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desarrollar unas gafas en conjunto

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Miércoles, 19:00h de la tarde española. Un buen día para un Galaxy Unpacked. La compañía se ha centrado en presentar los Samsung Galaxy S25, S25+ y S25 Ultra, aunque ha tenido hueco para adelantar algunos de sus planes relacionados con la realidad aumentada.

Samsung ha reafirmado su asociación con Google para fabricar unas gafas AR en conjunto, tal y como declara TM Roh, presidente de Samsung Mobile, a Bloomberg

No hay noticias sobre sus características o disponibilidad, más allá de que “intentarán alcanzar la calidad y la disponibilidad que deseamos lo antes posible”. La noticia llega de la mano de uno de los anuncios más recientes de Google en lo referente a realidad mixta: Project Moohan.

Este es el plan de Google y Samsung para plantar cara a Meta, valiéndose de la plataforma Android XR, un sistema basado en Android y especialmente pensado para dispositivos de realidad mixta.

Con Oculus en el mercado y Vision Pro como la alternativa de Apple, el proyecto de Samsung y Google pondría sobre la mesa a un tercer rival de referencia para marcar un camino: una nueva plataforma que podría dar vida a un futuro gran ecosistema.

Imagen | Google

En Xataka | Realidad Aumentada: qué es y en qué se diferencia con la Realidad Virtual

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30 años después es el pegamento que mantiene viva internet

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Hace tres décadas, un comunicado conjunto de Netscape y Sun Microsystems presentaba al mundo JavaScript, un lenguaje de scripting diseñado para crear aplicaciones web interactivas. Detrás de esa nota de prensa se escondía una historia de supervivencia tecnológica: dicho lenguaje había nacido meses antes, fruto de un sprint frenético de diez días protagonizado por el ingeniero Brendan Eich. Lo que comenzó como un prototipo apresurado para dotar de vida al navegador Netscape, se ha convertido hoy en la infraestructura que sostiene un enorme porcentaje de la web visible.

El mito de los diez días. La leyenda cuenta que Eich escribió el núcleo de JavaScript en poco más de una semana. Y es cierto, pero el resultado fue un híbrido de influencias. Presionado por la dirección de Netscape para que el lenguaje se pareciese a Java, Eich adoptó una sintaxis de llaves y puntos y coma.

Sin embargo, bajo el capó, inyectó la elegancia funcional de Scheme y el modelo de objetos basado en prototipos de Self. Esta mezcla nacida de las prisas, dejó un legado de inconsistencias técnicas que los desarrolladores siguen sufriendo (y amando) hoy en día.

De Mocha a la confusión. Quizá no sepas que el lenguaje no siempre se llamó así. Nació como Mocha, pasó a ser LiveScript y finalmente se bautizó como JavaScript en una maniobra de marketing para aprovechar el tirón de Java. Es más, la confusión por los nombres dura hasta hoy entre los usuarios menos entendidos: pero Java y JavaScript tienen lo mismo que ver que car (coche) y carpet (alfombra), como se suele responder cuando alguien pregunta por sus diferencias.

La estrategia funcionó, pero enfureció a rivales como Microsoft. Su respuesta fue crear su propia versión bautizada como JScript, algo que provocó una notable fragmentación que hizo que el propio Bill Gates se quejara de los constantes cambios de Netscape. Para poner orden en el caos, el lenguaje se terminó asentando en 1997 bajo el nombre de ECMAScript.

Javascript guide
Javascript guide

Imagen de Claudio Schwarz en Unsplash

Ajax y la conquista del servidor. Durante años, JavaScript fue visto como un juguete para hacer validaciones simples, pero todo cambió en 2005 con la llegada de AJAX. Esta tecnología permitió que webs como Gmail o Maps actualizaran datos sin recargar la página: se dio el paso de las webs estáticas a las apps dinámicas.

El segundo salto ocurrió en 2009 con Node.js, que sacó a JavaScript del navegador y lo llevó al servidor. Clave para que los desarrolladores usaran un solo lenguaje para todo el stack y que ahora implica entre dos y tres millones de paquetes en el registro npm.

Dominio absoluto. A pesar de la aparición de rivales modernos, la hegemonía de JavaScript es indiscutible. Según la encuesta de Stack Overflow de 2025, sigue siendo el lenguaje más usado por el 62% de los desarrolladores, algo que les coloca por delante de otros como Python o SQL. 

Su ubicuidad es tal que ha trascendido la web: impulsa apps de escritorio mediante Electron, desarrollo móvil con React Native e incluso herramientas de IA. Es el lenguaje por defecto para aprender a programar y elegido por el 60% de los alumnos.

Este éxito de masas ha traído consigo una complejidad en el ecosistema de JavaScript:

  • Frameworks como React, Angular y Vue dominan el mercado (usado por el 40% de los desarrolladores web).
  • El peso de las librerías está empezando a pasar factura al rendimiento de la web.
  • Por ello, las predicciones para 2026 apuntan a un resurgir del JavaScript puro o Vanilla JavaScript.

Madurez forzosa. A pesar de sus defectos de nacimiento, JavaScript supo evolucionar. En 2015, la actualización ES6 transformó radicalmente la sintaxis, pero el verdadero cambio de paradigma vino de la mano de Microsoft: con la creación de TypeScript, se añadió una capa de seguridad y tipos que solucionó gran parte del caos original, algo que le permitió convertirse en el estándar casi obligatorio para el desarrollo profesional. JavaScript sigue siendo el motor, pero TypeScript es el volante de precisión.

Un problema legal llamado Oracle. La paradoja de JavaScript es que, a pesar de ser un estándar abierto, su nombre es propiedad privada. Oracle heredó la marca registrada «JavaScript» tras comprar Sun Microsystems, aunque nunca ha lanzado un producto con ese nombre. Recientemente, figuras claves como el propio Brendan Eich y el creador de Node.js han firmado una petición para que la oficina de patentes de EEUU cancele la marca por abandono.

El legado de un “hack”. Es irónico que las compañía que apadrinaron su nacimiento hayan desaparecido o sido absorbidas, mientras que su creación sigue más viva que nunca. Voces autorizadas como Douglas Crockford (creador de JSON) han llegado a sugerir que deberían “retirarlo” por sus fallos de diseño base, pero la realidad es que la web moderna no existiría sin él.

JavaScript no es solo código; es el idioma franco de internet, el pegamento invisible que convierte documentos estáticos en experiencias digitales. Sin su existencia, la red solo sería una colección de textos e imágenes sin movimiento, algo similar a un periódico en PDF que vemos en nuestra pantalla.

En Xataka | Hay un gigante en la sombra moviendo todos los hilos tecnológicos que conectan a TikTok con la IA: Oracle

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el origen del 25 de diciembre está en un oscuro antipapa del siglo III obsesionado con el nacimiento de Cristo

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Durante años, hemos repetido que la Navidad es un invento. No solo es que la Biblia no especifica que Jesús naciera el 25 de diciembre, es que es implausible que fuera en esa fecha. Los mismos evangelios detallan que había pastores cuidando rebaños al aire libre (algo improbable en los diciembres de la época en Belén), sino que la idea de que los Romanos iban a ponerse a hacer un censo en esas fechas es casi delirante. 

Por eso, hemos repetido una y otra vez, la explicación más razonable es que durante el siglo IV, la Iglesia fijó el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre para hacerlo coincidir (y de paso ‘cristianizar’) las festividades paganas del Sol Invictus y la Saturnalia.

El único problema es que las últimas evidencias disponibles van en otra dirección: la de un oscuro antipapa del siglo III que obsesionado con hacer cronología de las escrituras llego a la fecha del 25 de forma independiente. Esta es la historia de cómo Hipólito de Roma inventó la navidad.

El mito de la cristianización de las fiestas romanas

Lawrence Alma Tadema 06
Lawrence Alma Tadema 06

Ave, Caesar! Io, Saturnalia! de Lawrence Alma-Tadema

Pero empecemos repasando la teoría más conocida y viendo por qué algunos autores han empezado a dudar de ellas. Como se suele leer en Internet, esta teoría nos dice que no hay nada casual en la elección del 25 de diciembre. En esa fecha ya había un cumpleaños, el del “Sol invicto” (que vendría a ser el solsticio de invierno para los romanos) y la Iglesia, que durante el siglo IV pugnaba por — y conseguiría — convertirse en la religión oficial del Imperio, habría aprovechado el tirón de la fiesta pagana para colocar ahí la Navidad. 

Y la teoría tiene sentido. Sin embargo, tiene un gran problema; no acaba de resolver realmente la cuestión que nos tiene entre manos: ¿por qué el 25? 

Como explica Thomas C. Schmidt, investigador de la Universidad de Princeton, efectivamente la Saturnalia romana caía en esas fechas, pero no en esa fecha. Ciertamente, es difícil ser concluyentes cuando hablamos de esa época histórica, pero todo parece indicar que el día fuerte de la Saturnalia caía más cerca del 17 que del 25. De hecho, si esta aproximación es cierta, ni siquiera podríamos decir que es el final de la ‘sigilarias’ (las fiestas – de una semana – que seguían al nacimiento del Sol Invicto).

Otras festividades como la Calendas (que se celebraban ya en enero) o las brumales (la fiesta del solsticio) tampoco cuadran bien con la fecha de marras.

Es decir, la idea de que estas fiestas romanas son el origen de la Navidad es, como digo, sugestiva; pero sigue sin aportar una explicación convincente de por qué la Iglesia escogió el 25. Para responder a esa pregunta tenemos que hilar un poco más fino.  

¿Desde cuándo se celebra la Navidad en “Navidad”?

Como señala Schmidt, la primera referencia histórica del 25 de diciembre como el día del “nacimiento de Cristo en Belén de Judea” se puede encontrar dentro del Calendario de Filócalo, en un documento fechado en el 336. 

Es un dato curioso. Y, aunque no es algo que explique el asunto central de nuestra pregunta (el porqué del 25 de diciembre), sí que nos da un marco temporal: nos dice dónde buscar esa explicación porque, a efectos prácticos, podemos asumir que durante el siglo IV la fiesta ya estaba relativamente consolidada. Es decir, que habría que buscar un poco antes. 

Concretamente a 222. En ese año está fechada una estatua de Hipólito de Roma encontrada en 1551 cerca de la Vía Tiburtina. Lo interesante de la estatua es que, entre sus muchas inscripciones, se incluye una tabla lunar que se guarda hoy en la Biblioteca Vaticana. 

¿Quién es Hipólito de Roma y qué tiene que ver con todo esto?

Gerard Van Honthorst 001
Gerard Van Honthorst 001

Adoración de los pastores, de Gerard van Honthorst

Hipólito de Roma es una figura muy poliédrica. Considerado uno de los grandes teólogos y predicadores de su época (de hecho, Orígenes se puede considerar discípulo suyo en algunos aspectos), lideró un cisma en el 217 que le llevó a alejarse de la Iglesia durante una década. Es, al mismo tiempo, el primer antipapa de la historia y un santo que, por lo que se cuenta, murió martirizado 235: es, de hecho, el único antipapa canonizado hasta el día de hoy.

Pues bien, sabemos que ya en el 220 después de Cristo, Hipólito (en un comentario sobre el libro de Daniel) defendió que “la primera venida de nuestro Señor, en belén, fue el miércoles 25 de diciembre”. No obstante, también sabemos que ese texto está manipulado. Hay varias versiones con fechas modificadas: entre ellas, unas en las que se explica que el nacimiento fue en marzo u abril.  

Y lo cierto es que si Jesús nació en abril muchos de nuestros problemas se resolverían de golpe y porrazo. Sin embargo, atendiendo solo a los textos, no está claro. 

Ahí es donde entra la estatua. Porque en la tabla lunar de las inscripciones, aparecen calculadas todas las Pascuas pasadas y futuras y, junto a ellas, dos notas clave para nosotros: el Viernes Santo original (que cayo un 25 de marzo) y el “génesis” del Señor (el año 2 d.C.) que caía el 2 de abril. En el año 235, en una ambiciosísima obra en la que trazaba la cronología completa de la creación, Hipólito adelantaba ese origen al 25 de marzo por la sencilla (y, vista desde hoy, absurda) razón de que esa era la fecha en la que, según sus datos, se había creado el mundo. 

El verdadero “génesis” de la navidad

Paolo De Matteis The Annunciation
Paolo De Matteis The Annunciation

Paolo de Matteis

Pero, ¿qué tiene todo esto que ver con el 25 de diciembre? La respuesta está en la estatua aunque lo haya pasado por alto: concretamente, en la palabra “génesis”. Porque, ¿qué es el “génesis” de una persona? ¿Su nacimiento o su concepción? 

Mientras a nosotros nos vendría mejor que fuera su nacimiento (porque encajaría con lo que dice la Biblia sobre la Navidad), la mayoría de exégetas desde Hipólito en adelante consideró que se trataba de la concepción. De hecho, la festividad de la Anunciación del Señor se celebra el 25 de marzo. 

Todo esto, por supuesto, aún está abierto a interpretación, pero (por primera vez) tenemos una respuesta clara a por qué el día 25 de diciembre es el día de Navidad.

Imagen | ‘Adorazione Dei Magi’ de Filippino Lippi 

En Xataka | Noche de Reyes, noche de pitis: los niños de un pueblo portugués llevan años despidiéndose de la Navidad con cigarros

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lo que ocurre cuando un Cabernet envejece 20 años

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Una botella que ha pasado dos décadas en una bodega sale de la penumbra y se posa sobre la mesa con el cuidado que se reserva a aquello que ha sido esperado durante años. No es solo vidrio y etiqueta: es tiempo contenido, decisiones tomadas mucho antes de que el mundo fuera el que es hoy. Antes incluso de descorcharla, la pregunta se impone: ¿qué ha ocurrido ahí dentro durante 20 años?

El vino tiene fama de mejorar con la edad, pero el mito se sostiene sobre una excepción. Como recuerda la enóloga y crítica Jancis Robinson en su columna para el Financial Times, menos del 10% del vino que se produce en el mundo está realmente diseñado para envejecer. Precisamente por eso, guardar una botella durante dos décadas no es un gesto romántico, sino una apuesta técnica, química y, en parte, arriesgada. Entender cómo sucede es comprender la verdadera ciencia de la paciencia.

El mito de que mejora con los años. Desde fuera, lo primero que delata el paso del tiempo es el color. Un Cabernet Sauvignon joven suele ser opaco, violáceo, casi negro. Tras veinte años, explica Robinson, ese color se ha ido aclarando y aparecen tonos granate, rubí e incluso matices teja en el borde de la copa. No es una señal de decadencia, sino de transformación. El vino ha perdido parte de sus pigmentos originales porque estos han reaccionado entre sí y con el oxígeno a lo largo de los años.

En la boca ocurre algo similar. El Cabernet Sauvignon nace con taninos potentes, ásperos, que secan la boca. Durante el envejecimiento, esos taninos se suavizan, el vino pierde agresividad y gana complejidad. Aparecen sedimentos en la botella, resultado físico de reacciones químicas acumuladas durante décadas. Según Robinson, el gran interrogante de todo vino pensado para envejecer es si tendrá suficiente fruta, acidez y estructura para sobrevivir a ese proceso. Cuando lo logra, el resultado no es un vino más intenso, sino más sutil, más profundo y, paradójicamente, más frágil. Por ese motivo, si el Cabernet Sauvignon se ha convertido en un candidato privilegiado para este viaje no es casualidad. Su combinación natural de taninos abundantes, acidez suficiente y capacidad antioxidante lo convierte en una de las pocas variedades capaces de dialogar con el tiempo durante décadas sin colapsar prematuramente.

Mirando con el microscopio. El envejecimiento del vino es cualquier cosa menos pasivo. Diversas publicaciones científicas, como la revisión Bottle Aging and Storage of Wines en la revista Molecules, explican que el protagonista principal es el oxígeno. En cantidades mínimas, el oxígeno entra lentamente en la botella a través del corcho y desencadena una serie de reacciones químicas controladas. Entre ellas, la polimerización de los taninos: moléculas pequeñas y agresivas se unen entre sí formando estructuras más grandes, percibidas por nuestro paladar como más suaves y sedosas.

Al mismo tiempo, los compuestos responsables del color —especialmente los antocianos— se combinan con taninos y otros fenoles. Estudios como el publicado en Foods, centrado en la evolución química de vinos tintos durante el envejecimiento, muestran cómo estos compuestos disminuyen con el tiempo y dan lugar a nuevos pigmentos más estables. En paralelo, los aromas primarios de fruta fresca se transforman en lo que la divulgadora Rana Masri describe en The Grape Grind como aromas terciarios: tabaco, cuero, bosque húmedo, caja de puros. No aparecen de la nada; son el resultado de décadas de reordenación molecular, lenta e irreversible.

El destino final del vino. El envejecimiento no depende solo del vino, sino también de su entorno. Las condiciones de guarda —temperatura estable, oscuridad, humedad y ausencia de vibraciones— son fundamentales. Un vino guardado a 14 ºC durante veinte años no envejece igual que uno sometido a cambios bruscos de temperatura. El tiempo, en el vino, necesita calma para trabajar bien.

Además, el estudio Wine aging: a bottleneck story ha demostrado que la entrada de oxígeno no ocurre solo a través del corcho, sino también en la interfaz entre el corcho y el cuello de la botella. Esto explica por qué dos botellas del mismo vino, del mismo lote, pueden evolucionar de forma distinta. El envejecimiento, incluso en condiciones ideales, no es completamente controlable. Como recuerdan en la página especializada Wine Folly, la acidez, el equilibrio alcohólico y la concentración de taninos determinan si un Cabernet está preparado para una larga vida o si colapsará antes de tiempo. Envejecer vino no es una garantía de mejora, sino una negociación constante con el fracaso.

No será lo mismo abrir una botella. Después de veinte años, un Cabernet Sauvignon no es simplemente un vino más viejo. Es el resultado de miles de microdecisiones: del viticultor, del enólogo, del tipo de cierre, de la bodega y, finalmente, del coleccionista que decidió no abrirlo antes. La ciencia explica gran parte del proceso, desde la polimerización de los taninos hasta la lenta oxidación controlada, pero siempre queda un margen de misterio. El vino envejece, pero también arriesga.

Quizá por eso, como apunta Jancis Robinson con cierta ironía, muchas bodegas y coleccionistas se enfrentan al mismo dilema, saber cuándo dejar de esperar. Porque el vino, por muy fascinante que sea su viaje molecular, no está hecho para ser eterno. Está hecho para ser bebido. Y, a veces, el mayor acto de sabiduría no es guardar la botella otros diez años, sino descorcharla y aceptar que la paciencia, al fin y al cabo, tenía un destino líquido.

Imagen | Unsplash

Xataka | Si la pregunta es por qué son tan caras las bebidas sin alcohol si no tienen impuestos, la respuesta es sencilla

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