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En TikTok hay españoles en shock al ver los altos precios de Zara en Argentina. Y eso dice mucho de la economía del país

Cuando uno vuelve a casa después de un viaje por el extranjero suele hacerlo con imanes para la nevera, un cajita con un surtido de postres locales, souvenirs para la familia y los amigos o, como le acaba de ocurrir a un grupo de amigas españolas, un vídeo viral en los pasillos de un Zara.
La pieza en cuestión la ha compartido en TikTok una usuaria llamada Antonia y en poco tiempo ha superado los 1,8 millones de visualizaciones. No tanto por lo que hacen o dicen las españolas que lo protagonizan como por sí lo que muestran: prendas de ropa de Inditex a precios desorbitados, a ‘años luz’ de los que se encuentran en las tiendas españolas.
Shock en un Zara argentino. El vídeo es breve, de apenas 74 segundos, pero ofrece una perspectiva que no suele verse a menudo: cómo es un Zara de Argentina. No porque las tiendas del grupo Inditex sean allí muy distintas a las de España o cualquier otro país de Europa, sino por lo que muestran las etiquetas de sus prendas. A lo largo del vídeo dos españolas se pasean entre faldas, chaquetas, camisas, vestidos… sin ocultar su asombro (o pasmo) cada vez que ven un precio.
“Me río para no llorar”. El título de la pieza no puede ser más descriptivo: “Mis amigas españolas en shock con los precios de Zara Argentina (Me río para no llorar)”. Quizás parezca una exageración, pero capta bien el estado de ánimo de las dos jóvenes en la tienda. “Es para denunciar. ¿Dónde está el papel de la denuncia?”, bromea una. “¿En España qué cuesta [esto] en rebajas, 7,99? En rebajas vale 80”, se escandaliza poco después con unos pantalones en la mano.
La retahíla de comentarios sigue: “Estoy en shock”, “No puedo asumirlo”, “No hay nada que se pueda pagar aquí”, “Ni Massimo Dutti”… Comentarios entre risas, expresiones de asombro y referencias a precios que, aseguran, están muy por encima de los que se encuentran en cualquier tienda de Zara de la geografía española.
En el vídeo llega a apreciarse por ejemplo un cartel de rebajas con la cifra 79999 pintada en rojo sobre un perchero con camisas, blusas y vestidos. Si ese precio está en pesos argentinos (ARS) equivaldría a alrededor de 75 euros. En otro se ven faldas a $49999. De nuevo si hablamos de ARS se traduciría en casi 47 euros.
@lauraanatale Yo entre llorando ya #argentina🇦🇷 #movilidadinternacional #erasmusbuenosaires
Chocante sí, nuevo no. No es la primera vez que un español (o extranjero, en general) comparte su pasmo en redes al ver los precios de la popular marca de Inditex en Argentina, donde, según datos recogidos por La Nación, al menos en 2023 Zara tenía repartidos 11 establecimientos. Hace poco otra joven compartía su indignación tras visitar una de sus tiendas situada en un centro comercial de Buenos Aires.
“Para que veáis la realidad de los precios comparado con Europa. No tiene ningún tipo de sentido”, denunciaba la tiktoker. A modo de ejemplo en el vídeo mostraba un top, junto a un cálculo rápido: “Lo puedes encontrar por menos de cinco euros en Madrid y aquí vale 12”. “Me parece injusto que haya tanta diferencia de un país a otro. Los precios deberían ser más o menos los mismos, no tres veces mayores”.
En Threads también se puede encontrar alguna queja similar: “Acabo de regresar de Buenos Aires y su estado de la economía me sorprendió. Una camisa normal en Zara, que en cualquier otro país costaría como máximo 30 dólares, se vende a 120”.


Captura de la web de Zara en España.


Captura de la web de Zara para Argentina.
¿Tanta diferencia hay? Lo cierto es que no hay que subirse a un avión, cruzar el Atlántico y pasearse por los pasillos de un Zara de Buenos Aires para comprobar la brecha de precios. La web de la empresa da una pista sugerente. Por ejemplo, un vestido abierto por la espalda que en la web española se ofrece rebajado por 12,99 euros (antes 29,95), en la página argentina se vende por 59.999 ARS, cerca de 56 euros. Originalmente costaba 99.990 ARS, casi 94 euros.
Una falta Midi efecto ante de tiro alto cuesta en España rebajada 12,99 euros. En Argentina una prenda similar, con cierre lateral con cremallera en vez de cintura elástica, está rebajada por 69.999 ARS, más de 65 euros. Unas bailarinas en serraje acababas en punta redonda cuestan en las tiendas de España 15,99 euros. En Argentina ese modelo está tras las rebajas en 69.999 ARS, es decir, 65 euros.
Cuestión de países y precios. La comparativa entre España y Argentina no es la única que arroja precios distintos. Por ejemplo, el mismo vestido que encontrábamos en España rebajado por 12,99 euros y en Argentina por 59.999 ARS (56 €), lo encontramos en Alemania por 9,99 euros, en Arabia Saudí por 149.00 SAR (38 €) y en Chile por 19.990 CLP (19 €), pero el coste que las prendas alcanzan en Argentina ha llamado ya la atención de otros usuarios en las redes e incluso de académicos que han indagado en ese fenómeno, sin ceñirse exclusivamente al caso concreto de Inditex.


Captura de la web en España.


El producto, en pesos argentinos.
“En Argentina la ropa es cara”. Entre quienes han analizado el fenómeno destaca Fundar, un centro de estudios impulsado por el matemático Sebastián Ceria y que hace unos meses examinó precisamente el coste de la ropa en Argentina. La primera conclusión de su informe es “contundente”, en sus propias palabras: “En la Argentina la ropa es cara”. Y la primera clave que desliza es la inflación, uno de los grandes retos macroeconómicos del país durante las últimas décadas.
De inflación y tendencias. Aunque a finales de 2024 el país había logrado su tasa de inflación más baja de los últimos años y hay observatorios que constatan su atenuación, el IPC aumentó un 2,4% en noviembre, el dato interanual llegaba al 166% y el porcentaje acumulado del año rondaba el 112%.
Fundar advierte que las prendas padecen además el alza de precios de forma especial. “Mientras que acá la inflación de la ropa superó a la inflación promedio, en el mundo ocurrió lo contrario”, detallan sus expertos, que subrayan esa tendencia que diferencia a Argentina de la tónica general.
¿Hay más factores? Sí. O así lo detalla Fundar, que reconoce en cualquier caso que no es una cuestión sencilla. “El debate osciló entre dos posturas. Por una parte, las miradas críticas de la industria nacional culpan al proteccionismo y sostienen que para bajar los precios solo hay que abrir la economía y fomentar la importación. La otra postura plantea que los altos precios de la ropa se deben a una multitud de factores ajenos al entramado productivo local”, resume.
Al abordar el problema en detalle Fundar cita la “elevada protección comercial” de las últimas décadas, el “deterioro de las condiciones macroeconómicas” y el consecuente encarecimiento de los bienes o el coste del financiamiento y sus efectos en la inversión y la productividad. El resultado, concluyen, es que en Argentina la ropa es cara tanto en términos absolutos (dólares), como si hablamos de forma relativa, en relación con el resto de mercancías.
“No toda la ropa es igual”. “En la Argentina la ropa es 35% más cara al dólar oficial que en el resto de los países analizados, diferencia que se atenúa al considerar el tipo de cambio al dólar MEP. Sin embargo, si miramos con más detenimiento encontramos matices importantes”, señala el análisis de Fundar, y matiza: “No toda la ropa es igual de cara”.
Los datos revelan diferencias por ejemplo en función del tipo de prenda o los tejidos que se hayan empleado en su confección. En el balance salen peor paradas las piezas para adultos y de marca o alta gama. En el caso concreto de Zara hay quien sugiere que las diferencias de precios entre países respondería a la política de tarifas de la multinacional en España, donde Inditex tiene uno de sus clústers.
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va a comprar la empresa del diseñador que marcó una era en Cupertino

Durante años, Apple fue sinónimo de audacia. Tomaba decisiones rápidas, rompía convenciones y desafiaba a toda la industria. Ahora Apple se ha convertido en una Big Tech que se mueve con mucha más cautela, pero algunos ven hoy en OpenAI un eco de aquella actitud. Ahora, en cierto modo, la firma de IA liderada por Sam Altman está conectándose aún más a las raíces de la compañía de Cupertino.
OpenAI acaba de anunciar un acuerdo para adquirir io, la startup de dispositivos cofundada por Jony Ive, en una operación valorada en casi 6.500 millones de dólares. Según Bloomberg, el acuerdo se estructura íntegramente en acciones: 5.000 millones de dólares corresponden a la compra del 77 % de la compañía, y el resto procede de una inversión anterior del 23 % que OpenAI realizó en 2024.
Un diseñador que marcó una era en Apple. Jony Ive no fue un diseñador más. Se incorporó a Apple en 1992 y, junto a Steve Jobs, ayudó a dar forma a una generación de productos icónicos: el iMac, el iPod, el iPhone, el iPad, el Apple Watch… incluso el polémico Magic Mouse con su puerto de carga en la parte inferior. Su visión estética definió el lenguaje de diseño de Apple durante décadas.
Tras dejar la compañía en 2019, Ive fundó el estudio creativo LoveFrom. Posteriormente cofundó io. El equipo de la startup reúne a más de 50 expertos en hardware, software y procesos de fabricación, muchos de los cuales han trabajado juntos durante años. Ahora pasarán a integrarse en OpenAI.
OpenAI se lanza al hardware con una visión ambiciosa. Hasta ahora, OpenAI ha sido una empresa centrada en el software. ChatGPT y sus modelos de lenguaje, como GPT-4o, son herramientas virtuales. Es decir, OpenAI no ha abordado directamente la creación de dispositivos, pero eso está cambiando.


Según una carta publicada por Altman e Ive en la web oficial de OpenAI, la colaboración entre ambas partes comenzó hace dos años, de forma discreta y motivada por “la amistad, la curiosidad y unos valores compartidos”. De esas primeras conversaciones surgieron ideas que, poco a poco, tomaron forma. El objetivo, aseguran, es crear una nueva familia de productos “que inspiren, empoderen y capaciten”.
¿Qué podemos esperar ahora? Aunque no se han compartido detalles concretos, se espera que el primer dispositivo fruto de esta unión vea la luz en 2026. En declaraciones recogidas por Bloomberg, Ive ha señalado que la tecnología de consumo lleva tiempo sin ofrecer algo realmente nuevo, y que la gente está buscando exactamente eso, cosas realmente nuevas.
El equipo de io seguirá operando desde sus oficinas en Jackson Square (San Francisco), pero ya colabora estrechamente con los ingenieros y diseñadores de OpenAI. LoveFrom, por su parte, asumirá nuevas responsabilidades en diseño y experiencia de producto tanto para el software como para los futuros dispositivos.
Un camino con obstáculos (y aprendizajes recientes). El salto de OpenAI al hardware no llega en un contexto vacío. En los últimos meses, otros proyectos de dispositivos impulsados por IA han fracasado estrepitosamente, como el Humane AI Pin o el Rabbit R1.
Cabe señalar que la operación todavía debe ser aprobada por los reguladores. A partir de ahí, empieza el desafío: demostrar que OpenAI también puede marcar un antes y un después en el terreno del hardware. “Valdrá la pena la espera”, dijo Altman al mencionado medio estadounidense.
Imágenes | OpenAI (1, 2) | Apple | Colin Davis
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los tripulantes de menos de 1,63 m necesitan ayuda con las maletas

El Tribunal Supremo ha dictado una sentencia en la que se impone a Iberia la adopción de medidas especiales para las tripulaciones de cabina que operan los Airbus A350 que la compañía incorporó en 2018.
De acuerdo con lo publicado por Cinco Días, los maleteros de cabina tienen un sistema basculante que se eleva sobre las cabezas de los pasajeros a una altura superior a 1,80 metros. Eso hace que el personal de cabina de menor estatura no siempre alcance a cerrarlos correctamente. El Alto Tribunal lo ha dejado claro: necesitan ayuda.
Un problema de altura a bordo. El origen del problema es el sistema de cierre de los compartimentos en los que los pasajeros guardan su equipaje de cabina. Para este modelo, Airbus diseñó un sistema basculante en el que, en lugar de cerrarse hacia abajo con un portón, obliga al personal de cabina a levantar cada sección del maletero para anclarlos en el techo de la aeronave.
Tal y como se recoge en la sentencia, el problema es que esos compartimentos quedan anclados a una altura de entre 1,81 y 2,20 metros y soportan una carga de unos 45 kilos, lo que “perjudica la salud de los trabajadores” al tener que levantar su peso por encima de sus hombros.
Esta peculiaridad de los A350 hace que los tripulantes de cabina que miden menos de 1,63 metros no alcancen a cerrarlos desde el pasillo “con el cuerpo inclinado sobre los asientos de los pasajeros para poder cerrarlos”.
Esfuerzo compartido. La sentencia del Alto Tribunal da amparo a este supuesto imponiendo a Iberia “establecer medidas organizativas de cumplimiento obligatorio para los trabajadores con función de Sobrecargo a la hora de distribuir el trabajo en la aeronave que garanticen que el cierre de los maleteros con mayor riesgo ergonómico evaluado se realice por dos trabajadores o subsidiariamente bien por dos trabajadores bien por un trabajador con estatura adecuada“.
Para aquellos empleados que midan menos de 1,63 metros, el tribunal contempla “que sean ayudados por otro trabajador para los maleteros de mayor altura o los que lleven un mayor peso indicando que deben contar con la ayuda de un compañero de mayor altura para cerrar estos maleteros antes de cada vuelo”.
Además, de establecer una excepción laboral para la tripulación de cabina de menor estatura que opera en estos aviones, la sentencia obliga a la aerolínea a proporcionar unos uniformes confeccionados con tejidos más flexibles que permitan a los tripulantes mayor ergonomía en sus movimientos dada la dificultad al manipular los portaequipajes.
El problema no es nuevo. El problema de diseño de los maleteros del A350 y la normativa de riesgos laborales del personal de cabina no es nuevo. En 2022, el comité de empresa de Iberia presentó una demanda que ponía el foco en el control del peso del equipaje de mano que luego se alojaba en esos compartimentos que debían ser elevados a pulso por la tripulación de cabina.
En aquella primera sentencia, la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional ya reconocía que era necesario volver a evaluar el riesgo ergonómico para los trabajadores que suponía el nuevo equipamiento de trabajo (la aeronave). En aquel litigio, la aerolínea española reconocía un riesgo postural “moderado”. Ahora, el Tribunal Supremo confirma esa sentencia y obliga a Iberia a “adoptar una solución técnica al defecto de diseño”.
El toque de atención de la justicia. Desde el Supremo, aperciben a la operadora aérea sobre la obligación del cumplimiento de la sentencia, dado que el recurso de Iberia era “inadmisiblemente ambiguo” sosteniendo que “ya ha cumplido con ella”, mientras que los demandantes niegan que se haya tomado medida alguna para solucionar el problema de los maleteros.
El Tribunal Supremo rechaza que la respuesta de Iberia se limite a “ser reemplazada por una simple referencia documental a la responsabilidad del personal de facturación y embarque” para controlar el peso del equipaje, y señala que ese es “solo un primer paso en la actividad preventiva, pero no su conclusión definitiva” reclamando “el cumplimiento total de lo ordenado en la sentencia”.
En Xataka | Las entrañas del Airbus A350-900: el avión accidentado en Japón y del que salieron vivos sus 379 pasajeros
Imagen | Iberia
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Ya sabemos lo que se comía en los restaurantes de Cataluña en 1625. Y tenemos muy poco que envidiar

Si hoy te das una vuelta por el centro de Barcelona seguramente te encontrarás pizzerías, hamburgueserías, restaurantes asiáticos, bocaterías, asadores, locales especializados en comida vegetariana o vegana y un largo (larguísimo) etcétera de negocios dispuestos a llenar tu paladar de sabores. Algunos incluso con platos regionales. Pero… ¿Y si en vez de estar en la Barcelona de 2025 estuvieses en la de 1625? ¿Qué te encontrarías en las fondas catalanas en principios del siglo XVII, cuando el cacao o la patata eran alimentos casi recién llegados de América?
Aquellos viejos “menús” quedan ya muy atrás, pero a pesar del paso de los siglos podemos hacernos una idea de cómo eran gracias a los archivos históricos.
“¿Qué hay en el menú?” La Cataluña de 2025 se parece poco a la de principios del XVII. Sus menús también. Lo sabemos gracias a la información conservada en los dietarios y cabrevaciones, documentos sobre el pago de tributos.
Hace poco el investigador historiográfico y articulista Marc Pons publicó en El Nacional un breve ensayo en el que explica precisamente qué muestran las Cabrevaciones de 1625, la liquidación anual en especies que el campesinado libre pagaba a la Orden de Sant Joan del Hospital. El documento es interesante porque nos revela qué llegaba a los mercados y qué ingredientes acababan en los fogones de los hostales.


Espóiler: ni rica ni variada. Pese a la imagen de grandes y opíparos banquetes que muestra en ocasiones Hollywood, la realidad es que la comida en las fondas de aquella Cataluña de bandoleros no era especialmente rica ni variada.
Los menús eran más bien parcos, no había demasiada diversidad y muchos de los platos que hoy nos parecen habituales eran un lujo reservado para los mejores bolsillos o ciertas épocas del año. Los postres tampoco estaban al alcance de todos los comensales y ni siquiera el vino servía para aliviar las penas: en las fondas no solían preocuparse de cómo se conservaba, con lo que era habitual que estuviese picado.
El plato estrella: la olla catalana. Como explica Pons, las Cabrevaciones de 1625 nos muestran que en los mercados los cocineros de las fondas podían encontrarse básicamente con leguminosas, tubérculos y frutos del bosque, es decir, alimentos que podían conservarse con facilidad en las despensas.
Eso incluye desde habas, garbanzos y guijas, a nabos o castañas. También vegetales sacados de la huerta, como cebollas, ajos, acelgas o calabazas. Con esos ingredientes uno de los platos que solían preparar era la olla catalana, un caldo que se espesaba con trigo y mijo.
¿Nada más? Para completar el caldo a los comensales se les servía también una tajada de tocino, una sardina, un boquerón o un arenque, dependiendo del tipo de fonda y de cuánto estuviese dispuesto a pagar el cliente. Los menús no destacaban por su diversidad, pero en los establecimientos de la región tampoco era extraño encontrarse con platos elaborados a base de nabo y col hervida, una opción popular pese a su fama de indigesta. Otras opción era el arroz hervido con tomillo.
¿Y de postre? Si eres amigo de los dulces, en las fondas catalanas de principios del siglo XVII no lo pasarías especialmente bien. No al menos que tuviesen unas cuantas monedas en tu bolsa. Los postres solían disfrutarlos los clientes más pudientes, aunque en algunos hostales podían encontrarse bizcochos con frutos del bosque o frutas sacadas del huerto particular, como manzanas, peras o melocotones.
Tampoco eran lugares para sumilleres. El plato único solía ir acompañado de una jarra de vino (más segura que el agua, que podía estar contaminada); pero en las bodegas no se preocupaban demasiado de cómo se conservaban los bocoyes, por lo que no era extraño que la bebida llegase al cliente en condiciones más que cuestionables, caliente y picada. Si no acababa de convencerte siempre podías optar por algo un poquito más fuerte y acudir a fondas con aguardiente.
Mirando más allá de 1625. No es la primera vez que los dietarios, antiguos registros de tributos o incluso libros de cocina nos permiten hacernos una idea de qué comían nuestros ancestros. ‘El Libre de Sent Soví’, por ejemplo, el recetario más antiguo de su tipo de la península ibérica y que se conserva en Valencia, nos habla de qué se servía durante los grandes banquetes de la Baja Edad Media.
Las cabrevaciones también nos han permitido echar un ojo a los menús de principios del XVIII y hace años, gracias a la colaboración de chefs, antropólogos e historiadores, incluso pudimos reproducir algunos platos de la gastronomía catalana de 1714, “una cocina de supervivencia” en la que “se comía lo que se podía”, recuerda el cocinero catalán Sergi de Meiá.
Imágenes | Wikipedia 1 y 2
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