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ENTREVISTA: Cosas que no hacemos (y qué se necesita para remediarlo)

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Seducido por el encanto y la belleza de El Roblito, Nayarit, el mexicano Bruno Santamaría supo que ahí debía realizar su siguiente película. El argumento no estaba definido pero aquella comunidad pesquera, con su abundancia de niñas y niños de espíritu libre, se acoplaba al tipo de largometraje que interesaba al cineasta: un coming of age. Bruno finalmente centró su atención en Dayanara Cisneros, una joven trans quien, aunque ya había manifestado abiertamente su homosexualidad, debía ahora dar un paso todavía más arriesgado en su búsqueda de una identidad de género. Afortunadamente no estaba sola. El deseo y la duda acerca de sincerarse sobre nuestra identidad eran sentimientos que navegaban las entrañas tanto de la protagonista del documental como de su director. En entrevista con Cine PREMIERE, ambos hablan sobre aquella complicidad que vio nacer la multireconocida Cosas que no hacemos y cómo lo inimaginable se volvió realidad.

Dayanara, hay un momento en el documental donde te vemos aislarte de todo para maquillarte y ponerte un vestido. Y este escondite que eliges, me parece que es un lugar muy bello, con las gaviotas volando libres en el cielo. Entonces quisiera que me contaras sobre qué te llevó a escoger ese lugar.

[Lo escogí] por ser un lugar que me parecía increíble y súper solo, que decía yo: “No, nadie pasa por aquí, no creo que nadie me vaya a ver”. Tenía miedo de que me vieran con un vestido y maquillada. Entonces, platicando con Bruno, escogí ese lugar […] Me pareció súper hermoso. Quería ese lugar para poder vestirme de mujer a escondidas. He vuelto a ir poquitas veces pero ya casi no.

Bruno, has comentado en otras entrevistas que viviste una situación similar a la de Dayanara, en el sentido de guardar un secreto sobre tu identidad y tener problemas para sincerarte al respecto. ¿Dirías que la realización de Cosas que no hacemos te ayudó a encontrar la motivación necesaria para abrirte y seguir en paz contigo mismo?

Sí, sin duda. Puntualmente, lo primero que nació de la película fue el título. Y antes del título, había unas memorias personales con las que trataba de encontrar la razón para hacer una película […] Entonces apareció un común denominador, el cual tenía que ver con la represión sexual. Cosas que no hacemos, como título, estaba muy ligado a mí. Era un título que me costaba trabajo incluso justificarlo. Yo terminaba diciendo: “Bueno, en realidad es porque yo espero que con esta película termine haciendo las cosas que no he hecho”. Llegar allá a El Roblito y empezar a convivir con niñas y niños, y de pronto encontrarme con Dayanara, cobró todo el sentido del mundo. Ya no eran “mis cosas que no hacemos” sino las cosas de las personas a quienes estábamos filmando. Sus historias y sus conflictos, puntualmente el de Dayanara.

«No sólo fue filmar una historia sino vivir un proceso de transformación fuerte y de aceptación personal. No es una casualidad que El Roblito esté tan lejos, tan aislado, tan solo, porque también de alguna manera era mi escondite».

En ese espacio, yo podía compartir con la familia de Dayanara, incluso las decisiones de si tener o no un novio. Justo comencé a salir con un chico cuando empecé la película. Me sentía cómodo compartiéndolo con su familia, no sólo con Dayanara, sino con la mamá y con el hermano mayor. Había un vínculo fuerte […] Al final, bueno, obviamente yo también terminé hablando con mis padres. Entonces sí hubo una transformación importante.

Dayanara, ¿cómo definirías aquello que te motivó a finalmente hablar con tus padres? Y ligado a esto, ¿cómo percibes que Bruno, al también guardar un secreto sobre su sexualidad, fue un apoyo para ti?

Creo que [la clave fue] dejar de pensar en las personas y pensar en mí, en lo que quiero hacer, en lo que quiero de verdad. Me motivó muchísimo cuando Bruno me contó su secreto y el escuchar a mi mamá dándole consejos a Bruno me motivó mucho más. Me hicieron más fuerte para poder decirle a mis papás lo que yo quería hacer. Entonces todo eso fue una motivación súper bella, súper agradable. Bruno me ayudó con la cámara bastante porque siento que me dio mucha seguridad. Siento que me dio mucha valentía […] Fue algo padre que Bruno estuviera ahí filmando porque creo que ayudó a que mis papás no tuvieran una reacción muy agresiva.

¿Qué sentiste o pensaste al momento de sincerarte con tus papás? Es decir, en esos segundos antes de que les dijeras, pasando por ese largo silencio en el que no hubo respuesta, hasta que finalmente tu papá declaró que “si es tu sueño, pues realízalo”. ¿Cómo fue todo este entramado de emociones?

Desde muy temprano ese día, eran nervios a todo lo que daban. Y ya que estábamos todos [reunidos en la cocina] era de que “me quiero arrepentir”, pero también era de que “no, ya estamos aquí”. [Al momento de decirles, empecé a] verle la cara a mis papás y a tratar de adivinar qué es lo que estaban pensando.

«Me pasaban miles y miles de cosas por la cabeza: que me iban a decir que no, que me iban a correr o que me iban a tratar de una manera violenta. Esos segundos fueron meses para mí».

Fueron sólo unos segundos, unos minutos, pero en esos minutos me pasaron muchísimas cosas por la cabeza, de que “bueno, pues ya lo hice, ¿qué más da?”. Una vez que mi papá dijo “ok, realiza lo que quieras hacer, realiza tu sueño”, entonces se convirtió en algo súper bonito. Descansé, porque, dije, “ok, mis papás ya me aceptaron, ya tengo el permiso de ellos”. Fue algo súper padre que haya sido así.

Bruno, ligado a lo que ya comentaba Dayanara, efectivamente tú no eras un director/camarógrafo que se mantenía al margen de la situación, sino que tu mera presencia era un enorme apoyo. De tu lado, ¿qué emociones o reflexiones surgieron al momento de rodar toda esa secuencia?

Creo que primero había muchos nervios de entrar a la cocina porque sólo Dayanara, Zita [la sonidista] y yo sabíamos aquello que podía ocurrir. Dayanara nos había dicho: “Si lo hago, lo hago; si no lo hago, pues no lo hice”. Y nosotros dijimos: “Sí, ok, ahí vamos a estar”. Entonces era como estar pensando: “¿Irá a ocurrir o no irá a ocurrir?”, con la cámara, atentos. Estábamos acostumbrados a tomar café casi todas las noches en casa de Dayanara [pero en aquella ocasión] algo más iba a pasar y la mamá se dio cuenta y empezó a preguntar.

“‘¿Qué se traen?’, le pregunta a Dayanara, ‘estás muy seria’. De pronto Dayanara se levanta y siento que ya va a ocurrir. Entonces estoy con la cámara y también me levanto. Ya tenía preparado el tripié, pues no quería distraerlos con mi movimiento”.

Empezó a hablar Dayanara […] Yo no sabía cómo iba a reaccionar la mamá ni el papá. Honestamente yo tenía una relación muy cercana con la mamá, pero con el papá no. No me había acercado tanto a él. Entonces estaba temeroso, realmente, y dejé de pensar. Me quedé congelado. Sentí que tenía que voltear con la cámara para ver al papá, pero era lo más complicado […] Tenía mucho miedo de que el papá se fuera a molestar, que me sacara, que me corriera [pero de cualquier manera] voltee a verlo y empecé a ver que sus ojos giraban de un lado para otro, pensando […] Les dije: “Bueno, creo que ya es suficiente, yo me salgo, les dejo hablar a solas”. Y la mamá me dijo: “No, tú te quedas”. Entonces me quedé ahí también. Siguió el silencio y después Dayanara se salió.

«La encontré afuera de su casa y fue un momento de liberación. En ese momento yo reconecté y sentí mucha emoción y mucha admiración, la verdad […] No podía creer lo que había pasado. Después nos fuimos a casa de la madrina de Dayanara y ahí seguimos platicando sobre lo ocurrido. Fue asimilar lo que acababa de pasar, que sin duda era a mi parecer una cosa gigante: atreverte a contarle eso a tus papás a los dieciséis años».

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Bruno Santamaría

Según lo interpreto, el título de la película refiere a lo difícil que es dar ese paso hacia la madurez o hacia la aceptación de uno mismo. Entonces, Dayanara y Bruno, desde su experiencia, ¿qué debe ocurrir para que “las cosas que no hacemos” se conviertan en las cosas que sí nos animamos a hacer?

D: Creo que dejar de pensar en los demás y en lo que pueda ocurrir. Pensar en tu futuro, pensar en quién eres, pensar en quién quieres ser. Y dejar todo, todo, todo atrás y empezar una nueva vida con cosas que vas a hacer. Seguir hacia adelante y ya, “cosas que no hacemos”, dejarlo atrás porque es un miedo, es un temor que se teme […] Y así van ocurriendo cosas súper lindas.

B: Complementado lo que dice Dayanara, se trata de encontrar puntos de apoyo. Creo que uno no hace las cosas que quiere hacer porque tiene miedo del mundo, de la sociedad, de la gente que no tolera o de la gente que es agresiva. Entonces en realidad no hacer las cosas a veces es por miedo a que te lastimen. A mí, Dayanara me deja muy en claro que ella se atrevió a hacer las cosas que quería hacer porque construyó un espacio de confianza con su mamá, con los niños de El Roblito –bueno, en este caso también con nosotras, con nosotros– y no sólo en la película sino en lo que vino después. Ella sigue un proceso fuerte de trabajo tan grande que hasta la invitaron a ser maestra de preescolar y eso es porque se ha ido transformando.

«Entonces ha ido con mucho cuidado, paso a paso, generando las condiciones para que pueda hacer las cosas que ella quiere, sin correr todos los riesgos. Sin duda siempre hay riesgos pero creo que [la clave es] construir vínculos de confianza, amistad, poder hablarlo con alguna persona o con dos».

Como dice Dayanara, uno no tiene por qué tener miedo. Uno debería poder hacer lo que quiera sin que le preocupen los demás. Pero dado que el mundo a veces no es tan amigable, vale la pena eso, crear vínculos que te ayuden a soportar. Creo que para mí eso es lo importante para las próximas cosas que queramos hacer.

Hace unos días, leí un artículo donde se afirmaba que en México, nueve de cada diez miembros de la comunidad LGBT mantienen oculta su identidad de género. ¿Cómo creen o esperan que sea recibida esta película por aquellas personas que aún tienen dudas sobre salir del closet?

D: Creo que es un documental que te puede dar valor. Estás en un lugar donde la sociedad siempre va a opinar, donde las personas siempre van a hablar. Y es de decir: “¿Sabes qué? Ya no, ya no voy a pensar en los demás,. Voy a pensar en mí mismo y voy a pensar en lo que quiero hacer” […] Es de dejar a la sociedad en el suelo, subirte arriba de ella y empezar a ver la vida de diferente manera a partir de lo que tú quieras hacer. Es de dejar atrás el mundo entero y empezar tú mismo, solo o acompañado. Sé que es difícil guardar un secreto porque lo viví durante años. Es algo súper pesado, pero creo que pensar en ti mismo te llena de valor, te llena de valentía, para poder sacar lo que llevas dentro.

B: Yo pienso que ojalá pasara algo como lo que a mí me pasó con muchas películas, pero puntualmente con las películas de Julián Hernández y Roberto Fiesco. Cuando yo tenía entre once y catorce años, las iba a ver a escondidas a la Cineteca. Películas como Mil nubes de paz las tengo en DVD, pero no compartía que las estaba mirando. Y yo creo que eso ha de seguir ocurriendo mucho; cada vez menos, por suerte.

«[Esas películas] me movían mucho y me hacían querer invitar a personas al cine. Me acuerdo que yo iba al cine y veía que iban en parejas o en grupos de amigos. Yo iba solo y eso me parecía horrible: sentir que no podía compartir ni siquiera el deseo de ver una película».

Entonces, ojalá eso pueda pasar también con esta película [Cosas que no hacemos]. Que haya personas que la miren y que al terminar la película, se queden pensando en por qué y de qué manera empezar a construir espacios o vínculos que te ayuden a salir acompañado. Para mí eso sería un logro, que aquella gente que la esté yendo a mirar sin decirle a nadie –que siga todavía con mucho temor– sienta empatía y reconocimiento después de conocer a Dayanara.

Desde el pasado viernes 25 de junio, Cosas que nos hacemos se exhibe comercialmente en cines seleccionados de Guadalajara, Toluca, Jalapa, Tepic, Monterrey, San Cristóbal de las Casas y CDMX. Sigan las redes sociales de la película para obtener mayor información.

Debido a la crisis sanitaria por COVID-19, en Cine PREMIERE te recomendamos revisar con las autoridades de salud las medidas sanitarias necesarias (especialmente el Lineamiento general para la mitigación y prevención de COVID-19 en espacios públicos cerrados) antes de acudir al cine a ver una película.

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FICM 2024: Fechas, programación, invitados y todo sobre la 22ª edición

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‘La Mostra’ de Venecia será el primer festival de cine presencial desde que comenzó la pandemia

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EFE.- A principios de 2020, cuando se empezaron a cancelar grandes eventos por la pandemia, muchos no esperábamos que la crisis sanitaria durara tanto. Ahora, a inicios de septiembre, llega una gran noticia para los amantes del cine: La Mostra será el primer certamen cinematográfico presencial de la época del Covid-19.

También conocido como el Festival Internacional de Cine de Venecia, este magno evento se llevará a cabo del 2 al 12 de septiembre de este año. Y, como dice el director de La Mostra, Alberto Barbera, el cine “no puede permitirse seguir bloqueado”.

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“Hemos decidido celebrarlo de todos los modos porque creemos necesario lanzar una señal de optimismo y solidaridad con la industria del cine“.

“Es hora de reabrir porque no podemos permitirnos permanecer confinados durante mucho tiempo”, sostuvo Barbera, a pocos días del comienzo de del certamen más memorable de Venecia.

El virus no ha logrado detener al festival de cine internacional más antiguo del mundo, instituido en 1932, aunque estuvo a punto, pero lo cierto es que influirá fuertemente en su celebración.

La Mostra in extremis

El director del festival, enredado en la vorágine de los preparativos finales, no esconde los desvelos que vivió en las últimas semanas al ver que su evento podría acabar suspendiéndose.

Esto parecía posible debido a la suerte de algunos de sus más directos competidores, como el francés de Cannes.

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Durante la primera mitad del año parecía imponerse el pesimismo y todo parecía apuntar a que no sería posible realizar el festival. “Sólo a finales de mayo, cuando se redujeron las medidas de confinamiento (en Italia) empezamos a comprender que la situación mejoraba”, rememora.

La duda entonces era si merecería la pena celebrar La Mostra con menos películas y estrellas. Y a mediados de junio se apostó por seguir adelante pero, eso sí, aplicando estrictos protocolos de seguridad.

Foto: Shutterstock

Venecia y su mensaje de optimismo

Ahora todo está listo y Venecia aspira a lanzar un mensaje de optimismo: dejar claro que se puede seguir disfrutando del cine si se respetan las indicaciones sanitarias al pie de la letra. El porvenir de la industria depende de cómo se adapte al contexto de la pandemia.

“Creemos que se puede hacer. Esperamos que el festival pueda convertirse en una suerte de laboratorio en este sentido”.

“Que sirva como ejemplo para otros, que pueda ser la demostración de que si se respetan todas las medidas y protocolos se puede comenzar a volver al cine y a grabar películas”, defiende Alberto Barbera.

El futuro del Séptimo Arte depende de que logre adaptarse a esta nueva normalidad. Así, la idea es defenderlo y perseverar en celebrarlo justo cuando vive uno de sus momentos más aciagos.

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Por lo tanto este año cabe esperar que La Mostra sea “muy diferente a la habitual”, adelanta Barbera. Los cubrebocas, la distancia y por supuesto la desinfección estarán a la orden del día.

Una de las cuestiones más comentadas es la ausencia de
Hollywood. Este año no se esperan grandes estrellas en el Lido veneciano como
en las ediciones pasadas, siempre impregnadas de glamour.

Barbera reconoce que este ha sido un precio a pagar con tal de celebrar el certamen porque las grandes productoras como Netflix prohíben a sus directores y actores viajar por el riesgo de contagio de coronavirus, lo que supondría paralizar los rodajes.

No obstante La Mostra también contará con grandes figuras como las actrices Tilda Swinton o Frances McDormand. Además, asistirán directores de la talla de Amos Gitai, Andréi Konchalovski o Pedro Almodóvar, que estrenará su primera obra en inglés, La voz humana.

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“Soul”, la nueva película de Disney que reflexiona sobre la vida con el jazz

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EFE.- Si en Inside Out se adentraba en el cerebro de los seres humanos, en Soul Pete Docter busca en el alma para construir una historia que funde música y sueños, en la primera película de Pixar con un protagonista afroamericano, que es una nueva joya de estos estudios de animación.

Quizás le falta la irreverencia de Toy Story, la perfección de Wall-E, la magia de Coco o el humor de Los Increíbles, pero Soul es un gran compendio de los 25 años que lleva Pixar revolucionando el mundo de animación.

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Preciosista hasta en el más mínimo detalle, Soul completa el estudio del interior de las personas que Docter comenzó en Inside Out y lo hace en clave existencialista, tratando de responder a una de las preguntas clave de la humanidad: ¿cuáles son las razones de identidad de cada ser humano?

La respuesta es la que busca Joe, un músico dedicado a la enseñanza que por fin consigue su gran oportunidad, actuar en un club de jazz acompañando al piano a la cantante Dorothea. Pero surge un pequeño obstáculo: se muere.

Cuando se ve en la escalera que le lleva al cielo, hace lo imposible por regresar a la Tierra, pero acaba en el ‘Great before‘, el lugar en el que las nuevas almas reciben sus personalidades antes de nacer como seres humanos.

Dos mundos muy diferentes, el colorista y vertiginoso Nueva York en el que vive Joe y el paisaje de nubes azules y rosadas en el que se mueven las blanquecinas almas mientras esperan encontrar la chispa que complete sus características.

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El contraste entre ambos mundos es evidente y no solo por los colores. La música, las voces y hasta el ritmo de la narración es completamente diferente, hasta el punto de que parecen dos películas vinculadas por un solo personaje.

Pero son precisamente esas diferencias las que dotan a la película de una unidad difícil de entender sólo con el planteamiento inicial.

Foto: EFE

Hay que ver el filme –ya en Disney+-, para entender la idea que le surgió a Docter cuando hace 23 años nació su hijo. El realizador se dio cuenta de que el bebé tenía su propia personalidad desde el mismo instante de su nacimiento.

“¿De dónde le venía? Yo creía que la personalidad se desarrolla a medida que interactúas con el mundo. Pero estaba claro que todos nacemos sabiendo de forma muy certera quiénes somos”, explica Docter en las notas de producción de Soul.

Con ese punto de partida, Docter, Kemp Powers (codirector) y Mike Jones elaboraron una historia en la que la música es una parte central y vuelve a ser un elemento diferenciador de los dos mundos en los que se mueve Joe.

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Para la música de jazz de la vida de Joe en la Tierra, fue Jon Batiste el encargado de la composición que acompaña a las escenas de Nueva York. Y para las del universo de las almas los encargados fueron Trent Reznor y Atticus Ross, de Nine Inch Nails.

Además, para las diferentes versiones ling\u00fcísticas de la película se eligió a cantantes populares para interpretar alguno de los temas principales.

Es el caso de Pablo López que compuso e interpretó Escucha la vida para la versión española, o de la colombiana Greeicy Rendón, que canta para la latinoamericana Así es la vida.

Una película concebida para ser exhibida en cines, como resaltó Docter en un encuentro virtual con periodistas unos días antes de que Disney anunciara que se estrenaría directamente en la plataforma debido a la pandemia

No se cobrará un extra, como sí se hizo con Mulán, pero en el trasvase a la pequeña pantalla, Soul ha perdido parte de su alma, que necesita de una sala de cine para brillar en todo su esplendor. 

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