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El baile de los 41: Una danza contra la homofobia
La luz de grandes veladoras parece ondear al ritmo de los danzantes que la rodean. Esa luz tenue y discreta acompaña el secretismo de la noche. Aquí, en el baile de los 41, se respiran aires de libertad. No importa que mañana todo deba volver a la normalidad. Da igual si, al salir el sol, los vestidos deben volver a sus escondites. Por un breve instante, “la moral y las buenas costumbres” ceden ante la felicidad de los presentes. A regañadientes, los dejan ser libres. Pero esa rectitud de la sociedad es cruel: en el clímax de la velada detiene abruptamente la música y cambia las notas musicales por el sonido del zapateo de la policía. Entre rifles e insultos, entre humillaciones y amenazas, los caballeros presentes saben que su vida ha terminado.
Han pasado casi 120 años desde aquella noche. Sin embargo, aún hay algo –o mucho– de ese México porfirista y homofóbico que decidió humillar públicamente a 41 hombres homosexuales para luego pretender que nada había pasado. “Hay muy poca información sobre este capítulo en la historia de nuestro país”, nos dice Alfonso Herrera (The Exorcist), el hombre detrás de Ignacio de la Torre, miembro de esta sociedad secreta y yerno de Porfirio Díaz; el número 42 de aquella velada. “[Lo ocurrido] es algo que el molde que rige la sociedad decidió meter en un baúl y trató de quitarle oxígeno”.
Pero el cine –siempre el cine– está ahí para explorar aquellas cosas que resultan incómodas. Y solo falta una pequeña molécula de oxígeno en esas historias para detonar un chispazo incendiario que nada ni nadie pueda ignorar.
«Creo que es absolutamente vigente retomar el baile de los 41”, nos dice el cineasta mexicano David Pablos, responsable de Las elegidas, ganadora a Mejor película en el Ariel 2016. “Como sociedad, no distamos tanto de lo que era el Porfiriato. Hay demasiadas cosas que no han cambiado. Sigue siendo un tema salir del clóset; para cualquier personalidad pública es difícil ‘exponerse’ y [a veces, es mejor] llevar una doble vida y esconderse.
Asimismo, el cineasta considera que la representación de la comunidad LGBT en la pantalla grande es esencial. «Eso es algo que, muy pocas veces, ha sucedido en el cine mexicano. Y además de una manera que sea bastante más compleja; que vaya más allá de los estereotipos y los clichés y donde se profundice de alguna forma. Para mí, es una necesidad contar una historia que, por tantos años, ha sido relegada y se ha convertido en un tabú”.
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Un baile para cuestionarlo todo
La orquesta se preparaba para la función. Frente a los músicos, un grupo numeroso de hombres se alistaba para el gran momento de la noche. Mientras unos se ajustaban un elegante frac, otros se acomodaban la fina joyería que adornaba los vestidos que portaban con orgullo. La fecha que el calendario indicaba era el 17 de noviembre; no de 1901 sino de 2019. Como una gran coincidencia, David Pablos recreó para su nueva película uno de los momentos más incómodos en la historia de México la misma noche en que tuvo lugar, más de 100 años atrás.
“Estábamos celebrando a estos hombres”, recuerda David, “y [lo hacíamos] sabiendo que, como sociedad, ya habíamos tomado ciertos pasos en la dirección correcta, y eso nos permitía estar en este proyecto. Me sentí muy afortunado”, explica el cineasta. Sin embargo, reconoce que el camino para llegar a este momento no fue fácil.
David sabía lo complejo que sería financiar una película de época. Pero no esperaba enfrentarse a obstáculos que uno podría asumir como parte del pasado. “Viví una cerrazón importante a la hora de levantar este proyecto y eso, en vez de hacerme desistir o que mermara mis fuerzas, se volvía un estímulo aún mayor.
«Si no nos querían apoyar por el tema [del que hablábamos], con mayor razón: era importantísimo que hiciéramos la película y que llegara a las pantallas. A mí me hubiera encantado ver una película como El baile de los 41 cuando tenía 15 años. Creo que hubiera hecho una diferencia importante en mi formación”.
A pesar de la adversidad, El baile de los 41 seguía materializándose frente a los ojos de su realizador. Él recuerda ahora a esos hombres con cariño. “Quedé enamorado de ellos”, nos dice. “Son rostros, energías, presencias que me encantan, que me emociona ver en en la pantalla. Yo quería un rango muy amplio de tipo de hombres y masculinidades. Para mí, gran parte del respeto a ellos está en mostrar las distintas formas en las que puedes expresar la homosexualidad y no encasillar. En los medios hay solo dos formas de ser gay y ya. No existe la diversidad. Y estos hombres representan lo opuesto. Son individuos muy peculiares, con personalidades fuertes e intensas. Retratarlos, filmarlos y ponerlos así en la pantalla era para dignificarlos. Toda la escena del baile y la preparación para ese momento están construidas con admiración y un profundo respeto.
«En esta sociedad tan machista, ellos van en contra de lo establecido para ‘ser hombre’. El vestirse de mujer e ir en contra de actitudes heteronormativas, representa un gran valor”.
Aquel baile, por obvias razones, se convirtió en la secuencia más compleja de toda la trama. Aquí ya no había temor a ser descubiertos, pero sí a que lo planeado no saliera a la perfección. “La música que aparece en la escena ya estaba compuesta antes de filmarla”, afirma David. “Era esencial tenerla antes porque me marcaba una pauta respecto a cómo filmarla. La música tiene una progresión y eso dictó lo mismo en términos visuales. La imagen empieza fuera de foco; luego a 124 cuadros, posteriormente a 48 y finalmente a 24 para pasar a una cámara sobre tripié y luego a mano. Digamos que hay toda una construcción visual que va de la mano con la música y el vals que ensayaron. Todo estaba coordinado para coincidir con ciertas frases musicales”.
Con 42 hombres en escena –la mitad vestidos con corset y portando maquillaje y pelucas– había un elemento más que dictó el ritmo de aquel día de rodaje. De la mano de Carolina Costa, su cinefotógrafa de cabecera, David decidió no usar iluminación artificial. El equipo de diseño de producción de la cinta –a cargo de Daniela Schneider (Monos)– fabricó velas especiales para acompañar la ocasión. Ahí había dos candelabros gigantes que manipularon a su antojo al elenco y a la producción de El baile de los 41. “Cada uno tenía 300 o 400 velas. Era una locura”, afirma David. “Tardábamos una hora en encenderlas. No podíamos darnos el lujo de perder una hora de rodaje. Las velas iluminaban 4 o 5 horas y todo se planeaba alrededor de en qué momento hay que resetear y volver a encenderlas”.
Emiliano Zurita (Cómo sobrevivir soltero) recuerda sentir un gran nerviosismo aquel día. A pesar de ello, el hombre detrás de Evaristo Rivas –amante de Ignacio de la Torre–, confiaba en que todo saldría a la perfección. “Desde el primer casting supe que era un proyecto que iba a ser increíble”, nos dice. «Conociendo los trabajos previos de David, sabía que lo iba a abordar desde un lado muy humano, sin miedo a enseñar las cosas bellas y terribles que pasan durante esta historia; una historia muy humana, que no pretende dar sermones ni lecciones, sino proyectar algo que forma parte de nuestra cultura y nuestra sociedad. Me enorgullece mucho que fue de esta manera. David tiene la habilidad de contar historias a través de cortes. [Aquí ves] una bella historia de amor entre dos hombres y luego cortas directo a la soledad que siente Amada Díaz, una mujer que también busca ser feliz, entiendes por qué la sociedad termina siendo el antagonista de esta historia”.
Amores unidos por el dolor
Amada toca el piano. La melancolía que permea su hogar no solo proviene de las teclas que presionan sus dedos. La hija de Porfirio Díaz ve cómo su matrimonio se desmorona entre sus manos. No sabe la razón pero lo intuye. El desprecio que su marido le expresa con sus palabras no es nada comparado con el que emana de su mirada. “Amada toca el piano por soledad”, nos dice Mabel Cadena (La diosa del asfalto), sobre el papel al que da vida en esta cinta. “Toca el piano por desamor, por dolor y por ausencia”. Para la actriz, entender esta soledad la llevó a conectar con Amada. “En un mundo irracional en donde uno pierde la cordura cuando no puede tener lo que quiere. Y cuando no puedes tener lo que quieres, dejas de ser víctima y pasas a ser un sobreviviente. Para serlo, a veces, uno hace locuras y eso vuelve tan compleja a Amada”.
Sin embargo, Mabel tenía una certeza sobre este rol tan demandante: no quería darle vida a una mujer homofóbica. Para ella, la cinta escrita por Mónika Revilla (Alguien tiene que morir; Juana Inés) «ya se iba a encargar de señalar muchas cosas y yo quería construir a una mujer que partió de una ilusión y terminó con su vida rota», nos comparte.
«Yo encontré mi fortaleza en El baile de los 41 el primer día de rodaje. Antes tuve mucho miedo por los retos que implicaba. Soy alguien a quien le gusta entregarse y Amada Díaz me retó todo el tiempo. Pero en el día 1 de rodaje, cuando me cubrieron de capas y capas de ropa, y me encerraron casi todo el tiempo en una casa, encontré mi fortaleza en su soledad”.
En este microcosmos de miradas reveladoras, Mabel encontró también un gran apoyo en los ojos de su coprotagonista. “Estuviera o no a cuadro, Alfonso Herrera siempre estuvo detrás de la cámara para darme sus miradas, para compartirme sus intenciones, y ayudarme a generar todo esto. Cuando tienes un director que explora contigo otras posibilidades, cuando tienes a un actor que te está dando sus ojos para darte réplica y crear una vida juntos, sin duda los resultados son los que se pueden ver en pantalla”.
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Un baile contra la censura
Por décadas, los pasos de baile del cine mexicano eran marcados por la tiranía de la censura. No ha pasado tanto desde que se terminaron aquellas épocas donde una historia corría el riesgo de ser enlatada indefinidamente por retratar temáticas polémicas o confrontativas. Hoy hay otros tipos de censura: desde aquella que se genera cuando se rechaza el apoyo a un proyecto, cuando se decide no programar una historia en cartelera o cuando las autoridades delimitan el público que podrá ver cierta película.
El baile de los 41 llega a los cines del país con una clasificación C, apta únicamente para mayores de 18 años. Al consultar a la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC), la dependencia de la Secretaría de Gobernación afirma que las razones por las que la película fue considerada para su clasificación C “se encuentran fundamentalmente en la presencia de imágenes con contenidos sexuales explícitos (masculinos y femeninos), detallados, en primer plano y con larga duración, especialmente en la secuencia que da origen al título y tema central de la película”.
“Estamos sorprendidos de la clasificación pero a la vez no”, nos dice Emiliano Zurita. “Esa clasificación habla más bien de que la sociedad no ha cambiado mucho en estos 120 años. Y justo por eso es muy necesario que mucha gente vea la película y genere conversaciones; incómodas para algunas, pero que finalmente nos dejará ir cambiando lo que se nos hace normal en la sociedad”.
Alfonso, por su parte, afirma: “Cuando hice Sense8, Lana Wachowski constantemente hablaba de la manera en que hemos normalizado a los cuerpos femeninos desnudos en la pantalla y cómo nos escandaliza ver a dos hombres tomados de la mano o besándose. Pero no nos asusta la violencia explícita.
«Ahora en las salas de cine hay una película que tiene una violencia explícita pero tiene una clasificación B15 versus esta película que muestra una masculinidad contundente, que muestra una historia de amor entre dos hombres y tiene una clasificación C”.
Los criterios de RTC sobre la clasificación B15 se refieren a cintas que, si bien presentan violencia, “ésta no es extrema y puede estar vinculada con conductas sexuales sugeridas, señalando las consecuencias negativas de su vinculación. Puede haber erotismo y escenas sexuales implícitas, ambos en un contexto no degradante. Las escenas sexuales no son frecuentes ni de larga duración. Cuando se presenta desnudez, es esporádica, sin acercamiento a los genitales de los actores y en un contexto no humillante”.
En una cartelera donde todavía figura Nuevo orden, de Michel Franco –la cual incluye distintas escenas de tortura y humillación sexual por parte del Ejército–, sorprende la asignación a El baile de los 41 como una cinta apta únicamente para mayores de edad. “Y esta clasificación sólo nos habla de la necesidad de esta película”, afirma Mabel Cadena. “De permitir a los seres humanos ser más libres, de amar a quien se nos pegue la gana, sin clasificarnos y sin tener que escondernos. Creo que es un gran momento para, otra vez, retomar nuestro pasado, revisar la historia, nuestro presente y transformar nuestro futuro. No podemos seguir caminando hacia el mismo lugar de hace 100 o 200 años. Como sociedad sí hemos dado pasos en la lucha y en los derechos, pero no en el pensamiento. ¿Qué tipo de programadores tenemos en México? ¿Quienes son los que toman estas decisiones?«
Para David Pablos, “la clasificación se vuelve totalmente desproporcionada cuando se compara con otras películas con un contenido mucho más explícito y violento, actualmente en cartelera. Creo que hay una falta de congruencia en esa decisión.
«Me sorprende que sean mucho más censurables los desnudos masculinos, los actos amorosos entre hombres, que la violencia explícita. Y eso habla mucho del país y de la realidad en que vivimos. Aquí, la violencia está tan normalizada y mediatizada que ya ni siquiera es un tema. Es algo que simplemente no entiendo”.
Un baile en su honor
La noche del 17 de noviembre de 1901, un grupo de 42 hombres se disponía a celebrar en secreto su libertad. Unas horas más tarde, cuando el reloj marcaba las tres de la mañana, su vida terminó. Uno de ellos fue “salvado” por su cercanía al presidente. El resto pagó las consecuencias. «41 maricones fueron encontrados en un baile en la calle de la Paz», se leía en un periódico de la época, acompañado por un grabado de José Guadalupe Posada. «Cuarenta y un lagartijos, disfrazados la mitad de simpáticas muchachas», decía la hoja. «La otra mitad con su traje, es decir de masculinos, gozaban al estrechar a los famosos jotitos«. Luego de la redada, vino la condena pública y un linchamiento que terminó en un destino incierto.
El 17 de noviembre, pero de 2020, las coreografías no ejecutadas de aquella noche finalmente pudieron brillar. No fue en una pista sino en la pantalla grande. No hubo brindis pero sí muchos aplausos. La fiesta llegó tarde. 119 años, para ser precisos. Sin embargo, aquella noche, el baile de los 41 finalmente se pudo celebrar. Y se hizo en grande. Con una alfombra roja y con la esperanza de que aquello nunca más vuelva a pasar…
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en este documental, un hipopótamo narra la crisis ambiental provocada por Pablo Escobar
Desde mediados de la década de los 80, Colombia enfrenta una peculiar crisis ambiental. Resulta que, un día, al conocido narcotraficante Pablo Escobar se le ocurrió que, en su zoológico privado, ubicado dentro de la finca apodada como Casa Nápoles, faltaban ejemplares de una especie: hipopótamos. Así, mandó traer a su tierra, primero desde África y después desde Estados Unidos, a cuatro de estos animales. Lo que él no imaginaba era que dos de ellos escaparían de la finca y se reproducirían, iniciando una sobrepoblación incontrolable.
Hoy ya son más de 170 hipopótamos los que rondan por el territorio colombiano, y la realidad es que su estancia en la región preocupa no sólo por el bienestar de los pobladores de las áreas cercanas al río Magdalena, donde los animales prefieren estar, sino porque no se tienen los recursos necesarios para que vivan ahí. Ante las llamadas a la acción, las autoridades no escuchan. Y los migrantes de cuatro patas y grandes mandíbulas siguen ahí. Ese es su nuevo hogar, aunque no lo hayan elegido.
Si bien la situación no se ha atendido de la debida forma, en 2007 sucedió algo que puso la problemática bajo el foco público, pues un grupo de cazadores asesinó a uno de estos hipopótamos traficados para satisfacer una personalidad estrafalaria. La prensa se encargó de darle un nombre al animal: Pepe.
El cineasta dominicano Nelson Carlo de los Santos Arias se enteró de esta historia y se puso manos a la obra para trasladarla a la pantalla. El resultado es en partes iguales una sátira del capitalismo y de los absurdos de las excentricidades, además de un ejercicio de estilo que derriba las barreras entre el documental y la ficción. Todo mientras el tenaz Pepe nos narra su travesía mediante voz en off.
En entrevista, el director del documental Pepe nos cuenta cuáles fueron las decisiones que informaron su cinta.
El documental tiene esta escena en la que vemos un letrero de la Casa Nápoles que, de manera muy irónica, dice: “Por favor, no alimentar a los animales. Protejamos a los animales”. Pero creo que, si algo no estaba haciendo Pablo Escobar, al mandar traer estos animales (para su finca), por su excentricidad, es protegerlos. ¿Siempre fue tu intención manejar este tono irónico para retratar otro aspecto del ambientalismo?
Sí, entiendo la pregunta. Yo creo que, como latinoamericanos, nuestras realidades están llenas de ironías y de absurdos. Entonces, creo que mi trabajo, a veces, como realizador, a lo mejor se puede simplificar en decir: hay que ver una situación, una historia, un personaje, digamos, [y preguntarnos] qué emociones o qué figuras literarias o poéticas se construyen desde allí.
Yo creo que hay algo absurdo directamente en el origen de esta historia, porque Pablo Escobar yo creo que sería el primero que marca esa cultura de la excentricidad en los narcotraficantes, que de alguna u otra forma es otra cara del capitalismo puro y duro, y que también ejerce el Estado o sus élites políticas. Creo que el contrabando es el [lado] negativo del poder político económico de nuestros países desde la colonia. Entonces, esas historias de dominaciones son absurdas porque acaparan las vidas de las personas de una forma arbitraria, esa forma arbitraria de dominación.
A veces, nosotros los latinoamericanos hemos aprendido a reírnos sobre eso, pero nuestros ancestros africanos en el Caribe nos enseñaron a reírnos cuando realmente llorábamos. Al cambiar el llanto por la risa, [todo] se complejizaba. Entonces, para mí, por eso el humor es tan importante, porque es una forma de resistencia, de asumir el absurdo de las dominaciones.
Tengo entendido que una parte de la idea para esta película vino cuando tú en 2007 supiste, a través del trabajo de Camilo Restrepo (afamado artista visual colombiano), de un animal que asesinaron en el río Magdalena. Desde que te enteraste de este incidente, ¿qué tanto cambió tu idea para llegar a lo que vemos en pantalla? Y, por otra parte, ¿qué tanto acercamiento tuviste con Camilo para trabajar en esta película?
En realidad, Camilo no trabaja en la película, sino que cuando yo terminé una película que se llama Cocote (2017), terminé muy cansado. Yo siempre quise ir a Colombia. Tenía algunos amigos ahí y en distintas ciudades, y como no tenía el dinero para andar en hoteles y cosas así, me quedaba donde los amigos. Entonces me quedé en la casa de Camilo cuando conocí Medellín. Él tenía una escultura [de Pepe] en su sala y me contó la historia como salió en los periódicos, [o en internet]. Bastaba simplemente buscarlo y salían distintas cuestiones.
Pero cuando él me lo cuenta, tiene un error. Tiene un error biológico en su relato, porque él me dice que cuando un hipopótamo se pelea con el dominador –o sea, con el alfa– y pierde, él debe irse de la manada para encontrar otra. Lo exilian. Y lo que le pasó a este hipopótamo es que se fue exiliado en busca de otra manada sin saber que no existe, porque él no está en el continente africano, está en el continente americano. Pero cuando yo comienzo a investigar, me doy cuenta de que [lo que dijo Camilo] no es verdad, que en realidad los hipopótamos machos, cuando pierden la pelea, se van con una hembra y así es que ellos se expanden en el territorio. Entonces, así se van multiplicando. Eso es una idea completamente diferente. Es el crecimiento de una población desplazada que llega a través de un secuestro, ¿no? Como pasó con migrantes africanos o árabes, con plantas, vacas, burros o caballos.
Ese error biológico fue lo que me despertó. (…) Empecé a pensar en todas esas personas que han muerto en este continente sin saber realmente dónde estaban, por todas estas migraciones y la construcción de este mundo occidental que tenemos, que tiene su base en la colonización del continente americano. Luego ellos se van a expandir al mundo, pero digamos que hay una conquista de la América que va a marcar la pauta de dominación que hoy conocemos.
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¿Qué te atrae de la docuficción para contar este tipo de historias? ¿Por qué decidiste que tenía que ser una docuficción?
Comencé a estudiar cine formalmente cuando tenía 20 años, aunque ya a los 17 o 18 hacía cortos. Me gané una beca y me fui a estudiar a Buenos Aires porque en Dominicana no había escuela de cine. Para nuestra generación, la docuficción era lo peor que se podía decir porque la docuficción era un modelo mainstream de la televisión norteamericana. Me he dado cuenta de que no participo tanto del mundo del cine. Más bien, cuando hago una película, salgo a los festivales y veo lo que está pasando y todo eso. Pero en mi vida normal, aunque veo un montón de películas, estoy en otro mundo, casi no tengo amigos en el cine, para que tú entiendas.
Entonces, ahora que volví a salir al mundo con esta película, me encontré con que la palabra “docuficción” se había normalizado. Para mí, era un insulto decir que una película era una docuficción porque implicaba una cosa horrible de la televisión norteamericana de los 90 o principios de los 2000. Yo diría que, más que una docuficción –que, por Dios, no quisiera hacer nunca–, lo que realmente estoy haciendo es una ficción. Ante todo, mi película se constituye como una ficción, porque una definición rápida de ficción, digamos, es todo aquello que construye un verosímil en sí mismo, ¿verdad?
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Hay una discusión muy vieja de Godard en la cual todo es ficción y todo es documental al mismo tiempo. Y en todo caso, cuando uno filma algo, la imagen en sí misma guarda esa particularidad. (…) Te voy a poner un ejemplo: una imagen siempre es ficción y siempre es documental porque, cuando estamos filmando a un actor, estamos filmando al personaje de la película, pero también estamos filmando al actor que hace de ese personaje. Otro ejemplo es cómo se da el problema del tiempo en el cine. En el cine se da al mismo tiempo un tiempo que es directo, que es el tiempo de la toma, y también un tiempo que es construido en el montaje. El cine en sí mismo, o la imagen del cine o ese lenguaje al que nosotros llamamos cine, ya es un lenguaje que es un mutante que lleva en sí mismo dualidades, en vez de ser dicotómico. La docuficción lo vuelve dicotómico cuando en realidad hay una dualidad en la imagen en la que uno puede abrazar ese documento que se está pensando y, al mismo tiempo, se está creando una fábula, como en el caso de Pepe.
Otra de las conversaciones que creo que se pueden abrir con tu película es con respecto a las palabras y los idiomas. Me gusta mucho cómo Pepe comienza su viaje hablando en otro idioma, pero cuando ya está en Colombia, en otros pasajes de su vida, nos habla en español. ¿Cómo fue para ti difuminar esas líneas en el idioma?
Mira, yo vengo de un territorio muy oral, ¿no? Del Caribe. Tal vez ya no lo tengo tan marcado porque tengo la mitad de mi vida viviendo fuera, y la verdad es que cuando uno vive fuera, sobre todo en otros países hispanohablantes, uno se adapta una forma en la que nos podemos comunicar. Pero digo, el castellano dominicano es un castellano bastante lejos de la regla. Es algo que, por ejemplo, tú y yo podemos ir a un barrio y, a pesar de que yo te estoy hablando así, yo entiendo perfectamente todo lo que está pasando y tú no vas a entender absolutamente nada.
Entonces, la oralidad en el Caribe es maravillosa, porque la oralidad del Caribe es casi un créole. Es un créole y la invención del humor en el Caribe es la destrucción del lenguaje como nosotros lo conocemos. Es todo lo contrario a Colombia y México, que tienen un castellano bastante cercano a la regla. En el Caribe se destruyen las lenguas coloniales. Por ejemplo, en el Caribe francés directamente hay un créole.
Para mí, la oralidad con la cual yo trabajo es mi inspiración para pensar en el montaje. Cuando pienso en el montaje o en la idea de hacer significación en el montaje, no pienso en reglas narrativas. La oralidad caribeña, loca, disruptora, fuera de las reglas, es más inspiradora para mí que el arco del héroe.
Eso lo tomo de un gran pensador caribeño, para quien la oralidad no se contenta simplemente con describir los paisajes, sino que los construye al mismo tiempo. Por eso quise que Pepe abordara todos esos lenguajes que intervienen en ese hecho histórico. Entonces, él comienza hablando en Bukushu, que es el lenguaje predominante del río Cabango. Luego habla afrikáans. Afrikáans es una creolización del holandés con palabras bantúes. Se le habla afrikáans porque es el idioma que en ese territorio que hoy conocemos como Namibia fue el idioma del opresor y el que realmente colonizó a la mayoría de las tribus ahí. Y evidentemente, habla español o castellano porque llega a una América hispana.
Para mí, Pepe tenía que tener esa esquizofrenia que tiene el ser que, como todos nosotros, somos producto de un proceso de colonización.
Pepe ya está disponible en MUBI.
José Roberto Landaverde Me fascina escribir, escuchar, leer y comentar todo lo relacionado con el cine. Me encanta la música y soy fan de The Beatles, Fleetwood Mac y Paramore. Mis películas favoritas son Rocky y Back to the Future y obvio algún día subiré los “Philly Steps” y conduciré un DeLorean. Fiel creyente de que el cine es la mejor máquina teletransportadora, y también de que en la pantalla grande todos nos podemos ver representados.
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2024: Un año de musicales, sorpresas y grandes eventos
Se termina 2024, uno de los años más extraños y reveladores que la industria ha experimentado recientemente. Si bien, tuvimos los clásicos taquillazos que abarrotaron los cines (y agotaron palomeras coleccionables), también hubo fracasos que sacudieron a más de un estudio, polémicas capaces de convertir las redes sociales en un campo minado, y eventos que hicieron de este, un año inolvidable. Digamos adiós al 2024 con un repaso por aquellas películas y eventos que marcaron la agenda en los últimos meses.
Todo inició con la batalla final del llamado Barbenheimer. La temporada de premios se convirtió en el escenario perfecto para que Greta Gerwig (directora de Barbie) y Christopher Nolan (realizador de Oppenheimer) se hicieran presentes en casi todas las ceremonias de la industria. Aunque la taquilla favoreció a la muñeca, los premios le dieron la victoria al hombre que creó la bomba atómica. Entre vestidos rotos y números musicales de ensueño, Emma Stone (con su segundo Óscar) y Ryan Reynolds (interpretando I’m Just Ken) también hicieron historia.
Quienes sufrieron en la primera parte del año fueron, principalmente, Dakota Johnson y Henry Cavill. Ella se enfrentó a las burlas y los comentarios de Madame Web, pero él no se quedó atrás con la decepción de Argylle: Agente secreto. Al final, la película nos traicionó y demostró que Cavill no era el protagonista (como se vendió), pero el daño a su imagen (por un fracaso más) ya estaba hecho. Si todos los que le dan like a sus fotos sexys en redes pagaran un boleto para verlo en el cine, las cosas serían diferente.
Godzilla y Kong regresaron para partirse la cara (otra vez), asegurar otra película y dejarnos algunos memes. Melissa Barrera nos demostró en Abigail por qué su despido de Scream fue todo un error, y Zendaya no sólo montó gusanos de arena. Con Desafiantes hizo que el tenis le pareciera emocionante hasta a quienes no lo entienden.
También llegó el pánico. No, no se debió a ninguna pandemia (toquemos madera), sino a dos fracasos sorpresivos que dejaron temblando a más de uno. Por un lado, Ryan Gosling y sus increíbles stunts en Profesión peligro le importaron a muy pocos. Por el otro, Chris Hemsworth y Anya Taylor-Joy demostraron con Furiosa: De la saga Mad Max que las interacciones en redes sociales tampoco equivalen a boletos vendidos en el cine. La baja taquilla de Amigos imaginarios y El planeta de los simios: Nuevo reino también hizo que muchos se mordieran hasta la cutícula. El fin del cine como lo conocemos parecía inevitable.
O al menos eso creíamos… ya saben que los cinéfilos a veces somos un poquito dramáticos.
Will Smith regresó con otra cachetada, pero ahora con guante blanco y dirigida a todos quienes dudaron de su poder taquillero. La cuarta película de Bad Boys dio inicio a un junio de ensueño. Los cines se llenaron de gente, las palomitas y los nachos se vendieron como antes, hubo familias incómodas, salas atiborradas, empleados con cansancio y cara de pocos amigos. Todo eso que sucede cuando hay un éxito histórico.
Y sí, ese éxito histórico tiene nombre: Intensamente 2, que se convirtió en la película más taquillera en la historia de México. Entre personas que compartieron sus frustraciones con Riley o se sintieron identificados con sus ataques de ansiedad, nadie pudo escapar de dicho título.
Todos los que se alegraban por los fracasos de Marvel Studios se comieron sus palabras. Deadpool y Wolverine (su único estreno del año) arrasó en la taquilla y rompió récords para una película con clasificación para adultos. El cine basado en cómics no ofreció propuestas tan fuertes como otros años, pero aquellas que sí llegaron (Madame Web, Hellboy: The Crooked Man, Guasón 2 y Kraven El Cazador), pasaron con más pena que gloria. Hasta a Venom le costó alcanzar la taquilla de sus antecesoras.
Otro aspecto inolvidable es la avalancha de musicales que recibimos en los últimos 12 meses. Los mexicanos todavía coreábamos las canciones de Wonka (o al menos aquellas que no son tan olvidables) cuando Chicas pesadas llegó a la cartelera. De forma mañosa, Paramount Pictures ocultó que se trataba de un musical, y aunque el impacto fue nulo a comparación del éxito de 2024, muchos ya desearíamos sus $100 millones de dólares recaudados.
Algo curioso ocurrió con Guasón 2: Folie à Deux, pues a semanas del estreno nadie parecía tener claro si era un musical o no. Lady Gaga lo negó, Todd Phillips (director) lo confirmó, y el mundo entero lo odió. Vaya diferencia con Wicked, cuyas canciones hicieron de algunas salas (y la premiere en el Auditorio Nacional) toda una fiesta. Tristemente, las canciones de Moana 2 no le llegaron a los talones a las de su antecesora. Y para cerrar el año tenemos Mufasa: El rey león, con canciones de Lin-Manuel Miranda… y la promesa de arruinar lo que conocíamos sobre el padre de Simba.
Para los amantes del terror, Desaparecer por completo demostró que el cine mexicano podría ofrecer propuestas muy originales. Un Tarot de la muerte se encargó de llenar la pantalla con sangre, y Lupita Nyong’o (con un gato) se enfrentó al primer día de la invasión en Un lugar en silencio: Día uno. Nicolas Cage se convirtió en Longlegs, y Sonríe 2 nos demostró que las maldiciones también acechan a las cantantes. Incluso la saga Alien revivió con éxito. Ojalá MaXXXine hubiera corrido con la misma suerte.
México fue el país seleccionado para grandes eventos, y no necesariamente por esa “regla” que relaciona las visitas de los actores con una terrible calidad. En realidad, es porque nuestro país se ha convertido en una de las economías más importantes para la industria hollywoodense. El elenco de Duna: Parte dos provocó gritos, lágrimas (y malas preguntas del programa Venga la alegría) en su visita al Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Timothée Chalamet nos habló de futbol, se puso la playera de la Selección Mexicana y reafirmó por qué es uno de los favoritos del público.
Otras producciones siguieron los pasos de Duna: Parte dos, y así recibimos a los elencos de Furiosa: De la saga Mad Max, Bad Boys: Hasta la muerte, Beetlejuice Beetlejuice, Venom: El último baile y Wicked (al grito de ¡Ariana, hermana, ya eres mexicana!). Hasta Aaron Taylor-Johnson quiso cerrar el año en México, pues vino para presentar Kraven El Cazador, robarle suspiros a más de uno y despertar bajas pasiones en redes.
Por primera vez, la Comic-Con Experience (CCXP) celebró una de sus ediciones en México. Miles de fans se dieron cita para presumir su cosplay, comprar coleccionables, escuchar a sus artistas favoritos de cerca y sentirse parte de una comunidad. Sydney Sweeney promocionó Inmaculada, su más reciente película de terror. Los organizadores quedaron fascinados y ya anticipan una un espectacular regreso en 2025.
El Festival Internacional de Cine de Morelia también nos dejó otra edición para recordar. Nos visitaron Alfonso Cuarón, Rodrigo Prieto y hasta el enorme Francis Ford Coppola. Este último presentó Megalópolis, la vapuleada película que durante décadas quiso hacer y por fin lo logró. Es cierto que dicho título dejó a los espectadores confundidos, pero no tanto como los que se preguntaron qué demonios hacía la polémica Emilia Pérez (con su fallida representación de México) en el festival. Esperemos que, en 2025, más y más estrellas quieran visitar el país y no teman a los reporteros y conductores de Venga la alegría.
Fue un gran año para quienes gozan del cine mexicano y todas sus propuestas. José Eduardo Derbez consiguió su primer protagónico. Fiona Palomo y Alfonso Dosal nos estremecieron con Un actor malo, Osvaldo Benavides (sí, Nandito de María la del barrio) debutó como director con Noche de bodas, mientras que Rodrigo Prieto hizo lo mismo, pero con un clásico como Pedro Páramo. Firma aquí nos enseñó que el amor no debe ser perfecto, y Casi el paraíso convirtió al primer best seller mexicano en una película muy interesante. La querida Ana Serradilla también volvió, esta vez con una comedia sobre dos inseminaciones mal realizadas (Una pequeña confusión).
Isaac Ezban volvió a mezclar la fantasía, el horror y el drama familiar con Párvulos: Hijos del apocalipsis. Sujo, de Astrid Rondero y Fernanda Valadez emprendió el camino rumbo al Óscar, y Alonso Ruizpalacios impactó al público con La cocina, que lo llevó a conseguir una nominación en los Independent Spirit Awards. El ganador, al menos en cuanto a taquilla se refiere, fue Adrián Uribe con El candidato honesto. Esta es apenas la tercera película mexicana que supera los $100 millones de pesos (MDP) desde 2020.
Muchos podrán quejarse de Televisa a través de todos los medios posibles. Pero eso no evitó que La casa de los famosos México llegara a la conversación cinematográfica. A alguien se le ocurrió que la final de la segunda temporada se transmitiera en el cine, y los resultados fueron inquietantes: $1.97 MDP. Quizá a algunos no les parezca mucho, pero es más de lo que recaudaron 60 estrenos nacionales en todo el año. Muchos actores, analistas de la industria y directores sintieron más miedo con dicho dato que con Longlegs: Coleccionista de almas, Sonríe 2, o el acento de Selena Gomez en Emilia Pérez.
El año también será recordado por hacernos llorar… y mucho. Fue demoledor ver cómo Zac Efron perdió a casi toda su familia en Garra de hierro. Blake Lively y Justin Baldoni por poco y se avientan hasta los floreros en la filmación de Romper el círculo, pero vaya que conmovieron a millones de espectadores con la relación tóxica de sus personajes.
Muchos se identificaron con Demi Moore en La sustancia y su crisis frente al espejo. Otros tantos lloraron como bebés con la viudez de Andrew Garfield en El tiempo que tenemos. Pero si de “lágrimas sabrosas” hablamos, nada como el primer vuelo de Brillo en Robot salvaje o el primer abrazo de Elphaba y Glinda en Wicked. ¿Acaso no se siente bien dejar fluir nuestras emociones con un buen puño de palomitas como acompañamiento?
Ha llegado el momento de despedir el 2024, pero no podemos hacerlo sin mencionar todas esas propuestas que, sin esperarlo, se ganaron un lugar destacado. Ahí rondan un sanguinario payaso que rompió récords sin un gran distribuidor, Demi Moore con la actuación de su vida, Longlegs y su brillante marketing, Sydney Sweeney y Glen Powell derramando miel en Con todos menos contigo, y hasta Hugh Grant como un hereje perturbador.
¡Adiós, 2024! Y como dijeran en esa película que tiene tan en boga a Eugenio Derbez: ¡Hasta nos duele esa p*nche parte del cuerpo nada más de acordarnos de ti!
Juan José Cruz. Soy de los que siempre defendió a Robert Pattinson como Batman y puede ver la misma película en el cine hasta 7 veces. ¿Mi gusto culposo? El cine de terror de bajo presupuesto.
ues de anuncios individuales.
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Actualidad
Wicked deslumbra México: Ariana Grande, Cynthia Erivo y un mágico estreno en el Auditorio Nacional
La magia del mundo de Oz llegó a México con la espectacular premiere de la película Wicked en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. El evento, que se llevó a cabo el 11 de noviembre de 2024, reunió a fanáticos del musical y a destacadas personalidades del espectáculo, convirtiendo la alfombra amarilla en un desfile de talento y glamour.
Una alfombra amarilla llena de estrellas
La alfombra amarilla, decorada con elementos inspirados en el mágico mundo de Oz, recibió a las estrellas principales de la película. Ariana Grande, quien interpreta a Glinda, deslumbró con un vestido blanco que evocaba la elegancia de su personaje. Por su parte, Cynthia Erivo, en el papel de Elphaba, conquistó a los presentes con su energía y cercanía, firmando autógrafos y compartiendo momentos con los asistentes.
Jonathan Bailey, quien interpreta a Fiyero, también estuvo presente, añadiendo un toque de encanto británico al evento. Los actores se mostraron emocionados por la calurosa recepción del público mexicano, quienes abarrotaron el Auditorio Nacional desde tempranas horas.
Celebridades mexicanas y un toque de nostalgia
El evento contó con la presencia de Danna Paola y Ceci de la Cueva, quienes dejaron su huella en la versión teatral de Wicked en México. Ambas actrices expresaron su orgullo por formar parte de este proyecto, con Danna Paola prestando su voz para la versión en español de Elphaba. La cantante tuvo un emotivo encuentro con Ariana Grande, quien elogió su interpretación con las palabras: “Suenas hermoso”.
Un evento para la historia
La premiere no estuvo exenta de momentos de emoción. La multitudinaria asistencia generó momentos de caos cuando algunos fanáticos cruzaron las vallas de seguridad en su afán por acercarse a las estrellas. A pesar de ello, el evento se desarrolló con éxito, dejando a los asistentes con la promesa de una película que estará a la altura de las expectativas.
El impacto cultural de Wicked en México
Wicked no solo ha sido un fenómeno en Broadway, sino que ha dejado una profunda huella en México a través de sus adaptaciones teatrales. Ahora, con su salto al cine, la historia de Elphaba y Glinda promete conquistar una nueva generación de fanáticos.
Con una dirección magistral de Jon M. Chu y actuaciones memorables, Wicked se perfila como uno de los estrenos más importantes del año, y México tuvo el privilegio de ser parte de este mágico viaje.
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