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“Blanca Nieves”: el remake de Disney que no logra revivir la magia del clásico

AP.- Espejito, espejito, ¿cuál es la mejor versión live-action de Disney?
Espera, mejor piénsalo bien. Elegir entre “Alicia en el país de las maravillas” (2010), “Mulán” (2020) y “El rey león” (2019) no parece una gran idea. Tal vez sea mejor ver qué hay en Netflix.
Incluso los fanáticos más fieles deben admitir que estas películas no han sido las más brillantes muestras de la magia de Disney. En su mejor versión (“Mi amigo el dragón”, “Cenicienta”), los remakes han revitalizado clásicos que necesitaban una actualización. En el peor de los casos… bueno, Will Smith azul (“Aladdin”).
Dado el ritmo implacable de remakes en Hollywood, es sorprendente que Disney tardara casi 90 años en regresar a “Blanca Nieves”. Este título es la base misma del imperio del ratón: el filme animado de 1937 fue su primera película y con sus ganancias se financió el estudio de Burbank.
Sin embargo, ese legado no favorece al remake dirigido por Marc Webb, una versión inevitablemente inferior y sin vida. “Blanca Nieves” tiene buenas intenciones: darle más agencia a la protagonista (Rachel Zegler), ampliar la idea de “justa” más allá del tono de piel y replantear al problemático príncipe. Pero tantas actualizaciones terminan en un cuento desarticulado, atrapado entre el pasado y el presente.
No es una gran revelación señalar que una caricatura de los años 30 —y mucho menos un cuento popular alemán del siglo XIX— podría no encajar del todo con la cultura contemporánea. La mayoría de estos remakes han llevado consigo intentos de corrección y redención histórica, lo cual es un objetivo loable si permite que una nueva generación disfrute los clásicos sin necesitar una clase de historia previa.
Sin embargo, reformular un cuento de hadas de dos siglos de antigüedad es un reto, aún más cuando se traslada del mundo animado al de carne y hueso. “Blanca Nieves” de Webb se ha convertido en un caso de estudio de los problemas que surgen cuando se abre una ventana al mundo real: desde la guerra en Gaza (Zegler y su coprotagonista Gal Gadot tienen posturas diferentes) hasta la representación de personas de talla baja (de ahí que “y los siete enanos” desapareciera del título), sin olvidar las acusaciones de “corrección política”.
Pese a su espectacular diseño de producción, “Blanca Nieves” no logra equilibrar sus elementos. Incluso las nuevas canciones de Benj Pasek y Justin Paul, como Waiting on a Wish, aunque destacables, no encajan del todo con los temas clásicos. Zegler aporta energía y transforma a la princesa en un personaje más moderno, y cuando canta, la película cobra vida. Su casting es lo menos problemático del filme.
Pero, como un andamiaje dejado demasiado tiempo en pie, la película deja ver las tensiones de su renovación, especialmente en su tratamiento de los enanos, representados con CGI al igual que los animales del bosque. Esto podría verse como un intento de reconocer la artificialidad de un estereotipo anticuado, pero también otorga al filme un aire extraño: todos los personajes humanos son interpretados por actores reales, excepto los enanos. Para intentar compensarlo, uno de los leñadores es interpretado por un actor de talla baja (George Appleby), lo que se siente como una enmienda tardía para este remake, no para el de 1937.
El problema de “Blanca Nieves” es que nunca dejas de pensar en estos ajustes estratégicos y, a veces, superficiales. El guion de Erin Cressida Wilson reimagina la historia: ya no es una princesa que espera a su príncipe azul (la canción “Someday My Prince Will Come” fue eliminada), sino una heredera al trono que ha perdido su determinación. Aunque su padre, el rey (Hadley Fraser), le enseñó de niña a ser “justa” como líder, Blanca Nieves ya no tiene ambiciones cuando la Reina Maléfica (Gadot) toma el control del reino.
Gadot se entrega por completo a su papel, interpretando a una villana astuta y elegante que se mueve con un inquietante crujido metálico (los vestuarios son de Sandy Powell). Sin embargo, su personaje se siente desconectado de la película, sin líneas que eleven su actuación a algo verdaderamente memorable. El príncipe ha sido eliminado por completo y en su lugar está Jonathan (Andrew Burnap), un bandido arrogante que anima a Blanca Nieves a no esperar ser rescatada.
Uno de los motivos para hacer remakes live-action de clásicos animados es aportar un toque más humano a los personajes. Zegler lo consigue, pero el resto del elenco —ya sean actores o CGI— se siente completamente rígido. La película se convierte en un ejercicio de evaluación: un acierto aquí, un fallo allá, pero con la sensación persistente de que revivir la magia de antaño es una tarea casi imposible.
“Blanca Nieves”, un estreno de Walt Disney Co., está clasificada PG por la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos por violencia, peligro, elementos temáticos y humor leve. Duración: 109 minutos. Dos estrellas de cuatro.
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Cómo editar tus fotos con ChatGPT para ponerles estilo anime o el que quieras

Vamos a explicarte cómo editar tus imágenes con ChatGPT para reimaginarlas con el estilo que quieras. Por ejemplo, podrás hacer que la foto de tu gato tenga el estilo del Estudio Ghibli, o cualquiera que quieras. Se trata de una nueva opción que todos pueden utilizar, tanto los usuarios gratis como los de pago.
Esta opción de edición reimaginará por completo la foto. Esto quiere decir que las caras pueden cambiar, y las posiciones también. Simplemente usará tu foto como inspiración. Además, los usuarios gratis tienen el límite de ChatGPT de poder subir un número limitado de fotos para interactuar con ellas.
Nosotros vamos a indicarte cómo hacer esto paso a paso con la versión web de ChatGPT. Sin embargo, puedes seguir los mismos pasos con sus aplicaciones móviles o las de escritorio.
Edita tus fotos con ChatGPT


Lo primero que tienes que hacer es cargar la foto que quieras en el chat de ChatGPT. Para eso, pulsa en el botón de Carga archivos con el signo de la +, y elige la foto que quieras de tu galería o de una carpeta de tu dispositivo.


Ahora, tienes que escribir un prompt diciéndole que reimagine la foto. Tienes que hacerlo antes de enviar la foto, cuando esté cargada y la veas, entonces escribe el prompt incluyendo el estilo en el que vas a quererla. Por ejemplo, puedes poner algo como “Reimagina esta foto en estilo anime”.


Cuando envíes la imagen con el prompt, ChatGPT se quedará analizando el contenido de la foto, y creará desde cero una nueva foto en la que se represente lo que hay en la que tu has mandado, pero con el estilo que le hayas pedido. Esto puede tardar unos segundos.


Después de ver el resultado, puedes seguir pidiéndole que reimagine la misma foto de diferentes maneras. Puedes probar estilos de estudios concretos como Ghibli o Pixar, o incluso otros más diferentes.
En Xataka Basics | Cómo usar ChatGPT o Gemini sacando la información únicamente de la Wikipedia como única fuente
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En una sociedad marcada por el estrés y la falta de descanso hay un nuevo tipo de turismo en auge: el del sueño

Uno puede irse de vacaciones por muchos motivos. Muchísimos. Para conocer nuevas culturas, maravillarse con paisajes y museos, comer bien, disfrutar en la playa, esquiar, practicar idiomas… De hecho si algo sobra son razones para tomarse un descanso fuera de casa. Lo que es menos frecuente es viajar básica y principalmente con el propósito de dormir. O al menos así lo era hasta ahora.
En una sociedad hiperestresada cada vez son más los viajeros (y negocios) que apuestan por un nuevo tipo de desconexión: el ‘turismo de almohada’.
Dormir, la tarea pendiente. Dormimos mal. O no todo lo que deberíamos. Hace más o menos un año Fundación Mapfre, la Sociedad Española de Neurología (SEN) y la Sociedad Española del Sueño publicaron un estudio que demuestra que solo el 24% de los jóvenes reconocen “dormir bien y lo suficiente”. Es más, ocho de cada diez presentan algún síntoma relacionado con al insomnio.
Y el problema no es exclusivo de los jóvenes. La SEN calcula que el 48% de los españoles adultos no tiene un sueño de calidad y casi un tercio de la población se despierta con la sensación de no haber tenido un sueño reparador, porcentaje nada sorprendente si recordamos que el 60% de los españoles ha pasado por episodios de estrés que han afectado a su día a día. En general, la World Sleep Society (WSS) calcula que un amplio porcentaje (al menos el 45%) de la población mundial padecerá algún trastorno del sueño grave a lo largo de su vida.
¿Para qué sirve un viaje? La pregunta quizás parezca sencilla, pero no tiene una única respuesta válida. Hay quien planifica sus viajes saturando sus agendas de visitas, excursiones, comidas y actividades, reduciendo al mínimo las horas del sueño, y quien se sitúa en el polo opuesto y lo que más valora cuando sale de casa es el descanso. Es más, hay ciertos casos en los que dormir no es un simple complemento, sino uno de los objetivos centrales (sino el único) del viaje.
Hace poco la plataforma de reservas de alojamientos al aire libre Pitchup se dio cuenta de que las menciones a “dormir” en su sección de “me gusta” y reseñas de clientes se habían disparado un 55% con respecto a 2023. Y ese es solo uno de los muchos indicadores que sugieren que cada vez hay más gente que valora la calidad del descanso cuando viaja y una industria dispuesta a cubrir esa necesidad.
Un concepto: turismo de almohada. Con ese telón de fondo, desde hace un tiempo ha ido ganando fuerza una modalidad de viajes centrada básicamente en esa idea: el descanso, el sueño de calidad. No se trata ya de hoteles que presumen de estar en barrios tranquilos o que ponen a disposición de sus clientes una extensa carta de almohadas, algo que en realidad existe desde los años 60. No. Hablamos de paquetes diseñados a propósito para mejorar el sueño de los visitantes, con tratamientos, especialistas y tecnología específicos.
El resultado es lo que se ha bautizado como ‘turismo de almohada’, ‘sleep tourism’ o ‘turismo del sueño’, un nicho de mercado en el que hay negocios (y destinos) que han visto una oportunidad para diferenciarse y, de paso, participar en un mercado con buenas perspectivas. Un informe reciente de HTF Market Intelligence que analiza su horizonte hasta 2031 calcula de hecho que aumentará a una tasa de crecimiento anual compuesta del 7,8% y llegará a mover sumas cuantiosas.
¿En qué consiste exactamente? La oferta es amplia. Igual que en cualquier otro nicho del cada vez mayor y más competitivo sector del turismo. Quien busca “turismo de almohada” tiene a su alcance experiencias ‘Room to Dream’, paquetes centrados en la calidad del sueño en clínicas de bienestar, programas de siete o incluso más días con terapeutas, circuitos con spa, baños de sal y vibración…
Incluso hay campings y alojamientos situados en plena naturaleza que han empezado a enfatizar precisamente las bondades de dormir bajo las estrellas. Todo por y para el descanso. La idea es atender al cliente, favorecer su sueño y, en ciertos casos, detectar sus problemas y que aprenda a dormir bien.
Recurriendo a la IA para dormir. En marzo de 2024 The New York Times (TNYT) elaboró un reportaje sobre alojamientos que incluso van más allá y han incorporado camas asistidas con IA, hipnoterapeutas de guardia, colchones capaces de conectarse con el smartphone, máscaras de calor y vibración e incluso cámaras especiales en la que los huéspedes pueden descansar sin ninguna tipo de distracción externa, como teles, teléfonos o incluso ventanas. Eso sí, no son para todos los bolsillos. En algún caso una sola noche cuesta más de 1.700 dólares.
Un demanda, una oportunidad. Hay quien ya ha visto en el “turismo de almohada” una oportunidad para diferenciarse en el sector. Tanto negocios como destinos. “Los hoteles, enfrascados en una lucha a muerte con Airbnb, han comenzado a explorar formas de competir ofreciendo servicios y comodidades en torno al objetivo principal de una estancia en un hotel: una noche de sueño reparador”, comenta a TNYT Chekitan Dev, de la Universidad de Cornell.
La clave es que “el paradigma anterior” de las vacaciones, en el que lo importante eran los planes diurnos, empieza a ablandarse. Y eso es un filón para ciertos destinos que hasta ahora se veían penalizados precisamente por su aislamiento y escasa oferta de actividades. Suecia es un buen ejemplo. Sus zonas casi deshabitadas, temperaturas gélidas, noches largas y cabañas apartadas en pleno bosque adquieren un renovado atractivo cuando lo que se busca es descansar.
Un cambio de enfoque. “La abundancia de naturaleza accesible, combinada con noches oscuras, temperaturas frescas y un énfasis cultural en la relajación hacen de Suecia un lugar ideal para el turismo del sueño”, comenta el investigador Chistian Benedict a la BBC. Una reportera de la cadena se alojó de hecho en una pequeña cabaña en Svartsö situada a las afueras de un bosque con vistas a un lago. En su cuarto tenía solo una cama, una silla y una mesilla. Nada de tele, radio ni ningún otro estímulo que la pudiera distraer de lo realmente importante: descansar.
Su propuesta contrasta con la que se puede encontrar en otros hoteles o instalaciones situadas en países como Reino Unido, Tailandia o Maldivas (por citar solo algunos ejemplos), pero aspira a hacerse un hueco en el creciente negocio del “turismo de almohada”. Uno en el que España también ha movido ficha.
Imágenes | Bernard Hermant (Unsplash)
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Las maratones son tan extremas que nuestro cerebro toma decisiones drásticas, como como consumirse a sí mismo

Correr una maratón implica un considerable esfuerzo que puede llevar a nuestro cuerpo a sus límites. Por supuesto, nuestro cerebro no es ninguna excepción en este sentido.
Efectos en las neuronas. Un nuevo estudio ha mostrado cómo las maratones afectan a la estructura de las neuronas. En concreto, el equipo responsable del estudio halló que este tipo de carreras reduce la mielina, una capa capa que recubre estas células cerebrales.
Esta sustancia está compuesta de proteínas y sustancias grasas. La mielina rodea los axones, partes alargadas de una neurona que la conectan con otras neuronas y a través de los cuales se transmiten los impulsos nerviosos. Es por ello que su deterioro puede hacer que los impulsos nerviosos se vuelvan más lentos, algo que vemos en las personas con esclerosis múltiple.
Alto consumo. El consumo energético del cerebro es muy elevado si tomamos como referencia su masa, explica el equipo responsable del nuevo estudio: este órgano consume el 20% de la energía de nuestro cuerpo pese a representar aproximadamente el 2% de su peso. El equipo quiso averiguar qué ocurría con un órgano tan ávido de consumir energía en situaciones extremas como una maratón.
En reserva. Y es que este tipo de contextos fuerzan a nuestro cuerpo a tomar medidas drásticas para su subsistencia. El ejercicio prolongado, por ejemplo puede hacer que nuestro cuerpo agote sus reservas de carbohidratos, la fuente primaria de energía del cuerpo. La siguiente reserva energética está en la grasa que almacenamos. Ya en casos extremos, nuestro cuerpo puede llegar a disolver proteínas musculares para obtener esta energía, explica el equipo.
Según observó el equipo, en el cerebro esto se traduce en el consumo de la mielina que recubre las neuronas. Esta reducción se producía en una parte importante de la materia gris y blanca del cerebro y que, si bien algunas regiones se veían más afectadas que otras, el impacto sí se extendía de forma similar en los dos hemisferios cerebrales.
“Los resultados de nuestro estudio indican que las células nerviosas en condiciones de hipoglucemia (poca glucosa) echan mano de fuentes de energía alternativa, como es la mielina, una estructura grasa que envuelve los axones o fibras nerviosas que comunican las neuronas y facilita la propagación ultra rápida de las señales eléctricas”, explica en una nota de prensa Carlos Matute, coautor del estudio.
Resonancias magnéticas. Para realizar el estudio, el equipo realizó diversas resonancias magnéticas a una decena de corredores de maratón. Repitieron estas resonancias en varias ocasiones: el día antes y el día después de la carrera, dos semanas y dos meses después.
Los detalles del estudio han sido publicados recientemente en un artículo en la revista Nature Metabolism.
Un cambio reversible. La buena noticia es que este cambio es reversible. El propio estudio mostró cómo a los dos meses, la mielina de las neuronas de los corredores volvía a recuperar sus niveles habituales.
Impacto incierto. El estudio halló un deterioro de la mielina pero por ahora desconocemos cómo o en qué grado este deterioro se traducía en efectos sobre las funciones cognitivas del cerebro. Sabemos que la ausencia de mielina está vinculada con trastornos neurológicos graves como la esclerosis.
Imagen | Mārtiņš Zemlickis / IMGMIDI
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