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En 1993, una autora predijo unos devastadores incendios en Los Ángeles de 2025 y el “Make America Great Again”

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En los últimos días, los incendios en Los Angeles están acaparando toda la atención informativa: un desastre a nivel a nivel financiero, pero también climático. “El incendio más costoso de la historia de Estados Unidos” tiene raíces, como contaba AccuWeather, en el cambio climático, lo que como contábamos, “está exacerbando la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos”. Por supuesto, la ciencia ficción se encargó hace años de adelantarse a estas tristes previsiones climáticas.

Hasta en la fecha. Hace unos días se viralizó un tuit que hablaba de cómo una de las obras más emblemáticas de la genial Octavia Butler, ‘La parábola del sembrador’, no solo se había adelantado a la crisis climática que vivimos en la actualidad, sino que lo hacía con precisión sorprendente. El libro arranca con unos incendios devastadores en Los Angeles que tienen lugar en 2025. Y no solo eso: en el libro, Estados Unidos acaba de elegir a un presidente cuya política tiene tintes ultraderechistas y lo hace con el slogan ‘Make America Great Again’, exactamente igual que Trump.

De qué va ‘La parábola del sembrador’. Por supuesto, en última instancia esos son los detalles que más llaman la atención por su precisión, pero Butler mira en su novela mucho más allá y retrata una crisis climática que no se queda en un puñado de incendios: en el libro, California se convierte en una zona de alto peligro, con crisis que van desde la escasez generalizada de agua a masas de gente que viven en la calle y que están dispuestos a todo para sobrevivir. La protagonista es una adolescente de quince años refugiada en una comunidad cerrada y relativamente a salvo. Desde ahí nos cuenta en qué se ha convertido el mundo.

Cada vez más cerca. Este libro escrito hace 23 años, por suerte, no acertó en muchas de las cuestiones que predecía, como la existencia de una droga de efectos extremos y que la madre de la protagonista consumió durante su embarazo, lo que ha hecho que esta padezca una molesta, a veces incluso dolorosa hipersensibilidad. Sin embargo, en muchos otros detalles hasta podría decirse que se quedó corta: la tensión racial cada vez más extrema (en el libro las parejas mixtas no están bien vistas), desempleo por las nubes, ausencia de políticas sociales efectivas y empresas privadas cada vez con mayor poder, lo que acrecienta las desigualdades y la desintegración de la clase media. Todo escalofriantemente familiar.

Esperanza en el futuro. No es la única novela profética de Octavia Butler, una autora que está siendo muy reivindicada en los últimos años no solo por sus visionarias piezas futuristas, sino por su punto de vista, esperanzador pese a las terribles situaciones que describe, y siempre hablando del apoyo grupal como solución a los problemas colectivos. Es lo que la ha convertido en una de las principales autoras del subgénero conocido como hopepunk, en contraposición a estilos mucho más deprimentes, distópicos y desesperanzados como el cyberpunk.

Por qué Butler acierta. Cuando le preguntaron cómo se pudo acercar tanto a las crisis actuales, Butler respondió que “no me inventé los problemas. Lo único que hice fue observar los problemas que estamos negando ahora y darles unos treinta años para que se convirtieran en catástrofes en toda regla”. Y tenía una solución para ello, claro: “No hay una respuesta única que resuelva todos nuestros problemas futuros. No hay una bala mágica. En cambio, hay miles de respuestas, como mínimo”. Siempre hay que mantener la esperanza. Y actuar cuanto antes.

Cabecera | Jeff Head, Anthony Citrano

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Hay gente poniendo los cuernos con una IA. En serio

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Las infidelidades están a la orden del día,  y si no que se lo digan a aquel CEO que fue pillado en el concierto de ColdPlay. Hasta tenemos programas de televisión que hacen de los cuernos su principal entretenimiento. Lo que no es tan habitual, o eso creíamos, es que las infidelidades no sean con otra persona, sino con una IA. 

Qué está pasando. La IA está rompiendo matrimonios. Hace unos meses hablamos de una tendencia en aumento: hay personas en relaciones con chatbots IA, enamorados hasta las trancas. Si los humanos estamos conectando emocionalmente con IAs, el paso siguiente era lógico: que también se produzcan infidelidades. Una abogada especializada en divorcios cuenta en este reportaje de Wired que cada vez se están dando más casos en los que la IA es el motivo de la ruptura, sobre todo en matrimonios que ya estaban atravesando dificultades. Los resultados de la encuesta realizada por Divorce-online en Reino Unido coinciden: el número de peticiones de divorcio que mencionaban el uso de chatbots está aumentando. 

Al mismo nivel. ¿Es igual de grave ser infiel con una IA que con una persona? El debate está servido, pero la mayoría opina que sí. Según esta encuesta, un 64% considera que sí es una forma de infidelidad y un 22% lo califica como “traición emocional”. En esta otra encuesta, el 60% respondieron que era una infidelidad igual de grave, no sólo un poco. Lo cierto es que, aunque no haya un contacto físico, a menudo la conexión emocional que se desarrolla puede ser tan intensa como en una relación real. 

Infidelidades. En Reddit encontramos bastantes casos, como el de esta mujer que rompió su matrimonio de 14 años después de descubrir la “sexy latina baby girl” con la que chateaba su marido. Era una IA, una en la que por cierto se había gastado miles de dólares. O este usuario que confesaba sentirse mal por estar engañando a su novia con un chatbot IA. Y hay muchos más ejemplos.

Marco legal. En España, el motivo del divorcio no importa a nivel jurídico, por lo que una infidelidad no debe afectar el resultado en aspectos como la custodia de los hijos. Sin embargo, tal y como cuentan en el reportaje de Wired, en EEUU hay 16 estados en los que la infidelidad está considerada un delito menor, claro que para eso se tendría que considerar la IA como una persona y ahí no hay un marco legal claro; las primeras leyes relacionadas con las relaciones con la IA la clasifican como “tercera parte”, no una persona. Lo que sí puede jugar en contra del infiel es si, como en el caso que mencionábamos arriba, hay un gasto de dinero común asociado a esa infidelidad con la IA.

Enamorados de la IA. Los humanos estamos usando la IA como si fuera nuestro psicólogo, le hablamos como si fuera nuestra amiga y también estamos desarrollando vínculos románticos. Hay muchas apps de ‘compañeros IA’ que potencian esa conexión emocional como Replika o Character.AI, pero también hay casos de personas que conectan con chatbots “normales” como ChatGPT. De hecho, lo vimos cuando lanzaron GPT-5, muchos los usuarios montaron en cólera porque querían seguir chateando con GPT-40. El motivo es que el modelo era más cálido y juguetón; muchos usuarios habían desarrollado vínculos emocionales y lo echaban de menos

Imagen | Vitaly Gariev en Unsplash

En Xataka | “No puedo parar”: la adicción a hablar con la IA ya está aquí y hasta existen grupos de ayuda para dejarla

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En 2018 Rusia presentó a su nuevo y revolucionario robot humanoide. El único problema es que no era un robot

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Si “IA” es un concepto tecnológico de moda, el otro es la robótica. Los robots humanoides, concretamente. Estados Unidos y China se han embarcado en una carrera por ver quién crea robots humanoides de consumo, pero cuando en 2018 sólo estaba Atlas dando saltitos, Rusia ya tenía un robot humanoide bailando y dando espectáculo.

Se llamaba Boris, pero había un problema: no era un robot.

Guerra Fría robótica. Hasta la reciente generación de robots, que han salido de los laboratorios y talleres para ponerse a competir incluso en pruebas deportivas, el gran referente de la robótica era Boston Dynamics. Por un lado, con Spot, el perro robot. Por otro, con un Atlas que hacía parkour y ejecutaba movimientos muy fluidos y calculados. Aunque propiedad de Hyundai, esos avances venían de Estados Unidos, y Rusia quería meterse en la conversación.

Así, en diciembre de ese 2018, algo ocurrió en el canal estatal Russia-24: un robot con pinta de astronauta y de nombre Boris salió a escena. Lo hizo en la ciudad de Yaroslavl, donde se acababa de inaugurar el Foro Anual de Ciencia y Tecnología Proyektoria destinado a promover la robótica y la tecnología entre los jóvenes. Era un evento importante, pues contaba con el respaldo del mismísimo Ministerio de Educación y Putin había asistido a versiones anteriores.

Robot ruso
Robot ruso

El prodigio ruso. Boris era una máquina, en el sentido figurado. Bailaba, hablaba, tenía sueños e ilusiones, afirmando que quería aprender composición musical y a dibujar, y fue tratado como una celebridad por el canal de televisión. Era el ejemplo más avanzado de la robótica rusa y parecía acabado. Atlas tenía cables colgando, Boris un casco, lucecitas y era un robot de película.

Hubo quien se empezó a preguntar cosas. Aparece en la hora 32 de este vídeo.

Sospechas. TJournal es una web de tecnología rusa y fue de los primeros en cuestionar la autenticidad del robot. Como recoge BBC, las preguntas eran bastante certeras:

  • ¿Por qué no se ven sensores?
  • ¿Cómo ha aparecido de la nada sin filtraciones previas?
  • ¿Por qué nadie en Internet está hablando de algo tan avanzado?
  • ¿Por qué algunos movimientos eran tan fluidos durante el baile?
  • ¿Por qué la voz era tan robótica?
  • Y lo más importante: ¿por qué era tan innecesariamente grande?

Pero lo más importante es que, más allá de las imágenes oficiales de Russia-24, a la que parecía preocuparle mucho que el país diera la sensación de tener ese avanzadísimo dispositivo, hubo otras imágenes. Tomadas por los asistentes, en algunas de esas fotos desde atrás se veía perfectamente un cuello humano asomando en la nuca de Boris. Pillado.

Carísimo disfraz. No hubo que investigar mucho: Boris no era más que un traje que se había puesto un operario. El traje se podía comprar. Si tenías 3.600 euros, podías comprar el modelo Alyosha a la empresa Show Robots, que también venía trajes de Iron Man o Robocop. De hecho, fue una agencia de medios fundada por un rival de Putin la que publicó algunas fotos con el actor poniéndose el traje.

¿Engaño? Naaah, una broma. Imagina el bochorno tras tirar de la manta. El vídeo se volvió viral y fue objeto de burlas, tanto que, unos días después de su publicación, Russia-24 lo eliminó de su canal de YouTube. Sin embargo, dos días después de la emisión original, lo resubieron y publicaron una entrevista con el periodista que había hecho la pieza.

¿La excusa? Que estaba seguro de que nadie se lo creería, ya que era como Papá Noel: un proyecto para los niños. El problema es que el periodista narró el reportaje original como si fuera la última maravilla tecnológica de Rusia. Los responsables de Proyektoria echaron balones fuera y dijeron que ellos nunca habían afirmado que ser tratada de un robot, que no iba con ellos la cosa y que los de Russia-24 no se enteraron de la película.

El problema es que hubo quien tiró de la manta y descubrió que Russia-24 ya había mostrado un robot militar falso. De hecho, en 2019 se repitió la jugada con otro robot realizando el saque inicial en un partido entre el FC Orenburg y el CSK de Moscú. Era otro hombre disfrazado y el vídeo es brutal.

El estado de la robótica rusa… En medios internacionales hubo quien se lo tomó a risa, como CBS afirmando que “independientemente de la intención, Boris no pasará a la historia como el ejemplo más bochornoso de las noticias falsas de Rusia”. Y este episodio lo recordamos porque, recientemente, Rusia ha presentado a AIdol, su primer robot humanoide. Ya salido… mal.

Con la banda sonora de ‘Rocky’ de fondo y con una cara de “por favor, qué hago aquí”, lo primero que ha hecho el nuevo robot ruso ha sido dar un par de pasos para caerse de bruces. La escena es comedia involuntaria de alto nivel, con el robot pataleando en el suelo y los empleados llevándoselo y tapando el escenario con una gran tela negra.

Al menos, AIdol es real.

Imágenes | ПроеКТОриЯ

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Álvaro Moreno y su marca de ropa católica es solo la punta del iceberg: la fiebre por el "cristianismo chic"

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Álvaro Moreno y su marca de ropa católica es solo la punta del iceberg: la fiebre por el "cristianismo chic"

Durante la inauguración de una de sus tiendas en Zaragoza, la marca Álvaro Moreno volvió a repetir su ya habitual ritual: un sacerdote recorrió las instalaciones bendiciendo el local y a los empleados, mientras en una gran pantalla se leía el lema “Sea para gloria de Dios”. El gesto resume la filosofía del empresario sevillano que ha convertido su fe católica en parte de su modelo de negocio.

Mostrando la fe. “Cuando abro una tienda digo que sea para gloria de Dios, porque si no es para su gloria, ¿para qué estamos aquí?”, dijo en una entrevista con El Español. Tenía 21 años cuando abrió su primer local en Osuna; hoy, su marca emplea a 700 personas y roza los 11 millones de beneficio anual. En medio de la pandemia, tras asistir a misa una mañana cualquiera, asegura que encontró algo más que consuelo: un nuevo modo de entender la empresa.

Su compañía busca integrar “proyectos sociales y solidarios” a través de iniciativas como Tiendas con Alma, que colabora con ONGs como Down España, ELA Andalucía, Tu Casa Azul o las Hijas de la Caridad del Pumarejo. “Hacer empresa con alma” no es marketing, insiste. Pero lo cierto es que su manera de mezclar religión y empresa encaja a la perfección con una tendencia cultural más amplia: la vuelta del catolicismo como estética, relato y, en algunos casos, como estrategia de marca.

¿Un nuevo lenguaje espiritual? La devoción pública de Álvaro Moreno no surge de la nada. Forma parte de un movimiento más amplio, donde lo religioso vuelve a asomar entre canciones pop, desfiles de moda o lemas de empresa. El catolicismo, antes relegado al silencio o al pudor, se convierte ahora en un signo visible, incluso en una forma de estilo.

La cantante Rosalía ha sido la cara más visible de esa tendencia. Su nuevo disco, Lux, está atravesado por símbolos y cantos religiosos. En la portada aparece vestida con un hábito blanco y en el vídeo de presentación se escuchan coros gregorianos y versos sobre Dios en catorce idiomas. Este gesto se sitúa dentro de una corriente artística más amplia, donde la religiosidad deja de ser tabú para las nuevas generaciones. La espiritualidad se ha convertido, en otras palabras, en un nuevo lenguaje cultural. Del hábito de Rosalía a los festivales católicos como Hakuna, que reunió a 85.000 jóvenes en un concierto multitudinario en abril, la fe está saliendo de las sacristías y entrando en los timelines.

De TikTok al púlpito. El fenómeno no se limita a España. En Estados Unidos, un reportaje del Wall Street Journal describe cómo la música cristiana contemporánea “está ardiendo de nuevo por Dios”. Artistas como Forrest Frank, exmiembro del dúo pop Surfaces, han llevado su fe a TikTok con canciones como God’s Got My Back, acumulando más de 15 millones de reproducciones en Spotify y millones de visualizaciones en redes. Según el mismo medio, los artistas cristianos acumularon más de 1.200 millones de reproducciones en EEUU este año. 

Y no solo los artistas: incluso los conventos han aprendido a moverse en la era digital. Religiosas como Sor Marta, Sor Verónica o la argentina Josefina Cattaneo acumulan cientos de miles de seguidores mostrando su día a día en los conventos: desde cómo se prepara un hábito hasta cómo se celebra un cumpleaños en comunidad. La fórmula funciona porque humaniza la vocación religiosa y la hace accesible a jóvenes que quizá nunca se acercarían a una iglesia. Lo que antes se comunicaba desde el púlpito ahora se comparte desde el algoritmo.

Del pudor al orgullo creyente. En España, los datos confirman un cambio generacional. Según el CIS, el 36,4% de los jóvenes de entre 18 y 24 años se declaran católicos, frente al 28% de 2021. El 10,5 % son practicantes. Es el único grupo de edad en el que la religiosidad crece.

“Existe un auge del catolicismo identitario y una visibilización de la identidad religiosa por una parte de la juventud”, explica la antropóloga Mónica Cornejo en El Correo. “Llevan cruces vistas y reivindican su fe sin pudor. Dicen: ‘Soy cristiano, ¿y qué?’”. Para Cornejo, se trata de un catolicismo “más cultural, menos dogmático. No les interesa tanto la religión leída como la religión vivida”. En un país donde la religión parecía cosa del pasado, la fe vuelve a ser una bandera —estética, emocional o política—. Y lo hace, curiosamente, desde Instagram, desde los reels o desde una pasarela.

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Hacia el catolicismo chic. Pero hay una pregunta que subyace de todo esto: ¿es devoción, estrategia o ambas cosas? Como advierte Noemí López Trujillo en Newtral, la estética religiosa que Rosalía ha abrazado “no parece ni desdecirse ni contradecirse, sino abrazar deliberadamente la idea de que lo conservador es subversivo”. 

En el caso de Álvaro Moreno, la frase “Sea para gloria de Dios” resuena con autenticidad, sí, pero también con una precisión de branding: tienda, ritual, historia de superación, valores visibles. Y en un mercado en el que los consumidores buscan propósito tanto como producto, ese relato funciona.

La duda es si en el camino no se diluye algo esencial. La espiritualidad profunda se convierte en estética de consumo, y la fe —como casi todo— en un valor de mercado. Porque creer en algo ofrece consuelo; pero mercantilizar la creencia ofrece un relato que se vende. Y en esa frontera —entre la convicción y la estrategia— quizá tengamos que mirar más allá de las vitrinas bendecidas.

Imagen | TikTok

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La noticia

Álvaro Moreno y su marca de ropa católica es solo la punta del iceberg: la fiebre por el “cristianismo chic”

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Alba Otero

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