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de tradición medieval a herramienta de propaganda nazi y fenómeno global
Cuando pensamos en “mercadillo navideño”, la imagen que viene a la cabeza es la de luces, dulces, objetos varios, juguetes de madera, puestos de pan, queso y gofres, todo mezclado con un aroma reconfortante. Esos mercadillos son un reclamo turístico y un incentivo para salir a la calle, incluso en la época más fría, y todo comenzó hace unos 700 años.
En ese tiempo, los mercadillos navideños han surcado un camino con subidas, bajadas, una resurrección a manos de los nazis y la eclosión actual a nivel mundial.
Tradición. Uno de los primeros es el Dezembermarkt de Viena, en Austria, que data de finales del siglo XIII y no era nada “navideño”, sino práctico. Poco a poco, estos mercadillos fueron abriendo la mano, con productos más enfocados a la festividad, pero sin perder el norte: había que vender productos contundentes, como carnes. A finales del siglo XIV, en Alemania, ya se podían ver los protomercados navideños que desembocarían en el fenómeno actual.
Guerra. Algunos de los más famosos son los de Dresde y Núremberg, de los siglos XV y XVI, respectivamente, y en ellos ya había un ambiente muy diferente al original vienés. No se sabe mucho sobre el ambiente de esos mercados, pero sí que eran un espacio para los ricos, con el populacho mirando desde la barrera. En el siglo XIX, estos mercados eclosionaron. El de Berlín, por ejemplo, pasó de 303 puestos en 1805 a unos 600 en apenas 35 años.
Los ricos, viendo que cada vez más gente de todas las clases sociales acudía a estos mercados, se fueron alejando de ellos y hubo una auténtica guerra civil entre los comerciantes de los grandes almacenes que aparecieron a finales del XIX en las grandes ciudades y los mercadillos.
Nazis de mercadillo. Con la llegada del Partido Nazi, los mercadillos que habían pasado a un segundo plano en Alemania, regresaron por todo lo alto. Cuando Hitler llegó al poder, convirtió la Navidad en una fiesta, y utilizó estos mercadillos con fines propagandísticos, como una celebración de la historia alemana. Los alcaldes nazis reabrieron los mercadillos y se empezaron a decorar los puestos con luces o juguetes.
Con la guerra, evidentemente, pasaron a un lugar muy secundario, pero tras la misma, y con el auge de las compras navideñas, los mercadillos volvieron a ser protagonistas. Ya no tenían aquel propósito primigenio: se habían convertido en una atracción turística. Y, claro, se intentó borrar el papel de los nazis en el auge de los mercadillos, por aquello de que no era la imagen más adecuada.
Negocio. En los 90, los mercados navideños alemanes eran la envidia de todo el mundo, tanto que el resto de países importó la fórmula. Estados Unidos lo hizo, Reino Unido por descontado y hasta Japón. Como no puede ser de otra forma, España no se quedó atrás. A las ya tradicionales cabalgatas (con tiburones de los negocios que alquilan balcones para seguirlas por 1.000 euros), España ha ido sumando poco a poco una buena oferta de mercadillos medievales.
Ciudades como Madrid, Zaragoza, Sevilla, Valencia, Santiago de Compostela, Barcelona, Málaga, Bilbao o Alcalá de Henares tienen su mercadillo. No hay que irse a una gran ciudad, en localidades más pequeñas también vemos decenas de casetas en las zonas céntricas. En todas se encuentran los mismos productos, en muchas hay pistas de patinaje y algunas ofrecen artesanía y gastronomía de la zona. Pero el resumen es que es otra ocasión más para fomentar el turismo de interior.
Un “no tienes que irte a Amberes o Colonia para ver un mercadillo navideño. Lo tienes en casa”.
Y tradición. Eso sí, aunque los mercados navideños comenzaran en la zona alemana, hay otros mercados que fueron mutando con el tiempo para convertirse en una especie de mercadillo navideño. Un ejemplo lo tenemos en Barcelona, que desde 1786 celebra la fira de Santa Llúcia. Comenzó siendo una festividad del 13 de diciembre en la que los artesanos vendían figuras de barro, imágenes de santos, pastores, animales y una serie de objetos relacionados con el mundo del belén. También había otra serie de comerciantes.
La feria fue creciendo y se sigue celebrando, pero mantiene ese espíritu alrededor del belén, los pesebres y las actividades navideñas regionales, más alejado del comercio más general que podemos ver en otros mercados navideños.
Guerra de luces. Pero todo esto de los mercadillos tiene una razón de ser: hay que arañar turistas como sea. Con el frío dan menos ganas de salir a la calle, pero si vas a la plaza, ves las luces mientras te sirven un vino caliente, unas castañitas y te comes unos churros, ya estás consumiendo y saliendo de casa. Y ahí la guerra de las luces cada vez está teniendo más importancia.
No en vano hay ciudades -Vigo- que empiezan a hablar de sus luces en junio. Muchas ciudades españolas, grandes o pequeñas, han convertido el encendido de luces navideñas en un espectáculo con masas de gente en las calles, esperando el momento en el que la cuenta atrás que se muestra en una pantalla gigante llega a fin y se encienden las luces. Antes, de pronto un día ibas paseando por la calle y resulta que estaban encendidas. Ahora hay preámbulos.
Competencia por la mejor Navidad. Esa “guerra de las luces” lleva años con nosotros, pero es lógico: es una manera, como decíamos, de activar el turismo y mover dinero en la localidad. El objetivo es el de celebrar la mejor navidad y Bruno García, alcalde de Cádiz que tomó el mando hace unos meses, ya comentó que este tipo de actos no son sólo un tema estético, sino también “de empleo, de ilusión, movimiento comercial y de familias en la calle”.
Y lo mismo está pasando ya con los mercadillos navideños. Tenemos listas europeas en las que se ordenan los mejores mercadillos entre los que, este año, se encuentra el de Marbella. También multitud de listas en las que ya no se recomiendan mercadillos europeos exclusivamente, sino nacionales.
Asfixia. Si has estado en una ciudad grande -Madrid, por ejemplo- durante la época navideña y has paseado por Callao o Sol, te habrás sentido como una sardina en lata. Todo el mundo va a algún sitio, pero el atasco es monumental porque hay muchísimos locales y turistas que se paran a ver las luces o los escaparates decorados. Hay mercadillos navideños en los que ya se siente, precisamente, eso.
Aquí va una experiencia personal de hace unos días. Estuve en Zaragoza y la noche del viernes 6 de diciembre, pasear por la Plaza del Pilar era asfixiante. Estaba el mercadillo navideño con sus típicos puestos de piedras milagrosas, bisutería y comida (riquísimos churros, la verdad) a reventar, pero también todos los locales de comida de los alrededores que, sin la presencia del mercadillo, puede que no hubieran estado así de llenos.
Lógico. Al final, los mercadillos navideños han pasado de ser algo que cubría una necesidad práctica a convertirse en un fenómeno cultural y turístico que refleja cómo hemos reinventado la Navidad.
Desde la competencia entre ciudades por tener la iluminación más espectacular hasta la masificación en las plazas, estos mercadillos son, más que nunca, un reflejo de nuestro tiempo: tradición, comercio y consumo. Todo envuelto con el calorcito del espíritu navideño.
Imágenes | Xataka, Bundesarchiv, Bild, Roland Berger, LH DD/Dittrich
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En 1197, tiraron a un soldado en un pozo en mitad de Noruega. Lo sabíamos por una saga nórdica, pero ahora acabamos de encontrarlo
“Cogieron a un muerto, lo lanzaron a un pozo y lo rellenaron de piedras”. Lo explicaba la Saga de Sverre, un poema nórdico escrito por un poeta benedictino (Karl Jónsson) a principios de la década de los 1200.
Pues bien, acabamos de encontrar a ese tipo.
¿Cómo? Lo que escucháis. Es una línea al azar perdida en una saga sobre una batalla en mitad de la Noruega del siglo XI; pero un equipo de investigadores de distintas universidades desde Escandinavia, Islandia e Irlanda acaban de “identificar” los huesos del muerto que acabó en el fondo del pozo.
Y hablo de identificar porque, en sentido estricto, los huesos se encontraron en el fondo de un antiguo pozo del castillo de Sverresborg en 1938. El problema es que las tecnologías de la época no permitían saber mucho más de él y los huesos se guardaron en un cajón.
La visión mítica del pasado. Desde lejos, las sagas nórdicas nos parecen a menudo un género de la mitología pre-moderna. Sabemos que no es así, claro. Durante siglos, los reyes del norte contrataron a ‘escaldos‘ (poetas guerreros) que escribían crónicas sobre sus hazañas. Está claro que había mucha literatura ahí, pero (como vemos) no solo literatura.
En el fondo, era cuestión de tiempo que empezaran a aparecer evidencias arqueológicas a favor de las sagas. Lo que no esperábamos era que fueran tan concretas y exactas.
¿Cómo lo han hecho? Hace un par de años, un equipo de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología decidió volver sobre el tema. No tenían mucho con lo que trabajar: apenas el polvo de un diente.Pero, hoy por hoy, esto es suficiente (para muchas cosas).
Lo primero que descubrieron es que el hombre del pozo tenía entre 30 y 40 años cuando murió. A partir de ahí, utilizaron técnicas de “datación por radiocarbono, secuenciación genética y análisis de isótopos para obtener la imagen más completa de la identidad del hombre”.
Por ejemplo: descubrieron que murió hace unos 900 años (lo que coincide en fechas con el suceso que relata la saga). “También sabemos, gracias al análisis genómico, que probablemente tenía el pelo rubio o castaño claro y los ojos azules”, explican los investigadores.
¿Qué hace un tipo como tú en un lugar como este? Si sus estimaciones no fallan: el tipo procedía genéticamente del “condado noruego más meridional, Vest-Agder”. Es decir, a cientos de kilómetros de dónde apareció.
Es verdad que no saben aún el nombre ni la historia del hombre del pozo; pero la historia parece encajar (y desbordar lo que dice la saga): todo parece indicar que se trataba de uno de los luchadores católicos que intentaron de asaltar el castillo aprovechando que el rey Sverre estaba fuera.
Lo más interesante no es eso. Lo interesante es que las nuevas tecnologías nos están permitiendo sacar los textos antiguos de la bruma del olvido y darles entidad de carne y hueso. Es, en cierto sentido, el equivalente escandinavo del descubrimiento de Troya.
Imagen | Bragi Boddason / Instituto Noruego de Investigación sobre el Patrimonio Cultural
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Una palabra explica cómo Alemania solucionó la energía solar en los pisos. Se llama Balkonkraftwerk y la disfrutan millones
Alemania fue uno de los primeros países que lo vio claro apostando e invirtiendo en tecnología solar. Esto ha permitido a la nación convertirse en el mayor productor de electricidad a partir de energía solar en Europa. ¿El problema? El mismo que tenemos en España y otros tantos enclaves del continente: la gran mayoría de su población vive en pisos y bloques de viviendas, y la burocracia actual hace muy complicado instalar fotovoltaica “compartida”. Así, y al igual que fueron pioneros en el uso del sol, también le dieron una vuelta a la vida en edificios.
Balkonkraftwerk. Ese es el nombre por el que se ha popularizado el uso de energía solar en los balcones. Su significado vendría a ser algo parecido a, sí, “paneles solares en el balcón”, y de Alemania ha ido mutando a otros países como España (principalmente), junto a otros enclaves europeos.
El sistema, compuesto por paneles solares enchufables de fácil instalación, permite reducir hasta un 30% en las facturas de electricidad por un coste inicial de entre 400 y 800 euros de media, amortizable en aproximadamente seis años. Su accesibilidad y flexibilidad son clave: no requiere permisos complejos ni certificaciones costosas mientras la potencia no supere los 800 vatios, salvo en casos de restricciones locales específicas.
Ventajas en la urbe. Pensemos el caso de España. Aquí, donde la mayoría vivimos en pisos y los paneles en techos necesitan aprobación comunitaria, los paneles de balcón presentan una alternativa viable. Además, su posición vertical maximiza la captación del sol invernal. Un modelo que viene a complementar iniciativas como las llamadas comunidades energéticas, que permiten a los residentes beneficiarse de instalaciones solares en edificios públicos cercanos.
Qué duda cabe, estas estrategias son esenciales para avanzar hacia ciudades más autosuficientes, reduciendo la dependencia de redes centralizadas. Según Raquel Paule, directora de la Fundación Renovables, este modelo descentralizado fomenta la autosuficiencia en ciudades que dependen en un 97% de fuentes externas de electricidad. Paule destaca que la transición energética no solo requiere nuevas tecnologías, sino también un cambio hacia modelos más democráticos y participativos, algo que las grandes compañías eléctricas deberían facilitar en lugar de obstaculizar.
Cómo funcionan los balcones solares. La principal diferencia entre los balcones solares y los tejados solares es que los primeros son un sistema mucho más pequeño (que también produce menos). Básicamente, la tecnología consta de uno o dos paneles conectados a una toma de corriente y, muy importante, solo producen alrededor del 10% de la energía de los sistemas residenciales sobre tejados. A este respecto, Alemania tiene alrededor de 200 MW de energía solar para balcones instalada, en comparación con los 16 GW de capacidad del sector de tejados.
En cuanto a la instalación, los balcones son bastante sencillos. Se compra el kit (entre 300 y 800 euros) sin necesidad de un electricista para configurarlo. A diferencia de las instalaciones en tejados, donde se debe hacer con profesionales certificados para evitar riesgos de todo tipo, en los balcones los paneles se colocan sobre una estructura de montaje y se conectan mediante cables a un inversor que convierte la electricidad de CC a CA, y que llega a tu toma de corriente a través de un enchufe normal.
De Alemania al resto. Como decíamos, la nación ha sido pionera en el uso de esta tecnología. La cifra no deja lugar a dudas: se han instalado paneles solares en 1.5 millones de balcones alemanes. ¿La razón? El éxito se atribuye en gran parte al aumento de los costes de energía tras la invasión rusa a Ucrania, así como por regulaciones que protegen el derecho de los propietarios a instalar estos sistemas sin interferencias de vecinos.
No solo eso. Alemania ha fijado un ambicioso objetivo de obtener el 80% de su electricidad de fuentes renovables para 2030, liderando así la transición energética en Europa. Países como España, Italia, Polonia y Francia están adoptando esta tecnología, mientras Bélgica, que anteriormente prohibió estos dispositivos por preocupaciones sobre su conexión a la red, ha levantado dichas restricciones.
Modernización y desafíos. Aunque el Balkonkraftwerk es una solución accesible, tiene el mismo “pero” que su “hermano mayor”, por supuesto: su efectividad depende de la luz diurna, y añadir sistemas de almacenamiento con baterías puede incrementar significativamente los costos iniciales, y hablamos de hasta 1.000 euros o más en muchos casos.
Según Santiago Vernetta, CEO de Tornasol Energy, el coste de instalación de los sistemas tradicionales a menudo supera el precio de los materiales, destacando la ventaja económica de los paneles enchufables. Además, los expertos coinciden en que el desarrollo de baterías más económicas y la integración con otras fuentes renovables, como la eólica, deberían ser esenciales para maximizar el impacto de estas tecnologías.
Un futuro energético más sostenible. Hay ejemplos que demuestran que la energía solar en balcones está transformando la forma en que los hogares generan y consumen energía, combinando simplicidad, ahorro y sostenibilidad. En ciudades como Helsinki ya se experimenta con edificios revestidos de paneles solares, demostrando el potencial de estas soluciones para maximizar el uso del entorno urbano (en otros casos, por el contrario, se pone en duda por cuestiones estéticas, caso de Ámsterdam).
A este respecto, Michael Schmela, director de inteligencia de mercado en SolarPower Europe, señala que el modelo en sí es solo una pieza más en el rompecabezas de la transición energética, pero una de las más versátiles y prometedoras en estos momentos.
Lo que parece claro es que el uso de los paneles solares para balcones ha llegado para quedarse. Aunque España ha sido más lenta en adoptar esta tecnología en comparación con Alemania, el entusiasmo está creciendo. Los expertos confían en que el éxito de estos sistemas se expandirá por Europa, empoderando a los consumidores y acelerando la transición hacia un modelo energético descentralizado. Como contaba Vernetta al Guardian, “si 1.5 millones de alemanes los tienen, debe haber algo en ello”.
En Xataka | Colgar paneles solares en los balcones de los pisos es cada vez más habitual. A Países Bajos le preocupa
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He probado todos los Android de gama alta de 2024. Tengo clarísimo con cuál me quedo
Llegó ese momento del año. Ese en el que, salvo sorpresas, está prácticamente todo puesto sobre la mesa. En Xataka hemos analizado los principales teléfonos de gama alta de cada uno de los fabricantes, y destacamos que ha sido un año de refinamiento más que de revolución.
A título personal, tras haberlos probado todos, tengo claro cuál es el modelo que tendría en el bolsillo. Ya te adelanto que, curiosamente, no es el que tiene las mejores especificaciones ni el más espectacular. Pero sí es, en mi opinión, el más equilibrado en el día a día.
En concreto, este año he podido analizar estos móviles de gama alta Android:
En este artículo no voy a hacer una comparativa de especificaciones técnicas ni a profundizar sobre cada uno de ellos, para eso tenemos publicados los correspondientes análisis. Aquí, a título personal, voy a compartir con vosotros cuál es el móvil que más balanceado me ha parecido a lo largo del año.
Este año, el premio Xataka a mejor móvil del año lo ganó el Samsung Galaxy S24 Ultra. No puedo estar más de acuerdo. Hay varios puntos clave por los que me parece el más equilibrado, pese a que a nivel de specs no parezca el más atractivo.
La pantalla mate. El Samsung Galaxy S24 Ultra sigue siendo el único gama alta del mercado con pantalla antirreflejos. Como comenté en la review, esto marca un antes y un después. Es cierto que hay rivales con mayor brillo, sobre todo el Pixel, pero el tratamiento mate cambia la experiencia por completo.
Una vez pruebas un teléfono con esta característica, es bastante difícil volver a uno que no la tiene. Si a esto le sumamos que es de los pocos paneles planos de la gama alta Android -tan solo el Pixel sigue siendo 100% plano-, es la pantalla que más he disfrutado este año.
El segundo mejor software. Para mí, no hay nada mejor que Android Stock. Pero descartando el Pixel por su rendimiento -no es pobre, pero no lo considero suficiente para ser mi alternativa de elección en la gama más alta-, Samsung sigue teniendo el mejor software en Android. No es mi ROM preferida, pero desde luego es superior a HyperOS, ColorOS o MagicOS.
Es un sistema con personalidad, pero muy adaptado a las exigencias de UI que tenemos en Europa. Pocas estridencias visuales, modo DeX al conectarlo a monitores, muchas apps propias de calidad, un ecosistema real junto a otros productos de la marca, etc.
Un rendimiento – batería con un equilibrio brutal. El Samsung Galaxy S24 Ultra no tiene una batería con 6.000mAh pero, curiosamente, no queda tan lejos respecto a sus rivales directos. No alcanza las más de 10h de pantalla que he conseguido con el Realme y el OPPO, pero aguanta jornada y media -o dos días en uso ligero- con más de ocho horas de pantalla.
Además, pese a que no es el más potente, la dupla software-hardware está muy optimizada, y puedo asegurar que ningún usuario sería capaz de distinguir el rendimiento entre su procesador –Snapdragon 8 Gen 3– y el Snapdragon 8 Elite.
Unas cámaras muy consistentes. Las cámaras del S24 Ultra no me apasionan, de hecho, la gran comparativa la ganó el Xiaomi 14 Ultra. Sin embargo, hay un punto que destaqué especialmente en la comparativa: la consistencia.
Muchos de sus rivales logran superarle en varias situaciones, pero para mí el S24 Ultra sigue siendo “el iPhone de Android” en lo que se refiera a cámaras, me explico. Uno de los puntos que más valoro en fotografía móvil es poder predecir cómo va a hacer la foto mi teléfono. Que no haya sorpresas con el procesado.
El S24 Ultra casi nunca llega a hacer la fotografía a la perfección, pero es muy constante disparando. Si a esto le sumamos que la interfaz de cámara es una de las más amigables, que es de los pocos que dispara en RAW crudo a 50 megapíxeles, y lo bien integrado que tiene Gemini a la hora de hacer ediciones, la experiencia fotográfica es excelente.
Un móvil consistente, sin estridencias. El Pixel es un gran teléfono, pero su procesador no está a la altura. El Xiaomi es genial, pero HyperOS no es para mí. Algo similar me sucede con Honor, y con Huawei sin servicios de Google más aún. OPPO y Realme están por encima en hardware, pero la ROM está por detrás.
El S24 Ultra no es el mejor en ningún aspecto, pero sí el más equilibrado del momento. Brilla en pantalla, cámara, rendimiento, batería, y a nivel de soporte está por encima de todos sus rivales, salvando a Google.
Imagen | Xataka
En Xataka | Mejores móviles por menos de 200 euros (2024). La opinión de los expertos de Xataka
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