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La obsesión en Corea del Sur por el éxito en la vida está llevando a los padres a una medida extrema: medicar a los bajitos

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Lo contamos hace unos meses, cuando en Corea del Sur comenzaron a hablar abiertamente de “emergencia nacional”. El país afronta una profunda crisis demográfica, la peor si tenemos en cuenta que tiene la tasa de natalidad más baja del mundo, y la misma que le ha llevado a tomar medidas desesperadas. Un escenario donde los niños son un “bien preciado” que hay que cuidar, y donde las miras hacia su futuro son tan exigentes que no dudan en apuntarlos a academias para que sean más competitivos, o a medicarlos si “no dan la talla”.

La noticia. Contaba hace unos días Nikkei un problema que se ha ido haciendo más y más grande entre la sociedad surcoreana. Todo parte de una idea base: la creencia arraigada en la sociedad surcoreana de que las personas más altas tienen más posibilidades de triunfar en la vida.

¿El problema? Que la idea está llevando a los padres a recurrir a tratamientos hormonales, suplementos y otras herramientas con la esperanza de criar hijos más altos. Una obsesión por la altura de los más pequeños que está generando inquietudes sobre lo que algunos consideran una obsesión malsana por la apariencia.

La creencia. La idea en Corea del Sur de que las personas más altas tienen más probabilidades de triunfar proviene de una combinación de factores sociales y culturales. Uno de ellos es la percepción de que la altura está asociada con la buena salud y la nutrición, lo que en un país que se ha desarrollado rápidamente puede reflejar estatus socioeconómico.

Además, en el competitivo entorno laboral surcoreano, las características físicas, como la altura, se consideran un activo valioso en ciertos sectores profesionales, lo que refuerza la idea de que ser más alto puede facilitar el éxito en la vida y en los negocios.

Un ejemplo. Kim Shin-young, de 43 años y residente en el sur de Seúl, compartió su experiencia con las inyecciones no reembolsables de hormona de crecimiento de su hijo de 11 años que comenzaron hace dos años y medio. Al niño se le recetó Growthtropin II de Dong-A ST. A pesar de la carga financiera de unos 7 millones de wones anuales, Kim administra las inyecciones a su hijo todas las noches durante seis días a la semana.

La altura inicial del pequeño, unos 10 centímetros por debajo de la media para su edad a principios de 2021, había mejorado a unos seis centímetros por debajo a finales de 2023. El coste del medicamento, que puede ascender a 10 millones de wones anuales (unos 6.700 euros), presenta un desafío financiero sustancial para los padres, que puede durar seis o siete años.

Según Kim, se sintió desanimada a solicitar el reembolso debido al temor de que la etiqueta de “paciente de” en su hijo pudiera afectar sus futuras oportunidades laborales o suscripciones al seguro médico.

La intrahistoria. A finales del año pasado, un dato ponía en alerta sobre la dinámica que estaba teniendo lugar. En Corea, el reembolso del tratamiento con hormonas de crecimiento se limita a los casos de deficiencia de hormona de crecimiento pediátrica, síndrome de Turner, insuficiencia renal crónica pediátrica, síndrome de Prader-Willi y baja estatura debido al síndrome de Noonan. Los niños diagnosticados con cualquiera de estas afecciones solo deben pagar el 5% del coste total, el resto lo paga el Servicio Nacional de Seguro de Salud (NHIS).

Esto se traduce en un gasto médico anual de aproximadamente 350.000 wones (264 dólares) a 500.000 wones (377 dólares) por niño en concepto de inyecciones de hormona de crecimiento. Ocurre que el 97% de estas inyecciones de hormona de crecimiento se prescribieron sin reembolso. Dicho de otra forma, la mayoría de las inyecciones se administraron a niños sanos únicamente para aumentar la altura, con un coste anual de hasta unos 10 millones de wones (7.548 dólares).

Más datos preocupantes. Según las cifras obtenidas por la diputada Kim Young-joo del Partido Democrático de Corea del Ministerio de Alimentación y Seguridad, durante los últimos tres años, se prescribieron 10,66 millones de inyecciones de 24 tipos de hormona de crecimiento en 5.761 centros médicos de todo el país.

Bien, tan solo 300.000 de esas inyecciones fueron para pacientes diagnosticados. El resto: niños aparentemente sanos, pero “bajitos”, o más bajos para el “estándar” que esperan sus progenitores.

No hay ciencia. Contrariamente a la creencia popular de la nación sobre la eficacia de las inyecciones de hormona de crecimiento, un estudio de la Agencia Nacional de Colaboración en Atención Sanitaria Basada en la Evidencia (NECA) indica lo contrario. Yang Sei-won, experto en endocrinología y profesor emérito del Hospital de la Universidad Nacional de Seúl, enfatizó que las inyecciones de hormona de crecimiento no garantizan un aumento de la estatura.

Los ensayos clínicos han demostrado un aumento inicial de la tasa de crecimiento seguido de una disminución, con posibles efectos secundarios como dolor muscular, edema, hipotiroidismo y pancreatitis, señaló. Además, el experto explicó que otros efectos secundarios pueden provocar ginecomastia, un desarrollo excesivo del tejido mamario en los niños, y puede haber reacciones alérgicas graves como dificultad para respirar y urticaria.

En otro estudio llevado a cabo en Estados Unidos se analizó a 11.000 niños. Se descubrió que, en el caso de los que reciben terapia con hormona del crecimiento sin una deficiencia de hormona del crecimiento, el riesgo de diabetes en el futuro era 8,5 veces mayor, y la medicación conlleva riesgos que incluyen escoliosis, dislocación de la articulación de la cadera, diabetes transitoria, dolores de cabeza, edemas y vómitos.

Anuncios engañosos. Es la otra pata que ahora el gobierno está tratando de perseguir. El Ministerio de Seguridad Alimentaria y Farmacéutica anunció en junio una ofensiva en colaboración con 17 gobiernos locales contra los anuncios falsos o exagerados de tratamientos con hormona de crecimiento, en un momento en que el mercado privado de productos para aumentar la estatura no hacía más que crecer.

La noticia significaba que los hospitales, farmacias y compañías farmacéuticas que fueran descubiertas exagerando o haciendo publicidad falsa de información estarán sujetos a orientación y medidas administrativas. Esa creencia de la que hablamos al comienzo ha terminado por confundir unos tratamientos indicados únicamente a los niños con deficiencias médicas como una solución para los bajitos en promedio.

Tener el mejor niño. De fondo, el mismo problema que contamos sobre las matriculaciones en academias fuera del colegio para conseguir niños “más listos” que el resto. La medicación es un síntoma más, el más extremo, por supuesto, en esa obsesión de los progenitores surcoreanos por darles a sus hijos el mejor de los futuros en un entorno donde, paradójicamente, cada vez nacen menos.

Imagen | Dall-E / Xataka

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A unos millonarios no les gustaba la ideología de las universidades, así que se han creado su propia universidad: una “Anti-Woke”

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Guste o no, la política lo impregna todo en la vida de los ciudadanos, y la educación forma parte de esa vida. En su búsqueda por la pluralidad política, un grupo de millonarios está donando cantidades ingentes de dinero para crear la primera universidad “Anti-Woke” de Estados Unidos en Austin (Texas), azuzada por las protestas antisionistas en los campus universitarios que se ha extendido a Silicon Valley.

El conflicto de Israel como detonante. Tras el estallido del conflicto entre Israel y Hamás, los campus universitarios se agitaron con revueltas estudiantiles que exigían a las universidades romper lazos con Israel como protesta por los bombardeos contra la población civil de Gaza, tal y como recogía la BBC.

Muchas universidades cedieron a las presiones de los estudiantes que bloqueaban la actividad de sus campus, lo cual no gustó a una parte de sus millonarios mecenas. The Wall Street Journal asegura que un grupo de filantrópicos benefactores de estas universidades cree que la ortodoxia se ha apoderado de las instituciones educativas, por lo que han decidido crear su propia universidad.

Universidad de Austin: la apuesta de los millonarios. La Universidad de Austin apenas cuenta con 92 estudiantes, pero no es extraño porque es una de las universidades más jóvenes de EEUU con apenas tres años de vida y justo acaba de iniciar su primer año docente. Entre sus principales donantes aparecen nombres de grandes magnates y ricos inversores, que han aportado más de 200 millones de dólares al nuevo proyecto educativo.

Algunos, como el inversor Len Blavatnik, accionista mayoritario de Warner Music, incluso han dejado de donar a la Universidad de Harvard, donde estudió para contribuir a la nueva universidad. Entre los fundadores del nuevo proyecto educativo también se encuentran Joe Lonsdale, uno de los cofundadores de Palantir Technologies, y la periodista Bari Weiss, conocida por su implicación en los conocidos “archivos de Twitter” que, como contaba CBS News, supuestamente revelaban el sesgo “woke” que tenía la moderación de Twitter antes de su adquisición por Elon Musk.

Universidad de Austin: la universidad “Anti-Woke”. Según el promotor inmobiliario Harlan Crow, otro de los benefactores de la institución, el motivo principal para apoyar a esta nueva universidad es por una “búsqueda intrépida de la verdad. Gran parte de la educación superior de hoy parece querer rechazar los logros occidentales y los logros de las civilizaciones occidentales en su totalidad. Mucha gente piensa que es una mala idea”, aseguraba Crow en declaraciones a The Wall Street Journal.

Multimillonarios, como Marc Rowan y Bill Ackman, se mostraron muy críticos con el posicionamiento ideológico que adoptaron las universidades tras los ataques de Hamás del 7 de octubre. Eso les llevó a buscar un proyecto educativo más alineado con su ideología, que se ve reflejado en mensajes como el de uno de los vídeos promocionales de la Universidad de Austin: “Ellos queman, nosotros construimos”, respondiendo a las protestas propalestinas en los campus.

No es una universidad política, pero hay ideología. La postura oficial de la Universidad de Austin recalca que no es una escuela con una ideología política determinada. Sin embargo, algunos de sus donantes más importantes, como Jess Yass, el mayor inversor americano de TikTok, hacen grandes aportaciones a candidatos y causas republicanas, según publicaba Forbes.

Pano Kanelos, presidente de la Universidad de Austin, dijo que los diez principales donantes de la escuela varían en ideología política, pero que “todos nuestros donantes son críticos de la educación superior actual”. “No tengo ningún interés en una universidad anti-woke, sea lo que sea que eso signifique. Cuando construyamos esta institución, habrá gente de todas las tendencias intelectuales, o habremos fracasado” aseguraba Kanelos en una entrevista con The Wall Street Journal.

Millonarios contra las grandes universidades. El malestar de los millonarios con el posicionamiento político de las universidades de élite se está dejando notar en sus contribuciones. Hace unos días, Alan M. Garber, máximo representante de Harvard, lamentaba las malas cifras de recaudación de fondos en 2024. Bill Ackman, CEO de uno de los principales fondos de cobertura de EEUU y benefactor de la Universidad de Austin, calificaba desde X a esta crisis financiera de la entidad como una de las escasas ocasiones de cambio para Harvard.

“Hizo falta lo que sucedió a raíz del 7 de octubre en los principales campus para convencer a Wall Street y a la gente de Silicon Valley, de que realmente había un problema con la educación superior” declaraba a The Wall Street Journal Niall Ferguson, fundador de la Universidad de Austin.

Educación gratuita como incentivo de primer año. La Universidad de Austin no obtendrá su acreditación oficial como entidad universitaria hasta que se gradúe su primera promoción.

Por lo tanto, sus primeros alumnos hacen poco más que un salto al vacío al cursar estudios en una universidad nueva, por lo que sus adinerados benefactores se encargan de cubrir los gastos con becas sobre la matrícula completa, con un valor aproximado de 130.000 dólares por beca. El 40% de sus estudiantes son locales que por cercanía han optado por esta universidad, y el 33% de ellos son mujeres.

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Imagen | Unsplash (Charles DeLoye)

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no eres dueño de tus juegos de Steam

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¿Qué posees cuando compras un juego digital? Pensemos en un juego de Steam, el que sea. A diferencia de un juego físico de los de antaño, de los que consistían en un disco que introducías en una consola y a jugar, en Steam no tenemos nada tangible, no poseemos nada. Vemos un juego, lo pagamos, lo descargamos ya  jugar. Pero, ¿el juego es nuestro? Más bien no. Más bien tenemos una licencia para acceder a él, y no es lo mismo.

Así pues, Valve ha empezado a cubrirse las espaldas de cara a una nueva ley que entrará en vigor en California el año que viene. Vayamos por partes.

El origen. El pasado mes de septiembre se aprobó en California una ley: la AB 2426. El origen de esta ley fue la eliminación de ciertos contenidos de pago de las librerías de los usuarios, es decir, que Ubisoft eliminase y restringiese el acceso a The Crew y que Sony hiciese lo propio con algunos contenidos de Discovery (antes de dar marcha atrás).

¿Qué implicaciones tiene? Que las tiendas no podrán usar términos como “buy” and “purchase” (ambos se traducen como “comprar” o “compras”) a no ser que informen a los usuarios de que, realmente, no están comprando un producto, sino adquiriendo una licencia para acceder a él. Y esa licencia puede ser revocada.

No compras un juego, compras una licencia para acceder a ese juego. Si mañana la editora decide retirar el juego del mercado, el usuario perderá acceso al mismo. Esto no es nuevo. Históricamente ha sido siempre así (salvo excepciones, luego volveremos a ellas), pero gracias a esta ley el usuario estará más informado.

Así luce el aviso de Steam que aparece en el momento de comprar un juego | Imagen: Xataka
Así luce el aviso de Steam que aparece en el momento de comprar un juego | Imagen: Xataka

Así luce el aviso de Steam que aparece en el momento de comprar un juego | Imagen: Xataka

Steam mueve ficha. Desde ahora, Steam mostrará el aviso que puede verse sobre estas líneas. Dicho aviso indica que “la compra de un producto digital otorga una licencia para el producto en Steam”. Si accedemos al contrato de suscriptor de Steam (que todos aceptamos al usar la plataforma) veremos que se expone claramente que “la licencia no le concede la titularidad ni la propiedad de los contenidos y servicios”. Es decir, que no somos dueños del juego por el que acabamos de pagar.

Este mismo apunte se puede encontrar en otras tiendas como la Epic Games Store, la tienda de Ubisoft, EA App o Battle.net. Podríamos seguir así con prácticamente todas las tiendas de videojuegos digitales, pero hay una que no ha tardado en aprovechar la situación para sacar pecho. Esa tienda es GOG, Good Old Games, propiedad de CD Projekt Red.

Tu instalador es tuyo. La ley que hoy nos ocupa no se aplica en aquellos casos en los que la tienda ofrezca un instalador offline que no pueda retirarle al usuario. GOG hace precisamente eso. Cuando compras un juego en GOG, lo que recibes es un instalador offline que puedes usar tantas veces como quieras, independientemente de lo que suceda con el juego a efectos de GOG. Si tienes el instalador, tienes el juego.

No es la primera vez que GOG presume de esto y, de hecho, en alguna ocasión ha tenido que aclarar sus palabras. Y es que GOG, más allá de sus políticas, vende licencia. Así pues, cuando se aprobó la ley californiana, GOG tuvo que explicar que “cuando decimos que te permitimos «poseer» tus juegos, nos referimos a que pase lo que pase -ya sean problemas de licencias, cierre de tiendas o incluso un apocalipsis zombi que te corte Internet- podrás seguir jugando gracias a nuestros instaladores offline. Queremos asegurarnos de que tu legado de juego esté siempre en tus manos, no en las nuestras”.

Imagen | Xataka

En Xataka | El libro físico jamás morirá por un simple motivo: a diferencia del e-book, dura toda la vida

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He probado el modo de voz avanzado de ChatGPT. Es el inicio de algo muy grande

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La tecnología no avanza en línea recta, sino en oleadas sísmicas. El iPhone, ChatGPT, y ahora el modo de voz avanzado de OpenAI son algunos de los tsunamis que redefinen el paisaje digital.

Con una suscripción de pago a ChatGPT y una VPN para sortear las restricciones europeas accedí a este modo. Escogí la voz de Juniper, un guiño del naming a aquel estupendo episodio ‘Black Mirror’, aunque la experiencia resultó más cercana a ‘Her‘, sin el subtexto inquietante.

La fluidez es asombrosa. Olviden a Siri o Alexa; esto es otro nivel. La cadencia y entonación son tan naturales que por momentos olvidas que estás hablando con una máquina. Aún hay pequeños tropiezos: una ligera demora aquí, un malentendido allá, pero son detalles menores en el gran esquema de las cosas. Mi truco: evitar quedarme callado mientras pienso y titubear en voz alta (“hhhmmmm…”) para que entienda que aún no he terminado.

Puse a prueba a mi nuevo compañero digital con una variedad de temas:

  1. Historia local. Le pregunté sobre una torre en mi ciudad natal, Torrent, haciéndome el sueco, como si no supiera nada de ella. No solo me dio datos, sino que contextualizó la información, convirtiéndose en un guía turístico de bolsillo. Pienso usar esto cuando viaje solo por trabajo y quiera conocer ciudades.
  2. Filosofía. Nos adentramos en Nietzsche. Fue como tener un profesor particular, paciente y articulado, desentrañando conceptos complejos como el eterno retorno.
  3. Práctica de idiomas. Cambiamos al inglés para discutir sobre realidad aumentada, blockchain y el futuro de la tecnología wearable. Incluso corrigió mis errores gramaticales y de pronunciación.
  4. Pinche de cocina. Estuve cocinando pasta carbonara, una receta que no tengo asumida, y le iba pidiendo indicaciones sobre qué hacer en cada paso. Clavado.

La ausencia de proyectos predefinidos y archivos de contexto es una limitación actual, solo podemos usar el ChatGPT estándar, pero es cuestión de tiempo que se implemente. Y no me sorprendería ver pronto auriculares inteligentes de OpenAI, o incluso gafas multimodales que integren esta tecnología añadiendo la visión. Este modo invita a ello.

Los riesgos siguen ahí: imprecisiones, alucinaciones y una confianza excesiva en respuestas potencialmente incorrectas. Y sí, existe el peligro del “síndrome Joaquin Phoenix” – desarrollar apego emocional a una entidad artificial. Pero siendo sensatos, eso dice más de las carencias del usuario que de la IA en sí.

Este avance me recuerda a mis primeras experiencias con Internet o con los taxis autónomos: es el amanecer de algo trascendental. Es un momento que quedará grabado en mi memoria, no solo como un hito tecnológico, sino como un punto de inflexión en la forma en que interactuamos con la Inteligencia Artificial.

La revolución no será televisada, pero definitivamente será verbalizada.

En Xataka | He jugado a los dos últimos grandes AAA en la nube. No lo cambio por nada

Imagen destacada | Xataka con Mockuuups Studio

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