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Intel estuvo a punto de arrebatar a Apple como cliente a TSMC. De haberlo conseguido su historia sería otra

Apple es el mayor cliente de TSMC. Con diferencia. En 2021 el 26% de los ingresos de este fabricante de semiconductores taiwanés procedió de la firma de la manzana, una cifra muy superior al 5,8% derivado de su actividad para MediaTek, que entonces era su segundo mejor cliente. Con toda probabilidad estos números apenas habrán variado en los años sucesivos. En cualquier caso, el vínculo tan estrecho que mantienen estas dos compañías ha provocado que Apple sea un cliente prioritario para TSMC.
Los de Cupertino fueron los primeros en tener acceso al nodo litográfico de 3 nm que está en marcha en las plantas de TSMC de Taiwán. Y Apple tendrá acceso prioritario, como cabía esperar, al nodo litográfico de 2 nm con transistores GAA (Gate-All-Around) en el que TSMC iniciará la fabricación a gran escala durante 2025. La de estas dos compañías es una historia repleta de complicidades y alianzas que han permitido a ambas reforzarse. Sin embargo, todo estuvo a punto de ser muy diferente.
Intel intentó convencer a Apple
La compañía liderada por Tim Cook empezó a desarrollar sus propios SoC para sus smartphones y tabletas entre 2009 y 2010. En ese momento Apple decidió que Samsung, que es uno de los tres mayores fabricantes de semiconductores del planeta junto a Intel y TSMC, se encargase de producir sus chips. No obstante, había un problema: Samsung ya entonces era uno de los fabricantes de circuitos integrados que tenía algunas de las tecnologías de integración más avanzadas, pero también era un competidor directo de Apple.
Esta rivalidad propició que Tim Cook optase por explorar otras opciones, y una de ellas, presumiblemente la más atractiva, consistía en aliarse con TSMC y confiar en que esta compañía taiwanesa se encargase de fabricar sus semiconductores. No obstante, esta no fue la única opción que Cook tenía sobre la mesa. También consideró la posibilidad de trabajar con Intel o Texas Instruments. El problema era que Intel apenas tenía experiencia fabricando chips para terceros, y, por otro lado, las tecnologías de integración de Texas Instruments no eran lo suficientemente avanzadas.
“Sencillamente Intel no sabe qué debe hacer para ejercer como una fábrica de chips para terceros”
Pese a todo esto, Paul Otellini, el director general de Intel en aquel momento, se reunió con Tim Cook a principios de 2011 con el propósito de convencerlo de que Intel era su mejor opción. Y debió de ser muy persuasivo. De hecho, el máximo responsable de Apple decidió detener el compromiso al que ya había llegado con TSMC durante dos meses con el propósito de evaluar la propuesta de Otellini. Morris Chang, el fundador de TSMC, se preocupó mucho al enterarse de que Tim Cook había detenido temporalmente su compromiso y decidió viajar inmediatamente a EEUU para reunirse con el director general de Apple.
Chang ha revelado durante una entrevista con Acquired qué sucedió durante aquellos días de negociación: “El director general de Intel se acercó a Tim Cook y le pidió que considerara a su compañía. En ese momento Intel era el principal proveedor de la línea Mac de Apple. Yo conocía a muchos de los clientes de Intel en Taiwán, y a ninguno de ellos le gustaba debido a que Intel siempre actuaba como si fuesen los únicos que tenían microprocesadores. Aunque Intel intentase hacer negocios de buena fe, tenía un conflicto de intereses”.
No obstante, Chang apostilla algo más. “Nosotros hemos aprendido a atender todas las peticiones de nuestros clientes. Siempre respondemos con cortesía, pero Intel nunca ha hecho eso. Todos los clientes de Intel en Taiwán que conocía deseaban cambiar de proveedor”, rememora Morris Chang. Sea como sea cuando el fundador de TSMC habló con Tim Cook este último ya había tomado una decisión. Una decisión que tranquilizó al veterano ingeniero taiwanés: “Sencillamente Intel no sabe qué debe hacer para ejercer como una fábrica de chips para terceros”. Esta es la frase que, según Morris Chang, pronunció Tim Cook para hacerle saber que Apple sellaría su alianza con TSMC. El resto es historia.
Imagen | Asia Society | Flickr (Fortune CEO Initiative, David Geller)
Más información | Acquired
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un enorme anillo de dos kilómetros y 20 metros de alto

Osaka es conocida por su puerto, su oferta gastronómica, el distrito Shinsekai, su emblemático castillo y santuarios, entre otros reclamos. Ahora (y al menos durante los próximos meses) a todos ellos se suma un nuevo récord Guinness fascinante: la estructura arquitectónica de madera más grande del mundo, un gigantesco anillo de 61.000 m2 levantando siguiendo una antigua técnica de construcción nipona y que se ha convertido en uno de los iconos (y el más reconocible) de la Expo 2025, que acaba de inaugurarse en Osaka y tendrá sus puertas abiertas hasta octubre.
El nombre de la gigantesca estructura, que se ha colado ya en el libro Guinness, deja poco margen para la interpretación: lo han bautizado Grand Ring.
Un anillo para gobernarlos a todos. Aunque la Expo2025 de Osaka-Kansai cuenta con la participación de más de 160 países y regiones, su inauguración en Yumeshima estuvo encabezada por las máximas autoridades niponas y su objetivo es servir de escaparate a la “sociedad futura”, gran parte de los focos se han puesto en una de sus piezas más emblemáticas: el Grand Ring, un construcción con forma de anillo que servirá de pasarela para que los visitante se muevan al resguardo de la lluvia, el sol y el viento. Y es normal que haya generado tanto interés. Al fin y al cabo Grand Ring no es un anillo cualquiera. No hay otro como él en el mundo.


¿Y eso por qué? Por cuánto mide. Y sobre todo por cómo se ha hecho. La estructura está construida básicamente con madera de cedro y ciprés japoneses y pino silvestre. Es más, sus creadores reivindican el valor simbólico de esa mezcla de materiales autóctonos y extranjeros, aunque los primeros representan cerca del 70% de la construcción. En todo el mundo no hay una estructura arquitectónica de madera de mayor tamaño. Y así se lo reconocieron en febrero los jueces del Guinness World Records, que ya le han otorgado la plusmarca oficial.
Cuestión de medidas. Las cifras del Grand Ring impresionan. El diámetro exterior del anillo alcanza los 675 metros (615 m en la cara interior) y abarca un área de construcción de algo más de 61.000 m2. En cuanto a la enorme estructura circular, tiene un ancho de unos 30 m con una altura que en el extremo inferior alcanza los 20 m. En el lado interno es algo más bajo y ronda los 12 m. Los trabajos para darle forma arrancaron en junio de 2023 y no finalizaron hasta agosto del año pasado. En total los operarios emplearon en torno a 27.000 m3 de madera.
Algo más que grandes cifras. El anillo es interesante por algo más que su enorme tamaño o su talla récord. Los organizadores de la Expo 2025 insisten en que la estructura se levantó combinando métodos de construcción modernos y la tradición “nuki” empleada en la edificación de santuarios y templos japoneses. De hecho el anillo está inspirado en el templo milenario Kiyomizudera de Kioto. En la práctica, precisa Swissinfo, eso se traduce en que Grand Ring se fabricó con una técnica que no prescinde de tornillos o clavos para sujetar las vigas de madera.
Para armar la estructura se cruzan las piezas verticales y horizontales, formando un andamiaje compuesto principalmente por cedro sugi local y ciprés hinoki. Si bien el medio especializado en arquitectura y diseño Designboom precisa que en el caso de Grand Ring sus creadores recurrieron a elementos metálicos para reforzar la resistencia de la estructura a los terremotos. El sistema de fabricación nipón ha permitido por ejemplo que el templo Kiyomizudera se haya mantenido en pie durante siglos, aunque con el tiempo se ha restaurado y reconstruido.


¿Y cuál será su futuro? La Expo 2025 se inauguró el domingo 13 y se mantendrá hasta mediados de octubre, un período de tiempo durante el que los organizadores confían en recibir unas 28 millones de visitantes, incluidos 3,5 millones de extranjeros, con un impacto económico que según algunas estimaciones se moverá entre los 12.270 y 17.600 millones de euros.
Qué pasará con Grand Ring una vez finalice la exposición es algo que todavía no está del todo claro. Su artífice, el arquitecto Sou Fujimoto ha reconocido ya que le gustaría que se conservase al menos parte de la estructura en su actual ubicación. La clave es que su terreno pertenece a la ciudad de Osaka y la construcción a la Asociación Japonesa para la Expo. La cita internacional se ha puesto en marcha además entre noticias sobre el alto coste de la instalación (bastante mayor de lo previsto inicialmente) y un interés de momento tibio por parte del público.
Reivindicando la madera. “Me gustaría mucho conservarlo, preservarlo… porque es realmente maravilloso y un símbolo de cómo nuestra sociedad puede vivir en conjunto con la naturaleza”, señala Fujimoto en una entrevista con CNN. En caso de que deba desmantelarse pide que la madera se use en otros proyectos. “Aunque el edificio desaparezca, el espíritu de los materiales seguirá vivo”.
Por lo pronto, Grand Ring ha servido para algo más que conquistar récords Guinness: es una muestra de las posibilidades de la arquitectura de madera (una apuesta al alza y que se está empleando ya en la construcción de rascacielos), sobre todo en Japón, donde según la cadena estadounidense, a día de hoy cerca del 90% de las viviendas unifamiliares se levantan con estructuras de madera.
Imágenes | Eduards B (Flickr) y Expo25
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la construcción del rascacielos más alto del mundo

China es sinónimo de megaconstrucciones. Además, en tiempo récord, pero hay dos países que llevan años en una particular batalla en la que el hormigón es el absoluto protagonista. En 2010 se inauguró el imponente Burj Khalifa, destronando al Taipei 101 como el edificio más alto del mundo y dando el pistoletazo de salida a una guerra entre Emiratos Árabes y Arabia por ver quién hacía el rascacielos más vasto.
Y, aunque hemos visto numerosos rascacielos estos últimos años, hay dos que tienen entre ceja y ceja superar al Burj Khalifa: la Creek Tower y la Torre Jeddah. Y quizá es esa ambición la que se está llevando los dos proyectos por delante.
La Torre Jeddah saudí. Es uno de los proyectos más ambiciosos del mundo y se espera que, cuando esté completa, se convierta en el edificio más alto del mundo. Arabia Saudí tiene claro que debe destronar al Burj Khalifa de 828 metros con esta torre que superará los 1.000 metros de altura. ¿Cuántos, exactamente? No lo sabemos, ya que aunque las obras comenzaron en 2013, van bastante despacio.
Será una torre que albergará un hotel de lujo, apartamentos residenciales, oficinas y el observatorio más alto del mundo y contará con la friolera de 59 ascensores, cuatro de ellos de doble piso. ¿Su diseñador? El estadounidense Adrian Smith, el mismo que diseñó el Burj Khalifa con el que tendrá cierto parecido.


La Creek Tower de Dubai. Esta es mucho más reciente, ya que las obras comenzaron en 2016 y los datos son bastante más difusos. Como el Burj Khalifa, la Creek Tower estará en Dubai y será una construcción muy diferente a las otras dos torres. Será más una torre recreativa con restaurantes, lugares para pasar el tiempo y diez plataformas de observación (con suelo de cristal para ver toda la ciudad.
También podrá albergar algunas residencias de lujo, pero un número muy escaso como para ser considerado el “edificio más alto del mundo”, al menos técnicamente. ¿Y de qué altura estamos hablando? De entre 828 metros y 1.400 metros. Es un abanico enorme, pero lo que tenían claro es que debía superar los 828 de la megaconstrucción icónica de la ciudad.
El diseño, además, es peculiar, y el arquitecto líder del proyecto es el “reconocido” Santiago Calatrava.
Dificultades compartidas. Las dos construcciones comparten más elementos de los que podría parecer. Ambas tienen un diseño peculiar, ambas son altísimas y ambas… arrastran problemas desde hace años. Por diferentes motivos, eso sí.
La construcción de la Torre Jeddah se detuvo en 2018 debido a la lucha de la casa real contra la corrupción administrativa, política y real. En un proceso conocido como ‘la purga’, el príncipe heredero creó un comité que detuvo a 281 personas. Fue un proceso tremendamente polémico debido a que en paralelo, parece que un grupo de la muerte operaba para asesinar a los disidentes de manera silenciosa. Las obras se reanudaron oficialmente en febrero de este año.
En el caso de la Creek Tower, su inauguración estaba prevista para algún momento de 2020, pero el COVID-19 obligó a paralizar la obra y la construcción no ha levantado cabeza aún. En 2024 se realizaron algunas actualizaciones del proyecto, confirmando que la altura definitiva quedaría lejos de lo que se esperaba y, con un total de 745 metros, no cumplirá el objetivo de superar al Burj Khalifa.
El plan más loco. Ahora bien, aunque estas dos torres son colosales, hay un proyecto de Arabia Saudí que quiere dejarlas a la altura de un bloque residencial normal y corriente. No tiene nombre, pero sí una altura objetivo: 2.000 metros. Sólo sabemos que es algo que está en el horizonte y que será responsabilidad de los arquitectos de Foster +. Partners. Y sí, es una idea del mismo país que está construyendo El Mukaab, el aeropuerto de Riad y The Line, por lo que es seguro que lo intentarán.
Samsung, la ganadora silenciosa. Y aunque no está muy claro qué es lo que pretenden los dos países con esta particular batalla de megaconstrucciones, lo evidente es que hay compañías que se están llenando los bolsillos con estos proyectos. Y más allá de constructoras locales y arquitectos extranjeros, hay que mencionar a Samsung. Concretamente, a la división Samsung C&T Engineering and Construction Group que se encargó de la construcción del Burj Khalifa y que está al mando de la Creek Tower.
Y no son las únicas construcciones de la división surcoreana, ya que, dentro de Vision 2030, la compañía anunció en diciembre del año pasado que habían terminado la construcción del primer sistema de metro de Arabia Saudí bajo Riad, un sistema totalmente automatizado sin conductores y que estuvo en construcción 11 años con un costo total de más de 2.400 millones de dólares.
Imágenes | Jeddah Tower, Emaar
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un tanque casero que destrozó medio pueblo

Lidiar con la Administración pública puede ser tedioso. Papeleo, tiempos dilatados y trámites que podrían hacerse en un par de clics por Internet, pero que tenemos que realizar de forma presencial. Como mucho, nos podemos frustrar, enfadar y soltar algún improperio como que cogerías un bulldozer y te pondrías a derribar edificios públicos, sabiendo que nunca harías algo así.
El problema es que, precisamente, eso es lo que un hombre llamado Marvin Heemeyer hizo en 2004 en la localidad de Granby, en Colorado.
Marvin Heemeyer. En el momento de los hechos, Marvin tenía 52 años. Era veterano de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos y su profesión era la de soldador en el mencionado Granby, pero la historia comenzó mucho antes. En 1992, Heemeyer compró unos terrenos con la intención de alquilarlos a un amigo que quería montar un taller de reparación. Esos terrenos eran propiedad de una familia, los Docheff, y parece que no quedaron muy contentos por la victoria de Marvin en la subasta.


¿El precio de los terrenos? 42.000 dólares de la época y era muy básico, ya que no tenía una solución para las aguas fecales y el acceso dependía de unos terrenos contiguos. El ayuntamiento le avisó de que debía poner solución a eso, conectándose al alcantarillado (otros 42.000 dólares) o poniendo una fosa séptica. Se negó y, entre tanto, el amigo que le iba a alquilar el terreno se desencantó con el negocio, por lo que el propio Heemeyer abrió ahí un taller de reparación de silenciadores.
Culebrón. Los Docheff no olvidaron la subasta de 1992 en la que Marvin les quitó el terreno y, en 1997, atacaron. ¿Cómo? Comprando las tierras alrededor de las de Marvin para crear una planta cementera. En principio, querían comprar también la de Marvin, pero éste pidió primero 250.000 dólares, luego otros 125.000 dólares y, cuando los Docheff consiguieron el terreno, Heemeyer volvió a subir el precio a 450.000 dólares.
No hubo acuerdo, pero los Docheff continuaron con su plan. Heemeyer emprendió una acción para poner al pueblo en contra de la planta de cemento alegando que sería un atentado ecológico, pero poco a poco fue perdiendo apoyos, sobre todo cuando el periódico de la ciudad argumentó que tenía una venganza personal contra los Docheff.
Al ataque. En el 2000, el soldador presentó una demanda para bloquear el proyecto. Alegaba que la construcción bloquearía el acceso a su negocio, pero los funcionarios locales aprobaron unánimemente la construcción y, aunque apeló, nadie le hizo caso. Escaló el caso a la Agencia de Protección Ambiental, que también pasó del asunto.
En 2001, casi en un acto de soberbia, los Docheff hicieron una oferta a Heemeyer: si retiraba la demanda, le proporcionarían una línea de conexión al alcantarillado de la nueva planta de hormigón sin pagar un dólar. Marvin no se lo tomó bien, precisamente. El camión cisterna que usaba para acumular las aguas fecales se llenó y su decisión fue la de bombear los residuos a una parcela anexa a la suya.
Ilegalidades. También se intentó conectar de forma ilegal al alcantarillado de un vecino, pero lo pillaron y, debido a que no estaba conectado al servicio y a otras irregularidades, fue multado con 2.500 dólares, unos 4.400 dólares de la actualidad. La ciudad se había cansado de Marvin y le lanzaron un ultimátum: o se ponía al día con todo o no podría utilizar la propiedad con fines comerciales.


El bulldozer en cuestión
‘Killdozer’. Marvin sintió que la ciudad se había reído de él, que las administraciones lo ignoraban y que había sido marginado. Y no se lo tomó nada, pero que nada bien. En octubre de 2002, anunció el cierre del negocio. Vendía todo: materiales, terreno y una excavadora Komatsu D344A que había comprado ese mismo año. Y sí, colocó parte de su propiedad por 400.000 dólares (muchísimo más que por lo que la compró diez años antes), pero hubo algo que no logró sacarse de encima: la excavadora.
“Señal de Dios”. Lo vio como “una señal de Dios” para llevar a cabo su venganza contra la ciudad. Durante meses, Marvin trabajó blindando la excavadora. No se escondió y, de hecho, mencionó a amigos tanto la máquina como sus planes de usarla de forma destructiva, pero nadie le hizo caso. La excavadora, conocida como ‘Killdozer’ y bautizada como ‘Marv’s Komatsu Tank’ por el propio Heemeyer, estaba irreconocible.
Había blindado toda la zona de la cabina con una capa de acero de varios milímetros de grosor, una capa de hormigón y otra capa exterior de acero. Cubría parte del sistema oruga, pero también el motor y la cabina al completo. O se quedaba sin gasolina, o era imparable. Además, había colocado cámaras protegidas por casi ocho centímetros de plástico en el exterior que mandaban señal de vídeo a dos monitores en el salpicadero, tenía ventiladores para mantenerse fresco y lo más preocupante: tres boquillas con armas montadas, listas para disparar al exterior.


Y el ‘Killdozer’
133 minutos de terror. Con este tanque improvisado, la sobremesa del 4 de junio de 2004, Heemeyer empezó su venganza. Y lo hizo contra la planta cementera de Cody Docheff. El empresario pensaba que el vehículo era controlado de forma remota, por lo que empezó a disparar sin causar efecto alguno. Los policías de la ciudad también dispararon varias rondas contra la excavadora sin poder dañar ni las cámaras. Era imparable y los vídeos son espeluznantes.
Killdozer. La ‘Killdozer’ se lleva por delante todo aquello con lo que choca y, tras atacar la planta de hormigón, Heemeyer se dirigió hacia la ciudad. Allí destruyó coches, la fachada del ayuntamiento, la comisaría de policía y varios coches patrulla, así como unos cuantos negocios. Los objetivos no eran casuales: el mencionado ayuntamiento, una oficina de una persona que formaba parte de la junta de recalificación de terrenos, la comisaría, el periódico local y otras propiedades de gente que habría estado en contra de Marvin en su peculiar disputa con los Docheff.
“Dios me construyó para este trabajo”. Durante más de dos horas, los policías siguieron el vehículo totalmente impotentes. En unas cintas que mandó a su hermano poco antes del ataque, Marvin declaró que estaba sorprendido de que nadie lo hubiese pillado modificando al excavadora y que todo eso era parte de hacer cumplir la voluntad de Dios
Afirmó que Díos lo había construido para dar una lección a la ciudad de Granby y que por eso estaba soltero y sin hijos: su misión en la vida era llevar a cabo el ataque. En las tres horas de grabación, Marvin atacó a todo el mundo en la comunidad, afirmando que “para salir adelante, tienes que pisotear al vecino y hablar mal del prójimo en todo momento. También dijo que su muerte era inevitable. No se equivocaba.
La venganza de los siete millones de dólares. Tras desfigurar una decena de edificios, la excavadora se atascó en la parte trasera de una ferretería. No tenía salida, pero sí sabía que no iba a salir vivo de aquello. No había matado a nadie (de casualidad, ya que disparó repetidamente contra objetos inflamables que, de haber explotado, habría tenido nefastas consecuencias), pero tenía claro que él ya había cumplido y se quitó la vida de un disparo dentro de su tanque.
7 millones. La conmoción en la ciudad fue terrible y los daños se estimaron en siete millones de dólares. Pero, como esto de ensalzar a personas que realizan hechos cuestionables no es nada nuevo, Heemeyer tuvo defensores. Afirmaron que voluntariamente decidió no matar a nadie, sólo acabar con bienes materiales, y hay quien lo cataloga de mártir y de ejemplo de un acto de desobediencia civil patriótica contra las autoridades corruptas.
Para impedir que la excavadora se convirtiera en un punto de peregrinación, en abril de 2005 la ciudad la desguazó y repartió sus piezas por diferentes desguaces. Y, si estás pensando que es una historia de película, la hay. Se llama ‘Tread’, pero lamentablemente en España no está disponible en ningún lado. Y es una pena porque tiene muy buenas valoraciones.
Imágenes | Michael Thomson
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