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“Soy un agente del orden”: Dean Cain, actor que interpretó a “Superman”, anuncia que se une al ICE
Dean Cain, actor que dio vida al personaje de historietas “Superman” en una serie de televisión, informó en redes que se unirá al Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE en inglés) para apoyar las medidas antimigratorias de Donald Trump.
A través de su cuenta de Instagram, el actor aseguró que la decisión de unirse al servicio respondía a su compromiso personal con la seguridad de Estados Unidos.
“Soy agente del orden y sentí que era importante unirme a nuestros servicios para ayudar a garantizar la seguridad de todos los estadounidenses, no solo hablar de ello”, afirmó.
Asimismo, aseguró que para quienes buscan ayudar a salvar a Estados Unidos, “el ICE está arrestando a los peores de los peores. Me gusta. Voté por eso”, dijo.
El intérprete señaló que unirse al ICE supone varios beneficios para sus miembros, como bonos de 50 mil dólares por firmar contrato, programas para la jubilación o la posibilidad de unirse sin necesidad de contar con título universitario.
Cain participó como Clark Kent en la serie de televisión “Lois & Clark: las nuevas aventuras de Superman” durante 87 episodios entre 1993 y 1997.
Desde 2019 se retiró de la actuación, donde participó en al menos 63 producciones televisivas y más de 80 películas para cine y formato casero.
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Es tentador empezar una “dieta milagro” a contrarreloj para llegar a la Navidad. Los expertos tienen algo que decir
Hemos llegado a diciembre y, con él, se encienden las luces de Navidad y también una carrera silenciosa que se repite cada año. Mientras se acumulan cenas de empresa, encuentros con amigos y reuniones familiares, miles de personas inician lo que podríamos llamar “el último sprint”: perder peso rápido antes de sentarse a la mesa en Navidad.
Pero detrás de este sprint hay un fenómeno mucho más complejo. Uno que tiene raíces sociales, emocionales y biológicas, y que esconde un efecto perverso. Las dietas exprés enseñan al cuerpo a ser más eficiente guardando energía, lo que termina provocando que, tras perder peso rápido, lo recuperemos y a veces incluso más.
El sprint prenavideño. Cada diciembre se activa un reflejo casi automático, la sensación de tener que “llegar bien” a las fiestas. La psicóloga especializada en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), Sara Bolo, nos ha explicado en Xataka que este fenómeno no es casual, sino un patrón que se repite año tras año. “Las Navidades son una época señalada, donde volvemos a ver a familiares o amigos que no vemos todos los días. Y con eso reaparecen los comentarios sobre el cuerpo: ‘te veo más delgada’, ‘te has engordado’…”. Esa dinámica, tan habitual como dañina, multiplica la presión estética y convierte la convivencia en un examen corporal silencioso.
A ese contexto se suma otro ingrediente, los propósitos que no llegaron a cumplirse. “Llegamos a diciembre con la idea del New Year, New Me que anunciamos en enero —señala Bolo— y aparece la urgencia por demostrar que hemos logrado algo”. Esa mezcla de autoexigencia y cierre de ciclo empuja a muchas personas a tomar decisiones drásticas en muy poco tiempo.
Un factor más allá. Y no es solo presión estética o frustración, también está el miedo anticipado. Según Bolo, es frecuente que algunas personas restrinjan su alimentación en las semanas previas pensando que así “compensan” por adelantado las comidas navideñas. “Se convierte en una preparación defensiva. No quiero que me digan nada, no quiero sentir culpa, así que empiezo a restringir antes”, detalla.
Esa urgencia es exactamente la que observa también la dietista-nutricionista Laura Jorge, directora de los centros que llevan su nombre. Desde su consulta, diciembre siempre tiene el mismo perfil, más peticiones de “soluciones rápidas”, más promesas de pérdida de peso exprés y más ansiedad. “Cada año vemos un aumento de personas que buscan perder X kilos ‘antes de las fiestas’. Es un patrón muy claro”, nos ha explicado en una entrevista. Tres elementos se repiten: urgencia, culpa y pensamiento dicotómico —”ahora me restrinjo, y en Navidad ya comeré”—. Lo que empieza como un sprint, coinciden ambas expertas, suele terminar siendo una trampa emocional y metabólica.
El enemigo escondido. La ciencia lo explica sin rodeos, cuando sometemos al cuerpo a una restricción calórica extrema y repentina, el organismo activa mecanismos de supervivencia, no de adelgazamiento. Según detalla Jorge, el metabolismo se desacelera, aumenta el hambre, disminuye la saciedad y el cuerpo empieza a utilizar masa muscular como fuente de energía. Esto no solo dificulta mantener la pérdida de peso, sino que reduce el gasto metabólico basal, haciendo que engordemos con mayor facilidad después.
Las investigaciones científicas respaldan estas observaciones. Un estudio del New England Journal of Medicine demostró que, tras perder peso, la leptina —hormona de la saciedad— seguía baja y la grelina —hormona del hambre— seguía elevada incluso 12 meses después, aunque la persona ya hubiera recuperado parte de su rutina alimentaria. Los autores concluyen que estas adaptaciones crean “un entorno fisiológico que favorece la recuperación de lo perdido”. Además, hay que tener en cuenta el factor de la genética. Un estudio de 2024 publicado en International Journal of Obesity apunta que no todo el mundo responde igual, algunas personas, tras ciclos repetidos, desarrollan mayor riesgo de resistencia a la insulina o adiposidad visceral.
La otra cara. La pérdida rápida de peso tiene un efecto emocional inmediato y es que parece un éxito. “Subes a la báscula, ves menos kilos y sientes una euforia inmediata”, reconoce Sara Bolo. Pero es un espejismo.
Cuando el peso vuelve —como suele ocurrir— aparece el derrumbe emocional: culpa, frustración, vergüenza, pensamientos absolutos (“soy un fracaso”, “no tengo fuerza de voluntad”). Encima, el entorno refuerza esta dinámica porque se felicita la delgadez y se censura la ganancia, incluso con comentarios “inocentes”. Este vaivén deteriora la autoestima y alimenta comportamientos de restricción que, lejos de resolver el problema, lo intensifican.
Una puerta que es mejor no abrir. “La dieta restrictiva es el primer paso de cualquier TCA”, afirma la psicóloga. El control rígido, el conteo obsesivo de calorías, evitar comidas sociales o clasificar alimentos como buenos o malos son señales tempranas. Y Navidad es uno de los momentos donde más se manifiestan.
Laura Jorge coincide: “En estas semanas vemos personas que empiezan a hablar obsesivamente de compensar, saltarse comidas o hacer ejercicio compulsivo. Son señales que no deben ignorarse”. La combinación de presión estética, abundancia de estímulos y comentarios puede activar un TCA latente o agravar uno existente.
Cuando el comentario “inocente”, no lo es. La responsabilidad social es evidente. Las expertas recuerdan que comentarios tan comunes como:
- “Uy, ¿ya estás repitiendo?”.
- “Qué bien, estás más delgada”.
- “Después de estas comidas, mañana a dieta”.
Detrás de todas estas frases, le sigue una risa fina que para muchos suena como un estruendo. Y es que como afirman las expertas no solo son innecesarios, sino potencialmente dañinos. “Hay que cuidar el lenguaje”, resume la nutricionista. “No felicitar por perder peso, no comentar cuerpos propios o ajenos, no presionar para comer ni para dejar de comer”. La presión estética empieza muchas veces en un comentario que parecía inofensivo.
Entonces, ¿cómo podemos acompañar? Para quienes viven las comidas navideñas con miedo a perder el control, la clave no está en el plato, sino en el entorno. La psicóloga Sara Bolo insiste en que acompañar no significa vigilar, sino ofrecer un espacio seguro. Su consejo pasa por poner el foco en lo emocional, no en la comida. Eso implica evitar miradas o comentarios sobre lo que la persona come, preguntar cómo se siente y mostrarse disponible sin presionar. También ayuda esquivar conversaciones sobre dietas, compensaciones o cuerpos y, cuando sea posible, servir los alimentos en platos individuales para reducir la ansiedad que puede generar la abundancia visual típica de estas fechas. Y recuerda un matiz fundamental: “Dos comidas puntuales no cambian un cuerpo, pero sí pueden alterar un estado emocional”.
Desde la nutrición, Laura Jorge propone estrategias prácticas para reducir el riesgo de atracones. La primera, no llegar con hambre extrema a los eventos y mantener unos horarios de comida relativamente estables para no entrar en ciclos de privación y sobreingesta. También recomienda incorporar alimentos saciantes a lo largo del día, evitar utilizar el ejercicio como forma de castigo y abandonar la mentalidad del “todo o nada”, una de las principales responsables del descontrol alimentario en estas fechas.
El verdadero sprint que importa. Las dietas milagro prometen resultados visibles en tiempo récord, pero lo que no cuentan es su coste oculto: enseñan al cuerpo a resistir, no a cambiar. Lo vuelven más hambriento, más eficiente en almacenar grasa, más vulnerable a recuperar peso y más cansado emocionalmente.
Quizás el verdadero sprint no sea llegar delgado a Navidad, sino construir un entorno más compasivo y una relación más amable con la comida y el cuerpo. Porque, al final, el milagro no está en las dietas, sino en abandonar la lógica que las sostiene.
Imagen | Freepik
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el increíble secretismo con el que se fabricó el primer iPhone
¿Cómo fue trabajar en el iPhone original? La pregunta seguramente haya rondado la cabeza de todo apasionado a la tecnología: hablamos al fin y al cabo de uno de los mayores avances en el consumo tecnológico del siglo XXI. Y es una que tiene respuesta. La dio Terry Lambert, ingeniero de Apple, hace algunos años en Quora.
Lambert formó parte de ‘Project Purple’, un proyecto ultrasecreto en el que solo era posible trabajar si uno aceptaba no solo jornadas interminables, sino también un ambiente en el que el secretismo era absoluto. Tanto era así queLambert, tuvo que firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA) no ya para garantizar que no iba a contar nada de ese proyecto: lo firmó para poder conocer el nombre del proyecto clave.
Ese era solo la primera de medidas de seguridad obsesivas que lograron proteger aquel secreto hasta el final.
Lambert fue responsable cerca del 6% (en número de líneas) del código del núcleo (o kernel) de OS X según sus cálculos, lo que suponían unas 100.000 líneas de código al año, y como él mismo indicaba, ese mismo núcleo también se utiliza en iOS. Lo primero que narraba es que cuando le ofrecieron trabajar en aquel proyecto le llevaron a una zona de la sede en la que todo el mundo vestía de negro: eso ya de por sí era señal inequívoca de que se estaba trabajando en algo ultrasecreto.
Trabajar a ciegas, casi literalmente
De hecho, Lambert bromeaba indicando que si uno quería crear un disfraz de Halloween simpático en Apple, bastaba con ponerse una sábana negra, recortar un par de agujeros para los ojos e ir de “proyecto secreto“. Durante aquel proyecto jamás vio el iPhone para el que estaba programando y depurando código:
“Solo pude ver la máquina que hacía la depuración de fallos remota, no el dispositivo real, pero obviamente era un sistema basado en arquitectura ARM”.


Tras firmar el NDA que le permitía conocer el nombre en clave del proyecto —y del que por supuesto no podía comentar nada con nadie, incluida su familia— acabaría trabajando en algo que ni siquiera estaba seguro de qué era, sobre todo porque Apple mantenía grupos totalmente independientes en los que se trabajaba en pequeños objetivos que no permitían saber en qué se trabajaba en conjunto.
Otra de las cosas que hace Apple es dar nombres en clave distintos para distintos grupos. O lo que es lo mismo: podías estar trabajando en el mismo proyecto que otra persona o grupo sin saberlo. Ni debatirlo o comentarlo.
Otro ingeniero llamado Jerry Wang que también contestaba a esa pregunta en Quora indicaba cómo efectivamente él, que también trabajó en la documentación de aquel dispositivo y el trabajo con las operadoras que lanzaron el iPhone en Estados Unidos, no conoció el proyecto como ‘Project Purple’, sino como ‘M68’.
Desde ese momento tenía acceso a un “laboratorio secreto” que estaba dentro del laboratorio principal. Solo unos pocos elegidos tenían acceso a ese laboratorio secreto, pero “nunca llegabas a ver el diseño del producto, porque cuando estás haciendo ese trabajo inicial, todo son prototipos de plexiglas”. Un detalle curioso: Lambert confesaba cómo los cables utilizados para “hablar” con esas unidades de preproducción eran, efectivamente, púrpuras.
Imagen | Xataka
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Creíamos que solo los cultivadores de marihuana estaban robando electricidad. Ahora resulta que los supermercados también
Mientras la ciudad baja el ritmo y la mayoría de comercios echan el cierre, algunos supermercados siguen funcionando con normalidad. Abren de madrugada, mantienen las luces encendidas y las cámaras frigoríficas en marcha. Durante años, ese consumo constante apenas llamó la atención. Hasta que el pasado 2 de diciembre, una actuación conjunta de la Guardia Civil, la Policía Nacional y la Guardia Urbana destapó que varios supermercados de Barcelona obtenían electricidad mediante conexiones ilegales a la red.
Bajo la lupa. No fue un caso puntual ni un solo barrio. Las inspecciones se repartieron por Nou Barris, Sant Andreu, Sant Martí, Gràcia, Eixample y Ciutat Vella. En total, 26 supermercados, y en 24 de ellos la electricidad no pasaba por el contador.
La Guardia Civil abrió diligencias contra 26 personas, de nacionalidad pakistaní y bangladesí, por un presunto delito de defraudación de fluido eléctrico. No eran pequeños comercios aislados. La mayoría funcionaban como supermercados franquiciados, algunos abiertos las 24 horas y pertenecientes a cadenas conocidas, según El Periódico. La actuación, bautizada como Nihari, se llevó a cabo con la colaboración de técnicos de Endesa y de inspectores de Trabajo y Seguridad Social, y terminó con el corte inmediato del suministro en los establecimientos, según informó la Guardia Urbana.
Electricidad pinchada a la red. La investigación arrancó tras una denuncia presentada por Endesa ante la Guardia Civil, tal y como señala La Vanguardia. La compañía eléctrica había detectado un patrón sospechoso: comercios que, por su actividad y horarios, registraban consumos anómalos o directamente inexistentes en sus contratos.
Una vez dentro de los locales, los técnicos comprobaron que la electricidad se obtenía mediante empalmes ilegales directamente a la red general o al alumbrado público. Manipulaciones sin ningún tipo de protección ni revisión técnica, diseñadas para evitar el pago de la factura energética. El fraude asciende a 2,85 millones de kilovatios, una cifra equivalente al consumo anual de 814 viviendas.
Un delito con riesgo de incendio. La Guardia Civil recuerda, según recoge El Periódico, que las conexiones ilegales carecen de sistemas de seguridad, aislamiento adecuado y protecciones contra sobrecargas, lo que incrementa de forma notable la posibilidad de cortocircuitos e incendios.
El peligro se agrava por la ubicación de muchos de estos supermercados: bajos comerciales de edificios residenciales, con gran afluencia de personas y proximidad a garajes, trasteros y zonas comunes. En este sentido, la Guardia Urbana subraya que el fraude eléctrico no es solo un delito contra el sistema energético, sino también un problema de seguridad ciudadana.
Mucho más que luz. La operación destapó un amplio catálogo de irregularidades. Durante las inspecciones, la Policía Nacional identificó a 59 personas. De ellas, cinco han sido consideradas víctimas de explotación laboral y otras cinco se encuentran en situación administrativa irregular.
Además, la Guardia Urbana de Barcelona levantó 87 actas por infracciones administrativas relacionadas con la seguridad, la higiene y el cumplimiento normativo. Entre ellas, salidas de emergencia bloqueadas, ausencia de extintores, baños impracticables, falta de carteles obligatorios, venta de alimentos caducados o en mal estado y ejercicio de la actividad sin licencia.
Por su parte, la Guardia Civil incoó 16 expedientes por contrabando, etiquetado incorrecto de productos, cámaras de vigilancia no señalizadas, tickets de venta sin los datos del empresario y manipulación de básculas, con un pesaje favorable al comerciante. También se detectó la ausencia del carnet de manipulación de alimentos en algunos trabajadores.
El mismo fraude, otro escaparate. Lo que antes se detectaba en pisos tapiados y naves industriales vinculadas al cultivo ilegal de marihuana aparece ahora en supermercados abiertos toda la noche. La investigación confirma que el fraude eléctrico ha dejado de ser un fenómeno estrictamente clandestino para instalarse, en algunos casos, en actividades aparentemente normales y de cara al público. Cambia el escenario, pero no el delito. Y tampoco los riesgos.
Xataka | España se ilumina por Navidad, pero en algunos tejados surge una duda incómoda
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