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cómo la ansiedad genera un círculo vicioso que nos quita el sueño
Dormir no significa lo mismo para todo el mundo. Para muchas personas el acto de irse a la cama a veces genera cierto temor, el de no poder conciliar el sueño. Las dificultades para dormir son especialmente severas para las personas que sufren insomnio, pero ocasionalmente pueden también afectar a cualquiera.
Muy a menudo, cuando la dificultad para conciliar el sueño nos domina, comienza un círculo vicioso: comenzamos a preocuparnos por el tiempo de sueño que vamos a perder, intentamos dormirnos pero no podemos, eso nos genera una ansiedad que a su vez hace más difícil que podamos dormirnos. ¿Por qué ocurre esto?
Para entender un poco mejor este fenómeno, conviene repasar cómo hace nuestro cuerpo para aletargarnos y hacer que caigamos dormidos. Un proceso no tan sencillo como podría parecer.
Y es que son varias las regiones de nuestro cerebro que interactúan entre sí para lograr hacer que nos durmamos. El hipotálamo, el tronco cerebral, el tálamo o la glándula pineal son algunas de estas regiones que se encargan de hacer que durmamos. En este proceso también intervienen dos químicos imporntantes: la melatonina y el ácido gamma-aminobutírico (GABA).
Nuestro cuerpo tiene dos mecanismos para hacernos dormir. El primero es el de los ritmos circadianos. El “reloj interno” de nuestro cuerpo gestiona diferentes herramientas, como cambios en la temperatura corporal, metabolismo y la secreción de hormonas.
Por la noche, este mecanismo hace que nuestra temperatura corporal descienda y nuestro metabolismo reduzca su ritmo. También hace que nuestra glándula pineal comience a segregar melatonina, la hormona encargada de generarnos somnolencia y dormirnos. La secreción de esta hormona se da cuando se reduce la cantidad de luz que llega a nuestros ojos por lo que hay quienes la ven como un sistema para mantener nuestro reloj interno sinclronizado con los ciclos diurnos.
La luz que percibimos también está estrechamente vinculada con el segundo mecanismo interno con el que contamos, la llamada homeostasis del sueño. Este mecanismo es el encargado de equilibrar las necesidades de nuestro cuerpo. Entra en acción para hacernos dormir cuando nuestra vigilia se alarga y es también el que se encarga de hacer más largo y profundo nuestro sueño cuando hemos pasado mucho tiempo sin dormir.
Sin embargo a veces estos mecanismos fallan generando diversos posibles trastornos del sueño como el insomnio. También pueden fallar en determinadas circunstancias, por ejemplo cuando sufrimos de jet lag.
Los problemas de sueño pueden surgir por una multitud de motivos tanto internos como en nuestros hábitos. Por ejemplo muchas personas tienen problemas por su dificultad para adaptarse a horarios que no se ajustan a su reloj interno, por ejemplo si nuestro ciclo es más tardío, nuestro cuerpo nos hace acostarnos tarde pero debemos madrugar, o cuando trabajamos en turnos de noche.
También el consumo de determinadas sustancias como el alcohol o la cafeína puede afectar a nuestro sueño. Otros hábitos, como el uso de pantallas antes de dormir también pueden hacer más difícil que conciliemos el sueño.
Nuestro estado de ánimo y nuestra salud mental también pueden afectar al sueño. La depresión es un ejemplo de enfermedad que puede derivar en insomnio. También lo es la ansiedad, bien entendida como trastorno clínico bien como estado anímico.
Círculo vicioso
Es aquí cuando se genera un círculo vicioso: no dormir nos genera ansiedad, esta a su vez dificulta que conciliemos el sueño. Se trata de lo que algunos denominan ansiedad del sueño.
La ansiedad del sueño hace en realidad referencia a un problema más amplio, uno que puede empezar antes siquiera de acostarnos. La ansiedad del sueño puede llegar a manifestarse como una fobia: miedo a irnos a dormir derivado del temor a no poder conciliar o mantener el sueño.
El sentimiento de ansiedad es común y frecuente en las personas, un mecanismo evolutivo para mantenernos alerta. La ansiedad del sueño puede afectar a cualquiera, aunque hay algunos factores que pueden facilitar su aparición.
Los más evidentes son los propios trastornos del sueño: insomnio, narcolepsia, sonambulismo o apneas del sueño pueden derivar en esta forma de ansiedad. Entre los factores de riesgo también se encuentran el síndrome de la pierna inquieta, trastornos de ansiedad y anímicos, consumo de ciertas sustancias o la esquizofrenia.
Vencer estos problemas puede ser difícil e incluso requerir la ayuda de profesionales de la salud, ya sea de expertos en sueño o en salud mental. Aun así, nunca está de más recordar algunos “trucos” que nos ofrecen estos profesionales y que pueden resultar de utilidad.
Entre los consejos que encontramos se encuentra por ejemplo el de tratar de mantener unos horarios regulares, algo que no siempre es posible. Otro consejo que solemos escuchar a menudo es el de evitar las pantallas en las últimas horas del día para evitar que su luz afecte a nuestro ciclo. También podemos evitar las siestas, o al menos realizarlas brevemente y no muy tarde, también puede ser de ayuda.
Algunos habituales “hábitos saludables” también pueden ayudarnos a dormir mejor. Hacer ejercicio regularmente, una dieta equilibrada y evitar determinadas sustancias puede también ser de ayuda. El alcohol, el tabaco y la cafeína pueden interferir en nuestros patrones de sueño: el alchohol no solo no nos ayuda a dormir más sino que empeora la calidad de nuestro sueño, mientras que la cafeína debe ser evitada a partir de cierta hora ya que puede tardar hasta ocho horas en metabolizarse.
En Xataka | Esta es la mejor hora para irse a dormir según la ciencia del sueño (y la cantidad de horas recomendadas)
Imagen | Solving Healthcare
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el motivo por el que la generación Z está dando de lado el alcohol
Durante años, el alcohol ha sido un elemento casi inherente al ocio juvenil. Pero algo está cambiando. La generación Z bebe menos que las anteriores y no solo por una cuestión de salud o economía: empieza a percibir el alcohol como un factor que afecta directamente a su bienestar mental, su capacidad de concentración y, en consecuencia, a su productividad diaria.
No es una cruzada moral ni una renuncia total al consumo. Es un cambio de relación con respecto al alcohol y sus consecuencias posteriores.
La generación Z bebe menos que los millennials. Los datos confirman que no se trata de una percepción aislada. Según Fortune, la generación Z consume alrededor de un 20% menos de alcohol que los millennials a la misma edad, una caída sostenida que se observa en varios países occidentales. Es decir, el alcohol sigue presente, pero pierde protagonismo en el ocio juvenil.
Según datos de la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España (EDADES), en 1997 el 12,7% de la población de 15 a 64 años afirmaba beber a diario, en 2007 era ya el 10,2% y en 2024 este porcentaje apenas era del 9%.
Hangxiety: la resaca que no se ve. La generación Z ha crecido con mayor acceso a información sobre salud mental, neurociencia básica y bienestar emocional. Eso ha modificado la percepción del alcohol, que deja de verse solo como diversión para empezar a entenderse como un elemento con costes cognitivos claros.
Uno de los conceptos que mejor explica este cambio es el de “hangxiety”, que The Guardian definía como la ansiedad que aparece tras el consumo de alcohol, incluso cuando la resaca física es leve. El alcohol altera neurotransmisores como el GABA y la serotonina, generando un efecto rebote que puede traducirse en ansiedad, irritabilidad y pensamientos rumiantes al día siguiente.
Para una generación especialmente sensibilizada con la ansiedad y la salud mental, este efecto resulta especialmente disuasorio.
Menos alcohol, más estabilidad cognitiva. Es decir, el motivo para reducir el consumo de alcohol no es solo evitar la resaca, sino mejorar la estabilidad mental y su rendimiento cognitivo durante los días siguientes.
Un estudio del Instituto de Investigación y Capacitación JSI de Boston, investigó los efectos del consumo de alcohol en el rendimiento laboral. Según sus conclusiones, incluso niveles moderados de resaca pueden afectar a la toma de decisiones, la memoria y la atención sostenida. El problema no es solo el exceso puntual del alcohol, sino los efectos residuales que se arrastran durante días y el malestar que esos efectos producen entre los más jóvenes.
Vivir sin fatiga. Reducir el consumo de alcohol no implica jornadas maratonianas en las que se pueda trabajar más horas. Lo que cambia es la constancia. Menos alcohol implica menos días “perdidos”, menor fatiga cognitiva y mayor capacidad para mantener el foco a lo largo de la semana.
Para una generación que se mueve en un mercado laboral más inestable y competitivo, ese control del propio rendimiento es clave, apostando por alternativas sociales sin alcohol, consumo más planificado y menos presión por beber para encajar.
Imagen | Unsplash (Vasilis Caravitis)
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tienen 24 meses de garantía y envío rápido
No es nada fácil elegir un nuevo móvil, incluso si estamos muy seguros de que queremos uno de una marca muy concreta. Si nos centramos en Samsung, este 2025 tenemos donde elegir con los nuevos Galaxy S25 (incluyendo por primera vez el modelo Edge), los plegables y los nuevos Galaxy A, sus máximos superventas. Pero, ¿y si buscamos más opciones? Entonces, toca ponernos a mirar generaciones pasadas.
Si tenemos en cuenta que los teléfonos de gama alta de Samsung envejecen muy bien, lo cierto es que es una gran opción si priorizamos gastar lo menos posible sin renunciar a tener un buen teléfono. De hecho, lo tenemos más fácil si apostamos por modelos reacondicionados como los de Back Market, que además de buen precio tienen 24 meses de garantía y 30 días de prueba.
De entre todas las opciones que tenemos en el catálogo de esta tienda, os dejamos a continuación algunas de las más interesantes:
- Galaxy S23 por 335 euros, con un buen equilibrio entre prestaciones y precio.
- Galaxy S24 por 439 euros, una opción con más años de soporte.
- Galaxy S24 Ultra por 696 euros, el mejor teléfono Android de 2024.
Galaxy S23
Si buscas un teléfono de gama alta, compacto y por poco más de 300 euros, el Galaxy S23 es una opción a tener en cuenta. Pese a tener ya un par de años, sigue ofreciendo muy buen rendimiento con su Snapdragon 8 Gen 2. Además, su pantalla AMOLED de 6,1 pulgadas tiene 120 Hz, cuenta con un sistema de triple cámara bastante interesante y todavía le quedan varias actualizaciones importantes que recibir. Lo tenemos disponible por 335 euros.
Galaxy S24
Si podemos estirar nuestro presupuesto un poco más, tenemos también este Galaxy S24 por 439 euros. Este dispositivo, como es lógico, viene a ser una evolución directa del anterior que en esta ocasión apuesta por un chip Exynos 2400, el mismo que monta el Galaxy Z Flip7 FE. Tiene una pantalla un poco más grande de 6,2 pulgadas, una batería que también es mayor y también hay que tener en cuenta que este ya salió con siete años de actualizaciones garantizados, por lo que también es más longevo.
Galaxy S24 Ultra
El Galaxy S25 Ultra es el mejor teléfono de gama súper alta de este 2025, pero todavía es complicado encontrarlo a buen precio. La alternativa más evidente sigue siendo el Galaxy S24 Ultra, especialmente este de Back Market que sale por 696 euros. Un teléfono brutal con pantalla de 6,8 pulgadas, potencia de sobra y una batería que ya es de 5.000 mAh y que está muy bien optimizada. Todo sin olvidar que también tiene siete años de actualizaciones, un sistema de cámaras que rinde bien en cualquier escenario y el S-Pen integrado.
Algunos de los enlaces de este artículo son afiliados y pueden reportar un beneficio a Xataka. En caso de no disponibilidad, las ofertas pueden variar.
Imágenes | Ricardo Aguilar, Samsung
En Xataka | Qué móvil de Samsung comprar en 2025: una recomendación por cada rango de precio
En Xataka | Los mejores móviles (2025), los hemos probado y aquí están sus análisis
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tenemos el paro más alto de la UE y también el menor número de vacantes de empleo
España presenta un fenómeno que a simple vista parece contradictorio: aunque mantiene una de las tasas de desempleo más elevadas entre los países avanzados, también registra una de las proporciones más bajas de vacantes en la UE. Entender esta paradoja exige mirar más allá de los números y analizar cómo funcionan realmente la oferta y la demanda de empleo en el mercado laboral español.
Según el INE, la tasa de desempleo en España es del 10,5%, siendo la más alta en la OCDE en comparación con otros países desarrollados, donde el promedio ronda el 4,5%. Al mismo tiempo, según datos de Eurostat, la tasa de vacantes en España es de solo el 0,9%, muy por debajo de la media europea situada en el 2,1%.
¿Qué es una vacante? Para comprender por qué esta combinación ocurre, es útil definir qué es una vacante.
En la definición de Eurostat no equivale a “puestos que el país necesitaría cubrir en general”, sino a “puesto remunerado de nueva creación, desocupado o que está a punto de quedar vacante para el cual el empleador está tomando medidas activas y está dispuesto a tomar medidas adicionales para encontrar un candidato adecuado fuera de la empresa, y que el empleador pretende cubrir inmediatamente o dentro de un período específico para los que existe una búsqueda activa y con intención de cobertura próxima”. Así que no es “todo lo que faltaría contratar en general”, sino lo que está abierto en ese momento. Es como una foto de ese momento exacto, pero no muestra su realidad.
La “logica” tras la paradoja. Cuando un mercado laboral crece, cabe esperar que surjan muchas vacantes porque hay más demanda de trabajadores. Si, además, hay poco desempleo, esa demanda tiende a traducirse rápidamente en contratos.
Sin embargo, en España la realidad es distinta. Aunque el empleo ha crecido en los últimos años, y hay más ocupados que nunca (con récords de afiliación a la Seguridad Social), el desempleo sigue alto comparado con la UE, y las vacantes no aumentan al ritmo esperado.
Desajustes entre oferta y demanda de trabajo. Un factor clave señalado en los informes oficiales es el desajuste entre las habilidades que demandan las empresas y las que ofrecen las personas desempleadas. Es decir, puede haber puestos disponibles, pero no que correspondan con las competencias de quienes buscan empleo. Este tipo de desajuste se refleja en sectores específicos (tecnología, ingeniería, cuidado de la salud) donde las empresas aseguran tener dificultades para encontrar perfiles adecuados, mientras que al mismo tiempo hay trabajadores que no consiguen encontrar un empleo.
Algunos economistas también destacan que las ofertas disponibles tienden a concentrarse en sectores con elevada temporalidad y poca estabilidad, como servicios o turismo, donde muchas vacantes son estacionales o de corta duración, lo que no incentiva a todos los desempleados a incorporarse inmediatamente.
Empleo mal repartido. Otro elemento a considerar es la movilidad laboral. En España, existe un gran desequilibrio entre los territorios con mayor oferta de empleo y aquellos con mayor demanda de empleo. Es decir, el empleo se concentra en grandes ciudades y zonas industriales, mientras las cifras de desempleo se disparan en zonas rurales y de la España vaciada, contribuyendo a mantener ese desajuste entre la ubicación de la oferta y la demanda.
Por otro lado, el estancamiento de las vacantes también puede explicarse por la alta rotación del mercado laboral. Muchas veces el puesto se mantiene vigente y lo que ocurre es que son los empleados los que van rotando por ese puesto. El puesto de trabajo sigue ahí, pero no siempre aparece como una “nueva vacante” en la estadística, por eso la tasa de vacantes puede ser baja, aunque el empleo real crezca debido a la alta rotación de ese puesto.
Por ejemplo, un puesto de camarero no aparece como vacante, pero el restaurante contrata cada ciertos meses a un nuevo empleado para ese puesto. El puesto no está vacante a efectos estadísticos, pero el mercado laboral no deja de registrar nuevas contrataciones.
¿Qué nos dice esta paradoja? Que España tenga mucho paro y pocas vacantes en comparación con la UE no significa que no haya empleos disponibles. Lo que indica es que el mercado laboral funciona con dificultades: los puestos que se ofrecen no siempre encajan con el perfil de las personas desempleadas, hay grandes diferencias entre sectores y una parte importante del empleo es temporal, cuando muchos trabajadores buscan estabilidad. Por eso, incluso cuando existen vacantes, no siempre acaban consolidándose en forma de contratos.
Esta situación no depende solo de un momento económico concreto de bonanza o crisis, sino de problemas de fondo del mercado laboral español. Que esta paradoja se mantenga en el tiempo apunta a la necesidad de mejorar la formación, facilitar la movilidad entre sectores y territorios, elevar la calidad del empleo y contar con estadísticas más ajustadas a la realidad del mercado laboral en España.
Imagen | Unsplash (Mika Baumeister)
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