Nos estábamos dando una vuelta por el internet de las cosas cuando descubrimos que hay un término conocido como “Kevinismo”, en inglés “Kevinism”, que no es otra cosa que la discriminación que sufren las personas en algunas partes del mundo por llamarse Kevin.
Una cosa nos llevó a la otra y encontramos que en 2009 se publicó un estudio publicado por la Universidad de Oldenburg en Alemania en el que se revelaba que las y los estudiantes con nombres de origen anglo o afroamericano, eran discriminados por sus profesores a diferencia de aquellos y aquellas que tuvieran un nombre alemán.
El nombre, decía el estudio firmado por Astrid Kaiser (AQUÍ una nota), determinaba una serie de prejuicios en relación al comportamiento del estudiante y su nivel socioeconómico. Es decir, que si una niña se llamaba Mandy y un niño Kevin, serían objeto de prejuicios bastante dañinos. Sólo por su nombre.
Niños yendo a la escuela en Alemania / Foto: Getty Images
Alemania se fija en los nombres y apellidos
En 2013, una investigación determinó que en Alemania, una persona cuyo apellido haga referencia a la nobleza, tenía mayores oportunidades de acceder a puestos gerenciales a diferencia de las personas que tuvieran apellidos que hicieran referencia a ocupaciones más “comunes”.
El estudio mencionaba apellidos como Kaiser –que significa emperador o Fürst –príncipe–, y las oportunidades que tenían de acceder a puestos de liderazgo. Luego, menciona apellidos como Bauer –granjero– o Koch –cocinero–, como un indicador de ser empleado, mas no empleador. Todo esto sin importar si la persona que tuviera un apellido “de la nobleza”, formara parte de la misma.
Y ahí no para la cosa. En 2018, un reporte reafirmó que los nombres/apellidos sí eran un factor de discriminación en Alemania. Esta vez el estudio se enfocó en nombres de origen árabe, turco y persa, es decir, pertenecientes a comunidades que han migrado a Alemania y han sido víctimas de racismo, discriminación y exclusión.
Este estudio decía, por ejemplo, que un conductor/chófer con un nombre árabe, turco o persa, debía bajar su tarifa 32 por ciento para poder obtener el trabajo frente a un conductor/chófer que con un nombre alemán.
Refugiados afganos en Alemania / Foto: Getty Images
¿El Kevinismo en Alemania y la SGM?
Conclusión: los alemanes se fijan bastante en los nombres. Si eres estudiante y NO tienes un nombre más tradicional como Charlotte, Sophie, Hannah, Alexander, Maximilian, Lukas o Jakob, quizá la sufras más que el resto de tus compañeras y compañeros por el simple hecho de que tus profesores te identifiquen como alguien de cuidado.
Algunos nombres que en las escuelas alemanas son relacionados a mal comportamiento o a una clase trabajadora, son Chantal, Mandy, Angelina, Justin, Maurice y Kevin, sobre todo este último. No es poca cosa. Mandy y Kevin podrían obtener calificaciones más bajas que el resto de sus compañeros porque sus profesores no esperan mucho de ellos sólo porque se llaman de esa forma.
Ahora viene lo interesante. Este tipo de prejuicios se dan más en la Alemania Occidental… ¿Por qué? Estaríamos adivinando, pero podría ir en relación al término de la Segunda Guerra Mundial y la división de Alemania.
Escuela de niños y niñas en Alemania / Foto: Getty Images
Como recordamos, en 1945 terminó la guerra y llegaron los Aliados al territorio germano. Dividieron a Alemania en cuatro zonas: la parte oriental sería controlada por la URSS mientras la parte occidental estaría bajo el mando de Francia, Reino Unido y Estados Unidos. Sobra decir cuáles eran (y son) las diferencias ideológicas entre las potencias.
Berlín, la capital alemana, estaba en medio de la zona oriental, pero decidieron dividirla de igual manera, y en 1947 ya tenía su parte del este y oeste. Dos años después, en 1949, había dos Alemanias.
La Alemania Oriental, conocida como la República Democrática Alemana, no logró nunca adaptarse al mundo comunista y comenzó a desplomarse entre huelgas, desempleo y pobreza. Muchos ciudadanos alemanes que quedaron de este lado, desde los 50 hasta 1961, intentaron huir o huyeron hacia el Occidente.
¿Qué pasó después? En 1961 comenzaron a construir un muro de hormigón para separar aún más al país. Entendemos, de esta forma, que en la Alemania Oriental los nombres de origen anglo fueran sumamente populares durante los 70 y 80, quizá, como una indicio de su libertad. ¿Será?
¿En México hay Kevinismo?
Va de nuez. En Alemania llamarse Kevin es sinónimo de un nivel social y económico más bajo, de menos escolaridad, menos oportunidades. ¿Pero este país es el único que podría discriminar a las personas con este nombre? No, y México podría ser un buen ejemplo.
De acuerdo con un estudio de la Bloomberg University of Pennsylvania, el nombre que te asignan no sólo es un factor que podría determinar tu nivel social, económico y tu contexto cultural, sino también las expectativas que las otras personas tienen sobre ti. Tu nombre podría decirle a alguien más si podrías acudir (o acudes) a una universidad privada, a una pública, a un community college o si de plano no vas a la universidad.
Salón de clases en México. /Foto: Daniel Augusto-Cuartoscuro.
Pero va más allá de tu paso por la escuela. Tu nombre parece decirlo todo. En México nuestros nombres no han sido la excepción y en algún momento, Juan, José y Maria fueron realmente comunes y populares en el sentido más amplio de esta última palabra.
Pero desde hace ya varias décadas, esos nombres se cambiaron por Kevin, Brayan y Britany que ahora cargan con el estigma de un nivel socioeconómico bajo relacionado al lugar de residencia, la vestimenta, el lenguaje, nivel de escolaridad y ocupación. Y se convierte en un círculo vicioso en el que las oportunidades se pueden determinar simplemente por tu nombre.
Meme de Kevin y Brayan / Foto: Facebook
Pero no todo cae en los padres, responsables únicos de dar un nombre y registrarlo, sino en quienes creen que ese nombre determina su futuro. Si escuchas de un tal Kevin y crees que luce de alguna manera, entonces el que está mal es aquella persona que emite un juicio por el nombre. Y la responsabilidad también es de aquellos que fomentan el estereotipo como los medios y la industria del entretenimiento.
“El Kevin” tiene bendiciones desde temprana edad, dejó la escuela, se dedica a delinquir, habla “ñero”, vive en los barrios más bravos de la ciudad, es fiel de San Judas Tadeo, es moreno, se peina con mucho gel y se viste de cierta manera. Dense una vuelta por los memes que hacen burla de Kevin, Brayan y Brandon y verán que esta es la típica descripción del personaje.
Meme de Kevin / Foto: Facbook
Y el estereotipo ha trascendido más allá de la burla. En 2019, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, detectó que personas que aparentemente han sido detenidas en varias ocasiones, utilizan nombres falsos ante el Ministerio. ¿Adivinen cuáles son? Kevin, Brayan y Brandon. AQUÍ la nota.
Aquí hay dos conclusiones. La primera es el absurdo clasismo/discriminación en torno a los nombres (en Estados Unidos el nombre más “bajo” es Travis”) en un país que es una potencia mundial y en otro que está la mitad de la tabla del desarrollo económico. Es decir, que nada tiene que ver el nivel educativo a nivel nacional para que ambos discriminen a los Kevin.
Y la segunda es que si mañana a una película se les ocurre generar un estereotipo en torno a un nombre que hoy pasa desapercibido, reforzando la idea en medios y redes sociales, cualquier persona se podría convertir en el centro de las burlas. Y lo grave del asunto, más allá del bullying, es que podría determinar tus oportunidades en la vida.
La entrada ‘Kevinismo’ o la maldición de llamarse Kevin en México y Alemania se publicó primero en Sopitas.com.
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