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Hay ciudades en las que morirse es ilegal. Y en algunos casos te castigaban si se te ocurría fallecer
Las leyes y normativas cumplen un propósito. Hay algunas que pueden sonar absurdas (como que hay monjes chinos que no pueden reencarnarse sin permiso o que en Reino Unido los menores de 14 años deben seguir practicando diariamente el tiro con arco), pero otras que parecen una broma tienen su sentido. Por ejemplo, hay un pueblo español que prohibió dejar el cubo de fregar en la terraza. También que los perros ladren por las noches.
Es sentido común, pero es curioso que haya una ley al respecto. Tan curioso como que haya sitios en los que esté prohibido… morirse. Suena a broma de mal gusto, pero realmente tiene sentido y son varios los municipios y lugares en los que morirse es ilegal.
Si mueres, te denuncio. Viajemos a Francia, concretamente a un pueblecito en el suroeste del país con menos de 300 habitantes llamado Sarpourenx. Gérard Lalanne era su alcalde y, en 2008, lanzó el siguiente aviso a los residentes:
“Todas las personas que no tengan una parcela en el cementerio y deseen ser enterradas en Sarpourenx tienen prohibido morir en la parroquia”. Hasta aquí, puedes pensar algo como “¿qué dice este señor?”, pero la guinda del pastel era el aviso final de Lalanne: “Los infractores serán severamente castigados. Puede que para algunos sea motivo de risa, pero no para mí”. ¿El motivo de esta amenaza y prohibición? Días antes, un tribunal administrativo declaró que la adquisición de terrenos privados adyacentes al cementerio municipal para su ampliación no estaba justificada.
Lo absurdo como protesta. No era la primera vez que una ciudad francesa declaraba la ilegalidad de morir en ella. En el año 2000, la ciudad costera de Le Lavandou también declaró que era ilegal fallecer en la misma, pero del mismo modo que ocurrió en Sarpourenx, se trataba de una protesta debido a la falta de espacio en el cementerio.
Frustrado por la cantidad de propuestas rechazadas para construir un nuevo cementerio, el alcalde de la localidad decidió aprobar esta medida simbólica que prohibía a los habitantes morir si aún no habían adquirido una parcela. A modo de broma, la prensa afirmó en su día que la medida estaba funcionando, ya que no había muerto nadie desde que se aprobó.
Lanjarón. Comentados estos dos casos franceses, hay que decir que la prohibición de morir no es algo nuevo. Uno de los primeros casos se dio en la isla griega de Delos, donde morir estaba prohibido por motivos religiosos. Sin embargo, actualmente la mayoría de estas prohibiciones tienen un carácter simbólico para protestar por la falta de espacio en los cementerios.
En España también hemos tenido nuestra ración de prohibición, siendo el caso de Lanjarón célebre en 1999. Como el cementerio estaba demasiado lleno, se prohibió que alguno de sus 4.000 habitantes muriera hasta que los funcionarios municipales encontraran terrenos para construir o ampliar el cementerio. José Rubio era el alcalde en ese momento y comentó que hubo quejas del sacerdote, de floristas, sepultureros y funerarias, pero que incluso sus rivales políticos se lo tomaron con humor y un fuerte deseo de “cumplir con la ley”.
Poca broma. También ha habido casos mucho más serios, como el de Douai, una ciudad francesa de 40.000 habitantes en la que no hay médicos suficientes y donde se declaró que era ilegal morir en casa debido a que el traslado de un cadáver solo puede realizarse si lo firmaba un médico, una tarea difícil debido a la situación. Aquí no hay lugar a la comedia debido a que hay personas que fallecen y se quedan retenidas en sus casas a la espera de que un médico quede libre y pueda certificar la defunción.
Cuestión de salud. Reivindicación aparte, hay casos en los que estas prohibiciones tienen todo el sentido del mundo más allá de la crítica. Por ejemplo, en la ciudad noruega de Longyearbyen, también es ilegal morirse no por cuestión de espacio, sino porque los cuerpos, directamente, no se descomponen. Se trata de una recomendación del gobierno local que se instauró en 1950 debido a que, con las temperaturas tan bajas, si alguien fallecía por una enfermedad contagiosa, era muy posible que su enfermedad no muriera con él.
Actualmente, si alguien de Longyearbyen muere, es trasladado en avión al continente, donde es enterrado. Y esto no es una alarma sin fundamento: en una exhumación realizada en el 2000, los científicos recuperaron muestras de la gripe española que asoló Europa en 1918. La cepa se extinguió, pero se mantuvo en perfecto estado en esos cuerpos exhumados y enterrados en lo que podíamos considerar como… un congelador.
Simbolismo. Protestas y responsabilidad pública al margen, hay algunos lugares en los que morir es ilegal debido a motivos religiosos. Un caso es el de Itsukushima, una isla japonesa que está considerada lugar sagrado y, con el objetivo de mantener su pureza, es ilegal morir desde el año 1978. Tampoco puedes nacer en esa isla, por lo que si hay mujeres con un avanzado estado de gestación, deberán abandonar la isla.
Y, claro, hay mucho mito, como el que afirmaba que no podías morir en el Parlamento británico debido a que, por su condición de edificio real, si falleces en su terreno tendrían que enterrarte con todos los honores de estado.
Imágenes | Philipsakwari
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He usado el reMarkable Paper Pro durante dos semanas. Está increíblemente limitado… y ese es su mayor acierto
He pasado un par de semanas con el reMarkable Paper Pro y todavía me sorprendo cuando lo saco de su funda. Es curioso cómo un dispositivo que aspira a replicar algo tan analógico como el papel genera esa permanente sensación de novedad.
Quizás sea el color –sí, reMarkable ha dado el salto al color–, quizás por el tamaño de pantalla algo más grande, que roza las 12 pulgadas. O quizás por el reducido grosor y la suma de todo lo demás, que invita a escribir y dibujar en él sin distracciones. Ese último matiz es clave.
Es un dispositivo que tiene algo especial.
Ficha técnica del reMarkable Paper Pro
reMarkable Paper Pro |
|
---|---|
Dimensiones y peso |
274,1 x 196,6 x 5,1 mm 525 g |
pantalla |
Canvas Color (E Ink Gallery 3) 11,8″ 2.160 x 1.620 px (4:3) |
procesador |
Quad-Core A53 1,8 GHz |
memoria ram |
2 GB LPDDR4 |
almacenamiento |
64 GB |
batería |
5.030 mAh USB-C |
sistema operativo |
reMarkable OS (basado Linux) |
formatos |
PDF, EPUB PDF, PNG, SVG |
otros |
Compatible con macOS, Windows, IOS y Android Reconocimiento de escritura MyScript Soporte lápiz |
precio |
El primer contacto
Cuando lo saqué de su caja al recibirlo, lo primero que llamó mi atención fue su ligereza y lo fino que parece. No es pequeño, pero apenas sobrepasa el medio kilo de peso. Es delgado, es elegante. Por detrás no es demasiado bonito, pero sí transmite una sensación de calidad que ayuda a empezar a justificar su alto precio: 649 euros para empezar a hablar. Suelen ser más, luego lo entenderán.
La configuración inicial es muy sencilla, lo esperable en un dispositivo de usos reducidos. En menos de cinco minutos ya estaba comenzando a escribir, probando los distintos pinceles y las herramientas disponibles.
Y ahí viene la primera sorpresa. Quizás resulte obvio, pero con el uso uno cae en la cuenta: los colores del reMarkable Paper Pro no tienen nada que ver con los de una tablet al uso. Son suaves, apagados, como pintar con acuarela sobre papel reciclado. Hay quien dice que le encanta. No es mi caso, ojalá algo más de vida. Cuestión de gustos, supongo.
Escribiendo a mano
Escribir en el reMarkable Paper Pro es… diferente. No es mejor ni peor que su predecesor, el reMarkable 2, solo diferente. El nuevo Marker, el lápiz, tiene una punta algo más dura y se desliza más fácilmente sobre la pantalla. Habrá quien extrañe la resistencia del modelo anterior, ya que simulaba una mejor fricción, como en el papel de verdad. En mi caso, creo que prefiero esta, más suave.
Lo que sí me ha convencido del todo desde el principio es el efecto de los colores al escribir. No aparecen de inmediato, sino que hay un pequeño retraso entre el momento en que trazamos una línea y el instante en que el color termina de asentarse en la pantalla.
Al principio pensé que era mero lag, luego entendí que es una animación que simula el efecto de la tinta secándose ante nuestros ojos, o el grafito terminando de asentarse. Es bastante hipnótico y añade cierta naturalidad a la escritura frente a la inmediatez de un iPad Pro, por ejemplo.
Las sorpresas agradables…
La retroiluminación frontal es un añadido que hacía mucha falta. Hay quien defendía que el reMarkable 2 estaba bien sin luz, honestamente yo no podía entenderlo. El reMarkable Paper Pro sí trae retroiluminación, aunque intencionalmente tenue: la justa para poder tomar notas en condiciones de baja luz.
No es que me lleve el reMarkable Paper Pro a la cama para anotar nada, pero hay escenarios poco habituales donde esa retroiluminación marca la diferencia entre que sea usable o no. Me ocurrió en un avión en el que volaba de noche, la mayoría dormían, las luces se apagaron y apenas se veía nada. Sin la pantalla iluminada no hubiese podido usarlo en un rato que era idóneo para lo que quería hacer con él.
La gran autonomía del reMarkable Paper Pro no es exactamente una sorpresa, pero acostumbrado a dispositivos de carga nocturna imperativa, siempre se agradece una autonomía de días y días de uso.
El nuevo Marker necesita carga, claro, pero la recibe de forma magnética, en un bisel, como el Apple Pencil, así que nunca será un problema encontrarlo sin batería.
…y los compromisos
No todo es perfecto, claro. El reMarkable Paper Pro es una herramienta especializada, no una tablet todoterreno. Su precio, en cambio, compite contra las segundas, que pueden hacer algo similar a lo que hace ella… y muchísimo más.
Además, la pantalla de tinta electrónica tiene sus limitaciones: hay cierto retraso al pasar páginas o cargar documentos, y los colores, aunque útiles, son muy limitados –y apagados– en comparación a los de cualquier panel LCD u OLED.
Y volvemos al asunto del precio. Por 649 euros (y más si quieres añadir el Marker Plus, la funda oficial o el teclado Type Folio) más o menos puedes conseguir un iPad Air o una tablet similar con Android.
Pero esa es precisamente la cuestión: el reMarkable Paper Pro no pretende hacer de todo, sino hacer una sola cosa bien. Y de paso, ahorrarte las distracciones que supone una tablet. En ese sentido también quiere ser lo más parecido posible al papel.
En la rutina
En mi día a día habitual no suelo escribir manualmente así me aten de pies y manos, así que tuve que crearme una nueva rutina para probar el reMarkable:
- Un amigo me pidió que leyera su libro aún por publicar para darle feedback, me vino de perlas para tomar notas en él.
- Dibujar esquemas de artículos largos o puntos a tocar en el guión del podcast en él.
- Tomar notas en reuniones antes de sintetizar luego el contenido de cada una en mi Notion.
La ausencia de distracciones (no hay notificaciones, ni apps, ni la suma de ambas: tentaciones) hace que sea mucho más fácil mantener el enfoque en la tarea en cuestión.
La organización de los documentos es muy intuitiva, aunque echo de menos algunas funciones un poco más avanzadas. Por ejemplo, poder crear subcolecciones dentro de las carpetas, o vincular notas entre sí, algo que sería muy útil y que cualquier aplicación de notas ya incorpora (Notion, Craft, Notas…).
La sincronización con otros dispositivos funciona genial mediante la aplicación reMarkable, y hace muy fácil tanto acceder a las notas desde el móvil o el ordenador como enviar archivos inmediatamente al dispositivo. Incluso haciendo una foto a un documento en papel para que aparezca en él como un PDF más. Y luego hasta podemos trabajar sobre él gracias al uso de capas. Es fantástico.
Para quién es y para quién no
Tras este tiempo de uso, tengo muy claro que el reMarkable Paper Pro no es para todo el mundo.
❌ Si buscas algo en lo que tomar notas y prefieres la versatilidad, hay decenas de opciones estupendas en las que tomar notas, pero también ver películas y series, acceder a webs, consultar el correo, escuchar música, leer, etc. Incluso más baratas.
✅ Si tomas muchas notas a mano, necesitas leer y anotar en documentos de forma habitual, y valoras la experiencia de escribir sin distracciones en lo más cercano posible al cuaderno tradicional… en ese caso el reMarkable Paper Pro puede ser una inversión que vale la pena considerar.
reMarkable Paper Pro, la opinión de Xataka
El reMarkable Paper Pro es un dispositivo fascinante. Ocupa un nicho muy muy específico en el mercado. No es perfecto –vaya precio, el retraso de la tinta electrónica a veces frustra–, pero es extraordinariamente bueno en lo que hace… y certero en lo que no: es imposible distraerse trabajando con él.
Lo que más me impresionado no es ninguna función concreta, sino cómo el conjunto crea una experiencia coherente, satisfactoria. Es un dispositivo que te hace querer usarlo, resulta magnético, invita a escribir e invita a pensar. En un mundo donde la tecnología suele ser una distracción más que una ayuda reflexiva, es algo que celebrar y reconocer.
¿Es el reMarkable Paper Pro el futuro de la escritura digital? Probablemente no, portátiles y tablets son demasiado convenientes. Pero es un vistazo muy interesante a cómo la tecnología puede preservar y mejorar una experiencia tan analógica como la escritura manual en lugar de simplemente reemplazarla.
No será un dispositivo masivo, pero ejecuta con maestría la vocación del nicho al que se dirige. No formo parte de él, pero en cierta forma lo echaré de menos.
En Xataka | Hay un superpoder que mejora la memoria y la capacidad de aprendizaje: escribir a mano
Imagen destacada | Xataka
Este dispositivo ha sido cedido para prueba por parte de reMarkable. Puedes consultar cómo hacemos las reviews en Xataka y nuestra política de relaciones con empresas.
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Hace 7.000 años los plátanos tenían semillas y casi no eran comestibles. La ciencia aún estudia cómo llegaron a lo que son hoy
Ni las grandes novelas de León Tolstói o Víctor Hugo, ni las desbordantes sagas llenas de volantazos argumentales escritas por Tolkien o George R.R. Martin. Si quieres disfrutar de una historia realmente compleja, llena de misterios, sumérgete en la intrincada crónica de cómo hemos llegado a cultivar los plátanos que puedes encontrar en la frutería de tu barrio. Tal vez parezca exagerado, pero los científicos llevan años quemándose las pestañas para desenmarañar su domesticación.
Gracias a sus esfuerzos ahora conocemos cómo era su ancestro remoto de hace 7.000 años. Y espóiler: poco se parece a las bananas actuales.
¿Tan complicada es? Y tanto. Buena prueba es que hace un año un grupo de ocho investigadores de Francia, Bélgica y Papúa Nueva Guinea publicaron un extenso estudio en Frontiers en el que básicamente indagaban en el proceso de hibridación y domesticación de los plátanos, deteniéndose de paso en sus ancestros silvestres desaparecidos. En el proceso tuvieron que analizar 68 muestras de parientes silvestres y de 154 tipos de plátanos cultivados.
Si la aventura no era lo suficientemente ardua de por sí, se complica aún más por la propia diversidad de la fruta: como recuerdan en Science, hay plátanos con dos conjuntos de cromosomas y otros con tres o más, lo que nos habla sobre su origen como híbridos. “La domesticación del plátano es mucho más complicado de lo que pensaba”, admitía Loren Rieseberg, de la Universidad de Columbia Británica.
Un viaje de miles de años y kilómetros. Gracias a la labor de los investigadores hoy sabemos que el plátano tiene sus orígenes en una amplia región del sudeste asiático y Oceanía e incluso acotar en cierto modo su ‘nacimiento’.
“Fue domesticado a partir de Musa acuminata, una especie silvestre perteneciente a las monocotiledóneas, hace más de 7.000 años, seguramente en Nueva Guinea”, detallan los investigadores en su estudio. Durante la transición del estado silvestre al cultivo domesticado, se cuidaron sobre todo dos rasgos: la partenocarpia, que es la capacidad de producir frutos sin polinización previa; y la esterilidad, dos rasgos que aseguraban frutos comestibles carnosos y libres de molestas semillas.
¿Cómo era ese ancestro de hace 7.000 años? Bastante distinto de los plátanos actuales. Su pulpa era casi incomestible y contenía semillas negras. De hecho aprovechábamos otras partes las plantas: las flores y tubérculos enterrados y la fibra de los troncos, que se usaban para elaborar cuerdas y ropa. “Estaban muy lejos de los plátanos que vemos hoy”, señala Julie Sardos, científica de la Alliance of Bioversity International y una de las autoras del artículo de Frontiers.
El antepasado silvestre predominante de los plátanos es el Musa acuminata, que surgió hace alrededor de 10 millones de años probablemente en la región norte de Indo-Birmania, pero mucho más complicado es precisar cómo fue el proceso de “domesticación” que nos permite disfrutar de la fruta actual. Se sabe que entraron en juego otros ancestros silvestres conocidos, pero en 2020 se averiguó que hay otras especies que contribuyeron al plátano moderno. Eso sí, no se concretó cuales.
Acotando el foco. Es ahí donde centró parte de sus esfuerzos la nueva investigación, que gracias al estudio de una considerable cantidad de muestras de parientes silvestres y tipos de bananos cultivados llegaron a algunas conclusiones interesantes. La primera, que efectivamente todo indica que en origen los plátanos se cultivaron en Nueva Guinea. Segundo, que la “banskia”, una subespecies del M. acuminata, pudo ser la primera domesticada y contribuyó a variedades cultivadas.
El estudio indica además la existencia de tres ancestros antes desconocidos. “Se detectaron tres reservas genéticas indefinidas, es decir, en cuya muestra no se encuentran individuos no mezclados procedentes de las poblaciones de origen”, recoge el estudio. El hallazgo de esos tres acervos genéticos sin muestras de referencia concuerda, abundan, con estudios publicados en 2020 y 2021.
¿Qué tres ancestros? El estudio de 2022 dejó botando sobre la mesa esa pregunta, con las tres especies pendientes de identificar. “Nuestra convicción personal es que aún viven en algún lugar de la naturaleza, ya sea mal descrito por la ciencia o no descritos, en cuyo caso es probable que estén amenazados”, señala Sardos. Sus análisis reflejan que uno de esos antepasados pudo llegar de la región entre el Golfo de Tailandia y el oeste del Mar de China Meridional; otro de entre el norte de Borneo y Filipinas; y la tercera de la isla de Nueva Guinea.
Desenmarañando la historia. “La M acuminata se cultiva desde hace 7000 años. Los progenitores silvestres de la planta moderna eran variedades diploides, con dos juegos de cromosomas, que producían frutos incomestibles con semillas pequeñas, duras y negras, y poca pulpa”, concuerda la Universidad de Arizona.
Gracias a “hibridaciones entre distintas subespecies y variedades” hemos conseguido los frutos comestibles, libres de pepitas, dulces y carnosos que han convertido al plátano en un cultivo tan popular. A Europa llegaron en el siglo X. Y desde aquí, a través de los marineros portugueses y exploradores españoles, acabaron cruzando el charco y trasladándose a América ya en el XVI.
Es ciencia, y es economía. Desenmarañar la intrincada historia del plátano sirve para algo más que satisfacer la curiosidad de los científicos y ampliar nuestra comprensión de nuestro entorno. Más allá de la teoría, de la botánica, la biología y el estudio genético, la investigación de Sardos y sus compañeros tiene un enfoque eminentemente práctico. Uno además con una valiosa vertiente económica.
“El sector del plátano es una industria en crecimiento de 25.000 millones de dólares y se prevé que crezca a una tasa de crecimiento anual compuesta del 4,5% entre 2022 y 2027. La cadena de valor del plátano proporciona empleo directo a millones de personas en todo el mundo”, recoge el International Institute of Sustainable Development, IISD. Solo en 2021 el volumen de producción mundial alcanzó los 125 millones de toneladas, según el portal estadístico Statista.
Conocer… y ayudar. Como todo cultivo, las plantaciones de plátanos afrontan sin embargo riesgos importantes, como el azote del mal de Panamá o la “marchitez bacteriana del plátano”. Conocer mejor el acervo genético de los plátanos puede ayudar a la industria a combatir contra esos patógenos, sobre todo los que afectan a los Cavendish, ahondando en su conocimiento e incluso introduciendo genes de ancestros que pueden ayudar a fortalecer los plátanos modernos.
Imágenes | Alliance Bioversity & CIAT-S. Carpentier y Sardos, Breton, Perrier, Van den Houwe, Carpentier, Paofa, Rouard y Roux (Frontiers)
*Una versión anterior de este artículo se publicó en noviembre de 2023
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Antes solo había que fijarse en el motor del coche. Ahora hay que mirar hasta el procesador que lleva
Hace unos años, los compradores de coches solo tenían que preocuparse por la mecánica. Hoy, una interfaz que va a tirones o una pantalla que tarda en responder puede arruinar por completo la experiencia de uso de un vehículo de 30.000 euros. Es importante mirar el procesador que lleva. Como al comprar un ordenador.
Por qué es importante. Pasamos más tiempo interactuando con las pantallas y sistemas digitales de nuestro coche que sacando jugo a su motor. Un procesador mediocre puede poner nuestra paciencia a prueba en cada viaje. Hasta los benchmarks de Android llegan a los coches.
En perspectiva. Este tipo de funciones y añadidos dependen directamente de la capacidad de nuestro coche. Su nivel resolutivo depende de la calidad del procesador, además de la interacción con las pantallas o los sistemas de voz.
El procesador del coche puede afectar a…
- La velocidad de respuesta de la pantalla táctil.
- La fluidez del sistema de navegación.
- El tiempo de arranque del sistema.
- La capacidad para ejecutar varias aplicaciones a la vez.
- La respuesta de cámaras y sensores.
- La calidad de la interfaz de usuario.
Entre líneas. Hay coches con buenos motores y acabados más que aceptables que luego se ven lastrados por interfaces lentas o sistemas que van a tirones. Buena parte del origen de esos problemas está en el procesador, que acaba siendo su talón de Aquiles.
Y los fabricantes han aprendido la lección. El anuncio del Snapdragon 8 Elite llegó junto al lanzamiento de las nuevas plataformas de Qualcomm para automóviles. Y reflejan esta realidad: los chips más potentes ya no solo se destinan a móviles y ordenadores, también a coches.
¿Qué mirar? Al comprar un coche nuevo cada vez más es momento de hacer preguntas hasta ahora limitadas a ordenadores y dispositivos móviles, como el procesador, su generación, la RAM disponible para el sistema de infoentretenimiento, la capacidad de actualización del software, la fluidez de la interfaz en una prueba real o las experiencias de otros usuarios sobre la respuesta del sistema.
No solo se trata de tener pantallas llamativas, sino un buen procesador que no genere un retraso en la respuesta de las cámaras al aparcar, o en la generación de rutas del sistema de navegación. O en el uso de Android Auto o Apple CarPlay sin lag.
En resumen. Una demostración completa y lo más realista posible del sistema de infoentretenimiento se añade ahora a la lista de tareas a completar antes de decidirnos por un coche. Una prueba de todas las funciones, abriendo y cerrando aplicaciones, comprobando la respuesta de las cámaras, etc.
Un procesador potente en el coche ya no es un lujo, sino una necesidad para una experiencia de conducción a la altura.
Imagen destacada | Qualcomm
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