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Trump ha sido reelegido. Este es el impacto que podemos esperar en el mundo de la tecnología
Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales de EEUU y se convertirá en su presidente número 47 el próximo 20 de enero de 2025. Su anterior mandato ya tuvo impacto claro en el mundo de la tecnología, sobre todo al iniciar la guerra comercial con China. En los próximos años se espera también que haya cambios notables en el sector. Estos son los más destacables a corto plazo.
Elon, el gran beneficiado. Como señalan en The New York Times, Elon Musk ha sido uno de los principales bastiones de la reelección: no solo fue uno de sus mayores donantes de fondos, sino que ha llenado la red social X (Twitter) de mensajes favorables a Trump, animando a la gente a votar por él. El efecto inmediato ya se ha dejado notar en Tesla, que en las dos últimas sesiones en bolsa ha pasado de los 260 a los 290 dólares por acción.
Besando el anillo del rey. Los líderes de las grandes empresas tecnológicas tienen claro que enfrentarse a Trump puede tener serias consecuencias, y su reacción ha sido clara. Sam Altman (OpenAI), Tim Cook (Apple), Michael Dell (Dell), Andy Jassy (Amazon), Satya Nadella (Microsoft), Sundar Pichai (Alphabet/Google) y Mark Zuckerberg (Meta), entre otros muchos CEO, felicitaron rápidamente a Trump tras la victoria.
Bezos no quería problemas. Jeff Bezos, fundador de Amazon, explicó hace años cómo perdió un contrato de 10.000 millones de dólares como “vendetta personal” de Trump contra el propietario de The Washington Post. Todo apunta a que el propio Bezos hizo que su periódico no apoyara públicamente a la candidata demócrata, Kamala Harris. En Amazon —como en otras muchas empresas— querían evitar posibles represalias si Trump era reelegido. Meta también levantó las restricciones a los perfiles de Trump, probablemente como muestra de apoyo (o al menos neutralidad9 en caso de victoria del candidato.
Impulso las criptomonedas. Aunque Donald Trump mostró su escepticismo con la industria cripto, en el último año su postura ha cambiado y ha apoyado las criptos a cambio de donaciones a su campaña. En junio partició en la conferencia Bitcoin en Nashville y allí proclamó que convertiría a los EEUU en “la capital cripto del planeta”. La salida de Gary Gensler —enemigo público número uno de esta industria— y el control republicano del Senado apuntan a un apoyo a medidas favorables a las criptomonedas. De momento el efecto ya se ha dejado notar, y bitcoin ha alzanzado su máximo histórico.
Monopolios, pocos. Los procesos antimonopolio inciados por la administración de Joe Biden podrían acabar afectados. El puesto de Lina Khan, responsable de la Federal Trade Commision y de estos procesos, parece estar pendiendo de un hilo, y es probable que Trump haga cambios en el Departamento de Justicia. Eso podría tener impacto en los casos contra Amazon, Meta o Apple, por ejemplo. El propio Tim Cook ya mantuvo una reciente conversación con Trump y éste dejó claro que no dejaría que la UE se aproveche de las empresas estadounidenses. Con Google puede no ocurrir lo mismo: este gigante es percibido por Trump y sus seguidores de forma negativa, y eso podría ser un problema para el devenir de su caso antimonopolio.
La IA seguirá a toda máquina. Donald Trump no había hecho demasiadas declaraciones relativas al frenético segmento de la inteligencia artificial. Tanto Elon Musk como Marc Andreessen, impulsores de la campaña de Trump, podrían influir en cómo aborda Trump este ámbito. Ambos defienden el avance de esta tecnología y el círculo cercano de Trump también parece favorable a desarrollarla al mismo ritmo que se está haciendo ahora, quizás incluso más.
Guerra comercial con China y precios. Biden no relajó la presión con China, sino que la incrementó por ejemplo con el veto a las exportaciones de chips de IA. Trump podría ir más allá, y se habla ya de imponer impuestos notables a todo tipo de electrónica importada desde China. Eso podría ser un duro golpe para las empresas de EEUU que fabrican allí —Apple incluida—, pero quienes lo notarían más serían los consumidores: se espera que los precios de portátiles, móviles y consolas suba si en efecto Trump recrudece esa guerra comercial con China. No solo para EEUU, sino para todo el mundo.
Imagen | Blokowsky con Midjourney
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Cuando la energía nuclear orbitaba la Tierra. El día que un satélite soviético con un reactor cayó en Canadá y desató una crisis
A finales de la década de 1970, la idea de que un reactor nuclear pudiera caer desde el espacio dejó de ser ciencia ficción y pasó a convertirse en un problema real sobre la mesa de varios gobiernos. Un satélite soviético con un reactor a bordo había perdido el control y se dirigía a la atmósfera terrestre, sin que nadie pudiera precisar dónde acabarían sus restos ni qué consecuencias tendría el impacto. En plena Guerra Fría, el secretismo y la urgencia marcaban las decisiones. A partir de ahí se abrieron preguntas que siguen siendo incómodas hoy: qué hacía un reactor nuclear en órbita, por qué se aceptó ese riesgo y qué ocurre cuando la tecnología se escapa del guion.
Como señala CBC, el 24 de enero de 1978, el satélite soviético Kosmos-954 reentró en la atmósfera terrestre tras semanas de seguimiento por radares estadounidenses. Nadie sabía con certeza dónde caería ni en qué estado llegarían sus restos al suelo. Finalmente, fragmentos del aparato se dispersaron sobre una vasta región del norte canadiense, desde los Territorios del Noroeste hasta zonas que hoy forman parte de Nunavut y el norte de Alberta y Saskatchewan. Lo que empezó como un problema de control orbital se convirtió de golpe en una emergencia internacional con implicaciones científicas, diplomáticas y sanitarias.
El día que la Guerra Fría dejó restos radiactivos sobre Canadá
Kosmos-954 no era un satélite científico ni una misión experimental aislada, sino una pieza más de un sistema militar soviético diseñado para vigilar los océanos. Formaba parte de la serie US-A, concebida para localizar grandes buques, en especial portaaviones estadounidenses, mediante radar. Para alimentar ese sistema, muy exigente en consumo energético, la Unión Soviética recurrió a un reactor nuclear compacto, una solución que permitía operar durante largos periodos sin depender de paneles solares. Esa elección técnica explica por qué el satélite llevaba a bordo material fisible y por qué su pérdida generó tanta preocupación.
El corazón tecnológico de Kosmos-954 era un reactor BES-5, conocido como “Buk”, desarrollado específicamente para satélites militares soviéticos. Este tipo de reactor utilizaba uranio-235 y estaba diseñado para alimentar el radar del sistema US-A durante la vida útil del satélite. La BBC cifra en 31 los aparatos lanzados con BES-5 para esta familia de satélites, y sitúa el uso de reactores en el espacio hasta el final de los años 80, con lanzamientos que se mantuvieron hasta 1988. Ese historial no fue una línea limpia, según la BBC: hubo fallos y accidentes previos, incluidos problemas graves en uno de los primeros vuelos en 1970 y la caída de otro reactor al océano Pacífico tras un fallo del lanzador en 1973, además de que el plan de seguridad contemplaba alejar el núcleo a una órbita de desecho para evitar su regreso a la Tierra.


Arctic Operational Histories explica que las señales de que algo no iba bien llegaron semanas antes de la reentrada. Los sistemas de seguimiento detectaron que Kosmos-954 estaba perdiendo altura de forma progresiva, una anomalía que indicaba un fallo grave en su control orbital. Estados Unidos comenzó a seguir su trayectoria con especial atención, consciente de que el satélite llevaba un reactor nuclear a bordo. La gran incógnita no era solo cuándo caería, sino si el sistema de seguridad soviético lograría separar el núcleo y enviarlo a una órbita segura antes de que el aparato entrara en la atmósfera.
Cuando se confirmó que los restos habían caído sobre territorio canadiense, el problema adquirió una dimensión completamente nueva. Las autoridades sabían que los fragmentos estaban dispersos en una región inmensa, en gran parte remota y cubierta de nieve, lo que dificultaba cualquier evaluación rápida. Las primeras mediciones detectaron radiación en algunos puntos, aunque sin un mapa claro de la contaminación. Ante esa incertidumbre, Canadá tuvo que decidir con rapidez cómo proteger a la población y cómo localizar materiales potencialmente peligrosos en un entorno extremo.


Para afrontar una situación sin precedentes, Canadá recurrió a la cooperación internacional. La Operación Morning Light movilizó a militares, científicos y técnicos canadienses y estadounidenses, muchos de ellos procedentes de unidades especializadas en emergencias nucleares. Desde bases improvisadas en el norte, se organizaron vuelos equipados con sensores capaces de detectar radiación desde el aire. Cada señal anómala daba lugar a inspecciones más detalladas, en una carrera contra el tiempo marcada por el frío extremo y la falta de infraestructuras.


A medida que avanzaba la búsqueda, quedó claro que la contaminación era más compleja de lo esperado. No solo aparecieron fragmentos visibles del satélite, sino también partículas radiactivas mucho más pequeñas, difíciles de detectar y de retirar. Esto obligó a extremar las precauciones de los equipos y a ampliar las áreas de rastreo. Paralelamente, comenzó un delicado trabajo de comunicación con las comunidades del norte, que querían saber qué riesgos reales existían para la salud, el agua y la fauna de la que dependían.
Con el paso de las semanas, la operación fue acotando sus objetivos. La fase oficial de Morning Light duró 84 días, aunque CBC describe que el esfuerzo de búsqueda se extendió durante la mayor parte de 1978 y que el rastreo cubrió un área de 124.000 kilómetros cuadrados. En ese proceso se recuperaron 66 kilogramos de restos y Canadá dio por contenida la amenaza inmediata para la población y el entorno. El coste económico fue levado y Ottawa reclamó 6,1 millones de dólares a la Unión Soviética, que en 1981 aceptó pagare la mitad, abriendo un proceso diplomático poco habitual para un incidente de este tipo.
El caso de Kosmos-954 no se cerró con la retirada de los restos del terreno. En los meses posteriores, el incidente llegó a foros internacionales y alimentó un debate incómodo sobre el uso de energía nuclear en el espacio. Varios países reclamaron mayores garantías de seguridad y más transparencia en programas que, hasta entonces, se habían desarrollado bajo un fuerte secretismo. El episodio sirvió para reforzar la idea de que los accidentes espaciales no entienden de fronteras y de que sus consecuencias podían afectar directamente a terceros países.
Imágenes | Arctic Operational Histories
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Mario Búcaro, director ejecutivo de Miss Universo, deja la empresa tras mes y medio en el cargo
EFE.- El director ejecutivo de Miss Universo, el guatemalteco Mario Búcaro, ha finalizado su trabajo en la compañía, a la que entró en enero de 2024, en medio de las acusaciones y los procesos legales que enfrentan los propietarios de la organización, el mexicano Raúl Rocha y la tailandesa Anne Jakrajutatip.
En un comunicado, la organización Miss Universo (MUO, en inglés) anunció que Búcaro, excanciller de Guatemala, “ha concluido su mandato” —que duró mes y medio como director ejecutivo—y aseguró que la empresa atraviesa “un proceso de transición que se está llevando de manera ordenada y estructurada”.
“Próximamente se anunciará formalmente la persona que asumirá el cargo (de director ejecutivo)”, añade el escrito, firmado por Rocha, presidente y dueño del 50% de las acciones de la compañía.
La organización agradeció a Búcaro por su trabajo, que consistió en fortalecer las relaciones internacionales de la empresa y en liderar desde el plano ejecutivo la edición 74 del concurso de belleza, celebrado en Tailandia el 21 de noviembre.
El pasado 29 de octubre, cuando el excanciller fue nombrado director —en sustitución de Anne, sobre quien pesa una orden de arresto en Tailandia—, la MUO expresó su confianza en que Búcaro guiaría el popular certamen de belleza “hacia una nueva era de crecimiento e influencia global”.
La noticia de su salida se conoce una semana después de que la Secretaría de Hacienda de México bloqueara las cuentas bancarias de Rocha Cantú, en medio de investigaciones por presuntos lazos con el crimen organizado, particularmente por narcotráfico, contrabando de combustible y tráfico de armas.
Además, a finales de noviembre, un tribunal de Tailandia emitió una orden de arresto contra Anne Jakrajutatip, la copropietaria del 50% de Miss Universo, en relación con un supuesto caso de fraude por valor cercano a un millón de euros.
La orden fue emitida por no comparecer en un caso penal, según confirmó entonces a EFE la corte de Bangkok South Kwaeng, encargada del proceso, sin agregar más detalles al respecto.
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el punto más radiactivo de Chernóbil
Bajo el reactor 4 de la infame central de Chernóbil se esconde el horror. Una masa enorme de corio, una especie de lava radiactiva ya solidificada, conocida como “pata de elefante” por su forma arrugada. Durante años ha sido conocido como el punto más radiactivo de Chernóbil, y por tanto uno de los más peligrosos del mundo. Resulta que hay otro aún peor, su nombre es “The China Syndrome”.
El corio no se detuvo en la pata de elefante
Antes de nada veamos qué es eso de corio. La Sociedad Nuclear Española lo define como una “masa, derretida o solidificada, formada por combustible nuclear, materiales estructurales o de control y productos de reacción de los mismos, que se produce por la fusión total o parcial del núcleo de un reactor, como consecuencia de un accidente con pérdida de refrigeración”.
Cuando aún ardía, el corio de Chernóbil alcanzó temperaturas de 2.600 grados, más del doble que la lava volcánica que suele estar entre 850 y 1.200 grados.
Tras el accidente, el corio se acumuló en la sala 305/2, que se encuentra justo debajo del reactor 4. Desde aquí, una parte fluyó hacia el este que es donde se encuentra la famosa “pata de elefante”. Esta formación se descubrió en 1986, unos ocho meses después del accidente, y la radiación que emitía en aquel momento era de 10.000 roentgens por hora. Por ponerlo en contexto, según la comisión nuclear de Estados Unidos, entre 400 y 500 roentgen por hora son letales para el 50% de la población.
La radiación de la pata de elefante ha disminuido radicalmente con el paso de los años. No hay datos sobre la radiación actual, pero en 1996 el especialista en radiación Artur Korneyev se hizo un selfie junto a ella y sobrevivió mucho tiempo a aquella exposición, falleciendo finalmente en 2022 a los 73 años.
Pero el corio no se detuvo ahí, siguió descendiendo y atravesó el suelo de esta sala. Continuó avanzando por el sistema de tuberías de refrigeración y salió por los conductos de vapor. Esta enorme masa es lo que entre algunos aficionados a Chernóbil se conoce como “The China Syndrome”.
The China Syndrome
Es una masa de corio enorme que se extiende por los pasillos del sistema de distribución de vapor. Según un aficionado que publicó la historia en Reddit, en 1997 la parte más radiactiva de esta masa emitía 3.460 roentgens por hora, mientras que la pata de elefante emitía sólo unos 700 roentgens en aquel momento. No hemos encontrado datos acerca de mediciones actuales, pero sí referencias que indican que la masa es bastante más grande que la llamada pata de elefante.
El usuario de Reddit ppitm fue el primero en llamar de esta forma a esta masa de corio y el nombre se ha popularizado desde entonces. ¿Pero por qué ese nombre? Es un concepto que fue acuñado por William K. Ergen, un físico teórico alemán y más tarde popularizado por Ralph Lapp, físico participante en el Proyecto Manhattan, que lo mencionó en un artículo sobre fontanería nuclear.
‘The China Syndrome’ es una idea hiperbólica, a modo de advertencia, sobre lo que podría pasar si se produce la fusión de un reactor nuclear y el material resultante acabara quemando el hormigón que lo contiene. El nombre nace de la idea (evidentemente exagerada) de que esa masa pudiera seguir avanzando durante años, atravesar la Tierra y acabar en China.
Para entender mejor esta exageración hay que tener en cuenta que el informe de Ergen fue publicado en 1967, cuando todavía no se había producido ningún accidente de fusión en un reactor. Su predicción era que, en el peor de los casos, se formaría una masa a alta temperatura que se hundiría en la tierra y aumentaría de tamaño durante aproximadamente dos años, pudiendo llegar a 30 metros de diámetro y que persistiría durante una década. Menos mal que se equivocó.
Imagen de portada | Chernobyl Чернобыльской, Facebook
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