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Hay tantos australianos con paneles solares en sus tejados que la red eléctrica ha estado a un paso del abismo

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El operador de la red eléctrica australiana emitió el viernes una advertencia poco habitual: demanda energética peligrosamente baja. La producción de energía solar en los tejados del estado de Victoria alcanzaría cotas tan altas al día siguiente que los responsables de la red dudaron seriamente de su capacidad para mantener el sistema eléctrico estable.

Las cifras. En Australia, una de cada tres viviendas unifamiliares cuenta con paneles solares conectados a la red eléctrica. Hay tantos hogares autoabasteciéndose de energía solar que el operador pronosticó una demanda por debajo del umbral necesario para mantener el sistema estable.

En el estado de Victoria, el segundo más rico del país, la red eléctrica está preparada para una demanda de entre 1.865 y 10.000 megavatios, pero lo habitual es tener que cubrir unos 5.000. Para el sábado a mediodía, el operador del mercado eléctrico AEMO pronosticó una demanda energética de apenas 1.352 MW, el nivel más bajo de la historia reciente.

Medidas de emergencia. AEMO consideró varias medidas de emergencia para estabilizar el sistema, como desconectar los paneles solares de los tejados o limitar el vertido de excedentes. También contempló reactivar líneas de alta tensión fuera de servicio para aliviar el exceso de energía.

Finalmente, decidió notificar a los propietarios de grandes baterías para que las mantuvieran vacías, anticipándose a la sobreoferta de energía solar.

Contexto. Con una capacidad conjunta de más de 20 GW, la energía solar es ya la principal fuente de electricidad en Australia. Mucha de esta energía proviene de paneles fotovoltaicos en los tejados de las viviendas.

Su creciente producción reduce la demanda de energía de la red, especialmente en días soleados y templados del fin de semana, cuando el consumo es moderado. Para colmo, estas viviendas vierten la electricidad que no aprovechan (el excedente) de forma descontrolada en la red, desafiando aún más su estabilidad en momentos de baja demanda.

Por qué es peligroso. La electricidad no puede almacenarse fácilmente a gran escala, de manera que su producción debe coincidir con el consumo de energía en tiempo real. Si la demanda supera la oferta, la red eléctrica puede sobrecargarse, provocando apagones, cortes de suministro o daños en dispositivos electrónicos y electrodomésticos. Además, las centrales térmicas necesitan seguir funcionando para estabilizar el sistema. 

Las renovables complican este proceso porque son intermitentes, de ahí que veamos cada vez más problemas de sobreoferta: no habría inestabilidad de la red si la red fuera flexible, pero para conseguir una red flexible dominada por las renovables, hacen falta más baterías a gran escala que almacenen la energía en momentos de baja demanda y la aprovechen cuando la demanda es alta.

Una dulce condena. No pasó nada grave en Australia gracias a la anticipación del operador, pero lo previsible es que el problema vaya a peor. Acabará haciendo falta una reforma del mercado eléctrico o una gestión más eficiente del excedente de energía solar de los tejados.

El límite de la red ya no se alcanza durante picos de demanda en verano debido al uso de aires acondicionados, sino en días soleados y templados como el sábado. Es una dulce condena: con la energía solar batiendo récords, Australia ya cubre hasta el 70% de sus necesidades energéticas usando fuentes renovables.

Imagen | Solar Australia

En Xataka | Australia instala seis paneles solares al minuto y, por eso mismo, las renovables australianas están a punto de morir de éxito

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Occidente creía que las minas y la artillería convencional eran el pasado. Ucrania ha demostrado que estaban equivocados

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Han sido varias las ocasiones en que el conflicto tras la invasión rusa en Ucrania parecía retroceder al pasado, a una época donde la tecnología no dominaba el campo de batalla, sino el humano a través de ella. El efecto de lo que ha ocurrido al este de Europa comienza a tener sus ecos en varias naciones del viejo continente. La artillería convencional y las minas, durante décadas consideradas obsoletas, han visto un resurgir que nadie pareció atisbar, y ahora todo el mundo quiere rearmarse.

Una vuelta al pasado. Como decíamos, el conflicto en Ucrania ha reconfigurado radicalmente la comprensión occidental sobre la guerra moderna, revelando la vigencia de armas que durante mucho tiempo fueron olvidadas como vestigios del pasado. Minas antipersonales, artillería pesada y municiones no guiadas han reaparecido como elementos clave en un tipo de guerra que la OTAN y los ejércitos europeos habían dejado de planificar: la guerra terrestre de gran escala.

Durante años, las potencias occidentales imaginaron los conflictos del siglo XXI como enfrentamientos tecnológicos, rápidos y quirúrgicos, protagonizados por unidades reducidas y sistemas de armas de alta precisión. Ocurre que la realidad ucraniana, con sus frentes estancados y combates prolongados por el control territorial, ha desmentido esas suposiciones de forma tajante.

El Tratado de Ottawa y las minas. De hecho, uno de los efectos más visibles de este giro doctrinal ha sido la decisión de varios países europeos de abandonar el Tratado de Ottawa de 1997, el mismo que prohibía el uso, producción y venta de minas antipersonales. ¿Quiénes? Finlandia fue el último en revertir su adhesión, sumándose a Polonia, Lituania, Letonia y Estonia, que ya habían anunciado su salida.

Estas naciones, todas vecinas de Rusia o en su área de influencia geopolítica, se están preparando activamente para minar sus fronteras, en un intento por contener una posible ofensiva militar de Moscú. Las razones son meridianamente claras: el uso de minas en Ucrania ha demostrado su efectividad no solo para frenar avances, sino para canalizar a las tropas enemigas hacia zonas donde puedan ser enfrentadas con mayores garantías de éxito. Es una táctica de defensa territorial que resurge en un contexto de guerra convencional, precisamente cuando se creía superada.

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Artillería y municiones no guiadas, el resurgir. Mientras los sistemas de misiles guiados suministrados por la OTAN enfrentan problemas ante las capacidades rusas de interferencia electrónica, la artillería tradicional, con proyectiles simples y baratos, ha cobrado nuevo protagonismo. Estas municiones, al no depender de señales electrónicas, son inmunes a los bloqueos o sabotajes tecnológicos.

Además, combinadas con herramientas de vigilancia modernas (como drones que identifican objetivos en tiempo real), se han vuelto extraordinariamente letales. Ucrania, de hecho, ha sabido aprovechar esta sinergia, adaptando tecnologías antiguas al nuevo campo de batalla. El resultado ha sido una guerra que avanza muy poco en términos de territorio, pero que consume enormes cantidades de proyectiles y requiere una producción sostenida que Europa no estaba preparada para asumir.

Europa y la carrera industrial. En la otra acera, el cambio de paradigma ha dejado al descubierto la fragilidad de las capacidades de producción bélica en Europa, aunque eso no es del todo noticia cuando el viejo continente ya ha hablado de rearmarse. Un informe del Royal United Services Institute criticaba a los gobiernos europeos por confiar ciegamente en que el sector privado resolvería las necesidades de fabricación de municiones sin haberles ofrecido incentivos ni regulaciones favorables.

Esta omisión ha tenido consecuencias graves: según el general Christopher Cavoli, comandante supremo aliado de la OTAN en Europa, Rusia se encuentra en camino de acumular reservas de proyectiles tres veces superiores a las de Estados Unidos y Europa juntos. El desequilibrio es alarmante, especialmente considerando que el conflicto ucraniano no muestra signos de resolución a corto plazo y que los niveles actuales de consumo de munición son insostenibles sin una reestructuración industrial.

El espejo de Rusia. A este respecto y según Cavoli, Rusia produce actualmente 250.000 proyectiles de artillería al mes, lo que la encamina a construir ese arsenal tres veces mayor que el conjunto de Estados Unidos y Europa. No solo eso. El testimonio de Cavoli subraya un punto crucial: mientras que en Occidente se percibe a Rusia como una potencia empantanada en una guerra de desgaste, su maquinaria de defensa ha logrado adaptarse, crecer y, en algunos aspectos, fortalecerse en pleno conflicto.

Moscú ha estado reponiendo sus arsenales en todos los frentes (desde municiones hasta vehículos blindados y tropas), lo que contrasta fuertemente con las dificultades logísticas y de producción que enfrentan sus adversarios. La estimación de Cavoli apunta a una fabricación anual de 1.500 tanques por parte de Rusia, frente a los 135 que produce Estados Unidos. En el último año, las tropas rusas habrían perdido aproximadamente 3.000 tanques, 9.000 vehículos blindados, 13.000 sistemas de artillería y más de 400 sistemas de defensa aérea, pero estarían en camino de sustituirlos por completo, manteniendo intacta su capacidad de proyección terrestre.

Errores de planificación. Expertos como Paul van Hooft, del think tank RAND Europe, explicaban a Insider que este desfase es consecuencia directa de tres décadas de planificación estratégica centrada en guerras asimétricas. Desde los atentados del 11 de septiembre, la OTAN diseñó sus operaciones militares pensando en insurgencias, terrorismo y fuerzas irregulares, donde ni la artillería pesada ni las minas parecían tener utilidad práctica.

Esa visión condujo, según el analista, al desmantelamiento de arsenales tradicionales y al abandono de doctrinas de guerra terrestre, especialmente en Europa Occidental. Sin embargo, el conflicto actual exige precisamente lo contrario: defensa territorial, ocupación sostenida de zonas amplias y capacidad de disuasión clásica.

El equilibrio entre el futuro y el pasado. Mark Cancian, del Center for Strategic and International Studies, subrayaba que las guerras prolongadas, una vez estabilizadas las líneas de frente, hacen que armas como la artillería y las minas no solo sean útiles, sino dominantes. Si bien los drones, la inteligencia artificial y otras innovaciones siguen desempeñando un rol importante, no sustituyen el volumen de fuego ni la resistencia logística que permiten sostener una ofensiva o defender una posición durante meses.

A este respecto, Cancian advierte contra el exceso de confianza en las visiones futuristas de guerra, muchas de ellas promovidas por startups tecnológicas que compiten por atraer fondos de los nuevos presupuestos de defensa. Frente a ello, la evidencia parece mostrar que, al menos por ahora, la guerra sigue siendo una cuestión de volumen, de recursos físicos y de capacidades convencionales bien gestionadas. Irónicamente, si Europa quiere estar preparada para los desafíos del siglo XXI, parece que tendrá que aceptar que el futuro de la guerra también se libra con herramientas del pasado.

Imagen | U.S. Department

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el K-pop comienza a dar signos de agotamiento

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Hace unos años, hablábamos de cómo el K-pop, los grupos de pop sintético coreanos manifiestamente prefabricados y cuyo trasfondo es tan fascinante o más que su música, estaban arrasando en el panorama internacional, después de décadas amasando millones en su país de origen. Actualmente, sin embargo, se detectan señales de agotamiento tanto en lo financiero como en lo creativo. ¿Estamos viendo el principio de la decadencia del género o solo es un bache ocasional?

2020, punto de inflexión. Fue en ese año, como recuerda The Guardian, cuando BTS, quizás el grupo de K-pop más popular del mundo, coló su tema ‘Dynamite‘ en las listas de lo más vendido en Estados Unidos. Fue una primera vez para el K-Pop que pareció consolidarse en 2023, cuando las Blackpink fueron cabeza de cartel en Coachella. Desde entonces, solistas como Jennie y Lisa (salidas de Blackpink), la nueva sensación del género Tomorrow X Together, Ateez o Twice han entrado en la lista norteamericana: siete de los 10 CDs más vendidos en EE.UU en 2024 fueron de K-pop.  Y esta presencia en las listas americanas es quizás lo que está precipitando cierta crisis… en Corea.

Internacionalización del sonido. Cuando las bandas coreanas han detectado la posibilidad de ampliar su ya enorme mercado, han aplicado un rodillo internacionalizador a muchos de sus éxitos, sin duda derivado del éxito de ‘Dynamite’, cantada íntegramente en inglés, requisito quizás imprescindible para triunfar en una lista tan anglocéntrica como la de los éxitos estadounidenses. Esto no ha gustado, cuenta The Guardian, a los fans de toda la vida, que además están viendo cómo entra un fandom de más edad: el K-pop ha dejado de ser un fenómeno estrictamente juvenil (como demuestran fenómenos como la gira ‘Forever Young’ de Day6 este mismo año, dirigida a un público maduro), y más que integrar, eso aliena a los fans de siempre.

Canciones en inglés, sonido poco coreano. Esa internacionalización pasa por una serie de elementos que no son bien vistos en Corea. Por ejemplo, cantar en inglés: ‘Dynamite’ ha sido un éxito en Estados Unidos, como decíamos, precisamente gracias a que está cantada íntegramente en ese idioma, una absoluta primera vez para el género. Pero no solo eso: el último éxito viral en redes como TikTok del K-pop, ‘APT‘, de Rosé (otra miembro de Blackpink) no solo está cantada en inglés y es un dueto con Bruno Mars, sino que su sonido está absolutamente producido al estilo norteamericano, como una especie de Lady Gaga acelerada y punk-pop.

Corea mira al J-pop. Y no hablamos de éxito estrictamente de Estados Unidos: en España, sin ir más lejos, han tocado Colde, Aespa, Kiss of Life y TXT y en el resto de este año están previstas las visitas de Lun8, KISU, Wave to Earth, Stray Kids o Blackpink. Cada vez más internacionales, cada vez más afines a los gustos internacionales, es lógico que los propios fans coreanos les den la espalda: actualmente las listas de éxitos de Corea del Sur están llenas de música coreana más orientada al rap (quizás la próxima fiebre en internacionalizarse, como demuestran Blackpink), J-pop (pop japonés) y la inevitable llegada de bandas de idols generados de forma sintética.

Y mientras, la industria se atomiza. Tradicionalmente, los grupos de K-pop han sido creados por los sellos mediante castings, y han controlado absolutamente todos los aspectos de su carrera: su imagen pública, sus relaciones personales, etc. En 2022, un grupo de los más elogiados en la escena, NewJeans, intentó desvincularse de su sello, Hybe, como protesta por el trato que les habían dado y por el despido de su productor y responsable de su sonido, una inclasificable mezcla de jazz, pop y electrónica avanzada. Hablaron con sus fans en directos en internet y desataron una discusión pública acerca de los derechos laborales de los artistas de K-pop.

Un negocio en crisis. La acción de NewJeans sirvió de cuña para que la industria, que cada vez se muestra más rígida, dé síntomas de crisis, o al menos, exhiba ciertas grietas en su estructura. Como prueba, las ventas: la Korea Music Content Association ha observado que después de nueve años consecutivos de crcecimiento, en 2024 las ventas de discos cayeron un 19% en Corea.

Una crisis también de imagen. Un detalle revelador tanto acerca de  la crisis en la industria en Corea como de la caída en las ventas está en que dos de los grupos que traccionaban la industria (en palabras del ‘Korea Times’), BTS y Blackpink (unos haciendo el servicio militar, las otras centradas en sus carreras internacionales) han paralizado su actividad en el país. Hybe, el sello con el que chocó NewJeans, y el más importante de la industria coreana, lleva un tiempo reportando pérdidas y está inmersa en una crisis de imagen que le ha llevado a pedir disculpas a sellos rivales, artistas y al público. Todo apunta a un signo de los tiempos que quizás sea el principio de un cambio inevitable.

En Xataka | Si escuchas K-pop, trabajos forzosos: Corea del Norte está batallando la hegemonía cultural de sus vecinos sin miramientos

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esta es mi experiencia con el iPhone más económico

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El iPhone más barato que puedes comprar ahora mismo (si lo quieres nuevo) es el iPhone 16e. Apple ha decidido acabar con el iPhone SE por una buena razón: dotar de Apple Intelligence a su modelo más económico. Esto requería mucha RAM (8 GB) y un hardware bastante potente, algo que no iba demasiado en la línea con el modelo anterior.

Así que Apple ha decidido que el iPhone 13 y el iPhone 16 pasen una noche loca, para crear el iPhone 16e. Hemos grabado nuestro 24/7 para contarte la experiencia que hemos tenido con este teléfono, y cómo se comporta en el día a día.

Lo primero que nos ha sorprendido de este teléfono es su batería, una de las más duraderas en un iPhone pequeño. Hemos llegado a las diez horas uso, llegando a la cama con un 4%. Y no en jornadas cortas, jornadas de 6:33h de la mañana a 0:43h de la noche. Eso sí, en el vídeo verás que esto tiene un pequeño truco.

Lo segundo a destacar es… que este teléfono tiene una sola cámara. Ni telefoto ni ultra gran angular. Los resultados nos han gustado, y no hemos notado grandes diferencias frente a sus hermanos mayores. También me ha gustado el vídeo, que graba hasta 4K 60fps en Dolby Vision. Eso sí, no hay modo cinde, algo que he echado en falta.

Rendimiento, pantalla, experiencia de usuario y más, lo guardamos para que puedas enterarte de todo del vídeo. Ya te adelantamos que, si no estás dispuesto a dejarte mil euros por un iPhone, esta compra tiene bastante sentido.

En Xataka | iPhone 16 Pro, análisis: es uno de los mejores móviles de 2024, también el que menos me emociona

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