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lleva en erupción desde 2017 y su lava es negra

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En el mundo no hay dos volcanes iguales. Pero en general suelen tener algunos rasgos comunes que nos permiten identificarlos o, cuanto menos, clasificarlos. Eso no evita que podamos toparnos con volcanes que parecen salirse de toda norma.

Es el caso del Ol Doinyo Lengai, un volcán ubicado en el norte de Tanzania. El motivo por el que este volcán resulta tan extraño es su lava, que tiene poco que ver con el líquido viscoso e incandescente que asociamos a las erupciones volcánicas.

¿Cómo es entonces la lava que expulsa el volcán? Pues su color es negro y es tan poco viscosa que pareciera más bien agua mezclada con tierra, barro negro como el que puede ser expulsado por una fuente hidrotermal.

Lo que hace a esta lava tan distinta de la que estamos acostumbrado es su composición rica en carbonatos y rica en elementos alcalinos como calcio y sodio. A diferencia de los volcanes convencionales, cuya lava es rica en sílices, estos compuestos son mucho más escasos en la lava del Ol Doinyo Lengai.

Esto tiene dos implicaciones. Por una parte, que el líquido se funde a una temperatura mucho más baja que la lava convencional, entre 540º y 593º Celsius frente a los más de 900 que requiere la fusión del magma en los volcanes convencionales. El magma del Ol Doinyo Lengai no se calienta lo suficiente como para llegar a la incandescencia, por lo que no emite luz.

Pero aún hay más, ya que si la lava convencional pasa de un rojo incandescente al negro cuando se solidifica, la lava del Ol Doinyo Lengai también cambia de color. No debido al proceso de solidificación, sino a procesos químicos posteriores. El calcio y el dióxido de carbono se combinan para formar calcita y minerales similares. Después el agua y la humedad descompoen estos minerales, de forma que, pasado un tiempo las faldas del volcán se tiñen de blanco.

La segunda implicación es que la viscosidad de este magma es tan baja que resulta acuosa.

El Ol Doinyo Lengai

El volcán Ol Doinyo Lengai, llamado La Montaña de Dios por los masais, está situado en el norte de Tanzania, cerca de la frontera con Kenia y a medio camino entre el lago Victoria y la costa del Índico. Su cumbre se encuentra a 2.962 metros sobre el nivel del mar.

Morfológicamente, estamos ante un estratovolcán con cono piroclástico según la clasificación del Programa Global de Volcanismo del Museo Nacional de Historia Natural de de los EE UU. Se trata de un volcán muy activo con seis erupciones en lo que va de siglo. Lo que es más: el volcán se encuentra en erupción constante desde abril de 2017.

Está situado en el Valle del Rift, un valle formado por la un proceso de división de una placa tectónica en dos: la placa africana originaria y la placa somalí que poco a poco se separa de la anterior. Como es de esperar, esta región cuenta con gran actividad geológica.

El volcán ha sido objeto de diversos estudios científicos a lo largo de los últimos años. Recientemente, un estudio publicado en la revista Geophysical Research Letters analizó cambios en la geografía del entorno.

A través de observaciones por satélite, el equipo responsable del estudio constató que el volcán había menguado durante la última década, a razón de unos 3,6 centímetros al año. Las medidas, tomadas a través de los satélites Sentinel-1 y Cosmo-SkyMed permitieron constatartambién el desplazamiento de la tierra cerca del cráter norte del volcán.

Un estudio anterior, publicado en 2009 en la revista Nature, se centró en buscar el origen de esta singular lava carbónica. Encontraron la respuesta en el manto de la Tierra. Según indicaba el equipo responsable del estudio, el análisis químico del dióxido de carbono emanado por el volcán indicaba este origen. Los materiales expulsados serían por tanto el resultado del derretimiento parcial de los materiales de la capa superior del manto.

Pese a lo singular del Ol Doinyo Lengai, el equipo señalaba que la concentración de estos materiales carbónicos era similar al que se da en otros lugares de la Tierra: las dorsales oceánicas. Esto no resulta del todo extraño ya que estas dorsales se forman también en los puntos en los que las placas tectónicas se separan, como en el eje norte-sur del océano Atlántico.

En Xataka | La enorme explosión hidrotermal de Yellowstone nos recuerda que es una ‘caja de bombas’ que visitan cuatro millones de personas al año

Imagen | Clem23

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Creíamos que las lenguas indoeuropeas llegaron literalmente a caballo. Estábamos equivocados

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No solo no lo sabía sabía, sino que no podía siquiera intuirlo. Pero cuando tomó la palabra el 2 de febrero de 1786 en la Asiatic Society de Calcuta, William Jones estaba a punto de cambiar todo lo que creíamos conocer sobre los lenguajes del mundo.

Se levantó y explicó algo que le venía obsesionando desde hacía tiempo: que entre el griego clásico, el latín y el sanscrito había “una afinidad mucho más fuerte […] de la que podría haber sido producida por accidente. Tan fuerte, de hecho, que ningún filólogo podría examinar los tres juntos, sin creer que han surgido de alguna fuente común”.

Con 35 palabras, Jones acababa de desplegar el árbol genealógico más extenso del mundo, una “familia” que hoy alcanza los 3.200 millones de palabras. Acababa de dar carta de naturaleza a algo que muchos otros habían intuido sin poder demostrar: que una vez hubo una lengua que hoy llamamos indoeuropeo.

En busca de ‘Urheimat’

Durante los siguientes 150 años, la filología comparada reconstruyó minuciosamente la historia de esta familia de lenguas habladas en Europa, Asia y América. Pero había una pregunta que seguía sin respuesta: ¿Cómo era esto siquiera posible? ¿De dónde había salido esa protolengua y cómo se había expandido por medio mundo?

Hasta que, en 1956, la arqueóloga lituana Marija Gimbutas presentó una teoría que, sorprendentemente, explicaba todo: la hipótesis de los kurganes. Muy esquemáticamente, para Gimbutas, lo que mejor cuadraba con la expansión del indoeuropeo era la expansión de la cultura Yamna (o de los sepulcros) desde un punto indeterminado al norte del Caucaso hasta el resto del continente euroasiático.

Pero ¿Cómo consiguieron llegar tan lejos de su lugar de origen (urheimat) lo que no dejaban de ser un grupo de pastores? La respuesta era sencillísima: gracias a los caballos.

Lo que nos dice la teoría tradicional es que los yamnaya fueron los primeros en domesticar al caballo y eso supuso una “revolución del transporte, la comunicación, la subsistencia y la cultura humana” de tal magnitud que el mundo ya no volvió a ser igual. Durante décadas, de hecho, creímos que el mítico lugar originario de nuestras lenguas estaba en Botai, en el corazón de Kazajistán.

Hasta que las piezas dejaron de encajar

Por un lado, en los últimos años, las técnicas osteológicas empezaron a darnos nuevas herramientas para entender la vida diaria en el pasado. Los arqueólogos han aprendido a leer mejor los huesos y han comprendido que no son algo estático: no solo es que determinados tipos de equipos de equitación alteran el esqueleto de los equinos, sino que esto pasar largas horas viajando (a caballo, en carro o a pie) también afecta a los humanos.

Todo esto ha generado el consenso cada vez más creciente de que el registro arqueozoológico parece contradecir la hipótesis de los kurganes: no hay ningún indicio de que los cambios faunísticos que acompañaron a la expansión de la cultura Yamna estuvieran relacionados con los caballos.

Más aún: según la evidencia que han conseguido reunir Lauren Hosek y su equipo de la Universidad de Colorado Boulder, “en toda Eurasia, no se han reportado esqueletos de caballos datados directamente en asociación con equipo de transporte, o que exhiban patología vinculada al transporte hasta después de 2000 a. C.”. Casi 2000 años de la expansión de las lenguas indoeuropeas.

¿Qué significa todo esto?


Etienne Girardet Pk6fk0dlpwk Unsplash
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Etienne Girardet

Que tenemos que empezar de nuevo. No desde cero, claro está; pero sí hay que repensar muchas de las cosas que dábamos por hechas. Es decir, “todo esto” son buenas noticias: como suele explicar Rodrigo Villalobos, nos resulta muy difícil comrpender el mundo antiguo porque tendemos a entenderlo con estructuras mentales del mundo moderno. 

Eso es lo que explica que la idea de los caballos nos resultara tan plausible y eso es lo que hace que necesitemos tan imperiosamente las nuevas tecnologías y la arqueología experimental: la mejor forma disponible para ‘testar’ nuestras hipótesis del pasado. 

Imagen | Charlotte Venema

En Xataka | Un grupo de arqueólogos ha descubierto un nuevo lenguaje desconocido de miles de años. El problema es que no saben descifrarlo

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En 1877 se produjo una de las sequías más improbables de la historia de Sudamérica. Brasil todavía no se ha recuperado

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La sequía puede aparecer en cualquier momento y en el lugar más inesperado. De hecho, nunca desaparece del todo, como explicamos hace poco. Pongamos como ejemplo España, que lleva meses por encima de la media de agua embalsada de la última década. Ni si quiera así se puede concluir que hemos llegado a un “acuerdo” con el agua. Y si nos fijamos en la historia, un caso sirvió de ejemplo para el resto.

Grande Seca. Detrás de este nombre hubo un fenómeno meteorológico que cambió la percepción de quienes vivían en zonas donde aparentemente no podían llegar ciertos fenómenos naturales. Ocurrió a finales del siglo XIX en el noreste de Brasil, pero podría haber ocurrido en cualquier parte. Aquel año comprendimos uno de los patrones climáticos más singulares y potentes que conocemos.

Ocurre que, por la época, el fenómeno no era atribuible al cambio climático. Así que la ecuación de eventos se creyó azarosa o, para ser más precisos, se pensó que se debía a las oscilaciones periódicas y naturales del clima. El resultado: casi tres años sin precipitaciones, la muerte de cerca de medio millón de personas y la sequía más grande y devastadora en la historia brasileña.

ENSO. Imagina que La Niña y El Niño se alternan en sus funciones por sorpresa. A este evento hoy lo llamamos Oscilación del Sur de El Niño (ENSO), y se refiere a las fluctuaciones en las temperaturas del océano y patrones atmosféricos en el Pacífico tropical, que incluyen El Niño (calentamiento de las aguas) y La Niña (enfriamiento).

Sin embargo, en el caso de la sequía en Brasil, el fenómeno calentó las aguas del océano Pacífico ecuatorial, modificando la circulación atmosférica de forma que provocó una escasez extrema de lluvias. ¿Cómo? La aparición de El Niño alteró los patrones normales de precipitación en el noreste del país, una región que ya tiene un clima semiárido y depende de lluvias estacionales. El Niño debilitó la formación de lluvias monzónicas, intensificando las condiciones secas durante varios años consecutivos. Un desastre.

Primeros desiertos. En enero de 1877 (a mediados del verano), Cearense notó los primeros signos de penuria. Cartas desesperadas de las fechas ya reflejaban el panorama desolador: “La falta de lluvias ya se está sintiendo. Desde Sobral y otros puntos de la provincia nos dicen que la sequía está causando daños considerables”. En otra carta, escrita en marzo, un hombre decía: “Estamos sufriendo una terrible sequía… y sólo Dios sabe lo doloroso que será este azote”. Otro relataba: “La sequía está devastando todo, la mortalidad de las vacas es asombrosa”.

La situación no mejoró cuando marzo y la estación de lluvias tardías dieron paso al invierno. Un corresponsal del municipio de Assaré temía la aniquilación humana total en el campo circundante, mientras que otro lamentaba los “cuerpos demacrados de nuestros niños pequeños, esposas y padres”. Una carta publicada varios días antes de Navidad terminaba 1877 con una nota deprimente: “¡Ya estamos en pleno diciembre y no llueve! La sequía con toda su procesión de horrores continúa, amenazando con tragarlo todo”.

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Efectos. Oficialmente, la Gran Seca terminó en 1878, pero sus efectos duraron mucho más. La sequía paralizó a los trabajadores de los azucareros del Nordeste, quienes habían visto cómo se marchitaban sus inversiones desde principios del siglo XIX. Los cultivadores de algodón, cuyo negocio floreció durante y después de la Guerra Civil estadounidense (1861-1865), también enfrentaron nuevos vientos en contra, mientras que los ganaderos contabilizaron sus pérdidas en cientos de miles de cabezas.

La sequía más mortífera de la historia brasileña, exacerbada por dos años consecutivos de El Niño excepcionalmente fuerte, tuvo, por tanto, un impacto económico brutal, drenándole el capital que tanto necesitaba la zona y contribuyendo al desarrollo mediocre de la región. Porque, por encima de todo, las víctimas y supervivientes de la sequía necesitaban trabajo, especialmente en Ceará.

Éxodo. Lo que ocurrió entonces fue una escena que se ha repetido en la historia. Sin ganado ni cosecha, millones de cearenses desesperados migraron a los principales centros de población con la esperanza de encontrar trabajo. Entre las limitadas opciones de los emigrantes, la floreciente industria del caucho de Brasil resultó particularmente atractiva, tanto por sus salarios relativamente altos como por su proximidad geográfica. Y de todos los enclaves, la mayoría iban a terminar en la capital, Fortaleza.

Las impactantes imágenes de hombres, mujeres y niños escuálidos se volvieron emblemáticas en el país. Pensemos que era la primera vez que se registraba una sequía en fotografías en Brasil. De fondo: sensibilizar a la opinión pública y alertar sobre la gravedad de los hechos que estaban ocurriendo en las provincias del norte, ya que algunos brasileños del sur los consideraban una exageración. Para que nos hagamos una idea, los periódicos llevaban historias de mujeres que se prostituían por comida y de padres que vendían e incluso se comían a sus propios hijos.

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El boom del caucho. La producción de caucho brasileña, con base en el valle del Amazonas, concretamente en los estados de Amazonas y Pará, no comenzó hasta finales del siglo XVIII, después de que el explorador francés Charles Marie de La Condamine observara por primera vez a los nativos utilizar un “líquido lechoso y viscoso” del árbol Hevea Braziliensis para fabricar botas, juguetes y botellas.

Las exportaciones en bruto y productos de caucho crecieron de manera constante hasta principios del siglo XIX. El comercio despegó cuando Charles Goodyear descubrió la vulcanización en 1839, que hizo que el caucho fuera resistente a temperaturas extremas. Sin embargo, el caucho siguió siendo en gran medida irrelevante en Brasil hasta su primer auge en la década de 1880, cuando los aumentos de precios y la afluencia de mano de obra barata elevaron la participación de la exportación del producto al 10%. 

Con todo, había escasez de mano de obra, y la Grande Seca fue una gran oportunidad para los comerciantes.

Explotación. Los cearenses, cientos de miles de migrantes desesperados que comían lo que encontraban en el camino, y a quienes la industria del caucho “necesitaba desesperadamente”, se preocupaban poco por las condiciones de trabajo mientras recibieran un salario, y por eso aceptaban trabajos que pocos se atrevían, entre ellos, extraer hevea de los árboles en una selva tropical calurosa y plagada de enfermedades. De hecho, durante la gran sequía, Ceará se convirtió en un estado fundamental para los reclutadores de mano de obra de Amazonas y Pará.

Viruela. En un contexto donde las condiciones de salubridad y acceso a la atención médica eran limitadas, la enfermedad se propagó rápidamente, en parte debido a las malas infraestructuras sanitarias y la falta de inmunización de la población. El puerto de Fortaleza, en el estado de Ceará, se convirtió en un foco de la epidemia debido a su papel en el comercio y en el movimiento de personas por la sequía, lo que facilitó la expansión rápida de la viruela por la región.

La viruela provocó la muerte de decenas de miles de personas, muchas ya debilitadas por la hambruna resultante de la sequía. La mortalidad fue particularmente alta entre las clases más desfavorecidas y las comunidades rurales, donde el acceso a los recursos médicos era casi inexistente. Para colmo, la respuesta del gobierno fue limitada, en parte por la falta de una estrategia sanitaria coordinada a nivel nacional.

Un cambio. Todo lo ocurrido en estas fechas evidenció la necesidad de mejoras en las políticas públicas de salud y las condiciones de vida, lo que, aunque muy tarde, contribuyó posteriormente a reformas en la administración sanitaria en el país. La epidemia de 1878 dejó una huella profunda en la historia de Brasil, reflejando la vulnerabilidad de la sociedad ante crisis sanitarias y climáticas combinadas. Por supuesto, una advertencia para cualquier nación.  

Aviso a navegantes. La Grande Seca no sólo mató a cientos de miles de nordestinos, sino que también provocó una migración interna masiva insólita hasta entonces. Este último fenómeno resultó particularmente problemático para el estado de Ceará, del que emigraron miles de personas. Los cearenses, a su vez, proporcionaron a los “señores” del caucho de Amazonas y Pará una fuente inestimable de mano de obra barata.

A comienzos del nuevo siglo, en 1900, el país exportaba más caucho que cualquier otro producto, con excepción del café. La migración masiva hacia el sur del país continuó en las décadas siguientes, lo que aceleró la urbanización y el crecimiento de ciudades como São Paulo y Río de Janeiro. 

El Niño, de una manera u otra, marcó para siempre la historia de Brasil, y demostró a las sociedades modernas que los fenómenos climáticos, por aparentemente distantes que parezcan de un enclave, están listos para poner a prueba a cualquier comunidad.

Imagen | Bmleite1, Cândido Portinari, Biblioteca Nacional

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En pleno boom de las renovables, los grandes bancos del mundo tienen otro niño bonito energético: la nuclear

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La creciente demanda energética que supone la Inteligencia Artificial ha llevado a las grandes tecnológicas como Microsoft, a reabrir la central de Three Mile Island. Este movimiento se suma a los debates en Europa y Japón, donde hay de nuevo voces que discuten por reactivar las centrales nucleares 13 años después del accidente de Fukushima. Sin embargo, la energía nuclear se encuentra en la mira global y ha encontrado en los bancos un punto de apoyo para despegar.

Los bancos prometen apoyo a la energía nuclear. Según The Financial Times, se celebró un evento en la ciudad de Nueva York, donde se reunieron los representantes de las grandes instituciones bancarias tales como Bank of America, Barclays, BNP Paribas, Citi, Morgan Stanley y Goldman Sachs. En esta reunión catorce bancos y entidades financieras se comprometieron a aumentar el apoyo hacia la energía nuclear. El objetivo surgió de las primeras negociaciones climáticas de la COP28 del año pasado, en el que se declaró la necesidad de triplicar la capacidad mundial de energía nuclear para el 2050.

Pero, ¿por qué energía nuclear? La energía nuclear ha sido durante años motivo de controversia entre gobiernos y ciudadanos, pero ahora se presenta como una opción rápida para reducir emisiones mientras genera grandes cantidades de energía. Desde las dos grandes corporaciones, BNP Paribas y Barclays, han señalado para el Financial Times que la energía nuclear es esencial para la neutralidad de carbono.

Sin embargo, es importante destacar que muchos movimientos y organizaciones ecologistas siguen rechazándola debido a los riesgos asociados a los residuos nucleares, que representan una huella ambiental peligrosa. Por su parte, el interés de las empresas tecnológicas, como Microsoft, han mostrado un interés en reactivar y financiar proyectos nucleares para satisfacer sus necesidades energéticas, especialmente ante el auge de la Inteligencia Artificial.

Aunque históricamente los altos costos de la energía nuclear han sido una barrera, el respaldo financiero de instituciones bancarias cobra cada vez más relevancia en su desarrollo.

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Limitaciones en el financiamiento El elevado coste inicial en la construcción de plantas nucleares los convertían en proyectos financieramente arriesgados. Además, los tiempos para decidir y poner en marcha una central nuclear suponía otro obstáculo en un contexto de aceleración ante la urgencia climática.

Otro de los desafíos que se presentan es la gestión de los residuos radioactivos, que requieren de almacenamiento seguro a largo plazo. En este contexto, se suman las preocupaciones por los accidentes nucleares como Chernóbil o Fukushima, que han dejado una huella permanente en la opinión pública. La dependencia de tecnologías más avanzadas y el control del material nuclear forman parte del debate de los riesgos que se plantean ante esta energía.

La expansión nuclear. Otras regiones del globo como Asia y Medio Oriente han tomado la iniciativa de seguir construyendo nuevas plantas. China ha visto en esta fuente de energía como un motor para seguir estimulando su economía.

No obstante, en los últimos años, varios países han visto en la nuclear una solución viable para cumplir sus promesas de cero emisiones netas y un rendimiento económico más elevado. El compromiso de la COP 28 para triplicar la capacidad nuclear para 2050 fue firmando por 25 países, entre los que destacan Estados Unidos, Francia, Japón, Polonia y Emiratos Árabes, mientras que España no figura en el acuerdo.

Apoyo del sector tecnológico. El sector tecnológico ha comenzado a desarrollar un creciente interés por la energía nuclear, como una forma potencial de generar energía de manera constante. Grandes empresas como Microsoft y Oracle han reactivado y planificado que sus centros de datos sean alimentados por reactores nucleares por la demanda de la Inteligencia Artificial.

Los compromisos de las grandes empresas y entidades financieras hacia la energía nuclear reflejan un cambio de rumbo significativo, posicionándose a favor de esta fuente para satisfacer las crecientes demandas energéticas.

Imagen | Pixaby y Unsplash

Xataka | Bill Gates está construyendo “la instalación nuclear más avanzada del mundo” en una pequeña ciudad de 2.000 habitantes

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