehículos, atropellos a peatones y otros accidentes es algo que ha motivado una investigación policial y, resulta que no todo estaba en regla. Para conducir uno de estos karts por las calles de Japón (o para conducir un coche alquilado, por ejemplo), un turista necesita tener tanto su permiso de conducir en regla como un permiso de conducir internacional.
Es un permiso que se debe obtener en el país de origen y resulta que la policía ha descubierto que se han alquilado karts a turistas sin ese permiso. La empresa -no se ha revelado el nombre- afirmó que pidió los permisos, pero no comprobaron si eran válidos y, ahora, el operador se enfrenta a cargos por alquilar un vehículo a un conductor sin licencia.
Los japoneses están hartos. Este negocio no sólo ha sido durante años un dolor de cabeza para Nintendo y para la policía local de las ciudades en las que se realiza la actividad, a los lugareños tampoco les gusta. A lo largo de los años se han vertido comentarios con quejas sobre la imagen o el ruido que generan, pero también con preocupaciones por la seguridad y por la idea de convertir las calles de una abarrotada ciudad en un parque de atracciones.
Sin embargo, la muestra de que los japoneses odian servicios como los que ofrece MariCar es la ronda de financiación colectiva que esa empresa lanzó tras el multón de Nintendo y el COVID-19. Con el gancho “Save the Street Kart”, MariCar Street Kart pretendía recaudar dos millones de yenes (unos 12.300 euros), pero apenas recaudaron 11.500 (unos 70 euros). Ni el precio de uno de sus viajes en kart, lo que demuestra que a los japoneses les importa poco el futuro de la empresa.
De momento, Street Kart sigue operando, pero veremos por cuánto tiempo.
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En Jerusalén acaban de descubrir un jardín de 2.000 años que coincide con una descripción de la Biblia: la tumba de Jesús

Si nos ceñimos a la literatura de ese bestseller en clave religiosa que fue (y es) la Biblia, el relato evangélico del Evangelio de Juan sobre la sepultura de Jesús había resonado con una fuerza simbólica singular durante siglos. A saber: la muerte del “mesías” se dio en un “lugar de calaveras” y el entierro en “un jardín nuevo, fértil, sin uso previo”, casi como un eco del Edén. Ironías de la vida, una reforma en Jerusalén ha dado con un lugar extremadamente parecido.
El jardín bajo piedra. Aunque literariamente poderoso, aquel pasaje siempre ha carecido de lo mismo que otros tantos pasajes: precisión topográfica. Sin embargo, recientes excavaciones en la Iglesia del Santo Sepulcro, lideradas por un equipo de arqueólogos de la Universidad La Sapienza de Roma, han desenterrado indicios que podrían conferir a ese fragmento bíblico un inesperado respaldo empírico.
Aprovechando unas renovaciones iniciadas en 2019 tras décadas de disputas entre las comunidades religiosas que administran el templo (los ortodoxos, los franciscanos y los armenios), el equipo de la profesora Francesca Romana Stasolla comenzó, en 2022, un meticuloso trabajo bajo el pavimento decimonónico del santuario. Allí, bajo losas y siglos de liturgia, descubrieron los vestigios de una antigua cantera de la Edad del Hierro que, en tiempos de Jesús, ya servía como lugar de enterramientos excavados en la roca.
Del Imperio a la fe. Este espacio, aunque no era el único de su tipo en la Jerusalén de la época, fue el que los primeros cristianos identificaron como el lugar de la crucifixión y la sepultura del Nazareno, convicción que llevó al emperador Constantino (tras su conversión al cristianismo) a ordenar la construcción del primer templo sobre ese suelo cargado de memoria.
La actual iglesia, reconstruida por los cruzados en el siglo XII, es la última encarnación de esa veneración milenaria. Lo revelador del hallazgo actual es que, en el periodo entre la explotación de la cantera y la erección del templo, la zona fue transformada en un espacio agrícola.
El hallazgo. Los arqueólogos identificaron muros de piedra bajos y tierra rellenada para cultivo, así como evidencias de olivos y vides de hace 2.000 años. Para Stasolla y su equipo, estos descubrimientos ofrecen una posible correspondencia material con la mención del jardín que aparece en el Evangelio de Juan, lo que sugiere que quien escribió, o bien recopiló ese relato, poseía un conocimiento íntimo de la geografía y la organización territorial de la ciudad en aquel tiempo.
Cultivo de fe. Más allá de la fuerza simbólica del jardín y su potencial vinculación con el relato de la sepultura de Cristo, los hallazgos también incluyen monedas y fragmentos cerámicos del siglo IV, lo que sugiere un uso continuado del lugar incluso antes de su cristianización formal.
Aunque la misma Stasolla habla con cautela respecto a proclamar cualquier confirmación definitiva del lugar del entierro de Jesús, la investigadora sí subraya que el verdadero valor del descubrimiento reside en mostrar cómo generaciones enteras han proyectado su fe sobre ese sitio. La historia del Santo Sepulcro, insiste, no es únicamente la historia de un personaje o de una religión, sino una parte integral de la historia misma de Jerusalén.
La continuidad del culto, las transformaciones del entorno y el peso de la tradición han conferido a ese espacio una identidad viva que trasciende las certezas arqueológicas. Visto así, entre fragmentos de muros agrícolas, raíces milenarias y tierra sagrada, el hallazgo reciente no solo excava en la historia, sino también en la conciencia religiosa de Occidente.
Imagen | Gerd Eichmann
En Xataka | La Biblia y sus 463 contradicciones, además de violencia y misoginia, reunidas en un gráfico interactivo
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el pis y los excrementos de las ballenas

En la enorme lista de enigmas sin resolver que tiene la ciencia estuvieron durante mucho tiempo las heces de las ballenas. Sabíamos que estos animales ascendían desde las profundidades marinas donde se suelen alimentar y hacían sus necesidades cerca de la superficie.
Trazando un paralelismo con los procesos de fertilización en tierra firma, esto llevó a los cetólogos a imaginar cada una de estas ascensiones de las ballenas como un festival para las especies de aguas poco profundas. Y lo cierto es que lo es.
Lo que nadie se atrevió siquiera a imaginar fue lo del pis.
¿”Lo del pis”? Efectivamente. El pis de ballena es un asunto muy serio: uno solo de estos bichos puede producir casi 1000 litros de orina al día. Pese a ello, nadie se había parado a pensar que ese líquido amarillo oscuro que tiñe de verde el agua por donde pasa podía ser algo más que pis. Hasta ahora.
“La gran sorpresa del estudio es que la orina supera con creces las otras fuentes de nitrógeno”, explicaba Joe Roman, biólogo conservacionista de la Universidad de Vermont. Y, aunque no lo parezca, tiene su miga.
¿Te falta algún nutriente? ¡Pide una ballena barbada! Por lo que ha descubierto el equipo de Roman, las ballenas barbadas transportan enorme cantidades de nitrógeno y fósforo desde las zonas polares donde se alimentan a las zonas tropicales donde crían. En buena parte del proceso dependen de las reservas que acumularon en las regiones polares.
Y sin esos nutrientes críticos que expulsan, “muchas plantas y animales marino no sobrevivirían”.
Una “bomba” de nutrientes. El equipo examinó la cantidad de nutrientes que movían por el océano las ballenas barbadas, pero no solo con su pis. También examinaron el impacto de sus placentas y de sus cadáveres. Según sus estimaciones, cada año, cada barbada mueve 3.784 toneladas de nitrógeno y 46.512 toneladas de materia orgánica en zonas con escasos nutrientes.
Y eso es mucho. Muchísimo. Según Roman, “en un lugar como Hawái, las ballenas aportan más nitrógeno del que transportan el viento y las corrientes”. De hecho, explicaba Heidi Pearson de la Universidad de Alaska Southeast, en National Geographic, “estos nutrientes estimulan el crecimiento del fitoplancton en la superficie del océano y también enriquecen los ecosistemas de aguas profundas”.
Un mundo al que dejamos cojo. Poco a poco empezamos a intuir el enorme impacto que produjo la caza (y casi extinción) de las ballenas: durante siglos nos hemos dedicado a ir quitando mecanismos ecológicos vitales sin ser conscientes de qué estábamos haciendo.
Ahora que lo sabemos, buena parte de la economía y las sociedades del mundo están tan acostumbradas a ello que es muy difícil dar marcha atrás. Pero la idea de que el océano sería muy distinto sin el pis y los excrementos de las ballenas nos recuerda que hay mucho aún por hacer.
Imagen | Mike Doherty
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“entrena” en un túnel del siglo XIX

Los superdeportivos ya no son suficiente. Lo que de verdad quita el hipo son los hiperdeportivos. Combinan la clase de los superdeportivos con tecnologías y prestaciones de la Fórmula 1, como el McLaren P1 con KERS y DRS. Pero si hay una categoría que está despegando a lo bestia, es la de los eléctricos con prestaciones que parecen sacadas de un videojuego. Concretamente, uno inglés que podría tener Batman en su garaje.
Es el McMurtry Spéirling, y su secreto es una puesta a punto en un túnel ferroviario de 1897.
Locura. El McMurtry Spéirling, o Spéirling Electric Hypercar, fue desvelado en el prestigioso evento Goodwood Festival Speed de 2022, y ya allí consiguió algunos récords. Antes de eso, pasemos la ficha técnica de este monoplaza que no es tan atractivo como un Bugatti Veyron, el mencionado McLaren P1 o su máximo competidor eléctrico, el Rimac Nevera, pero que es un Tiranosaurio Rex con piel de cordero. De un cordero de 3,5 metros de largo, 1,7 de ancho y apenas 1,1 de alto.
Cuenta con dos motores eléctricos que producen en las ruedas traseras una potencia de 746 kW, equivalente a unos 1.000 CV. El peso es de unos 1.000 kg, lo que unido a ese motor garantiza una fuerza descomunal. ¿Cuánto? Pues una aceleración de 0 a 100 km/h en 1,4 segundos o de 0 a 230 km/h en menos de 5 segundos.


Coche de los récords. No corre “mucho” debido a que está limitado a 305 km/h, por lo que ese motor podría dar mucho más de sí, y está equipado con una batería de 60 kWh que esperan a ampliar a 100 kWh en algún momento, aumentando hasta los 1.200 kg el peso del vehículo. Pero con lo que tenemos ahora entre manos, podemos hablar de un coche que está dejando el listón alto. Muy alto.
En el Goodwood Festival de su debut, el McMurtry Spéirling logró pulverizar el récord de subida de su tradicional circuito de colina de 1,89 kilómetros con un tiempo de 39,08 segundos. Por ahí no sólo han pasado supercoches e hipercoches, también Fórmula 1 como el de Nick Heifield de 1998. Con el McLaren MP4/13, clavó el reloj en 41,6 segundos. En 2019, un prototipo eléctrico, el Volkswagen ID.R. lo bajó hasta los 39,9 segundos, y era la marca que prevalecía.
Desde entonces, hemos visto al McMurtry Spéirling haciendo que todo tipo de coches muerdan el polvo, incluyendo el imponente Ferrari LaFerrari con un V12 atmosférico y 800 CV con KERS de 163 CV o pulverizando el récord del Mercedes-AMG One en Hockenheim bajando el tiempo en 14,1 segundos.
El túnel de pruebas. Y el secreto de este logro es el túnel de viento. Los coches de altas prestaciones se analizan en túneles de viento en los que se pone a prueba su aerodinámica. Son cámaras en las que los vehículos se encuentran estáticos y es el aire el que fluye sobre ellos, permitiendo que ingenieros y diseñadores pongan a prueba la aerodinámica. En el caso del McMurtry Spéirling, la cosa es diferente porque en su túnel de viento, se mueve a gran velocidad.


¿El motivo? Utiliza un túnel que podría salir en cualquier película de Batman: el túnel de Catesby. Se trata de un túnel ferroviario de la era victoriana que se construyó en 1897 y cuenta con una recta de 2,7 kilómetros de largo y 8,2 metros de ancho. Ya no se usa para su propósito original, y desde su reconversión se ha convertido en una recta de pruebas ideal por dos motivos.
El primero es porque tiene condiciones climáticas constantes, lo que permite a los ingenieros poner a prueba el coche en un entorno en el que pueden desarrollar pruebas sistemáticas y precisas. El equipo de McMurtry utiliza para ello equipo como sensores de presión alrededor del vehículo y cámaras de alta velocidad, pero lo mejor es que, al estar en movimiento, pueden poner bajo la lupa elementos como las ruedas, la amortiguación o el gran secreto de este coche: el downforce o ‘efecto suelo’.
Ventiladores, su secreto. Porque… sí, en un coche importan todos los elementos, pero cuando hablamos de velocidad (y ahí es donde los F1 son ejemplares), no se trata tanto de la fuerza del motor, sino de cuánto pueda pegarse el coche al suelo gracias a la aerodinámica para acelerar mejor o realizar un paso por curva más rápido.
Y si vemos cualquier vídeo del McMurtry Spéirling, algo que llama la atención es que, tanto en movimiento como en parado antes de acelerar, levanta una estela de polvo. Ahí está su secreto: tiene dos ventiladores traseros que generan una fuerza de hasta 2.000 kg. Esto presiona el coche contra el suelo, haciendo que salga como su fuera un coche de Scalextric y consiguiendo que mantenga una gran velocidad en las curvas.
Hace parecer lento a un F1. Para que nos hagamos una idea, esa carga aerodinámica de 2.000 kg que el McMurtry Spéirling tiene desde parado es la misma que consigue un Fórmula 1 cuando va a 250 km/h. Y, hablando de Fórmula 1, el vídeo que dejamos a continuación es de esos que hacen que se dibuje una sonrisa de incredulidad:
En él, podemos ver el Spéirling contra el Rimac Nevera y un Red Bull RB8. Es muy interesante porque el Rimac Nevera, que es otro eléctrico que se encuentra en su misma categoría, gana en la primera prueba por velocidad punta debido a que entra en juego el limitador del Spéirling. En la segunda prueba, el Spéirling ha calentado las ruedas y consigue una más apretada victoria, y en la tercera vemos otra cosa sorprendente.
Se trata de una prueba de frenado en la que vemos que el Rimac acelera y corre mucho, pero le cuesta frenar. Aquí, el Spéirling consigue un rendimiento muy similar al del Fórmula 1, cuya frenada es espectacular. Y tiene mérito que incluso con Liam Lawson al volante, ese Red Bull parezca un utilitario al lado de los otros dos. Sobre todo al lado del gran punto fuerte del Spéirling: la aceleración desde parado.
¿Te sobra un millón? Actualmente, el McMurtry Spéirling está homologado para competiciones en circuitos, como el GT1 Sports Club, pero si en algún momento se homologa para el uso en la vía pública, habrá que preparar un millón de euros si queremos hacernos con él.
Por ahora solo podemos verlo en acción desde la barrera, pero con cada nuevo récord que pulveriza, el McMurtry Spéirling demuestra que el futuro del motor no suena como un V12… sino como una Thermomix.
Imágenes | Calreyn88
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