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Después de dos fallos catastróficos, creíamos que SpaceX no arriesgaría con la siguiente Starship. Estábamos equivocados

El próximo vuelo de Starship será uno de los más tensos en la historia del cohete. No solo porque los dos últimos lanzamientos acabaran en sendas explosiones y con aviones desviados para evitar la lluvia de escombros. También porque será la primera vez que SpaceX reutilice un cohete.
Zero-touch reflight. Además de una mole de 123 metros de altura, Starship es el primer cohete diseñado para ser rápidamente reutilizable. La idea de SpaceX es que Starship despegue, aterrice y vuelva a lanzarse al cabo de unas horas, como si fuera un avión comercial.
La compañía ha avanzado parcialmente en este objetivo de “zero-touch reflight” o relanzamiento sin intervención. La primera etapa del cohete, el propulsor Super Heavy de 33 motores, ha aterrizado en los brazos de la torre de lanzamiento en tres ocasiones: Booster 12 en la prueba de vuelo 5, Booster 14 en la prueba de vuelo 7 y Booster 15 en la prueba de vuelo 8.
Estaba previsto que la segunda etapa del cohete, la nave Starship de seis motores, hiciera su primer intento de aterrizaje durante el vuelo 9. Para ello orbitaría la Tierra y reingresaría en la atmósfera hasta posarse en los brazos de la segunda torre de lanzamiento; ya finalizada en Starbase, Texas. Sin embargo, las dos últimas Starship explotaron a los 8 minutos del despegue por un defecto en un rediseño reciente.
Un Super Heavy de segunda mano. Lo esperable era que SpaceX se tomara con calma el vuelo 9 para resarcirse de los últimos fallos, pero la compañía acaba de anunciar una decisión sorprendente. El próximo lanzamiento, programado para mediados de abril (si la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos da el visto bueno), se hará reutilizando el Booster 14 del vuelo 7.
Este propulsor despegó por primera vez el 16 de enero de 2025 y, tras separarse de la nave Starship, volvió a la base de lanzamiento para convertirse en el segundo Super Heavy que SpaceX ha capturado con los brazos de la torre Mechazilla. De los 33 motores Raptor que usará durante su segundo lanzamiento, 29 son motores ya utilizados con anterioridad.
Otro cohete que aterriza y despega. El único cohete orbital con capacidad demostrada de aterrizaje propulsivo es el Falcon 9 de SpaceX. En concreto, su primera etapa, que aterriza habitualmente en una barcaza autónoma en el océano después de lanzar satélites o naves espaciales. Unas semanas después, ya está listo para volver a usarse (generalmente, en misiones Starlink).
El segundo cohete en conseguirlo podría ser Starship, también de SpaceX. No al modo “zero-touch reflight”, sino tras un proceso de restauración y cambiando algunos motores, pero es un primer paso. Y de hecho, es un paso que nadie más ha conseguido aparte de SpaceX. La compañía que más cerca está es Blue Origin, quien lo intentó sin éxito en el vuelo inaugural del cohete New Glenn. En China quizá lo consiga también en breve Landspace con su cohete Zhuque 3.
No habrá una segunda captura. La mala noticia es que SpaceX no intentará capturar de nuevo el Booster 14. El cohete, que acaba de pasar unas pruebas de encendido en tierra, amerizará de forma controlada en el golfo de México para probar un ángulo de ataque más pronunciado durante la reentrada, lo que en el futuro le permitirá realizar otros perfiles de vuelo.
De todos modos, todos los ojos estarán puestos en la Starship 35, la tercera nave de la versión “Block 2”. Sus dos predecesoras explotaron poco después de separarse del propulsor Super Heavy, ambas por una fuga de propelentes debido a vibraciones excesivas en la zona de los motores. La Starship 33 se desintegró tras un incendio y la Starship 34 perdió el control tras la explosión de un motor.
La investigación del vuelo 8 sigue abierta, así que la FAA todavía no ha dado su autorización para el vuelo 9. Aun así, no deberíamos tardar en verlo, teniendo en cuenta que el cohete está casi listo y el renovado poder político de Elon Musk ya permitió acelerar los trámites en los lanzamientos anteriores.
Imagen | SpaceX
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los aranceles les han cortado las alas antes de despegar

La industria de los artículos de lujo afronta una difícil encrucijada ante las nuevas políticas arancelarias impuestas por EEUU. Aunque Trump ha dado un pequeño respiro de 90 días a la economía mundial, la imposición de aranceles hasta el 20% a productos europeos, supone un duro golpe a las marcas de moda, relojería y accesorios de alta gama.
El sector del lujo no solo se enfrentan a una inevitable subida en el precio de sus productos, sino que también pone sobre la mesa el futuro de las etiquetas “Made in Italy” o “Swiss Made” que lucen algunos de los productos más caros y exclusivos como sinónimo de diseño y calidad.
La industria del lujo frente a los aranceles. Europa lleva décadas siendo el epicentro de la moda y el lujo mundial. Grandes marcas como Louis Vuitton, Hermès, Cartier, Chanel, Rolex o Phillipe Pattek prosperan gracias a un equilibrio entre tradición artesanal y estrategias globales. Sin embargo, el escenario ha cambiado drásticamente tras los tambores de guerra comercial de Estados Unidos.
Se estima que los aranceles de entre el 10% y el 20% para ciertos artículos de lujo fabricados en Europa y Reino Unido, podrían elevar el coste final para el consumidor en un mercado que representa el 24% del gasto total mundial en lujo, según datos de Bain & Company.
Suiza no se mueve. La cuestión es todavía más grave para la industria relojera. EEUU ha impuesto un arancel del 31% a Suiza que, recordamos, no pertenece a la UE. Por el momento, la postura del ejecutivo suizo es la de no tomar medidas arancelarias recíprocas como está haciendo el resto de Europa, pese a mostrarse indignados con una política que consideran injusta con el país helvético.
Marcas destacadas como Rolex, Patek Philippe o TAG Heuer están entre las más expuestas a estos incrementos ya que su fabricación se realiza de forma exclusiva en sus talleres en Suiza y no se plantean llevarse parte de la producción a EEUU. Pese a este panorama, la industria relojera suiza se muestra optimista. Aseguran que su público principal, compuesto por compradores de alto poder adquisitivo, seguirá pagando los altos precios, y consideran que, para ellos, un sobrecoste del 31% es un inconveniente menor.
Migrar no está en la hoja de ruta. Ante este nuevo contexto, podría pensarse que las marcas de lujo europeas deberían considerar trasladar su producción a EEUU, tal y como se está planteando la industria del automóvil, para esquivar los aranceles. Sin embargo, ninguna marca de moda y productos de lujo ha manifestado su intención de abandonar sus centros de producción actual. “En cada conversación que he tenido con clientes durante los últimos cinco a diez días, ni una sola persona hablaba de construir una fábrica en Estados Unidos”, asegurabaa The New York Times William Susman, director gerente del banco de inversión Cascadia Capital.
Firmas como Victorinox, fabricante de la emblemática navaja multiusos, han dejado claro que la calidad artesanal es inseparable de su identidad y que cualquier cambio en la localización de la producción comprometería su esencia. “Este icono suizo está inextricablemente ligado a la promesa de calidad ‘Swiss Made’. Nos mantendremos firmes en ello”, sentenciabaCarl Elsener Jr., director ejecutivo de Victorinox al New York Times.
La única excepción es el grupo Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), el holding de Bernard Arnault, que además de contar con marcas americanas como Tiffany&Co, dispone de varias factorías en California y Texas, que inauguró el propio Donald Trump en su primer mandato. No obstante, eso solo le libraría de parte del coste de los aranceles, ya que al importar pieles y telas de alta calidad desde Europa y otras regiones, también estarían afectados por los aranceles recíprocos.
El cliente aspiracional: la gran pérdida para el lujo. Tal y como apuntaban desde Reuters, el mercado estadounidense representa entre un 20% y un 30% de las ventas de los grandes grupos de la moda, cosmética y accesorios de lujo como LVMH, Kering, Richemont o Hermès. Ese porcentaje no solo abastece de productos a los millonarios que pueden pagarlo holgadamente. También hay un importante porcentaje de cliente aspiracional que, tal vez, está dispuesto a pagar 2.000 dólares por un bolso, pero se lo pensará si ese mismo producto pasa a costar 2.400 dólares.
“Un arancel del 20% sobre los bienes de lujo europeos podría deprimir las ventas de lujo en Estados Unidos, especialmente para empresas como Burberry y Kering que se centran más en una clientela adinerada aspiracional que en los clientes ultrarricos”, señalaban los analistas de la consultora Morningstar en declaraciones a Reuters.
Otra puerta que se les cierra. La guerra comercial iniciada por EEUU llega en un momento en el que, al igual que el sector de los coches de lujo, la industria de los productos de alta gama buscaba recuperarse de la caída de ventas experimentada en el mercado chino en 2024. Ahora, rebajar sus expectativas de venta en EEUU representa un duro golpe, sobre todo cuando las principales marcas del sector ya habían abierto nuevas tiendas en EEUU, tal y como destacan en Business of Fashion.
Según los analistas del sector, las marcas deberían subir entre el 4% y el 6% sus precios para mitigar el incremento de costes. A tenor de lo publicado por Business of Fashion citando fuentes de Barclays, se prevé un impacto negativo del 1,5% para la división de moda y artículos de cuero de LVMH y del 2,4% para Prada y Hermès.
La dependencia del cliente aspiracional dejaría más expuestas a compañías como Kering (Gucci, Balenciaga, Yves Saint Laurent, etc.) podría sufrir una caída del 8,7%, mientras que el fabricante de relojes suizo Richemont (Cartier, Piaget, Baume&Mercier, Vacheron Constantin, etc.) podría experimentar una caída del 7,1%. Todo ello, cuando las previsiones del sector daban un crecimiento de hasta el 3% para este año.
En Xataka | Cómo gana dinero Louis Vuitton: del lujo inalcanzable al lujo masivo
Imagen | Flickr (Trump White House Archived)
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la clave es la distribución

Midjourney lanzó hace unos días su modelo V7 después de un año sin actualizaciones. Un año. Doce meses en los que a OpenAI le ha dado tiempo a convertir ChatGPT en una máquina de generar imágenes que está arrasando. El contraste es brutal: mientras uno trabajaba con mucha paciencia, el otro conquistaba el mercado.
Es un caso de manual de una ley inmutable en la industria: la mejor tecnología no suele ganar a la mejor distribución. Es algo parecido a lo que ocurre con Claude.
Hace menos de dos años, Midjourney era el rey indiscutible de la generación de imágenes con IA. Sus creaciones estaban muy por delante del resto –al menos entre las de complejidad similar– en calidad artística y en capacidad para interpretar prompts complejos cuando DALL-E aún se limitaba a figuras difusas. Stable Diffusion requería conocimientos técnicos fuera del alcance del usuario medio.
Midjourney marcaba tendencia, acaparaba portadas y abría debates sobre el arte digital. Pero lo hacía con un desarrollo del producto –al margen de su tecnología– demasiado lento. Pasó demasiado tiempo anclado en Discord como interfaz, una plataforma diseñada para gamers, no para creadores visuales; y su nueva web es una gran mejora, solo despeja, no dispara las capacidades del usuario ni facilita la exploración creativa.
OpenAI, de repente, ha integrado una generación de imágenes bestial en ChatGPT. Y ni siquiera ha necesitado un productazo específico. Se ha limitado al mismo lienzo en blanco que con el chatbot. Y la diferencia es abismal. No hay fricciones ni aplicaciones extra ni interfaces ajenas y complejas. Ni de aprender comandos concretos.
El desarrollo de producto en Midjourney está siendo algo decepcionante. Ha tardado un año en pasar de V6 a V7 y su web sigue siendo un Discord depurado y bonito, no una interfaz realmente propia centrada en disparar nuestra creatividad, como la de Freepik. Contrasta con la agilidad de OpenAI.
Lo más llamativo, y no necesariamente positivo, es que el debate actual sobre estas herramientas se centra en algo tan superficial como la capacidad para generar imágenes estilo Ghibli. Lo que debería ser una revolución creativa se ha convertido en una carrera por la función viral del momento. Y Midjourney, que fue pionero, ahora responde reactivamente a tendencias marcadas por otros.
La integración es la clave. Millones de usuarios ya acceden a ChatGPT diariamente para escribir textos, generar código o responder preguntas. Ahora pueden crear imágenes sin salir de esa misma ventana. Con Midjourney necesitas una cuenta separada, una interfaz distinta, un flujo de trabajo completamente diferente.
Es la misma razón por la que Windows Phone murió pese a su gran planteamiento estético, o por qué pocos usan Proton Mail a pesar de su privacidad superior. La conveniencia siempre vence a la excelencia técnica.
David Holz, CEO de Midjourney, describe su nuevo V7 como una “arquitectura totalmente diferente”, pero la pregunta es si esto importa cuando el público ya ha normalizado usar ChatGPT para todo, incluidas las imágenes, sin tener siquiera que invocar a DALL-E, que ya es historia. Si el mejor producto es el que la gente realmente usa, Midjourney ya ha perdido.
La mejor innovación no suele estar en crear la mejor tecnología posible, sino en integrar tecnología suficientemente buena donde la gente ya está. Distribución. Una lección que Midjourney ha aprendido demasiado tarde, convirtiéndose en la mayor víctima del impresionante generador de imágenes de ChatGPT.
En Xataka | 18 ideas de estilos para editar tus fotos con ChatGPT
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Midjourney lanzó hace unos días su modelo V7 después de un año sin actualizaciones. Un año. Doce meses en los que a OpenAI le ha dado tiempo a convertir ChatGPT en una máquina de generar imágenes que está arrasando. El contraste es brutal: mientras uno trabajaba con mucha paciencia, el otro conquistaba el mercado.
Es un caso de manual de una ley inmutable en la industria: la mejor tecnología no suele ganar a la mejor distribución. Es algo parecido a lo que ocurre con Claude.
Hace menos de dos años, Midjourney era el rey indiscutible de la generación de imágenes con IA. Sus creaciones estaban muy por delante del resto –al menos entre las de complejidad similar– en calidad artística y en capacidad para interpretar prompts complejos cuando DALL-E aún se limitaba a figuras difusas. Stable Diffusion requería conocimientos técnicos fuera del alcance del usuario medio.
Midjourney marcaba tendencia, acaparaba portadas y abría debates sobre el arte digital. Pero lo hacía con un desarrollo del producto –al margen de su tecnología– demasiado lento. Pasó demasiado tiempo anclado en Discord como interfaz, una plataforma diseñada para gamers, no para creadores visuales; y su nueva web es una gran mejora, solo despeja, no dispara las capacidades del usuario ni facilita la exploración creativa.
OpenAI, de repente, ha integrado una generación de imágenes bestial en ChatGPT. Y ni siquiera ha necesitado un productazo específico. Se ha limitado al mismo lienzo en blanco que con el chatbot. Y la diferencia es abismal. No hay fricciones ni aplicaciones extra ni interfaces ajenas y complejas. Ni de aprender comandos concretos.
El desarrollo de producto en Midjourney está siendo algo decepcionante. Ha tardado un año en pasar de V6 a V7 y su web sigue siendo un Discord depurado y bonito, no una interfaz realmente propia centrada en disparar nuestra creatividad, como la de Freepik. Contrasta con la agilidad de OpenAI.
Lo más llamativo, y no necesariamente positivo, es que el debate actual sobre estas herramientas se centra en algo tan superficial como la capacidad para generar imágenes estilo Ghibli. Lo que debería ser una revolución creativa se ha convertido en una carrera por la función viral del momento. Y Midjourney, que fue pionero, ahora responde reactivamente a tendencias marcadas por otros.
La integración es la clave. Millones de usuarios ya acceden a ChatGPT diariamente para escribir textos, generar código o responder preguntas. Ahora pueden crear imágenes sin salir de esa misma ventana. Con Midjourney necesitas una cuenta separada, una interfaz distinta, un flujo de trabajo completamente diferente.
Es la misma razón por la que Windows Phone murió pese a su gran planteamiento estético, o por qué pocos usan Proton Mail a pesar de su privacidad superior. La conveniencia siempre vence a la excelencia técnica.
David Holz, CEO de Midjourney, describe su nuevo V7 como una “arquitectura totalmente diferente”, pero la pregunta es si esto importa cuando el público ya ha normalizado usar ChatGPT para todo, incluidas las imágenes, sin tener siquiera que invocar a DALL-E, que ya es historia. Si el mejor producto es el que la gente realmente usa, Midjourney ya ha perdido.
La mejor innovación no suele estar en crear la mejor tecnología posible, sino en integrar tecnología suficientemente buena donde la gente ya está. Distribución. Una lección que Midjourney ha aprendido demasiado tarde, convirtiéndose en la mayor víctima del impresionante generador de imágenes de ChatGPT.
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