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La guerra comercial entre Estados Unidos y China está teniendo una víctima inesperada: los árboles de Navidad

A las puertas de Semana Santa y con medio país pendiente del cielo, en España casi nadie (ni Abel Caballero) piensa en las Navidades. En China la cosa es distinta. Allí las factorías que se dedican a fabricar los adornos y árboles que decoran cada diciembre los hogares de EEUU deberían estar recibiendo ya unos pedidos que no acaban de llegar. Y en la industria hay pocas dudas de cuál es el motivo: la guerra comercial que ha elevado hasta el 145% (si se tiene en cuenta el 20% aplicado por la exportación de precursores del fentanilo) las tasas a las importaciones chinas.
Lo que está menos claro es… ¿Qué ocurrirá en Navidad?
¿Dónde están los pedidos? Esa es la pregunta que se están haciendo las empresas chinas que se dedican a fabricar adornos y árboles de Navidad. Sí, estamos aún a principios de abril; pero en condiciones normales deberían estar recibiendo los pedidos de sus clientes estadounidenses. Y no es así.
La noticia la avanzaba ayer la agencia Reuters, que ha hablado con la administradora de una fábrica de árboles de Navidad de Jinhua que incluso ha visto cómo uno de sus socios del otro lado del Pacífico suspendía un pedido por valor de 400.000 dólares. Y eso que la empresa china ha invertido ya 54.000 dólares en materiales. Su gran temor ahora es que se anule el encargo.
“Ningún pedido”. El de Jinhua no es un caso aislado. Ni único. Reuters ha hablado con otros fabricantes chinos de adornos de Navidad que apuntan en una dirección similar. “Nos preocupa que los encargos estadounidenses disminuyan”, explica el dueño de otra factoría dedicada a la decoración navideña de Shaoxing.
El responsable de una tercera empresa admite que, como mínimo, la situación rompe con la experiencia de años pasados. “A mediados de abril todos los pedidos suelen estar finalizados, pero ahora… Es difícil saber si llegará alguno”, relata el directivo de Jinhua. Hasta ahora no han registrado “ningún pedido” de EEUU.
¿Y cuál es la causa? Para los fabricantes con sede en China hay pocas dudas. O ninguna. Si 2025 está siendo un ejercicio anómalo para ellos es básicamente por la guerra comercial desatada al otro lado del océano y que ha ido escalando. “Claro que se trata de los aranceles”, asume uno de los empresarios del sector.
Al fin y al cabo la guerra arancelaria quizás se haya recrudecido a lo largo de los últimos días, tras el acto protagonizado por Trump en la rosaleda de la Casa Blanca con su ya famosa tabla de tarifas por países y regiones; pero la palabra arancel (la favorita del republicano) lleva meses acaparando titulares. Y uno de los países que ha estado siempre en el foco es China, como ya ocurrió en su primer mandato.
Una cifra: 145%. El resultado es que en pleno abril la política de Trump y el recrudecimiento de la guerra comercial entre Pekín y Washington (que ha derivado en un intercambio mutuo de ataques y contraataques arancelarios) amenaza con tener un damnificado inesperado: la Navidad. Por lo pronto, la mercancía china con destino EEUU se enfrenta a una subida arancelaria del 125%, porcentaje al que se suma otro 20% aplicado por la comercialización de precursores del fentanilo.
Si hablamos de ornato navideño, EEUU y China mantienen una relación más que destacada. Según cálculos de Reuters el 87% del abastecimiento de los minoristas estadounidenses dedicados a la decoración navideña proviene de las fábricas del gigante asiático, que dedican a su vez la mitad de su producción a EEUU. “Mis compañeros y yo dependemos de los encargos estadounidenses para sobrevivir”, asume Jessica Guo, administradora de una fábrica de árboles de Navidad.


Decoración navideña (y algo más). En juego hay algo más que el ornato navideño o que los salones de EEUU tengan este año más o menos guirnaldas, espumillones y árboles artificiales. Que el sector vaya bien o mal se traduce en empleo. Y en millones de dólares. Llega dos datos para hacerse una idea.
La mercancía adquirida por los minoristas estadounidenses en China alcanza un valor de 4.000 millones de dólares. En cuanto al empleo, solo en Jinhua hay una factoría de árboles artificiales de casi 11.000 m2 que emplea normalmente a 140 personas, plantilla que puede elevarse a 200 empleados durante los meses de mayor actividad. Salvo sorpresa, todo indica que en 2025 no será necesario.
¿Hay alternativa? Esa es la otra gran pregunta. Y por partida doble. ¿Tiene China un mercado alternativo con el que compensar en pinchazo de la demanda estadounidense? ¿Y tienen las empresas de EEUU alternativa al gigante asiático para abastecerse de figuritas y árboles con luces? Ninguno lo tendrá fácil.
En China la demanda interna de decoración navideña es baja y ya hay negocios pensando en reforzar sus esfuerzos en Rusia, Europa o el Sudeste Asiático, que suponen una parte importante del pastel de las ventas. Con todo, hace días un empresario local compartía con Reuters su “preocupación”.
La situación en EEUU. EEUU puede mirar también a otros proveedores, pero sin librarse de la alargada sombra de los aranceles. Otro país con cierto peso en la producción de adornos navideños es Camboya, de donde sale alrededor del 5,5% de la producción, pero la tabla de tarifas presentada hace unos días por Donald Trump imponía un 49% a las importaciones procedentes de ese país.
Desde el sector cuestionan también que la manufactura acabe trasladándose a EEUU, como aspira el líder republicano. “No existe la tecnología ni el mercado laboral”, reconocen a la agencia. Resultado: a diez meses vista preocupa ya que quienes quieran decorar sus casas se enfrenten a una subida de precios.
Imágenes | Frames For Your Heart (Unsplash), Gage Skidmore (Flickr) y Trong Khiem Nguyen (Flickr)
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un enorme anillo de dos kilómetros y 20 metros de alto

Osaka es conocida por su puerto, su oferta gastronómica, el distrito Shinsekai, su emblemático castillo y santuarios, entre otros reclamos. Ahora (y al menos durante los próximos meses) a todos ellos se suma un nuevo récord Guinness fascinante: la estructura arquitectónica de madera más grande del mundo, un gigantesco anillo de 61.000 m2 levantando siguiendo una antigua técnica de construcción nipona y que se ha convertido en uno de los iconos (y el más reconocible) de la Expo 2025, que acaba de inaugurarse en Osaka y tendrá sus puertas abiertas hasta octubre.
El nombre de la gigantesca estructura, que se ha colado ya en el libro Guinness, deja poco margen para la interpretación: lo han bautizado Grand Ring.
Un anillo para gobernarlos a todos. Aunque la Expo2025 de Osaka-Kansai cuenta con la participación de más de 160 países y regiones, su inauguración en Yumeshima estuvo encabezada por las máximas autoridades niponas y su objetivo es servir de escaparate a la “sociedad futura”, gran parte de los focos se han puesto en una de sus piezas más emblemáticas: el Grand Ring, un construcción con forma de anillo que servirá de pasarela para que los visitante se muevan al resguardo de la lluvia, el sol y el viento. Y es normal que haya generado tanto interés. Al fin y al cabo Grand Ring no es un anillo cualquiera. No hay otro como él en el mundo.


¿Y eso por qué? Por cuánto mide. Y sobre todo por cómo se ha hecho. La estructura está construida básicamente con madera de cedro y ciprés japoneses y pino silvestre. Es más, sus creadores reivindican el valor simbólico de esa mezcla de materiales autóctonos y extranjeros, aunque los primeros representan cerca del 70% de la construcción. En todo el mundo no hay una estructura arquitectónica de madera de mayor tamaño. Y así se lo reconocieron en febrero los jueces del Guinness World Records, que ya le han otorgado la plusmarca oficial.
Cuestión de medidas. Las cifras del Grand Ring impresionan. El diámetro exterior del anillo alcanza los 675 metros (615 m en la cara interior) y abarca un área de construcción de algo más de 61.000 m2. En cuanto a la enorme estructura circular, tiene un ancho de unos 30 m con una altura que en el extremo inferior alcanza los 20 m. En el lado interno es algo más bajo y ronda los 12 m. Los trabajos para darle forma arrancaron en junio de 2023 y no finalizaron hasta agosto del año pasado. En total los operarios emplearon en torno a 27.000 m3 de madera.
Algo más que grandes cifras. El anillo es interesante por algo más que su enorme tamaño o su talla récord. Los organizadores de la Expo 2025 insisten en que la estructura se levantó combinando métodos de construcción modernos y la tradición “nuki” empleada en la edificación de santuarios y templos japoneses. De hecho el anillo está inspirado en el templo milenario Kiyomizudera de Kioto. En la práctica, precisa Swissinfo, eso se traduce en que Grand Ring se fabricó con una técnica que no prescinde de tornillos o clavos para sujetar las vigas de madera.
Para armar la estructura se cruzan las piezas verticales y horizontales, formando un andamiaje compuesto principalmente por cedro sugi local y ciprés hinoki. Si bien el medio especializado en arquitectura y diseño Designboom precisa que en el caso de Grand Ring sus creadores recurrieron a elementos metálicos para reforzar la resistencia de la estructura a los terremotos. El sistema de fabricación nipón ha permitido por ejemplo que el templo Kiyomizudera se haya mantenido en pie durante siglos, aunque con el tiempo se ha restaurado y reconstruido.


¿Y cuál será su futuro? La Expo 2025 se inauguró el domingo 13 y se mantendrá hasta mediados de octubre, un período de tiempo durante el que los organizadores confían en recibir unas 28 millones de visitantes, incluidos 3,5 millones de extranjeros, con un impacto económico que según algunas estimaciones se moverá entre los 12.270 y 17.600 millones de euros.
Qué pasará con Grand Ring una vez finalice la exposición es algo que todavía no está del todo claro. Su artífice, el arquitecto Sou Fujimoto ha reconocido ya que le gustaría que se conservase al menos parte de la estructura en su actual ubicación. La clave es que su terreno pertenece a la ciudad de Osaka y la construcción a la Asociación Japonesa para la Expo. La cita internacional se ha puesto en marcha además entre noticias sobre el alto coste de la instalación (bastante mayor de lo previsto inicialmente) y un interés de momento tibio por parte del público.
Reivindicando la madera. “Me gustaría mucho conservarlo, preservarlo… porque es realmente maravilloso y un símbolo de cómo nuestra sociedad puede vivir en conjunto con la naturaleza”, señala Fujimoto en una entrevista con CNN. En caso de que deba desmantelarse pide que la madera se use en otros proyectos. “Aunque el edificio desaparezca, el espíritu de los materiales seguirá vivo”.
Por lo pronto, Grand Ring ha servido para algo más que conquistar récords Guinness: es una muestra de las posibilidades de la arquitectura de madera (una apuesta al alza y que se está empleando ya en la construcción de rascacielos), sobre todo en Japón, donde según la cadena estadounidense, a día de hoy cerca del 90% de las viviendas unifamiliares se levantan con estructuras de madera.
Imágenes | Eduards B (Flickr) y Expo25
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la construcción del rascacielos más alto del mundo

China es sinónimo de megaconstrucciones. Además, en tiempo récord, pero hay dos países que llevan años en una particular batalla en la que el hormigón es el absoluto protagonista. En 2010 se inauguró el imponente Burj Khalifa, destronando al Taipei 101 como el edificio más alto del mundo y dando el pistoletazo de salida a una guerra entre Emiratos Árabes y Arabia por ver quién hacía el rascacielos más vasto.
Y, aunque hemos visto numerosos rascacielos estos últimos años, hay dos que tienen entre ceja y ceja superar al Burj Khalifa: la Creek Tower y la Torre Jeddah. Y quizá es esa ambición la que se está llevando los dos proyectos por delante.
La Torre Jeddah saudí. Es uno de los proyectos más ambiciosos del mundo y se espera que, cuando esté completa, se convierta en el edificio más alto del mundo. Arabia Saudí tiene claro que debe destronar al Burj Khalifa de 828 metros con esta torre que superará los 1.000 metros de altura. ¿Cuántos, exactamente? No lo sabemos, ya que aunque las obras comenzaron en 2013, van bastante despacio.
Será una torre que albergará un hotel de lujo, apartamentos residenciales, oficinas y el observatorio más alto del mundo y contará con la friolera de 59 ascensores, cuatro de ellos de doble piso. ¿Su diseñador? El estadounidense Adrian Smith, el mismo que diseñó el Burj Khalifa con el que tendrá cierto parecido.


La Creek Tower de Dubai. Esta es mucho más reciente, ya que las obras comenzaron en 2016 y los datos son bastante más difusos. Como el Burj Khalifa, la Creek Tower estará en Dubai y será una construcción muy diferente a las otras dos torres. Será más una torre recreativa con restaurantes, lugares para pasar el tiempo y diez plataformas de observación (con suelo de cristal para ver toda la ciudad.
También podrá albergar algunas residencias de lujo, pero un número muy escaso como para ser considerado el “edificio más alto del mundo”, al menos técnicamente. ¿Y de qué altura estamos hablando? De entre 828 metros y 1.400 metros. Es un abanico enorme, pero lo que tenían claro es que debía superar los 828 de la megaconstrucción icónica de la ciudad.
El diseño, además, es peculiar, y el arquitecto líder del proyecto es el “reconocido” Santiago Calatrava.
Dificultades compartidas. Las dos construcciones comparten más elementos de los que podría parecer. Ambas tienen un diseño peculiar, ambas son altísimas y ambas… arrastran problemas desde hace años. Por diferentes motivos, eso sí.
La construcción de la Torre Jeddah se detuvo en 2018 debido a la lucha de la casa real contra la corrupción administrativa, política y real. En un proceso conocido como ‘la purga’, el príncipe heredero creó un comité que detuvo a 281 personas. Fue un proceso tremendamente polémico debido a que en paralelo, parece que un grupo de la muerte operaba para asesinar a los disidentes de manera silenciosa. Las obras se reanudaron oficialmente en febrero de este año.
En el caso de la Creek Tower, su inauguración estaba prevista para algún momento de 2020, pero el COVID-19 obligó a paralizar la obra y la construcción no ha levantado cabeza aún. En 2024 se realizaron algunas actualizaciones del proyecto, confirmando que la altura definitiva quedaría lejos de lo que se esperaba y, con un total de 745 metros, no cumplirá el objetivo de superar al Burj Khalifa.
El plan más loco. Ahora bien, aunque estas dos torres son colosales, hay un proyecto de Arabia Saudí que quiere dejarlas a la altura de un bloque residencial normal y corriente. No tiene nombre, pero sí una altura objetivo: 2.000 metros. Sólo sabemos que es algo que está en el horizonte y que será responsabilidad de los arquitectos de Foster +. Partners. Y sí, es una idea del mismo país que está construyendo El Mukaab, el aeropuerto de Riad y The Line, por lo que es seguro que lo intentarán.
Samsung, la ganadora silenciosa. Y aunque no está muy claro qué es lo que pretenden los dos países con esta particular batalla de megaconstrucciones, lo evidente es que hay compañías que se están llenando los bolsillos con estos proyectos. Y más allá de constructoras locales y arquitectos extranjeros, hay que mencionar a Samsung. Concretamente, a la división Samsung C&T Engineering and Construction Group que se encargó de la construcción del Burj Khalifa y que está al mando de la Creek Tower.
Y no son las únicas construcciones de la división surcoreana, ya que, dentro de Vision 2030, la compañía anunció en diciembre del año pasado que habían terminado la construcción del primer sistema de metro de Arabia Saudí bajo Riad, un sistema totalmente automatizado sin conductores y que estuvo en construcción 11 años con un costo total de más de 2.400 millones de dólares.
Imágenes | Jeddah Tower, Emaar
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un tanque casero que destrozó medio pueblo

Lidiar con la Administración pública puede ser tedioso. Papeleo, tiempos dilatados y trámites que podrían hacerse en un par de clics por Internet, pero que tenemos que realizar de forma presencial. Como mucho, nos podemos frustrar, enfadar y soltar algún improperio como que cogerías un bulldozer y te pondrías a derribar edificios públicos, sabiendo que nunca harías algo así.
El problema es que, precisamente, eso es lo que un hombre llamado Marvin Heemeyer hizo en 2004 en la localidad de Granby, en Colorado.
Marvin Heemeyer. En el momento de los hechos, Marvin tenía 52 años. Era veterano de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos y su profesión era la de soldador en el mencionado Granby, pero la historia comenzó mucho antes. En 1992, Heemeyer compró unos terrenos con la intención de alquilarlos a un amigo que quería montar un taller de reparación. Esos terrenos eran propiedad de una familia, los Docheff, y parece que no quedaron muy contentos por la victoria de Marvin en la subasta.


¿El precio de los terrenos? 42.000 dólares de la época y era muy básico, ya que no tenía una solución para las aguas fecales y el acceso dependía de unos terrenos contiguos. El ayuntamiento le avisó de que debía poner solución a eso, conectándose al alcantarillado (otros 42.000 dólares) o poniendo una fosa séptica. Se negó y, entre tanto, el amigo que le iba a alquilar el terreno se desencantó con el negocio, por lo que el propio Heemeyer abrió ahí un taller de reparación de silenciadores.
Culebrón. Los Docheff no olvidaron la subasta de 1992 en la que Marvin les quitó el terreno y, en 1997, atacaron. ¿Cómo? Comprando las tierras alrededor de las de Marvin para crear una planta cementera. En principio, querían comprar también la de Marvin, pero éste pidió primero 250.000 dólares, luego otros 125.000 dólares y, cuando los Docheff consiguieron el terreno, Heemeyer volvió a subir el precio a 450.000 dólares.
No hubo acuerdo, pero los Docheff continuaron con su plan. Heemeyer emprendió una acción para poner al pueblo en contra de la planta de cemento alegando que sería un atentado ecológico, pero poco a poco fue perdiendo apoyos, sobre todo cuando el periódico de la ciudad argumentó que tenía una venganza personal contra los Docheff.
Al ataque. En el 2000, el soldador presentó una demanda para bloquear el proyecto. Alegaba que la construcción bloquearía el acceso a su negocio, pero los funcionarios locales aprobaron unánimemente la construcción y, aunque apeló, nadie le hizo caso. Escaló el caso a la Agencia de Protección Ambiental, que también pasó del asunto.
En 2001, casi en un acto de soberbia, los Docheff hicieron una oferta a Heemeyer: si retiraba la demanda, le proporcionarían una línea de conexión al alcantarillado de la nueva planta de hormigón sin pagar un dólar. Marvin no se lo tomó bien, precisamente. El camión cisterna que usaba para acumular las aguas fecales se llenó y su decisión fue la de bombear los residuos a una parcela anexa a la suya.
Ilegalidades. También se intentó conectar de forma ilegal al alcantarillado de un vecino, pero lo pillaron y, debido a que no estaba conectado al servicio y a otras irregularidades, fue multado con 2.500 dólares, unos 4.400 dólares de la actualidad. La ciudad se había cansado de Marvin y le lanzaron un ultimátum: o se ponía al día con todo o no podría utilizar la propiedad con fines comerciales.


El bulldozer en cuestión
‘Killdozer’. Marvin sintió que la ciudad se había reído de él, que las administraciones lo ignoraban y que había sido marginado. Y no se lo tomó nada, pero que nada bien. En octubre de 2002, anunció el cierre del negocio. Vendía todo: materiales, terreno y una excavadora Komatsu D344A que había comprado ese mismo año. Y sí, colocó parte de su propiedad por 400.000 dólares (muchísimo más que por lo que la compró diez años antes), pero hubo algo que no logró sacarse de encima: la excavadora.
“Señal de Dios”. Lo vio como “una señal de Dios” para llevar a cabo su venganza contra la ciudad. Durante meses, Marvin trabajó blindando la excavadora. No se escondió y, de hecho, mencionó a amigos tanto la máquina como sus planes de usarla de forma destructiva, pero nadie le hizo caso. La excavadora, conocida como ‘Killdozer’ y bautizada como ‘Marv’s Komatsu Tank’ por el propio Heemeyer, estaba irreconocible.
Había blindado toda la zona de la cabina con una capa de acero de varios milímetros de grosor, una capa de hormigón y otra capa exterior de acero. Cubría parte del sistema oruga, pero también el motor y la cabina al completo. O se quedaba sin gasolina, o era imparable. Además, había colocado cámaras protegidas por casi ocho centímetros de plástico en el exterior que mandaban señal de vídeo a dos monitores en el salpicadero, tenía ventiladores para mantenerse fresco y lo más preocupante: tres boquillas con armas montadas, listas para disparar al exterior.


Y el ‘Killdozer’
133 minutos de terror. Con este tanque improvisado, la sobremesa del 4 de junio de 2004, Heemeyer empezó su venganza. Y lo hizo contra la planta cementera de Cody Docheff. El empresario pensaba que el vehículo era controlado de forma remota, por lo que empezó a disparar sin causar efecto alguno. Los policías de la ciudad también dispararon varias rondas contra la excavadora sin poder dañar ni las cámaras. Era imparable y los vídeos son espeluznantes.
Killdozer. La ‘Killdozer’ se lleva por delante todo aquello con lo que choca y, tras atacar la planta de hormigón, Heemeyer se dirigió hacia la ciudad. Allí destruyó coches, la fachada del ayuntamiento, la comisaría de policía y varios coches patrulla, así como unos cuantos negocios. Los objetivos no eran casuales: el mencionado ayuntamiento, una oficina de una persona que formaba parte de la junta de recalificación de terrenos, la comisaría, el periódico local y otras propiedades de gente que habría estado en contra de Marvin en su peculiar disputa con los Docheff.
“Dios me construyó para este trabajo”. Durante más de dos horas, los policías siguieron el vehículo totalmente impotentes. En unas cintas que mandó a su hermano poco antes del ataque, Marvin declaró que estaba sorprendido de que nadie lo hubiese pillado modificando al excavadora y que todo eso era parte de hacer cumplir la voluntad de Dios
Afirmó que Díos lo había construido para dar una lección a la ciudad de Granby y que por eso estaba soltero y sin hijos: su misión en la vida era llevar a cabo el ataque. En las tres horas de grabación, Marvin atacó a todo el mundo en la comunidad, afirmando que “para salir adelante, tienes que pisotear al vecino y hablar mal del prójimo en todo momento. También dijo que su muerte era inevitable. No se equivocaba.
La venganza de los siete millones de dólares. Tras desfigurar una decena de edificios, la excavadora se atascó en la parte trasera de una ferretería. No tenía salida, pero sí sabía que no iba a salir vivo de aquello. No había matado a nadie (de casualidad, ya que disparó repetidamente contra objetos inflamables que, de haber explotado, habría tenido nefastas consecuencias), pero tenía claro que él ya había cumplido y se quitó la vida de un disparo dentro de su tanque.
7 millones. La conmoción en la ciudad fue terrible y los daños se estimaron en siete millones de dólares. Pero, como esto de ensalzar a personas que realizan hechos cuestionables no es nada nuevo, Heemeyer tuvo defensores. Afirmaron que voluntariamente decidió no matar a nadie, sólo acabar con bienes materiales, y hay quien lo cataloga de mártir y de ejemplo de un acto de desobediencia civil patriótica contra las autoridades corruptas.
Para impedir que la excavadora se convirtiera en un punto de peregrinación, en abril de 2005 la ciudad la desguazó y repartió sus piezas por diferentes desguaces. Y, si estás pensando que es una historia de película, la hay. Se llama ‘Tread’, pero lamentablemente en España no está disponible en ningún lado. Y es una pena porque tiene muy buenas valoraciones.
Imágenes | Michael Thomson
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