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La increíble historia de los hombres que escaparon de la cárcel de Alcatraz con cucharas, pelo falso y una lancha casera

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Michael Bay es un director de cine con unas cuantas películas de acción a sus espaldas. Es el responsable del meme de que cualquier cosa es susceptible de explotar, pero es innegable que tiene mano para los blockbusters. Uno de ellos fue ‘La Roca’, película en la que un ya veterano Sean Connery escapaba de la inexpugnable prisión de Alcatraz para, posteriormente, volver a entrar como empleado del Gobierno. Es ficción, claro, pero esta cárcel fue escenario de una historia casi más espectacular:

La historia de tres hombres que escaparon de Alcatraz utilizando cucharas, maniquíes y una tonelada de ingenio.

Alcatraz. Pocos escenarios hay mejores para hacer una cárcel. Ahora mismo no se usa como cárcel, sino como lugar turístico, pero no deja de ser un islote de menos de nueve hectáreas en el centro de la bahía de San Francisco. El punto continental más cercano está a unos dos kilómetros que no es demasiado, pero tiene fuertes corrientes, posible presencia de tiburones y, sobre todo, aguas a baja temperatura.

Vamos, que si lograbas escapar, luego tenías que nadar y no sólo sobrevivir en el agua, sino no ser acribillado a tiros por los guardias. Varios presos famosos habitaron sus celdas, como George “Machine Gun” Kelly, Mickey Cohen o Al Capone y, durante sus 31 años de funcionamiento como prisión, afirmaron que nadie había escapado con éxito. Aunque, claro, esa es la versión que quisieron vender.

Prison Break. Muchos lo intentaron, pero los que no eran capturados se ahogaban o, como decimos, fueron acribillados. Todos excepto tres personas: Frank Morris y los hermanos John y Clarence Anglin. Aquí Morris es el nombre destacado. Empezó a delinquir a una edad temprana y se pasó la juventud entrando y saliendo de centros penitenciarios. También escapando de ellos, ya que se fugó de la Penintenciaría Estatal de Luisiana.

Por cosas del destino, en 1960 acabó en ‘La Roca’, pero en cuanto entró, empezó a maquinar la fuga. En la misma celda estaban los hermanos Anglin -se dedicaban a robar bancos- y Allen West, quien llevaba desde 1957 en Alcatraz. No fue una buena idea ponerlos juntos, ya que enseguida empezaron los planes de fuga.

Frank Clarence John
Frank Clarence John

Frank, Clarence y John

Art Attack. Como decimos, Morris fue el cerebro de toda la operación y lo que empezaron a hacer fue urdir un plan en el que se servirían de útiles cotidianos para escapar. La idea era utilizar el conducto de ventilación bajo el lavabo de las celdas como guía, pero debían ampliarlo para poder entrar y, para ello, utilizaron todo lo que tenían a su alcance como hojas de sierra de los terrenos de la prisión, un taladro eléctrico construido con el motor de una aspiradora y cucharas de metal del comedor.

Alcatraz Cell Vent
Alcatraz Cell Vent

No podían escapar directamente desde ese túnel, pero cuando éste fue lo suficientemente grande como para llegar al pasillo, subieron al piso superior para, en un nivel cerrado, crear una especie de taller en el que podían dejar los materiales y elementos sobrantes. ¿Y cómo enmascaraban el ruido? Pues con Morris tocando el acordeón durante la hora diaria en la que sonaba música para los presos.

Herramientas
Herramientas

Simulación de las herramientas para un programa de televisión sobre la fuga

La balsa. Más allá de los útiles para excavar, los presos crearon elementos para que, en las inspecciones, todo pareciera completamente normal. Por ejemplo, eliminaron el motor del ventilador de ese conducto, en la entrada de la rejilla de ventilación, crearon remaches utilizando jabón para imitar los originales. También fabricaron muñecos de ellos mismos con papel maché y pelo que habían robado de la peluquería de la prisión. Estos maniquíes los dejaban en las camas para simular que estaban durmiendo cuando, en realidad, se encontraban en el taller secreto.

Estaban fuera y tocaba atravesar el trecho marino. No lo hicieron a nado, sino con una lancha improvisada gracias a 50 impermeables robados cuya goma derritieron utilizando las tuberías de vapor de la prisión para crear las juntas. Todo estaba listo para el gran momento.

Dummy Heads
Dummy Heads

Las máscaras

Alcatraz Cells 9
Alcatraz Cells 9

Daba el pego

Sin rastro. La noche del 11 de junio de 1962, dos años después de empezar con todo el plan, Morris, los Anglin y West emprendieron el camino al exterior. West no pudo salir de su celda, pero los otros tres prisioneros emprendieron el camino al exterior, escalaron dos vallas de alambre de casi cuatro metros de alto, atravesaron el escarpado terraplén hasta la orilla noreste de la isla y… se hicieron a la mar.

La alarma no sonó hasta la mañana siguiente, cuando los guardias descubrieron todo el tinglado. La prisión entró en un encierro total, con los funcionarios revisando cada rincón y la Guardia Costera ayudando en la búsqueda de los tres fugitivos. No encontraron más que algunos restos de la balsa y efectos personales de los Anglin. No se volvió a ver el pelo ni a Morris, ni a John… ni a Clarence.

Caso abierto. Como leemos en BBC, aunque las autoridades de la prisión comentaron que lo más fácil es que los fugitivos se ahogaran en la bahía, al no haber encontrado ninguno de los cuerpos, el caso estuvo abierto unos cuantos años. El FBI lo cerró en 1979, pero el Servicio de Alguaciles de Estados Unidos lo ha mantenido abierto, incluso publicando retratos que muestran cómo serían los fugitivos a día de hoy.

Y alguna pista ha aparecido. Puede ser falsa, pero en 2018, la policía de San Francisco declaró haber encontrado una carta en 2013 en la que John Anglin confirmaba que Morris murió en 2005, Clarence en 2008 y que él se entregaría a cambio de un tratamiento contra el cáncer. “Tengo 83 años y estoy en mal estado. Tengo cáncer” se podía leer. El FBI entró de nuevo al caso, pero no pudo verificar si era auténtica. Tampoco se sabe si, realmente, Clarence y Morris estaban muertos.

Frank Clarence John Viejos
Frank Clarence John Viejos

Retratos robot de Frank, Clarence y John en 2022

¿Y qué pasó con West? Ya hemos dicho que no pudo escapar, por lo que esa noche, volvió a su cama y se puso a dormir. La mañana siguiente, cuando se destapó la operación, se encontraron el panorama en la celda de West, pero como éste colaboró con el FBI en la investigación, no se presentaron cargos. Contó todos los pormenores de la operación y el hombre cumplió su condena en otras prisiones tras el cierre de Alcatraz en 1963.

Consiguió la libertad en 1967, pero dos años más tarde volvió a la prisión estatal de Florida con cadena perpetua por hurto, robo e intento de fuga. En 1978, por complicaciones debidas a una peritonitis, falleció. De sus compinches, como decimos, nunca más se supo.

Una cárcel de película. Después de la fuga, numerosas investigaciones policiales y televisivas tuvieron lugar. Incluso el programa MythBusters demostró que una fuga en una lancha con las mismas especificaciones que la original era posible. También hubo quien afirmó haber matado a los fugados, pero nunca se encontraron restos en el supuesto lugar de entierro.

El caso fue tan sonado que, en 1979 se estrenó ‘Fuga de Alcatraz’, una película basada en el libro homónimo de Campbell Bruce en el que se narran los hechos reales y que está protagonizada por el mismísimo Clint Eastwood. Y es un tremendo peliculón que recomiendo ver, aunque ya hayamos hecho un tremendo espóiler.

Imágenes | Joely19, Superchilum, HarshLight from San Jose

En Xataka | The Boat: la historia de la mayor prisión flotante del mundo que Nueva York abrió en plena epidemia de crack

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Si la pregunta es cuándo comenzamos a “escribir”, la ciencia tiene la respuesta en estos cilindros de 5.500 años

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Porque, durante décadas, el origen de la escritura pareció bastante claro: el cuneiforme. Un sistema de escritura con más de 3.000 años de antigüedad que utilizaron los antiguos pueblos de Próximo Oriente para dejar por escrito sus lenguas e idiomas.

Y sí, parece bastante claro que se trata del sistema de escritura completo más antiguo que conocemos. No obstante, sería absurdo pensar que surgió de la nada.

El problema es que cada vez que hemos intentado internarnos en las profundidades del protocuneiforme. Sabíamos que eran símbolos abstractos, que habían surgido en las inmediaciones de la ciudad de Uruk y poco más.

Hasta ahora.

Por sorpresa. Así fue como unos investigadores de la Universidad de Bolonia descubrieron las similitudes entre ese protocuneiforme y los grabados de unos sellos cilíndricos desl 4400 antes de Cristo. Según parece, esos cilindros se usaban para imprimir motivos en arcilla blanda (en procesos relacionados con una contabilidad primitiva) y, quizás por eso, nadie se había dado cuenta de que muchos símbolos coincidían a la perfección.

Es más, como explican los investigadores en la revista Antiquity, “el significado originalmente asociado con estos diseños [de los cilindros] se integró en un sistema de escritura”.

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Kathryn Kelley/Universidad de Bolonia

¿Por qué empezamos a escribir? Esa, aunque no lo parezca, es la gran pregunta que hay detrás de todo esto. Lo implica el descubrimiento de los investigadores italianos es que la escritura no deja de ser una extensión de la contabilidad.

Según este trabajo, los sellos se convirtieron en un sistema muy útil para “rastrear la producción, el almacenamiento y el movimiento de todo tipo de productos” en una sociedad preliteraria. La evolución de todo esto desembocó en la escritura (como muchos expertos intuían, pero no podían demostrar).

Ahora, por primera vez, tenemos una línea clara que nos conecta con el origen de la escritura.

Y con el origen del lenguaje en sí mismo. Porque, como explicaba Silvia Ferrara en la CNN, “durante mucho tiempo se ha planteado la cuestión de qué condiciones sociales y tecnológicas propiciaron los saltos conceptuales y cognitivos que dieron lugar al lenguaje escrito”. Aún es pronto para saberlo con certeza, pero “lo importante [de todo esto] es que [una pequeña innovación] condujo a la escritura verdadera en cuestión de unos pocos siglos”.

Todo va muy rápido y quizás siempre lo ha ido.

Imagen | Gary Todd

En Xataka | La evolución del alfabeto desde sus formas ancestrales hasta la actualidad, en un gráfico

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El regalo perfecto para fans de Marvel es este set de LEGO con el que recrear el escudo del Capitán América

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Si vas a regalarle algo en Reyes a un fan de Marvel y que, a la vez, es de LEGO, este set de LEGO del escudo del Capitán América es una buena opción a tener en cuenta. Agotado en la web oficial de la compañía, ahora en MediaMarkt, puedes conseguirlo más barato, ya que está disponible hasta mañana, por 169,99 euros.


LEGO 76262 Marvel Set Escudo del Capitán América

* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión

Un set de LEGO con más de 3.000 bloques y una minifigura

Sin duda, el escudo del Capitán América es uno de los símbolos más icónicos de Marvel. Ahora, gracias a este set de LEGO lo podrá tener en casa cualquier fan de la división de superhéroes y colocarlo en algún rincón o estantería como una pieza de adorno ideal.

Este set está formado por 3.128 bloques y es recomendado para mayores de 18 años. Viene con una base con placa de identificación, además de con una minifigura del Capitán América. Terminado, el modelo mide aproximadamente 47 cm de diámetro.

Además, si te descargas la app LEGO Builder, podrás interactuar con esta construcción, gracias a herramientas digitales. Así podrás ir girando este escudo en 3D y disfrutar de una experiencia de construcción con los icónicos ladrillos de forma envolvente.

Otros sets de LEGO para sorprender a un fan de Marvel

LEGO Marvel Figura para Construir: Iron Spider-Man Articulada

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En 1647 el Parlamento británico prohibió celebrar las Navidades. Solo consiguió llenar el país de revueltas

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Si hoy te das una vuelta por los comercios de Londres (al igual que por los de medio planeta) lo más probable es que escuches casi en bucle el famoso celebérrimo ‘All I want for Christsmas is you’ de Mariah Carey, pero hubo un tiempo, a mediados del XVIII, en el que lo que sonaba durante las fiestas en la City era un cántico bien distinto. Hacía 1647 lo que voceaban los pregoneros era “No Christmas, no Christmas!” y en vez de Papanoeles, por la capital desfilaban militares que controlaban que nadie, bajo ningún concepto, colgara ramillas de acebo para decorar sus casas.

El motivo es muy simple: la Navidad estaba prohibida.

Di no a las Navidades. Cuesta creerlo a las puertas de 2025, cuando las Navidades se presentan como la etapa más amable del año y hay ayuntamientos gastándose auténticas fortunas en decorar sus calles con millones de leds, pero la cosa era bien distinta en las islas británicas a mediados del siglo XVII. En un contexto político, social y religioso convulso, marcado por la guerra civil inglesa, las autoridades decidieron prohibir la celebración de las Navidades. Literalmente. Sin metáforas. En 1647 el Parlamento aprobó una ordenanza que abolía cualquier festejo navideño.

Christmaseve1878
Christmaseve1878

Se acabó la fiesta (por decreto). La norma en cuestión se bautizó como ‘Ordinance for Abolishing of Festivals’, se aprobó en junio de 1647, y su mensaje no podía ser más claro: tras denunciar que la Navidad, Pascua, Pentecostés y el resto de festividades consideradas “Días Santos” se habían usado “supersticiosamente”, la Cámara decretaba su abolición. “Que ya no se observen como festividades o días santos dentro de este Reino de Inglaterra y el dominio de Gales, a pesar de cualquier ley o costumbre”.

En un artículo publicado en The Conversation, Martyn Bennet, profesor de Historia Moderna de la Universidad de Nottingham Trent, recuerda que la prohibición de la Navidad se extendió a los reinos de Inglaterra (que por entonces incluía Gales), Escocia e Irlanda. La prohibición duró varios años y fue rotunda: vetaba las celebraciones en los hogares, bajo pena de multas, y se extendió también a los negocios, obligados por decreto a abrir el 25 de diciembre como si se tratara de un día convencional. A cambio, el Parlamento estableció festivos de carácter secular.

Un espejo de su tiempo. Lo de que se prohíba la celebración de las Navidades con una ley quizás resulte llamativo (o no, al fin y al cabo sigue habiendo quien “la estira” vía decreto), pero la medida se entiende mejor en el complejo contexto social y político de la Gran Bretaña del XVII. Para empezar porque la ordenanza de 1647 no era del todo nueva. No hacía otra cosa que extender una norma previa, de 1644, cuando aprovechando que el 25 de diciembre coincidía con el día de oración y ayuno mensual del Parlamento, las autoridades prohibieron celebrar oficios religiosos.

Dos años antes de la ordenanza “anti Navideña”, en 1645, la misma Cámara había dado luz verde además a un “directorio de culto público” que pautaba nuevas formas de celebración para la Iglesia anglicana y ordenaba que Navidades o Pascua, entre otras fiestas religiosas, no debían acompañarse de servicios especiales.

Y todo eso, ¿por qué? Por religión. Y política. Las Navidades de la segunda mitad de la década de 1640 quizás no fueran muy ortodoxas en Gran Bretaña; pero lo cierto es que tampoco eran tiempos tranquilos a nivel político. Entre 1642 y 1651 el reino encadenó las denominadas guerras civiles inglesas entre realistas y parlamentarios. La ordenanza “anti Navidad” del 47 llegó de hecho poco después de la primera guerra civil, en la que los parlamentarios se impusieron a los partidarios de Carlos I.

Con ese telón de fondo, los puritanos hicieron valer su influencia en el Parlamento para, entre otras cuestiones, emprender una peculiar cruzada contra la Navidad. Para ellos sus festejos y cánticos, por no decir directamente la propia celebración del nacimiento de Cristo cada 25 de diciembre, resultaban aborrecibles por varias razones. No encontraban justificación en la Biblia para semejante festejo, lo consideraban una tradición “papista” y la forma de conmemorar las Navidades les resultaba pecaminosa.

En el XVII como en el XXI. Salvando la evidente distancia histórica, en realidad no había grandes diferencias entre cómo celebraban la Navidad en la Inglaterra del siglo XVII y cómo lo hacemos nosotros ya bien entrado el XXI. Cada 25 de diciembre se conmemoraba el nacimiento de Cristo e iniciaba un período de festividades que se prolongaba hasta el 5 de enero. Todo acompañado de servicios especiales en las iglesias, casas decoradas con acebo, hiedras y muérdago y horarios reducidos en los negocios. No faltaban las representantes teatrales, los cánticos, villancicos, banquetes a base de pavo o pasteles de carne picada, entre otros manjares, y las jarras de cerveza.

Una fiestas “inaceptables”. Bajo el nuevo sistema presbiteriano esas celebraciones pasaron a considerarse excesos. Y como tales, se les puso freno. “Las festividades habituales durante los 12 días de las Navidades se consideraron inaceptables. Los comercios tuvieron que permanecer abiertos durante todo el período, incluido el día de Navidad. Se prohibió la exhibición de adornos navideños y se restringieron otras tradiciones, como los banquetes y consumo festivo de alcohol, que se ingería en grandes cantidades al igual que ahora”, recuerda el profesor Martyn Bennet en The Conversation.

¿Y cómo reaccionó el pueblo? Aquello de renunciar a la celebración de las Navidades no gustó a todo el mundo. Así que ocurrió lo esperable: hubo quien optó por hacer oídos sordos e ignorar la ordenanza del Parlamento. Quizás los villancicos ya no pudiesen corearse a pleno pulmón por las calles, pero a las autoridades puritanas les resultaba muy difícil evitar que se cantasen de forma clandestina. Hubo incluso quien decidió saltarse abiertamente las nuevas restricciones, lo que dio lugar a sonados (y en algunos casos violentos) encontronazos con la justicia.

En Norwich el alcalde decidió hacer la vista gorda y permitió que sus vecinos festejasen las Navidades como siempre, lo que derivó en disturbios, al igual que en Bury St. Edmund o Ipswich. Bennet recuerda cómo en algunos casos la tensión escaló hasta derivar en situaciones dramáticas: en la primavera de 1648 los vecinos de Norwich se movilizaron para evitar que su regidor tuviese que acudir a Londres a dar explicaciones por su tolerancia hacia las Navidades. El resultado fue una revuelta considerable que acabó con un polvorín saltando por los aires y decenas de muertos.

De la religión a la política. Que los villancicos y banquetes navideños se convirtiesen en un foco de revueltas tal vez parezca exagerado, pero es que en la Gran Bretaña del XVII la Navidad era más que fiesta o religión. Era política. Y poder. Se vivieron momentos de tensión también en Kent y Canterbury, donde colgar acebos en las puertas se convirtió en todo un acto de rebeldía, y se compuso una balada popular, ‘El mundo al revés’, para denunciar la prohibición de las Navidades.

Lejos de ceder, el Parlamento aprobó nuevas normas reforzando su veto en 1652 y tres años después aumentaron los esfuerzos para reprimir las celebraciones navideñas. Asistir a servicios navideños pasó a estar multado. Y los comercios tenían prohibido cerrar antes el día de Navidad.

¿Problema u oportunidad? De poco les sirvió. En 1656 el Parlamento se lamentaba de cómo la gente ignoraba sus restricciones. La situación se veía con ojos bien distintos desde el bando realista, que encontró en el descontento desatado por la represión de la Navidad una valiosa palanca para impulsar su propia causa.

Tras el veto de 1647, los monárquicos supieron canalizar el enfado popular y contribuyeron a organizar revueltas. De hecho hay historiadores convencidos de que la represión de la Navidad contribuyó a revivir la guerra civil. Por si quedasen dudas de hasta qué punto tenían un componente político las fiestas, cuando llegó la Restauración monárquica, en 1660, las autoridades decidieron declarar nula la legislación aprobada desde 1642… Y, por supuesto, permitir de nuevo los festejos a base de acebo, villancicos, pavo y cerveza entre el 25 de diciembre y 5 de enero.

Imágenes | Wikipedia 1 y 2

En Xataka | Cómo España se inventó la tradición del panettone, el dulce italiano que llevaba 50 años hundido en la marginalidad

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