Cine y Tv
Somos. ¿Cómo construir memoria a través de la ficción?

La tarde del 18 de marzo de 2011 ocurrió en Coahuila una masacre de la que no se habló durante mucho tiempo. Aún hoy, sus horrores son mayormente desconocidos: ¿qué fue lo que vivieron los habitantes del pueblo de Allende cuando los Zetas, cobijados por la policía local, entraron con sus trocas para exterminarlo todo? ¿quiénes eran estas vidas que se perdieron? ¿hay forma si quiera de imaginarlo o, más aún, de narrarlo? La serie de Netflix Somos. (con punto final), que estrenó esta semana en la plataforma, fue impulsada por el productor estadounidense James Schamus (Secreto en la montaña, El tigre y el dragón) y escrita en conjunto con la guionista mexicana Monika Revilla y la escritora Fernanda Melchor para llevar a cabo dicha tarea titánica: hacer visibles las experiencias de las víctimas.
Antes de la ficción, sin embargo, estuvo el periodismo. En 2014, Diego Enrique Osorno publicó un reportaje en Vice, donde narraba su investigación de campo sobre la matanza en esta localidad, ubicada a 60 kilómetros de la frontera con Estados Unidos. En su historia citaba testimonios de residentes que hablaban de 300 personas secuestradas y asesinadas, de horas de violencia, saqueos, casas demolidas con maquinaria pesada y completo silencio por parte de las autoridades. El periodista cuenta que visitó, contra toda recomendación, las ruinas de los ranchos que los sicarios usaron como campos de exterminio y también cita el trabajo de Juan Alberto Cedillo, corresponsal de Proceso, quien había confirmado un año antes la causa del ataque: una ruptura y traiciones al interior del grupo de Los Zetas, liderado por los hermanos Treviño.

Tres años después, la periodista Ginger Thompson ofreció un poderoso vuelco en la narrativa. En su reportaje Anatomía de una masacre, publicado en ProPublica en colaboración con National Geographic, no sólo reveló que la matanza fue en realidad producto de un error de la DEA – la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos– también puso a las vivencias de las personas al centro del relato. En la forma de un testimonial y producto de una ardua investigación de dos años, el texto está construido con las voces de los familiares de las víctimas y de los habitantes del pueblo que se atrevieron a hablar con la periodista. Se trata de un conjunto de puntos de vista, que teje un panorama de lo sucedido y que fue retomado como base por el equipo de Somos. para escribir la serie. «A diferencia de otros artículos periodísticos, [el de Ginger Thompson] no se lee como datos, como hecho tras hecho. Se lee como experiencias humanas entretejidas», explica la guionista Monika Revilla, de cuya pluma han salido producciones como El baile de los 41 y la serie Juana Inés.
«Lo que hace Ginger es contar lo que pasó desde varias voces, no solo desde una sola perspectiva. Eso era algo que considerábamos muy importante hacer. Porque un evento no lo vive todo el mundo de la misma manera. La violencia no se vive de la misma forma si eres un hombres o una mujer, por ejemplo, si eres un ranchero o si eres la vendedora de hot dogs. Cambia dependiendo de dónde estás parado. Tener una sola perspectiva de algo tan complejo hubiera desmerecido lo que pasó», explica la guionista.
De acuerdo con lo expresado por el equipo de creadores detrás de Somos., la decisión de crear personaje ficticios como protagonistas de la serie, en lugar de solo extraer las vivencias y los nombres del reportaje de Thompson, se debió a la necesidad de proteger de la revictimización a las personas que compartieron sus experiencias. La ficción, en este sentido, habría servido como un recurso de cuidados y también de potencia. «Queríamos amplificar los testimonios», dice Monika. «La gente que vivió esto ya habló. Ya hizo ese gran esfuerzo de exponerse. Nosotros queremos amplificarlos a través de la televisión y de la ficción».

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Vidas en lugar de «muertes»
Te despiertas con el ruido de las metralletas tronando afuera de tu casa. Saltas de la cama y cruzas corriendo el pasillo para entrar al cuarto de tu hijo: yace en su cama, despierto y asustado. Tu esposo se asoma por la ventana de la sala y te grita que te arrojes al piso. Te dice que afuera hay soldados, que van armados, que acaban de agarrar tu auto como parapeto, que apuntan a una camioneta volcada al final de la calle.
No te atreves a abrir la puerta de tu casa hasta bien entrada la mañana.
El anterior es un extracto de la crónica periodística Veracruz se escribe con z, por la que la escritora Fernanda Melchor se hizo acreedora al Premio Nacional de Cónica Dolores Guerrero en 2012. Contada en segunda persona, el texto interpela al lector y ofrece un vistazo a la cotidianidad de la violencia, sacando a los sicarios del centro del relato y reemplazándolos con las personas que viven su día a día. Somos. presenta una perspectiva similar, que se rehusa a tomar a la figura del narco antihéroe como protagonista, fórmula por excelencia de las llamadas narcoseries. «Recibí esta invitación en un momento en que estaba concentrada en escribir libros», nos dice la autora de Temporada de huracanes, «fue algo asombroso, para mí, que me invitaran a formar parte de un show que buscaba presentar la visión de las víctimas de la violencia en México. Algo que yo ya estaba trabajando en mis crónicas y que conocía bien por haber crecido en una ciudad como Veracruz».
Desde que el productor James Schamus empujaba en Netflix la realización de esta serie sabía que no podría hacerla solo. «Necesitábamos un equipo que no fuera a repetir la narrativa estandarizada de narcotráfico, que es muy masculina y masculinista», nos comparte el tres veces nominado al Óscar, quien encontró conexión con la historia a partir de la responsabilidad que tuvo Estados Unidos en propiciar la masacre. «Fue importante tener voces que tuvieran su propia integridad. También a alguien que supiera cómo era escribir para televisión, porque yo nunca lo había hecho. Fue una combinación increíble: Fernanda, una voz literaria completamente única, y Monika, quien siempre mantiene su voz y su individualidad en una industria tan masiva. Eso me permitió a mí estar al mismo tiempo dentro y afuera del proceso».
Una vez formado el equipo de escritores, el primer ejercicio que realizaron fue escoger los puntos de vista del artículo de Thompson que les parecieran interesantes para imaginar vidas ficticias a partir de ellos. «Debíamos elegir personajes que tuvieran la esencia de la voz recogida por Ginger y la esencia de Allende, sin que pudieran ser relacionados directamente a personas existentes para que no vieran su experiencia nuevamente reflejada en pantalla», explica Monika. La guionista cita como ejemplo al personaje de la actriz Mercedez Hernández (Sin señas particulares), quien interpreta a una vendedora de hot dogs que hace lo imposible por ayudar a su yerno.

Cambiar la narrativa centrada en el llamado saldo rojo, el «número de muertes», para hablar más bien de «vidas» fue la prioridad del equipo de creadores a la hora de escribir los seis capítulos en los que se divide el relato. Lo importante, de acuerdo con Monika Revilla, era no reducir a los personajes a su condición de víctimas, una etiqueta que en el ámbito de las narrativas «aplasta cualquier otra característica humana que tenga la persona». Para evitar esto desde la escritura, el equipo escribió los primeros cinco capítulos sin pensar en el destino que les esperaba a cada uno en el último: de esta forma se permitieron involucrarse con las vidas de los protagonistas, explorar su cotidianidad, sin caer en la tentación de tratarlos diferente dependiendo de si serían víctimas de la violencia o no. «Y realmente dejarlos vivir», platica la guionista. Una adolescente que se convierte en la primera mujer del equipo de futbol americano de su escuela; una veterinaria que lucha por su matrimonio; un hijo que desea la aprobación de su padre son solo algunas de la cotidianidades que se exploran.
Lo mismo sucedió en el set. Durante la filmación, los actores desconocían el destino final de sus personajes o de aquellos que eran cercanos a los suyos, de modo que no afectara la forma en que interpretaban y experimentaban su día a día. «Fue una buena estrategia de la dirección porque aunque no lo quieras a veces uno ya premedita como actor y la cámara se da cuenta de todo», comenta Everardo Arzate, quien interpreta a un miembro del grupo de bomberos, quien también es el coach de futbol americano de la escuela, «no dejaron que esto se filtrara para no saber, porque, en mi caso, pues mi personaje no sabe lo que está pasando en el pueblo y continúa tratando de sobrevivir en su día a día. Entonces, si ya tenías ese granito de lo que iba a pasar pues creo que la cámara lo puede descubrir. ¡En mi caso me iban dando el guion casi por hoja!»
Los problemas de la ficción
James Schamus, Monika Revilla y Fernanda Melchor hablan con consciencia de los peligros de la ficcionalización televisiva en un país azotado por la violencia: de convertir en entretenimiento serializado el dolor real de víctimas o de seducir a las audiencias con las personalidades excéntricas de narcotraficantes. La misma plataforma Netflix ha sido casa de algunas de estas historias, que narran los eventos de la guerra contra el narcotráfico en clave de thriller. «Esa es una cuestión ideológica y también una pregunta estética», comparte Schamus, «cómo no lograr no ceder y cubrir estas vidas con géneros o con elementos de género. No dramatizar ni revictimizar, pero al mismo tiempo elevar estas vivencias para hacerlas visibles. Y esto no funciona a menos que las personas se queden viéndola».
De acuerdo con Schamus, ese equilibrio se buscó tanto en la escritura como en otros procesos. Uno de ellos fue el de casting. «Insistimos en que [el elenco] fuera mitad actores profesionales y mitad actores no profesionales. De esta forma viven en el mismo espacio, y tienen que crear juntos un mundo verosímil. No se trata solo de documentar, pero tampoco de hacer una fantasía masiva. Esa mezcla de estilos e interpretaciones, en donde todos tenían que encontrar una nueva realidad juntos, que pudiera vivir como entretenimiento pero que se relacionara con la realidad, fue algo que empezamos en el cuarto de escritores y continuó hasta el final».
Interpretar a Allende: ese fue el reto de los actores. «Lo complejo de aquí era mimetizarte con un colectivo y con actores naturales», explica Everardo Arzate, quien encarna a un bombero y coach juvenil de futbol americano. «Para mí eso fue lo más complejo, había que desaprender y pasar un poco desapercibidos para ser parte de este trabajo coral. Las peripecias de mi personaje justamente no debían ser representadas como en una ficción sino como algo sustentado realmente. Y por ahí nos sirvieron mucho los tips del director [Álvaro Curiel, quien dirige capítulos junto con Mariana Chenillo] de no ver ficción sino ver documentales, en donde se habla de este dolor para ver cómo se representa en la vida cotidiana [uno de ellos fue Hasta los dientes, de Alberto Arnaut]. Más allá de representar al personaje de Chema, no debe de quedar duda de que tú naciste en el pueblo de Allende, tú eres parte de esa gente que se ve todos los días ahí y que no va a sobresalir tu trabajo cuando se haga un paneo de cámara. Eso es lo más complejo, para mí, que me ha tocado trabajar».
La actriz Mercedes Hernández y el actor natural Jesús Sida –quien encarna al personaje de Paquito en su debut en la pantalla– coinciden en que las locaciones y el diseño de producción de Ana Solares ayudaron a construir una realidad en conjunto (por temas de seguridad, la serie fue filmada principalmente en Durango y en algunos municipios de Torreón, Coahuila). Ya desde entonces los actores sintieron el cambio de narrativa. «Yo no soy fan fan de las nacoseries», confiesa Mercedes, «tanto balazo y tanta sangre no me gustan y aquí lo que se sentía era que había una constante tensión dramática. Eso y la cercanía con la gente. Estando en Canatlán yo me salía de mi camper y me iba a comprar unas papas o algo, y nunca nadie siquiera se imaginaba que yo no era doña Chayo».

¿Cuál es el fin, entonces, de sumar una ficción al trabajo periodístico ya realizado? ¿De qué forma ayuda a la construcción de memoria? Para Monika Revilla, la ficción es una herramienta que nos ayuda, no solo a poner los pies en Allende de forma segura, sino a entender los eventos en toda su complejidad. «La realidad es muy caótica, y nadie tiene la posibilidad de estar en tantos lugares al mismo tiempo para poder construir, en su experiencia personal, tantas situaciones. Las ficciones nos dan esa posibilidad. Representar muchos puntos de vista y también reconstruir situaciones que en ese momento no se sabían. Ahorita con Somos., por ejemplo, algo fundamental para entender lo que pasó es que la cárcel de Piedras Negras estaba en una situación de autogobierno y los sicarios la usaban como búnker. La gente en ese entonces no sabía eso. Era información que no había forma de tener. Pero cuando haces una ficción y tienes oportunidad de hacer investigación, y de tener una perspectiva del pasado, puedes reconstruir y dar elementos que de otra forma no hubiera sido posibles».
Somos., está ya disponible en la plataforma Netflix.
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Se apropian el gran cine de acción: Viola Davis y la mexicana Patricia Riggen unen fuerzas para salvar el mundo a lo grande

En la película G20, su nuevo trabajo como protagonista y productora, el personaje al que da vida Viola Davis afirma: “Ser fuertes es lo que nos trajo aquí”.
En la pantalla estas palabras van dirigidas a una colega de las altas esferas de la política, pero en la vida real bien se lo podría decir a la cineasta mexicana Patricia Riggen, a quien confió este proyecto en el que ambas desafían límites y expectativas a través de una cinta de acción. Se trata de un reto profesional al que han llegado después de trayectorias prolíficas y exitosas en las que han tenido que probar una y otra vez lo capaces que son.
“A partir de cierta edad pareciera que las actrices no pueden hacer ciertos roles. Y no es cierto», comenta la tapatía Patricia Riggen, que lleva dos décadas abriéndose paso Hollywood. «Y yo creo que eso es lo que está detrás de la decisión de Viola de generar sus propios proyectos. No sé si a alguien se le hubiera ocurrido darle una película de acción, pero a ella se le ocurrió y ahora no hay ninguna duda de que es tan capaz para la acción como Liam Neeson”.

Viola Davis ya había interpretado a la líder de un grupo de guerreras en La mujer rey y a la primera dama Michelle Obama en la serie The First Lady. Sin embargo, es hasta ahora, a sus 59 años, cuando al fin puede ponerse en los zapatos de una figura que ha estado reservada principalmente para actores como Morgan Freeman o Harrison Ford, o para actrices blancas como Julia Louis-Dreyfus o Sela Ward: la del titular de la Casa Blanca.
A diferencia también de muchos de esos papeles, la presidenta encarnada por Davis no es una que se sienta a decidir el destino del mundo desde una silla o una oficina, sino que corre, dispara, y salta de un helicóptero al tiempo que toma resoluciones de relevancia global. Y la posibilidad de hacer esto fue lo que la llevó a impulsar el proyecto desde la producción: “La pasión que sentí por este proyecto fue la de verme en un papel que las mujeres tradicionalmente no tenemos. Como actrices incursionamos en la producción no porque nos es necesario, sino porque nos es esencial. Y como productora puedes tener la autonomía de salir y buscar a los actores y a la directora que, tradicionalmente, tampoco elegirían. Esa es la mejor parte, que hay personas en la periferia que son perfectamente capaces, y tú los ves y te conviertes en su defensora”, expresó Viola sobre su rol de productora, que se consolidó en 2011 con JuVee Productions, la compañía de producción que fundó junto con su esposo, Julius Tennon, y que ha impulsado historias para cine y TV centradas en la comunidad afroamericana y las mujeres.
«Tras el estreno de Historias cruzadas, cuando empezamos la compañía, esos artistas de la periferia eran los que estaban escribiendo historias para mujeres como yo», dijo Viola recientemente durante la premiere de G20. «Así que había que sacarlos de la oscuridad».

Patricia Riggen es la comandante en jefa
G20 acompaña a la presidenta Danielle Sutton (Viola Davis) a una cumbre mundial realizada en Sudáfrica justo en el momento en que vive una crisis como madre de dos adolescentes. Cuando un grupo terrorista asalta la cumbre para crear videos deep fake que generen desconfianza en los mandatarios de los países más poderosos y caos financiero, la presidenta pone en práctica sus habilidades de combate para sobrevivir con sus colegas, pero también su instinto más protector para defender a su familia.
En una entrevista que se hizo viral, realizada en el evento Women of the World de 2028, Viola Davis mencionó que, a pesar de tener una carrera como la de Meryl Streep, Julianne Moore o Sigourney Weaver, las oportunidades para ella como actriz de color no eran para nada cercanas, ni en términos de dinero, ni de papeles. Con G20, le interesaba representar a una mujer ágil e inteligente, y demostrar que a su edad es perfectamente capaz de crear al personaje que le hubiera gustado ver en pantalla cuando era niña. Y en lugar de elegir para la dirección del proyecto a directores con trayectoria en el cine de acción, optó por una directora que pudiera ponerle corazón a la historia.
“La aportación de la mirada femenina en mi caso comienza desde el desarrollo del guion, en el que me aseguro de meter elementos desde el punto de vista femenino. Por ejemplo, para mí era muy importante la familia, la relación con la hija, decidir que esa relación fuera el eje central de la película para que hubiera un lado humano y que no fuera pura pelea”, aporta Patricia Riggen.

Originaria de Jalisco, la cineasta decidió mudarse a Estados Unidos para hacerse un camino en la industria. Desde el estreno de su primer largometraje en 2007, La misma luna, llamó su atención por hacer una cinta que fue muy elogiada a nivel internacional y que además tuvo éxito comercial, con la participación de Eugenio Derbez, Kate del Castillo y America Ferrera. Posteriormente hizo Educando a mamá (2012) con Eva Mendes; Los 33 (2015), con Antonio Banderas; y Milagros del cielo (2016) con Jennifer Garner y Queen Latifah. Pero fue su experiencia dirigiendo episodios de la serie de acción Jack Ryan (2018) lo que la puso en la mira de Davis, quien quedó convencida de que era la indicada al escuchar sus propuestas y ver cómo las defendía desde la primera vez que dio su opinión sobre las mejoras que haría en el guion.
“Es una artista por excelencia; tiene visión, tiene pasión y tiene la habilidad para ejecutar. Y, sobre todo, tiene la valentía de no abandonar su idea. Lo que pasa con las mujeres, nuestro poder y la forma en que le agradamos a las personas siempre tiene que ver con qué tanto servimos al otro, más que a nosotras mismas. Y lo que vi y aún veo en Patricia es alguien que no estaba dispuesta a ceder en su visión de esta película. Ella era mi primera opción, y creí en ella y creo que el mundo también verá lo mismo”, sostuvo en entrevista la intérprete.
Con G20, Riggen se convierte en la primera mexicana y la primera directora latina en dirigir una película de acción de alto presupuesto, con lo que entra a una reducida lista de mujeres que han tenido la misma oportunidad, como Kathryn Bigelow (The Hurt Locker) y Patty Jenkins (Wonder Woman). Desde que el proyecto le fue encomendado, tenía claro que la presión era doble, pues, como latina y como mujer, tenía que hacer las cosas bien, para que las puertas en este género —usualmente reservado a los hombres— continúen abiertas para futuras directoras que quieran incursionar en el cine de entretenimiento en las grandes ligas.

“Nadie dirá nunca ‘Esta película la dirigió un hombre y quedó mal, ya no hay que contratar hombres’ ¡Jamás! Pero si es una mujer sí les entra la sospecha. Entonces sí, la responsabilidad es enorme y la tengo muy clara y por eso no puedo fallarle a todas las chicas que vienen detrás”, dijo la directora, que ahora disfruta el estreno mundial de la película a través de la plataforma Prime Video.
Riggen coincide con el personaje de Viola y afirma que ha sido criticada por ser fuerte, pero “si una no fuera fuerte no estaría aquí”. En este proyecto, tanto la actriz como la cineasta son prueba de que la fuerza en las mujeres viene en muchas formas, ya sea pateando a los villanos, o tomando las riendas de sus trayectorias. “Llevo 20 años en esto, abriendo camino. Y he sufrido, me ha costado mucho. Pero estoy muy contenta de haber podido acceder a una película como esta, de haber dirigido a Viola Davis y de haber tenido un presupuesto para realmente hacer muchísima acción. Me siento muy afortunada”.
G20 ya se puede ver en la plataforma de Prime Video México.

Fabiola Santiago Periodista y crítica de cine. Le interesa la diversidad de miradas en películas y series. Habla y escribe sobre cine hecho por mujeres, por cineastas indígenas y latinoamericanos.
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Cine y Tv
¡Hogwarts cobra vida de nuevo! HBO revela el elenco de seis miembros del personal para la nueva serie de Harry Potter

La magia regresa con fuerza a la pantalla: HBO ha confirmado oficialmente a seis actores que darán vida a los icónicos personajes del personal de Hogwarts en la esperada serie original de Harry Potter. El reparto está encabezado por el aclamado actor John Lithgow como Albus Dumbledore, director de Hogwarts y mentor de Harry. Lithgow, ganador de seis premios Emmy y dos Tony, recientemente fue galardonado con el Olivier Award 2025 como Mejor Actor por su papel en Giant.
La multipremiada Janet McTeer interpretará a la estricta pero entrañable Minerva McGonagall, subdirectora y jefa de la casa Gryffindor. El talentoso Paapa Essiedu, nominado al Emmy y al BAFTA por I May Destroy You, será el complejo y misterioso Severus Snape.
La ternura y la fuerza del medio gigante Rubeus Hagrid estarán en manos de Nick Frost, conocido por su trayectoria en cine y televisión británica.
El profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en el primer año de Harry, Quirinus Quirrell, será interpretado por Luke Thallon, destacado actor de teatro.
Finalmente, Paul Whitehouse, cinco veces ganador del BAFTA, asumirá el papel del malhumorado conserje Argus Filch.
Francesca Gardiner, showrunner y productora ejecutiva, junto con el director Mark Mylod, expresaron su entusiasmo:
Estamos felices de anunciar el casting de estos seis actores. Nos emociona contar con tanto talento para dar nueva vida a estos personajes tan queridos.
La producción comenzará en verano de 2025 y la serie se estrenará exclusivamente en Max, llegando a públicos de todo el mundo, incluidos nuevos mercados como Turquía, Reino Unido, Alemania e Italia.
Esta adaptación televisiva será fiel a la saga original escrita por J.K. Rowling, quien también funge como productora ejecutiva junto a Neil Blair, Ruth Kenley-Letts y David Heyman, productor de las películas originales.
Con una narrativa más profunda y visualmente impactante, la serie promete redescubrir el mundo mágico y enamorar tanto a los fans veteranos como a una nueva generación.
¡Prepárate para volver a Hogwarts!
Cine y Tv
Un periplo por Asia donde realidad y ficción se entremezclan

Para el cineasta portugués Miguel Gomes, todas sus películas «son remakes de El mago de Oz«. Así lo dijo en una entrevista que concedió en el marco del Festival Internacional de Cine de Cannes 2024, donde presentó Grand Tour, su sexto largometraje como director y el primero que lo vuelve partícipe de aquel prestigioso encuentro cinematográfico, aparte de ahí mismo hacerlo acreedor del premio a la Mejor dirección; una película cuyo vínculo con las aventuras de Dorothy y Toto lo percibe el director no en la historia ni en los personajes, sino en la coexistencia de un mundo real y un mundo ficticio.
En este drama de época, Kansas viene a ser esa realidad que Gomes registra con avidez documentalista: el recorrido que él y un pequeño equipo de producción realizó hace cinco años, inspirado en el tour por Asia que solían hacer los exploradores británicos hasta principios del siglo XX. Y en cambio, la fantástica Tierra de Oz encuentra su equivalente en todo aquello que el quincuagenario realizador rodó en estudio: una historia ficcional que bebe de las comedias screwball y donde si bien no figura un León Cobarde ni una Bruja Mala del Oeste, sí hay un hombre temeroso que huye por varios países asiáticos, y una mujer testaruda que lo acecha sin descanso.

¿De qué se trata Grand Tour?
Ambientada en 1918, Grand Tour sigue a un funcionario británico llamado Edward (Gonçalo Waddington) y a su prometida Molly (Crista Alfaiate), inmersos en un juego del gato y el ratón. Al comienzo de la historia, Edward abandona su hogar en Myanmar y escapa a Singapur con tal de eludir la boda. Sin embargo, una persistente Molly empieza a seguir sus huellas, y el viaje deviene una persecución entre cómica y reflexiva que les hace a ambos aventurarse por varios países y ciudades de la región, como Bangkok, Saigón, Osaka y Shanghái.
Las poblaciones que Edward y Molly visitan en la ficción son donde Miguel Gomes encomendó el levantamiento de material audiovisual que retratara la vida cotidiana y las distintas manifestaciones culturales que dan identidad a cada territorio. Así que, por un lado, Grand Tour ahonda en las aventuras y desventuras de sus protagonistas en una versión de Asia de inicios del siglo XX —recreada en un set— y por otra parte, intercala imágenes de cada ciudad en la actualidad. Esto ocasiona un diálogo entre realidad y ficción que reafirma en el estilo de Gomes los atributos de dualidad y experimentación que ya se veían, por ejemplo, en Tabú (2012), que ultimadamente es también una película «romántica» que juega con temporalidades.
«Me obsesiona averiguar cómo puedo establecer el diálogo entre estas dos cosas tan diferentes y qué es lo que pueden aportarse mutuamente», comenta el cineasta en una reciente charla con Cine PREMIERE. «Creo que esto es algo que planteo en cada película. Esta pregunta: ¿Cómo puedo aprovechar esa capacidad [del cine] de captar la realidad y también de inventar un mundo con nuevas reglas? ¿Y cómo puedo juntarlas para que se enriquezcan entre ellas?»
Para Grand Tour, el director no descartaba que el material filmado en locación tuviera el potencial de expresar algo acerca del mundo interno de los personajes. Quizás la imagen de una rueda de la fortuna pudiera de algún modo representar la falta de rumbo que aqueja a Edward. Pero Gomes jamás preconcibió esa clase de asociaciones. Simplemente quería que lo documental y lo ficcional convivieran, sin la menor idea de qué efecto producirían en conjunto. Tal vez, si acaso, que a ojos de la audiencia, uno «contaminaría» al otro.
«Al principio no tenía la respuesta. Incluso ahora, no sé si tengo la respuesta. Pero sabía que producirían algo», agrega. «Este choque continuo entre dos cosas muy diferentes —estudio de filmación y mundo real; pasado y presente— debía ofrecer algo. Y mi esperanza era que las escenas de estudio se ‘contaminaran’ con las secuencias rodadas en Asia. Y que lo que se ve en el diario de viaje pudiera ‘contaminarse’ también por lo que se ve en el estudio».

Perdidos en el sudeste asiático
Para concebir la historia anti-romántica de Edward y Molly, Miguel Gomes tomó de inspiración una simple broma expuesta en el libro The Gentleman in the Parlour, donde el inglés W. Somerset Maugham vertió sus experiencias de viaje por el sudeste asiático en la primera mitad del siglo pasado. «Era un chiste sobre que los hombres son cobardes y las mujeres, testarudas [a la hora de casarse]», nos explica el director.
Sin embargo, el oriundo de Lisboa acertó en no elaborar una mera caricatura de sus personajes. Claro que éstos gozan de sus propias excentricidades, como que a Edward lo conozcamos aferrado a un ramo de flores —las cuales reparte entre extraños una vez que decide huir de Myanmar— o que Molly posea una risa peculiar que sale a presión, cual globo desinflándose. Pero el director de Grand Tour anhelaba profundidad y sobre todo transformación en sus protagonistas.
“Edward y Molly no son los mismos al inicio y al final de la película”, explica el portugués. “Creo que el Edward aterrado de la primera escena no es el Edward [del final] que se siente perdido de una forma más melancólica. Algo le sucedió durante su viaje. Y con Molly, es aún más evidente que ella al principio estaba alegre, llena de vida y abierta a todo el mundo. Pero al final, ella sólo piensa en Edward y se torna más y más oscura”.
Para Gomes, es obligado que el punto de partida —en este caso, una burla basada en clichés de género acerca del matrimonio— se convierta en algo diferente para que valga la pena llevarlo a la pantalla. A su parecer: “Las cosas deben cambiar, los personajes deben cambiar, pero sobre todo, una película debe cambiar, como también la relación que existe entre ésta y el espectador”.
En lo que concierne al público, el quincuagenario cineasta quería adrede confundir a los espectadores (“al espectador occidental, al menos”) al no poner subtítulos cuando hubiera diálogos de personas locales con las que Edward y Molly se cruzan durante su travesía por Oriente. Así la audiencia podía compartir la perspectiva foránea con la que Gomes reconoce haber hecho Grand Tour y que evidentemente es también la de sus protagonistas británicos.
“La película trata sobre desencuentros”, enfatiza el realizador. “De algún modo, nos queda la sensación de que todos estos personajes de Occidente están un poco fuera de lugar, al no entender demasiado lo que está sucediendo [a su alrededor]”.

Captar la realidad y crear un mundo nuevo
A principios de 2020, Miguel Gomes emprendió su periplo por Asia. Había planeado seguir la misma ruta trazada por W. Somerset Maugham décadas antes que él y capturar en 16mm las imágenes que le parecieran más interesantes. En cada urbe que visitó, contó con el apoyo de productores locales con quienes la relación variaba según el territorio. El director rememora que, por ejemplo, le resultó difícil rodar en Japón porque ahí se cruzó con gente que no aprobaba del todo sus constantes cambios de parecer sobre dónde poner la cámara. Y al contrario, en Filipinas le ayudó un productor a quien poco le preocupaba que no tuvieran los permisos de filmación necesarios.
En cuestión de semanas, Gomes visitó Myanmar, Singapur, Tailandia, Vietnam, Filipinas y Japón, exactamente en ese orden, que es el que siguen Edward y Molly en la ficción. En Grand Tour, China es el último destino de los personajes y originalmente ésa iba a ser también el de Gomes. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 ocasionó que el realizador no pudiera concluir su recorrido y tuvo que esperar hasta 2022 para obtener el material documental que le faltaba.
«Teníamos la intención de ir a China, pero eran los comienzos del COVID, así que no nos dejaron entrar», nos platica el galardonado en Cannes. «Dos años más tarde, pudimos rodar en China pero a distancia. Yo estaba en Lisboa, sin poder entrar [al país asiático]. Así que [dirigí a distancia] a un equipo de producción chino que se encargó de las dos últimas semanas de rodaje».
Aquello que no deja de asombrar a Gomes es la capacidad que tiene el cine de, por un lado, “captar la realidad y nuestras vidas”, y por otra parte, crear un mundo completamente nuevo. Y si bien el director disfruta más filmar en locación, es consciente de las bondades de un foro como aquél en el que rodó la parte ficcional de Grand Tour. Ahí fue capaz de “inventar” su propio sol, a través de lo que él describe como “el gran poder de la iluminación de estudio”; un poder que en la escena final (ya lo descubrirán al ver la película) se manifiesta como una auténtica fuerza divina.
«La idea [para esa escena final] surgió como dos semanas antes de rodar [los segmentos de Edward y Molly]», comparte con Cine PREMIERE. «Originalmente no estaba en el guion. Pero entonces un día, mientras instalaban las luces en el techo del estudio, se me ocurrió que en la escena final hubiera esta gran intervención, [la manifestación] de este gran poder de la iluminación de estudio».

¿Dónde ver la película Grand Tour?
En México, Grand Tour se exhibe actualmente en salas del circuito alternativo. Llegará en exclusiva a la plataforma de streaming Mubi el 18 de abril de 2025.

Antonio G. Spíndola Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.
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