Cine y Tv
El baile de los 41: Una danza contra la homofobia

La luz de grandes veladoras parece ondear al ritmo de los danzantes que la rodean. Esa luz tenue y discreta acompaña el secretismo de la noche. Aquí, en el baile de los 41, se respiran aires de libertad. No importa que mañana todo deba volver a la normalidad. Da igual si, al salir el sol, los vestidos deben volver a sus escondites. Por un breve instante, “la moral y las buenas costumbres” ceden ante la felicidad de los presentes. A regañadientes, los dejan ser libres. Pero esa rectitud de la sociedad es cruel: en el clímax de la velada detiene abruptamente la música y cambia las notas musicales por el sonido del zapateo de la policía. Entre rifles e insultos, entre humillaciones y amenazas, los caballeros presentes saben que su vida ha terminado.

Han pasado casi 120 años desde aquella noche. Sin embargo, aún hay algo –o mucho– de ese México porfirista y homofóbico que decidió humillar públicamente a 41 hombres homosexuales para luego pretender que nada había pasado. “Hay muy poca información sobre este capítulo en la historia de nuestro país”, nos dice Alfonso Herrera (The Exorcist), el hombre detrás de Ignacio de la Torre, miembro de esta sociedad secreta y yerno de Porfirio Díaz; el número 42 de aquella velada. “[Lo ocurrido] es algo que el molde que rige la sociedad decidió meter en un baúl y trató de quitarle oxígeno”.
Pero el cine –siempre el cine– está ahí para explorar aquellas cosas que resultan incómodas. Y solo falta una pequeña molécula de oxígeno en esas historias para detonar un chispazo incendiario que nada ni nadie pueda ignorar.
«Creo que es absolutamente vigente retomar el baile de los 41”, nos dice el cineasta mexicano David Pablos, responsable de Las elegidas, ganadora a Mejor película en el Ariel 2016. “Como sociedad, no distamos tanto de lo que era el Porfiriato. Hay demasiadas cosas que no han cambiado. Sigue siendo un tema salir del clóset; para cualquier personalidad pública es difícil ‘exponerse’ y [a veces, es mejor] llevar una doble vida y esconderse.
Asimismo, el cineasta considera que la representación de la comunidad LGBT en la pantalla grande es esencial. «Eso es algo que, muy pocas veces, ha sucedido en el cine mexicano. Y además de una manera que sea bastante más compleja; que vaya más allá de los estereotipos y los clichés y donde se profundice de alguna forma. Para mí, es una necesidad contar una historia que, por tantos años, ha sido relegada y se ha convertido en un tabú”.

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Un baile para cuestionarlo todo
La orquesta se preparaba para la función. Frente a los músicos, un grupo numeroso de hombres se alistaba para el gran momento de la noche. Mientras unos se ajustaban un elegante frac, otros se acomodaban la fina joyería que adornaba los vestidos que portaban con orgullo. La fecha que el calendario indicaba era el 17 de noviembre; no de 1901 sino de 2019. Como una gran coincidencia, David Pablos recreó para su nueva película uno de los momentos más incómodos en la historia de México la misma noche en que tuvo lugar, más de 100 años atrás.
“Estábamos celebrando a estos hombres”, recuerda David, “y [lo hacíamos] sabiendo que, como sociedad, ya habíamos tomado ciertos pasos en la dirección correcta, y eso nos permitía estar en este proyecto. Me sentí muy afortunado”, explica el cineasta. Sin embargo, reconoce que el camino para llegar a este momento no fue fácil.
David sabía lo complejo que sería financiar una película de época. Pero no esperaba enfrentarse a obstáculos que uno podría asumir como parte del pasado. “Viví una cerrazón importante a la hora de levantar este proyecto y eso, en vez de hacerme desistir o que mermara mis fuerzas, se volvía un estímulo aún mayor.
«Si no nos querían apoyar por el tema [del que hablábamos], con mayor razón: era importantísimo que hiciéramos la película y que llegara a las pantallas. A mí me hubiera encantado ver una película como El baile de los 41 cuando tenía 15 años. Creo que hubiera hecho una diferencia importante en mi formación”.
A pesar de la adversidad, El baile de los 41 seguía materializándose frente a los ojos de su realizador. Él recuerda ahora a esos hombres con cariño. “Quedé enamorado de ellos”, nos dice. “Son rostros, energías, presencias que me encantan, que me emociona ver en en la pantalla. Yo quería un rango muy amplio de tipo de hombres y masculinidades. Para mí, gran parte del respeto a ellos está en mostrar las distintas formas en las que puedes expresar la homosexualidad y no encasillar. En los medios hay solo dos formas de ser gay y ya. No existe la diversidad. Y estos hombres representan lo opuesto. Son individuos muy peculiares, con personalidades fuertes e intensas. Retratarlos, filmarlos y ponerlos así en la pantalla era para dignificarlos. Toda la escena del baile y la preparación para ese momento están construidas con admiración y un profundo respeto.
«En esta sociedad tan machista, ellos van en contra de lo establecido para ‘ser hombre’. El vestirse de mujer e ir en contra de actitudes heteronormativas, representa un gran valor”.

Aquel baile, por obvias razones, se convirtió en la secuencia más compleja de toda la trama. Aquí ya no había temor a ser descubiertos, pero sí a que lo planeado no saliera a la perfección. “La música que aparece en la escena ya estaba compuesta antes de filmarla”, afirma David. “Era esencial tenerla antes porque me marcaba una pauta respecto a cómo filmarla. La música tiene una progresión y eso dictó lo mismo en términos visuales. La imagen empieza fuera de foco; luego a 124 cuadros, posteriormente a 48 y finalmente a 24 para pasar a una cámara sobre tripié y luego a mano. Digamos que hay toda una construcción visual que va de la mano con la música y el vals que ensayaron. Todo estaba coordinado para coincidir con ciertas frases musicales”.
Con 42 hombres en escena –la mitad vestidos con corset y portando maquillaje y pelucas– había un elemento más que dictó el ritmo de aquel día de rodaje. De la mano de Carolina Costa, su cinefotógrafa de cabecera, David decidió no usar iluminación artificial. El equipo de diseño de producción de la cinta –a cargo de Daniela Schneider (Monos)– fabricó velas especiales para acompañar la ocasión. Ahí había dos candelabros gigantes que manipularon a su antojo al elenco y a la producción de El baile de los 41. “Cada uno tenía 300 o 400 velas. Era una locura”, afirma David. “Tardábamos una hora en encenderlas. No podíamos darnos el lujo de perder una hora de rodaje. Las velas iluminaban 4 o 5 horas y todo se planeaba alrededor de en qué momento hay que resetear y volver a encenderlas”.
Emiliano Zurita (Cómo sobrevivir soltero) recuerda sentir un gran nerviosismo aquel día. A pesar de ello, el hombre detrás de Evaristo Rivas –amante de Ignacio de la Torre–, confiaba en que todo saldría a la perfección. “Desde el primer casting supe que era un proyecto que iba a ser increíble”, nos dice. «Conociendo los trabajos previos de David, sabía que lo iba a abordar desde un lado muy humano, sin miedo a enseñar las cosas bellas y terribles que pasan durante esta historia; una historia muy humana, que no pretende dar sermones ni lecciones, sino proyectar algo que forma parte de nuestra cultura y nuestra sociedad. Me enorgullece mucho que fue de esta manera. David tiene la habilidad de contar historias a través de cortes. [Aquí ves] una bella historia de amor entre dos hombres y luego cortas directo a la soledad que siente Amada Díaz, una mujer que también busca ser feliz, entiendes por qué la sociedad termina siendo el antagonista de esta historia”.

Amores unidos por el dolor
Amada toca el piano. La melancolía que permea su hogar no solo proviene de las teclas que presionan sus dedos. La hija de Porfirio Díaz ve cómo su matrimonio se desmorona entre sus manos. No sabe la razón pero lo intuye. El desprecio que su marido le expresa con sus palabras no es nada comparado con el que emana de su mirada. “Amada toca el piano por soledad”, nos dice Mabel Cadena (La diosa del asfalto), sobre el papel al que da vida en esta cinta. “Toca el piano por desamor, por dolor y por ausencia”. Para la actriz, entender esta soledad la llevó a conectar con Amada. “En un mundo irracional en donde uno pierde la cordura cuando no puede tener lo que quiere. Y cuando no puedes tener lo que quieres, dejas de ser víctima y pasas a ser un sobreviviente. Para serlo, a veces, uno hace locuras y eso vuelve tan compleja a Amada”.
Sin embargo, Mabel tenía una certeza sobre este rol tan demandante: no quería darle vida a una mujer homofóbica. Para ella, la cinta escrita por Mónika Revilla (Alguien tiene que morir; Juana Inés) «ya se iba a encargar de señalar muchas cosas y yo quería construir a una mujer que partió de una ilusión y terminó con su vida rota», nos comparte.
«Yo encontré mi fortaleza en El baile de los 41 el primer día de rodaje. Antes tuve mucho miedo por los retos que implicaba. Soy alguien a quien le gusta entregarse y Amada Díaz me retó todo el tiempo. Pero en el día 1 de rodaje, cuando me cubrieron de capas y capas de ropa, y me encerraron casi todo el tiempo en una casa, encontré mi fortaleza en su soledad”.
En este microcosmos de miradas reveladoras, Mabel encontró también un gran apoyo en los ojos de su coprotagonista. “Estuviera o no a cuadro, Alfonso Herrera siempre estuvo detrás de la cámara para darme sus miradas, para compartirme sus intenciones, y ayudarme a generar todo esto. Cuando tienes un director que explora contigo otras posibilidades, cuando tienes a un actor que te está dando sus ojos para darte réplica y crear una vida juntos, sin duda los resultados son los que se pueden ver en pantalla”.
Conócelas aquí:
· Monika Revilla: escribir el pasado para enriquecer el presente
· Mabel Cadena: las mujeres que se quedan dentro

Un baile contra la censura
Por décadas, los pasos de baile del cine mexicano eran marcados por la tiranía de la censura. No ha pasado tanto desde que se terminaron aquellas épocas donde una historia corría el riesgo de ser enlatada indefinidamente por retratar temáticas polémicas o confrontativas. Hoy hay otros tipos de censura: desde aquella que se genera cuando se rechaza el apoyo a un proyecto, cuando se decide no programar una historia en cartelera o cuando las autoridades delimitan el público que podrá ver cierta película.
El baile de los 41 llega a los cines del país con una clasificación C, apta únicamente para mayores de 18 años. Al consultar a la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC), la dependencia de la Secretaría de Gobernación afirma que las razones por las que la película fue considerada para su clasificación C “se encuentran fundamentalmente en la presencia de imágenes con contenidos sexuales explícitos (masculinos y femeninos), detallados, en primer plano y con larga duración, especialmente en la secuencia que da origen al título y tema central de la película”.
“Estamos sorprendidos de la clasificación pero a la vez no”, nos dice Emiliano Zurita. “Esa clasificación habla más bien de que la sociedad no ha cambiado mucho en estos 120 años. Y justo por eso es muy necesario que mucha gente vea la película y genere conversaciones; incómodas para algunas, pero que finalmente nos dejará ir cambiando lo que se nos hace normal en la sociedad”.

Alfonso, por su parte, afirma: “Cuando hice Sense8, Lana Wachowski constantemente hablaba de la manera en que hemos normalizado a los cuerpos femeninos desnudos en la pantalla y cómo nos escandaliza ver a dos hombres tomados de la mano o besándose. Pero no nos asusta la violencia explícita.
«Ahora en las salas de cine hay una película que tiene una violencia explícita pero tiene una clasificación B15 versus esta película que muestra una masculinidad contundente, que muestra una historia de amor entre dos hombres y tiene una clasificación C”.
Los criterios de RTC sobre la clasificación B15 se refieren a cintas que, si bien presentan violencia, “ésta no es extrema y puede estar vinculada con conductas sexuales sugeridas, señalando las consecuencias negativas de su vinculación. Puede haber erotismo y escenas sexuales implícitas, ambos en un contexto no degradante. Las escenas sexuales no son frecuentes ni de larga duración. Cuando se presenta desnudez, es esporádica, sin acercamiento a los genitales de los actores y en un contexto no humillante”.
En una cartelera donde todavía figura Nuevo orden, de Michel Franco –la cual incluye distintas escenas de tortura y humillación sexual por parte del Ejército–, sorprende la asignación a El baile de los 41 como una cinta apta únicamente para mayores de edad. “Y esta clasificación sólo nos habla de la necesidad de esta película”, afirma Mabel Cadena. “De permitir a los seres humanos ser más libres, de amar a quien se nos pegue la gana, sin clasificarnos y sin tener que escondernos. Creo que es un gran momento para, otra vez, retomar nuestro pasado, revisar la historia, nuestro presente y transformar nuestro futuro. No podemos seguir caminando hacia el mismo lugar de hace 100 o 200 años. Como sociedad sí hemos dado pasos en la lucha y en los derechos, pero no en el pensamiento. ¿Qué tipo de programadores tenemos en México? ¿Quienes son los que toman estas decisiones?«
Para David Pablos, “la clasificación se vuelve totalmente desproporcionada cuando se compara con otras películas con un contenido mucho más explícito y violento, actualmente en cartelera. Creo que hay una falta de congruencia en esa decisión.
«Me sorprende que sean mucho más censurables los desnudos masculinos, los actos amorosos entre hombres, que la violencia explícita. Y eso habla mucho del país y de la realidad en que vivimos. Aquí, la violencia está tan normalizada y mediatizada que ya ni siquiera es un tema. Es algo que simplemente no entiendo”.

Un baile en su honor
La noche del 17 de noviembre de 1901, un grupo de 42 hombres se disponía a celebrar en secreto su libertad. Unas horas más tarde, cuando el reloj marcaba las tres de la mañana, su vida terminó. Uno de ellos fue “salvado” por su cercanía al presidente. El resto pagó las consecuencias. «41 maricones fueron encontrados en un baile en la calle de la Paz», se leía en un periódico de la época, acompañado por un grabado de José Guadalupe Posada. «Cuarenta y un lagartijos, disfrazados la mitad de simpáticas muchachas», decía la hoja. «La otra mitad con su traje, es decir de masculinos, gozaban al estrechar a los famosos jotitos«. Luego de la redada, vino la condena pública y un linchamiento que terminó en un destino incierto.
El 17 de noviembre, pero de 2020, las coreografías no ejecutadas de aquella noche finalmente pudieron brillar. No fue en una pista sino en la pantalla grande. No hubo brindis pero sí muchos aplausos. La fiesta llegó tarde. 119 años, para ser precisos. Sin embargo, aquella noche, el baile de los 41 finalmente se pudo celebrar. Y se hizo en grande. Con una alfombra roja y con la esperanza de que aquello nunca más vuelva a pasar…

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Se apropian el gran cine de acción: Viola Davis y la mexicana Patricia Riggen unen fuerzas para salvar el mundo a lo grande

En la película G20, su nuevo trabajo como protagonista y productora, el personaje al que da vida Viola Davis afirma: “Ser fuertes es lo que nos trajo aquí”.
En la pantalla estas palabras van dirigidas a una colega de las altas esferas de la política, pero en la vida real bien se lo podría decir a la cineasta mexicana Patricia Riggen, a quien confió este proyecto en el que ambas desafían límites y expectativas a través de una cinta de acción. Se trata de un reto profesional al que han llegado después de trayectorias prolíficas y exitosas en las que han tenido que probar una y otra vez lo capaces que son.
“A partir de cierta edad pareciera que las actrices no pueden hacer ciertos roles. Y no es cierto», comenta la tapatía Patricia Riggen, que lleva dos décadas abriéndose paso Hollywood. «Y yo creo que eso es lo que está detrás de la decisión de Viola de generar sus propios proyectos. No sé si a alguien se le hubiera ocurrido darle una película de acción, pero a ella se le ocurrió y ahora no hay ninguna duda de que es tan capaz para la acción como Liam Neeson”.

Viola Davis ya había interpretado a la líder de un grupo de guerreras en La mujer rey y a la primera dama Michelle Obama en la serie The First Lady. Sin embargo, es hasta ahora, a sus 59 años, cuando al fin puede ponerse en los zapatos de una figura que ha estado reservada principalmente para actores como Morgan Freeman o Harrison Ford, o para actrices blancas como Julia Louis-Dreyfus o Sela Ward: la del titular de la Casa Blanca.
A diferencia también de muchos de esos papeles, la presidenta encarnada por Davis no es una que se sienta a decidir el destino del mundo desde una silla o una oficina, sino que corre, dispara, y salta de un helicóptero al tiempo que toma resoluciones de relevancia global. Y la posibilidad de hacer esto fue lo que la llevó a impulsar el proyecto desde la producción: “La pasión que sentí por este proyecto fue la de verme en un papel que las mujeres tradicionalmente no tenemos. Como actrices incursionamos en la producción no porque nos es necesario, sino porque nos es esencial. Y como productora puedes tener la autonomía de salir y buscar a los actores y a la directora que, tradicionalmente, tampoco elegirían. Esa es la mejor parte, que hay personas en la periferia que son perfectamente capaces, y tú los ves y te conviertes en su defensora”, expresó Viola sobre su rol de productora, que se consolidó en 2011 con JuVee Productions, la compañía de producción que fundó junto con su esposo, Julius Tennon, y que ha impulsado historias para cine y TV centradas en la comunidad afroamericana y las mujeres.
«Tras el estreno de Historias cruzadas, cuando empezamos la compañía, esos artistas de la periferia eran los que estaban escribiendo historias para mujeres como yo», dijo Viola recientemente durante la premiere de G20. «Así que había que sacarlos de la oscuridad».

Patricia Riggen es la comandante en jefa
G20 acompaña a la presidenta Danielle Sutton (Viola Davis) a una cumbre mundial realizada en Sudáfrica justo en el momento en que vive una crisis como madre de dos adolescentes. Cuando un grupo terrorista asalta la cumbre para crear videos deep fake que generen desconfianza en los mandatarios de los países más poderosos y caos financiero, la presidenta pone en práctica sus habilidades de combate para sobrevivir con sus colegas, pero también su instinto más protector para defender a su familia.
En una entrevista que se hizo viral, realizada en el evento Women of the World de 2028, Viola Davis mencionó que, a pesar de tener una carrera como la de Meryl Streep, Julianne Moore o Sigourney Weaver, las oportunidades para ella como actriz de color no eran para nada cercanas, ni en términos de dinero, ni de papeles. Con G20, le interesaba representar a una mujer ágil e inteligente, y demostrar que a su edad es perfectamente capaz de crear al personaje que le hubiera gustado ver en pantalla cuando era niña. Y en lugar de elegir para la dirección del proyecto a directores con trayectoria en el cine de acción, optó por una directora que pudiera ponerle corazón a la historia.
“La aportación de la mirada femenina en mi caso comienza desde el desarrollo del guion, en el que me aseguro de meter elementos desde el punto de vista femenino. Por ejemplo, para mí era muy importante la familia, la relación con la hija, decidir que esa relación fuera el eje central de la película para que hubiera un lado humano y que no fuera pura pelea”, aporta Patricia Riggen.

Originaria de Jalisco, la cineasta decidió mudarse a Estados Unidos para hacerse un camino en la industria. Desde el estreno de su primer largometraje en 2007, La misma luna, llamó su atención por hacer una cinta que fue muy elogiada a nivel internacional y que además tuvo éxito comercial, con la participación de Eugenio Derbez, Kate del Castillo y America Ferrera. Posteriormente hizo Educando a mamá (2012) con Eva Mendes; Los 33 (2015), con Antonio Banderas; y Milagros del cielo (2016) con Jennifer Garner y Queen Latifah. Pero fue su experiencia dirigiendo episodios de la serie de acción Jack Ryan (2018) lo que la puso en la mira de Davis, quien quedó convencida de que era la indicada al escuchar sus propuestas y ver cómo las defendía desde la primera vez que dio su opinión sobre las mejoras que haría en el guion.
“Es una artista por excelencia; tiene visión, tiene pasión y tiene la habilidad para ejecutar. Y, sobre todo, tiene la valentía de no abandonar su idea. Lo que pasa con las mujeres, nuestro poder y la forma en que le agradamos a las personas siempre tiene que ver con qué tanto servimos al otro, más que a nosotras mismas. Y lo que vi y aún veo en Patricia es alguien que no estaba dispuesta a ceder en su visión de esta película. Ella era mi primera opción, y creí en ella y creo que el mundo también verá lo mismo”, sostuvo en entrevista la intérprete.
Con G20, Riggen se convierte en la primera mexicana y la primera directora latina en dirigir una película de acción de alto presupuesto, con lo que entra a una reducida lista de mujeres que han tenido la misma oportunidad, como Kathryn Bigelow (The Hurt Locker) y Patty Jenkins (Wonder Woman). Desde que el proyecto le fue encomendado, tenía claro que la presión era doble, pues, como latina y como mujer, tenía que hacer las cosas bien, para que las puertas en este género —usualmente reservado a los hombres— continúen abiertas para futuras directoras que quieran incursionar en el cine de entretenimiento en las grandes ligas.

“Nadie dirá nunca ‘Esta película la dirigió un hombre y quedó mal, ya no hay que contratar hombres’ ¡Jamás! Pero si es una mujer sí les entra la sospecha. Entonces sí, la responsabilidad es enorme y la tengo muy clara y por eso no puedo fallarle a todas las chicas que vienen detrás”, dijo la directora, que ahora disfruta el estreno mundial de la película a través de la plataforma Prime Video.
Riggen coincide con el personaje de Viola y afirma que ha sido criticada por ser fuerte, pero “si una no fuera fuerte no estaría aquí”. En este proyecto, tanto la actriz como la cineasta son prueba de que la fuerza en las mujeres viene en muchas formas, ya sea pateando a los villanos, o tomando las riendas de sus trayectorias. “Llevo 20 años en esto, abriendo camino. Y he sufrido, me ha costado mucho. Pero estoy muy contenta de haber podido acceder a una película como esta, de haber dirigido a Viola Davis y de haber tenido un presupuesto para realmente hacer muchísima acción. Me siento muy afortunada”.
G20 ya se puede ver en la plataforma de Prime Video México.

Fabiola Santiago Periodista y crítica de cine. Le interesa la diversidad de miradas en películas y series. Habla y escribe sobre cine hecho por mujeres, por cineastas indígenas y latinoamericanos.
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Cine y Tv
¡Hogwarts cobra vida de nuevo! HBO revela el elenco de seis miembros del personal para la nueva serie de Harry Potter

La magia regresa con fuerza a la pantalla: HBO ha confirmado oficialmente a seis actores que darán vida a los icónicos personajes del personal de Hogwarts en la esperada serie original de Harry Potter. El reparto está encabezado por el aclamado actor John Lithgow como Albus Dumbledore, director de Hogwarts y mentor de Harry. Lithgow, ganador de seis premios Emmy y dos Tony, recientemente fue galardonado con el Olivier Award 2025 como Mejor Actor por su papel en Giant.
La multipremiada Janet McTeer interpretará a la estricta pero entrañable Minerva McGonagall, subdirectora y jefa de la casa Gryffindor. El talentoso Paapa Essiedu, nominado al Emmy y al BAFTA por I May Destroy You, será el complejo y misterioso Severus Snape.
La ternura y la fuerza del medio gigante Rubeus Hagrid estarán en manos de Nick Frost, conocido por su trayectoria en cine y televisión británica.
El profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en el primer año de Harry, Quirinus Quirrell, será interpretado por Luke Thallon, destacado actor de teatro.
Finalmente, Paul Whitehouse, cinco veces ganador del BAFTA, asumirá el papel del malhumorado conserje Argus Filch.
Francesca Gardiner, showrunner y productora ejecutiva, junto con el director Mark Mylod, expresaron su entusiasmo:
Estamos felices de anunciar el casting de estos seis actores. Nos emociona contar con tanto talento para dar nueva vida a estos personajes tan queridos.
La producción comenzará en verano de 2025 y la serie se estrenará exclusivamente en Max, llegando a públicos de todo el mundo, incluidos nuevos mercados como Turquía, Reino Unido, Alemania e Italia.
Esta adaptación televisiva será fiel a la saga original escrita por J.K. Rowling, quien también funge como productora ejecutiva junto a Neil Blair, Ruth Kenley-Letts y David Heyman, productor de las películas originales.
Con una narrativa más profunda y visualmente impactante, la serie promete redescubrir el mundo mágico y enamorar tanto a los fans veteranos como a una nueva generación.
¡Prepárate para volver a Hogwarts!
Cine y Tv
Un periplo por Asia donde realidad y ficción se entremezclan

Para el cineasta portugués Miguel Gomes, todas sus películas «son remakes de El mago de Oz«. Así lo dijo en una entrevista que concedió en el marco del Festival Internacional de Cine de Cannes 2024, donde presentó Grand Tour, su sexto largometraje como director y el primero que lo vuelve partícipe de aquel prestigioso encuentro cinematográfico, aparte de ahí mismo hacerlo acreedor del premio a la Mejor dirección; una película cuyo vínculo con las aventuras de Dorothy y Toto lo percibe el director no en la historia ni en los personajes, sino en la coexistencia de un mundo real y un mundo ficticio.
En este drama de época, Kansas viene a ser esa realidad que Gomes registra con avidez documentalista: el recorrido que él y un pequeño equipo de producción realizó hace cinco años, inspirado en el tour por Asia que solían hacer los exploradores británicos hasta principios del siglo XX. Y en cambio, la fantástica Tierra de Oz encuentra su equivalente en todo aquello que el quincuagenario realizador rodó en estudio: una historia ficcional que bebe de las comedias screwball y donde si bien no figura un León Cobarde ni una Bruja Mala del Oeste, sí hay un hombre temeroso que huye por varios países asiáticos, y una mujer testaruda que lo acecha sin descanso.

¿De qué se trata Grand Tour?
Ambientada en 1918, Grand Tour sigue a un funcionario británico llamado Edward (Gonçalo Waddington) y a su prometida Molly (Crista Alfaiate), inmersos en un juego del gato y el ratón. Al comienzo de la historia, Edward abandona su hogar en Myanmar y escapa a Singapur con tal de eludir la boda. Sin embargo, una persistente Molly empieza a seguir sus huellas, y el viaje deviene una persecución entre cómica y reflexiva que les hace a ambos aventurarse por varios países y ciudades de la región, como Bangkok, Saigón, Osaka y Shanghái.
Las poblaciones que Edward y Molly visitan en la ficción son donde Miguel Gomes encomendó el levantamiento de material audiovisual que retratara la vida cotidiana y las distintas manifestaciones culturales que dan identidad a cada territorio. Así que, por un lado, Grand Tour ahonda en las aventuras y desventuras de sus protagonistas en una versión de Asia de inicios del siglo XX —recreada en un set— y por otra parte, intercala imágenes de cada ciudad en la actualidad. Esto ocasiona un diálogo entre realidad y ficción que reafirma en el estilo de Gomes los atributos de dualidad y experimentación que ya se veían, por ejemplo, en Tabú (2012), que ultimadamente es también una película «romántica» que juega con temporalidades.
«Me obsesiona averiguar cómo puedo establecer el diálogo entre estas dos cosas tan diferentes y qué es lo que pueden aportarse mutuamente», comenta el cineasta en una reciente charla con Cine PREMIERE. «Creo que esto es algo que planteo en cada película. Esta pregunta: ¿Cómo puedo aprovechar esa capacidad [del cine] de captar la realidad y también de inventar un mundo con nuevas reglas? ¿Y cómo puedo juntarlas para que se enriquezcan entre ellas?»
Para Grand Tour, el director no descartaba que el material filmado en locación tuviera el potencial de expresar algo acerca del mundo interno de los personajes. Quizás la imagen de una rueda de la fortuna pudiera de algún modo representar la falta de rumbo que aqueja a Edward. Pero Gomes jamás preconcibió esa clase de asociaciones. Simplemente quería que lo documental y lo ficcional convivieran, sin la menor idea de qué efecto producirían en conjunto. Tal vez, si acaso, que a ojos de la audiencia, uno «contaminaría» al otro.
«Al principio no tenía la respuesta. Incluso ahora, no sé si tengo la respuesta. Pero sabía que producirían algo», agrega. «Este choque continuo entre dos cosas muy diferentes —estudio de filmación y mundo real; pasado y presente— debía ofrecer algo. Y mi esperanza era que las escenas de estudio se ‘contaminaran’ con las secuencias rodadas en Asia. Y que lo que se ve en el diario de viaje pudiera ‘contaminarse’ también por lo que se ve en el estudio».

Perdidos en el sudeste asiático
Para concebir la historia anti-romántica de Edward y Molly, Miguel Gomes tomó de inspiración una simple broma expuesta en el libro The Gentleman in the Parlour, donde el inglés W. Somerset Maugham vertió sus experiencias de viaje por el sudeste asiático en la primera mitad del siglo pasado. «Era un chiste sobre que los hombres son cobardes y las mujeres, testarudas [a la hora de casarse]», nos explica el director.
Sin embargo, el oriundo de Lisboa acertó en no elaborar una mera caricatura de sus personajes. Claro que éstos gozan de sus propias excentricidades, como que a Edward lo conozcamos aferrado a un ramo de flores —las cuales reparte entre extraños una vez que decide huir de Myanmar— o que Molly posea una risa peculiar que sale a presión, cual globo desinflándose. Pero el director de Grand Tour anhelaba profundidad y sobre todo transformación en sus protagonistas.
“Edward y Molly no son los mismos al inicio y al final de la película”, explica el portugués. “Creo que el Edward aterrado de la primera escena no es el Edward [del final] que se siente perdido de una forma más melancólica. Algo le sucedió durante su viaje. Y con Molly, es aún más evidente que ella al principio estaba alegre, llena de vida y abierta a todo el mundo. Pero al final, ella sólo piensa en Edward y se torna más y más oscura”.
Para Gomes, es obligado que el punto de partida —en este caso, una burla basada en clichés de género acerca del matrimonio— se convierta en algo diferente para que valga la pena llevarlo a la pantalla. A su parecer: “Las cosas deben cambiar, los personajes deben cambiar, pero sobre todo, una película debe cambiar, como también la relación que existe entre ésta y el espectador”.
En lo que concierne al público, el quincuagenario cineasta quería adrede confundir a los espectadores (“al espectador occidental, al menos”) al no poner subtítulos cuando hubiera diálogos de personas locales con las que Edward y Molly se cruzan durante su travesía por Oriente. Así la audiencia podía compartir la perspectiva foránea con la que Gomes reconoce haber hecho Grand Tour y que evidentemente es también la de sus protagonistas británicos.
“La película trata sobre desencuentros”, enfatiza el realizador. “De algún modo, nos queda la sensación de que todos estos personajes de Occidente están un poco fuera de lugar, al no entender demasiado lo que está sucediendo [a su alrededor]”.

Captar la realidad y crear un mundo nuevo
A principios de 2020, Miguel Gomes emprendió su periplo por Asia. Había planeado seguir la misma ruta trazada por W. Somerset Maugham décadas antes que él y capturar en 16mm las imágenes que le parecieran más interesantes. En cada urbe que visitó, contó con el apoyo de productores locales con quienes la relación variaba según el territorio. El director rememora que, por ejemplo, le resultó difícil rodar en Japón porque ahí se cruzó con gente que no aprobaba del todo sus constantes cambios de parecer sobre dónde poner la cámara. Y al contrario, en Filipinas le ayudó un productor a quien poco le preocupaba que no tuvieran los permisos de filmación necesarios.
En cuestión de semanas, Gomes visitó Myanmar, Singapur, Tailandia, Vietnam, Filipinas y Japón, exactamente en ese orden, que es el que siguen Edward y Molly en la ficción. En Grand Tour, China es el último destino de los personajes y originalmente ésa iba a ser también el de Gomes. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 ocasionó que el realizador no pudiera concluir su recorrido y tuvo que esperar hasta 2022 para obtener el material documental que le faltaba.
«Teníamos la intención de ir a China, pero eran los comienzos del COVID, así que no nos dejaron entrar», nos platica el galardonado en Cannes. «Dos años más tarde, pudimos rodar en China pero a distancia. Yo estaba en Lisboa, sin poder entrar [al país asiático]. Así que [dirigí a distancia] a un equipo de producción chino que se encargó de las dos últimas semanas de rodaje».
Aquello que no deja de asombrar a Gomes es la capacidad que tiene el cine de, por un lado, “captar la realidad y nuestras vidas”, y por otra parte, crear un mundo completamente nuevo. Y si bien el director disfruta más filmar en locación, es consciente de las bondades de un foro como aquél en el que rodó la parte ficcional de Grand Tour. Ahí fue capaz de “inventar” su propio sol, a través de lo que él describe como “el gran poder de la iluminación de estudio”; un poder que en la escena final (ya lo descubrirán al ver la película) se manifiesta como una auténtica fuerza divina.
«La idea [para esa escena final] surgió como dos semanas antes de rodar [los segmentos de Edward y Molly]», comparte con Cine PREMIERE. «Originalmente no estaba en el guion. Pero entonces un día, mientras instalaban las luces en el techo del estudio, se me ocurrió que en la escena final hubiera esta gran intervención, [la manifestación] de este gran poder de la iluminación de estudio».

¿Dónde ver la película Grand Tour?
En México, Grand Tour se exhibe actualmente en salas del circuito alternativo. Llegará en exclusiva a la plataforma de streaming Mubi el 18 de abril de 2025.

Antonio G. Spíndola Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.
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