Cine y Tv
Cine en primera persona: Tania Hernández Velasco sobre Titixe y las imágenes de lo propio
Para cuando Tania Hernández Velasco entró a estudiar al Centro de Diseño, Cine y TV ya llevaba un par de años pensando en el cine como una herramienta capaz de cambiar el mundo. Después de filmar su primer largometraje documental se dio cuenta de que, más bien, el cine la había cambiado a ella. Titixe, su ópera prima, se convirtió en un viaje personal e íntimo de retorno pero, sobre todo, de descubrimiento: tras la muerte de su abuelo, el último campesino de su familia, la cineasta regresó al terreno familiar para filmar una última siembra de frijol y cumplir una promesa. Con su madre como cómplice, Tania teje en imágenes el proceso hacia la cosecha pero también roza y anhela con su cámara la sabiduría del campo. Hay riqueza, complicidad, momentos íntimos familiares y poesía visual, pero también hay pérdida: los aprendizajes de la tierra no fueron retomados por las nuevas generaciones de su familia y ahora ese lenguaje se ha ido. ¿Lograrán una siembra exitosa que frene el traspaso, al parecer inevitable, del terreno?
Con una escritura que se concretó durante el montaje, un proceso que duró dos años, Titixe es resultado de un rodaje intuitivo e individual. El nombre del documental hace referencia al acto de recuperar lo que queda de la cosecha y eso es exactamente lo que Tania hizo desde las posibilidades del cine: armada solo con cámara en mano y su grabadora de sonido, la cineasta recolecta semillas, cielos, cuentos, memorias, un árbol solitario. El lenguaje de la película, de acuerdo con Tania, es el lenguaje de su mamá, quien siempre mantuvo un diálogo con la naturaleza, aún después de migrar a la ciudad.
Titixe comenzó su viaje en 2014 y ahora llega finalmente a salas de la Cineteca Nacional y del circuito alternativo, tras obtener reconocimientos en distintos festivales. La cineasta, quien ha tenido oportunidad en los últimos años de conversarla en entrevistas y de atestiguar el cálido recibimiento del público, admite que se han ido transformando sus propias reflexiones sobre su ópera prima.
¿En qué forma ha cambiado la manera en la que la conversas y piensas?
Lo que ha cambiado creo que sobre todo he sido yo. Pienso en la gran suerte que tuve para filmar de esta manera, intuitiva y a mis tiempos. Sin presión de si lo que estaba haciendo era una película, un cortometraje o un largometraje, y disfrutando mucho el proceso, y el estar con mi mama y mi abuela. Y ahora lo pongo como un estandarte a buscar en lo siguiente que haga. Que no es tan fácil, ¿verdad? Tener esa ligereza para aventurarse a los procesos.
¿Crees que eso es algo que ayuda a las óperas primas?
Creo que sí, pero es un muy difícil porque también en las escuelas de cine o los contextos en los que nos movemos, la misma idea de autora o directora pone mucha presión. Es un lugar como de certeza, el hacer cine, más que un lugar en donde vayas explorando o preguntando. También porque obviamente el cine es muy caro. Es una pregunta interesante, el cómo producir para crear esos espacios de más experimentación y descubrimiento. Creo que es una pregunta interesante para el ámbito de la producción.
¿Ha cambiado la noción que tenías de lo que es la realización cinematográfica de que estabas estudiando a ahora, después de hacer tu primer largo documental?
En definitivo, sobre todo esta noción de cambio, de cambiar el mundo. Habiendo hecho Titixe ahora sé que hacer una película a quien cambia –ojalá– es a quien la hace. Para mí ha sido un puente entre personas, pero con mi familia y conmigo misma. Es curioso porque ahora mismo no podría decir de qué manera el cine puede cambiar o no el mundo, pero sí creo que es un camino de encuentros. De autodescubrimiento. Cuando yo estudiaba cine, la formación cinematográfica tiende a vendernos esta idea de autor –y lo digo en masculino–, que siempre tiene la certeza de cuáles son los proyectos que debe hacer, que puede liderar un equipo gigantesco, y que siempre que le preguntan qué quiere hacer él sabe contestar. Y yo, justamente, cuando terminaba de estudiar cine, me sentía cada vez más empequeñecida, no pensaba que era una posición que pudiera ocupar. Pero cuando conocí al documental y empecé a encontrar estas otras referencias de cineastas que trabajan con poco y con lo propio, que trabajan muchas veces en soledad, fue que vi una opción con la que yo me sentía más cómoda.
«Habiendo hecho Titixe ahora sé que hacer una película a quien cambia –ojalá– es a quien la hace».
¿Qué cineastas te han servido como referencia?
Toda la vanguardia gringa, que son un poco a quienes nombra Jonas Mekas en su antimanifiesto. Y la forma en la que los nombra: a estos poetas que hacen arabescos y piezas que a veces no tienen forma de nombrarse de forma más hegemónica. Y Maya Deren, reivindicando la noción de amateur, diciendo que hay mucho valor en hacer cine desde el amor: que amateur es el que ama y no el que es menos porque no es profesional. Y diciendo que la herramienta más valiosa que podemos tener es nuestro propio cuerpo en vez de todos los fierros del mundo. Y después, por supuesto, Agnès Varda y la manera en la que ella despega de su propio cuerpo, de su propia experiencia, de su lugar en el mundo para acercarse a otres. Estos referentes me movieron mucho a buscar una sensibilidad propia, donde me pudiera sentir más cómoda.
Y también con una reflexión hacia lo íntimo, hacia lo propio. Cineastas como Alan Berliner, que miran a su propia familia y dicen: mi familia está inscrita en un contexto social y un contexto político y, por lo tanto, hablar en primera persona y de lo que conozco es una posibilidad también de articular un discurso compartido.
Otra de las ideas que nos deja la formación convencional es sobre el guion y sobre los caminos de escritura que debe seguir un largometraje, dejando un poco fuera otros caminos más intuitivos y la escritura que proviene de las imágenes. ¿Cómo fue tu aproximación hacia la escritura durante el montaje?
Yo desde hace mucho tiempo escribo diarios. Y una cosa que aprendí a hacer, permeada por los procesos de otras personas, fue a tener diarios del proceso. Cuando me aventé a hacer Titixe sin tener claridad de qué íbamos a filmar, mi mamá propuso tener esta siembra de frijol y eso enmarcaba una cuestión temporal: de la siembra a la cosecha. Pero lo que íbamos descubriendo eran cuestiones más bien íntimas, que a mí me sucedían estando en el terreno, imágenes que me llegaban, o cosas que mi mamá me compartía fuera de cámara. A veces, las cosas más fuertes me las compartía cuando dejaba de grabar. Todo lo fui anotando en el diario. También tenía algunas intuiciones de lo que podría empezar a vincularse en el montaje.
Una vez nos tocó mucho viento y parecía que los brotes bailaban, y yo eso lo relacioné con una memoria que tenía de bailar con mi propio abuelo. Pero no tenía idea de dónde eso cabía en la línea de la siembra. Una amiga mía después me dio un consejo muy bonito, que era tener una línea temporal en edición que fuera solamente de los momentos con los que tu corazón se acelera. Momentos que no puedes dejar ir. Aunque no sepas qué son o dónde van, los acomodas ahí. Así, yo tenía ya dos líneas: la de la siembra a la cosecha y otra que eran los momentos que aceleran el corazón. Poco a poco fui poniendo de alguna manera lo emotivo, pensando que también había un proceso que mi mamá y yo habíamos pasado. Fui acomodándolos. La colaboración con Eduardo Palenque fue muy buena porque nos permitió tomar distancia. Es el gran reto cuando una hace cine en primera persona: ¿qué se comparte y qué se queda para una misma?
«Es el gran reto cuando una hace cine en primera persona: ¿qué se comparte y qué se queda para una misma?».
Los cánones narrativos, sea en periodismo, literatura o en el audiovisual, nos enseñan a ser reticentes a la hora de hablar de una misma, en primera persona. ¿Qué dirías sobre esto?
Es una pregunta interesante, porque además justo hay un cierto castigo a las narrativas en primera persona. He visto a algunas personas que cuestionan por qué como documentalista hablas de ti misma y no de las otras o los otros, cuando hacer documental siempre será hablar de quién eres y de cómo miras el mundo. Eso no lo puedes borrar aunque quieras. Creo que hacer cine con lo que me es próximo me permite, diría, un camino que tiene que ver con el autoconocimiento. Antes de intentar elaborar discursos sobre otres, revelar esa primera persona y decir: soy yo la que mira. Eso me hace sentir más cómoda para acercarme al mundo. Si bien es un camino que puede ser complejo, porque definitivamente no todo lo propio tiene por qué ser compartido. Hay que pensar mundo cómo nos compartimos, y no siempre se trata de exhibir aquello que te hace vulnerable, sin filtros. Creo que para muchas de nosotras que hacemos cine en primera persona es un camino como de… hasta diría, placer, porque también conlleva la posibilidad de estar cerca de lo que una quiere, de lo que una ama y hacer cine con ellos y con ellas. Lo digo por la posibilidad que tuve de trabajar con mi mamá y con mi abuela. En estos tiempos de confinamiento lo atesoro mucho.
Al final, todos los tipos de búsquedas, propias o externas, son sumamente válidas y más bien pienso mucho en que de alguna manera, aunque no queramos, estamos atravesadas por contextos compartidos y más amplios. Nuestras historias en minúscula, tienen intersecciones con las historias con H mayúscula, y explorar desde ahí es de alguna manera reivindicar nuestro lugar en el mundo, porque también a muchas de nosotras se nos ha dicho que no somos merecedoras de enunciarnos. Es muy fuerte porque al final sí tiene que ver con cánones. Con escuelas de pensamiento. Con quienes tienen el poder para dejar que un texto o que una película exista. No solo es el deseo de quiero hacer las cosas desde aquí, sino cómo las financio si este canon no está validado. Excede el deseo porque es una cuestión que involucra el capital. Es pensar la historia como una sola línea en el tiempo, invisibilizando el montón de otras historias que son espirales, círculos, flechas y corazones (ríe).
«Hacer documental siempre será hablar de quién eres y de cómo miras el mundo. Eso no lo puedes borrar aunque quieras».
También destaca que el documental se acerca al campo desde una mirada personal de descubrimiento, que es un enfoque que se contrapone a otras obras que se acercan con la actitud de «dar voz» a los lugares o experiencias...
Creo que tiene que ver con lo que hablábamos de las narrativas en primera persona. Para mí es importante develar el lugar desde el que miro porque justo lo que no quiero es eso, pensar en una objetividad o en un paradigma de: yo cuento la historia de otres por otres. Cuando a mí me hacen preguntas sobre el campo mexicano para mí es muy importante nombrar que no vengo de ahí, o más bien, que vengo de ahí pero que no ha sido mi experiencia. Mi cuerpo no está marcado por las durezas de esa experiencia. Es parte de mii legado y me hacen activar muchas cuestiones sobre mi historia propia, los desplazamientos y los borrados que como familia tenemos, pero no soy campesina y ese es un lugar que yo tengo que respetar también.
En ese sentido, para mí el descubrimiento de esta película es el de la belleza, resistencia y valentía de mi familia, de sus bordes mas ásperos, de esa migración, de todo aquello que de alguna forma perdimos: la narrativa es que el progreso viene de emigrar a la ciudad y no tengo miedo al privilegio que tuve de nacer en esta ciudad. Pero lo que perdimos, a lo que de alguna forma tuvieron que renunciar mi madre y sus hermanos y hermanas, es muy grande: es una manera de ver el mundo. Eso a mí ya no me llegó. Y también luego siento que Titixe es solo el principio de esa reconexión, no lo dejo como algo que ya me haya dejado de habitar. Me sigo haciendo preguntas al respecto y ha cambiado mucho el lugar desde el que me enuncio, la forma en la que me miro, a mi propio cuerpo. Es emocionante pero también es abrumador a veces. Que la historia de una no comienza con una misma.
Desde el punto de vista de una cineasta, ¿qué sería el titixe?
Creo que es un poco citar a Agnès Varda en Los espigadores y la espigadora. Es ir al encuentro de la realidad, a buscar lo que no está ahí en apariencia. Saber que en lo pequeño, en lo íntimo y propio hay valor, hay belleza y hay cine. De alguna manera también que las personas, los legados o las preguntas importante están ahí latentes, y solo es cuestión de pepenarlas. Por otro lado, en esta cuestión de reaprender y reeducar nuestra mirada, [el titixe sería] pues la dignidad que hay en agacharse a recoger lo que queda. Mi abuela es quien usa esta palabra y a mí me lo dijo: cuando no tengamos una tierra tú puedes ir a pepenar a otras tierras, a buscar el titixe. Antes de mí, mis ancestras hicieron titixe. De alguna manera más tangible, porque mis abuelos fueron los primeros en tener un terreno propio. Pensar que tengo esa conexión con mi bisabuela me parece –con toda salvedad porque obviamente son actividades distintas–, pero me parece muy bonito.
«Es emocionante pero también es abrumador a veces. Que la historia de una no comienza con una misma».
Titixe se puede ver en la Cineteca Nacional y en las siguientes salas:
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en este documental, un hipopótamo narra la crisis ambiental provocada por Pablo Escobar
Desde mediados de la década de los 80, Colombia enfrenta una peculiar crisis ambiental. Resulta que, un día, al conocido narcotraficante Pablo Escobar se le ocurrió que, en su zoológico privado, ubicado dentro de la finca apodada como Casa Nápoles, faltaban ejemplares de una especie: hipopótamos. Así, mandó traer a su tierra, primero desde África y después desde Estados Unidos, a cuatro de estos animales. Lo que él no imaginaba era que dos de ellos escaparían de la finca y se reproducirían, iniciando una sobrepoblación incontrolable.
Hoy ya son más de 170 hipopótamos los que rondan por el territorio colombiano, y la realidad es que su estancia en la región preocupa no sólo por el bienestar de los pobladores de las áreas cercanas al río Magdalena, donde los animales prefieren estar, sino porque no se tienen los recursos necesarios para que vivan ahí. Ante las llamadas a la acción, las autoridades no escuchan. Y los migrantes de cuatro patas y grandes mandíbulas siguen ahí. Ese es su nuevo hogar, aunque no lo hayan elegido.
Si bien la situación no se ha atendido de la debida forma, en 2007 sucedió algo que puso la problemática bajo el foco público, pues un grupo de cazadores asesinó a uno de estos hipopótamos traficados para satisfacer una personalidad estrafalaria. La prensa se encargó de darle un nombre al animal: Pepe.
El cineasta dominicano Nelson Carlo de los Santos Arias se enteró de esta historia y se puso manos a la obra para trasladarla a la pantalla. El resultado es en partes iguales una sátira del capitalismo y de los absurdos de las excentricidades, además de un ejercicio de estilo que derriba las barreras entre el documental y la ficción. Todo mientras el tenaz Pepe nos narra su travesía mediante voz en off.
En entrevista, el director del documental Pepe nos cuenta cuáles fueron las decisiones que informaron su cinta.
El documental tiene esta escena en la que vemos un letrero de la Casa Nápoles que, de manera muy irónica, dice: “Por favor, no alimentar a los animales. Protejamos a los animales”. Pero creo que, si algo no estaba haciendo Pablo Escobar, al mandar traer estos animales (para su finca), por su excentricidad, es protegerlos. ¿Siempre fue tu intención manejar este tono irónico para retratar otro aspecto del ambientalismo?
Sí, entiendo la pregunta. Yo creo que, como latinoamericanos, nuestras realidades están llenas de ironías y de absurdos. Entonces, creo que mi trabajo, a veces, como realizador, a lo mejor se puede simplificar en decir: hay que ver una situación, una historia, un personaje, digamos, [y preguntarnos] qué emociones o qué figuras literarias o poéticas se construyen desde allí.
Yo creo que hay algo absurdo directamente en el origen de esta historia, porque Pablo Escobar yo creo que sería el primero que marca esa cultura de la excentricidad en los narcotraficantes, que de alguna u otra forma es otra cara del capitalismo puro y duro, y que también ejerce el Estado o sus élites políticas. Creo que el contrabando es el [lado] negativo del poder político económico de nuestros países desde la colonia. Entonces, esas historias de dominaciones son absurdas porque acaparan las vidas de las personas de una forma arbitraria, esa forma arbitraria de dominación.
A veces, nosotros los latinoamericanos hemos aprendido a reírnos sobre eso, pero nuestros ancestros africanos en el Caribe nos enseñaron a reírnos cuando realmente llorábamos. Al cambiar el llanto por la risa, [todo] se complejizaba. Entonces, para mí, por eso el humor es tan importante, porque es una forma de resistencia, de asumir el absurdo de las dominaciones.
Tengo entendido que una parte de la idea para esta película vino cuando tú en 2007 supiste, a través del trabajo de Camilo Restrepo (afamado artista visual colombiano), de un animal que asesinaron en el río Magdalena. Desde que te enteraste de este incidente, ¿qué tanto cambió tu idea para llegar a lo que vemos en pantalla? Y, por otra parte, ¿qué tanto acercamiento tuviste con Camilo para trabajar en esta película?
En realidad, Camilo no trabaja en la película, sino que cuando yo terminé una película que se llama Cocote (2017), terminé muy cansado. Yo siempre quise ir a Colombia. Tenía algunos amigos ahí y en distintas ciudades, y como no tenía el dinero para andar en hoteles y cosas así, me quedaba donde los amigos. Entonces me quedé en la casa de Camilo cuando conocí Medellín. Él tenía una escultura [de Pepe] en su sala y me contó la historia como salió en los periódicos, [o en internet]. Bastaba simplemente buscarlo y salían distintas cuestiones.
Pero cuando él me lo cuenta, tiene un error. Tiene un error biológico en su relato, porque él me dice que cuando un hipopótamo se pelea con el dominador –o sea, con el alfa– y pierde, él debe irse de la manada para encontrar otra. Lo exilian. Y lo que le pasó a este hipopótamo es que se fue exiliado en busca de otra manada sin saber que no existe, porque él no está en el continente africano, está en el continente americano. Pero cuando yo comienzo a investigar, me doy cuenta de que [lo que dijo Camilo] no es verdad, que en realidad los hipopótamos machos, cuando pierden la pelea, se van con una hembra y así es que ellos se expanden en el territorio. Entonces, así se van multiplicando. Eso es una idea completamente diferente. Es el crecimiento de una población desplazada que llega a través de un secuestro, ¿no? Como pasó con migrantes africanos o árabes, con plantas, vacas, burros o caballos.
Ese error biológico fue lo que me despertó. (…) Empecé a pensar en todas esas personas que han muerto en este continente sin saber realmente dónde estaban, por todas estas migraciones y la construcción de este mundo occidental que tenemos, que tiene su base en la colonización del continente americano. Luego ellos se van a expandir al mundo, pero digamos que hay una conquista de la América que va a marcar la pauta de dominación que hoy conocemos.
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¿Qué te atrae de la docuficción para contar este tipo de historias? ¿Por qué decidiste que tenía que ser una docuficción?
Comencé a estudiar cine formalmente cuando tenía 20 años, aunque ya a los 17 o 18 hacía cortos. Me gané una beca y me fui a estudiar a Buenos Aires porque en Dominicana no había escuela de cine. Para nuestra generación, la docuficción era lo peor que se podía decir porque la docuficción era un modelo mainstream de la televisión norteamericana. Me he dado cuenta de que no participo tanto del mundo del cine. Más bien, cuando hago una película, salgo a los festivales y veo lo que está pasando y todo eso. Pero en mi vida normal, aunque veo un montón de películas, estoy en otro mundo, casi no tengo amigos en el cine, para que tú entiendas.
Entonces, ahora que volví a salir al mundo con esta película, me encontré con que la palabra “docuficción” se había normalizado. Para mí, era un insulto decir que una película era una docuficción porque implicaba una cosa horrible de la televisión norteamericana de los 90 o principios de los 2000. Yo diría que, más que una docuficción –que, por Dios, no quisiera hacer nunca–, lo que realmente estoy haciendo es una ficción. Ante todo, mi película se constituye como una ficción, porque una definición rápida de ficción, digamos, es todo aquello que construye un verosímil en sí mismo, ¿verdad?
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Hay una discusión muy vieja de Godard en la cual todo es ficción y todo es documental al mismo tiempo. Y en todo caso, cuando uno filma algo, la imagen en sí misma guarda esa particularidad. (…) Te voy a poner un ejemplo: una imagen siempre es ficción y siempre es documental porque, cuando estamos filmando a un actor, estamos filmando al personaje de la película, pero también estamos filmando al actor que hace de ese personaje. Otro ejemplo es cómo se da el problema del tiempo en el cine. En el cine se da al mismo tiempo un tiempo que es directo, que es el tiempo de la toma, y también un tiempo que es construido en el montaje. El cine en sí mismo, o la imagen del cine o ese lenguaje al que nosotros llamamos cine, ya es un lenguaje que es un mutante que lleva en sí mismo dualidades, en vez de ser dicotómico. La docuficción lo vuelve dicotómico cuando en realidad hay una dualidad en la imagen en la que uno puede abrazar ese documento que se está pensando y, al mismo tiempo, se está creando una fábula, como en el caso de Pepe.
Otra de las conversaciones que creo que se pueden abrir con tu película es con respecto a las palabras y los idiomas. Me gusta mucho cómo Pepe comienza su viaje hablando en otro idioma, pero cuando ya está en Colombia, en otros pasajes de su vida, nos habla en español. ¿Cómo fue para ti difuminar esas líneas en el idioma?
Mira, yo vengo de un territorio muy oral, ¿no? Del Caribe. Tal vez ya no lo tengo tan marcado porque tengo la mitad de mi vida viviendo fuera, y la verdad es que cuando uno vive fuera, sobre todo en otros países hispanohablantes, uno se adapta una forma en la que nos podemos comunicar. Pero digo, el castellano dominicano es un castellano bastante lejos de la regla. Es algo que, por ejemplo, tú y yo podemos ir a un barrio y, a pesar de que yo te estoy hablando así, yo entiendo perfectamente todo lo que está pasando y tú no vas a entender absolutamente nada.
Entonces, la oralidad en el Caribe es maravillosa, porque la oralidad del Caribe es casi un créole. Es un créole y la invención del humor en el Caribe es la destrucción del lenguaje como nosotros lo conocemos. Es todo lo contrario a Colombia y México, que tienen un castellano bastante cercano a la regla. En el Caribe se destruyen las lenguas coloniales. Por ejemplo, en el Caribe francés directamente hay un créole.
Para mí, la oralidad con la cual yo trabajo es mi inspiración para pensar en el montaje. Cuando pienso en el montaje o en la idea de hacer significación en el montaje, no pienso en reglas narrativas. La oralidad caribeña, loca, disruptora, fuera de las reglas, es más inspiradora para mí que el arco del héroe.
Eso lo tomo de un gran pensador caribeño, para quien la oralidad no se contenta simplemente con describir los paisajes, sino que los construye al mismo tiempo. Por eso quise que Pepe abordara todos esos lenguajes que intervienen en ese hecho histórico. Entonces, él comienza hablando en Bukushu, que es el lenguaje predominante del río Cabango. Luego habla afrikáans. Afrikáans es una creolización del holandés con palabras bantúes. Se le habla afrikáans porque es el idioma que en ese territorio que hoy conocemos como Namibia fue el idioma del opresor y el que realmente colonizó a la mayoría de las tribus ahí. Y evidentemente, habla español o castellano porque llega a una América hispana.
Para mí, Pepe tenía que tener esa esquizofrenia que tiene el ser que, como todos nosotros, somos producto de un proceso de colonización.
Pepe ya está disponible en MUBI.
José Roberto Landaverde Me fascina escribir, escuchar, leer y comentar todo lo relacionado con el cine. Me encanta la música y soy fan de The Beatles, Fleetwood Mac y Paramore. Mis películas favoritas son Rocky y Back to the Future y obvio algún día subiré los “Philly Steps” y conduciré un DeLorean. Fiel creyente de que el cine es la mejor máquina teletransportadora, y también de que en la pantalla grande todos nos podemos ver representados.
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2024: Un año de musicales, sorpresas y grandes eventos
Se termina 2024, uno de los años más extraños y reveladores que la industria ha experimentado recientemente. Si bien, tuvimos los clásicos taquillazos que abarrotaron los cines (y agotaron palomeras coleccionables), también hubo fracasos que sacudieron a más de un estudio, polémicas capaces de convertir las redes sociales en un campo minado, y eventos que hicieron de este, un año inolvidable. Digamos adiós al 2024 con un repaso por aquellas películas y eventos que marcaron la agenda en los últimos meses.
Todo inició con la batalla final del llamado Barbenheimer. La temporada de premios se convirtió en el escenario perfecto para que Greta Gerwig (directora de Barbie) y Christopher Nolan (realizador de Oppenheimer) se hicieran presentes en casi todas las ceremonias de la industria. Aunque la taquilla favoreció a la muñeca, los premios le dieron la victoria al hombre que creó la bomba atómica. Entre vestidos rotos y números musicales de ensueño, Emma Stone (con su segundo Óscar) y Ryan Reynolds (interpretando I’m Just Ken) también hicieron historia.
Quienes sufrieron en la primera parte del año fueron, principalmente, Dakota Johnson y Henry Cavill. Ella se enfrentó a las burlas y los comentarios de Madame Web, pero él no se quedó atrás con la decepción de Argylle: Agente secreto. Al final, la película nos traicionó y demostró que Cavill no era el protagonista (como se vendió), pero el daño a su imagen (por un fracaso más) ya estaba hecho. Si todos los que le dan like a sus fotos sexys en redes pagaran un boleto para verlo en el cine, las cosas serían diferente.
Godzilla y Kong regresaron para partirse la cara (otra vez), asegurar otra película y dejarnos algunos memes. Melissa Barrera nos demostró en Abigail por qué su despido de Scream fue todo un error, y Zendaya no sólo montó gusanos de arena. Con Desafiantes hizo que el tenis le pareciera emocionante hasta a quienes no lo entienden.
También llegó el pánico. No, no se debió a ninguna pandemia (toquemos madera), sino a dos fracasos sorpresivos que dejaron temblando a más de uno. Por un lado, Ryan Gosling y sus increíbles stunts en Profesión peligro le importaron a muy pocos. Por el otro, Chris Hemsworth y Anya Taylor-Joy demostraron con Furiosa: De la saga Mad Max que las interacciones en redes sociales tampoco equivalen a boletos vendidos en el cine. La baja taquilla de Amigos imaginarios y El planeta de los simios: Nuevo reino también hizo que muchos se mordieran hasta la cutícula. El fin del cine como lo conocemos parecía inevitable.
O al menos eso creíamos… ya saben que los cinéfilos a veces somos un poquito dramáticos.
Will Smith regresó con otra cachetada, pero ahora con guante blanco y dirigida a todos quienes dudaron de su poder taquillero. La cuarta película de Bad Boys dio inicio a un junio de ensueño. Los cines se llenaron de gente, las palomitas y los nachos se vendieron como antes, hubo familias incómodas, salas atiborradas, empleados con cansancio y cara de pocos amigos. Todo eso que sucede cuando hay un éxito histórico.
Y sí, ese éxito histórico tiene nombre: Intensamente 2, que se convirtió en la película más taquillera en la historia de México. Entre personas que compartieron sus frustraciones con Riley o se sintieron identificados con sus ataques de ansiedad, nadie pudo escapar de dicho título.
Todos los que se alegraban por los fracasos de Marvel Studios se comieron sus palabras. Deadpool y Wolverine (su único estreno del año) arrasó en la taquilla y rompió récords para una película con clasificación para adultos. El cine basado en cómics no ofreció propuestas tan fuertes como otros años, pero aquellas que sí llegaron (Madame Web, Hellboy: The Crooked Man, Guasón 2 y Kraven El Cazador), pasaron con más pena que gloria. Hasta a Venom le costó alcanzar la taquilla de sus antecesoras.
Otro aspecto inolvidable es la avalancha de musicales que recibimos en los últimos 12 meses. Los mexicanos todavía coreábamos las canciones de Wonka (o al menos aquellas que no son tan olvidables) cuando Chicas pesadas llegó a la cartelera. De forma mañosa, Paramount Pictures ocultó que se trataba de un musical, y aunque el impacto fue nulo a comparación del éxito de 2024, muchos ya desearíamos sus $100 millones de dólares recaudados.
Algo curioso ocurrió con Guasón 2: Folie à Deux, pues a semanas del estreno nadie parecía tener claro si era un musical o no. Lady Gaga lo negó, Todd Phillips (director) lo confirmó, y el mundo entero lo odió. Vaya diferencia con Wicked, cuyas canciones hicieron de algunas salas (y la premiere en el Auditorio Nacional) toda una fiesta. Tristemente, las canciones de Moana 2 no le llegaron a los talones a las de su antecesora. Y para cerrar el año tenemos Mufasa: El rey león, con canciones de Lin-Manuel Miranda… y la promesa de arruinar lo que conocíamos sobre el padre de Simba.
Para los amantes del terror, Desaparecer por completo demostró que el cine mexicano podría ofrecer propuestas muy originales. Un Tarot de la muerte se encargó de llenar la pantalla con sangre, y Lupita Nyong’o (con un gato) se enfrentó al primer día de la invasión en Un lugar en silencio: Día uno. Nicolas Cage se convirtió en Longlegs, y Sonríe 2 nos demostró que las maldiciones también acechan a las cantantes. Incluso la saga Alien revivió con éxito. Ojalá MaXXXine hubiera corrido con la misma suerte.
México fue el país seleccionado para grandes eventos, y no necesariamente por esa “regla” que relaciona las visitas de los actores con una terrible calidad. En realidad, es porque nuestro país se ha convertido en una de las economías más importantes para la industria hollywoodense. El elenco de Duna: Parte dos provocó gritos, lágrimas (y malas preguntas del programa Venga la alegría) en su visita al Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Timothée Chalamet nos habló de futbol, se puso la playera de la Selección Mexicana y reafirmó por qué es uno de los favoritos del público.
Otras producciones siguieron los pasos de Duna: Parte dos, y así recibimos a los elencos de Furiosa: De la saga Mad Max, Bad Boys: Hasta la muerte, Beetlejuice Beetlejuice, Venom: El último baile y Wicked (al grito de ¡Ariana, hermana, ya eres mexicana!). Hasta Aaron Taylor-Johnson quiso cerrar el año en México, pues vino para presentar Kraven El Cazador, robarle suspiros a más de uno y despertar bajas pasiones en redes.
Por primera vez, la Comic-Con Experience (CCXP) celebró una de sus ediciones en México. Miles de fans se dieron cita para presumir su cosplay, comprar coleccionables, escuchar a sus artistas favoritos de cerca y sentirse parte de una comunidad. Sydney Sweeney promocionó Inmaculada, su más reciente película de terror. Los organizadores quedaron fascinados y ya anticipan una un espectacular regreso en 2025.
El Festival Internacional de Cine de Morelia también nos dejó otra edición para recordar. Nos visitaron Alfonso Cuarón, Rodrigo Prieto y hasta el enorme Francis Ford Coppola. Este último presentó Megalópolis, la vapuleada película que durante décadas quiso hacer y por fin lo logró. Es cierto que dicho título dejó a los espectadores confundidos, pero no tanto como los que se preguntaron qué demonios hacía la polémica Emilia Pérez (con su fallida representación de México) en el festival. Esperemos que, en 2025, más y más estrellas quieran visitar el país y no teman a los reporteros y conductores de Venga la alegría.
Fue un gran año para quienes gozan del cine mexicano y todas sus propuestas. José Eduardo Derbez consiguió su primer protagónico. Fiona Palomo y Alfonso Dosal nos estremecieron con Un actor malo, Osvaldo Benavides (sí, Nandito de María la del barrio) debutó como director con Noche de bodas, mientras que Rodrigo Prieto hizo lo mismo, pero con un clásico como Pedro Páramo. Firma aquí nos enseñó que el amor no debe ser perfecto, y Casi el paraíso convirtió al primer best seller mexicano en una película muy interesante. La querida Ana Serradilla también volvió, esta vez con una comedia sobre dos inseminaciones mal realizadas (Una pequeña confusión).
Isaac Ezban volvió a mezclar la fantasía, el horror y el drama familiar con Párvulos: Hijos del apocalipsis. Sujo, de Astrid Rondero y Fernanda Valadez emprendió el camino rumbo al Óscar, y Alonso Ruizpalacios impactó al público con La cocina, que lo llevó a conseguir una nominación en los Independent Spirit Awards. El ganador, al menos en cuanto a taquilla se refiere, fue Adrián Uribe con El candidato honesto. Esta es apenas la tercera película mexicana que supera los $100 millones de pesos (MDP) desde 2020.
Muchos podrán quejarse de Televisa a través de todos los medios posibles. Pero eso no evitó que La casa de los famosos México llegara a la conversación cinematográfica. A alguien se le ocurrió que la final de la segunda temporada se transmitiera en el cine, y los resultados fueron inquietantes: $1.97 MDP. Quizá a algunos no les parezca mucho, pero es más de lo que recaudaron 60 estrenos nacionales en todo el año. Muchos actores, analistas de la industria y directores sintieron más miedo con dicho dato que con Longlegs: Coleccionista de almas, Sonríe 2, o el acento de Selena Gomez en Emilia Pérez.
El año también será recordado por hacernos llorar… y mucho. Fue demoledor ver cómo Zac Efron perdió a casi toda su familia en Garra de hierro. Blake Lively y Justin Baldoni por poco y se avientan hasta los floreros en la filmación de Romper el círculo, pero vaya que conmovieron a millones de espectadores con la relación tóxica de sus personajes.
Muchos se identificaron con Demi Moore en La sustancia y su crisis frente al espejo. Otros tantos lloraron como bebés con la viudez de Andrew Garfield en El tiempo que tenemos. Pero si de “lágrimas sabrosas” hablamos, nada como el primer vuelo de Brillo en Robot salvaje o el primer abrazo de Elphaba y Glinda en Wicked. ¿Acaso no se siente bien dejar fluir nuestras emociones con un buen puño de palomitas como acompañamiento?
Ha llegado el momento de despedir el 2024, pero no podemos hacerlo sin mencionar todas esas propuestas que, sin esperarlo, se ganaron un lugar destacado. Ahí rondan un sanguinario payaso que rompió récords sin un gran distribuidor, Demi Moore con la actuación de su vida, Longlegs y su brillante marketing, Sydney Sweeney y Glen Powell derramando miel en Con todos menos contigo, y hasta Hugh Grant como un hereje perturbador.
¡Adiós, 2024! Y como dijeran en esa película que tiene tan en boga a Eugenio Derbez: ¡Hasta nos duele esa p*nche parte del cuerpo nada más de acordarnos de ti!
Juan José Cruz. Soy de los que siempre defendió a Robert Pattinson como Batman y puede ver la misma película en el cine hasta 7 veces. ¿Mi gusto culposo? El cine de terror de bajo presupuesto.
ues de anuncios individuales.
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Wicked deslumbra México: Ariana Grande, Cynthia Erivo y un mágico estreno en el Auditorio Nacional
La magia del mundo de Oz llegó a México con la espectacular premiere de la película Wicked en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. El evento, que se llevó a cabo el 11 de noviembre de 2024, reunió a fanáticos del musical y a destacadas personalidades del espectáculo, convirtiendo la alfombra amarilla en un desfile de talento y glamour.
Una alfombra amarilla llena de estrellas
La alfombra amarilla, decorada con elementos inspirados en el mágico mundo de Oz, recibió a las estrellas principales de la película. Ariana Grande, quien interpreta a Glinda, deslumbró con un vestido blanco que evocaba la elegancia de su personaje. Por su parte, Cynthia Erivo, en el papel de Elphaba, conquistó a los presentes con su energía y cercanía, firmando autógrafos y compartiendo momentos con los asistentes.
Jonathan Bailey, quien interpreta a Fiyero, también estuvo presente, añadiendo un toque de encanto británico al evento. Los actores se mostraron emocionados por la calurosa recepción del público mexicano, quienes abarrotaron el Auditorio Nacional desde tempranas horas.
Celebridades mexicanas y un toque de nostalgia
El evento contó con la presencia de Danna Paola y Ceci de la Cueva, quienes dejaron su huella en la versión teatral de Wicked en México. Ambas actrices expresaron su orgullo por formar parte de este proyecto, con Danna Paola prestando su voz para la versión en español de Elphaba. La cantante tuvo un emotivo encuentro con Ariana Grande, quien elogió su interpretación con las palabras: “Suenas hermoso”.
Un evento para la historia
La premiere no estuvo exenta de momentos de emoción. La multitudinaria asistencia generó momentos de caos cuando algunos fanáticos cruzaron las vallas de seguridad en su afán por acercarse a las estrellas. A pesar de ello, el evento se desarrolló con éxito, dejando a los asistentes con la promesa de una película que estará a la altura de las expectativas.
El impacto cultural de Wicked en México
Wicked no solo ha sido un fenómeno en Broadway, sino que ha dejado una profunda huella en México a través de sus adaptaciones teatrales. Ahora, con su salto al cine, la historia de Elphaba y Glinda promete conquistar una nueva generación de fanáticos.
Con una dirección magistral de Jon M. Chu y actuaciones memorables, Wicked se perfila como uno de los estrenos más importantes del año, y México tuvo el privilegio de ser parte de este mágico viaje.
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