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Qué fue de Kim Dotcom, el incalificable fundador de Megaupload que marcó un antes y un después en las descargas
La mansión de Coatesville, una suerte de fortaleza medieval repleta de lujos levantada a comienzos de este mismo siglo con toda la opulencia del mejor de los resorts al noroeste de Auckland, en Nueve Zelanda, se convirtió el 20 de enero de 2012 en lo más parecido a un escenario de ‘SWAT’. Solo que con policías y rifles de asalto de verdad. 76 oficiales de las fuerzas especiales y dos helicópteros se deslizaron al amanecer en un palacete que hasta entonces se había hecho célebre, más allá de su suntuosidad, por las fiestas en la piscina que de vez en cuando organizaba su inquilino.
A él era precisamente a quien buscaban. A él y tres de sus socios.
El objetivo: detenerlos y extraditarlos por cargos de extorsión, blanqueo de capitales e infracción de derechos de autor. Ese mismo mes un tribunal de Estados Unidos había presentado acusaciones por la actividad que los tres empresarios habían estado desarrollando a través de Internet, lo que puso en marcha a su vez la maquinaria legal para lograr una extradición que, casi once años después, sigue enredada en una intrincada crónica judicial marcada por las apelaciones.
De la crónica empresarial a la judicial
Si te movías por el Internet de la primera década de los 2000 es posible que el nombre del inquilino de Coastesville te suene tanto como su cara: Kim Dotcom, el fundador de Megaupload, el portal que marcó un antes y un después en las descargas en la Red… y, muy a su pesar, los derechos de autor.
Alto, fornido, ataviado día y noche con gorra, chaqueta, camiseta y pantalones de riguroso negro, su estampa, histriónica, protagonizaba allá por los primeros años de la década pasada artículos tanto en la prensa especializada como la generalista. Podía vérsele regodeándose en la opulencia a bordo de jets, posando con su colección de coches de lujo y en playas paradisiacas o dándose un baño de multitudes —literal— en las fiestas que organizaba en la piscina de Coatesville.
Hubo un tiempo en el que saltaba de las crónicas económicas y tecnológicas a las de socialité. Desde hace años en las que más se le ve son sin embargo las del género judicial, con algún cameo en la política y sobre todo en X, donde ejerce como un usuario activo que se autoproclama “luchador por la libertad en Internet” y presume de sumar 1,7 millones de seguidores.
¿Quién es Kim Dotcom? ¿Y a qué se dedica hoy, una década después de la caída de Megaupload?
Sus orígenes están en Kiel, Alemania, lejos de las Antípodas en las que acabó echando raíces y amasando fortuna. Allí, en las costas del Mar Báltico, nació en 1974 con el nombre de Kim Schmitz. Su madre era finlandesa. Su padre, Alemán. Él no tardó en encontrar en la tecnología una tierra fértil en la que labrarse el futuro. A los 24 años, en 1998, se había hecho ya con cierta reputación entre los hackers de su generación y afrontaba ya su primer encontronazo con la ley por una acusación de venta de tarjetas de teléfono robadas. Con el tiempo se mudaría a Hong Kong y Nueva Zelanda.
Su otra gran faceta, de la que sigue presumiendo en Twitter, es la de “emprendedor”. Aunque también en ese flanco se vio marcado desde joven por la polémica.
Tras fracasar con Data Project, una compañía de seguridad que había fundado en 1994, Dotcom protagonizó una controversia en Alemania al anunciar sus planes de invertir una suma de dinero considerable en LetsBuylt, una firma de la que poseía acciones y que por entonces estaba en bancarrota. Las promesas del empresario le sentaron bien a LebtsBuylt, que de repente volvió a recibir inversiones.
El problema es que la prometida inyección de fondos de Kim no llegó a materializarse. Al contrario, aprovechó el nuevo escenario y la revalorización de la compañía para vender sus propias participaciones por un buen pellizco. Aquello —recuerda la BBC— le costó un arresto en Bangkok bajo la acusación de usar información privilegiada para lucrarse.
La aventura empresarial que le daría millones y sobre todo fama sería sin embargo Megaupload, lanzada en 2005, tres años después de que RapidShare mostrase el potencial de la descarga directa de archivos entre usuarios.
Su modelo de negocio era en apariencia inofensivo, similar a WeTransfer. Ofrecía servicios de suscripción para subir y descargar contenidos. Hace siete años podías optar por la versión gratuita —subir hasta 250 MB y esperar de 30 a 60 segundos para la descarga— o abonar entre 2,99 y 200 dólares por alguno de sus formatos de cuenta “premium”. La idea era que pudieras compartir facturas, fotografías, vídeos de viajes… sin sobrecargar tu correo o trastear con unidades USB.
Hasta ahí todo perfecto. Nada reprobable, a priori. El problema es que, en la práctica, el fin que muchos usuarios dieron a Megaupload era algo distinto: lo utilizaban para compartir películas y series, una práctica que se popularizó sin que a los dueños de Megaupload pareciera importarles gran cosa.
El servicio llegó a especializarse por tipos e almacenamiento: Megavideo, Megapix, Megabox… Con un objetivo claro: reinar en la transferencia de archivos.
¿Lo consiguió? Mal no le fue.
A principios de 2012 Megaupload afirmaba pasar de los 60 millones de usuarios registrados y se presentaba como el 13º sitio más visitado de todo Internet, con un promedio de 50 millones de visitas diarias. En pleno apogeo —recuerda la propia UNODC, vinculada a la ONU— se decía que llegó a representar alrededor del cuatro por ciento del tráfico de Internet registrado a escala global.
Pero no hay imperio que dure mil años. Sobre todo si va contra los intereses de algunos de los ejecutivos más poderosos de Hollywood, quienes lo acusaron de causar pérdidas millonarias a su industria.
La justicia estadounidense movió ficha y en enero de 2012 acusó a Kim —ya reconvertido en Dotcom— y algunos de sus colegas de una infracción penal de derechos de autor, entre otros delitos. Según precisa Swissinfo, EEUU sostiene que Megaupload obtuvo ilícitamente unos 175 millones de dólares estadounidenses en ingresos por el alojamiento de material ilegal.
El resto es ya historia contada: un despliegue digno de los hombres de Harrelson una madrugada de principios de 2012 en la más lujosa mansión de Coatesville, con helicópteros y fusiles incluidos.
Entre juzgados, proyectos y titulares
Dotcom logró recuperar la libertad y parte de sus recursos, pero su nombre quedó marcado, Megaupload bajó la persiana y él encaró un largo, larguísimo, proceso judicial para intentar frenar su extradición a Estados Unidos.
En 2021 el Tribunal Supremo de Nueva Zelanda rechazó su recurso y meses después recibió otro revés cuando dos de sus exsocios decidieron dejarlo solo y declararse culpables. Él no parece dispuesto a darse por vencido.
Cuando este mismo verano el ministro de Justicia de Nueva Zelanda firmó una orden para la extradición de Dotcom a EEUU, el empresario no tardó en acudir a las redes para dejar constancia de su enfado. Y lo hizo además en el tono desafiante que lo caracteriza. “La obediente colonia estadounidense en el Pacífico Sur acaba de decidir extraditarme por lo que los usuarios subieron a Megaupload”, tuiteó.
Su atención a lo largo de los últimos años no se ha centrado solo en los tribunañes. Quizás no con el alcance y visibilidad que le confirió en su día Megaupload, pero Dotcom ha seguido haciendo gala de su condición de “emprendedor”, la misma con la que se presenta aún a día de hoy en X. Desde 2012 ha salido con frecuencia en los medios por sus proyectos… y alguna que otra polémica.
Tras el cierre de su antigua compañía —poseía el 68% de las acciones de Megaupload— puso en marcha Mega. El proyecto se lanzó en 2013 con un enfoque similar al de su predecesora caída en desgracia: compartir archivos de forma segura y anónima.
Kim se puso al frente de la nave, aunque de forma fugaz. Dejó el cargo poco después y en 2016 llegó a protagonizar un encontronazo con los responsables de la empresa: insinuó a través de sus redes un cierre inminente de la web, algo que el responsable de Mega se apresuró a tildar de “absolutamente falso”.
Desde entonces Kim no ha parado. Se movió para relanzar Megaupload, se ha embarcado en nuevos proyectos que incluso le llevaron a grabar un álbum musical (‘Good Times’) y se le ha asociado al mundo cripto. También ha probado fortuna en la política, impulsando sin demasiada fortuna un partido para defender los derechos en Internet.
Quizás lo que más visibilidad le ha dado, no obstante, es la cruzada en la que parece haberse embarcado para recuperar su fortuna y prestigio, aun cuando EEUU ya ha arrojado un caldero de agua fría sobre cualquier pretensión que pudiera tener de reingresar el dinero que amasó en su día con Megaupload.
En esa misma línea, hace seis años acaparó titulares al demandar al Gobierno de Nueva Zelanda por “haber destruido su reputación y negocio”. Dotcom le exigía no más ni menos que una compensación de hasta 6.800 millones de dólares, cantidad con la que, argumentaba, pretendía reparar los daños que había padecido.
Lejos, muy lejos, quedan los días en los que miraba desde su mansión de Coatesville cómo Megaupload triunfaba en la Red y él se convertía en uno de los rostros más populares del sector. Hoy su situación es bien distinta. Y no solo por el varapalo judicial de agosto, cuando Nueva Zelanda dio luz verde a su extradición a EEUU. A finales de noviembre, la cuenta de Dotcom en X informaba de que el empresario se está recuperándo de un “derrame cerebral grave”.
Imagen | Roberto O’Neill (Wikimedia) y Thierry Ehrmann (Flickr)
En Xataka | Qué fue de Fotolog: la red social que bautizó y después traumatizó a toda una generación de millennials
*Una versión anterior de este artículo se publicó en diciembre de 2022
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uno llamado 7% de sus ingresos
La Ley de IA de la Unión Europea entró en vigor el pasado 1 de agosto de 2024, y ayer la Comisión Europea publicó un comunicado en el que se revelaban los usos y prácticas prohibidas de IA.
Dichas “prácticas de IA prohibidas” están detalladas en el propio texto de la Ley de IA. En concreto, en su artículo 5. El objetivo es tratar de cubrir una serie de casos en los que la IA puede intentar interactuar con las personas, tanto a través de aplicaciones para consumidores como a través de entornos físicos.
La regulación europea definió cuatro niveles de riesgo para los sistemas de IA que van desde el riesgo mínimo (filtros de spam) al riesgo inaceptable, considerados como sistemas como una amenaza para la seguridad. Entre las actividades inaceptables están las siguientes:
- IA para puntuación social, lo que permite crear perfiles de riesgo basadas en el comportamiento de las personas.
- IA manipuladoras capaces de afectar las decisiones de las personas de forma subliminal o mediante engaños.
- IA que explota vulnerabilidades como la edad, la discapacidad o el nivel socioeconómico de los usuarios.
- IA que intenta predecir si la gente cometerá crímenes basándose en su apariencia
- IA que usa la biometría para inferir las características de una persona, como su orientación sexual
- IA que recolecta datos biométricos en tiempo real en sitios públicos con fines de seguridad policial
- IA que registra y trata de inferir las emociones de los usuarios tanto en el lugar de trabajo como en las instituciones académicas
- IA que crea o amplía las bases de datos de reconocimiento facial recolectando imágenes online o a través de cámaras de seguridad
Las empresas que violen esa normativa se enfrentarán a multas de hasta 35 millones de euros o de hasta el 7% de sus ingresos anuales el año fiscal anterior, la cifra que sea mayor. Y esas multas afectan a cualquier empresa, sin importar dónde tenga instalada su sede.
El pasado mes de septiembre 100 empresas firmaron el Pacto de IA de la UE, una iniciativa voluntaria para impulsar la aplicación de los principios de la Ley de IA. Entre los firmantes estaban gigantes como Amazon, Google y OpenAI, y todos se comprometieron a identificar sistemas de IA potencialmente calificados como de alto riesgo.
Hay no obstante algunas excepciones a esos usos prohibidos de la IA. Así, por ejemplo la Ley de la IA permite que las agencias de seguridad puedan usar ciertos sistemas de recolección de datos biométricos —como nuestra cara— si esos sistemas ayudan a realizar “búsquedas dirigidas” para por ejemplo víctimas de secuestros o a evitar amenazas inminentes a las personas. Eso validaría usos como el que recientemente conocimos en Madrid.
Los países de la Unión Europea tienen hasta el 2 de agosto para designar qué autoridades vigilarán este mercado y garantizarán el cumplimiento de las reglas de la ley de IA. La pregunta, es el impacto que esto tendrá en la disponibilidad de funciones de IA en la UE.
Dado que se habla de sistemas de alto riesgo, ese impacto debería ser mínimo, pero el resto del marco regulatorio —con la DMA como protagonista— sí plantea un obstáculo importante para que en la UE disfrutemos de los últimos avances en este campo.
En Xataka | La ley de inteligencia artificial de la UE ha nacido obsoleta. Así que ya está preparando la siguiente
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“¡Saquen sus trajes!”: el código de vestimenta para el Met Gala será “Hecho a tu medida”
“Invitados a la Met Gala, ¡saquen sus trajes!”
Esa fue la orden desde lo alto cuando el Museo Metropolitano de Arte reveló el código de vestimenta para su celebración anual de la moda en mayo: “Hecho a tu medida”, un guiño al enfoque de la exposición de trajes y moda masculina que inaugurará la gala.
Es un concepto adecuado —destinado a ser interpretado de manera liberal, por supuesto— para la primera exposición de la Met Gala en más de 20 años que se centra exclusivamente en la moda masculina, específicamente en el estilo negro a lo largo de los siglos.
El Instituto del Vestido del Met también anunció el martes que revivirá lo que llamó una tradición de larga data de un “comité anfitrión”, básicamente una nueva lista de celebridades de alto perfil además de los anfitriones de la gala previamente anunciados: Pharrell Williams, Lewis Hamilton, Colman Domingo, A$AP Rocky y LeBron James.
La editora de Vogue, Anna Wintour, quien supervisa la gala cada año, completa la lista.
El nuevo comité incluye a una serie de luminarias de varios campos: los deportistas Simone Biles y su esposo Jonathan Owens, Angel Reese y Sha’Carri Richardson; los cineastas Spike Lee, Tonya Lewis Lee y Regina King; los actores Ayo Edebiri, Audra McDonald y Jeremy Pope; los músicos Doechii, Usher, Tyla, Janelle Monáe y André 3000; la autora Chimamanda Ngozi Adichie; los artistas Jordan Casteel, Rashid Johnson y Kara Walker; los dramaturgos Jeremy O. Harris y Branden Jacobs-Jenkins; y figuras de la moda como Grace Wales Bonner, Edward Enninful, Dapper Dan y Olivier Rousteing.
El chef celebridad Kwame Onwuachi creará el menú para la gala. Un enorme evento de recaudación de fondos para el Instituto del Vestido, el evento anual —que el año pasado recaudó una suma récord de más de 26 millones de dólares— inaugura la exposición de primavera: “Superfine: Tailoring Black Style” (Superfino: Confeccionando el estilo negro), que durará más que las muestras anteriores con seis meses, y está inspirada en el libro de Monica L. Miller, “Slaves to Fashion: Black Dandyism and the Styling of Black Diasporic Identity” (“Esclavos de la moda: el dandismo negro y el estilo de la identidad diaspórica negra”).
“El tema de este año no sólo es oportuno”, dijo Usher, “sino que también habla de nuestra rica cultura que siempre debería ser ampliamente celebrada”.
Agregó Richardson: “Nuestro estilo no es sólo lo que vestimos, es cómo nos movemos, cómo ocupamos nuestro espacio, cómo contamos nuestra historia sin decir una palabra”. Ambos miembros del comité anfitrión hablaron en un comunicado proporcionado por el Met.
El Met dice que la muestra “presenta un examen cultural e histórico del estilo negro desde el siglo XVIII hasta hoy a través del prisma del dandismo”.
Miller, profesora de Barnard y curadora invitada de la muestra, junto con el curador estrella del Met, Andrew Bolton, señalaron en un evento del museo el año pasado que ya en la década de 1780, los “dandis” a menudo se definían como “hombres que prestaban una atención distinta y a veces excesiva al vestir”.
“Las definiciones históricas de dandismo van desde la precisión absoluta en el vestir y la sastrería hasta la extravagancia y la fabulosidad”, dijo Miller. La muestra se centrará específicamente en el dandismo negro; más ampliamente, cronometrará las formas en que las personas afroamericanas han utilizado el vestir y la moda a lo largo de los siglos para transformar sus identidades, dijo el museo.
La muestra se dividirá en 12 secciones, cada una representará una característica que define el estilo “dandi”: propiedad, presencia, distinción, disfraz, libertad, campeón, distinción, jook (casa de placer para negros), herencia, belleza, frescura y cosmopolitismo.
La Met Gala tendrá lugar el 5 de mayo. “Superfine: Tailoring Black Style” estará abierta al público del 10 de mayo al 26 de octubre.
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Meta se acerca a los 100.000 millones invertidos en el metaverso, y no tiene intención de levantar el pie del acelerador
Más de diez años han pasado desde que Mark Zuckerberg anunció la compra de Oculus y empezó a perfilar su idea del ‘metaverso’, aunque el concepto no ganó protagonismo hasta 2021, cuando Facebook, Inc. pasó a llamarse Meta Platforms, Inc. Reality Labs, la división que impulsa esta iniciativa, está en camino de quemar 100.000 millones de dólares, y todo apunta a que aún queda un largo camino antes de que aquellas promesas de mundos virtuales increíbles, donde trabajar, jugar y socializar, se hagan realidad.
Las gafas de realidad virtual y mixta, como las Meta Quest Pro, Meta Quest 3 o Apple Vision Pro, son la puerta de entrada a este tipo de experiencias. Sin embargo, estos dispositivos todavía no son lo suficientemente potentes, livianos y asequibles para ganar terreno en el público general. Un reflejo de esta realidad son las declaraciones de Tim Cook el año pasado, cuando el CEO de Apple reconoció que sus gafas son “un producto de adopción temprana” destinado a “las personas que quieren tener la tecnología del mañana hoy”.
Meta sigue quemando dinero en el Metaverso
Entre 2014 y 2024, Meta ha invertido más de 80.000 millones de dólares en sus ambiciones de realidad virtual y aumentada. Los datos proceden de sus financieros que reflejan un gasto de 19.875 millones de dólares y un beneficio de 2.146 millones de dólares a lo largo del año pasado. En otras palabras, la división Reality Labs cerró 2024 con unas pérdidas de 17.729 millones de dólares.
Lejos de levantar el pie del acelerador, el gigante de las redes sociales sigue convencido de que este es el camino, por lo que anticipa un 2025 con más inversión y más pérdidas en Reality Labs. Pocas compañías en el mundo pueden permitirse apuestas a tan largo plazo. Meta, desde luego, es una de ellas: en 2024 registró ganancias netas de 87.109 millones de dólares en Family of Apps (FoA), el segmento que engloba productos y servicios como Facebook, Instagram, Messenger y WhatsApp.
Aunque Reality Labs está estrechamente vinculada al metaverso, su alcance va mucho más allá. En lo inmediato, esta división es el epicentro de productos comerciales con relativo éxito, como la familia de gafas Meta Quest y las Ray-Ban Meta, desarrolladas en colaboración con EssilorLuxottica. Pero también es el laboratorio donde se está construyendo, literalmente, el futuro de la compañía.
El año pasado vimos por primera vez a Orion, un prototipo de gafas de realidad aumentada que, según el propio Zuckerberg, podría algún día sustituir al smartphone tal y como lo conocemos. A simple vista, las gafas Orion son más voluminosas y robustas que las Ray-Ban Meta, probablemente debido a los componentes internos necesarios para proyectar imágenes. Y es que integran proyectores Micro LED, capaces de superponer información en el mundo real. La idea es utilizar el entorno físico como un lienzo para apps en 2D y 3D.
Pero hay más. Reality Labs está trabajando en las gafas potentes, livianas y asequibles que mencionábamos al principio. Y eso, desde luego, requiere mucho trabajo. A nivel de visualización, el objetivo es alcanzar una experiencia prácticamente indistinguible de la realidad. Pero no basta con pantallas de alta resolución en gafas de próxima generación, sino que es necesario desarrollar tecnologías que aún no existen para adaptarse al complejo sistema visual humano.
Además, los proyectos incluyen la exploración de nuevas interfaces, como las basadas en electromiografía, que permiten controlar dispositivos a través de señales neuromusculares. Como reconoce la propia compañía, su apuesta pasa por desarrollar productos que no veremos pronto, sino que alcanzarán su máximo esplendor “en la próxima década”. Habrá que ver si esta meta sigue en pie con el avance de la inteligencia artificial (IA), un campo en el que Meta está invirtiendo miles de millones y que, en algún punto, converge con su visión del metaverso.
Imágenes | Meta
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