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ir al espacio ya es como ir a ‘El Hormiguero’

El pequeño cohete New Shepard de Blue Origin ha despegado este lunes por undécima vez con seis personas a bordo. En esta ocasión eran seis mujeres. Entre ellas, la superestrella del pop Katy Perry, quien ha aprovechado la ocasión para promocionar el concierto de apertura de su gira en México.
Un vuelo espacial sin hombres. La misión NS-31 de Blue Origin ha sido el primer lanzamiento espacial sin hombres desde 1963, cuando la Unión Soviética puso en órbita a la primera mujer en el espacio: Valentina Tereshkova.
Elegidas por Lauren Sanchez, la prometida de Jeff Bezos, para “inspirar a las generaciones venideras”, cinco mujeres y la propia Sanchez volaron por encima de la línea de Kármán (la frontera oficial del espacio), flotando en la cápsula durante tres minutos antes de caer de regreso a tierra con paracaídas.
Además de Katy Perry y Lauren Sanchez, entre las tripulantes estaban Gayle King (copresentadora de “CBS Mornings”), Aisha Bowe (ex científica de cohetes de la NASA), Amanda Nguyen (investigadora en bioastronáutica) y Kerianne Flynn (productora de cine).
Corto, pero intenso. Las seis mujeres viajaron hasta la plataforma de lanzamiento en dos camionetas eléctricas Rivian, la marca rival de Tesla financiada por Amazon y Jeff Bezos. Bezos conducía una de ellas. Hicieron una breve parada frente al cohete para unas fotos y después subieron hasta la cápsula para despegar.
El cohete New Shepard encendió su motor de hidrógeno y oxígeno líquido a las 13:30 UTC. Dos minutos y medio después, se desprendió de la cápsula, que ascendió más allá de la frontera del espacio, hasta los 107 kilómetros sobre el nivel del mar. Oprah, Kris Jenner o Khloe Kardashian miraban hacia arriba desde el público.
Sobre el minuto 7:30, el cohete aterrizó por su cuenta. Un minuto después, la cápsula abrió los tres paracaídas para amortiguar su descenso, entre gritos de júbilo de las tripulantes, que tocaron tierra sobre el minuto 10. El vuelo suborbital fue breve, pero intenso, a juzgar por el micro abierto dentro de la cápsula.
Momento promocional. Katy Perry aprovechó los minutos en el espacio para cantar “What a wonderful world” y revelar parte del setlist de su nueva gira, que comenzará en México; convirtiendo un lanzamiento espacial en promoción, como si hubiera ido a El Hormiguero.
La cantante y Gayle King se han sumado a la creciente lista de famosos que han volado al espacio con Blue Origin. Jesús Calleja estuvo en la misión anterior, NS-30, como parte de un documental financiado por Amazon Prime Video y Mediaset. William Shatner, el Capitán Kirk en “Star Trek”, lo hizo también en 2021 invitado por Jeff Bezos, el dueño de la compañía.
Laura Shepard (la hija de Alan Shepard, el primer estadounidense en el espacio, que da nombre al cohete), Ed Dwight (el astronauta negro que nunca voló) o el youtuber Coby Cotton (del canal Dude Perfect) también han cruzado la línea de Kármán a bordo del cohete New Shepard. Muchos de ellos como parte de un esfuerzo de la propia Blue Origin para promocionar sus vuelos turísticos.
Mientras tanto, en SpaceX. SpaceX ha tenido un número reducido de misiones totalmente privadas. La primera fue Inspiration4, financiada por el empresario Jared Isaacman, quien está a un paso de dirigir la NASA.
Las misiones de la empresa Axiom, operadas por SpaceX, a la Estación Espacial Internacional mezclan servicios para agencias espaciales (la ESA envía de esta forma a algunos de sus astronautas) con turistas espaciales dispuestos a vivir un par de semanas como auténticos tripulantes de la ISS.
Polaris Dawn, de nuevo financiada por Isaacman, hizo historia con el vuelo a mayor altitud desde las misiones Apolo y la primera actividad extravehicular comercial de la historia. Más recientemente, Fram2 lanzó a un magnate del Bitcoin, Chun Wang, y sus amigos en el primer vuelo en órbita polar.
De Dennis Tito a Katy Perry. A medida que los cohetes reutilizables (y aviones espaciales como el de Virgin Galactic) reducen el coste de lanzar personas al espacio, más y más millonarios cumplen su sueño de ver la Tierra desde arriba como hizo el neoyorquino Dennis Tito, el primer turista espacial, en 2001.
Tito pagó 20 millones de dólares para volar a la ISS durante ocho días a bordo de una nave rusa Soyuz. Su viaje abrió la puerta a un puñado de individuos extremadamente ricos que siguieron sus pasos durante la siguiente década: Mark Shuttleworth (sudafricano, 2002), Gregory Olsen (estadounidense, 2005), Anousheh Ansari (iraní y primera turista espacial, 2006), Charles Simonyi (húngaro, 2007 y 2009 ), Richard Garriott (británico, 2008) y Guy Laliberté (canadiense y fundador del Circo del Sol, en 2009).
El precio de un asiento en el cohete New Shepard es confidencial, pero se estima en algo más de un millón de dólares. Poco más de lo que cuesta un vuelo en la empresa de aviones espaciales de Richard Branson, pero posiblemente menos de lo que costará volar a órbita en unos años, cuando más empresas dominen la reutilización y las primeras estaciones espaciales comerciales estén operativas.
Imagen | Blue Origin
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Llevamos años buscando la cura definitiva de las alergias y aún no hemos resuelto el gran problema: comprenderlas

El fin de las lluvias y la llegada del buen tiempo tienen, para muchos, un reverso oscuro: las alergias. La primavera, y especialmente los meses de mayo y junio, nos trae la proliferación del polen, uno de los alérgenos más importantes, principal causa de los estornudos en esta época del año.
La forma más habitual de tratar este tipo de alergias es a través de los antihistamínicos, fármacos destinados a bloquear los efectos de la histamina, un neurotransmisor que también desempeña un importante papel en sistema inmune. Recordemos que las alergias no son otra cosa que una reacción de nuestro sistema inmunitario ante sustancias externas que entiende como peligrosas y que en realidad no lo son, los alérgenos.
Los antihistamínicos son de gran utilidad a la hora de tratar los síntomas alérgicos. Pero una cosa es eso, y otra cosa es curar de manera definitiva estos trastornos. Hoy por hoy no contamos con una cura para las alergias, pero al menos hay algunas vías abiertas a la esperanza. Así de cerca estamos de lograrlo.
Quizás uno de los primeros tratamientos que se nos venga a la cabeza al hablar de curar la alergia sean las vacunas. Lo que hoy entendemos como vacunas contra la alergia son inyecciones basadas en la inmunoterapia, y su lógica no dista mucho de las vacunas convencionales: se trata de administrar una pequeña cantidad de aquello que nos causa alergia capaz de poner en alerta al sistema inmune sin llegar a desatar una reacción alérgica. Si bien son un tratamiento útil en muchos casos, tampoco terminan de solucionar el problema, por lo que necesitaremos de inyecciones periódicas que vayan mejorando la capacidad de respuesta de nuestro sistema inmune.
¿Qué vías hay abiertas? Hace casi diez años, comentábamos algunas de las líneas de investigación abiertas en la búsqueda de una cura para las alergias. Estas vías incluían, por ejemplo, las “terapias biológicas”. Estas son terapias que se centran en los anticuerpos, las proteínas que nuestro cuerpo produce cuando detecta sustancias que entiende como dañinas.
Este tipo de tratamientos siguen siendo una de nuestras grandes esperanzas. Ejemplo de ello es omalizumab, un fármaco en principio destinado a combatir el asma y aprobado hace ya dos décadas en los Estados Unidos.
En los últimos años la ciencia ha ido validando esta opción terapéutuca. Un ejemplo reciente está en un estudio publicado en 2022 en la revista Clinical and Translational Allergy. En este análisis, el equipo observó que el fármaco era efectivo a la hora de prevenir la rinitis alérgica primaveral.
Entender el problema
Para entender cómo ha evolucionado nuestro conocimiento en los últimos años, debemos comprender primero por qué es tan difícil encontrar una cura definitiva. El problema de fondo es sencillo: no entendemos las alergias lo suficientemente bien como para dar con una solución.
Seguimos sin entender por qué ciertas personas sufren una alergia determinada mientras que otras padecen otro tipo de reacción, a la par que otros no parecen tener este tipo de problemas. Tampoco sabemos por qué las alergias son permanentes pese a que el anticuerpo que generalmente asociamos a ellas no suele mantenerse en nuestro cuerpo por periodos largos de tiempo.
Dos estudios publicados el año pasado en la revista Science Translational Medicine pueden ayudarnos a comprender un poco mejor esta situación, explicando al menos este último punto. La respuesta podría estar en un anticuerpo que generalmente no asociamos a las alergias, la inmunoglobulina G (IgG), y las células que lo producen.
Lo que descubrieron los equipos responsables de estos estudios es que unas células responsables de producir la IgG pasan a producir inmunoglobulina E, la cual sí se asocia con las alergias, cuando se topan con un alérgeno. La clave de la “memoria” alérgica podría estar, por tanto, en estas células.
Antes de ir a mejor, todo parece indicar que el problema de las alergias irá a peor. Y es que cada vez más personas sufren este tipo de trastornos. Existen varios factores que podrían estar, independientemente o en conjunto, detrás de rápido ascenso en el número de personas alérgicas en el mundo.
Una de estas hipótesis, es la de la higiene. Puesto que nuestro sistema inmune se “entrena” a través de la exposición a agentes externos, la ausencia de estos agentes en etapas tempranas puede implicar que nuestro sistema no los perciba como normales y, expuesto en etapas posteriores, acabe reaccionando de forma desproporcionada.
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Desde el punto de vista ambiental, también debemos considerar la presencia de contaminantes en la atmósfera, como la materia particular. Estos contaminantes también pueden afectar a nuestras vías respiratorias, combinando su efecto con el de los alérgenos convencionales y agravando la situación.
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Imagen | cottonbro studio
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llevar la batalla de las actualizaciones hasta el extremo

Hay una nueva obsesión por parte de los principales fabricantes Android: la de ofrecer cuantos años de soporte sean posibles. Hasta hace no demasiado, la mayoría se conformaba con apenas dos años de actualizaciones, algo sencillamente impensable en los móviles populares más actuales.
En los últimos dos años hemos visto un número mágico: los siete años de actualizaciones. Una cifra que, a priori, parece casi mágica, y que eleva el tiempo de vida (siempre y cuando las actualizaciones no hagan más daño que bien) de forma exponencial. ¿El problema? El mismo que llevamos arrastrando desde que Android es Android.
Una obsesión clara. Siete años de actualizaciones. Samsung fue la primera en abrir la veda, ofreciendo más soporte que la propia Google. Como respuesta, los Google Pixel pasaron a contar también con un soporte de siete años, tanto de actualizaciones de sistema como de parches de seguridad.
Es un récord para el sistema operativo, propiciado en buena parte por las mejoras en soporte que ofrecen fabricantes como Qualcomm. Sus últimos procesadores permiten soporte de hasta ocho años. La pregunta es si esto tiene sentido.
Pajaritos en el aire. Prometer años y años de actualizaciones está bien. Pero tan solo hay un fabricante actualizando a buen ritmo: Google. Samsung acaba de anunciar la actualización a Android 15 para algunos de sus dispositivos de gama alta. El punto aquí es que esta versión lleva disponible desde el mes de octubre.
Hemos normalizado que actualizar rápido es actualizar medio año después de que Google presente versión estable, y a otro medio año de conocer la próxima versión del sistema operativo, Android 16. Un bucle que alimenta el mal endémico de Android: la fragmentación.
El siete por ciento. Tan solo un 7% de los dispositivos a nivel mundial están actualizados a Android 15. O, en otras palabras, un 93% de los dispositivos Android están desactualizados.
La fragmentación es inevitable en este sistema operativo (con más de un 70% de adopción global), dada la vasta diversidad de dispositivos que hay en uso. Pero un 7% sigue siendo un dato bajísimo de adopción.
No importa demasiado. Hace unos años, actualizar la versión de sistema era cambiar lenguaje de diseño casi al completo cada pocos años y acceder a un número destacable de novedades. De un tiempo a esta parte, los sistemas operativos se centran en la estabilidad y la eficiencia más que en ofrecer novedades de calado.
El principal cambio, la IA, viene de la mano de modelos como Gemini Nano, implementables sin necesidad de cambiar versión de sistema operativo. Respecto a la seguridad de uso, con estar actualizado a los últimos parches y no tener una versión demasiado antigua, es más que suficiente.
Los fabricantes a la contra. Android se ha alejado de los dos años de actualizaciones y un mínimo aceptable empieza a partir de cuatro o cinco años. Sobre romper estas barreras para acercarnos a los diez años de actualizaciones hay fabricantes con postura clara.
Entrevistando a Daniel Desjarlais, jefe de producto en Xiaomi, la respuesta a por qué la marca no ofrecía más años de soporte la respuesta fue clara: el ciclo de vida del consumidor medio no es de siete años, es de tres.
Postura similar comparte OnePlus, cuya postura sobre el móvil y el sándwich dio que hablar.
“Imagina que tu teléfono es un sándwich. Algunos fabricantes ahora están diciendo que el relleno de su sándwich, el software de su teléfono, seguirá siendo bueno para comer dentro de siete años. Pero lo que no te están diciendo es que el pan en el sándwich, la experiencia del usuario, podría estar mohoso después de cuatro años. De repente, una política de actualización de software de siete años no importa, porque el resto de tu experiencia con el teléfono es terrible”.
Resumiendo: los fabricantes están en guerra con las actualizaciones de sistema operativo. Una guerra en la que tan solo Google está logrando cumplir plazos, y en la que duda acerca de cómo se comportará un Android siete años después acecha a los fabricantes más escépticos.
Imagen | Xataka
En Xataka | Cómo saber cuántas actualizaciones de Android recibirá tu móvil con esta web
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El “ordenador” de hace 2.000 años nos fascina desde hace décadas. Un nuevo estudio apunta que podría no haber servido para nada

Hace 125 años, unos buzos que estaban recogiendo esponjas en el mar Egeo, frente a la isla de Anticitera, dieron con restos de un antiguo naufragio. Entre joyas, monedas y restos cerámicos, había algo que llamaba poderosamente la atención: un fragmento de cobre de algo que parecía ser un engranaje. Era un compendio de engranajes que parecían formar parte de algo mucho más grande y se bautizó como ‘mecanismo de Anticitera’.
Durante décadas fue una curiosidad ignorada en los archivos del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, hasta que el investigador Derek de Solla lo recuperó, estudió y determinó que se trataba de una avanzada “computadora” griega construida en algún momento entre el 200 y el 100 a.C. Tras muchas teorías, un grupo de investigadores argentinos han puesto el mecanismo de Anticitera a prueba para ver cómo se comporta el primer ordenador de la historia..
Y la conclusión es que… no era más que un juguete ingenioso.


La pieza principal
Primer ordenador
Durante décadas, este mecanismo nos fascinó debido no sólo a la antigüedad del mismo, sino porque el desconocimiento sobre su función permitía la elaboración de toda clase de hipótesis. Sin embargo, fue de Solla quien lo estudió más en profundidad en un principio, creando simulaciones físicas sobre el estado completo del mecanismo.
Así, y según el investigador, el mecanismo de Anticitera era una pieza correspondiente a un objeto más complejo, compuesto por al menos una treintena de engranajes de bronce colocados de forma estratégica en una caja de madera con unas dimensiones aproximadas de 340 x 180 x 90 milímetros. Se accionaba mediante una manivela que permitía mover los engranajes y realizar su función.
¿Cuál? Pues… predecir posiciones astronómicas. Según los estudios de Derek, el mecanismo de Anticitera era una computadora planetaria, un nombre muy chulo para describir una “computadora” que permitía predecir posiciones astronómicas, fases lunares, eclipses y, por tanto, calcular ciclos del calendario lunar de 354 días o fechas para juegos deportivos, entre otras


Las piezas encontradas
Mediante diferentes discos, mostraba los datos astronómicos y, supuestamente, estaba diseñado para reproducir el movimiento irregular de la Luna en su rotación gracias a engranajes especializados que compensaban las anomalías en su trayectoria. Y, tras ese primer hallazgo, fuimos encontrando más y más piezas del mecanismo, lo que ha permitido que nos hagamos una idea de cómo era.
Era evidente que se trataba de una máquina muy avanzada para su época, pero también está claro que tenía una serie de limitaciones. Lo primero: por muy avanzados que fueran los astrónomos griegos, el mecanismo plasmaba el conocimiento hasta la fecha, por lo que compararlo con técnicas y herramientas posteriores carece de sentido. La posición de algunos planetas se desvía muchísimo respecto a mediciones modernas, por ejemplo.
Esto es lógico y no quita mérito al dispositivo, pero sí había dos factores que limitaban su precisión: la propia mecánica y la fabricación de los engranajes. Debido al desgaste, los dientes de cobre podían ser cada vez más imprecisos y, además, como se fabricaban a mano y no en serie en una cadena de montaje, cualquier desviación en los engranajes afectaría a su exactitud en los cálculos.
Y eso es lo que reportaron estudios anteriores, como los de Mike Edmunds, siendo él uno de los pocos que ha podido investigar directamente el dispositivo y liderando el equipo que se encarga de su análisis.


Para lo que supuestamente servía


Otra representación del mecanismo de Anticitera
Puesta a prueba
Ahora, unos investigadores argentinos de la Universidad Nacional de Mar de Plata, han simulado por ordenador el mecanismo de Anticitera y su conclusión es… que no servía para nada. Esteban Guillermo Szigety y Gustavo Francisco Arenas son esos investigadores, y han compartido sus conclusiones en arXiv.
Para su simulación, se basaron en estudios previos que ya tenían en cuenta la influencia de los dientes triangulares irregulares y las consecuencias de las imprecisiones físicas en su construcción. Al realizarla, se dieron cuenta de que los dientes triangulares no parecían tener un impacto negativo en el funcionamiento del mecanismo, pero sí de atascos en los engranajes al girar la manivela.
Eso, señalan, habría hecho que fuera muy poco práctico en el uso científico, prácticamente impracticable, reduciendo el mecanismo a un “juguete ingenioso”. Ahora bien, también afirman que se trata del resultado de una simulación sobre lo que conocen del dispositivo que se halló en 1900 y que es posible que, teniendo en cuenta la destreza necesaria para su construcción, el espacio irregular entre los engranajes podría ser un fruto de la corrosión, y no algo deliberado en su diseño.


Los investigadores plantean que las ruedas, ante el más mínimo desajuste, se atascarían al ser extremadamente puntiagudas, al desgastarse o al no estar bien equilibradas por la manufactura de la época
Los investigadores plantean una serie de mejoras para los engranajes que evitarían ese defecto encontrado, pero también comentan que hay que ser “cautelosos al asumir que las mediciones reflejan perfectamente sus valores originales” debido a lo comentado: alguien se tomó demasiadas molestias para construir eso y es poco probable que existiera algo tan complejo, pero no funcional.
Es por ello que también señalan que se debe investigar más, incluso desarrollando técnicas más refinadas, para comprender mejor la precisión real y funcionalidad de un mecanismo de Anticitera que sigue teniendo margen para fascinarnos. Sobre el hecho de que fuera encontrado entre los restos de un naufragio, la respuesta es mucho más sencilla: seguramente fuera parte del botín para algún emperador romano, probablemente Julio César.
Por tanto, el mecanismo de Anticitera sigue siendo motivo de especulación y fascinación debido al tremendo mérito de su construcción hace más de 2.000 años, pero estudio tras estudio, la conclusión es que lo más fácil es que sirviera de poco. Aun así, los investigadores señalan que su construcción fue un hito tecnológico. Y eso es algo que nadie ha puesto en duda.
Imágenes | Grb16, Zde, Tony Freeth, David Higgon, Aris Dacanalis, Lindsay MacDonald, Myrto Georgakopoulou, Adam Wojcik, Mike Peel, Gts-tg
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