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Se cumple una década del estreno “Interestelar”, la distopía que nos hizo voltear la mirada al espacio
EFE.- Se cumplen 10 años del estreno de “Interestelar“, una obra cinematográfica que ha dejado una huella indeleble en el género de la ciencia ficción. Dirigida por Christopher Nolan, la película no sólo ha sido aclamada por sus efectos visuales impresionantes y su narrativa profunda, sino que también ha revitalizado de forma notable el interés por los viajes espaciales y la ciencia en la cultura popular.
“Interestelar” (2014) comienza con una inquietante reflexión sobre la condición humana: “La humanidad nació en la Tierra. Nunca debió morir aquí”, que resuena como un eco de las palabras del visionario ruso Konstantin Tsiolkovsky, un maestro del siglo XX, quien afirmó: “La Tierra es la cuna de la humanidad, pero la humanidad no puede vivir en una cuna para siempre”.
Este poderoso mensaje se convierte en el eje central de la narrativa, desafiando al espectador a enfrentarse al futuro incierto de nuestra especie y a la necesidad de buscar nuevos horizontes más allá de lo hasta ahora conocido.
Más allá de la Tierra: la búsqueda de un nuevo hogar
Aunque las distopías son un recurso común en Hollywood, como “Mad Max”, “Los juegos del hambre” o “Handmaid’s Tales” , “Interestelar” se destaca por su inquietante representación de un futuro que se siente alarmantemente cercano y realista, reflejando las preocupaciones de nuestro presente.
Al igual que en la reciente serie de HBO “The Last of Us” (2022), donde la humanidad lidia con las devastadoras consecuencias de una pandemia, la cinta de Nolan nos sumerge en un mundo apocalíptico afectado por una terrible crisis climática y el colapso de la agricultura.
En el año 2067, la Tierra se enfrenta a una crisis medioambiental que amenaza con extinguir la vida humana. En este mundo devastado por tormentas de polvo y una alarmante escasez de alimentos, Cooper (Matthew McConaughey), un antiguo piloto de la NASA, siente que su vida de agricultor no le permite contribuir a un futuro mejor para sus hijos, Tom (Timothée Chalamet, Casey Affleck de adulto) y Murph (Mackenzie Foy, Jessica Chastain de adulta).
Su descontento con la vida en la granja y su deseo de algo más profundo lo conducen a un descubrimiento inesperado: unas misteriosas coordenadas que lo llevan junto a Murph a una base secreta de la desaparecida NASA.
Allí, el Dr. Brand (Michael Caine) y su hija Amelia (Anne Hathaway) lideran un proyecto desesperado que busca nuevos mundos habitables a través de viajes interestelares. Al percibir el potencial de Cooper como piloto, lo invitan a unirse a la misión más peligrosa de la historia: liderar una expedición a través de un agujero de gusano para encontrar un planeta en el que la humanidad pueda comenzar de nuevo.
Aunque la idea de dejar a sus hijos atrás le resulta desgarradora, Cooper decide embarcarse en esta misión, un viaje que podría salvar a la humanidad, aunque esto implique no volver a ver a su familia.
La visión de Spielberg: los inicios de una odisea espacial
La génesis de “Interestelar” es un fascinante recorrido que comenzó en 2006, cuando el cineasta Steven Spielberg se interesó por una idea concebida por el teórico físico Kip Thorne, conocido por su trabajo en relatividad y agujeros negros. En este nuevo proyecto, la intención de Spielberg era explorar conceptos de “espacio-tiempo” de manera visualmente impactante.
Adquirió los derechos de la idea, y Jonathan Nolan, hermano de Christopher Nolan, comenzó a desarrollar el guion utilizando las teorías de Thorne como base.
Spielberg tenía planes de abordar la película tras finalizar “Lincoln” en 2012, pero se vio obligado a abandonar el proyecto en 2007 después de no lograr un acuerdo con Paramount, el estudio detrás de “Interestelar”. A pesar de su salida, la visión de Spielberg influyó en las bases que Nolan establecería, fusionando la narrativa de ciencia ficción con la realidad científica, lo que llevó a Nolan a una exploración meticulosa de los conceptos científicos mientras mantenía el atractivo narrativo de la historia.
El objetivo principal de Nolan era crear una película que no sólo ofreciera entretenimiento, sino que también promoviera la inversión pública en la ciencia y la exploración espacial. Desde joven, se había sentido profundamente fascinado por el espacio, un interés que se remonta a su infancia.
Recordando su pasión, compartió: “Cuando comencé a hacer cortometrajes en Super-8, solía montar metraje proyectado de las misiones Apolo —sustraído de mi tío, quien trabajó para la NASA— en mis películas caseras”.
Cómo la ciencia ficción nos lleva hacia nuevas fronteras
Al reflexionar sobre la década transcurrida desde su estreno, es evidente que “Interestelar” no sólo ha dejado huella en la historia del cine, sino que también ha contribuido a la conversación sobre la ciencia y la exploración espacial.
La película ha inspirado a nuevas generaciones a soñar con un futuro en el que la ambición colectiva por la exploración del espacio resurge con fuerza. En esta línea, otros títulos de ciencia ficción recientes, como “Gravity” (Alfonso Cuarón, 2013), “The Martian” (Ridley Scott, 2015) y “Arrival” (Denis Villeneuve, 2016), han reavivado la curiosidad por la astronomía.
La renovada fascinación por la exploración espacial parece haber encontrado un reflejo real, especialmente a través de proyectos como el programa Artemis de la NASA, que busca llevar a la humanidad de regreso a la Luna y, en el futuro, a Marte. En este contexto, la visión de “Interestelar” y otras grandes producciones del género han contribuido a despertar un renovado interés por el cosmos y las fronteras de la ciencia.
En 2023, la NASA reportó un récord de solicitudes para el programa de astronautas, con más de 12 mil aspirantes. Este entusiasmo creciente evidencia cómo el cine ha reavivado la esperanza de alcanzar otros mundos, alentando a una nueva generación a mirar de nuevo al espacio.
Para Nolan, este espíritu de inspiración colectiva se manifestó en un momento especial cuando, poco antes de iniciar “Interestelar“, subió junto a su esposa y productora habitual, Emma Thomas, al Griffith Park de Los Ángeles para presenciar la llegada del transbordador Endeavour a la ciudad. “Había muchas personas en la colina con banderas. Fue muy emotivo,” recordaba el director.
“Y eso es lo maravilloso del programa espacial de la NASA: representaba todo lo mejor del ingenio estadounidense, un esfuerzo colectivo… algo que todos logramos juntos. Hay cosas que podemos hacer colectivamente que son magníficas, e ‘Interestelar’ también intenta recordarnos eso”, dijo.
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El Control de Cámara del iPhone 16 Pro ha llegado a Android. La pregunta es si se quedará o no
En los últimos años, las innovaciones en telefonía móvil han seguido un patrón claro: Android toma ideas de iOS, iOS integra funciones de Android, y el ciclo se repite. Es un proceso prácticamente inevitable en un mercado donde la competencia empuja a los fabricantes a evolucionar constantemente.
Pero, lejos de ser un problema, esta dinámica tiene un efecto positivo para los usuarios: ambas plataformas terminan ofreciendo lo mejor de ambos mundos, con mejoras que benefician a todos sin importar en qué lado del ecosistema estés. Al final, los verdaderos ganadores somos los usuarios, con dispositivos cada vez más completos.
El problema viene cuando un fabricante “se inspira” en características que no tienen una buena acogida. El Control de Cámara de los iPhone 16 es una de ellas: es algo que criticamos en la review y que, como dejan leer los foros, no está contentando demasiado a los usuarios.
OPPO ha abierto la veda. Es el primer móvil Android con un botón capacitivo dedicado a la cámara -esto es muy distinto y lejano al simple botón de cámara que integra Sony en su familia Xperia-, y estamos más que convencidos de que no será el último. De hecho, Realme ya está probándolo.
¿El problema? El mismo que comentamos en el análisis del iPhone: este botón quiere solucionar un problema que no existe. Aunque comentaremos primero lo positivo. Como botón para invocar la cámara de forma rápida es una alternativa excelente. El proceso de desbloquear el teléfono y abrir la cámara es rápido, pero pulsar el botón dos veces lo es más aún. Hasta aquí, todo bien.
El botón de cámara es una buena idea ejecutada a medias. Actualmente, es objetivamente más incómodo que tocar la pantalla
La clave es que los fabricantes no están logrando hacer del botón de cámara uno en el que las funciones que pretende realizar sean más cómodas que las que ya venimos haciendo con la pantalla.
La más sencilla de todas, tomar fotos, es muy incómoda. Tengamos el móvil en horizontal o vertical, suele bastar con acercar el pulgar para pulsar la pantalla y hacer una foto. Es algo inmediato. La ubicación de estos botones, que no recae sobre el índice -algo que deberían lograr si quieren simular un botón de cámara profesional-, obliga a mover al completo la mano para que el dedo llegue. A la incomodidad se le suma el tiempo extra que nos toma acomodar la mano.
Lo mismo sucede con el zoom. El gesto de pinch to zoom nos permite ser notablemente más precisos que este tipo de botones capacitivos, amén de ser mucho más rápido a la hora de hacer un zoom profundo. Con los dedos simplemente tenemos que exagerar el gesto, con los botones tenemos que ir deslizando poco a poco para llegar al punto de zoom que queremos.
La pregunta es clara, y puede depender de Apple: ¿este botón ha llegado para quedarse o será un experimento? La acogida del Control de Cámara del iPhone 16 no ha sido demasiado buena, pero el mercado ha empezado a mover ficha emulándolo. Si Apple acaba con él, la industria se moverá en consecuencia. Tan solo hay dos caminos, intentar mejorarlo lo máximo posible o aceptar que, quizás, tocar la pantalla para hacer una fotografía no estaba tan mal.
Imagen | Xataka
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La “lechuga marina” no es solo para ensaladas. Acabamos de descubrir un nuevo método para extraer sus proteínas
Las fuentes de proteínas alternativas a la carne están ganando tracción. Estas fuentes pueden ayudarnos a lograr dietas más variadas y experimentar culinariamente sin olvidar uno de los nutrientes esenciales que nuestro cuerpo necesita para funcionar. Una de estas alternativas es la llamada “lechuga de mar”.
Tres veces más eficiente. Un equipo de investigadores ha logrado un nuevo método más eficiente para extraer proteínas del alga conocida como lechuga de mar. El nuevo método es hasta tres veces más eficiente a la hora de obtener estos nutrientes de la planta marina.
Lechuga de mar. El alga empleada como fuente de estas proteínas pertenece a la especie Ulva fenestrata, una de las especies del género Ulva, que engloba a las lechugas de mar. Estas plantas marinas deben su nombre al aspecto que tienen algunas lechugas, con hojas planas onduladas y enmarañadas.
Y en parte también por ser parte de la dieta en distintas regiones, especialmente en el norte de Europa y Asia. Estas algas pueden consumirse en ensalada, cocinadas o, como en este caso, procesadas. En cualquiera de sus preparaciones, destacan por tratarse de plantas altas en proteínas.
Nutrientes esenciales. Las proteínas, explica el equipo responsable de la nueva técnica de procesado de estas plantas, no son los únicos nutrientes por los que destaca la lechuca marina. Estas altas contienen también ácidos grasos omega-3.
También destaca por su aporte de vitamina B12, una vitamina difícil de obtener de fuentes no cárnicas. Esta vitamina es utilizada por nuestro cuerpo para crear glóbulos rojos, por lo que su deficiencia puede causar anemia.
El equipo indicaba también sus planes de buscar formas de hacer estas plantas aún más ricas en proteínas.
El nuevo método. El problema a la hora de extraer la proteína de estas “lechugas” tiene que ver con la solubilidad de estas. Estas algas contienen tanto proteínas hidrosolubles (solubles en agua) como liposolubles (solubles en grasa), indica el equipo.
El primer paso del nuevo método es el de abrir la membrana celular de la planta marina para acceder a las proteínas liposolubles. Tras ello se utiliza un agua de alto pH (baja acidez) para extraer los diversos tipos de proteínas. Tras ello la solución se hace acídica, lo que permite el precipitado de las proteínas, lo que facilita su separación y conversión en un ingrediente.
El equipo observó que el este ingrediente era capaz de enriquecía también los ácidos grasos omega-3 y la vitamina B12. El equipo presentó los detalles en un artículo en la revista Food Chemistry.
Cambios en el consumo. Nuestros hábitos alimenticios cambian a pasos agigantados, a veces a mejor y otras a peor, pero lo cierto es que cada vez contamos con una mayor variedad de alternativas nutricionales. Los productos que se buscan dotarnos de proteínas alternativas a la carne son solo un ejemplo de esto.
“La humanidad necesitará encontrar y combinar la ingesta de fuentes de proteína más diversas de las que tenemos hoy en día, para alcanzar los requerimientos nutricionales y de sostenibilidad. Las algas son un buen añadido a los muchos productos ya en el mercado. Necesitamos todas estas soluciones y, hasta ahora, las proteínas de mar, las llamadas ‘proteínas azules’, han sido pasadas por alto”, indicaba en una nota de prensa Ingrid Undeland, miembro del equipo responsable del estudio.
Imagen | Sophie Steinhagen
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el choque entre la medicina moderna y las tradiciones milenarias
La gran epidemia del siglo XXI se llama salud mental. No lo digo yo, sino los expertos que llevan años advirtiendo sobre el aumento de casos de depresión o ansiedad. Puede que hayan aumentado o lo exterioricemos más, pero enfermedades como la ansiedad nos llevan a responder emocionalmente y de forma anticipada a una amenaza real o percibida, provocando un profundo malestar. En la discusión por ver cómo atajar el problema, las drogas psicodélicas se han hecho un hueco.
Pero una bolsa de un chamán de la cultura Tiwanaku hallada en Bolivia demuestra que hace más de 1.000 años ya se utilizaban estos psicodélicos para tratar ciertas afecciones. Y, mientras la ciencia moderna explora su potencial terapéutico, surgen dudas sobre la apropiación de estos conocimientos sin reconocer sus raíces indígenas.
La bolsa del chamán. El uso de psicoactivos en medicina no es, ni remotamente, algo nuevo. En 2008 se dio un descubrimiento interesante en los Andes bolivianos cuando un grupo de investigadores desenterró un objeto muy curioso: una bolsa de cuero. Se descubrió que había pertenecido a un chamán de la civilización Tiwanaku, una que floreció hace 3.500 años y colapsó en el 1000 d.C.
En el interior del bolso se encontraron herramientas para preparar las “medicinas”, así como trazas de las propias medicinas. Había restos de cocaína, componentes de ayahuasca y sustancias como la psilocina que está presente en los hongos psicoactivos. Y esto es relevante porque apunta no sólo a las sustancias, sino a que la civilización tenía sofisticados mecanismos de uso.
Viaje milenario. Excavaciones recientes nos han permitido conocer que las drogas estaban muy presentes —también— en las civilizaciones del pasado. Un ejemplo es el de los participantes del juego de pelota maya que podían jugar con un estado alterado de conciencia. Este uso de psicodélicos se remonta a miles de años atrás, siendo algo común tanto en las civilizaciones americanas como en las europeas y hasta en la China de la dinastía Zhou, donde hace 2.500 años el cannabis era habitual.
Diferencia de enfoques. Su uso no era recreativo, al menos no sólo se consumían por divertimento, ya que lo principal era potenciar que el individuo conectara con lo espiritual. Estas culturas antiguas realizaban ritos en los que las drogas potenciaban el volver a conseguir un equilibrio entre los humanos, la naturaleza y el mundo espiritual.
Yuria Celidwen es académica de la Universidad de California-Berkeley y comentó a BBC que el término “psicodélico” es un concepto occidental moderno. Hay una gran diferencia entre el enfoque tradicional indígena, que “no sólo tiene que ver con rituales y ceremonias, sino con prácticas cotidianas como acudir al curandero si se perdía algo de valor”, y el occidental moderno.
“La creencia en occidente es que se pueden utilizar para tratar trastornos de salud mental”. Esta visión, según Celidwen, deja a un lado completamente el papel que las “medicinas espirituales” desempeñaron en las comunidades antiguas en escenarios como rituales, exploración de la conciencia, facilitación de la creatividad y los cuidados paliativos.
Efectos encontrados. Con ese enfoque occidental actual centrado en el individuo y en el tratamiento para trastornos como la ansiedad o la depresión, la industria está pivotando sobre la química de las sustancias, dejando a un lado el contexto colectivo y espiritual que las culturas indígenas consideraron esencial para que las propias sustancias funcionaran.
Según Celidwen, “en occidente observamos un pico de bienestar justo después de la exposición inicial a la droga, pero no se mantiene porque no hay un contexto colectivo en torno a la experiencia alucinógena. Debido a eso, se corre el riesgo de crear otra adicción porque la gente sigue recurriendo a ella para obtener esa sensación de bienestar”.
Apropiación cultural. Es una diferencia crucial con el objetivo de culturas como la de los wixárikas, que utilizaron el peyote para “recuperar a su comunidad de la anemia después de una gran ola de malaria que agotó su población y su salud hace más de 500 años”, comenta Ahau Samuel, un practicante de la tribu chichimeca de Guanajuato.
Osiris Sinuhé González Romero, investigadora de la Universidad de Saskatchewan, afirma que “los rituales psicodélicos eran una forma de recuperar el alma”, y algo que los participantes del artículo comparten es que la medicina actual no contempla nada de eso. Y, en una industria que se espera que alcance un valor de 7.000 millones de dólares para 2027, personas como Celidwen (que tiene ascendencia maya) buscan que se reconozcan las voces indígenas en los estudios de las drogas psicodélicas.
Reconocimiento al expertise. Según la investigadora, no hay un reconocimiento del hecho de que muchas de estas sustancias siguen considerándose sagradas para algunas culturas, por no hablar de la mencionada cuestión económica. Denuncia que un retiro psicodélico organizado desde occidente puede costar varios miles de dólares, mientras que los chamanes indígenas ganan entre 2 y 150 dólares por realizar servicios similares.
Y no es sólo una cuestión de dinero. Jules Evans es investigador de psicodélicos en la Universidad Queen Mary de Londres y comenta que los chamanes “tienen mapas, guías y una profunda familiaridad con los estados alterados de conciencia. La gente secular, en general, no los tiene. Como resultado, la experiencia puede desconcertar a la gente y confundirla en cuanto a cómo integrarla en una visión materialista del mundo. Esta confusión existencial puede durar meses o años, y la persona que sale al otro lado puede ser muy diferente a la persona anterior”.
Vamos, que puede hacer más mal que bien, algo que se ha visto con el producto estrella de las sesiones espirituales occidentales: la ayahuasca. Quizás, el mayor reto sea aprender no solo de sus medicinas, sino de la conexión que lograron con el mundo que los rodeaba.
Imágenes | Codex Vindobonensis Mexicanus I, MirreNL
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