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El mirador español favorito de los ‘tiktokers’ es una pesadilla para los que viven cerca

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Los efectos de la masificación turística son imprevisibles. A nadie le sorprende que en Barcelona monumentos como el Park Güell estén al borde del colapso, pero quizá cueste más asimilar que cualquier punto de la ciudad puede convertirse en un imán para las aglomeraciones.

Es lo que ha pasado en la cima del Turó de la Rovira, también mal llamada los Búnkers del Carmel. Una zona que ofrece las vistas más espectaculares de la Ciudad Condal y protagoniza vídeos de TikTok con millones de reproducciones y miles de likes.

Si en el Parque Güell los problemas se dan de día, aquí los líos se forman en la tarde-noche. Casualidad, o no, ambos puntos están muy cerca, a unos 20 minutos andando. Su historia viene de lejos.

De espacio marginal a mirador de moda

Bunker Carmel Barcelona

Thingstodoinbarcelona – Wikimedia

Los restos que se encuentran en el Turó de la Rovira no son de búnkeres. Pertenecen a una batería antiaérea, que se utilizó en la guerra civil española.

Al acabar, las estructuras de la batería se fueron ocupando poco a poco con la construcción de barracas, hasta formar el barrio chabolista de Los Cañones. En 1990 Barcelona se preparaba para los juegos olímpicos, y sus habitantes fueron desalojados y reubicados en unos bloques cercanos.

Tal como cuentan en Barcelona Secreta, su renacimiento en forma de atracción turística no llegó hasta 20 años después, momento en el que el ayuntamiento arregló el espacio y acondicionó las vías de acceso. El proyecto museístico se inauguró en 2014 de forma definitiva y coincidió con un aumento del número de visitantes a la ciudad. Aumento que, exceptuando el parón de la pandemia, no parece tener fin.

Vista Bunkers Carmel

Toa Heftiba – Unsplash

¿El resultado? Un mirador con unas panorámicas de 360º maravillosas, que se ha convertido en el punto de moda para hacer fotos, grabaciones, botellones y hasta fiestas con DJ.

Paraíso para los turistas, infierno para los vecinos

Los vídeos son claros, el Turó de la Rovira se ha convertido en una auténtica discoteca al aire libre.

Pero el ruido y la basura que genera no son las únicas molestias que sufren en el barrio, que tienen que soportar que las calles se colapsen con los taxis y VTCs. Además, los autobuses van siempre abarrotados, y han dejado de ser una opción de transporte para los residentes. No olvidemos que estamos hablando de un área llena de cuestas importantes, en la que viven muchos ancianos.

Buscando una solución, el Ayuntamiento de Barcelona dobló el dispositivo policial de la Guardia Urbana los fines de semana, ampliando el horario para impedir la entrada a los coches por la noche, pero los vecinos denuncian que no ha servido de mucho porque se sigue accediendo a pie.

Justo hace dos días tuvieron que desalojar a un millar de personas, por seguridad, que acabaron repartidas por los parques de la zona, dejando un reguero de suciedad y botellas rotas.

La situación es insostenible y el ayuntamiento ya ha anunciado sanciones. También está construyendo una verja que en teoría impedirá el ingreso nocturno a partir de mayo, pero los vecinos continúan reclamando que se desaloje cada noche el mirador. Algo que ya se hace en otros puntos de la ciudad, como las plazas del barrio de Gràcia.

Viajar en la era de la masificación

Viendo el vídeo de TikTok, en el que se muestra un idílico pícnic romántico al atardecer (si obviamos el all i oli del súper), no puedo evitar recordar cuando era muy joven, y tenía que cenar en el suelo del Pont des Arts en París, porque los precios de los restaurantes me resultaban prohibitivos. ¿Pasará algo parecido en Barcelona?

No es excusa, claro; sin embargo, confieso que en aquel momento no tuve ninguna conciencia de que pudiera estar incordiando a alguien, solo del buen ambiente que había allí, entre guitarras, botellas de vino y tablas de queso en platos de plástico.

No teníamos viviendas cerca y la cena acababa pronto, así que imagino que no causábamos tanto problema. Aunque no creo que nos comportáramos mejor porque tuviéramos una educación exquisita, sino simplemente porque éramos menos.

Lo que pasa en el Turó es un claro ejemplo de lo que decía Gustave Le Bon sobre la masa, que es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado. Es un fenómeno fácil de observar: cuanto más grande es un grupo de gente, con más rapidez se contagian las emociones y los comportamientos, sobre todo los incívicos.

Pero cada vez somos más los que viajamos y lo hacemos con más frecuencia. Esto contribuye a mejorar la economía del país; pero, nos guste o no, conlleva otras consecuencias no deseadas, como no poder pagar el alquiler de la ciudad donde vivimos o que, si todavía no han aumentado demasiado los precios, no nos dejen dormir por las noches.

Son muchas las señales que nos indican que el turismo de masas expulsa a la gente de las ciudades. ¿Acabarán convertidas en parques temáticos? El tiempo nos lo dirá.  Mientras, los vecinos del Turó de la Rovira esperan una solución.

Portada | Manuel Torres Garcia – Unsplash

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este es el barrio de Madrid donde se comen las mejores tapas

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Uno de los principales atractivos gastronómicos que cualquier turista busca al llegar a España son las tapas. Aunque ciudades como San Sebastián o Bilbao destacan a nivel nacional por su tradición en pintxos y tapas, la gastronomía española en esta área se extiende por todo el país, con bares y tabernas que ofrecen este sencillo pero emblemático aperitivo.

En Madrid, barrios icónicos como La Latina y Malasaña han sido durante años el destino preferido para los amantes de las tapas, famosos por su encanto castizo y su oferta diversa. Sin embargo, un nuevo actor está ganando protagonismo en la escena gastronómica: Chamberí.

Este barrio, con su ambiente sofisticado y tradicional a la vez, ha desarrollado una oferta de tapas que combina tradición y modernidad, atrayendo a locales y turistas por igual y que ya muchos consideran como el nuevo corazón gastronómico de Madrid. Un nuevo destino imprescindible para quienes deseen sumergirse en lo mejor de la cocina española.

Chamberí: el nuevo epicentro de las tapas en Madrid

Chamberi
Chamberi

El barrio de Chamberí, en el corazón de Madrid, es un lugar lleno de historia y autenticidad, con una vibrante oferta gastronómica que atrae a locales y turistas por igual. Gran parte de su encanto se debe a que el barrio sigue mantieniendo su encanto señorial, que destaca por su arquitectura clásica y una atmósfera tranquila que convive con la vida moderna.

Pasear por sus calles permite descubrir tanto pequeñas tabernas tradicionales como innovadores espacios culinarios. Su ubicación central facilita el acceso y esto lo ha convertido en un lugar de referencia para aquellos que desean disfrutar de una experiencia culinaria genuinamente madrileña.

Aunque se ha vuelto popular por su oferta de tapas, especialmente en la popular calle Ponzano, que se ha ganado el apodo de “la Milla de Oro gastronómica” de Madrid, lo cierto es que posee una amplia variedad de restaurantes, incluyendo algunos con estrella Michelin. Por supuesto esta combinación de locales con ambiente relajado y otros de vanguardia atrae a un público diverso, creando un ambiente animado e ideal para disfrutar a cualquier hora del día y de la noche.

Arima
Arima

Arima Basque Gastronomy

Algunas direcciones imprescindibles

  • Sala de DespieceCalle Ponzano, 11: Con una estética inspirada en carnicerías, este lugar sorprende con tapas modernas, desde alcachofas hasta el famoso “Rolex”.
  • Hermanos VinagreCardenal Cisneros, 26: Ideal para los amantes de las encurtidos de calidad y tapas clásicas como las croquetas de jamón.
  • Desde la Barrera 1932  – Calle de Fernando el Católico, 28: bar con mucho encanto y tapas tradicionales muy bien elaboradas, como su ensaladilla rusa.
  • Gandario: Calle de Gaztambide, 28: local pequeño con una excelente relación calidad-precio. Imprescindible probar sus tablas.
  • Arima: Calle de Ponzano, 51: ofrece tapas de autor que combina la cocina tradicional vasca con toques modernos.

Imagen de freepik

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Seguro que ya conoces este pueblo, pero “The Walking Dead” le ha dado un lavado de cara y lo ha puesto de nuevo en el mapa turístico de España

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Ocurrió con La Casa del Dragón y ya se vislumbra el mismo fenómeno para el pueblo que actualmente sirve de escenario a The Walking Dead: Daryl Dixon. Desde la llegada de los primeros técnicos de producción, las visitas guiadas por las áreas de rodaje se han disparado, y la ocupación hotelera ha registrado un notable aumento. Además, el entusiasmo local sigue creciendo, ya que los actores principales se sumarán al set en breve, generando aún más expectación entre los residentes y visitantes curiosos.

En Sepúlveda no se habla de otra cosa: la serie ha revolucionado la rutina diaria de sus habitantes, muchos de los cuales tendrán la oportunidad de participar como extras. Con un equipo de producción que ha optado por contar con talento local, no es raro ver a algunos vecinos preparándose para sus apariciones en las escenas, aportando autenticidad y una calidez muy propia al rodaje.

Para ambientar la zona en el estilo posapocalíptico de la serie, se han añadido detalles arquitectónicos que han transformado algunos rincones del pueblo. Entre ellos destacan un nuevo arco medieval y varias almenas, integradas de forma estratégica para crear un ambiente único y acorde con el tono oscuro de la serie.

El pueblo que conquistó a la producción gracias a su arquitectura histórica y su espectacular entorno natural

Sepulveda Segovia
Sepulveda Segovia

Imagen | Diputación de Segovia

Con su entorno privilegiado en pleno corazón del Parque Natural de las Hoces del Río Duratón, Sepúlveda se destaca como un destino que combina de forma única historia y naturaleza. Sus estrechas calles empedradas y casonas de piedra, cuidadosamente conservadas, reflejan el encanto de la arquitectura tradicional española, creando escenarios que evocan la esencia de cualquier paisaje europeo.

Esta riqueza escénica convierte al pueblo en un marco ideal para ambientar nuevas historias: “La idea es que los personajes sigan moviéndose, enfrentando situaciones difíciles y viendo cómo el apocalipsis ha afectado cada rincón del mundo”, señaló el productor Zabel en una entrevista para The Hollywood Reporter.

Sepúlveda no solo proporciona el escenario perfecto para retratar una ciudad post-apocalíptica, sino también un entorno natural que añade dramatismo y profundidad a cada escena. Los senderos serpenteantes junto al río Duratón, con sus impresionantes hoces y altos acantilados, ofrecerán un telón de fondo incomparable para las tensas persecuciones de zombies que esperamos ver. Este paisaje único, seguramente se convertirá en un personaje más dentro de la narrativa de la serie, donde la naturaleza intensificará el sentido de aislamiento y peligro que viven los protagonistas.

Sin habitaciones y con el pueblo “patas arriba”

Walking Dead
Walking Dead

Como suele suceder cuando una súper producción llega a una ciudad o pueblo pequeño, sus efectos se notan de inmediato y con la misma rapidez gana fans y detractores. Por un lado, los comerciantes que ven como las zonas más turísticas se ven afectadas por cortes de tráfico, montaje de carpas y el ir y venir de equipos de cámara que buscan captar las mejores tomas.

Por el otro, vecinos y turistas, impulsados por la curiosidad, acuden a las zonas de rodaje para ver de cerca el desarrollo de la serie. Lo más interesante (¿o caótico?) es que esto acaba de empezar: en los próximos días se espera la llegada del grueso del equipo, alrededor de 150 personas entre actores y figurantes, lo que promete más actividad y expectativa en cada rincón del pueblo.

Aunque el campamento principal se ha establecido en la zona de las piscinas, encontrar una habitación libre es casi imposible, y todo apunta a que la alta ocupación hotelera continuará incluso después de finalizado el rodaje, como ha sucedido en otras localizaciones de series internacionales.

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solo se puede llegar a pie o en funicular

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Cualquier momento es ideal para escapar de la rutina y sumergirse en una ruta que nos reconecte con la naturaleza. En España, tenemos el privilegio de contar con vastos territorios cubiertos de verde y paisajes que parecen sacados de un cuento, como es el caso de. Ejemplo de ello es Asturias, un “paraíso natural” que ofrece montañas imponentes, valles profundos y ríos cristalinos, perfectos para un reseteo tanto físico como mental, en un entorno espectacular.

Y si hablamos de desconectar, Bulnes es uno de los mejores sitios para conseguirlo. Este pintoresco pueblo asturiano, oculto entre las montañas de los Picos de Europa, ha permanecido aislado durante siglos y conserva su esencia intacta, lejos del bullicio y las prisas de la vida moderna.

Este es un lugar único en muchos sentidos. Hasta la construcción del funicular en 2001, el pueblo era accesible únicamente a pie, lo que suponía un desafío para los habitantes que debían recorrer una distancia de unos 4 kilómetros hasta el pueblo más cercano para adquirir suministros o buscar atención médica. Hoy en día, sigue siendo un pueblo sin coches, lo que lo convierte en uno de los lugares más tranquilos y menos contaminados de España.

El pueblo sin coches que está lleno de encanto

Bulnes está dividido en dos barrios, Bulnes de Arriba y Bulnes de Abajo, unidos por un pequeño camino que cruza el río. Este es uno de los pocos pueblos en España que ha mantenido intacta su esencia gracias a la ausencia de carreteras y coches, característica que lo ha convertido en un lugar tranquilo como pocos.

A pesar de que el funicular facilitó el acceso y que esta es toda una obra de ingeniería, pues atraviesa la montaña en un túnel inclinado, y es uno de los pocos en el mundo que opera casi en su totalidad bajo tierra, Bulnes sigue siendo un sitio cuyo aspecto se mantiene intacto, con construcciones de piedra y tejados de pizarra que mantienen el estilo arquitectónico tradicional.

Para quienes llegan en coche, el sitio más recomendable para dejarlo es en el aparcamiento en la entrada al funicular, junto al puente de Poncebos, aunque es recomendable llegar muy temprano en la mañana porque las plazas son limitadas.

Qué hacer en Bulnes

A pesar de su tamaño, Bulnes ofrece una variedad muy interesante de actividades, como subir al mirador del Naranjo de Bulnes, desde el cual se puede contemplar esta montaña emblemática en todo su esplendor. El camino hasta allí  es sencillo, con una caminata de unos 20 minutos desde el centro del pueblo. Las vistas de los Picos de Europa desde aquí son incomparables y el mirador es perfecto para sacar fotos de postal.

Otro lugar interesante es la Capilla Nuestra Señora de las Nieves, un pequeño templo restaurado que destaca entre los pocos edificios históricos de Bulnes. Su arquitectura es modesta, pero representa la herencia cultural y espiritual del pueblo, por lo que resulta una parada ideal para conectar con la historia local y disfrutar de un momento de tranquilidad en un entorno impresionante.

Por supuesto ese mismo entorno es una joya en bruto para los amantes del senderismo. Aquí encontrarán el punto de partida ideal para realizar la famosa Ruta del Cares, que va desde Poncebos hasta Caín, y que es conocida por sus desfiladeros, aguas cristalinas y paisajes montañosos. Aunque es una caminata más extensa, es una opción ideal para explorar la región a fondo.

Además, el Naranjo de Bulnes es uno de los picos más icónicos de España y es considerado un reto tanto para escaladores como para turistas, ya que fue escalado por primera vez en 1904 y se ha convertido en uno de los principales destinos de alpinismo en el país.

Por último, una visita a Bulnes no estaría completa sin disfrutar de la auténtica gastronomía asturiana. Allí se encuentran bares y restaurantes que sirven especialidades locales como el cabrito guisado, el pote asturiano y el famoso queso de Cabrales, que proviene de esta región. Saborear estos platos en una terraza al aire libre, rodeado de naturaleza, es una experiencia que convierte la visita en un recuerdo inolvidable.

Imagen de Carlos Urteaga Pintado en Pixabay

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