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El mejor truco para hacer el café en la cafetera italiana es no hacer el café en la cafetera italiana

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La pandemia primero y el confinamiento después despertaron numerosas ansiedades latentes en millones de personas. Todo lo que antaño parecía urgente se transformó, de repente, en accesorio. Todas aquellas aficiones aspiracionales con las que fantaseábamos a cada cambio de año se hicieron accesibles, prioritarias. Tuvimos todo el tiempo del mundo para dedicarnos a ellas. Tuvimos todos los incentivos sociales y emocionales para obsesionarnos.

El café fue uno de los tantos nuevos intereses adoptados por los españoles en su momento (el pan casero, la jardinería y el cuidado de plantas, hacer deporte compulsivamente, las manualidades). Uno que ha pervivido. No hace falta preguntarse por qué: con un consumo anual de 4,5 kilos por persona, el café juega un papel fundamental en nuestro día a día. Nos acompaña en el desayuno, nos acompaña a media mañana, nos acompaña después de comer. A algunos les acompaña incluso después de cenar.

Dada su omnipresencia, parecería comprensible asumir una preocupación exquisita por sus calidades y características. Nada más lejos de la realidad.

Si por algo se ha caracterizado siempre España es por la pésima, espantosa calidad de su café. Tanto el servido en los millones de bares que se reparten a lo largo y ancho del país como el preparado el casa. Ambos tienen un denominador común: el torrefacto. La técnica, una especie de caramelizado que recubre al grano ya tostado para conservarlo mejor, surgió de la mente de un comerciante de café hace más de un siglo. En la España depauperada de la post-guerra, la prioridad no era beberse el mejor café sino conservarlo del mejor modo posible.

España no fue el único país arrasado por el torrefacto, pero sí el único donde ha pervivido con tanta insistencia. El café nos resulta barato y duradero, sí, pero a cambio también sabe a rayos: el torrefacto amarga su sabor y obliga a preparaciones muy drásticas donde lo prioritario es bebérselo rápido y dolorosamente (o con bastante leche). La imagen de un trabajador degustando su café a primera hora de la mañana como quien se toma un chupito de amoniaco es intrínsecamente española. Porque nuestra relación con el café es traumática.

La pandemia modificó nuestro orden de intereses. También cierto cambio cultural. Europa llevaba años experimentando aquello que se ha venido a bautizar como “la tercera ola” del café, un movimiento social y comercial que ha puesto a la calidad del grano en el centro de nuestra relación con el café. En miles de cafeterías hip esparcidas por el continente se comenzó a vender “café de especialidad”, es decir, café obtenido en plantaciones controladas y monovarietales, explotadas por pequeños campesinos, donde la calidad es la máxima prioridad. A cambio, sus precios son muy elevados.

Esta transición ha atravesado de raíz a la cafetera por antonomasia empleada en España: la italiana. De repente quisimos mejorar la calidad de nuestro café, pero no a cualquier precio (un paquete de café de especialidad de 250 gramos puede rondar los 15€ sin muchos problemas) ni tampoco cayendo en demasiadas complicaciones. Brotaron como la pólvora artículos y “trucos” sobre cómo mejorar el sabor de nuestro café haciendo pequeños ajustes a su preparación con la cafetera italiana. No se trataba del café, ni del instrumento, nos contamos. Simplemente no sabíamos utilizarla correctamente.

En mi opinión, hemos errado el foco por completo.

Huyendo de la cafetera italiana

Como explicó hace algunos días nuestro querido compañero Javier Jiménez, la cafetera italiana es un invento estupendo. Uno que responde a cuestiones muy específicas: a saber, cómo obtener el café de forma rápida y sencilla y sin tener demasiado en cuenta la técnica del proceso.

Hay algo de paradójico en la reciente obsesión por “los trucos” de la cafetera italiana, cuando su inventor, Alfonso Bialetti, la diseñó con la intención de facilitar y popularizar para siempre el consumo de café en los hogares. No hay nada de casual en los tiempos de su invención (1933, cuando la economía de consumo europea se precipitaba hacia su formulación definitiva) ni en los materiales (fundamentalmente aluminio). La cafetera italiana es una hija pluscuamperfecta de la Era de las Revoluciones (industriales) y de la transformación de una economía local y artesana en una nacional e industrial.

En ese sentido, obsesionarnos con los pequeños trucos que pudieran ayudarnos a perfeccionar el sabor de nuestro café tiene algo de contradictorio. Su funcionamiento es el más sencillo posible porque está pensado para ser lo más universal y masivo posible. Un pequeño recipiente calienta una cantidad fija de agua (de los 50 ml en adelante), sube por un embudo cargado de café, supera un filtro,y brota por una pequeña fuente hacia su depósito final. El agua, filtrada intensamente por la molienda, se transforma en café.

Y listo. Uno incluso puede despistarse unos minutos mientras el proceso se cumplimenta.


café italiana
café italiana

(Ashkan Forouzani/Unsplash)

Los problemas asociados a este procedimiento son variados. El fundamental es físico-químico, por así decirlo. Para funcionar correctamente la cafetera italiana obliga a extraer el café a altísimas temperaturas, lo que resulta, por norma general, en sabores amargos. No podemos controlar ni los tiempos de extracción ni la temperatura del agua ni la relación café/agua ni el grado de molienda (extremadamente fino, de otro modo el café no se infusiona de forma eficiente) ni muchos otras variables que convierten a la preparación de café en un arte antes que en un tosco proceso industrial.

Porque el café es un arte. Una de las cosas que más me sorprendieron del primer tallé sobre café al que acudí (impartido por Hidden Coffee Roasters) fue la idea de su preparación como “cocina”. No estamos “haciendo” café, estamos “cocinando” café del mismo modo que cocinaríamos un filete o un manojo de verduras. Y en la cocina el 50% del resultado final depende de la técnica y de las habilidades del cocinero. Del mismo modo que abrasar un filete no es el mejor camino para extraer sus mayores virtudes gastronómicas, la cafetera italiana, si bien simple, si bien fácil, si bien barata, no es el camino más rápido hacia un buen café. Es el camino más rápido hacia un café.

En mi experiencia como aficionado al café en sus distintas variantes y métodos de preparación, la italiana es sinónimo de monotonía. De aburrimiento en el peor de los casos. Un sistema efectivo pero rígido que deja pocas oportunidades a la imaginación o a la aventura; un sabor fuerte y reconocible, pero carente de matices en la mayor parte de los casos.

Behold! I bring you the Aeropress

Siempre que alguien me pregunta cómo puede mejorar la calidad de sus tazas de café mi respuestas es invariable: comprando buen café. Invirtiendo algo más de dinero en el producto sobre el que pivota todo lo demás (herramientas, técnicas de preparación, cultura). No hace falta recurrir a muy buenos (pero muy caros) tostaderos de especialidad como Puchero, Hola, San Agustín o Nomad. Es posible optar por marcas italianas masivas como Lavazza, Illy o Segafredo (cada vez más presentes en los supermercados) para dar un salto de calidad notable respecto al clásico café-marca-blanca-torrefactado.


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(Conor Brown/Unsplash)

Segundo paso: si de verdad te preocupa la frescura del café, compra un molinillo. Del mismo modo que uno no esperaría comerse una nuez igual de fresca y sabrosa cuarenta días después de ser cascada, el café conserva mejor sus propiedades inmediatamente después de ser molido. Al romperse, el grano libera sabores y aromas que se pierden con el proceso de envasado y con el paso de los días. Hay molinillos de todo tipo (los mejores son los cerámicos, manuales) pero podemos conformarnos con algunos de menos de 30€ disponibles en Amazon.

Llegados a este punto es posible que nadie quiera avanzar más en su relación con el café. Totalmente comprensible. Podemos obsesionarnos con un número finito de cosas en esta vida. Pero si queremos dar el salto al siguiente nivel, el tercer paso consistiría en aparcar la cafetera italiana.

¿Y sustituirla con qué? Si nos gusta el clásico espresso italiano, un café concentrado y cargado de intensidad, necesitaremos un elevado presupuesto. Marcas como La Marzocco o Rocket Espresso comercializan auténticas virguerías del diseño industrial con las que es posible replicar las tazas de los mejores baristas. Son por lo general muy caras. Las hay más pequeñas y de marcas de todo tipo, comercializadas en ocasiones por Lidl y otros minoritas caracterizados por su buen precio. Raro será encontrarlas por menos de 100€ (aunque alguna hay).

Hay una tercera vía, y pasa por el café de filtro. Tanto en España como en Estados Unidos las palabras “café de filtro” están asociadas a un café aguoso y de sabor plano, difícilmente compatible con el estándar de placer al que deseamos conducirnos. Es este el café de oficina, una enorme y aparatosa máquina que deposita el café por goteo en una jarrita transparente. Por lo general hablamos de preparaciones pensadas para consumirse a lo largo de todo un día (de ahí los volúmenes: muchísima agua, muchísimo café) y que, en ocasiones recalentado, conduce a espantos nuevos.


aeropresss
aeropresss

(Alex Chernenko/Unsplash)

Por fortuna, esta imagen no se corresponde con la auténtica realidad del café de filtro, del mismo modo que el señor aterrorizado cada mañana por el café negrísimo de los bares españoles tampoco se corresponde con la realidad del espresso. El filtro es quizá la preparación que más libertad creativa nos permite y que más sabores, aromas y notas de cata desbloquea. Adaptarse a él lleva un tiempo; una vez dentro de su universo, es imposible escapar.

Su oferta de cafeteras es amplia: desde el renacimiento de las Melitta (las denostadas cafeteras de oficina) hasta la sofisticación de las V60, pasando por las prensas francesas. La inversión aquí suele ser menor que en las cafeteras de presión y vapor (se pueden encontrar Chemex por 45€), lo que las hace más accesibles. En todas ellas, sin excepción, la preparación es manual, lo que permite un alto grado de personalización. Nosotros decidimos cuántos gramos de café utilizamos; cómo de fino o grueso lo molemos; cuánta agua utilizamos para infusionar el café; a qué temperatura lo infusionamos; o durante cuánto tiempo lo cocinamos y extraemos.

Exceptuando la Melitta, poseo y doy uso regularmente a todas ellas. Pero a ninguna con tanta frecuencia como a la Aeropress.

Inventada en 2005 por un obsesivo ingeniero estadounidense, la Aeropress combina a un tiempo la practicidad de la cafetera italiana y la infinidad de posibilidades de las cafeteras de filtro. Su funcionamiento es sencillísimo: molemos el café a nuestro gusto, lo introducimos en un recipiente cilíndrico previamente sellado con una tapa de rejilla y un filtro, y vertemos el agua a la temperatura deseada para que se infusione. Acto seguido, introducimos un émbolo en el cilindro, empujamos hacia abajo y extraemos el café.


Aeropress
Aeropress

(Ben Moreland/Unsplash)

La gracia del invento es el vacío que se genera cuando el émbolo se acopla al cilindro de plástico. En esencia, estamos ejerciendo una presión que permite extraer el café rápidamente y en excelentes condiciones. La mezcla de un mecanismo rápido y de las bondades naturales del filtro depara, sin excepción, tazas riquísimas donde explotamos todas y cada una de las virtudes del grano que hayamos elegido. También los defectos, y de ahí la importancia del producto.

Desde su llegada al mercado internacional, la Aeropress se ha convertido en una de las cafeteras más populares entre los aficionados la café. Su precio es bastante asequible (unos 35€), apenas ocupa espacio y se puede transportar con facilidad. Su listado de recetas es casi infinito (puedes consultar algunas aquí): desde preparaciones extremadamente concentradas (mucho café, poca agua) similares al espresso hasta otras más equilibradas, pasando por diferentes tiempos de extracción e infusionado. No hace falta medir y pesar cada gramo de café o agua. Es, en el fondo, una cafetera muy intuitiva.

Por supuesto, nada de esto tiene sentido sin un producto que lo acompañe. En lo personal, recurro de forma diaria a Boconó (unos 26€ el kilo; café de especialidad), pero hay muchas otras opciones de igual calidad (y similar precio o superior).

¿Significa eso que he dado por muerta a la cafetera italiana? En absoluto. Sigue cumpliendo su rol, aunque más disminuido. No tiendo a recomendar el cambio de cafetera cuando alguien sólo quiere mejorar marginalmente la calidad de sus cafés diarios: la italiana es, como ya he dicho más arriba, un invento estupendo. Uno que cubre las necesidades de la mayoría de sus consumidores. Y uno que, en sus “trucos”, introduce cierta rutina conductual que permite preocuparse más por el café (mejorando su sabor en el proceso).

Sin embargo, mi recelo principal parte de aquí: la obsesión viral por sus “trucos” (la tapa levantada, hervir el agua antes de colocarla en el fuego, etcétera, etcétera) no son más que trampantojos. De nada sirve recurrir a ellos si la cafetera no está debidamente mantenida o limpia o si nuestro café es de marca blanca de supermercado. Al igual que el dedo y la luna, preocuparse por estas pequeñeces, que tienen un impacto objetivamente marginal en el resultado final, desvía el foco de atención hacia lo que sí importa en el café.

El propio café.

El salto hacia métodos de cocinar el café más complejos tiene el mismo resultado que las trampas conductuales a las que nos sometemos cuando dejamos la tapa de la italiana abierta: preocuparnos por el proceso. Dotar de importancia a la taza de café. La diferencia es la escala de los cambios y el infinito mundo de posibilidades al que habilitan. Por eso, mi recomendación honesta para explorar el café es, primero, alejarse de las limitaciones que impone la italiana. Siempre habrá tiempo de regresar a ella.

Imagen | Perry Merrity II

En Xataka | En los 70 Alemania Oriental tenía escasez de café. Así que convirtió a Vietnam en una potencia industrial del café

En Xataka | Qué dice la ciencia sobre el gran debate de la cafetera italiana: si es mejor levantar la tapa o no

*Una versión anterior de este artículo se publicó en febrero de 2023

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Para muchas personas concertar cita con el SEPE es un infierno. Así que ya hay “gestores” cobrando 99 euros por colarte

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Donde tú ves algo tan anodino como una cita con el SEPE hay quien ve algo bastante distinto: dinero fácil. Un jugoso negocio que se cocina entre las redes, chats y plataformas online de anuncios y que bordea la ley para llegar a clientes desesperados por tratar con el Estado. Su dinámica es muy sencilla: los gestores de citas se aprovechan de las flaquezas de las administraciones públicas y sus sistemas de reservas para acaparar turnos (gratuitos) y luego venderlos.

¿Qué necesitas con urgencia que te atiendan en el SEPE para tramitar el paro pero no hay forma de reservar turno en la web oficial? ¿Te urge un trámite en Extranjería? No hay problema. Paga y tienes una cita mañana mismo.

Cinco segundos. Es lo que se tarda en encontrar anuncios de gente que se ofrece a buscar y reservar citas para realizar gestiones en el SEPE. Todo (por supuesto) a cambio de un pago que puede ir de 10 a 30 o incluso 100 euros.

Su negocio no es del todo nuevo, igual que no lo es la situación de la que se aprovechan: un cóctel de factores en los que se mezclan los recortes de personal en la administración, fallos en los sistemas informáticos y la picaresca de gente dispuesta a enriquecerse burlando la ley y mercadeando con un servicio público: citas previas para ciudadanos que necesitan hacer una gestión urgente, como solicitar su prestación por paro o presentar documentos en Extranjería.

“No había citas”. Hace unos días elDiario.es publicó un artículo que da una idea de hasta qué punto se ha cronificado este mercadeo ilegal de citas del SEPE, al menos en parte de España. El periódico relata el caso de una mujer de 35 años, Sofía, que tras quedarse sin trabajo hizo lo más lógico: meterse en la web del Servicio Público de Empleo para solicitar la prestación por paro. 

No tuvo suerte. No encontró citas disponibles para acudir a las oficinas del organismo. Ni en Lleida (su provincia) ni en zonas próximas. Lo intentó al día siguiente con idéntico resultado. Y al otro, y de nuevo al cuarto, quinto, sexto y séptimo día. Siempre sin éxito. En total se pasó diez jornadas frente al ordenador pulsando cada poco la tecla de F5 con la esperanza de cazar un hueco libre.

“Es un abuso”. “Hubiera estado dispuesta a hacer horas de coche de ser necesario. Pero es que no había nada de nada”, confiesa desesperada Sofía, que veía cómo se consumía el plazo de 15 días hábiles del que disponía para solicitar el paro sin perder tiempo de prestación. Al final logró que la atendieran, pero no gracias a un golpe de suerte. El turno se lo consiguió el contacto de una amiga, un desconocido que a cambio de 45 euros le agendó una cita en 48 horas. 

Quizás 45 euros parezca mucho dinero por un servicio público y gratuito, pero ella misma reconoce que hay quien cobra hasta 99 euros. “Es un abuso”.

¿Cómo es posible? Por varios factores. Para empezar por las tensiones en la administración. Hace unos meses El País denunciaba las dificultades que están teniendo los ciudadanos de parte de España para conseguir citas en las oficinas del antiguo INEM, sobre todo las repartidas por la costa mediterráneo, las islas y Madrid y Barcelona, un fenómeno que se explica por el adelgazamiento de la plantilla, la carga de trabajo y fallos de los que ya han alertado los sindicatos.

“Entre 2022 y 2024 hemos tenido 1.412 bajas por jubilaciones. En 2025 hemos perdido a 725 personas”, se lamenta en elDiario.es Manuel Galdeano, del CSIF. Desde UGT reconocen que un servicio que deberían prestar 12.000 efectivos debe conformarse con 7.300, lo que se traduce en su opinión en una sobrecarga laboral para la plantilla del SEPE, pero también una merma del servicio al ciudadano.

Oficina Empleo1
Oficina Empleo1

Aprovechándose del sistema. La otra clave que explica la facilidad con la que personas como la que ayudó a Sofía logran citas cuando el SEPE parece colapsado debe buscarse en las entrañas del sistema. Quienes mercadean con turnos tienen sus “trucos”, como bots y recursos que les permiten automatizar las búsquedas y acaparar decenas de citas a diario. Luego solo tienen que publicitar sus servicios en redes y chats y esperar a que ciudadanos vulnerables llamen a su puerta.

Cuando eso ocurre y ‘cazan’ un usuario desesperado los gestores de citas solo tienen que anular una de las muchas reservas que han amarrado y solicitar ese hueco de nuevo, en segundos, con los datos personales (nombre y apellidos, DNI, código postal…) que previamente les ha facilitado el cliente. A cambio cobran le 10, 20, 30, 40 o más euros vía Bizum. En algún caso se exigen casi 100.

Fácil, sencillo… ¿Ético? La comunicación es online y los clientes se captan a través de locutorios, grupos de Whatsapp, redes sociales y webs de anuncios. En algún caso los gestores de citas se anuncian como empresas y, asegura elDiario, hay quien incluso intenta aparentar una mayor autoridad usando imágenes de organismos profesionales sin permiso alguno. Su negocio se apoya sobre todo en la ansiedad de los usuarios que necesitan contactar con la administración.

También en el desconocimiento. La web del SEPE permite por ejemplo realizar una presolicitud de prestación de desempleo que evita que los usuarios pierdan días de paro aunque tarden más de dos semanas en lograr una cita presencial.

¿Es algo nuevo? No. Y quizás eso sea lo más curioso. Llega una búsqueda rápida en la hemeroteca para comprobar que el mercadeo con citas previas con la administración no es una práctica nueva. De hecho en 2020 el SEPE ya denunció ante la Fiscalía Provincial de Barcelona la reventa de citas para resolver trámites en sus oficinas, una práctica sobre la que había alertado poco antes USO. 

Tampoco es algo que afecta exclusivamente a Empleo. El mismo negocio ilícito afecta a los servicios de extranjería, una práctica denunciada por los funcionarios y que incluso ha derivado en operaciones policiales con decenas de arrestados. En el caso del SEPE, Trabajo asegura que ha estado actuando “de manera decidida” ante las quejas, si bien reconoce que el mercadeo de citas aún se detecta en “un puñado de provincias”. Hace poco se presentó una denuncia en Barcelona.

Imágenes | SEPE, Clint Patterson (Unsplash) y Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid

En Xataka | Los desempleados a punto de agotar su prestación pueden respirar tranquilos: el SEPE tramitará automáticamente su IMV

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Rosalía y Bad Bunny entran a la lista de los mejores discos lanzados en 2025, según The NYT

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Escrito en ENTRETENIMIENTO el

EFE.- Los discos ”Lux”, de la española Rosalía, y “DeBÍ TiRAR MáS FOToS“, del puertorriqueño Bad Bunny, figuran este viernes en la lista de los 25 mejores álbumes de 2025 elaborada por los críticos del diario The New York Times.

La lista la encabezan la emergente estrella del pop coreano Effie y la banda de indie rock Brooklyn Geese.

“Rosalía es una consumidora inquieta e incansable del mundo y de sus múltiples ideas, y uno de esos raros artistas en cualquier medio que quiere dejar los lugares a los que va mejores de como los encontró (y, de hecho, puede)”, indica el diario, que incluye en cada comentario un enlace para escuchar el disco.

Lux” salió al mercado tres años después del éxito de ”Motomami” (2022) y cuenta con colaboraciones de artistas como Björk, Carminho, Estrella Morente, Silvia Pérez Cruz o Yves Tumor, entre otros.

En él, Rosalía canta hasta en trece idiomas, aunque el castellano es el principal.

El diario elogia el nuevo proyecto de Bad Bunny, que tuvo una exitosa residencia este año en Puerto Rico, bajo el nombre de ”No me quiero ir de aquí” de julio a septiembre, y se refiere al artista como “el principal teórico del intercambio intergeneracional en el pop”.

El disco DTMF fue nombrado el álbum del año en los premios Latin Grammy celebrados el pasado mes en Las Vegas, donde terminó la noche con cinco gramófonos.

“Ahora más que nunca, el futuro puede parecer vertiginosamente desconectado del pasado. Así que dejen que Bad Bunny, el principal teórico del intercambio intergeneracional en el pop, cree un álbum tan moderno y actual que también se arraiga explícitamente en las alegrías de la tradición y las defiende. Todo lo viejo también fue nuevo en su momento” destacan los críticos.

Después de un año exitoso para el artista urbano, toda la atención sigue sobre el puertorriqueño, que en 2026 será la figura central en el espectáculo de medio tiempo del Super Bowl, el partido más importante de la Liga de Fútbol de Estados Unidos, esperado por muchos y rodeado de críticas por otros.

En la lista no podía faltar ”The Life of a Showgirl’‘, el duodécimo álbum de estudio de la cantautora Taylor Swift, que, según los críticos del Times, quizás es el álbum “más evanescente” de su catálogo.

“Este nuevo lanzamiento no muestra su trabajo, simplemente, y sin ostentación, la sitúa en un momento particularmente despreocupado de mostrar lo que tiene y cómo la hace sentir”, señalan.

“Eso significa canciones sobre los placeres de ser odiado, los placeres de odiar, los placeres de ser el jefe, los placeres de la felicidad doméstica y los placeres del placer”, destaca el rotativo.

“No hay una selección de consenso obvia para el mejor álbum de 2025, en parte porque el calendario de lanzamientos fue escaso en nombres destacados y en parte porque algunos de los álbumes más esperados del año (entre estos el de Swift y Sabrina Carpenter) resultaron ser decepcionantes” afirma la crítica.

“Pero eso también significa que fue un gran año para descubrir nuevos artistas y sumergirse en lanzamientos más discretos, del tipo que probablemente inspiren listas de fin de año más heterogéneas y menos predecibles”, agregan. 

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Si quieres que tu cuerpo sea biológicamente ocho años más joven, la ciencia tiene una receta para ti: dieta vegana

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Los humanos tenemos muchas ganas de aparentar la menor edad posible, buscando siempre la eterna juventud. Esto ha hecho que su búsqueda haya dejado de ser el terreno exclusivo de la alquimia para convertirse en uno de los campos más calientes de la biotecnología, con muchos tratamientos que buscan literalmente hacernos más jóvenes o incluso alargarnos la vida. Ahora, la dieta vegana está en el centro de una supuesta salud de hierro, y la ciencia ha querido comprobar si consumirla conlleva un aumento de los años de vida. 

El experimento de los gemelos. De manera tradicional, hacer investigación sobre cómo envejece una persona ha sido un problema por culpa de la genética. Y es que comparar dos terapias entre dos personas para ver si envejece más o menos rápido nos hace plantearnos si el resultado se debe al tratamiento o la dieta o porque uno de los integrantes tiene una genética muy buena. 

Para eliminar esta variable de la genética, la ciencia ha encontrado el mejor modo de trabajar: usar a los gemelos idénticos. De esta manera, su genética va a ser exactamente la misma y el efecto de la intervención que le hagamos va a estar directamente relacionada. 

El estudio. Reclutaron en total a 21 pares de gemelos idénticos adultos sanos. A uno de cada par se le asignó una dieta omnívora saludable; al otro, una dieta vegana estricta. En total, durante ocho semanas se fue midiendo el impacto utilizando relojes epigenéticos con herramientas algorítmicas que estiman la edad biológica basándose en la metilación del ADN

La metilación no es mal el proceso mediante el cual se agregan pequeños grupos químicos llamados metilos a ciertas partes del ADN con el objetivo de poder ‘apagar o encender’ genes, haciendo que algunas instrucciones se lean y otras no. Algo que se relaciona con el envejecimiento, ya que se va modificando con el paso del tiempo. 

Los resultados. En este caso, lo que vieron los investigadores fue muy interesante, porque pese al poco tiempo que se mantuvo la dieta, se comprobó que el grupo vegano mostró reducciones significativas en la edad biológica estimada. Esto es algo que se vio en la disminución de la metilación del ADN en las vías relacionadas con la inflamación y el metabolismo. 

Todo esto se suma a que hubo mejoras en la insulina en ayunas y una reducción del colesterol LDL, lo que lleva a una mejor vejez. Pero aunque parezca todo muy bueno, se pedía ya cautela con estos resultados. 

Por qué. Está bien que la dieta vegana parezca que ofrece buenos resultados, pero la gran pregunta es por qué ocurre esto. Y el resumen nos apunta a que no fue solo por dejar la carne de lado, sino porque dejaron de comer en general. Este es el punto más importante, porque el grupo vegano consumió menos calorías simplemente porque la densidad calórica, y, por tanto, la restricción calórica al final es uno de los pocos métodos que ha sido probado para extender la vida en modelos animales. 

Esto se suma también a una pérdida de peso, ya que los participantes veganos perdieron más peso que sus contrapartes omnívoras. Los críticos señalan que la pérdida de peso rápida puede alterar los marcadores epigenéticos por sí misma, independientemente de la fuente de alimento. 

El problema. Aunque el hecho de estar tan poco tiempo con esta dieta y bajo el estudio hace que todavía se necesiten investigaciones longitudinales para saber si esto se traduce en años de vida real ganados.

Y es aunque el reloj biológico se ralentizó en este caso, los investigadores advierten sobren los riesgos a largo plazo de tener una dieta vegana que esté mal planificada. Una de las consecuencias es la deficiencia en la vitamina B12, aunque a día de hoy la suplementación que se hace en los alimentos hace que este sea un problema menor. 

El azúcar añadido. El otro culpable del envejecimiento y al que le hacemos menos caso. Un estudio publicado en 2024 tenía bastante claro las consecuencias de su consumo, en algunos casos sin llegar a saberlo por no leer las etiquetas de los alimentos que consumimos. En este caso un estudio con 242 mujeres de mediana edad utilizó relojes epigenéticos para poder medir el daño celular para correlacionarlo con su consumo. 

Los resultados en este caso era bastante claro: con cada gramo extra de azúcar añadido se asoció con un aumento en la edad epigenética. Si bien, hay un freno que encontramos en nuestra dieta mediterránea que es rica en vitaminas, minerales y antioxidantes. Es por ello que eliminar hasta 10 gramos de azúcar añadido al día podría revertir el reloj biológico en aproximadamente 2,4 meses. 

La lección. La literatura científica apunta en este caso que lo que importa en la alimentación es la calidad, no solo la etiqueta. Es por ello que una dieta variada con frutas, verduras o legumbres se asocia directamente con una menor mortalidad y una disminución de enfermedades crónicas. Por el contrario, una dieta vegana que se base en ultraprocesados (por muy poca carne que tenga) al final puede ser realmente perjudicial. 

Imágenes | Anna Pelzer 

En Xataka | La verdad sobre el ayuno intermitente para adelgazar: resolviendo si sus beneficios tienen base científica o son puro bombo

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