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En su obsesión por los aranceles EEUU se los ha puesto a… islas deshabitadas y a una de sus bases secretas

Las guerras no entienden de nombres, y las comerciales mucho menos. En esa disparatada carrera arancelaria en la que Estados Unidos parece haber apuntado a todas las direcciones, se ha topado, por ejemplo, con la isla de Diego García. La tarifa que se le impone no sorprende si no fuera, en realidad, un atolón que sirve de base secreta para… Washington. Hay mucho más, porque Trump también le ha impuesto tarifas a islas que carecen de población humana o, en el mejor de los casos, a comunidades de pingüinos.
Un anuncio insólito. Ocurrió hace unas horas y difícilmente has podido escapar a la noticia: en la presentación de los Liberation Day Tariffs, el presidente Donald Trump sorprendió al planeta entero al incluir en su lista de sanciones comerciales a territorios que carecen de actividad económica significativa o incluso de población estable. En la lista oficial de la Casa Blanca aparecen enclaves prácticamente irrelevantes en el comercio internacional que, sin embargo, serán objeto de gravámenes de hasta el 50%, generando asombro por la falta de criterio económico aparente en su selección.
En una ceremonia en la Casa Blanca, Trump mostró un gran cartel que detallaba supuestas barreras comerciales impuestas a Estados Unidos, incluyendo de forma inexplicable a una lista que pasamos a detallar.
Islas Heard y McDonald. Probablemente es la primera vez que muchos oyen hablar de ellas. Tiene su lógica. Estas islas remotas son territorios exteriores de Australia situados en el océano Índico, a más de 4.000 km de Perth, y conocidas únicamente por sus glaciares, colonias de pingüinos y focas elefante.
Catalogadas como Patrimonio Mundial de la UNESCO, se han visto afectadas con un arancel del 10%. Las islas, descritas por la propia CIA como un territorio “desolado” y “cubierto en un 80% por hielo”, no registran actividad económica desde 1877, cuando cesó la extracción de aceite de elefante marino y fueron abandonadas por sus únicos habitantes, antiguos cazadores de focas.
Islas Cocos y Jan Mayen: microterritorios. Otro enclave australiano incluido es el archipiélago de las Islas Cocos, habitado por unas 600 personas, cuyas exportaciones (principalmente barcos) dependen en un 32% del mercado estadounidense, y que ahora enfrentan un arancel del 10%.
En el extremo opuesto del mundo, la isla noruega de Jan Mayen, una ex estación ballenera sin residentes permanentes y con economía absolutamente nula, también ha sido alcanzada por el mismo gravamen, pese a su insignificancia comercial. De hecho, el primer ministro australiano, Anthony Albanese, ya ha expresado su desconcierto y preocupación afirmando que “ningún lugar en la Tierra está a salvo”, subrayando la naturaleza absurda de incluir territorios sin capacidad productiva real.


Diego García
Tokelu, Saint Pierre y el surrealismo. De todos los impuestos anunciados, estamos ante el ejemplo más sangrante. Tokelau, un territorio autónomo de Nueva Zelanda conformado por tres atolones y una población de 1.600 personas, cuya modesta economía es de 8 millones de dólares con exportaciones de apenas 100.000 dólares, ahora deberán pagar un 10% al entrar a Estados Unidos.
Pero el caso más drástico es el de Saint Pierre y Miquelon, un diminuto territorio francés cercano a Terranova, uno con apenas 5.000 habitantes, cuyas exportaciones de mariscos y crustáceos ahora se enfrentan a un arancel del 50%, superando incluso al 20% aplicado al resto de Francia bajo las reglas de la Unión Europea.
El ejemplo de Lesoto. Por su parte, Lesoto, un país africano sin siquiera salida al mar y con una economía orientada a exportaciones de diamantes, textiles y lana, sufrirá un 50% de aranceles sobre el 20% de sus envíos que van a Estados Unidos, lo que representa un durísimo golpe para su frágil economía de 900 millones de dólares anuales.
La clave para entender el varapalo de estas micro naciones es cómo ha calculado Estados Unidos los aranceles. No se trata de que los aranceles que estos territorios tengan sobre Washington, sino de su superávit comercial con Estados Unidos. De esta forma, si, digamos que Lesoto le vende única y exclusivamente una fruta rara africana a Washington, y no compra nada (o casi nada) de vuelta, al país africano le sale un superávit enorme sobre Estados Unidos, aunque obviamente no se trate de “aprovecharse” de ellos. Bien, como los aranceles los han calculado dividiendo superávits por total de exportaciones a Estados Unidos, a Lesoto le hacen un agujero tremendo.
Plot Twist: bases aliadas. Lo decíamos al inicio. Estados Unidos incluso se ha disparado al pie al añadir aranceles a enclaves donde básicamente operan ellos, en algunos casos, como en Diego García, con bases militares secretas, o con territorios relevantes para la seguridad nacional estadounidense. Por ejemplo, el Territorio Británico del Océano Índico, donde se ubican bases militares conjuntas, compartidas por el Reino Unido y Estados Unidos, enfrentará un 10% de aranceles, a pesar de que su única población es… militares y contratistas estadounidenses.
Lo mismo sucede con las Islas Marshall, que además de albergar la base estadounidense de Kwajalein para pruebas balísticas, están bajo la defensa formal de Washington mediante un acuerdo de libre asociación. Sus exportaciones, aunque no tienen a Estados Unidos como principal destino, también estarán sujetas a un 10% adicional.
Sin criterio económico claro. En resumen, el paquete arancelario anunciado parece afectar de manera indiscriminada a territorios sin peso en la balanza comercial o, incluso, sin economía alguna. Lejos de centrarse solo en grandes potencias, la medida alcanza a islas deshabitadas, islotes con pingüinos, bases militares propias y enclaves olvidados, generando desconcierto y poniendo en entredicho la lógica detrás de la estrategia comercial de la administración Trump.
Plus: el impacto real de estas tarifas en algunos casos será nulo, pero en otros, como Saint Pierre y Miquelon o la misma Lesoto, podría provocar consecuencias desproporcionadas para economías extremadamente diminutas o simplemente dependientes.
Imagen | Australian Antarctic Division, Wikimedia
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la clave es la distribución

Midjourney lanzó hace unos días su modelo V7 después de un año sin actualizaciones. Un año. Doce meses en los que a OpenAI le ha dado tiempo a convertir ChatGPT en una máquina de generar imágenes que está arrasando. El contraste es brutal: mientras uno trabajaba con mucha paciencia, el otro conquistaba el mercado.
Es un caso de manual de una ley inmutable en la industria: la mejor tecnología no suele ganar a la mejor distribución. Es algo parecido a lo que ocurre con Claude.
Hace menos de dos años, Midjourney era el rey indiscutible de la generación de imágenes con IA. Sus creaciones estaban muy por delante del resto –al menos entre las de complejidad similar– en calidad artística y en capacidad para interpretar prompts complejos cuando DALL-E aún se limitaba a figuras difusas. Stable Diffusion requería conocimientos técnicos fuera del alcance del usuario medio.
Midjourney marcaba tendencia, acaparaba portadas y abría debates sobre el arte digital. Pero lo hacía con un desarrollo del producto –al margen de su tecnología– demasiado lento. Pasó demasiado tiempo anclado en Discord como interfaz, una plataforma diseñada para gamers, no para creadores visuales; y su nueva web es una gran mejora, solo despeja, no dispara las capacidades del usuario ni facilita la exploración creativa.
OpenAI, de repente, ha integrado una generación de imágenes bestial en ChatGPT. Y ni siquiera ha necesitado un productazo específico. Se ha limitado al mismo lienzo en blanco que con el chatbot. Y la diferencia es abismal. No hay fricciones ni aplicaciones extra ni interfaces ajenas y complejas. Ni de aprender comandos concretos.
El desarrollo de producto en Midjourney está siendo algo decepcionante. Ha tardado un año en pasar de V6 a V7 y su web sigue siendo un Discord depurado y bonito, no una interfaz realmente propia centrada en disparar nuestra creatividad, como la de Freepik. Contrasta con la agilidad de OpenAI.
Lo más llamativo, y no necesariamente positivo, es que el debate actual sobre estas herramientas se centra en algo tan superficial como la capacidad para generar imágenes estilo Ghibli. Lo que debería ser una revolución creativa se ha convertido en una carrera por la función viral del momento. Y Midjourney, que fue pionero, ahora responde reactivamente a tendencias marcadas por otros.
La integración es la clave. Millones de usuarios ya acceden a ChatGPT diariamente para escribir textos, generar código o responder preguntas. Ahora pueden crear imágenes sin salir de esa misma ventana. Con Midjourney necesitas una cuenta separada, una interfaz distinta, un flujo de trabajo completamente diferente.
Es la misma razón por la que Windows Phone murió pese a su gran planteamiento estético, o por qué pocos usan Proton Mail a pesar de su privacidad superior. La conveniencia siempre vence a la excelencia técnica.
David Holz, CEO de Midjourney, describe su nuevo V7 como una “arquitectura totalmente diferente”, pero la pregunta es si esto importa cuando el público ya ha normalizado usar ChatGPT para todo, incluidas las imágenes, sin tener siquiera que invocar a DALL-E, que ya es historia. Si el mejor producto es el que la gente realmente usa, Midjourney ya ha perdido.
La mejor innovación no suele estar en crear la mejor tecnología posible, sino en integrar tecnología suficientemente buena donde la gente ya está. Distribución. Una lección que Midjourney ha aprendido demasiado tarde, convirtiéndose en la mayor víctima del impresionante generador de imágenes de ChatGPT.
En Xataka | 18 ideas de estilos para editar tus fotos con ChatGPT
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Es un caso de manual de una ley inmutable en la industria: la mejor tecnología no suele ganar a la mejor distribución. Es algo parecido a lo que ocurre con Claude.
Hace menos de dos años, Midjourney era el rey indiscutible de la generación de imágenes con IA. Sus creaciones estaban muy por delante del resto –al menos entre las de complejidad similar– en calidad artística y en capacidad para interpretar prompts complejos cuando DALL-E aún se limitaba a figuras difusas. Stable Diffusion requería conocimientos técnicos fuera del alcance del usuario medio.
Midjourney marcaba tendencia, acaparaba portadas y abría debates sobre el arte digital. Pero lo hacía con un desarrollo del producto –al margen de su tecnología– demasiado lento. Pasó demasiado tiempo anclado en Discord como interfaz, una plataforma diseñada para gamers, no para creadores visuales; y su nueva web es una gran mejora, solo despeja, no dispara las capacidades del usuario ni facilita la exploración creativa.
OpenAI, de repente, ha integrado una generación de imágenes bestial en ChatGPT. Y ni siquiera ha necesitado un productazo específico. Se ha limitado al mismo lienzo en blanco que con el chatbot. Y la diferencia es abismal. No hay fricciones ni aplicaciones extra ni interfaces ajenas y complejas. Ni de aprender comandos concretos.
El desarrollo de producto en Midjourney está siendo algo decepcionante. Ha tardado un año en pasar de V6 a V7 y su web sigue siendo un Discord depurado y bonito, no una interfaz realmente propia centrada en disparar nuestra creatividad, como la de Freepik. Contrasta con la agilidad de OpenAI.
Lo más llamativo, y no necesariamente positivo, es que el debate actual sobre estas herramientas se centra en algo tan superficial como la capacidad para generar imágenes estilo Ghibli. Lo que debería ser una revolución creativa se ha convertido en una carrera por la función viral del momento. Y Midjourney, que fue pionero, ahora responde reactivamente a tendencias marcadas por otros.
La integración es la clave. Millones de usuarios ya acceden a ChatGPT diariamente para escribir textos, generar código o responder preguntas. Ahora pueden crear imágenes sin salir de esa misma ventana. Con Midjourney necesitas una cuenta separada, una interfaz distinta, un flujo de trabajo completamente diferente.
Es la misma razón por la que Windows Phone murió pese a su gran planteamiento estético, o por qué pocos usan Proton Mail a pesar de su privacidad superior. La conveniencia siempre vence a la excelencia técnica.
David Holz, CEO de Midjourney, describe su nuevo V7 como una “arquitectura totalmente diferente”, pero la pregunta es si esto importa cuando el público ya ha normalizado usar ChatGPT para todo, incluidas las imágenes, sin tener siquiera que invocar a DALL-E, que ya es historia. Si el mejor producto es el que la gente realmente usa, Midjourney ya ha perdido.
La mejor innovación no suele estar en crear la mejor tecnología posible, sino en integrar tecnología suficientemente buena donde la gente ya está. Distribución. Una lección que Midjourney ha aprendido demasiado tarde, convirtiéndose en la mayor víctima del impresionante generador de imágenes de ChatGPT.
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La bola de nieve de los aranceles empieza en el precio de los iPhone. El verdadero problema son sus ramificaciones

No es solo que el iPhone pueda acabar costando más —como tantas otras cosas— sino todo lo que se deriva del problema con los aranceles de Trump que hoy entran en vigor en todo el mundo. Las consecuencias de estas medidas son imprevisibles, pero hay algunas industrias que claramente se verán especialmente afectadas.
El efecto bola de nieve puede ser espectacular. Pongamos de ejemplo inicial a Apple, una de las primeras grandes víctimas de los aranceles. No sabemos si la empresa acabará subiendo el precio de sus iPhone o de otros productos, pero la realidad es que a la compañía todo le va a costar más por culpa de los aranceles.
Si eso ocurre, tendrá que aplicar medidas para que el negocio siga siendo rentable, porque es probable que venda menos y que los consumidores se aprieten el cinturón. Y se lo aprietan ellos, se lo apretarán todos los demás.
Apple podría tomar decisiones y realizar recortes en ciertas áreas de negocio. Una de las más evidentes —además de recortes de plantilla— está en el gasto publicitario. Apple podría decidir que (por ejemplo) va a invertir la mitad de lo que invertía en redes sociales como las de Meta. Es algo que ya preven en eMarketer, donde indican que las redes sociales serán las más afectadas por la caída del gasto publicitario.


Los expertos esperan recortes de entre el 12 y el 41% del presupuesto publicitario en EEUU por culpa de los aranceles. Fuente: eMarketer
Ahora pongámonos en la piel de Mark Zuckerberg, que ve cómo le va a llegar mucho menos dinero precisamente en aquello que es el pilar de su negocio, la publicidad. Y si los ingresos bajan, tendrá que afrontar esa caída tratando de retener a los anunciantes, pero también adaptándose a la situación.
Ese recorte en gasto publicitario afectará especialmente a los medios de comunicación, señalan en MarketWatch. En algunos casos podrán afrontarlo gracias a usar modelos mixtos que combinan publicidad y suscripciones. Ni siquiera ellos estarán a salvo, porque en esa bola de nieve muchos consumidores se verán atrapados y decidirán gastar menos en esos pagos mensuales y se darán de baja, al menos de forma temporal, en contenidos.
Si hay menos dinero de anuncios en Meta, hay que hacer recortes también. Y eso suele suponer centrarse en las áreas de negocio que funcionan y dejar otras divisiones en “modo de bajo consumo”.
De nuevo los despidos son el recurso claro, pero Meta también podría recortar en frenar su inversión en su apuesta por la IA. El desarrollo de su familia de modelos Llama 4 podría estancarse, lo que afectaría también al trabajo de instituciones, empresas y desarrolladores independientes que lo usan como base para sus propios proyectos.
Lo mismo podría ocurrir en Redmond. Para Microsoft los aranceles teóricamente provocarán que mantener sus servicios y su gigantesca infraestructura en la nube salga más caro, así que nos enfrentamos a potenciales subidas de precio de Microsoft 365 y de otros muchos de sus servicios. Pero no serían los únicos recortes factibles, porque de hecho Microsoft ya ha empezado a mover ficha y a prevenir antes que curar.
Así, la empresa ha hecho recortes en sus proyectos para ampliar su infraestructura. Microsoft llevaba meses sin parar de invertir en nuevos centros de datos en todo el mundo, pero sus planes han empezado a cambiar. Ha cancelado o pausado la creación de centros de datos en todo el mundo y eso supone un claro obstáculo para su apuesta por la inteligencia artificial.
La bola de nieve puede hacerse mucho mayor, desde luego, y las represalias que otros países puedan tomar contra los aranceles de Trump no harán más que agravar la situación. Así, China ya ha respondido a la subida de aranceles del 104% que Trump amenazó con activar: ahora los aranceles para bienes que EEUU exporte a China pasarán del 34% al 84%. La UE también prepara ya su primera respuesta, y mientras la bola sigue haciéndose más y más grande… y más imparable.
Imagen | Jp Valery
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