Cine y Tv
Star Wars: ¿el ocaso de una galaxia?

ADVERTENCIA: El siguiente artículo incluye SPOILERS
Star Wars parecía tener elementos para expandirse por siempre. No sólo al futuro, sino también al pasado, e incluso con historias paralelas a la trama central. El sueño nunca había estado tan cerca de cumplirse como cuando Disney adquirió la franquicia para aprovechar todo su potencial.
Pero la que alguna vez fue la franquicia más querida de la historia hoy parece perder impulso. La primera alerta llegó con Los últimos Jedi (The Last Jedi) y su incapacidad para convencer a los aficionados. Más preocupante es el caso de Han Solo: Una historia de Star Wars (Solo: A Star Wars Story), primer spin-off centrado en un personaje clásico y que pretendía recaudar más de $300 MDD domésticos en su fin de semana de estreno. Al final, tuvo que conformarse con menos de $85 mdd que iniciaron el mayor tropiezo en toda la historia de la galaxia lejana.
El camino de El ascenso de Skywalker (The Rise of Skywalker) no ha sido menos complicado tras ser considerada un final indigno para la saga cinematográfica más importante de todos los tiempos. ¿Significa que la Fuerza se ha debilitado? Y más importante aún, ¿hay esperanza para la franquicia?
Sobrecarga galáctica
Las entregas de la trilogía original y las precuelas fueron estrenadas con una diferencia de al menos tres años. Tiempo suficiente para generar expectativa alrededor de cada proyecto y reforzarlo con su respectivo merchandising. Disney ha tomado una ruta muy diferente desde que la franquicia está en sus manos, con entregas anuales e intercaladas según se trate de episodios o spin-offs. El caso de Solo fue el más extremo hasta ahora, liberado apenas unos meses después de su antecesora en un esfuerzo por coincidir con el 41º aniversario del filme original.
El objetivo era apelar a la nostalgia, pero la decisión resultó contraproducente. Lucasfilm siempre había esperado el estreno casero de sus títulos antes de arrancar la promoción de sus siguientes proyectos, pero el ciclo se rompió con Solo, cuyo teaser trailer debutó el 5 de febrero. El resultado fue una campaña inferior a los cuatro meses, mientras que los blockbusters contemporáneos suelen tener un mínimo de siete. A esto sumemos que el BD y DVD de Los últimos Jedi llegó el 27 de marzo, lo que obligó a una promoción simultánea de casi dos meses.
La buena noticia para Lucasfilm fue que esto le dio 13 meses para promocionar el Episodio IX e intentar reconquistar al público tras sus recientes controversias. A pesar de ello, los excesos de la saga prometen mantenerse durante varios años.
El estudio ya trabaja en una nueva trilogía fuera del dominio Skywalker. A esto sumemos las dos potenciales secuelas de Solo, así como las series de Obi-Wan Kenobi y Cassian Andor de Disney+.
“Diría que deben aligerar el ritmo porque no quieres sobrecargarla”, declaró Mark Hamill hace apenas unos meses [vía]. “Le dije a Disney, ‘¿En serio? ¿Cinco meses después de nosotros sale [Solo]? ¿No puedes esperar al menos hasta Navidad?’ Pero tienen sus proyectos agendados – están haciendo Marvel y sus películas, pero eso está fuera de mi alcance”.
Una nueva industria
Star Wars nunca ha sido ajena a la competencia de otras franquicias, pues desde sus primeros años se enfrentó con títulos como James Bond, Superman o Tiburón (Jaws). La diferencia radica en que cada uno de estos títulos iba dirigido a públicos muy diferentes, mientras que sus estrenos estaban separados por varios meses. A pesar de ello, la creciente popularidad de la saga y su dominio en la taquilla anual le valió un estatus de invencibilidad que hoy parece tambalearse ante la competencia.
El calendario está cada vez más atestado de franquicias que se disputan las fechas de estreno, lo que ha obligado a una expansión de las mejores temporadas cinematográficas. El verano 2018 comenzó en marzo con títulos como Ready Player One, Titanes del Pacífico: La insurrección (Pacific Rim: Uprising) y Tomb Raider: Las aventuras de Lara Croft (Tomb Raider), pero se piensa que los buenos números cosechados por Black Panther –fecha explorada por Deadpool en 2016– pronto lo llevarán hasta febrero. El invierno, que alguna vez estuviera limitado a diciembre, se adueña cada vez más de noviembre tras los buenos números de Harry Potter desde 2001.
Irónicamente, Disney ha jugado una parte muy importante en esto. El estudio que antes se concentraba en el cine animado hoy es dueño de Pixar, Marvel y Lucasfilm, y sus propiedades podrían incrementar todavía más ante las negociaciones por Fox. A ello sumemos sus recientes esfuerzos por trasladar sus clásicos animados al live-action.
A pesar de las impresionantes ganancias que representa, el ratón enfrenta un continuo dilema para agendar su calendario de estrenos sin afectarse a sí mismo. Era cuestión de tiempo para que algún filme se viera seriamente perjudicado, siendo Solo el primer condenado. El spin-off galáctico estrenó menos de un mes después de Avengers: Infinity War, lo que desfavoreció su taquilla y el impulso del crossover marvelita. No conforme con ello, estrenó sólo una semana después de Deadpool 2, cuya frescura le ha convertido en una de las franquicias más rentables de los últimos tiempos.
Por un tiempo se rumoró que el contrabandista repetiría la fórmula de sus recientes antecesoras y cambiaría su estreno al invierno. Para su mala fortuna, el lote estaba ocupado por filmes como Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald (Fantastic Beasts: The Crimes of Grindelwald) y Aquaman, así como Ralph el Demoledor 2 (Ralph Breaks the Internet: Wreck-It Ralph 2) y Mary Poppins Returns, estas últimas del propio Disney.
Y claro, un cambio de fecha habría intensificado el nerviosismo del público alrededor de un proyecto que siempre estuvo marcado por el escándalo.
Problemas de una galaxia lejana
En el papel, un spin-off de Han Solo lucía como una apuesta segura. Después de todo, las encuestas suelen ubicarle como el segundo personaje favorito de la franquicia sólo detrás del mítico Darth Vader. El estudio parecía tan ansioso por explorar el pasado del héroe, que tal vez se olvidó de un aspecto fundamental: ¿quién podría igualar lo hecho por Harrison Ford?
La interrogante generó un aura de nerviosismo que se intensificaba ante el recuerdo de Hayden Christensen como Anakin Skywalker. La elección de Alden Ehrenreich fue debatida por meses, pero lo cierto es que cualquier actor habría suscitado la misma controversia entre las audiencias. La verdadera preocupación llegó cuando Lucasfilm contrató un coach de actuación, no al inicio del rodaje y en preparación del personaje, sino a la mitad del mismo.
El joven actor no fue el único señalado, pues el proyecto atravesó por toda clase de complicaciones durante su producción: diferencias entre los guionistas Lawrence y Jonathan Kasdan con los directores Phil Lord y Christopher Miller, el despido de estos últimos y la incorporación emergente de Ron Howard que al final rodó más del 70% del filme. Aunque nunca en estas magnitudes, no es la primera vez que Star Wars atraviesa este tipo de problemas.
Gareth Edwards suscitó toda clase de rumores tras una Rogue One que atravesó por un 40% de reshoots; a Josh Trank lo contrataron para una segunda antología pero fue retirado tras sus problemas con Los 4 Fantásticos (Fantastic Four); Colin Trevorrow fue despedido del Episodio IX tras los pobres resultados de The Book of Henry. Más allá de sus respectivas diferencias con el estudio, todos estos cineastas se han caracterizado por tener visiones únicas que les ubicaron entre las grandes promesas de la industria. ¿Por qué no aprovecharlas en beneficio de Star Wars?
Una historia de diferencias creativas
George Lucas siempre imaginó que Star Wars trascendería más allá de su persona y que sus posibilidades se expandirán con el apoyo de diferentes realizadores. La premisa se cumplió con la trilogía original, o al menos eso parecía. Irvin Kershner siempre contó con el apoyo del cineasta durante la producción de El Imperio contraataca (The Empire Strikes Back); no fue el caso de Richard Marquand con El regreso del Jedi (Return of the Jedi), cuyas ideas fueron continuamente desechadas por un creativo receloso de su historia. El resultado fue la entrega más floja de la Trilogía Original.
A pesar de los esfuerzos de Kathleen Kennedy por preservar el legado del creativo bajo la supervisión de Disney, la ejecutiva ha batallado por descifrar cuál sería su mejor tratamiento. La seguridad de JJ Abrams con El despertar de la Fuerza (The Force Awakens) garantizó el éxito taquillero, pero corre el riesgo de tornarse reiterativa con el paso del tiempo; los riesgos de Rian Johnson con Los últimos Jedi generaron una división sin precedentes.
En el caso de Solo, Ron Howard exploró los acontecimientos más populares en el pasado del héroe –su amistad con Chewbacca y la obtención del Millennium Falcon, por nombrar algunos– y los fusionó con giros extraídos del nuevo canon. El resultado se tornó confuso para el público general, mientras que el grueso de los warsies lo consideró poco novedoso.
El final de una era
Tras un par de años turbulentos, JJ Abrams regresó para la dirección de la nueva entrega galáctica, una misión sumamente desafiante al ser el filme que marcaría el cierre de la trilogía y de toda la saga Skywalker. Para ello, el filme retomó la figura de Lord Palpatine, villano principal de la franquicia, interesado en el dominio de la muerte desde antes de la caída de la República y cuyo enorme poderío casi provoca la aniquilación de la Orden Jedi. La decisión resultó incomprensible para un público que no tardó en señalar El ascenso de Skywalker como un filme sin riesgos y que parecía ansioso por suprimir lo visto en Los últimos Jedi.
Nada más alejado de la realidad, pues el propio cineasta explicó que lo hecho por Johnson le dio una enorme confianza, pues “me ayudó a recordar la razón por la cual estamos en estas películas: no sólo para hacer lo que hemos visto antes. No diré que me sentí limitado en 7, pero me sentía con ganas de hacer algo más consistente con la Trilogía Original. En la 9, me sentí deseoso de ir un poco más allá” [vía].
Esto resultó en un filme cuyos riesgos radican en la fusión de toda clase de elementos concebidos durante más de 40 años de historia galáctica en busca de un cierre definitivo. Para ello recurrió a los Episodios VII y VIII como punto de partida con Rey, Finn y Poe en su primera misión conjunta, para luego apoyarse en la Trilogía Original y las precuelas, pero también en los spinoffs con la incursión de un planeta Sith que funge como contraparte de Jedha e incluso el Universo Expandido al referirse a la clonación del Emperador referida en la serie impresa Dark Empire, que formó parte del canon por años hasta que Disney lo suprimió en beneficio de Legends.
Esto no significa que la película no cometiera errores, siendo las relaciones familiares de Rey un hueco enorme en la historia. Sin embargo, dista mucho de ser la primera vez que esto pasa siendo los midiclorianos, el exilio injustificado de Yoda, el desafío en la cueva de Dagobah o el hecho que Luke preservara su apellido a pesar de los riesgos que esto implicaba algunas de las grandes preguntas que nunca han obtenido una respuesta. ¿Cómo explicar la molestia actual?
¿Una nueva esperanza?
En su momento, George Lucas [vía] aseguró que Star Wars es sobre asuntos de padres, hijos y abuelos. No es sobre naves espaciales, todo es sobre problemas familiares”. La tercera trilogía desafió abiertamente esta premisa, primero con El despertar de la Fuerza que introdujo a Rey como una joven presuntamente ordinaria dotada de grandes habilidades; Los últimos Jedi mostró a un pequeño usando la Fuerza para atraer una escoba; ahora con El ascenso de Skywalker con Finn y sus continuas corazonadas. Al respecto, JJ Abrams ha confirmado la sensibilidad del personaje, y que era esto y no una declaración de amor sobre lo que necesitaba hablar con Rey.
Qui-Gon Jinn ya aludió a la enorme cantidad de sujetos sensibles a la Fuerza cuyos talentos se pierden en la inmensidad de la galaxia cuando revela que si Anakin “hubiera nacido en la República lo habríamos identificado antes”. Esto no ha impedido que el público se muestre renuente a soltar a los atormentados Skywalker al considerarlo una traición a la franquicia, aun cuando la propia trama se ha referido a la necesidad del cambio en incontables ocasiones.
Shmi Skywalker aseguraba que “no puedes impedir el cambio más de lo que puedes impedir la puesta de los soles”; Yoda invitó a “entrenar para dejar ir todo lo que temes perder”; Obi-Wan Kenobi consideró que “muchas de las verdades a las que nos aferramos dependen en gran medida de nuestro punto de vista”.
Tras más de 40 años, es tiempo de dejar ir a los Skywalker. Un momento duro para todos aquellos que han crecido con estos personajes, pero necesario para garantizar la mayor expansión de la galaxia y la supervivencia de la franquicia para futuras generaciones. Una labor que requiera mirar atrás para redescubrir la auténtica esencia de la saga. Después de todo, Star Wars es más que entretenimiento, es esperanza. Ya sea de granjeros espaciales que sueñan con derrotar imperios, contrabandistas que recorren la galaxia en busca de una familia o chatarreras que avanzan al horizonte tras completar su círculo.
La nueva trilogía bajo las órdenes de Disney no fue perfecta, pero tampoco lo fueron las anteriores. Aun así, el público las abrazó, no por su narrativa que fusionó toda clase de historias y mitos, sino por las emociones generadas. Los años pasan y muchos se empeñan en revivir estas sensaciones como la primera vez, algo imposible hasta que el público desaprenda todo lo aprendido en beneficio de esa inocencia que una vez le permitió soñar con caballeros espaciales peleando por el bien de la galaxia.
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Se apropian el gran cine de acción: Viola Davis y la mexicana Patricia Riggen unen fuerzas para salvar el mundo a lo grande

En la película G20, su nuevo trabajo como protagonista y productora, el personaje al que da vida Viola Davis afirma: “Ser fuertes es lo que nos trajo aquí”.
En la pantalla estas palabras van dirigidas a una colega de las altas esferas de la política, pero en la vida real bien se lo podría decir a la cineasta mexicana Patricia Riggen, a quien confió este proyecto en el que ambas desafían límites y expectativas a través de una cinta de acción. Se trata de un reto profesional al que han llegado después de trayectorias prolíficas y exitosas en las que han tenido que probar una y otra vez lo capaces que son.
“A partir de cierta edad pareciera que las actrices no pueden hacer ciertos roles. Y no es cierto», comenta la tapatía Patricia Riggen, que lleva dos décadas abriéndose paso Hollywood. «Y yo creo que eso es lo que está detrás de la decisión de Viola de generar sus propios proyectos. No sé si a alguien se le hubiera ocurrido darle una película de acción, pero a ella se le ocurrió y ahora no hay ninguna duda de que es tan capaz para la acción como Liam Neeson”.

Viola Davis ya había interpretado a la líder de un grupo de guerreras en La mujer rey y a la primera dama Michelle Obama en la serie The First Lady. Sin embargo, es hasta ahora, a sus 59 años, cuando al fin puede ponerse en los zapatos de una figura que ha estado reservada principalmente para actores como Morgan Freeman o Harrison Ford, o para actrices blancas como Julia Louis-Dreyfus o Sela Ward: la del titular de la Casa Blanca.
A diferencia también de muchos de esos papeles, la presidenta encarnada por Davis no es una que se sienta a decidir el destino del mundo desde una silla o una oficina, sino que corre, dispara, y salta de un helicóptero al tiempo que toma resoluciones de relevancia global. Y la posibilidad de hacer esto fue lo que la llevó a impulsar el proyecto desde la producción: “La pasión que sentí por este proyecto fue la de verme en un papel que las mujeres tradicionalmente no tenemos. Como actrices incursionamos en la producción no porque nos es necesario, sino porque nos es esencial. Y como productora puedes tener la autonomía de salir y buscar a los actores y a la directora que, tradicionalmente, tampoco elegirían. Esa es la mejor parte, que hay personas en la periferia que son perfectamente capaces, y tú los ves y te conviertes en su defensora”, expresó Viola sobre su rol de productora, que se consolidó en 2011 con JuVee Productions, la compañía de producción que fundó junto con su esposo, Julius Tennon, y que ha impulsado historias para cine y TV centradas en la comunidad afroamericana y las mujeres.
«Tras el estreno de Historias cruzadas, cuando empezamos la compañía, esos artistas de la periferia eran los que estaban escribiendo historias para mujeres como yo», dijo Viola recientemente durante la premiere de G20. «Así que había que sacarlos de la oscuridad».

Patricia Riggen es la comandante en jefa
G20 acompaña a la presidenta Danielle Sutton (Viola Davis) a una cumbre mundial realizada en Sudáfrica justo en el momento en que vive una crisis como madre de dos adolescentes. Cuando un grupo terrorista asalta la cumbre para crear videos deep fake que generen desconfianza en los mandatarios de los países más poderosos y caos financiero, la presidenta pone en práctica sus habilidades de combate para sobrevivir con sus colegas, pero también su instinto más protector para defender a su familia.
En una entrevista que se hizo viral, realizada en el evento Women of the World de 2028, Viola Davis mencionó que, a pesar de tener una carrera como la de Meryl Streep, Julianne Moore o Sigourney Weaver, las oportunidades para ella como actriz de color no eran para nada cercanas, ni en términos de dinero, ni de papeles. Con G20, le interesaba representar a una mujer ágil e inteligente, y demostrar que a su edad es perfectamente capaz de crear al personaje que le hubiera gustado ver en pantalla cuando era niña. Y en lugar de elegir para la dirección del proyecto a directores con trayectoria en el cine de acción, optó por una directora que pudiera ponerle corazón a la historia.
“La aportación de la mirada femenina en mi caso comienza desde el desarrollo del guion, en el que me aseguro de meter elementos desde el punto de vista femenino. Por ejemplo, para mí era muy importante la familia, la relación con la hija, decidir que esa relación fuera el eje central de la película para que hubiera un lado humano y que no fuera pura pelea”, aporta Patricia Riggen.

Originaria de Jalisco, la cineasta decidió mudarse a Estados Unidos para hacerse un camino en la industria. Desde el estreno de su primer largometraje en 2007, La misma luna, llamó su atención por hacer una cinta que fue muy elogiada a nivel internacional y que además tuvo éxito comercial, con la participación de Eugenio Derbez, Kate del Castillo y America Ferrera. Posteriormente hizo Educando a mamá (2012) con Eva Mendes; Los 33 (2015), con Antonio Banderas; y Milagros del cielo (2016) con Jennifer Garner y Queen Latifah. Pero fue su experiencia dirigiendo episodios de la serie de acción Jack Ryan (2018) lo que la puso en la mira de Davis, quien quedó convencida de que era la indicada al escuchar sus propuestas y ver cómo las defendía desde la primera vez que dio su opinión sobre las mejoras que haría en el guion.
“Es una artista por excelencia; tiene visión, tiene pasión y tiene la habilidad para ejecutar. Y, sobre todo, tiene la valentía de no abandonar su idea. Lo que pasa con las mujeres, nuestro poder y la forma en que le agradamos a las personas siempre tiene que ver con qué tanto servimos al otro, más que a nosotras mismas. Y lo que vi y aún veo en Patricia es alguien que no estaba dispuesta a ceder en su visión de esta película. Ella era mi primera opción, y creí en ella y creo que el mundo también verá lo mismo”, sostuvo en entrevista la intérprete.
Con G20, Riggen se convierte en la primera mexicana y la primera directora latina en dirigir una película de acción de alto presupuesto, con lo que entra a una reducida lista de mujeres que han tenido la misma oportunidad, como Kathryn Bigelow (The Hurt Locker) y Patty Jenkins (Wonder Woman). Desde que el proyecto le fue encomendado, tenía claro que la presión era doble, pues, como latina y como mujer, tenía que hacer las cosas bien, para que las puertas en este género —usualmente reservado a los hombres— continúen abiertas para futuras directoras que quieran incursionar en el cine de entretenimiento en las grandes ligas.

“Nadie dirá nunca ‘Esta película la dirigió un hombre y quedó mal, ya no hay que contratar hombres’ ¡Jamás! Pero si es una mujer sí les entra la sospecha. Entonces sí, la responsabilidad es enorme y la tengo muy clara y por eso no puedo fallarle a todas las chicas que vienen detrás”, dijo la directora, que ahora disfruta el estreno mundial de la película a través de la plataforma Prime Video.
Riggen coincide con el personaje de Viola y afirma que ha sido criticada por ser fuerte, pero “si una no fuera fuerte no estaría aquí”. En este proyecto, tanto la actriz como la cineasta son prueba de que la fuerza en las mujeres viene en muchas formas, ya sea pateando a los villanos, o tomando las riendas de sus trayectorias. “Llevo 20 años en esto, abriendo camino. Y he sufrido, me ha costado mucho. Pero estoy muy contenta de haber podido acceder a una película como esta, de haber dirigido a Viola Davis y de haber tenido un presupuesto para realmente hacer muchísima acción. Me siento muy afortunada”.
G20 ya se puede ver en la plataforma de Prime Video México.

Fabiola Santiago Periodista y crítica de cine. Le interesa la diversidad de miradas en películas y series. Habla y escribe sobre cine hecho por mujeres, por cineastas indígenas y latinoamericanos.
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Cine y Tv
¡Hogwarts cobra vida de nuevo! HBO revela el elenco de seis miembros del personal para la nueva serie de Harry Potter

La magia regresa con fuerza a la pantalla: HBO ha confirmado oficialmente a seis actores que darán vida a los icónicos personajes del personal de Hogwarts en la esperada serie original de Harry Potter. El reparto está encabezado por el aclamado actor John Lithgow como Albus Dumbledore, director de Hogwarts y mentor de Harry. Lithgow, ganador de seis premios Emmy y dos Tony, recientemente fue galardonado con el Olivier Award 2025 como Mejor Actor por su papel en Giant.
La multipremiada Janet McTeer interpretará a la estricta pero entrañable Minerva McGonagall, subdirectora y jefa de la casa Gryffindor. El talentoso Paapa Essiedu, nominado al Emmy y al BAFTA por I May Destroy You, será el complejo y misterioso Severus Snape.
La ternura y la fuerza del medio gigante Rubeus Hagrid estarán en manos de Nick Frost, conocido por su trayectoria en cine y televisión británica.
El profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en el primer año de Harry, Quirinus Quirrell, será interpretado por Luke Thallon, destacado actor de teatro.
Finalmente, Paul Whitehouse, cinco veces ganador del BAFTA, asumirá el papel del malhumorado conserje Argus Filch.
Francesca Gardiner, showrunner y productora ejecutiva, junto con el director Mark Mylod, expresaron su entusiasmo:
Estamos felices de anunciar el casting de estos seis actores. Nos emociona contar con tanto talento para dar nueva vida a estos personajes tan queridos.
La producción comenzará en verano de 2025 y la serie se estrenará exclusivamente en Max, llegando a públicos de todo el mundo, incluidos nuevos mercados como Turquía, Reino Unido, Alemania e Italia.
Esta adaptación televisiva será fiel a la saga original escrita por J.K. Rowling, quien también funge como productora ejecutiva junto a Neil Blair, Ruth Kenley-Letts y David Heyman, productor de las películas originales.
Con una narrativa más profunda y visualmente impactante, la serie promete redescubrir el mundo mágico y enamorar tanto a los fans veteranos como a una nueva generación.
¡Prepárate para volver a Hogwarts!
Cine y Tv
Un periplo por Asia donde realidad y ficción se entremezclan

Para el cineasta portugués Miguel Gomes, todas sus películas «son remakes de El mago de Oz«. Así lo dijo en una entrevista que concedió en el marco del Festival Internacional de Cine de Cannes 2024, donde presentó Grand Tour, su sexto largometraje como director y el primero que lo vuelve partícipe de aquel prestigioso encuentro cinematográfico, aparte de ahí mismo hacerlo acreedor del premio a la Mejor dirección; una película cuyo vínculo con las aventuras de Dorothy y Toto lo percibe el director no en la historia ni en los personajes, sino en la coexistencia de un mundo real y un mundo ficticio.
En este drama de época, Kansas viene a ser esa realidad que Gomes registra con avidez documentalista: el recorrido que él y un pequeño equipo de producción realizó hace cinco años, inspirado en el tour por Asia que solían hacer los exploradores británicos hasta principios del siglo XX. Y en cambio, la fantástica Tierra de Oz encuentra su equivalente en todo aquello que el quincuagenario realizador rodó en estudio: una historia ficcional que bebe de las comedias screwball y donde si bien no figura un León Cobarde ni una Bruja Mala del Oeste, sí hay un hombre temeroso que huye por varios países asiáticos, y una mujer testaruda que lo acecha sin descanso.

¿De qué se trata Grand Tour?
Ambientada en 1918, Grand Tour sigue a un funcionario británico llamado Edward (Gonçalo Waddington) y a su prometida Molly (Crista Alfaiate), inmersos en un juego del gato y el ratón. Al comienzo de la historia, Edward abandona su hogar en Myanmar y escapa a Singapur con tal de eludir la boda. Sin embargo, una persistente Molly empieza a seguir sus huellas, y el viaje deviene una persecución entre cómica y reflexiva que les hace a ambos aventurarse por varios países y ciudades de la región, como Bangkok, Saigón, Osaka y Shanghái.
Las poblaciones que Edward y Molly visitan en la ficción son donde Miguel Gomes encomendó el levantamiento de material audiovisual que retratara la vida cotidiana y las distintas manifestaciones culturales que dan identidad a cada territorio. Así que, por un lado, Grand Tour ahonda en las aventuras y desventuras de sus protagonistas en una versión de Asia de inicios del siglo XX —recreada en un set— y por otra parte, intercala imágenes de cada ciudad en la actualidad. Esto ocasiona un diálogo entre realidad y ficción que reafirma en el estilo de Gomes los atributos de dualidad y experimentación que ya se veían, por ejemplo, en Tabú (2012), que ultimadamente es también una película «romántica» que juega con temporalidades.
«Me obsesiona averiguar cómo puedo establecer el diálogo entre estas dos cosas tan diferentes y qué es lo que pueden aportarse mutuamente», comenta el cineasta en una reciente charla con Cine PREMIERE. «Creo que esto es algo que planteo en cada película. Esta pregunta: ¿Cómo puedo aprovechar esa capacidad [del cine] de captar la realidad y también de inventar un mundo con nuevas reglas? ¿Y cómo puedo juntarlas para que se enriquezcan entre ellas?»
Para Grand Tour, el director no descartaba que el material filmado en locación tuviera el potencial de expresar algo acerca del mundo interno de los personajes. Quizás la imagen de una rueda de la fortuna pudiera de algún modo representar la falta de rumbo que aqueja a Edward. Pero Gomes jamás preconcibió esa clase de asociaciones. Simplemente quería que lo documental y lo ficcional convivieran, sin la menor idea de qué efecto producirían en conjunto. Tal vez, si acaso, que a ojos de la audiencia, uno «contaminaría» al otro.
«Al principio no tenía la respuesta. Incluso ahora, no sé si tengo la respuesta. Pero sabía que producirían algo», agrega. «Este choque continuo entre dos cosas muy diferentes —estudio de filmación y mundo real; pasado y presente— debía ofrecer algo. Y mi esperanza era que las escenas de estudio se ‘contaminaran’ con las secuencias rodadas en Asia. Y que lo que se ve en el diario de viaje pudiera ‘contaminarse’ también por lo que se ve en el estudio».

Perdidos en el sudeste asiático
Para concebir la historia anti-romántica de Edward y Molly, Miguel Gomes tomó de inspiración una simple broma expuesta en el libro The Gentleman in the Parlour, donde el inglés W. Somerset Maugham vertió sus experiencias de viaje por el sudeste asiático en la primera mitad del siglo pasado. «Era un chiste sobre que los hombres son cobardes y las mujeres, testarudas [a la hora de casarse]», nos explica el director.
Sin embargo, el oriundo de Lisboa acertó en no elaborar una mera caricatura de sus personajes. Claro que éstos gozan de sus propias excentricidades, como que a Edward lo conozcamos aferrado a un ramo de flores —las cuales reparte entre extraños una vez que decide huir de Myanmar— o que Molly posea una risa peculiar que sale a presión, cual globo desinflándose. Pero el director de Grand Tour anhelaba profundidad y sobre todo transformación en sus protagonistas.
“Edward y Molly no son los mismos al inicio y al final de la película”, explica el portugués. “Creo que el Edward aterrado de la primera escena no es el Edward [del final] que se siente perdido de una forma más melancólica. Algo le sucedió durante su viaje. Y con Molly, es aún más evidente que ella al principio estaba alegre, llena de vida y abierta a todo el mundo. Pero al final, ella sólo piensa en Edward y se torna más y más oscura”.
Para Gomes, es obligado que el punto de partida —en este caso, una burla basada en clichés de género acerca del matrimonio— se convierta en algo diferente para que valga la pena llevarlo a la pantalla. A su parecer: “Las cosas deben cambiar, los personajes deben cambiar, pero sobre todo, una película debe cambiar, como también la relación que existe entre ésta y el espectador”.
En lo que concierne al público, el quincuagenario cineasta quería adrede confundir a los espectadores (“al espectador occidental, al menos”) al no poner subtítulos cuando hubiera diálogos de personas locales con las que Edward y Molly se cruzan durante su travesía por Oriente. Así la audiencia podía compartir la perspectiva foránea con la que Gomes reconoce haber hecho Grand Tour y que evidentemente es también la de sus protagonistas británicos.
“La película trata sobre desencuentros”, enfatiza el realizador. “De algún modo, nos queda la sensación de que todos estos personajes de Occidente están un poco fuera de lugar, al no entender demasiado lo que está sucediendo [a su alrededor]”.

Captar la realidad y crear un mundo nuevo
A principios de 2020, Miguel Gomes emprendió su periplo por Asia. Había planeado seguir la misma ruta trazada por W. Somerset Maugham décadas antes que él y capturar en 16mm las imágenes que le parecieran más interesantes. En cada urbe que visitó, contó con el apoyo de productores locales con quienes la relación variaba según el territorio. El director rememora que, por ejemplo, le resultó difícil rodar en Japón porque ahí se cruzó con gente que no aprobaba del todo sus constantes cambios de parecer sobre dónde poner la cámara. Y al contrario, en Filipinas le ayudó un productor a quien poco le preocupaba que no tuvieran los permisos de filmación necesarios.
En cuestión de semanas, Gomes visitó Myanmar, Singapur, Tailandia, Vietnam, Filipinas y Japón, exactamente en ese orden, que es el que siguen Edward y Molly en la ficción. En Grand Tour, China es el último destino de los personajes y originalmente ésa iba a ser también el de Gomes. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 ocasionó que el realizador no pudiera concluir su recorrido y tuvo que esperar hasta 2022 para obtener el material documental que le faltaba.
«Teníamos la intención de ir a China, pero eran los comienzos del COVID, así que no nos dejaron entrar», nos platica el galardonado en Cannes. «Dos años más tarde, pudimos rodar en China pero a distancia. Yo estaba en Lisboa, sin poder entrar [al país asiático]. Así que [dirigí a distancia] a un equipo de producción chino que se encargó de las dos últimas semanas de rodaje».
Aquello que no deja de asombrar a Gomes es la capacidad que tiene el cine de, por un lado, “captar la realidad y nuestras vidas”, y por otra parte, crear un mundo completamente nuevo. Y si bien el director disfruta más filmar en locación, es consciente de las bondades de un foro como aquél en el que rodó la parte ficcional de Grand Tour. Ahí fue capaz de “inventar” su propio sol, a través de lo que él describe como “el gran poder de la iluminación de estudio”; un poder que en la escena final (ya lo descubrirán al ver la película) se manifiesta como una auténtica fuerza divina.
«La idea [para esa escena final] surgió como dos semanas antes de rodar [los segmentos de Edward y Molly]», comparte con Cine PREMIERE. «Originalmente no estaba en el guion. Pero entonces un día, mientras instalaban las luces en el techo del estudio, se me ocurrió que en la escena final hubiera esta gran intervención, [la manifestación] de este gran poder de la iluminación de estudio».

¿Dónde ver la película Grand Tour?
En México, Grand Tour se exhibe actualmente en salas del circuito alternativo. Llegará en exclusiva a la plataforma de streaming Mubi el 18 de abril de 2025.

Antonio G. Spíndola Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.
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