Cine y Tv
Pepe Ávila del Pino habla sobre su fotografía en La Casa del Dragón: “Intentamos capturar a los personajes en toda su esencia oscura”
Si le has seguido la pista al spin-off de Game of Thrones, House of the Dragon, tal vez hayas notado el nombre de Pepe Ávila del Pino en los créditos del segundo y tercer episodio. Se trata del cinefotógrafo mexicano que se las ha arreglado para posicionarse en Hollywood y viajar a Westeros: no solo ha trabajado en campañas de publicidad como Ella de Armani o Here to create change, de ADIDAS, sino también en películas como The Kindergarden Teacher –protagonizada por Maggie Gyllenhaal– y series como Ozark y The Deuce. Por esta última fue nominado al premio de la Asociación Americana de Cinefotógrafos (ASC, por sus siglas en inglés).
Nacido en Ciudad de México, Pepe Ávila del Pino estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y Filosofía en la UNAM. Por esas épocas, no le llamaba la atención la cinefotografía y estaba más bien enfocado, mientras estudiaba, en dirigir cortometrajes, videos musicales y comerciales. De hecho, según nos cuenta, la fotografía solía parecerle un asunto muy técnico y, por tanto, un poco aburrido. Sin embargo, después de mudarse a Estados Unidos para estudiar una maestría en Realización Cinematográfica en la Universidad de Nueva York, tuvo la oportunidad de fotografiar un cortometraje en blanco y negro durante su primer semestre. Le gustó tanto la libertad creativa y el poder de experimentación que comenzó a especializarse en esa área.
Pepe Ávila del Pino llegó a La Casa del Dragón gracias a su colaboración previa con el cineasta Greg Yaitanes en la serie Quarry. Yaitanes dirige los episodios 2, 3 y 10 del spin off de Game of Thrones, los mismos en los que Pepe funge como director de foto. Platicamos con el cinefotógrafo para conocer un poco más sobre sus inicios, su manera de trabajar, sus inspiraciones y lo que podemos esperar de La Casa del Dragón en los próximos domingos.
¿Cómo fue tu proceso de entrada a la industria?
Fue muy escalonado porque empecé a dirigir mis cortometrajes en la escuela y de ahí alguien me llamó para hacer un video musical. Luego me llamaron para hacer otro video musical, y, después, empecé a trabajar en distintas compañías productoras de comerciales, pero como segundo o tercer asistente de dirección o como asistente de producción. Trabajé en todas esas áreas, hasta que en algún momento alguien me dio el pase a dirección de un comercial muy chiquito y de ahí a uno un poquito más grande.
Con fotografía, también empecé en cortometrajes y comerciales de amigos. De repente, me empezaron a llamar para cosas más grandes, películas y series.
Hablas de campañas de publicidad, videos musicales… ¿Qué aprendizajes obtuviste ahí que ahora te sirve en tu trabajo en series y películas?
Definitivamente, la capacidad de vender ideas. Cuando vas a venderte como director para un comercial, tienes que preparar mucho y presentar tus ideas de una manera atractiva. Eso me ha servido mucho como fotógrafo para convencer a equipos, productores y estudios de hacer lo que quiero que se haga visualmente. Hago “Lookbooks” que se usan más en publicidad, pero es lo que hago como fotógrafo.
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¿Cómo describirías las diferencias más grandes entre estos diferentes formatos en los que has trabajado?
En publicidad hay muchas cabezas opinando sobre poco contenido, y es difícil porque cualquier idea se diluye con muchas opiniones.
En televisión sigue habiendo consensos grandes, es una cosa muy colaborativa, pero está la fuerza de las figuras del showrunner y del director. Y, definitivamente, los fotógrafos tenemos mucho más control sobre el proceso creativo.
En cine, está la visión de un director, una voz, y un equipo trabajando para esa visión.
Hablando sobre tu participación en la serie La Casa del Dragón, algo que me interesa mucho es saber cómo fue tu proceso para respetar el legado que venía de la serie original, Game of Thrones, pero al mismo tiempo innovar y darle una personalidad propia a esta esta nueva serie.
Buena pregunta, porque justo eso es una conversación larga que hubo entre todos los directores, todos los fotógrafos y los showrunners. El consenso era claro: no podíamos desapegarnos completamente del lenguaje visual que ya había, teníamos que mantenerlo un poco; así que en los primeros episodios nos acercamos de una manera más tradicional, empujando un poco más, pero con las mismas bases fundamentales. Pero, hacia el episodio 10, fuimos cambiando gradualmente y encontrando una voz propia.
Desde las primeras etapas armé unas presentaciones de cómo veía cada episodio, tratando de encontrar cuál era el sentido emocional de cada uno. Junté referencias, propuestas e ideas de cómo se veía cada escena y cómo deberíamos de atacar cada episodio cada semana, y se lo presenté primero al director y luego al resto del equipo. Nos sirvió como una biblia.
Hablando del trabajo en equipo y sobre todo de producciones donde hay tanto CGI involucrado, ¿cómo funciona la repartición de actividades entre el director de foto y la persona encargada de efectos visuales especiales?
Tuvimos la gran fortuna de contar con un supervisor de efectos visuales increíble, Angus Bickerton, que además de ser una persona que técnicamente es un sabelotodo, es alguien muy creativo y está siempre a favor de la historia. Nos conectamos muy bien; yo conceptualicé los mundos virtuales de las escenas, junté muchas fotos, muchas referencias, en algunos casos pinturas, y se las llevaba a él, y él me ayudaba a trabajar con el equipo de artistas digitales. Fue una colaboración muy fluida.
Mencionas la tecnología que utilizaron para filmar ciertas cosas. Tengo entendido que una de las técnicas fue la de The Volume, [que consiste en combinar sets físicos con una “caja” de pantallas LED en la que se proyectan elementos virtuales; similar a poner una pantalla verde detrás de los actores, pero con la ventaja de que lo proyectado en las pantallas LED responde a los movimientos de la cámara filmando, ajustando perspectivas o iluminación]. ¿Cómo se aplicó en en esta serie?
El reto más grande al final de cuentas es hacer una interacción invisible entre el mundo digital de las pantallas o el set digital y el set real.
La primera escena que me tocó filmar en ese espacio fue la que salió en el episodio 2, que tiene lugar en el puente de Dragonstone. Me pasé varios días dándole vueltas a cómo le haríamos para que el mundo y la tecnología se mezclaran de una manera que tuviera sentido, que ayudara a la historia y se viera bien. Fue cuando se me empezó a ocurrir este mundo lleno de niebla, donde el sol se ve un poquito lejos: de hecho, fue una pintura de Monet lo que lo inspiró. Pensé que el puente se mezclaría mejor con la imagen digital de esa manera y empezamos a hacer pruebas a la iluminación, a decidir cuánto humo poner en digital y cuánto verdadero, qué tan alto poner el sol. Todo eso lo fuimos cambiando hasta que llegamos a lo que queríamos.
¿Qué te gustaría que se llevaran los fans después de haber visto esta temporada, en términos de cinefotografía?
Hay algo crudo, real y fantástico, tanto en el mundo como en los personajes creados por George R. R. Martin. Intentamos capturarlos con toda su esencia épica y oscura. Espero que eso se refleje en los próximos episodios.
La verdad es que el episodio 10 me parece mi guion favorito, mi historia favorita. Y, además, hay una secuencia de cinco minutos que es en la que más he trabajado en mi vida: le puse miles de horas de trabajo para desarrollarla junto con el director.
Mencionabas que una pintura inspiró la escena del puente de Dragonstone. ¿Cuáles son las cosas con las que te sigues nutriendo para continuar formándote y tomar inspiración?
Nunca sabes de dónde viene [la inspiración], pero siento que la mayoría de mis referencias y mis inspiraciones vienen de la literatura. Creo que cuando leo un libro, leo un poema, me viene a la cabeza una imagen.
Fuera de eso, me gusta ir a museos, ver el trabajo de otros fotógrafos; pero nunca sabes cuándo te viene la inspiración y a veces es viendo el póster de un concierto de alguna banda.
Más bien mantengo los ojos abiertos y una cosa que sí hago es que con la cámara de mi teléfono siempre estoy tomando fotos para mantenerme concentrado en el mundo.
De tu portafolio, ¿hay algún proyecto que te gustaría volver a experimentar como si fuera la primera vez?
Creo que de mis procesos favoritos fue fotografiar el episodio 1 de la serie The Deuce, también de HBO, porque fue un reto enorme intentar traer el Nueva York de 1971 al Nueva York de ahora, donde todo ha cambiado: está lleno de ecobicis, las banquetas tienen rampas para sillas de ruedas que antes no había… Encontramos, en Harlem, tres o cuatro cuadras que más o menos funcionaban en algunos ángulos y con eso tratamos de crear todo este mundo, que diera la impresión de que realmente estábamos en el Times Square de 1971. Fue un reto muy difícil, pero increíble. Además, el equipo también fue increíble: la diseñadora de producción, Beth Mickle, y la directora, Michelle MacLaren. Y en Nueva York es difícil filmar porque siempre hay cosas sucediendo en la calle. Entonces, fue difícil pero fue una gran experiencia y el resultado también fue muy único.
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Ya casi para terminar, ¿cuáles sientes que sean los retos a los que se enfrenta actualmente la cinefotografía y, más en particular, la cinefotografía mexicana?
Hay dos retos que están pasando en todo el mundo. El primero es justo lo que estás mencionando sobre el mayor involucramiento de otros departamentos como efectos visuales; incluso, lo que se llama corrección de color ya no está bajo el control de los fotógrafos, en algunos casos, y es algo terrible porque acaba siendo parte muy importante del producto final y son productores, coloristas o directores los que toman esa parte. Entonces, eso es un reto que hay que intentar retomar y no dejar que pase.
La otra cosa sería precisamente aceptar que los cinefotógrafos ya no son la única persona que ve por la cámara y que tiene el control absoluto de la imagen, sino que hay más personas colaborando; entonces, lo importante es saber convencer, diseñar e imaginar escenarios. Hacer que todo el mundo trabaje camino a esa visión.
Y en México, y en muchos lados, está pasando que hay mucho talento y creatividad; pero, hay mucho volumen de producción ahora y creo que el volumen puede diluir la calidad. Eso es lo que hay que cuidar que no pase.
Por último, ¿qué recomendaciones darías a las personas que quieren entrar a la industria?
Intentar trabajar en un set, en el puesto que sea, para ver cómo funciona. Por otro lado, si tienes algo que decir, hay que salir a decirlo; y eso es tomando fotos, escribiendo historias, dirigiendo. Creo que ahora la única forma de sobresalir en un medio tan democratizado, que está muy bien [que esté democratizado] es, definitivamente, tener algo que decir y saber decirlo bien.
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en este documental, un hipopótamo narra la crisis ambiental provocada por Pablo Escobar
Desde mediados de la década de los 80, Colombia enfrenta una peculiar crisis ambiental. Resulta que, un día, al conocido narcotraficante Pablo Escobar se le ocurrió que, en su zoológico privado, ubicado dentro de la finca apodada como Casa Nápoles, faltaban ejemplares de una especie: hipopótamos. Así, mandó traer a su tierra, primero desde África y después desde Estados Unidos, a cuatro de estos animales. Lo que él no imaginaba era que dos de ellos escaparían de la finca y se reproducirían, iniciando una sobrepoblación incontrolable.
Hoy ya son más de 170 hipopótamos los que rondan por el territorio colombiano, y la realidad es que su estancia en la región preocupa no sólo por el bienestar de los pobladores de las áreas cercanas al río Magdalena, donde los animales prefieren estar, sino porque no se tienen los recursos necesarios para que vivan ahí. Ante las llamadas a la acción, las autoridades no escuchan. Y los migrantes de cuatro patas y grandes mandíbulas siguen ahí. Ese es su nuevo hogar, aunque no lo hayan elegido.
Si bien la situación no se ha atendido de la debida forma, en 2007 sucedió algo que puso la problemática bajo el foco público, pues un grupo de cazadores asesinó a uno de estos hipopótamos traficados para satisfacer una personalidad estrafalaria. La prensa se encargó de darle un nombre al animal: Pepe.
El cineasta dominicano Nelson Carlo de los Santos Arias se enteró de esta historia y se puso manos a la obra para trasladarla a la pantalla. El resultado es en partes iguales una sátira del capitalismo y de los absurdos de las excentricidades, además de un ejercicio de estilo que derriba las barreras entre el documental y la ficción. Todo mientras el tenaz Pepe nos narra su travesía mediante voz en off.
En entrevista, el director del documental Pepe nos cuenta cuáles fueron las decisiones que informaron su cinta.
El documental tiene esta escena en la que vemos un letrero de la Casa Nápoles que, de manera muy irónica, dice: “Por favor, no alimentar a los animales. Protejamos a los animales”. Pero creo que, si algo no estaba haciendo Pablo Escobar, al mandar traer estos animales (para su finca), por su excentricidad, es protegerlos. ¿Siempre fue tu intención manejar este tono irónico para retratar otro aspecto del ambientalismo?
Sí, entiendo la pregunta. Yo creo que, como latinoamericanos, nuestras realidades están llenas de ironías y de absurdos. Entonces, creo que mi trabajo, a veces, como realizador, a lo mejor se puede simplificar en decir: hay que ver una situación, una historia, un personaje, digamos, [y preguntarnos] qué emociones o qué figuras literarias o poéticas se construyen desde allí.
Yo creo que hay algo absurdo directamente en el origen de esta historia, porque Pablo Escobar yo creo que sería el primero que marca esa cultura de la excentricidad en los narcotraficantes, que de alguna u otra forma es otra cara del capitalismo puro y duro, y que también ejerce el Estado o sus élites políticas. Creo que el contrabando es el [lado] negativo del poder político económico de nuestros países desde la colonia. Entonces, esas historias de dominaciones son absurdas porque acaparan las vidas de las personas de una forma arbitraria, esa forma arbitraria de dominación.
A veces, nosotros los latinoamericanos hemos aprendido a reírnos sobre eso, pero nuestros ancestros africanos en el Caribe nos enseñaron a reírnos cuando realmente llorábamos. Al cambiar el llanto por la risa, [todo] se complejizaba. Entonces, para mí, por eso el humor es tan importante, porque es una forma de resistencia, de asumir el absurdo de las dominaciones.
Tengo entendido que una parte de la idea para esta película vino cuando tú en 2007 supiste, a través del trabajo de Camilo Restrepo (afamado artista visual colombiano), de un animal que asesinaron en el río Magdalena. Desde que te enteraste de este incidente, ¿qué tanto cambió tu idea para llegar a lo que vemos en pantalla? Y, por otra parte, ¿qué tanto acercamiento tuviste con Camilo para trabajar en esta película?
En realidad, Camilo no trabaja en la película, sino que cuando yo terminé una película que se llama Cocote (2017), terminé muy cansado. Yo siempre quise ir a Colombia. Tenía algunos amigos ahí y en distintas ciudades, y como no tenía el dinero para andar en hoteles y cosas así, me quedaba donde los amigos. Entonces me quedé en la casa de Camilo cuando conocí Medellín. Él tenía una escultura [de Pepe] en su sala y me contó la historia como salió en los periódicos, [o en internet]. Bastaba simplemente buscarlo y salían distintas cuestiones.
Pero cuando él me lo cuenta, tiene un error. Tiene un error biológico en su relato, porque él me dice que cuando un hipopótamo se pelea con el dominador –o sea, con el alfa– y pierde, él debe irse de la manada para encontrar otra. Lo exilian. Y lo que le pasó a este hipopótamo es que se fue exiliado en busca de otra manada sin saber que no existe, porque él no está en el continente africano, está en el continente americano. Pero cuando yo comienzo a investigar, me doy cuenta de que [lo que dijo Camilo] no es verdad, que en realidad los hipopótamos machos, cuando pierden la pelea, se van con una hembra y así es que ellos se expanden en el territorio. Entonces, así se van multiplicando. Eso es una idea completamente diferente. Es el crecimiento de una población desplazada que llega a través de un secuestro, ¿no? Como pasó con migrantes africanos o árabes, con plantas, vacas, burros o caballos.
Ese error biológico fue lo que me despertó. (…) Empecé a pensar en todas esas personas que han muerto en este continente sin saber realmente dónde estaban, por todas estas migraciones y la construcción de este mundo occidental que tenemos, que tiene su base en la colonización del continente americano. Luego ellos se van a expandir al mundo, pero digamos que hay una conquista de la América que va a marcar la pauta de dominación que hoy conocemos.
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¿Qué te atrae de la docuficción para contar este tipo de historias? ¿Por qué decidiste que tenía que ser una docuficción?
Comencé a estudiar cine formalmente cuando tenía 20 años, aunque ya a los 17 o 18 hacía cortos. Me gané una beca y me fui a estudiar a Buenos Aires porque en Dominicana no había escuela de cine. Para nuestra generación, la docuficción era lo peor que se podía decir porque la docuficción era un modelo mainstream de la televisión norteamericana. Me he dado cuenta de que no participo tanto del mundo del cine. Más bien, cuando hago una película, salgo a los festivales y veo lo que está pasando y todo eso. Pero en mi vida normal, aunque veo un montón de películas, estoy en otro mundo, casi no tengo amigos en el cine, para que tú entiendas.
Entonces, ahora que volví a salir al mundo con esta película, me encontré con que la palabra “docuficción” se había normalizado. Para mí, era un insulto decir que una película era una docuficción porque implicaba una cosa horrible de la televisión norteamericana de los 90 o principios de los 2000. Yo diría que, más que una docuficción –que, por Dios, no quisiera hacer nunca–, lo que realmente estoy haciendo es una ficción. Ante todo, mi película se constituye como una ficción, porque una definición rápida de ficción, digamos, es todo aquello que construye un verosímil en sí mismo, ¿verdad?
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Hay una discusión muy vieja de Godard en la cual todo es ficción y todo es documental al mismo tiempo. Y en todo caso, cuando uno filma algo, la imagen en sí misma guarda esa particularidad. (…) Te voy a poner un ejemplo: una imagen siempre es ficción y siempre es documental porque, cuando estamos filmando a un actor, estamos filmando al personaje de la película, pero también estamos filmando al actor que hace de ese personaje. Otro ejemplo es cómo se da el problema del tiempo en el cine. En el cine se da al mismo tiempo un tiempo que es directo, que es el tiempo de la toma, y también un tiempo que es construido en el montaje. El cine en sí mismo, o la imagen del cine o ese lenguaje al que nosotros llamamos cine, ya es un lenguaje que es un mutante que lleva en sí mismo dualidades, en vez de ser dicotómico. La docuficción lo vuelve dicotómico cuando en realidad hay una dualidad en la imagen en la que uno puede abrazar ese documento que se está pensando y, al mismo tiempo, se está creando una fábula, como en el caso de Pepe.
Otra de las conversaciones que creo que se pueden abrir con tu película es con respecto a las palabras y los idiomas. Me gusta mucho cómo Pepe comienza su viaje hablando en otro idioma, pero cuando ya está en Colombia, en otros pasajes de su vida, nos habla en español. ¿Cómo fue para ti difuminar esas líneas en el idioma?
Mira, yo vengo de un territorio muy oral, ¿no? Del Caribe. Tal vez ya no lo tengo tan marcado porque tengo la mitad de mi vida viviendo fuera, y la verdad es que cuando uno vive fuera, sobre todo en otros países hispanohablantes, uno se adapta una forma en la que nos podemos comunicar. Pero digo, el castellano dominicano es un castellano bastante lejos de la regla. Es algo que, por ejemplo, tú y yo podemos ir a un barrio y, a pesar de que yo te estoy hablando así, yo entiendo perfectamente todo lo que está pasando y tú no vas a entender absolutamente nada.
Entonces, la oralidad en el Caribe es maravillosa, porque la oralidad del Caribe es casi un créole. Es un créole y la invención del humor en el Caribe es la destrucción del lenguaje como nosotros lo conocemos. Es todo lo contrario a Colombia y México, que tienen un castellano bastante cercano a la regla. En el Caribe se destruyen las lenguas coloniales. Por ejemplo, en el Caribe francés directamente hay un créole.
Para mí, la oralidad con la cual yo trabajo es mi inspiración para pensar en el montaje. Cuando pienso en el montaje o en la idea de hacer significación en el montaje, no pienso en reglas narrativas. La oralidad caribeña, loca, disruptora, fuera de las reglas, es más inspiradora para mí que el arco del héroe.
Eso lo tomo de un gran pensador caribeño, para quien la oralidad no se contenta simplemente con describir los paisajes, sino que los construye al mismo tiempo. Por eso quise que Pepe abordara todos esos lenguajes que intervienen en ese hecho histórico. Entonces, él comienza hablando en Bukushu, que es el lenguaje predominante del río Cabango. Luego habla afrikáans. Afrikáans es una creolización del holandés con palabras bantúes. Se le habla afrikáans porque es el idioma que en ese territorio que hoy conocemos como Namibia fue el idioma del opresor y el que realmente colonizó a la mayoría de las tribus ahí. Y evidentemente, habla español o castellano porque llega a una América hispana.
Para mí, Pepe tenía que tener esa esquizofrenia que tiene el ser que, como todos nosotros, somos producto de un proceso de colonización.
Pepe ya está disponible en MUBI.
José Roberto Landaverde Me fascina escribir, escuchar, leer y comentar todo lo relacionado con el cine. Me encanta la música y soy fan de The Beatles, Fleetwood Mac y Paramore. Mis películas favoritas son Rocky y Back to the Future y obvio algún día subiré los “Philly Steps” y conduciré un DeLorean. Fiel creyente de que el cine es la mejor máquina teletransportadora, y también de que en la pantalla grande todos nos podemos ver representados.
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2024: Un año de musicales, sorpresas y grandes eventos
Se termina 2024, uno de los años más extraños y reveladores que la industria ha experimentado recientemente. Si bien, tuvimos los clásicos taquillazos que abarrotaron los cines (y agotaron palomeras coleccionables), también hubo fracasos que sacudieron a más de un estudio, polémicas capaces de convertir las redes sociales en un campo minado, y eventos que hicieron de este, un año inolvidable. Digamos adiós al 2024 con un repaso por aquellas películas y eventos que marcaron la agenda en los últimos meses.
Todo inició con la batalla final del llamado Barbenheimer. La temporada de premios se convirtió en el escenario perfecto para que Greta Gerwig (directora de Barbie) y Christopher Nolan (realizador de Oppenheimer) se hicieran presentes en casi todas las ceremonias de la industria. Aunque la taquilla favoreció a la muñeca, los premios le dieron la victoria al hombre que creó la bomba atómica. Entre vestidos rotos y números musicales de ensueño, Emma Stone (con su segundo Óscar) y Ryan Reynolds (interpretando I’m Just Ken) también hicieron historia.
Quienes sufrieron en la primera parte del año fueron, principalmente, Dakota Johnson y Henry Cavill. Ella se enfrentó a las burlas y los comentarios de Madame Web, pero él no se quedó atrás con la decepción de Argylle: Agente secreto. Al final, la película nos traicionó y demostró que Cavill no era el protagonista (como se vendió), pero el daño a su imagen (por un fracaso más) ya estaba hecho. Si todos los que le dan like a sus fotos sexys en redes pagaran un boleto para verlo en el cine, las cosas serían diferente.
Godzilla y Kong regresaron para partirse la cara (otra vez), asegurar otra película y dejarnos algunos memes. Melissa Barrera nos demostró en Abigail por qué su despido de Scream fue todo un error, y Zendaya no sólo montó gusanos de arena. Con Desafiantes hizo que el tenis le pareciera emocionante hasta a quienes no lo entienden.
También llegó el pánico. No, no se debió a ninguna pandemia (toquemos madera), sino a dos fracasos sorpresivos que dejaron temblando a más de uno. Por un lado, Ryan Gosling y sus increíbles stunts en Profesión peligro le importaron a muy pocos. Por el otro, Chris Hemsworth y Anya Taylor-Joy demostraron con Furiosa: De la saga Mad Max que las interacciones en redes sociales tampoco equivalen a boletos vendidos en el cine. La baja taquilla de Amigos imaginarios y El planeta de los simios: Nuevo reino también hizo que muchos se mordieran hasta la cutícula. El fin del cine como lo conocemos parecía inevitable.
O al menos eso creíamos… ya saben que los cinéfilos a veces somos un poquito dramáticos.
Will Smith regresó con otra cachetada, pero ahora con guante blanco y dirigida a todos quienes dudaron de su poder taquillero. La cuarta película de Bad Boys dio inicio a un junio de ensueño. Los cines se llenaron de gente, las palomitas y los nachos se vendieron como antes, hubo familias incómodas, salas atiborradas, empleados con cansancio y cara de pocos amigos. Todo eso que sucede cuando hay un éxito histórico.
Y sí, ese éxito histórico tiene nombre: Intensamente 2, que se convirtió en la película más taquillera en la historia de México. Entre personas que compartieron sus frustraciones con Riley o se sintieron identificados con sus ataques de ansiedad, nadie pudo escapar de dicho título.
Todos los que se alegraban por los fracasos de Marvel Studios se comieron sus palabras. Deadpool y Wolverine (su único estreno del año) arrasó en la taquilla y rompió récords para una película con clasificación para adultos. El cine basado en cómics no ofreció propuestas tan fuertes como otros años, pero aquellas que sí llegaron (Madame Web, Hellboy: The Crooked Man, Guasón 2 y Kraven El Cazador), pasaron con más pena que gloria. Hasta a Venom le costó alcanzar la taquilla de sus antecesoras.
Otro aspecto inolvidable es la avalancha de musicales que recibimos en los últimos 12 meses. Los mexicanos todavía coreábamos las canciones de Wonka (o al menos aquellas que no son tan olvidables) cuando Chicas pesadas llegó a la cartelera. De forma mañosa, Paramount Pictures ocultó que se trataba de un musical, y aunque el impacto fue nulo a comparación del éxito de 2024, muchos ya desearíamos sus $100 millones de dólares recaudados.
Algo curioso ocurrió con Guasón 2: Folie à Deux, pues a semanas del estreno nadie parecía tener claro si era un musical o no. Lady Gaga lo negó, Todd Phillips (director) lo confirmó, y el mundo entero lo odió. Vaya diferencia con Wicked, cuyas canciones hicieron de algunas salas (y la premiere en el Auditorio Nacional) toda una fiesta. Tristemente, las canciones de Moana 2 no le llegaron a los talones a las de su antecesora. Y para cerrar el año tenemos Mufasa: El rey león, con canciones de Lin-Manuel Miranda… y la promesa de arruinar lo que conocíamos sobre el padre de Simba.
Para los amantes del terror, Desaparecer por completo demostró que el cine mexicano podría ofrecer propuestas muy originales. Un Tarot de la muerte se encargó de llenar la pantalla con sangre, y Lupita Nyong’o (con un gato) se enfrentó al primer día de la invasión en Un lugar en silencio: Día uno. Nicolas Cage se convirtió en Longlegs, y Sonríe 2 nos demostró que las maldiciones también acechan a las cantantes. Incluso la saga Alien revivió con éxito. Ojalá MaXXXine hubiera corrido con la misma suerte.
México fue el país seleccionado para grandes eventos, y no necesariamente por esa “regla” que relaciona las visitas de los actores con una terrible calidad. En realidad, es porque nuestro país se ha convertido en una de las economías más importantes para la industria hollywoodense. El elenco de Duna: Parte dos provocó gritos, lágrimas (y malas preguntas del programa Venga la alegría) en su visita al Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Timothée Chalamet nos habló de futbol, se puso la playera de la Selección Mexicana y reafirmó por qué es uno de los favoritos del público.
Otras producciones siguieron los pasos de Duna: Parte dos, y así recibimos a los elencos de Furiosa: De la saga Mad Max, Bad Boys: Hasta la muerte, Beetlejuice Beetlejuice, Venom: El último baile y Wicked (al grito de ¡Ariana, hermana, ya eres mexicana!). Hasta Aaron Taylor-Johnson quiso cerrar el año en México, pues vino para presentar Kraven El Cazador, robarle suspiros a más de uno y despertar bajas pasiones en redes.
Por primera vez, la Comic-Con Experience (CCXP) celebró una de sus ediciones en México. Miles de fans se dieron cita para presumir su cosplay, comprar coleccionables, escuchar a sus artistas favoritos de cerca y sentirse parte de una comunidad. Sydney Sweeney promocionó Inmaculada, su más reciente película de terror. Los organizadores quedaron fascinados y ya anticipan una un espectacular regreso en 2025.
El Festival Internacional de Cine de Morelia también nos dejó otra edición para recordar. Nos visitaron Alfonso Cuarón, Rodrigo Prieto y hasta el enorme Francis Ford Coppola. Este último presentó Megalópolis, la vapuleada película que durante décadas quiso hacer y por fin lo logró. Es cierto que dicho título dejó a los espectadores confundidos, pero no tanto como los que se preguntaron qué demonios hacía la polémica Emilia Pérez (con su fallida representación de México) en el festival. Esperemos que, en 2025, más y más estrellas quieran visitar el país y no teman a los reporteros y conductores de Venga la alegría.
Fue un gran año para quienes gozan del cine mexicano y todas sus propuestas. José Eduardo Derbez consiguió su primer protagónico. Fiona Palomo y Alfonso Dosal nos estremecieron con Un actor malo, Osvaldo Benavides (sí, Nandito de María la del barrio) debutó como director con Noche de bodas, mientras que Rodrigo Prieto hizo lo mismo, pero con un clásico como Pedro Páramo. Firma aquí nos enseñó que el amor no debe ser perfecto, y Casi el paraíso convirtió al primer best seller mexicano en una película muy interesante. La querida Ana Serradilla también volvió, esta vez con una comedia sobre dos inseminaciones mal realizadas (Una pequeña confusión).
Isaac Ezban volvió a mezclar la fantasía, el horror y el drama familiar con Párvulos: Hijos del apocalipsis. Sujo, de Astrid Rondero y Fernanda Valadez emprendió el camino rumbo al Óscar, y Alonso Ruizpalacios impactó al público con La cocina, que lo llevó a conseguir una nominación en los Independent Spirit Awards. El ganador, al menos en cuanto a taquilla se refiere, fue Adrián Uribe con El candidato honesto. Esta es apenas la tercera película mexicana que supera los $100 millones de pesos (MDP) desde 2020.
Muchos podrán quejarse de Televisa a través de todos los medios posibles. Pero eso no evitó que La casa de los famosos México llegara a la conversación cinematográfica. A alguien se le ocurrió que la final de la segunda temporada se transmitiera en el cine, y los resultados fueron inquietantes: $1.97 MDP. Quizá a algunos no les parezca mucho, pero es más de lo que recaudaron 60 estrenos nacionales en todo el año. Muchos actores, analistas de la industria y directores sintieron más miedo con dicho dato que con Longlegs: Coleccionista de almas, Sonríe 2, o el acento de Selena Gomez en Emilia Pérez.
El año también será recordado por hacernos llorar… y mucho. Fue demoledor ver cómo Zac Efron perdió a casi toda su familia en Garra de hierro. Blake Lively y Justin Baldoni por poco y se avientan hasta los floreros en la filmación de Romper el círculo, pero vaya que conmovieron a millones de espectadores con la relación tóxica de sus personajes.
Muchos se identificaron con Demi Moore en La sustancia y su crisis frente al espejo. Otros tantos lloraron como bebés con la viudez de Andrew Garfield en El tiempo que tenemos. Pero si de “lágrimas sabrosas” hablamos, nada como el primer vuelo de Brillo en Robot salvaje o el primer abrazo de Elphaba y Glinda en Wicked. ¿Acaso no se siente bien dejar fluir nuestras emociones con un buen puño de palomitas como acompañamiento?
Ha llegado el momento de despedir el 2024, pero no podemos hacerlo sin mencionar todas esas propuestas que, sin esperarlo, se ganaron un lugar destacado. Ahí rondan un sanguinario payaso que rompió récords sin un gran distribuidor, Demi Moore con la actuación de su vida, Longlegs y su brillante marketing, Sydney Sweeney y Glen Powell derramando miel en Con todos menos contigo, y hasta Hugh Grant como un hereje perturbador.
¡Adiós, 2024! Y como dijeran en esa película que tiene tan en boga a Eugenio Derbez: ¡Hasta nos duele esa p*nche parte del cuerpo nada más de acordarnos de ti!
Juan José Cruz. Soy de los que siempre defendió a Robert Pattinson como Batman y puede ver la misma película en el cine hasta 7 veces. ¿Mi gusto culposo? El cine de terror de bajo presupuesto.
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Wicked deslumbra México: Ariana Grande, Cynthia Erivo y un mágico estreno en el Auditorio Nacional
La magia del mundo de Oz llegó a México con la espectacular premiere de la película Wicked en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. El evento, que se llevó a cabo el 11 de noviembre de 2024, reunió a fanáticos del musical y a destacadas personalidades del espectáculo, convirtiendo la alfombra amarilla en un desfile de talento y glamour.
Una alfombra amarilla llena de estrellas
La alfombra amarilla, decorada con elementos inspirados en el mágico mundo de Oz, recibió a las estrellas principales de la película. Ariana Grande, quien interpreta a Glinda, deslumbró con un vestido blanco que evocaba la elegancia de su personaje. Por su parte, Cynthia Erivo, en el papel de Elphaba, conquistó a los presentes con su energía y cercanía, firmando autógrafos y compartiendo momentos con los asistentes.
Jonathan Bailey, quien interpreta a Fiyero, también estuvo presente, añadiendo un toque de encanto británico al evento. Los actores se mostraron emocionados por la calurosa recepción del público mexicano, quienes abarrotaron el Auditorio Nacional desde tempranas horas.
Celebridades mexicanas y un toque de nostalgia
El evento contó con la presencia de Danna Paola y Ceci de la Cueva, quienes dejaron su huella en la versión teatral de Wicked en México. Ambas actrices expresaron su orgullo por formar parte de este proyecto, con Danna Paola prestando su voz para la versión en español de Elphaba. La cantante tuvo un emotivo encuentro con Ariana Grande, quien elogió su interpretación con las palabras: “Suenas hermoso”.
Un evento para la historia
La premiere no estuvo exenta de momentos de emoción. La multitudinaria asistencia generó momentos de caos cuando algunos fanáticos cruzaron las vallas de seguridad en su afán por acercarse a las estrellas. A pesar de ello, el evento se desarrolló con éxito, dejando a los asistentes con la promesa de una película que estará a la altura de las expectativas.
El impacto cultural de Wicked en México
Wicked no solo ha sido un fenómeno en Broadway, sino que ha dejado una profunda huella en México a través de sus adaptaciones teatrales. Ahora, con su salto al cine, la historia de Elphaba y Glinda promete conquistar una nueva generación de fanáticos.
Con una dirección magistral de Jon M. Chu y actuaciones memorables, Wicked se perfila como uno de los estrenos más importantes del año, y México tuvo el privilegio de ser parte de este mágico viaje.
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