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cómo vaciar en seis días sus islas más cercanas a Taiwán

Dos noticias en los últimos meses han acabado convirtiéndose en un anuncio revelador. La primera ocurrió a finales de enero, cuando muchas de las islas Sakishima (las más cercanas a Taiwán) iniciaron un fin de semana cualquiera una serie de simulacros de evacuación. Poco después, Japón tomó una decisión histórica: desplegar misiles de largo alcance en algunas de estas islas. ¿Cuánto? Lo suficiente para llegar a China. Ahora, ante las dudas a un conflicto bélico ha oficializado un plan.
Misión evacuar. Japón ha presentado por primera vez un plan formal para evacuar a más de 100.000 civiles, incluidos residentes y turistas, de las islas remotas próximas a Taiwán, específicamente del archipiélago Sakishima, ubicado en el extremo suroeste del país. El plan se da en un contexto de creciente tensión militar en el estrecho de Taiwán, donde la amenaza de una posible invasión china ha generado preocupación en Tokio y en la comunidad internacional.
Para ser exactos, la medida contempla la evacuación de aproximadamente 110.000 residentes y 10.000 turistas mediante la movilización de barcos y aviones hacia ocho prefecturas de Japón occidental y suroccidental, con la meta de completar la operación en un plazo máximo de seis días. Los evacuados serían trasladados inicialmente a la isla de Kyushu y desde allí distribuidos a diferentes destinos que ya están siendo preparados con alojamientos temporales.
Preparativos militares y simulacros. Como decíamos al inicio, los simulacros se han estado llevando a cabo en las últimas fechas, pero sin grandes explicaciones sobre el motivo principal. Ahora, y como parte del reforzamiento de la seguridad y la preparación logística, el gobierno japonés ha anunciado que a partir de abril del próximo año realizará ejercicios de evacuación en las islas Sakishima, que forman parte de la prefectura de Okinawa, una región clave que alberga a casi 50.000 soldados estadounidenses y que históricamente ha sido considerada estratégica para la defensa de Japón.
Además, y como contamos hace unos días, se ha confirmado la instalación de unidades de misiles superficie-aire en la isla de Yonaguni, ubicada a solo 100 km de Taiwán, y la construcción de refugios subterráneos provisionales, equipados con alimentos y suministros para al menos dos semanas. Estas medidas buscan mejorar la capacidad de defensa ante un eventual ataque y asegurar la protección de las poblaciones locales.
Tensiones en aumento. Aunque el plan de evacuación no menciona explícitamente a Taiwán, es evidente que la creciente posibilidad de que la isla autogobernada (reclamada por China como parte de su territorio) se convierta en el epicentro de un conflicto militar ha sido el detonante de la iniciativa.
China ha incrementado su presión militar sobre Taiwán en los últimos años y no ha descartado el uso de la fuerza para forzar la “reunificación”. El precedente de la invasión rusa a Ucrania y el endurecimiento de las posturas geopolíticas, especialmente tras el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, ha incrementado el temor de que el estrecho de Taiwán se convierta en el próximo gran foco de conflicto en Asia.
Estados unidos y la debilidad de la alianza. Posiblemente, el motivo clave que ha llevado a Japón a la implantación de misiles de largo alcance y a oficializar un plan de evacuación sea la incertidumbre con Estados Unidos. De hecho, el plan de evacuación ha sido ampliamente difundido en Taiwán, donde ha generado interpretaciones preocupantes sobre la fiabilidad de las alianzas regionales. Muchos taiwaneses y analistas locales ven la iniciativa japonesa como una señal de que Tokio no confía plenamente en que Washington, bajo la política de “America First” de Trump, mantenga su compromiso de defensa ante un conflicto en el estrecho.
A ello hay que sumarle las declaraciones recientes de Trump, cuestionando la reciprocidad del tratado de seguridad Estados Unidos-Japón y destacando que Tokio no está obligado a defender a Estados Unidos en caso de agresión, lo que ha acentuado dichas inquietudes. Un caldo de cultivo que ha llevado a la percepción de que Japón se está preparando “discretamente” para asegurar su retirada de zonas vulnerables sin depender de la intervención estadounidense.
Reforzar la defensa regional. Como decíamos también, Japón, además de la evacuación y la militarización de las islas Sakishima, ha intensificado su estrategia defensiva mediante el despliegue planificado de misiles de largo alcance en Kyushu, ampliando su capacidad para responder a amenazas desde el continente asiático.
Simultáneamente, las islas Senkaku, disputadas con China y administradas por Japón, continúan siendo un punto de fricción que podría complicar aún más la seguridad en la región. El gobierno japonés ha dejado claro que todas estas medidas son parte de una estrategia integral basada en la previsión de “ataques armados inminentes”, tal como expresó Yoshimasa Hayashi, secretario jefe del gabinete.
Vulnerabilidad en las islas. La población de las islas más expuestas comparte la preocupación gubernamental. A este respecto, contaba el Guardian que Gen Nakatani, ministro de Defensa, reconoció recientemente el “fuerte sentido de crisis” que se percibe entre los habitantes de estas islas, quienes han sido históricamente testigos de las disputas territoriales y de las maniobras militares en la región.
La proximidad de Yonaguni y otras islas del archipiélago al estrecho de Taiwán, así como la creciente presencia de China en las aguas circundantes, hacen que la sensación de amenaza sea constante. Por ello, la combinación de evacuación planificada, fortalecimiento de refugios, despliegue de armamento y cooperación con Washington, a pesar de las tensiones, tiene un objetivo bastante claro: reforzar la resiliencia de Japón ante una posible escalada militar.
Imagen | U.S. Pacific Fleet
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China está desarrollando una estación espacial submarina a más de 2.000 metros de profundidad

En 1971, la antigua Unión Soviética Rusa lanzó su primera estación espacial, Salyut 1, que estuvo 175 días en órbita. De ahí hacia adelante, la carrera en el sector espacial ha crecido sin descanso. En contraposición tenemos el fondo oceánico que alrededor del 80% está sin mapear ni explorar, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). Además, en diferentes estudios con monitores se han hallado minerales claves para la tecnología actual y China se ha puesto manos a la obra.
En corto. China ha empezado la construcción de un laboratorio submarino a 2.000 metros de profundidad en el mar de China Meriodional. El proyecto desarrollado en las aguas profundas de Guangzhou se ha descrito como una “estación espacial submarina”, donde seis científicos estarán durante más de un mes para estudiar el ecosistema marino, según ChinaDaily.
La base submarina. Como han explicado en el mismo medio, los investigadores tendrán como objetivo estudiar los ecosistemas de filtraciones fría, un fenómeno natural que contiene altas cantidades de hidrato de metano. Este gas es considerado una alternativa menos contaminante a los combustibles fósiles tradicionales, pero su extracción a grandes profundidades es un riesgo complejo. Por otro lado, el laboratorio también buscará explorar minerales como el cobalto, el níquel y las tierras raras, elementos importantes para la industria tecnológica y energética.
Extracción peligrosa. Los yacimientos en el lecho marino, especialmente aquellos a profundidades extremas, pueden causar daños irreparables a los ecosistemas marinos. De hecho, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos no ha establecido un reglamento que determine cómo llevar a cabo la actividad, aunque se siguen realizando estudios. Actualmente, la ISA está manteniendo reuniones para el reglamento de la extracción del fondo marino, mientras las organizaciones ecologistas están reclamando una protección de los océanos por encima de los intereses comerciales.
¿Hay lugar para todos? El centro de investigación estará abierto a colaboraciones internacionales y está alineado con el Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas, según Global Times. Sin embargo, esta iniciativa intensificará las disputas en el Mar de China Meridional. Todo ello se debe a que el gigante asiático ha reclamado soberanía sobre gran parte de la zona, lo que ha llevado a tensiones con países vecinos que también desean explotar sus recursos. Además, según el Confidencial, los críticos al gobierno chino han alertado del riesgo de esta base submarina que podría servir de justificación para un aumento de la presencia militar china.
El laboratorio submarino. Según el Confidencial, la estación estará conectada a una red de fibra óptica en el lecho marino y soportará presiones 200 veces superiores a las del nivel del mar. Los científicos pasarán entre un mes y 45 días bajo el agua, sin luz natural. Además, la base contará con sumergibles avanzados, buques de superficie y equipos para realizar un seguimiento cuatridimensional de la región. Además, la fase inicial se centrará en la construcción de las estructuras resistentes a la presión y los sistemas de simulación.
Superando a la IA y los vehículos autónomos. La estación, tal y como han detallado en SCMP, permitirá a los científicos realizar experimentos en tiempo real bajo condiciones extremas, lo que actualmente no es posible llegar con inteligencia artificial o vehículos autónomos. Como ha explicado para Global Times el director del proyecto, Chaolun Li, la iniciativa contribuirá al monitoreo ecológico y experimental in situ, avanzando el conocimiento humano en estos entornos extremos.
Imagen | Proteus Ocean Group
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Occidente creía que las minas y la artillería convencional eran el pasado. Ucrania ha demostrado que estaban equivocados

Han sido varias las ocasiones en que el conflicto tras la invasión rusa en Ucrania parecía retroceder al pasado, a una época donde la tecnología no dominaba el campo de batalla, sino el humano a través de ella. El efecto de lo que ha ocurrido al este de Europa comienza a tener sus ecos en varias naciones del viejo continente. La artillería convencional y las minas, durante décadas consideradas obsoletas, han visto un resurgir que nadie pareció atisbar, y ahora todo el mundo quiere rearmarse.
Una vuelta al pasado. Como decíamos, el conflicto en Ucrania ha reconfigurado radicalmente la comprensión occidental sobre la guerra moderna, revelando la vigencia de armas que durante mucho tiempo fueron olvidadas como vestigios del pasado. Minas antipersonales, artillería pesada y municiones no guiadas han reaparecido como elementos clave en un tipo de guerra que la OTAN y los ejércitos europeos habían dejado de planificar: la guerra terrestre de gran escala.
Durante años, las potencias occidentales imaginaron los conflictos del siglo XXI como enfrentamientos tecnológicos, rápidos y quirúrgicos, protagonizados por unidades reducidas y sistemas de armas de alta precisión. Ocurre que la realidad ucraniana, con sus frentes estancados y combates prolongados por el control territorial, ha desmentido esas suposiciones de forma tajante.
El Tratado de Ottawa y las minas. De hecho, uno de los efectos más visibles de este giro doctrinal ha sido la decisión de varios países europeos de abandonar el Tratado de Ottawa de 1997, el mismo que prohibía el uso, producción y venta de minas antipersonales. ¿Quiénes? Finlandia fue el último en revertir su adhesión, sumándose a Polonia, Lituania, Letonia y Estonia, que ya habían anunciado su salida.
Estas naciones, todas vecinas de Rusia o en su área de influencia geopolítica, se están preparando activamente para minar sus fronteras, en un intento por contener una posible ofensiva militar de Moscú. Las razones son meridianamente claras: el uso de minas en Ucrania ha demostrado su efectividad no solo para frenar avances, sino para canalizar a las tropas enemigas hacia zonas donde puedan ser enfrentadas con mayores garantías de éxito. Es una táctica de defensa territorial que resurge en un contexto de guerra convencional, precisamente cuando se creía superada.


Artillería y municiones no guiadas, el resurgir. Mientras los sistemas de misiles guiados suministrados por la OTAN enfrentan problemas ante las capacidades rusas de interferencia electrónica, la artillería tradicional, con proyectiles simples y baratos, ha cobrado nuevo protagonismo. Estas municiones, al no depender de señales electrónicas, son inmunes a los bloqueos o sabotajes tecnológicos.
Además, combinadas con herramientas de vigilancia modernas (como drones que identifican objetivos en tiempo real), se han vuelto extraordinariamente letales. Ucrania, de hecho, ha sabido aprovechar esta sinergia, adaptando tecnologías antiguas al nuevo campo de batalla. El resultado ha sido una guerra que avanza muy poco en términos de territorio, pero que consume enormes cantidades de proyectiles y requiere una producción sostenida que Europa no estaba preparada para asumir.
Europa y la carrera industrial. En la otra acera, el cambio de paradigma ha dejado al descubierto la fragilidad de las capacidades de producción bélica en Europa, aunque eso no es del todo noticia cuando el viejo continente ya ha hablado de rearmarse. Un informe del Royal United Services Institute criticaba a los gobiernos europeos por confiar ciegamente en que el sector privado resolvería las necesidades de fabricación de municiones sin haberles ofrecido incentivos ni regulaciones favorables.
Esta omisión ha tenido consecuencias graves: según el general Christopher Cavoli, comandante supremo aliado de la OTAN en Europa, Rusia se encuentra en camino de acumular reservas de proyectiles tres veces superiores a las de Estados Unidos y Europa juntos. El desequilibrio es alarmante, especialmente considerando que el conflicto ucraniano no muestra signos de resolución a corto plazo y que los niveles actuales de consumo de munición son insostenibles sin una reestructuración industrial.
El espejo de Rusia. A este respecto y según Cavoli, Rusia produce actualmente 250.000 proyectiles de artillería al mes, lo que la encamina a construir ese arsenal tres veces mayor que el conjunto de Estados Unidos y Europa. No solo eso. El testimonio de Cavoli subraya un punto crucial: mientras que en Occidente se percibe a Rusia como una potencia empantanada en una guerra de desgaste, su maquinaria de defensa ha logrado adaptarse, crecer y, en algunos aspectos, fortalecerse en pleno conflicto.
Moscú ha estado reponiendo sus arsenales en todos los frentes (desde municiones hasta vehículos blindados y tropas), lo que contrasta fuertemente con las dificultades logísticas y de producción que enfrentan sus adversarios. La estimación de Cavoli apunta a una fabricación anual de 1.500 tanques por parte de Rusia, frente a los 135 que produce Estados Unidos. En el último año, las tropas rusas habrían perdido aproximadamente 3.000 tanques, 9.000 vehículos blindados, 13.000 sistemas de artillería y más de 400 sistemas de defensa aérea, pero estarían en camino de sustituirlos por completo, manteniendo intacta su capacidad de proyección terrestre.
Errores de planificación. Expertos como Paul van Hooft, del think tank RAND Europe, explicaban a Insider que este desfase es consecuencia directa de tres décadas de planificación estratégica centrada en guerras asimétricas. Desde los atentados del 11 de septiembre, la OTAN diseñó sus operaciones militares pensando en insurgencias, terrorismo y fuerzas irregulares, donde ni la artillería pesada ni las minas parecían tener utilidad práctica.
Esa visión condujo, según el analista, al desmantelamiento de arsenales tradicionales y al abandono de doctrinas de guerra terrestre, especialmente en Europa Occidental. Sin embargo, el conflicto actual exige precisamente lo contrario: defensa territorial, ocupación sostenida de zonas amplias y capacidad de disuasión clásica.
El equilibrio entre el futuro y el pasado. Mark Cancian, del Center for Strategic and International Studies, subrayaba que las guerras prolongadas, una vez estabilizadas las líneas de frente, hacen que armas como la artillería y las minas no solo sean útiles, sino dominantes. Si bien los drones, la inteligencia artificial y otras innovaciones siguen desempeñando un rol importante, no sustituyen el volumen de fuego ni la resistencia logística que permiten sostener una ofensiva o defender una posición durante meses.
A este respecto, Cancian advierte contra el exceso de confianza en las visiones futuristas de guerra, muchas de ellas promovidas por startups tecnológicas que compiten por atraer fondos de los nuevos presupuestos de defensa. Frente a ello, la evidencia parece mostrar que, al menos por ahora, la guerra sigue siendo una cuestión de volumen, de recursos físicos y de capacidades convencionales bien gestionadas. Irónicamente, si Europa quiere estar preparada para los desafíos del siglo XXI, parece que tendrá que aceptar que el futuro de la guerra también se libra con herramientas del pasado.
Imagen | U.S. Department
En Xataka | Para cazar drones rusos, Ucrania está recurriendo a una técnica revolucionaria… de la Primera Guerra Mundial
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el K-pop comienza a dar signos de agotamiento

Hace unos años, hablábamos de cómo el K-pop, los grupos de pop sintético coreanos manifiestamente prefabricados y cuyo trasfondo es tan fascinante o más que su música, estaban arrasando en el panorama internacional, después de décadas amasando millones en su país de origen. Actualmente, sin embargo, se detectan señales de agotamiento tanto en lo financiero como en lo creativo. ¿Estamos viendo el principio de la decadencia del género o solo es un bache ocasional?
2020, punto de inflexión. Fue en ese año, como recuerda The Guardian, cuando BTS, quizás el grupo de K-pop más popular del mundo, coló su tema ‘Dynamite‘ en las listas de lo más vendido en Estados Unidos. Fue una primera vez para el K-Pop que pareció consolidarse en 2023, cuando las Blackpink fueron cabeza de cartel en Coachella. Desde entonces, solistas como Jennie y Lisa (salidas de Blackpink), la nueva sensación del género Tomorrow X Together, Ateez o Twice han entrado en la lista norteamericana: siete de los 10 CDs más vendidos en EE.UU en 2024 fueron de K-pop. Y esta presencia en las listas americanas es quizás lo que está precipitando cierta crisis… en Corea.
Internacionalización del sonido. Cuando las bandas coreanas han detectado la posibilidad de ampliar su ya enorme mercado, han aplicado un rodillo internacionalizador a muchos de sus éxitos, sin duda derivado del éxito de ‘Dynamite’, cantada íntegramente en inglés, requisito quizás imprescindible para triunfar en una lista tan anglocéntrica como la de los éxitos estadounidenses. Esto no ha gustado, cuenta The Guardian, a los fans de toda la vida, que además están viendo cómo entra un fandom de más edad: el K-pop ha dejado de ser un fenómeno estrictamente juvenil (como demuestran fenómenos como la gira ‘Forever Young’ de Day6 este mismo año, dirigida a un público maduro), y más que integrar, eso aliena a los fans de siempre.
Canciones en inglés, sonido poco coreano. Esa internacionalización pasa por una serie de elementos que no son bien vistos en Corea. Por ejemplo, cantar en inglés: ‘Dynamite’ ha sido un éxito en Estados Unidos, como decíamos, precisamente gracias a que está cantada íntegramente en ese idioma, una absoluta primera vez para el género. Pero no solo eso: el último éxito viral en redes como TikTok del K-pop, ‘APT‘, de Rosé (otra miembro de Blackpink) no solo está cantada en inglés y es un dueto con Bruno Mars, sino que su sonido está absolutamente producido al estilo norteamericano, como una especie de Lady Gaga acelerada y punk-pop.
Corea mira al J-pop. Y no hablamos de éxito estrictamente de Estados Unidos: en España, sin ir más lejos, han tocado Colde, Aespa, Kiss of Life y TXT y en el resto de este año están previstas las visitas de Lun8, KISU, Wave to Earth, Stray Kids o Blackpink. Cada vez más internacionales, cada vez más afines a los gustos internacionales, es lógico que los propios fans coreanos les den la espalda: actualmente las listas de éxitos de Corea del Sur están llenas de música coreana más orientada al rap (quizás la próxima fiebre en internacionalizarse, como demuestran Blackpink), J-pop (pop japonés) y la inevitable llegada de bandas de idols generados de forma sintética.
Y mientras, la industria se atomiza. Tradicionalmente, los grupos de K-pop han sido creados por los sellos mediante castings, y han controlado absolutamente todos los aspectos de su carrera: su imagen pública, sus relaciones personales, etc. En 2022, un grupo de los más elogiados en la escena, NewJeans, intentó desvincularse de su sello, Hybe, como protesta por el trato que les habían dado y por el despido de su productor y responsable de su sonido, una inclasificable mezcla de jazz, pop y electrónica avanzada. Hablaron con sus fans en directos en internet y desataron una discusión pública acerca de los derechos laborales de los artistas de K-pop.
Un negocio en crisis. La acción de NewJeans sirvió de cuña para que la industria, que cada vez se muestra más rígida, dé síntomas de crisis, o al menos, exhiba ciertas grietas en su estructura. Como prueba, las ventas: la Korea Music Content Association ha observado que después de nueve años consecutivos de crcecimiento, en 2024 las ventas de discos cayeron un 19% en Corea.
Una crisis también de imagen. Un detalle revelador tanto acerca de la crisis en la industria en Corea como de la caída en las ventas está en que dos de los grupos que traccionaban la industria (en palabras del ‘Korea Times’), BTS y Blackpink (unos haciendo el servicio militar, las otras centradas en sus carreras internacionales) han paralizado su actividad en el país. Hybe, el sello con el que chocó NewJeans, y el más importante de la industria coreana, lleva un tiempo reportando pérdidas y está inmersa en una crisis de imagen que le ha llevado a pedir disculpas a sellos rivales, artistas y al público. Todo apunta a un signo de los tiempos que quizás sea el principio de un cambio inevitable.
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