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Pese a que hay científicos diciendo lo contrario, es hora de reconocerlo: los continentes no existen

Desde hace unos días, un grupo de investigadores de la Universidad de Derby no para de decir que ha encontrado un nuevo (micro)continente en el Estrecho de Davis. Es decir, entre Groenlandia y Norteamérica.
Y sí, suena un poco marciano. ¿Cómo se nos va a haber perdido un continente entero en los 1.143 kilómetros que mide ese estrecho?
¿Qué diablos es un continente? La respuesta más intuitiva es “una gran superficie de tierra rodeada por agua”; pero lo cierto es que solo funciona en teoría y, cuando aterrizamos el problema, todo se complica. Por ello, si la pregunta es “¿cuántos continentes hay en el mundo?”, la única respuesta lógica es esta: “depende”.
¿Cómo que “depende”? Las razones que hay detrás de muchas de las divisiones que manejamos son “puramente históricas y culturales”. De hecho, como explica Miguel García, “los sistemas educativos de distintos países establecen diferentes divisiones continentales”:
- En los países anglosajones, lo más habituales decir que hay siete continentes (Europa, África, América del Norte, América del Sur, Asia, Antártida y Oceanía);
- En cambio, en los países de lenguas romances, la respuesta más común es que son seis continentes (uniendo las Américas en uno);
- Seis continentes son también los que se explican en los países de la órbita exsoviética (aunque mantienen separado América y lo que unen es Europa y Asia).
Hay más opciones, claro. Por ejemplo, podríamos unir Asia, África y Europa en un solo continente y, junto a América, Australia y la Antártida, serían cuatro. Por poder, podríamos incluso sacar a la Antártida porque, en fin, sin su capa de nieve se convertiría en un archipiélago (cuya isla mayor sería más pequeña que Australia).
Es hora de admitir que los continentes no existen. Son constructos sociales, como los municipios o las provincias. De ahí que, como explica García, desde un punto de vista geológico, se puede concluir que los continentes no constituyen un concepto científico. En todo caso, podemos hablar de placas tectónicas (y, aunque definir su número también es un lío, no hablaríamos de menos de 15).
¿Entonces de qué están hablando los investigadores de Derby? Ya toca entrar en materia: lo que los investigadores han usado es otra cosa, el grosor de la corteza terrestre. En general, hay dos tipos de cortezas terrestres: la continental (de unos 35 kilómetros de grosor) y la oceánica (de entre 8 a 10).
De lo que se han dado cuenta es que a medida que las placas tectónicas entre Canadá y Groenlandia han ido desplazándose, la corteza terrestre se ha reconfigurado. El resultado ha sido una corteza protocontinental (es decir, extremadamente gruesa) en lo que debería ser una corteza oceánica.
¿Y para qué sirve todo esto? Hay que reconocer que, una vez que aterrizamos el asunto, todo parece más aburrido. Sin embargo, el hallazgo es muy interesante: en realidad no sabemos muy bien cómo funcionan las dinámicas tectónicas. Tenemos ideas y modelos muy desarrollados, sí; pero a la hora de la verdad, hay más preguntas que respuestas.
Poder estudiar con detalle la formación de un protomicrocontinente es una oportunidad única para entender fenómenos como el que está dividiendo África en dos. Y ya hemos visto que, a diferencia de lo que tendemos a creer, esto tiene una incidencia real en la vida diaria de millones de personas.
Imagen | Kate Ter Haar
En Xataka | Una enorme grieta se ha abierto en el Valle del Rift de Kenia y parece que es solo el principio
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Tras el apagón masivo parte de España temió saqueos y problemas de seguridad. La realidad fue bien diferente

Ni pillaje. Ni latrocinio. Ni caos desatado en las calles. A pesar de que la mayor parte del país se quedó ayer a dos velas (literalmente) y miles de españoles se fueron a dormir aún sin electricidad en sus casas y negocios, el 28 de abril de 2025 no pasará a la historia por ser una jornada de caos. No todo fue una balsa de aceite, por supuesto, pero esta misma mañana el Ministerio del Interior subrayaba que la noche ha sido “tranquila”, “sin incidentes destacables de seguridad”.
Nada que el país no haya vivido ya durante la pandemia, cuando España ya demostró su obediencia durante los estados de alarma para frenar el COVID-19.
Que casi todo un país se funda a negro (en términos energéticos), como ocurrió este lunes a las 12.33 h en España, tiene evidentemente múltiples derivadas. Afecta a la industria. Afecta al comercio. Afecta a la movilidad y la educación. Y afecta a la seguridad. Ayer el Gobierno declaró la emergencia nacional en ocho comunidades y uno de los temas que se coló en el debate público durante las primeras horas fue precisamente el despliegue de medios para garantizar la seguridad.
“Problemas de seguridad”
“Madrid tiene 9.000 calles, 3,5 millones de habitantes… Si una ciudad es estas dimensiones se queda completamente a oscuras, todos somos conscientes de que se pueden dar problemas de seguridad en puntos muy diversos y diferentes”, advertía por la tarde el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. Sin electricidad muchos negocios se quedaron sin datáfono, pero también sin vigilancia o los sistemas automáticos que les permiten cerrar sus locales.
El miedo a los saqueos y robos durante el apagón incluso llevó a algunos comerciantes a vigilar sus tiendas. En Ayamonte, Huelva, hubo quien pasó la noche en su negocios al no poder bajar las persianas y en Granada el diario Ideal habla de empresarios en una situación similar que se resistían a abandonar sus locales. “La gente aprovecha mucho para robar y aquí no tenemos ningún sistema que nos permita asegurar la tienda”, admitía a ABC la dependienta de una tienda del centro de Madrid mientras esperaba que se restableciese el suministro.
Su recelo era comprensible.


Click en la imagen para ir al tweet.
Tras la DANA de Valencia hubo quien aprovechó el caos para realizar saqueos y llevarse a casa baterías, material deportivo, teléfonos o consolas, por ejemplo, en ocasiones incluso con ayuda de camiones. Solo la noche del 30 al 31 de octubre la Policía Nacional detuvo a 39 personas durante una campaña de vigilancia en zonas comerciales y semanas después, a mediados de noviembre, el número de detenidos por saqueos en las zonas afectadas por las lluvias superaba ya los 400.
Ni siquiera hace falta que se produzca un suceso tan devastador como la DANA de Valencia. En 1977 Nueva York vivió un corte eléctrico que se prolongó durante un día y derivó en una “noche del terror”, en palabras de la revista Time, con el saqueo de más de 1.615 tiendas, más de 1.000 incendios, alrededor de 4.000 detenidos y cientos de policías heridos. Hace unas semanas ante un apagón masivo también que afectó a gran parte de Chile, el Gobierno de Boric optó por decretar el estado de excepción e impuso un toque de queda entre las diez y las seis de la mañana.
En España las autoridades optaron también por reforzar la seguridad, aunque sin llegar a medidas tan drásticas. El Gobierno precisa que entre el lunes y el martes se desplegaron por el país más de 30.000 agentes de la Policía Nacional y Guardia Civil, a los que se suman otras fuerzas de cuerpos autonómicos y locales.
En Cataluña los Mossos d´Esquadra alargaron turnos y activaron un plan de seguridad nocturno con algo más de 7.200 agentes, mientras hubo ciudades que aumentaron también sus dotaciones locales. En Vigo el alcalde aseguró ayer que la Policía Local triplicaría sus esfuerzos y por la noche se desplegarían 13 patrullas municipales, a las que se sumarían casi una veintena de nacionales.
¿Cuál ha sido el balance? Una relativa tranquilidad. Al menos si se tiene en cuenta que, aunque parte del país empezó a recuperar la electricidad a las pocas horas, ha habido ciudades que tardaron más de 14 horas en tener luz y la jornada estuvo marcada por problemas en las comunicaciones y los semáforos.
No se conoce aún el balance total de alertas, pero Interior habla de una “noche tranquila y sin incidentes destacables de seguridad ni orden público” y tanto el alcalde de Madrid como el de Barcelona han destacado el “civismo” de sus vecinos. “Los madrileños han demostrado que dan lo mejor de sí en los momentos más difíciles. Frente al apagón, una lección de civismo”, presume Almeida.
Eso no significa por supuesto que las últimas horas hayan sido una balsa de aceite. elDiario habla de intentos de robo, alarmas activadas y “algunas” quemas de contenedores en localidades de Andalucía y en la Ciudad Condal los servicios de emergencia habían atendido a media tarde el doble de llamadas de lo habitual, si bien muchas incidencias estaban relacionadas con gente atrapadas en ascensores o personas con problemas de movilidad. En otras urbes del país y menos habitantes el goteo de avisos a las autoridades lo largo del día también fue intenso.
La respuesta más gráfico la ha dado sin embargo esta mañana el alcalde José Luis Martínez- Almeida cuando le han preguntado por cómo había ido la noche en la capital, en la que, asegura, solo se registró un conato de reyerta y un alunizaje.
“Más tranquila que cualquiera”, resume el regidor madrileño.
Imagen | Xataka
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Sin semáforos por el apagón, España vivió un auténtico experimento libertario de movilidad. Y salió bastante bien

Y a las 12:32 horas del 28 de abril de 2025, España se fue a negro. Lo supimos casi de inmediato cuando se cortaron las conexiones con nuestros compañeros de trabajo. Ordenadores con la pantalla en negro, trenes parados en los túneles, ascensores congelados entre plantas y en la calle… en la calle una vida normal.
Más o menos.
Porque más allá de las colas en el Mercadona y de los niños corriendo y gritando por el patio del colegio a horas anormalmente tardías, el tráfico más o menos fluía. Sin trenes disponibles, los pasajeros saltaron al tráfico rodado. En coches privados, en autobuses públicos y haciendo autostop.
Más o menos, a mayor o menor velocidad, el tráfico siguió fluyendo. Sí, hemos visto que en el centro de las grandes ciudades como Madrid o Barcelona, las principales vías no tardaron en atascarse. Pero también es cierto que el tráfico funcionó con relativa calma allí en muchas otras partes.
Era la confirmación de que el tráfico puede fluir si ponemos un poquito todos de nuestra parte. Y es la confirmación de por qué hay quien diseña cruces sin semáforos.


Semáforos en Granada el 28 de abril de 2025 durante el apagón nacional
Un poquito de por favor
El 17 de marzo de 1926, hace casi 100 años, Madrid instalaba el primer semáforo de España. Llegaba para hacer “un uso más racional del los coches privados y favorecer en general el de los transportes públicos, amén de hacer más grata la convivencia ciudadana y contribuir a un mayor y más seguro uso de la calle por los peatones”, según se lee en bandos municipales de la época.
Quién nos iba a decir que casi un siglo más tarde, la radio concatenaría conexiones por ciudades españolas en las que se celebraba la vuelta de la luz a los semáforos de la calle. Bastaba pegar el oído al transistor para sentir cierto alivio en la voz de los reporteros que señalaban, por fin, que la luz había vuelto a los semáforos.
Con los semáforos parecía volver la normalidad. Esa luz roja que prohíbe el paso a quien se cruza en mi camino y me deja el paso libre. Esa luz color ámbar que me advierte del peligro pero parece que solo me grita que acelere. Pero, ¿y si la normalidad se mantuvo sin las luces de los semáforos?
Es lo que sucedió en la mayor parte del país. Sin luces para regular el tráfico, se impuso la cordialidad, la negociación y no tuvimos que lamentar incidentes graves. La supuesta anarquía nunca llego a ser tal y poniendo todos de nuestra parte se tomó el control de las calles.
“Instalamos semáforos para fomentar la fluidez y aumentar la velocidad, en contra de la negociación y en muchos casos hacemos lo contrario“. Las palabras las expresaba Román Torre, miembro del Observatorio Xixonés de movilidad y autor de diversos artículos relacionados con la movilidad en las ciudades.
En su tweet, hacía referencia a un cruce en el que se observa cómo los vehículos circulan con total fluidez. Desde luego, no es un cruce con el volumen de tráfico que podemos encontrar en la zona norte de Madrid la cual, todo sea dicho, se atasca habitualmente con y sin semáforos. Y, de hecho, el propio Torre señala al final del hilo que es una solución “que no vale para todos los sitios”.
Sin embargo, el vídeo sí demuestra que en muchas ocasiones la fluidez del tráfico está garantizada sin semáforos. Y, lo mejor, es que no sólo está garantizada, además es una solución más segura. Si no hay luces, el conductor está obligado a reducir la velocidad al aproximarse a un cruce porque no tiene la red de seguridad del semáforo garantizando una vía libre. A menor velocidad, un posible choque es más improbable, tendría menores consecuencias y, además, se reducen la posibilidad de un atropello.
La DGT contempla cómo actuar en las intersecciones sin prioridad de paso pero basta con ver un vídeo grabado ayer para comprobar cómo la negociación se impone para ir dando paso a cada coche poco a poco, sin ralentizar el tráfico.
Es algo que se ha estudiado y aplicado en Países Bajos. Un ejemplo es el de Alexanderplein en el centro de Amsterdam. Allí, después de diversos estudios, se decidió eliminar los semáforos y comprobaron que pese a convivir ciclistas y tranvías, la fluidez del tráfico es mejor que sin las luces que, supuestamente, gestionan el tráfico. El secreto está en observar al resto de agentes del tráfico.
Algo similar es lo que se aplica en Groningen donde desde hace años aplican la máxima “todo verde” para los ciclistas en 29 intersecciones de la ciudad. Cerrando por completo el tráfico a los coches durante unos segundos, se comprobó que si se permite circular a las bicicletas con total libertad (una experiencia similar a hacerlo sin semáforos) el tráfico es más fluido. Uno de los motivos es sin duda la baja velocidad la que se circula que facilita tomar decisiones en muy poco espacio y, por tanto, la fluidez a la hora de tomar una u otra vía.
Ese caos controlado es posible gracias a que nos movemos “como nos comportaríamos si fuéramos peatones”, en palabras de Ford. La compañía presentó hace algún tiempo una solución para aprovechar la comunicación entre vehículos para eliminar los semáforos y, con ellas, las esperas innecesarias. Sin luces regulando el tráfico, asegura que los coches autónomos pueden moverse con total tranquilidad porque reducen la velocidad al llegar a las intersecciones y los movimientos son más seguros.
La cuestión es que lo que vivimos ayer lo vivimos los humanos. Torre explica en MiGijón que la ausencia de luces hace que los conductores tomen la iniciativa a la hora de cruzar la intersección en lugar de “obedecer” a la luz verde o roja. Esto evita que se avance a trompicones con una parada, una aceleración y una nueva detención en la siguiente calle. Evidentemente, sin semáforos, el coche se detiene pero aplicando cierta negociación entre conductores, las detenciones son mucho más breves tal y como se puede observar en sus vídeos.
Gran parte del secreto está en esa reducción de la velocidad a la hora de aproximarse a la intersección. Sin semáforo, el conductor debe circular más despacio y al hacerlo se reducen los frenazos. Hay mayor tiempo de reacción por lo que es más fácil adaptar la velocidad y, por tanto, fluir con el resto de vehículos, ciclistas o peatones.
Un buen ejemplo de cómo reducir la velocidad puede ayudar a mejorar la fluidez del tráfico la encontramos en los estudios de universidades japonesas. Éstas demostraron cómo circulando a una velocidad sostenida, el frenazo de un solo vehículo provoca un atasco inmediato y una onda que se multiplica. Circular a una velocidad más baja (y mantener la distancia de seguridad) ayuda a moverse a una velocidad más sostenida porque hay mayor tiempo para adaptarse al flujo del tráfico en caso de sufrir un imprevisto. Las paradas serán menos asiduas y más breves.
Foto | Xataka
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Y de repente, una gran batería y el sol de Murcia me salvaron del gran apagón

Tras una crisis, un par de inquietantes conflictos bélicos, el segundo mandato de Trump y una pandemia mundial, el mayor apagón de España no debería de haberme causado tanta inquietud. Pero en casa, a las tres horas de su inicio y con los peques recién llegados del colegio, su nerviosismo era muy evidente. Y el nuestro.
Sin red eléctrica durante casi 12 horas y desconectados del mundo casi las mismas horas salvo por la bendita radio a pilas, en casa la tranquilidad para la tensa e indefinida espera nos llegó de la manera más inesperada: el radiante sol de Murcia y unas baterías a prueba en Xataka. Esta es la historia de cómo unas placas solares conectadas a una gran batería mitigaron en casa el gran apagón de España.
La realidad de que todo funciona con electricidad
La puerta de entrada/salida del centro de trabajo, que habitualmente abrimos mediante una aplicación instalada en el móvil, solo hizo caso a nuestra necesidad de salir de manera urgente cuando el conserje, llave analógica en mano, la abrió y tiró de ella bajo los casi 30 grados de las dos de la tarde en Murcia. A finales de abril.
“Googlear” si los surtidores de las estaciones de servicio necesitan alimentación para funcionar, algo que me hubiera llevado 10 segundos en otro momento, fue el inicio de muchas horas de incertidumbre energética cuya solución no recordaba que tenía en casa
En el trayecto en coche a casa, con el depósito cerca de la reserva y sin saber a ciencia cierta si los surtidores necesitan alimentación para funcionar – ni posibilidad de googlear la respuesta a mi duda – la radio era el único punto de conexión con la situación real. Porque las teorías sobre qué estaba ocurriendo no tardaron ni 10 segundos en correr de boca a oído y a otro oído … de repente, todo el mundo había hablado con algún familiar en el extranjero que le confirmaba sin lugar alguna a dudas que era un tema europeo. Qué digo europeo, mundial.


Una instalación “improvisada” de placas solares en la terraza de casa
Con las pocas noticias que pude escuchar sobre lo que estaba ocurriendo llegué a casa. El ambiente era muy similar al de la pandemia, con la incertidumbre dominándolo todo. Y la sensación de estar viviendo demasiadas cosas por primera vez.
La comida del mediodía se tuvo que improvisar atendiendo a unos criterios muy claros: usar lo perecedero de un frigorífico que no sabíamos cuando volvería estar operativo y recurrir a la barbacoa a gas del patio. Sí, la cocina de inducción no se lleva bien con la falta de electricidad.


Ya con la serenidad que da el estómago bien atendido, a modo de juego para calmar a los peques, analizamos la situación en casa y trazamos de manera conjunta un plan para la tarde. Buscamos linternas, portátiles, “powerbanks” y cualquier dispositivo que pudiera cargarse. Los smartphones y tablets entre ellos. Para hacerlo teníamos un inmenso, literalmente, aliado en casa: unas baterías de Ecoflow a prueba en Xataka.
Hora de recargar todo lo recargable. Y cocinar lo “cocinable”
Con la carga interna de la baterías, una principal de 4.000 mAh y una auxiliar de la misma capacidad, casi al 80%, los cuatro enchufes y cuatro puertos USB (dos de tipo C y dos de tipo A) empezaron a recargar todo lo recargable que encontramos en casa. Incluidas las pilas que ya sabemos que deben estar en todo kit de emergencia que se precie.
Sin posibilidad de carga de ningún tipo, las baterías solares de casa ofrecían punto de recarga a familiares y amigos que lo solicitaban
El objetivo era que, si la situación se alargaba hasta la noche, pudiéramos disponer de dispositivos operativos y por supuesto de luces listas para que, al menos en casa, la situación fuera lo más parecida la normalidad.


Baterías, luces de camping y lectura/ocio para la larga espera
Dado que todavía era el inicio de la tarde en Murcia, las baterías seguían recargándose al ritmo habitual en su “hora punta”, unos 1.000-1.200 W por hora. Una de la grandes ventajas de estas baterías de Ecoflow para su recarga es que se pueden alimentar tanto desde la red eléctrica como conectadas directamente a placas solares.


La radio que estuvimos a punto de “reciclar” el pasado verano
Esta situación de excedente energético la aprovechamos tanto para cuestiones menos importantes como relajarnos con un café recién hecho como para usar ciertos electrodomésticos tipo Thermomix, el microondas o un pequeño horno eléctrico. Todo lo que pudiéramos aprovechar de esa energía solar nos parecía una buena idea en esos momentos. Cosas de situaciones que se viven por primera vez.


Móviles de amigos y familiares que vivían cerca se recargaban con nuestra batería de casa
También nos alegramos en casa de haber almacenado una vieja radio analógica porque, sin datos ni teléfono funcional, era nuestra única fuente de información fiable.
El gran apagón no era esta vez por calles. Ni barrios. Ni tan siquiera por ciudades. Pero lo más alarmante era que la duración del mismo era una gran incógnita. Así que los poquísimos momentos de conectividad nos permitieron ofrecer nuestras baterías a familiares y amigos que vivían cerca para que recargaran sus teléfonos móviles.
Y sin sol, las baterías toman el control de la casa
Con las diferentes informaciones oficiales sobre todo lo ocurrido llegando vía radio pero a cuentagotas, el atardecer nos alcanzó en casa con la incógnita sobre lo que tardaría la red eléctrica de nuestra zona de Murcia en estar operativa. Así que sin sol, llegó el momento de empezar a exprimir la energía almacenada durante todo el día hasta agotarla.
Por la noche, la batería solar estaba lista para usar la energía almacenada y alimentar durante horas el frigorífico y con ello salvar los alimentos un tiempo muy valioso
El sistema que tenemos a prueba de Ecoflow no permite la inyección de energía a la propia red de casa si ésta no está conectada a la general. Pero su potencia de salida de hasta 4000 W nos da la posibilidad de usar electrodomésticos potentes de manera puntual, como hicimos con el depósito-termo de agua o el microondas.


Por la noche, en el salón reinaba la normalidad con la iluminación habitual e incluso el televisor funcionando
Llegada ya la noche, la batería portátil (aunque de mucho peso) quedo establecida en la primera planta de casa, donde, con ayuda de extensores de enchufes, mantuvimos varias luces del salón encendidas al tiempo que el televisor con alguna serie almacenada en local ya que la TDT tampoco era una posibilidad. Y lo más importante, el frigorífico de casa permanecía plenamente funcional.
Con esa sensación de cierto control momentáneo de la situación nos fuimos a la cama todos en casa. Seguíamos sin conectividad ni red eléctrica pero con la certeza de que la batería aguantaría toda la noche alimentando el frigorífico y la seguridad de que con las primeras luces del día, nuestra momentánea tranquilidad energética volvería a cargarse para resistir unas horas más si hiciera falta gracias al día soleado que se esperaba en Murcia.
Imágenes | Xataka
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