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La industria del acero tiene un problema de contaminación. El lodo rojo tóxico del aluminio quiere ser la solución

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Fabricar acero es un proceso muy contaminante. Este material es extremadamente importante para nuestras necesidades actuales, pero al igual que ocurre con el hormigón, fabricarlo sale caro. No en un sentido económico, sino medioambiental. Se estima que la industria del acero genera casi un 10% de las emisiones de CO₂ a nivel mundial causadas por nuestra actividad, algo que se traduce de una forma más sencilla: por cada tonelada de acero que producimos, se emiten dos toneladas de CO₂ a la atmósfera.

El “acero verde” es una posible solución, y un reciente estudio apunta que se puede acabar con otro gran problema a la vez que producimos acero ‘ecológico’: con el del lodo rojo tóxico del aluminio.

Produciendo acero. La gran mayoría del acero que producimos actualmente se obtiene mediante la fórmula clásica. Esto implica que fundimos hierro, derivados del carbón y caliza en hornos en los que hay un alto contenido de carbono, posteriormente refinamos el resultado para reducir el contenido de carbono y, en esencia, ya lo tendríamos. El problema es que utilizamos muchísima energía en el proceso y se liberan residuos. Todo esto contribuye a que sea un proceso muy contaminante.

En 2022, la European Steel Association emitió un informe en el que se indicaba que la industria del acero mundial había producido un total de 1.880 millones de toneladas de acero, lo que supuso la emisión de unas 3.600 millones de toneladas de CO₂ a la atmósfera. Hay herramientas a nuestro alcance para reducir la producción de acero, como el reciclado del mismo, pero como tenemos que seguir produciendo, urge encontrar nuevas formas de hacerlo a la vez que emitimos menos CO₂.

El “acero verde”. Ahí es donde entra en juego lo que se ha denominado como “acero verde”. El proceso es el mismo, ya que la estructura del acero no cambia, pero lo que sí es diferente es la fuente de energía que utilizamos para conseguir ese acero. Mientras la industria tradicional emplea combustibles fósiles, lo que se propone con el “acero verde” es utilizar hidrógeno verde como fuente energética.

Hidrógeno verde. Antes de continuar, hay que hacer un inciso para hablar del hidrógeno verde. El hidrógeno es el elemento químico más abundante del universo y está muy presente en la Tierra, pero el problema es que no se suele encontrar aislado, sino combinado con otros elementos. Para poder extraer el hidrógeno que está combinado con otros elementos (como con el oxígeno en forma de agua o con carbono para formar hidrocarburos), hay que realizar un proceso que consume energía.

Tradicionalmente, se han utilizado combustibles fósiles para ello (y sigue siendo la manera más extendida para conseguir hidrógeno), pero también podemos extraer el hidrógeno utilizando la energía de fuentes renovables en el proceso. A ese hidrógeno que se consigue utilizando energía solar, eólica o hidroeléctrica, por ejemplo, es al que llamamos “hidrógeno verde”.

Lodo rojo tóxico. Dicho esto, podemos decir que el “acero verde” es el que conseguiríamos utilizando el hidrógeno verde como fuente de energía. Ahora bien, los científicos del Instituto Max Planck de Investigación del Hierro —un centro alemán—, han ido un paso más allá. ¿Y si, además de utilizar hidrógeno verde como fuente de energía, pudiésemos aprovechar el lodo rojo tóxico que se produce como residuo en la fabricación de aluminio?

La industria del aluminio produce unos 180 millones de toneladas de este lodo rojo al año. Es un residuo muy alcalino que contiene trazas de metales pesados, como puede ser el cromo. En varios países, estas trazas se llevan a grandes superficies al aire libre, donde se secan como si fuera un vertedero, y el gran problema —uno de ellos— es que el viento puede arrastrar partículas. Es extremadamente corrosivo y se ‘come’ el hormigón, algo que ya ha provocado algún que otro desastre natural.

Butzflethermoor Rotschlammdeponie Luftaufnahmen 2012 05 By Raboe 478 1
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“Piscina” de lodo rojo en Alemania

2×1. Lo que proponen en Max Planck es utilizar esos residuos para fabricar acero. Matic Jovičevič-Klug es uno de los investigadores responsables del estudio y afirma que su proceso “podría resolver el problema de los residuos de la producción de aluminio y, al mismo tiempo, mejorar la huella de carbono de la industria siderúrgica”. Lo que han demostrado es que este lodo rojo se puede utilizar como materia prima en la fabricación del acero gracias a que cuentan con u 60% de óxido de hierro.

Los científicos del Max Planck fundieron el lodo rojo en un horno de arco eléctrico y, a la vez, reducen el óxido de hierro contenido en él, dando como resultado a hierro. Como fuente de calor se utiliza un plasma que contiene un 10% de hidrógeno. Esta “reducción de plasma” tarda sólo unos diez minutos y los responsables apuntan que el hierro resultante es tan puro que se puede procesar directamente para obtener acero.

Red Mud
Red Mud

Proceso para separar las partículas de hierro y los desechos y cómo unas se pueden enfocar a la creación de acero y, el resto, en la industria de la construcción (entre otras)

Aprovechando los desechos. Los óxidos metálicos que no se convierten en hierro han reducido su nivel de toxicidad, pero además se solidifican al enfriarse y se convierten en un material similar al vidrio que se puede utilizar como material también en la industria de la construcción. Es decir, con este método, lo que proponen es una solución a tres bandas: se consume lodo rojo tóxico, sus deshechos se pueden aprovechar y, en lugar de utilizar combustible fósil como alimento en los hornos, se utiliza hidrógeno verde.

Ahorrando CO₂. Con este proceso, los investigadores afirman que se pueden ahorrar grandes cantidades de carbono. Isnaldi Souza Filho es uno de los miembros del grupo y afirma que “si se utilizara hidrógeno verde para producir hierro a partir de los 4.000 millones de toneladas de lodo rojo que se han generado hasta la fecha en la producción mundial del aluminio, la industria del acero podría ahorrar casi 1.500 millones de toneladas de CO₂”. Esto supone casi la mitad de las toneladas de CO₂ que emitimos en 2022.

Y dinero. Estos hornos de arco no son nuevos, ya que se emplean en la industria para fundir la chatarra y, además, los investigadores afirman que saldría rentable a la industria del acero. “Con hidrógeno y una combinación de electricidad para el horno, el proceso merece la pena si el lodo rojo contiene un 50% o más de óxido de hierro. Si se tienen en cuenta los costes de eliminación del lodo rojo, sólo con un 35% de óxido de hierro extraído en el proceso ya sería rentable”, afirman desde el estudio, apuntando que “son estimaciones conservadoras”.

El reto del hidrógeno verde. El director del Instituto Max Planck afirma que “ahora le toca a la industria decidir si utilizará la reducción de lodo rojo mediante plasma para obtener hierro”, pero puede que la cosa no sea tan sencilla si tenemos en cuenta que la industria energética aún debe dar pasos adelante para que el hidrógeno verde sea una fuente energética potente.

La Asociación Europea del Acero ya apuntó hace unos años que, si se quiere descarbonizar la industria, debemos producir muchísimas más toneladas de hidrógeno verde. Afirmaron que se necesitarían 5,5 millones de toneladas de hidrógeno para que la producción de acero en la Unión Europea fuera “verde”, pero actualmente la producción de hidrógeno es de poco más de 100 millones de toneladas, contando hidrógeno verde… y de otros colores.

Por tanto, el cuello de botella no está en saber cómo fabricar “acero verde”, sino en contar con más hidrógeno verde para que todo esto tenga sentido.

Imágenes | Nature, Gobierno de Hungría, Alfred T. Palmer, Ra Boe

En Xataka | Un experimento para fabricar oxígeno en la Luna nos acerca a un hito en la Tierra: el acero verde

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los aranceles les han cortado las alas antes de despegar

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La industria de los artículos de lujo afronta una difícil encrucijada ante las nuevas políticas arancelarias impuestas por EEUU. Aunque Trump ha dado un pequeño respiro de 90 días a la economía mundial, la imposición de aranceles hasta el 20% a productos europeos, supone un duro golpe a las marcas de moda, relojería y accesorios de alta gama.

El sector del lujo no solo se enfrentan a una inevitable subida en el precio de sus productos, sino que también pone sobre la mesa el futuro de las etiquetas “Made in Italy” o “Swiss Made” que lucen algunos de los productos más caros y exclusivos como sinónimo de diseño y calidad.

La industria del lujo frente a los aranceles. Europa lleva décadas siendo el epicentro de la moda y el lujo mundial. Grandes marcas como Louis Vuitton, Hermès, Cartier, Chanel, Rolex o Phillipe Pattek prosperan gracias a un equilibrio entre tradición artesanal y estrategias globales. Sin embargo, el escenario ha cambiado drásticamente tras los tambores de guerra comercial de Estados Unidos.

Se estima que los aranceles de entre el 10% y el 20% para ciertos artículos de lujo fabricados en Europa y Reino Unido, podrían elevar el coste final para el consumidor en un mercado que representa el 24% del gasto total mundial en lujo, según datos de Bain & Company.

Suiza no se mueve. La cuestión es todavía más grave para la industria relojera. EEUU ha impuesto un arancel del 31% a Suiza que, recordamos, no pertenece a la UE. Por el momento, la postura del ejecutivo suizo es la de no tomar medidas arancelarias recíprocas como está haciendo el resto de Europa, pese a mostrarse indignados con una política que consideran injusta con el país helvético.

Marcas destacadas como Rolex, Patek Philippe o TAG Heuer están entre las más expuestas a estos incrementos ya que su fabricación se realiza de forma exclusiva en sus talleres en Suiza y no se plantean llevarse parte de la producción a EEUU. Pese a este panorama, la industria relojera suiza se muestra optimista. Aseguran que su público principal, compuesto por compradores de alto poder adquisitivo, seguirá pagando los altos precios, y consideran que, para ellos, un sobrecoste del 31% es un inconveniente menor.

Migrar no está en la hoja de ruta. Ante este nuevo contexto, podría pensarse que las marcas de lujo europeas deberían considerar trasladar su producción a EEUU, tal y como se está planteando la industria del automóvil, para esquivar los aranceles. Sin embargo, ninguna marca de moda y productos de lujo ha manifestado su intención de abandonar sus centros de producción actual. “En cada conversación que he tenido con clientes durante los últimos cinco a diez días, ni una sola persona hablaba de construir una fábrica en Estados Unidos”, asegurabaa The New York Times William Susman, director gerente del banco de inversión Cascadia Capital.

Firmas como Victorinox, fabricante de la emblemática navaja multiusos, han dejado claro que la calidad artesanal es inseparable de su identidad y que cualquier cambio en la localización de la producción comprometería su esencia. “Este icono suizo está inextricablemente ligado a la promesa de calidad ‘Swiss Made’. Nos mantendremos firmes en ello”, sentenciabaCarl Elsener Jr., director ejecutivo de Victorinox al New York Times.

La única excepción es el grupo Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), el holding de Bernard Arnault, que además de contar con marcas americanas como Tiffany&Co, dispone de varias factorías en California y Texas, que inauguró el propio Donald Trump en su primer mandato. No obstante, eso solo le libraría de parte del coste de los aranceles, ya que al importar pieles y telas de alta calidad desde Europa y otras regiones, también estarían afectados por los aranceles recíprocos.

El cliente aspiracional: la gran pérdida para el lujo. Tal y como apuntaban desde Reuters, el mercado estadounidense representa entre un 20% y un 30% de las ventas de los grandes grupos de la moda, cosmética y accesorios de lujo como LVMH, Kering, Richemont o Hermès. Ese porcentaje no solo abastece de productos a los millonarios que pueden pagarlo holgadamente. También hay un importante porcentaje de cliente aspiracional que, tal vez, está dispuesto a pagar 2.000 dólares por un bolso, pero se lo pensará si ese mismo producto pasa a costar 2.400 dólares.

“Un arancel del 20% sobre los bienes de lujo europeos podría deprimir las ventas de lujo en Estados Unidos, especialmente para empresas como Burberry y Kering que se centran más en una clientela adinerada aspiracional que en los clientes ultrarricos”, señalaban los analistas de la consultora Morningstar en declaraciones a Reuters.

Otra puerta que se les cierra. La guerra comercial iniciada por EEUU llega en un momento en el que, al igual que el sector de los coches de lujo, la industria de los productos de alta gama buscaba recuperarse de la caída de ventas experimentada en el mercado chino en 2024. Ahora, rebajar sus expectativas de venta en EEUU representa un duro golpe, sobre todo cuando las principales marcas del sector ya habían abierto nuevas tiendas en EEUU, tal y como destacan en Business of Fashion.

Según los analistas del sector, las marcas deberían subir entre el 4% y el 6% sus precios para mitigar el incremento de costes. A tenor de lo publicado por Business of Fashion citando fuentes de Barclays, se prevé un impacto negativo del 1,5% para la división de moda y artículos de cuero de LVMH y del 2,4% para Prada y Hermès.

La dependencia del cliente aspiracional dejaría más expuestas a compañías como Kering (Gucci, Balenciaga, Yves Saint Laurent, etc.) podría sufrir una caída del 8,7%, mientras que el fabricante de relojes suizo Richemont (Cartier, Piaget, Baume&Mercier, Vacheron Constantin, etc.) podría experimentar una caída del 7,1%. Todo ello, cuando las previsiones del sector daban un crecimiento de hasta el 3% para este año.

En Xataka | Cómo gana dinero Louis Vuitton: del lujo inalcanzable al lujo masivo

En Xataka | El millonario heredero de Hermés adoptó a su jardinero. Su fortuna se ha evaporado antes de que llegue a su jardín

Imagen | Flickr (Trump White House Archived)

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la clave es la distribución

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Midjourney lanzó hace unos días su modelo V7 después de un año sin actualizaciones. Un año. Doce meses en los que a OpenAI le ha dado tiempo a convertir ChatGPT en una máquina de generar imágenes que está arrasando. El contraste es brutal: mientras uno trabajaba con mucha paciencia, el otro conquistaba el mercado.

Es un caso de manual de una ley inmutable en la industria: la mejor tecnología no suele ganar a la mejor distribución. Es algo parecido a lo que ocurre con Claude.

Hace menos de dos años, Midjourney era el rey indiscutible de la generación de imágenes con IA. Sus creaciones estaban muy por delante del resto –al menos entre las de complejidad similar– en calidad artística y en capacidad para interpretar prompts complejos cuando DALL-E aún se limitaba a figuras difusas. Stable Diffusion requería conocimientos técnicos fuera del alcance del usuario medio.

Midjourney marcaba tendencia, acaparaba portadas y abría debates sobre el arte digital. Pero lo hacía con un desarrollo del producto –al margen de su tecnología– demasiado lento. Pasó demasiado tiempo anclado en Discord como interfaz, una plataforma diseñada para gamers, no para creadores visuales; y su nueva web es una gran mejora, solo despeja, no dispara las capacidades del usuario ni facilita la exploración creativa.

OpenAI, de repente, ha integrado una generación de imágenes bestial en ChatGPT. Y ni siquiera ha necesitado un productazo específico. Se ha limitado al mismo lienzo en blanco que con el chatbot. Y la diferencia es abismal. No hay fricciones ni aplicaciones extra ni interfaces ajenas y complejas. Ni de aprender comandos concretos.

El desarrollo de producto en Midjourney está siendo algo decepcionante. Ha tardado un año en pasar de V6 a V7 y su web sigue siendo un Discord depurado y bonito, no una interfaz realmente propia centrada en disparar nuestra creatividad, como la de Freepik. Contrasta con la agilidad de OpenAI.

Lo más llamativo, y no necesariamente positivo, es que el debate actual sobre estas herramientas se centra en algo tan superficial como la capacidad para generar imágenes estilo Ghibli. Lo que debería ser una revolución creativa se ha convertido en una carrera por la función viral del momento. Y Midjourney, que fue pionero, ahora responde reactivamente a tendencias marcadas por otros.

La integración es la clave. Millones de usuarios ya acceden a ChatGPT diariamente para escribir textos, generar código o responder preguntas. Ahora pueden crear imágenes sin salir de esa misma ventana. Con Midjourney necesitas una cuenta separada, una interfaz distinta, un flujo de trabajo completamente diferente.

Es la misma razón por la que Windows Phone murió pese a su gran planteamiento estético, o por qué pocos usan Proton Mail a pesar de su privacidad superior. La conveniencia siempre vence a la excelencia técnica.

David Holz, CEO de Midjourney, describe su nuevo V7 como una “arquitectura totalmente diferente”, pero la pregunta es si esto importa cuando el público ya ha normalizado usar ChatGPT para todo, incluidas las imágenes, sin tener siquiera que invocar a DALL-E, que ya es historia. Si el mejor producto es el que la gente realmente usa, Midjourney ya ha perdido.

La mejor innovación no suele estar en crear la mejor tecnología posible, sino en integrar tecnología suficientemente buena donde la gente ya está. Distribución. Una lección que Midjourney ha aprendido demasiado tarde, convirtiéndose en la mayor víctima del impresionante generador de imágenes de ChatGPT.

En Xataka | 18 ideas de estilos para editar tus fotos con ChatGPT

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Midjourney marcaba tendencia, acaparaba portadas y abría debates sobre el arte digital. Pero lo hacía con un desarrollo del producto –al margen de su tecnología– demasiado lento. Pasó demasiado tiempo anclado en Discord como interfaz, una plataforma diseñada para gamers, no para creadores visuales; y su nueva web es una gran mejora, solo despeja, no dispara las capacidades del usuario ni facilita la exploración creativa.

OpenAI, de repente, ha integrado una generación de imágenes bestial en ChatGPT. Y ni siquiera ha necesitado un productazo específico. Se ha limitado al mismo lienzo en blanco que con el chatbot. Y la diferencia es abismal. No hay fricciones ni aplicaciones extra ni interfaces ajenas y complejas. Ni de aprender comandos concretos.

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Lo más llamativo, y no necesariamente positivo, es que el debate actual sobre estas herramientas se centra en algo tan superficial como la capacidad para generar imágenes estilo Ghibli. Lo que debería ser una revolución creativa se ha convertido en una carrera por la función viral del momento. Y Midjourney, que fue pionero, ahora responde reactivamente a tendencias marcadas por otros.

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Es la misma razón por la que Windows Phone murió pese a su gran planteamiento estético, o por qué pocos usan Proton Mail a pesar de su privacidad superior. La conveniencia siempre vence a la excelencia técnica.

David Holz, CEO de Midjourney, describe su nuevo V7 como una “arquitectura totalmente diferente”, pero la pregunta es si esto importa cuando el público ya ha normalizado usar ChatGPT para todo, incluidas las imágenes, sin tener siquiera que invocar a DALL-E, que ya es historia. Si el mejor producto es el que la gente realmente usa, Midjourney ya ha perdido.

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