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En 1973 un grupo de personas cruzó el océano en balsa para estudiar la violencia. Hoy se la conoce como “la balsa del sexo”

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Santiago Genovés sabía bien qué era la guerra. A él, nacido en Ourense, en 1923, le obligó a hacer las maletas y trasladarse siendo aún un adolescente a México como refugiado. Por eso ya con 49 años y tras convertirse en un referente internacional en el campo de la Antropología física decidió marcarse una meta ambiciosa: responder a la que, en su opinión, era “la pregunta más importante” de su época: “¿Podemos vivir sin guerras?”

Para averiguarlo diseñó uno de los experimentos sociológicos más locos del siglo XX. Con ayuda de un fabricante de barcos británico construyó una pequeña balsa de 12×7 m y embarcarse en ella junto a otras diez personas, cuatro hombres y seis mujeres, en una travesía de casi 5.000 millas desde Canarias hasta México.

Bienvenido a Acali. En la lengua amerindia náhuatt “acali” significa “la casa en el agua”, así que cuando a comienzos de los años 70 el reconocido antropólogo hispano-mexicano Santiago Genovés Tarazaga decidió poner en marcha un peculiar experimento que consistía en observar cómo convivía un variopinto grupo de 11 desconocidos durante meses, en alta mar, sin poder abandonar una pequeña balsa, decidió que esta debía llamarse así: “Acali”.

Desde entonces a la expedición se la conoce sobre todo como “Experimento Acali”, aunque ese no es el único nombre que ha recibido. Genovés había escogido uno mucho más ambicioso y que pretendía captar su gran objetivo, “Proyecto Paz”.

No tuvo mucho éxito. De hecho en los años 70 era más habitual que la prensa se refiriese a la travesía con un nombre mucho menos utópico y que aludía al peculiar batiburrillo de hombres y mujeres jóvenes que convivían en la diminuta embarcación: “la Balsa del Sexo”.

Un océano, una balsa, 11 personas. Los ingredientes del experimento de Genovés eran cuanto menos poco ortodoxos. Primero estaba la balsa, una embarcación de 12×7 m con casco de acero, una cabina de 4×3,7 m en la que debía convivir el pasaje y una pequeña vela para impulsarse. Segundo, la tripulación, formada por una decena de personas, además de Genovés, con orígenes y condiciones de lo más diversos y edades comprendidas entre los 23 y 37 años. El mayor de todos era el antropólogo, de casi 50.

Por último, en tercer lugar, estaba la travesía. El antropólogo se propuso ni más ni menos que recorrer el Atlántico, en una larga singladura que les llevaría desde el Puerto de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, hasta la costa de México, casi 5.000 millas de navegación oceánica que tardaron 101 días en completar. Con ese propósito disponían de un equipo de radio y un buen aprovisionamiento, con cinco toneladas de comida y agua.

“Diez valientes desconocidos”. De esos tres componentes el más importante sin duda era la “tripulación”, palabra que, todo sea dicho, no acababa de convencer a Genovés. Él veía a sus compañeros de navegación como un grupo de prueba, sujetos escogidos para participar en un ambicioso y poco ortodoxo experimento. Conejillos de indias. Para que se adaptasen lo mejor posible a ese propósito, el científico hizo algo igual de sorprendente: en 1973 publicó anuncios en varios periódicos internacionales, incluido The Times, en los que pedía voluntarios para una expedición atlántica.

“Diez valientes desconocidos”, recuerda la BBC. Los anuncios eran muy claros en cuanto a sus requisitos: dejaban claro que se buscaba tanto hombres como mujeres, preferiblemente casados, aunque sus parejas no podrían acompañarlos en la expedición, y debían tener entre 25 y 40 años. Acabó escogiendo a una decena de candidatos que hicieron de la balsa “Acali” un pequeño microcosmos flotante, una mezcla de sexos, orígenes, experiencias y religiones.

Un cura africano y una camarera de USA. Lo del microcosmos quizás parezca una exageración, pero Genovés creó un auténtico crisol a bordo de “Acali”. Entre otros perfiles, había un antropólogo uruguayo, una buceadora francesa, una capitana sueca, un fotógrafo japonés, un sacerdote católico de Angola y una camarera llegada de Alaska.

Hubo quien se embarcó para huir de un marido maltratador y quien se pasó buena parte de la travesía pensando en los antiguos viajes de los barcos europeos llenos de esclavos. Algo sí tenían en común. Genovés planteó la selección de tal forma que la decena de participantes fuesen más o menos jóvenes y atractivos.

Al océano sin experiencia. Había además otro rasgo que compartía la mayoría de la tripulación. Uno sorprendente si se tiene en cuenta la aventura en la que se embarcaron y de la que hablaría mucho tiempo después, durante una entrevista, José María Montero Pérez, el antropólogo uruguayo que decidió enrolarse en la expedición de su colega mexicano.

“Excepto Genovés, yo mismo y una oficial sueca, ninguno tenía hábitos marinos ni había navegado nunca. Los viajeros tuvimos que padecer una adaptación física al medio marino. Hubo cuatro o cinco que se marearon durante varias semanas”.

Y esa mezcla… ¿Para qué? La gran pregunta. Y la respuesta es la más obvia también. Con semejante mezcla de personas distintas, atractivas y aisladas durante meses a kilómetros de la costa, en un entorno desafiante y en mitad del océano, Genovés quería crear un caldo de cultivo para que surgiesen toda clase de emociones.

La comparación es inevitable y se ha repetido hasta la saciedad durante los últimos años, pero es bastante exacta: el antropólogo recreó su particular ‘Gran Hermano’, una suerte de reality que se adelantó varias décadas a la industria de la televisión, aunque con una peculiaridad crucial. A diferencia de la famosa casa de Guadalix de la Sierra, de “Acali” no se podía salir. O sí, si estabas dispuesto a enfrentarte a las olas y los tiburones.


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Resolviendo la gran incógnita. Genovés quería observar, estudiar, analizar y comprender. Y para crear el medio más propicio tomó una serie de decisiones extra: puso al frente de la nave a una mujer, relegando a los hombres a tareas menores; los tripulantes no podían tener material de lectura y la intimidad quedó reducida a su mínima expresión. Dormían casi apiñados. Y resultaba imposible asearse o ir al baño (si por baño entendemos inclinarse en un agujero, encaramado a las olas) a salvo de miradas ajenas.

“Toda mi vida he querido saber por qué la gente pelea y entender qué es lo que sucede en verdad en nuestras mentes”, escribiría más tarde el antropólogo, profesor de la Universidad Autónoma de México. Reflexiones como esa nos ayudan a entender mejor sus objetivos y motivaciones. Por ejemplo, entre sus notas hay observaciones sobre cómo influían diferentes aspectos de organización en el comportamiento de las ratas de laboratorio.

“Ratas en un espacio limitado”. “Gracias a pruebas en animales de laboratorio sabemos que la agresión puede desencadenarse poniendo distintos tipos de ratas en un espacio limitado. Quiero averiguar si es igual para los seres humanos”, recoge una de las notas publicadas por la BBC. En otra se habla de estudios con simios que demuestran “una conexión entre la violencia y la sexualidad” y que “la mayoría de los conflictos entre machos son consecuencia de la disponibilidad de las hembras que están ovulando”.

Genovés analizaba el conflicto, pero él defendía que su objetivo último estaba lejos de provocar la confrontación gratuita. “Acali” era su experimento, su laboratorio en mitad del océano. Y su propósito, como aseguró en una ocasión a la capitana, era “descubrir la forma de crear la paz en la Tierra”. Los métodos eran poco convencionales, pero esa era una seña de identidad de Genovés, que antes de embarcarse en “Acali” ya había participado en las expediciones del aventurero noruego Thor Heyerdhl.

¿Y cuál fue el resultado? Complicado. La balsa zarpó de Las Palmas de Gran Canaria el 13 de mayo de 1973 y no llegó a la isla mexicana de Cozumel hasta 101 días después, tras cubrir un largo periplo impulsada por los alisios y la corriente. No había motor. Ni barcos que se encargasen de seguirles de cerca por si necesitaban respaldo. Las jornadas, semanas y meses pasaron en alta mar sin embargo sin que saltasen conflictos violentos de importancia. Por supuesto hubo “fricciones y discusiones”, rememoraría después Montero, pero nunca desembocaron en grandes confrontaciones.

El propio Genovés dejó constancia de su asombro en cierto momento del viaje al constatar que, si hubo un episodio en el que surgió alguna conducta violenta, fue por la presencia de un tiburón, no por las razones que él esperaba. Ni por “celos, ni conflictos entre los 10 integrantes de la expedición”, reseñó en otra de las notas citadas por la BBC. “Nadie parece recordar que estamos aquí tratando de hallar una respuesta a la pregunta más importante de nuestra época: ¿Podemos vivir sin guerras?”, se desesperaba.

Ideas de asesinato. Genovés no acertaba del todo. Con el paso del tiempo sí surgieron conflictos y tensiones evidentes. Aunque fue él el que acabó en el centro de esas tiranteces. Lo reconoció en otro de sus escritos al señalar que “el único” que dio muestras de un comportamiento agresivo y violento durante el viaje fue él. Tampoco entonces daba de todo en el calvo. Como recordarían cuatro décadas después parte de los tripulantes durante un documental sobre la expedición, la larga singladura sí llevó a algunos a fantasear con ideas homicidas. El foco, de nuevo: Genovés.

“Lo dejaríamos caer”. Una de las tripulantes admitió en declaraciones recogidas por The Guardian cómo parte del grupo acabó volviéndose en contra del antropólogo. Y que incluso acariciaron en secreto la idea de liquidarlo con un cuchillo. “Lo envolveríamos en una sábana, lo llevaríamos sobre la barandilla y lo dejaríamos caer”, confesaba sobre los planes con los que llegaron a fantasear por entonces.

Aquello se quedó solo en eso, en el terreno de la ensoñación. La balsa acabó llegando al Caribe, fue traslada a tierra, los tripulantes pasaron una cuarentena y diferentes exámenes médicos y psicológicos y Genovés siguió con su peculiar carrera académica y publicando libros, alguno sobre el “Acali”, hasta que falleció en septiembre de 2013, ya mayor, a punto de cumplir los 90.


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¿Y lo de “Balsa del Sexo”? La idea de que cuatro hombres y seis mujeres, jóvenes y que además resultaban “sexualmente atractivos”, en palabras del antropólogo, viajasen por el Atlántico apiñados a bordo de una diminuta balsa no tardó en azuzar la imaginación de la prensa de principios de los 70. A Genovés le gustaba referirse a su experimento como “Proyecto Paz”. Los reporteros que se encargaron de escribir sobre la travesía consideraron sin embargo que había otro apodo que le encajaba mejor: “Balsa del Sexo”.

En los periódicos podían leerse frases como “Pasiones desenfrenadas en el mar”, “el viaje del amor” u “orgías entre las olas”. ¿Acertaban? Esa es parte de la fascinación de “Acali”.

La sexualidad era parte de los factores que interesaban a Genovés y The Guardian precisa que a bordo llevaba cuestionarios y hojas de cálculo con los que pretendía relacionar la agresividad y la actividad sexual con aspectos como las fases lunares o la altura de las olas. En la balsa hubo efectivamente relaciones y se fraguaron algunos vínculos especialmente íntimos. Ahora, probablemente hubiesen desilusionado a quienes leían las tórridas crónicas publicadas por los tabloides sobre la expedición.

“No fue lo que la gente imaginó”. Sobre el tema hablaría años después el uruguayo José María Montero para aclarar un aspecto clave: a diferencia de lo que vendía la prensa, la balsa estaba lejos de ser un nido de fogosidad. No había privacidad. “No fue lo que la gente se imaginó”, relataba el antropólogo sobre la vida sexual durante la singladura.

“Fue pobre y escasa. Cualquiera que haya navegado sabe el laburo que significa andar en una balsa tan endeble a la que únicamente impulsa una vela […]. No hay tiempo para pensar en la vida sexual. Las guardias hay que respetarlas y la intimidad casi no existe. Era inhibitorio”.

“Un sucucho a la vista”. El hacinamiento tampoco resultaba excitante. La falta de privacidad se extendía a cuestiones tan básicas como el aseo. “Todos teníamos que hacer nuestras necesidades en un sucucho abierto que había sobre una borda, a la vista de todo el mundo, y a nadie le llamaba la atención”.

Aquello de la “Balsa del Sexo” incluso pasó factura al proyecto. En un momento de la travesía, Genovés recibió por radio el anuncio de que su universidad, escandalizada por los titulares, quería marcar distancias. Lo que sí le granjeó fue fama. Y un meritorio lugar en los rankings de los experimentos científicos más extraño del siglo pasado.

Imágenes | Bullit Film y Solitsocial dot com (Unsplash)

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‘La isla de las tentaciones’ llevaba años sin grandes éxitos, pero ha revivido gracias a un insólito filón de memes: Montoya

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‘La Revuelta’, en La1, coincide un par de días a la semana con ‘La isla de las tentaciones’, el tronado reality de Tele5 de parejas que se someten a pruebas de alta presión para demostrar su amor. El pasado 29 de enero, Broncano y su invitada, la cantante Nia, charlaron un rato de las abundantes tramas que ha generado el programa de Mediaset: ese es el nivel del alcance de la octava edición del programa, comentado hasta en su competencia directa. O como con retranca reconocieron en uno de los subtítulos del programa, “El debate de ‘La isla de las tentaciones’ es en La1. La tele en España es más compleja que el multiverso de Marvel”

Audiencias en ascenso. Las audiencias con las que arrancó esta edición de ‘La isla de las tentaciones’ no fueron especialmente altas. Aunque aún está por ver la audiencia media de la temporada, que actualmente ronda el 15,4% de share (algo menos que la del año pasado), en las últimas semanas sus audiencias están superando el 16%, conforme su contenido se está viralizando en redes: su máximo lo obtuvo este pasado lunes, con un notable 18,5%. En cualquier caso, sigue lejos de aquellas estratosféricas audiencias de 24,1%, 22,5% y 26,3% de las tres primeras ediciones.

¿Qué hace diferente a esta edición? Sin duda, sus concursantes, que han conseguido generar un contenido viral sin precio. Recordemos someramente las reglas del concurso. Una serie de parejas acuden a una isla, donde se separan en dos grandes grupos: chicos y chicas serán tentados en sus respectivas residencias, y sus parejas verán más tarde las imágenes de tonteos, juegos eróticos, bailes y caídas en plancha en la tentación. Por supuesto, cuanto más exageradas son las reacciones de sus parejas viéndoles “pecar”, más televisivo resulta. Y de ese modo, el sevillano Jose Carlos Montoya se ha convertido en un meme viviente con sus desorbitadas reacciones al comportamiento de su novia Anita.

Qué ha hecho ahora Montoya. En estas semanas que lleva en marcha la octava edición del programa, ya ha habido críticas por el alto nivel de toxicidad de alguna de las parejas, pero Montoya gusta por ese dramatismo impostado, casi una parodia involuntaria del carácter latino. Esa personalidad de anuncio de agua de colonia que le ha llevado a abrirse varias camisas a tirones como gesto de despecho, literalizando tantas coplas sobre infortunios, pasionales (sin saber que “romperse la camisa” es a veces también una metáfora); a correr sin rumbo y finalmente a desplomarse en la arena de la playa entre gritos, como en un vídeo de karaoke; y como gran numerito final, irrumpir en la casa de las novias para pillarla in fraganti en la cama, una locura cuya conclusión se verá la noche del 5 de febrero.

Un meme que traspasa fronteras. El claro precedente de Montoya en la isla son concursantes de otras ediciones que oscilaban entre los celos caricaturescos (“Manué, la manita relajá“) o las pasiones que se desparramaban mucho más allá e sus endebles envoltorios humanos (aquel alarido de Christofer de “¡Estefaníaaaaaa!” en la primera temporada y que cierra el círculo con la huida de Montoya hacia la casa de las novias de este año). Todos ellos, y Montoya es solo el último, han sido fruto de tronchantes memes, junto a hilos que repasan su vida fuera de la isla y dentro. Pero Montoya, además, ha trascendido fronteras: no es necesario entender español para solazarse en su expresividad corporal de muppet enamorado.

Un callejón sin salida. Montoya es el ejemplo perfecto de todas las necesidades, atractivos y problemas del programa: es divertidísimo contemplar su comportamiento desnortado, pero todos sabemos que está creando espectáculo. Hay un abismo entre Montoya y el primigenio “Quién me pone la pierna encima” de la primera edición de ‘Gran Hermano’, desarmante en su ingenuidad. Del mismo modo que hay toda una galaxia de evolución televisiva entre las caricaturescas rabietas de ‘La isla de las tentaciones’ y la devastadora candidez del padre putativo del programa, aquel ‘Confianza ciega’ que se coronó como el mejor reality español de todos los tiempos. Aquí todos conocemos las reglas del juego, y eso lo hace más salvaje, pero en esencia, mucho menos humano.

Cabecera | Mediaset

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Audiard expresa decepción por postura de Karla Sofía Gascón ante polémicos tuits: “Ella está jugando a la víctima”

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Escrito en ENTRETENIMIENTO el

El revuelo en torno a “Emilia Pérez”, una película que ha generado una gran atención y nominaciones al Óscar, se ha visto opacado por una controversia protagonizada por la actriz principal, Karla Sofía Gascón, quien se convirtió en el centro de una tormenta mediática debido a antiguos posts en redes sociales que muchos consideraron como llenos de odio.

En una entrevista exclusiva con Deadline, el cineasta francés Jacques Audiard, quien dirigió la película, expresó su profunda decepción con las acciones de Gascón, distanciándose de ella.

Audiard describió la traición que sintió al enterarse de las publicaciones de Gascón. “Es muy difícil para mí pensar en el trabajo que hice con Karla Sofía”, dijo Audiard. “La confianza que compartimos, el ambiente excepcional en el set… y luego leer algo que es absolutamente llena de odio, es inexcusable”.

El cineasta francés subrayó que sus acciones no sólo dañaron su relación con ella, sino que también afectaron a todo el elenco y al equipo que trabajó arduamente en la película. “No entiendo por qué sigue haciéndonos daño”, agregó. “No puedo interferir en su enfoque autodestructivo, pero estoy profundamente decepcionado”.

Los comentarios de Audiard reflejan un sentimiento que ha sido repetido por otros miembros del elenco, como Zoe Saldaña. Mientras la película continúa ganando tracción de cara a los Óscar, la ausencia de Gascón en eventos clave ha dejado un vacío notable.

Audiard aclaró que la falta de una disculpa genuina por parte de Gascón sólo aumentó la frustración.

“Ella está jugando a la víctima”, dijo. “Es como si pensara que las palabras no duelen. Bueno, sí lo hacen, y está hiriendo a las personas que estuvieron más cerca de ella”.

A pesar de la atención negativa, Audiard sigue comprometido a defender la película y a su elenco. Expresó una admiración particular por Saldaña y otros miembros del equipo, prometiendo seguir apoyándolos durante la temporada de premios. “Está Zoe, está mi extraordinario equipo. Nunca los dejaría ir. No hay forma de que los deje”, afirmó Audiard.

En medio de este torbellino, Audiard defendió sus decisiones creativas para “Emilia Pérez”, incluida la elección de filmar la película en Francia en lugar de México, a pesar de algunas críticas. Aclaró que las elecciones estilísticas de la película, incluida su representación de los carteles y sus víctimas, no se pretendían mostrar como una representación realista, sino como un elemento temático dentro de la estructura operística que había concebido para la película. “Quería hacer una ópera, no un documental”, explicó, subrayando la importancia de la libertad artística por encima del realismo.

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La probabilidad de impacto del asteroide 2024 YR4 ha subido a un 1,6%. La ONU ya tiene activado un protocolo especial

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En apenas unos días de observaciones, la probabilidad de que el asteroide 2024 YR4 impacte con la Tierra ha subido de un 1,2 a un 1,6%. Visto de otro modo, hay un 98,4% de posibilidades de que el objeto recién descubierto pase de largo. Pero el riesgo de que no lo haga es lo suficientemente alto para que la ONU haya activado, por primera vez, su Protocolo de Seguridad Planetaria.

Cálculos revisados. 2024 YR4 fue descubierto el pasado 27 de diciembre por el Sistema de Última Alerta de Impacto Terrestre de Asteroides (ATLAS) desde Chile, pero no llamó la atención de los astrónomos hasta que apareció automáticamente en la lista Sentry de la NASA el 31 de diciembre por su riesgo de impacto (entonces apenas por encima del 1%) con el planeta Tierra.

Según los datos actualizados que publicó ayer el Centro de Coordinación de Objetos Cercanos a la Tierra (NEOCC) de la Agencia Espacial Europea (ESA), el asteroide 2024 YR4 mide entre 40 y 90 metros de diámetro y tiene un 1,6% de posibilidades de impactar con la Tierra el 22 de diciembre de 2032. Lo haría cerca del ecuador, en algún punto que va desde el norte de Sudamérica hasta el norte de la India, pasando por el centro de África.

Reuniones en la NASA y la ESA. Podemos estar de acuerdo en que la probabilidad de impacto sigue siendo muy pequeña, pero ha puesto en vilo al Grupo Asesor de Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG) de la ONU, el comité que coordina la respuesta a asteroides de más de 50 metros con una probabilidad de impacto superior al 1% en los próximos 50 años.

Con el Protocolo de Seguridad Planetaria oficialmente activado, 2024 YR4 ha desencadenado, por el momento, dos reuniones del SMPAG. Una con la Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria de la NASA, y otra en Viena con los expertos de la Oficina de Defensa Planetaria de la ESA.

Qué han decidido los expertos. Observar activamente el asteroide y volver a reunirse a finales de abril o principios de mayo (o antes, si el riesgo de impacto aumenta significativamente) para reevaluar la situación. Las probabilidades pueden cambiar a favor o en contra con el tiempo a medida que los astrónomos realizan más observaciones y refinan los cálculos de la trayectoria del asteroide.

Si el asteroide sigue siendo mayor de 50 metros y la probabilidad de impacto se mantiene por encima del 1% para la próxima reunión, el SMPAG emitirá una recomendación sobre futuras acciones a la Oficina de Asuntos del Espacio Exterior de Naciones Unidas (UNOOSA). Definitivamente necesitaremos oficinas con siglas más fáciles de recordar si Armageddon se hace realidad.

Tenemos algo de práctica. No olvidemos que la humanidad ya ha desviado con éxito un asteroide. Lo hizo la NASA como prueba de concepto en septiembre de 2022 con la misión DART, una nave que desvió ligeramente la trayectoria de Dimorphos, la pequeña luna del asteroide Didymos.

La misión europea HERA se dirige ahora hacia allí para estudiar el resultado del impacto. Todo lo que podamos aprender de esta prueba (y la que hará China en unos meses) podría marcar la diferencia en futuras misiones de defensa planetaria, llegado el caso.

Imágenes | Instituto de Astrofíscia de Canarias, NASA/JPL

En Xataka | DART ha sido un éxito. La cuestión es si nos salvará realmente cuando un asteroide se dirija a la Tierra

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