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Turquía quiso crear una ciudad con 700 castillos de estilo Disney. Ha acabado convertida en un pueblo fantasma

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Cuando hace una década los promotores de Burj Al Babas se pusieron manos a la obra y empezaron a levantar edificios en un valle próximo a Mudurnu, una pequeña villa situada a medio camino entre Estambul y Ankara, su propósito era construir una de las “miniciudades” de nuevo cuño más asombrosas de Turquía. Bazas tenía para serlo, desde luego. A diferencia de otras promociones inmobiliarias turcas pensadas para los adinerados bolsillos del golfo Pérsico, Burj Al Babas no ofrecía modernas mansiones ni rascacielos. No. Su apuesta era más exótica: se compondría de cientos y cientos de castillos, más de 700, diseñados con un arquitectura pastiche que no desentonarían en Disneyland.

Diez años después del inicio de las obras, Burj Al Babas es un referente conocido dentro y fuera de Turquía; pero no por los motivos que querían sus impulsores o las familias que llegaron a comprar uno de sus castillos. Si por algo es famoso es por haberse convertido en una ciudad fantasma, un valle remoto por el que se extienden cientos de fortalezas de estilo Disney a medio terminar.

A quién no le va a gustar un castillo Disney.  Algo así debieron de pensar hace ya más de una década los directivos del Grupo Sarot, la empresa turca que decidió promover el surrealista proyecto Burj Al Babas. Surrealista tanto por el cómo por el dónde. Lo que tenía en mente Sarot era levantar ni más ni menos que 732 castillos de estilo Disney, todos prácticamente iguales, clones los unos de otros, como copias a escala inspiradas en la fortaleza de Neuschwanstein, hasta formar una villa en la que cada residente sería un “señor del castillo”.

Por si eso no fuera suficiente, la urbanización incorporaría un gran centro comercial inspirado en el Capitolio estadounidense, restaurantes, un hotel de lujo, salones de belleza, spas y baños turcos.

Burj Al Babas aspiraba a ser una villa de ensueño. Y un resort de claro enfoque turístico basado en una triple apuesta: su peculiar arquitectura pastiche, el lujo y los encantos de su entorno natural, Mudurnu, una villa de la provincia de Bolú con no más de 6.000 habitantes. The Guardian precisa que el objetivo inicial de los promotores era que la mitad de los 732 castillos se comercializaran entre compradores adinerados del golfo Pérsico y el resto como multipropiedades para turistas de Turquía.

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Castillos con aguas termales. Quizás no sea tan pintoresco como los castillos Disney, pero el lugar escogido por los promotores es parte clave también de Burj Al Babas. Mudurnu está situada en la región del Mar Negro de Turquía, a medio camino entre Estambul y la capital del país, Ankara. No es casualidad que Sarot se fijara en la región, en la que ya había desarrollo otros proyectos. Cerca hay un manantial que permitió a la promotora incluir un servicio de lujo en cada uno de sus castillos: acceso directo a sus aguas termales a través de un sistema de canalizaciones.

Por si eso no fuera suficiente, en el entorno estaba la tranquila población de Mudurnu y un entorno plagado de pinos. De hecho, para levantar los castillos hubo que construir en una zona forestal de 6.500 m2, algo que no gustó a los lugareños. Burj Al Babas ofrecía  además un extra a los compradores, uno especialmente interesante para las familias de países como Emiratos Árabes: un clima benigno, con veranos más suaves que los del golfo Pérsico.

Y arrancaron las obras. El proyecto prometía sobre el papel, así que no tardó en dar el salto a la realidad. En 2011 el entonces alcalde de Mudurnu dio luz verde al Grupo Sarot para que planificara la construcción de 80 castillos en la zona. Las expectativas del promotor debían de ser buenas porque años después se permitió a la empresa que ampliara el proyecto hasta llevarlo a cifras pasmosas, dignas de una auténtica miniciudad: se hablaba de 732 castillos, además de servicios extra, como el centro comercial. Que la tranquila Mudurnu pasase a convertirse en un resort no convenció a todos los vecinos, pero sus defensores argumentaron que generaría riqueza en la región. Suficiente.

“La gente descontenta nunca podría entender de forma adecuada el desarrollo”, reivindica aún hoy Mehmet Inegöl, exregidor de Mudurnu y quien favoreció en su día que el proyecto saliese adelante. A pesar de la deriva que ha tomado Burj Al Babas y que sus promesas no han llegado a cumplirse, Inegöl asegura no tener dudas de que algún día los detractores serán los “primeros en llevar a sus hijos para que trabajen” en la megaurbanización.

No todos lo ven igual. Mehmet Cantürk, ecologista y vecino de la región, se lamentaba hace poco en The Guardian del impacto medioambiental de las obras, que las edificaciones obvien la tradición arquitectónica de la zona o el uso del manantial. En Mudurnu hay quien ve los torreones de Burj Al Babas como auténticos “castillos de Drácula”, más que como amables mansiones Disney.

Burje
Burje

Avanzan las obras, y la comercialización. Las obras arrancaron hacia 2014. Y durante un tiempo avanzaron de forma más que visible, plagando el valle de las afueras de Mudurnu de fachadas y torres de hormigón. En la web del proyecto, aún activa, hay un apartado que documenta cómo avanzaron los trabajos durante sus compases iniciales. No solo eso. La comercialización también parecía ir viento en popa.

La perspectiva de ser propietario de un castillo en Turquía gustó en países como Kuwait, Baréin, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí, donde la promotora se dedicó a presumir de la ciudad de ensueño que estaba levantando entre Estambul y Ankara. Al fin y al cabo se les prometía ser dueños de castillos. Castillos rodeados de castillos, cierto; pero castillos al fin y al cabo. Hubo incluso quien vio en ellos guiños a la famosa Torre Gálata o la Torre de la Doncella, ambos iconos de Estambul.

No todos los edificios se vendían al mismo precio. Entre ellos había diferencias por cuestiones como su ubicación o que estuviesen más o menos cerca de las que se esperaba que fuesen las calles más bulliciosas. En la web de la promoción aún se puede consultar su catálogo. Aun así quien quisiese hacerse con una de las peculiares mansiones de Burj Al Babas debía aportar una suma más que considerable: entre 370.000 y 530.000 dólares, según los datos que maneja Arch Daily. Jassim Alfahhad, coronel de Kuwait, es uno de quienes se dejaron seducir por las promesas de la urbanización y ahora está al frente de un grupo de casi 150 compradores que abonaron entre 150.000 y 450.000 dólares.


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De ciudad de ensueño a ciudad fantasma. Que las obras y comercialización estuviesen ya avanzadas no evitó que Burj Al Babas acabase convirtiéndose en algo muy distinto a lo que aspiraba: una ciudad fantasma, plagada no ya de castillos Disney, sino de edificaciones de hormigón abandonadas, apagadas por el paso de los años sin que se llegase a finalizar su construcción.

El punto de inflexión del proyecto llegó en 2016, cuando las obras se frenaron. Por entonces se habían levantado ya unos 587 castillos, cerca del 80%del total, que sus dueños nunca han podido ocupar. En vez de eso el paisaje distópico de Burj Al Babas se ha convertido en una peculiar atracción turística para los amantes de la arquitectura abandonada y youtubers que han mostrado el estado de la desafortunada urbanización con sus drones.

¿Por qué se torció el proyecto? Hay muchas teorías. Quienes han analizado lo ocurrido —y sobre él han corrido ríos de tinta a lo largo de los últimos años— han apuntado tanto a problemas internos, de la promotora y sus compradores, como al contexto económico y político del país: deuda, impagos de clientes y a trabajadores, anulaciones de operaciones, tensiones políticas, problemas con el contratista… Pesase más uno u otro factor, lo cierto es que en 2018 Grupo Sarot, con la lira turca depreciándose, se declaró en quiebra y los 587 castillos a medio terminar entraron en un largo período de impasse para desesperación de los compradores que había adelantado grandes sumas por ellos.

¿Nuevos aires en Burj Al Babas? Ha pasado ya más de una década desde el inicio de los trabajos en las cercanías de Mudurnu y más de un lustro desde el plazo acordado por la promotora para entregar las llaves de los castillos a sus propietarios, y si por algo es conocido hoy Burj Al Babas es por su paisaje casi onírico de cientos y cientos de torres abandonadas en mitad de Turquía.

Eso sí, quizás no esté condenado a permanecer así eternamente. Alfahhad, uno de los compradores kuwaitíes, lo ve factible: “Seguimos siendo optimistas y creemos que terminará pronto”, reconocía hace poco a The Guardian el excoronel, que junto al resto de afectados intentan que el asunto no caiga en el olvido.

Señales para la esperanza. En mayo el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, se reunió con el emir de Kuwait, el jeque Meshal al-Ahmad al-Jaber al-Sabah, y los compradores confían en que la situación de los castillos abandonados haya figurado entre los temas que abordaron. Hace unos meses, en verano, circuló además entre la prensa turca la noticia de que un holding estadounidense está interesado en hacerse con el viejo proyecto.

Queda la incógnita de si Burj Al Babas logrará ser una ciudad de castillos Disney, como la concibieron en su día sus impulsores, o está condenada a ser un funesto cúmulo de castillos de Drácula, que es como lo ven algunos habitantes de la vecina Mudurnu.

Imágenes |Burj Al Babas y Google Earth

En Xataka | Ciudades fantasma de la URSS: un viaje a través de los no-lugares abandonados tras el comunismo

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un enorme anillo de dos kilómetros y 20 metros de alto

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Osaka es conocida por su puerto, su oferta gastronómica, el distrito Shinsekai, su emblemático castillo y santuarios, entre otros reclamos. Ahora (y al menos durante los próximos meses) a todos ellos se suma un nuevo récord Guinness fascinante: la estructura arquitectónica de madera más grande del mundo, un gigantesco anillo de 61.000 m2 levantando siguiendo una antigua técnica de construcción nipona y que se ha convertido en uno de los iconos (y el más reconocible) de la Expo 2025, que acaba de inaugurarse en Osaka y tendrá sus puertas abiertas hasta octubre.

El nombre de la gigantesca estructura, que se ha colado ya en el libro Guinness, deja poco margen para la interpretación: lo han bautizado Grand Ring.

Un anillo para gobernarlos a todos. Aunque la Expo2025 de Osaka-Kansai cuenta con la participación de más de 160 países y regiones, su inauguración en Yumeshima estuvo encabezada por las máximas autoridades niponas y su objetivo es servir de escaparate a la “sociedad futura”, gran parte de los focos se han puesto en una de sus piezas más emblemáticas: el Grand Ring, un construcción con forma de anillo que servirá de pasarela para que los visitante se muevan al resguardo de la lluvia, el sol y el viento. Y es normal que haya generado tanto interés. Al fin y al cabo Grand Ring no es un anillo cualquiera. No hay otro como él en el mundo.

Japan
Japan

¿Y eso por qué? Por cuánto mide. Y sobre todo por cómo se ha hecho. La estructura está construida básicamente con madera de cedro y ciprés japoneses y pino silvestre. Es más, sus creadores reivindican el valor simbólico de esa mezcla de materiales autóctonos y extranjeros, aunque los primeros representan cerca del 70% de la construcción. En todo el mundo no hay una estructura arquitectónica de madera de mayor tamaño. Y así se lo reconocieron en febrero los jueces del Guinness World Records, que ya le han otorgado la plusmarca oficial.

Cuestión de medidas. Las cifras del Grand Ring impresionan. El diámetro exterior del anillo alcanza los 675 metros (615 m en la cara interior) y abarca un área de construcción de algo más de 61.000 m2. En cuanto a la enorme estructura circular, tiene un ancho de unos 30 m con una altura que en el extremo inferior alcanza los 20 m. En el lado interno es algo más bajo y ronda los 12 m. Los trabajos para darle forma arrancaron en junio de 2023 y no finalizaron hasta agosto del año pasado. En total los operarios emplearon en torno a 27.000 m3 de madera.

Algo más que grandes cifras. El anillo es interesante por algo más que su enorme tamaño o su talla récord. Los organizadores de la Expo 2025 insisten en que la estructura se levantó combinando métodos de construcción modernos y la tradición “nuki” empleada en la edificación de santuarios y templos japoneses. De hecho el anillo está inspirado en el templo milenario Kiyomizudera de Kioto. En la práctica, precisa Swissinfo, eso se traduce en que Grand Ring se fabricó con una técnica que no prescinde de tornillos o clavos para sujetar las vigas de madera.

Para armar la estructura se cruzan las piezas verticales y horizontales, formando un andamiaje compuesto principalmente por cedro sugi local y ciprés hinoki. Si bien el medio especializado en arquitectura y diseño Designboom precisa que en el caso de Grand Ring sus creadores recurrieron a elementos metálicos para reforzar la resistencia de la estructura a los terremotos. El sistema de fabricación nipón ha permitido por ejemplo que el templo Kiyomizudera se haya mantenido en pie durante siglos, aunque con el tiempo se ha restaurado y reconstruido.

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Guinness Img01

¿Y cuál será su futuro? La Expo 2025 se inauguró el domingo 13 y se mantendrá hasta mediados de octubre, un período de tiempo durante el que los organizadores confían en recibir unas 28 millones de visitantes, incluidos 3,5 millones de extranjeros, con un impacto económico que según algunas estimaciones se moverá entre los 12.270 y 17.600 millones de euros.

Qué pasará con Grand Ring una vez finalice la exposición es algo que todavía no está del todo claro. Su artífice, el arquitecto Sou Fujimoto ha reconocido ya que le gustaría que se conservase al menos parte de la estructura en su actual ubicación. La clave es que su terreno pertenece a la ciudad de Osaka y la construcción a la Asociación Japonesa para la Expo. La cita internacional se ha puesto en marcha además entre noticias sobre el alto coste de la instalación (bastante mayor de lo previsto inicialmente) y un interés de momento tibio por parte del público.

Reivindicando la madera. “Me gustaría mucho conservarlo, preservarlo… porque es realmente maravilloso y un símbolo de cómo nuestra sociedad puede vivir en conjunto con la naturaleza”, señala Fujimoto en una entrevista con CNN. En caso de que deba desmantelarse pide que la madera se use en otros proyectos. “Aunque el edificio desaparezca, el espíritu de los materiales seguirá vivo”.

Por lo pronto, Grand Ring ha servido para algo más que conquistar récords Guinness: es una muestra de las posibilidades de la arquitectura de madera (una apuesta al alza y que se está empleando ya en la construcción de rascacielos), sobre todo en Japón, donde según la cadena estadounidense, a día de hoy cerca del 90% de las viviendas unifamiliares se levantan con estructuras de madera.

Imágenes | Eduards B (Flickr) y Expo25

En Xataka | Estamos creando madera transparente y de última tecnología con un objetivo: revolucionar el futuro de los materiales

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la construcción del rascacielos más alto del mundo

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China es sinónimo de megaconstrucciones. Además, en tiempo récord, pero hay dos países que llevan años en una particular batalla en la que el hormigón es el absoluto protagonista. En 2010 se inauguró el imponente Burj Khalifa, destronando al Taipei 101 como el edificio más alto del mundo y dando el pistoletazo de salida a una guerra entre Emiratos Árabes y Arabia por ver quién hacía el rascacielos más vasto.

Y, aunque hemos visto numerosos rascacielos estos últimos años, hay dos que tienen entre ceja y ceja superar al Burj Khalifa: la Creek Tower y la Torre Jeddah. Y quizá es esa ambición la que se está llevando los dos proyectos por delante.

La Torre Jeddah saudí. Es uno de los proyectos más ambiciosos del mundo y se espera que, cuando esté completa, se convierta en el edificio más alto del mundo. Arabia Saudí tiene claro que debe destronar al Burj Khalifa de 828 metros con esta torre que superará los 1.000 metros de altura. ¿Cuántos, exactamente? No lo sabemos, ya que aunque las obras comenzaron en 2013, van bastante despacio.

Será una torre que albergará un hotel de lujo, apartamentos residenciales, oficinas y el observatorio más alto del mundo y contará con la friolera de 59 ascensores, cuatro de ellos de doble piso. ¿Su diseñador? El estadounidense Adrian Smith, el mismo que diseñó el Burj Khalifa con el que tendrá cierto parecido.

Torre Jeddah
Torre Jeddah

La Creek Tower de Dubai. Esta es mucho más reciente, ya que las obras comenzaron en 2016 y los datos son bastante más difusos. Como el Burj Khalifa, la Creek Tower estará en Dubai y será una construcción muy diferente a las otras dos torres. Será más una torre recreativa con restaurantes, lugares para pasar el tiempo y diez plataformas de observación (con suelo de cristal para ver toda la ciudad.

También podrá albergar algunas residencias de lujo, pero un número muy escaso como para ser considerado el “edificio más alto del mundo”, al menos técnicamente. ¿Y de qué altura estamos hablando? De entre 828 metros y 1.400 metros. Es un abanico enorme, pero lo que tenían claro es que debía superar los 828 de la megaconstrucción icónica de la ciudad.

El diseño, además, es peculiar, y el arquitecto líder del proyecto es el “reconocido” Santiago Calatrava.

Dificultades compartidas. Las dos construcciones comparten más elementos de los que podría parecer. Ambas tienen un diseño peculiar, ambas son altísimas y ambas… arrastran problemas desde hace años. Por diferentes motivos, eso sí.

La construcción de la Torre Jeddah se detuvo en 2018 debido a la lucha de la casa real contra la corrupción administrativa, política y real. En un proceso conocido como ‘la purga’, el príncipe heredero creó un comité que detuvo a 281 personas. Fue un proceso tremendamente polémico debido a que en paralelo, parece que un grupo de la muerte operaba para asesinar a los disidentes de manera silenciosa. Las obras se reanudaron oficialmente en febrero de este año.

En el caso de la Creek Tower, su inauguración estaba prevista para algún momento de 2020, pero el COVID-19 obligó a paralizar la obra y la construcción no ha levantado cabeza aún. En 2024 se realizaron algunas actualizaciones del proyecto, confirmando que la altura definitiva quedaría lejos de lo que se esperaba y, con un total de 745 metros, no cumplirá el objetivo de superar al Burj Khalifa.

El plan más loco. Ahora bien, aunque estas dos torres son colosales, hay un proyecto de Arabia Saudí que quiere dejarlas a la altura de un bloque residencial normal y corriente. No tiene nombre, pero sí una altura objetivo: 2.000 metros. Sólo sabemos que es algo que está en el horizonte y que será responsabilidad de los arquitectos de Foster +. Partners. Y sí, es una idea del mismo país que está construyendo El Mukaab, el aeropuerto de Riad y The Line, por lo que es seguro que lo intentarán.

Samsung, la ganadora silenciosa. Y aunque no está muy claro qué es lo que pretenden los dos países con esta particular batalla de megaconstrucciones, lo evidente es que hay compañías que se están llenando los bolsillos con estos proyectos. Y más allá de constructoras locales y arquitectos extranjeros, hay que mencionar a Samsung. Concretamente, a la división Samsung C&T Engineering and Construction Group que se encargó de la construcción del Burj Khalifa y que está al mando de la Creek Tower.

Y no son las únicas construcciones de la división surcoreana, ya que, dentro de Vision 2030, la compañía anunció en diciembre del año pasado que habían terminado la construcción del primer sistema de metro de Arabia Saudí bajo Riad, un sistema totalmente automatizado sin conductores y que estuvo en construcción 11 años con un costo total de más de 2.400 millones de dólares.

Imágenes | Jeddah Tower, Emaar

En Xataka | El edificio más alto jamás diseñado es un colosal (y teórico) rascacielos de cuatro kilómetros: el X-Seed 4000

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un tanque casero que destrozó medio pueblo

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Lidiar con la Administración pública puede ser tedioso. Papeleo, tiempos dilatados y trámites que podrían hacerse en un par de clics por Internet, pero que tenemos que realizar de forma presencial. Como mucho, nos podemos frustrar, enfadar y soltar algún improperio como que cogerías un bulldozer y te pondrías a derribar edificios públicos, sabiendo que nunca harías algo así.

El problema es que, precisamente, eso es lo que un hombre llamado Marvin Heemeyer hizo en 2004 en la localidad de Granby, en Colorado.

Marvin Heemeyer. En el momento de los hechos, Marvin tenía 52 años. Era veterano de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos y su profesión era la de soldador en el mencionado Granby, pero la historia comenzó mucho antes. En 1992, Heemeyer compró unos terrenos con la intención de alquilarlos a un amigo que quería montar un taller de reparación. Esos terrenos eran propiedad de una familia, los Docheff, y parece que no quedaron muy contentos por la victoria de Marvin en la subasta.

Marvin Heemeyer
Marvin Heemeyer

¿El precio de los terrenos? 42.000 dólares de la época y era muy básico, ya que no tenía una solución para las aguas fecales y el acceso dependía de unos terrenos contiguos. El ayuntamiento le avisó de que debía poner solución a eso, conectándose al alcantarillado (otros 42.000 dólares) o poniendo una fosa séptica. Se negó y, entre tanto, el amigo que le iba a alquilar el terreno se desencantó con el negocio, por lo que el propio Heemeyer abrió ahí un taller de reparación de silenciadores.

Culebrón. Los Docheff no olvidaron la subasta de 1992 en la que Marvin les quitó el terreno y, en 1997, atacaron. ¿Cómo? Comprando las tierras alrededor de las de Marvin para crear una planta cementera. En principio, querían comprar también la de Marvin, pero éste pidió primero 250.000 dólares, luego otros 125.000 dólares y, cuando los Docheff consiguieron el terreno, Heemeyer volvió a subir el precio a 450.000 dólares.

No hubo acuerdo, pero los Docheff continuaron con su plan. Heemeyer emprendió una acción para poner al pueblo en contra de la planta de cemento alegando que sería un atentado ecológico, pero poco a poco fue perdiendo apoyos, sobre todo cuando el periódico de la ciudad argumentó que tenía una venganza personal contra los Docheff.

Al ataque. En el 2000, el soldador presentó una demanda para bloquear el proyecto. Alegaba que la construcción bloquearía el acceso a su negocio, pero los funcionarios locales aprobaron unánimemente la construcción y, aunque apeló, nadie le hizo caso. Escaló el caso a la Agencia de Protección Ambiental, que también pasó del asunto.

En 2001, casi en un acto de soberbia, los Docheff hicieron una oferta a Heemeyer: si retiraba la demanda, le proporcionarían una línea de conexión al alcantarillado de la nueva planta de hormigón sin pagar un dólar. Marvin no se lo tomó bien, precisamente. El camión cisterna que usaba para acumular las aguas fecales se llenó y su decisión fue la de bombear los residuos a una parcela anexa a la suya.

Ilegalidades. También se intentó conectar de forma ilegal al alcantarillado de un vecino, pero lo pillaron y, debido a que no estaba conectado al servicio y a otras irregularidades, fue multado con 2.500 dólares, unos 4.400 dólares de la actualidad. La ciudad se había cansado de Marvin y le lanzaron un ultimátum: o se ponía al día con todo o no podría utilizar la propiedad con fines comerciales.

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El bulldozer en cuestión

‘Killdozer’. Marvin sintió que la ciudad se había reído de él, que las administraciones lo ignoraban y que había sido marginado. Y no se lo tomó nada, pero que nada bien. En octubre de 2002, anunció el cierre del negocio. Vendía todo: materiales, terreno y una excavadora Komatsu D344A que había comprado ese mismo año. Y sí, colocó parte de su propiedad por 400.000 dólares (muchísimo más que por lo que la compró diez años antes), pero hubo algo que no logró sacarse de encima: la excavadora.

“Señal de Dios”. Lo vio como “una señal de Dios” para llevar a cabo su venganza contra la ciudad. Durante meses, Marvin trabajó blindando la excavadora. No se escondió y, de hecho, mencionó a amigos tanto la máquina como sus planes de usarla de forma destructiva, pero nadie le hizo caso. La excavadora, conocida como ‘Killdozer’ y bautizada como ‘Marv’s Komatsu Tank’ por el propio Heemeyer, estaba irreconocible.

Había blindado toda la zona de la cabina con una capa de acero de varios milímetros de grosor, una capa de hormigón y otra capa exterior de acero. Cubría parte del sistema oruga, pero también el motor y la cabina al completo. O se quedaba sin gasolina, o era imparable. Además, había colocado cámaras protegidas por casi ocho centímetros de plástico en el exterior que mandaban señal de vídeo a dos monitores en el salpicadero, tenía ventiladores para mantenerse fresco y lo más preocupante: tres boquillas con armas montadas, listas para disparar al exterior.

Killdozer
Killdozer

Y el ‘Killdozer’

133 minutos de terror. Con este tanque improvisado, la sobremesa del 4 de junio de 2004, Heemeyer empezó su venganza. Y lo hizo contra la planta cementera de Cody Docheff. El empresario pensaba que el vehículo era controlado de forma remota, por lo que empezó a disparar sin causar efecto alguno. Los policías de la ciudad también dispararon varias rondas contra la excavadora sin poder dañar ni las cámaras. Era imparable y los vídeos son espeluznantes.

Killdozer. La ‘Killdozer’ se lleva por delante todo aquello con lo que choca y, tras atacar la planta de hormigón, Heemeyer se dirigió hacia la ciudad. Allí destruyó coches, la fachada del ayuntamiento, la comisaría de policía y varios coches patrulla, así como unos cuantos negocios. Los objetivos no eran casuales: el mencionado ayuntamiento, una oficina de una persona que formaba parte de la junta de recalificación de terrenos, la comisaría, el periódico local y otras propiedades de gente que habría estado en contra de Marvin en su peculiar disputa con los Docheff.

“Dios me construyó para este trabajo”. Durante más de dos horas, los policías siguieron el vehículo totalmente impotentes. En unas cintas que mandó a su hermano poco antes del ataque, Marvin declaró que estaba sorprendido de que nadie lo hubiese pillado modificando al excavadora y que todo eso era parte de hacer cumplir la voluntad de Dios

Afirmó que Díos lo había construido para dar una lección a la ciudad de Granby y que por eso estaba soltero y sin hijos: su misión en la vida era llevar a cabo el ataque. En las tres horas de grabación, Marvin atacó a todo el mundo en la comunidad, afirmando que “para salir adelante, tienes que pisotear al vecino y hablar mal del prójimo en todo momento. También dijo que su muerte era inevitable. No se equivocaba.

La venganza de los siete millones de dólares. Tras desfigurar una decena de edificios, la excavadora se atascó en la parte trasera de una ferretería. No tenía salida, pero sí sabía que no iba a salir vivo de aquello. No había matado a nadie (de casualidad, ya que disparó repetidamente contra objetos inflamables que, de haber explotado, habría tenido nefastas consecuencias), pero tenía claro que él ya había cumplido y se quitó la vida de un disparo dentro de su tanque.

7 millones. La conmoción en la ciudad fue terrible y los daños se estimaron en siete millones de dólares. Pero, como esto de ensalzar a personas que realizan hechos cuestionables no es nada nuevo, Heemeyer tuvo defensores. Afirmaron que voluntariamente decidió no matar a nadie, sólo acabar con bienes materiales, y hay quien lo cataloga de mártir y de ejemplo de un acto de desobediencia civil patriótica contra las autoridades corruptas.

Para impedir que la excavadora se convirtiera en un punto de peregrinación, en abril de 2005 la ciudad la desguazó y repartió sus piezas por diferentes desguaces. Y, si estás pensando que es una historia de película, la hay. Se llama ‘Tread’, pero lamentablemente en España no está disponible en ningún lado. Y es una pena porque tiene muy buenas valoraciones.

Imágenes | Michael Thomson

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