Cine y Tv
FICM 2020: 499, el conquistador que «descubre» el México moderno

Habiendo naufragado su navío, un militar español ha extraviado los tesoros del Nuevo Continente y ha despertado nuevamente en las costas de Veracruz. Ataviado con su armadura del siglo XVI, decide entonces volver sobre sus pasos hacia Tenochtitlán, pero un paisaje arenoso profanado por basura y una lejana cuatrimoto le dejan en claro que ésta ya no es su época. En la docuficción 499, que llega este fin de semana al Festival Internacional de Cine de Morelia 2020 (FICM 2020), un agente de la Conquista ha viajado en el tiempo hasta el México actual, donde después de casi quinientos años la violencia prevalece.

Dirigida por Rodrigo Reyes, el largometraje 499 arriba a nuestro país un año antes cumplirse el 500 aniversario de la culminación de la Conquista de México, con la caída del imperio azteca. Al definirse como «un híbrido que mezcla la no ficción con elementos dramáticos», la película sigue a este fantasmagórico Conquistador (interpretado por el madrileño Eduardo San Juan Breña) quien emprende de nueva la cuenta la denominada «Ruta de Cortés», pero en el México del siglo XXI.
En su travesía del estado de Veracruz a la moderna Ciudad de México, el barbudo protagonista entra en contacto con una serie de historias que representan algunas de las problemáticas más hirientes de nuestro país, como el asesinato de periodistas, la desaparición forzada y el feminicidio. El altivo soldado, quien en un inicio se muestra indiferente, pronto reflexiona símiles entre el contexto actual y el proceso histórico de la Conquista, además de verse desarmado ante la tragedia que sus oídos perciben.
Tras su paso por el Festival de Tribeca (premio a la mejor fotografía) y el Hot Docs (premio especial de jurado), la película 499 presume su premiere mexicana en el FICM 2020. En entrevista exclusiva con Cine PREMIERE, el director Rodrigo Reyes nos manifiesta su gusto de estar en Morelia, además de compartirnos algunos detalles en torno a ésta, su más reciente docuficción.
499 llega a Morelia en un momento muy particular para el festival, dentro del marco de la contingencia sanitaria. ¿Cómo te sientes de formar parte de esta edición?
Estoy súper contento de poder presentar la película en Morelia. Es su estreno mexicano, entonces es muy significativo que arranquemos con este festival tan importante. Y además es la primera oportunidad de presentar la película con un público en vivo, lo cual no habíamos podido hacer a pesar de que hemos estado en Tribeca y en otros espacios. Es muy lindo que la primera oportunidad surja en México, a pesar de todos los problemas que estamos viviendo este año.

¿Cómo nació la premisa de 499, sobre este Conquistador fuera de tiempo, andando la Ruta de Cortés en pleno siglo XXI? ¿Qué inquietud fundamentó el nacimiento de este proyecto?
Pues se venía encima el aniversario, ¿no? Hace cinco años que imaginamos esta película, pues ya se veían venir estos 500 años [desde la Conquista], bien redonditos y muy importantes. Pero la pregunta era: ¿Cómo haces una película sobre este tema sin caer en lugares comunes o sin reforzar narrativas nacionalistas? ¿Cómo haces algo interesante que nos ayude a aprovechar este aniversario? La idea fundamental era cómo aprovechar este aniversario para reflexionar sobre el presente, y no quedarnos tanto atascados en el pasado. Si recuerdas, en 1992, con los 500 años del mal llamado “Descubrimiento de América”, gran parte de las reflexiones no calaban. Había que recordarle a gobiernos e instituciones que había que hablar de la realidad de hoy. Entonces queríamos seguir un poco esa ruta de “hacker” de alguna manera, darle la vuelta y que nos ayudara a reflexionar sobre las urgencias de hoy.
En otras circunstancias, ¿hubieras querido que la premiere mundial de esta cinta fuera en 2021, bajo el título «500»? ¿O por qué tenía que llamarse 499 y estrenar un año antes del 500° aniversario?
Porque yo creo que justamente ahí sigue la idea de transformar el aniversario y recordarnos que sigue habiendo un trabajo incompleto. Por un lado, las prácticas de violencia y de conquista siguen ahí, siguen en pie. Por otro lado, el proyecto de transformar el país y quizá alcanzar otro futuro permanecen como una posibilidad. Entonces queríamos quitarle ese respeto al aniversario, quitarle esa cifra tan redonda y generar otra provocación. Por eso, cuando el Conquistador viene a conocer el México actual, se ve obligado a hacer cosas que él jamás haría. Él jamás estaría dispuesto a escuchar a ninguna víctima, a ningún sobreviviente. No tenía por qué, y sin embargo en este mundo raro de 499, se ve obligado a tener que escuchar y a seguir esta odisea. Entonces es una oportunidad de colarnos entre las cifras del aniversario y revelar otra realidad.

Tu película presenta estos testimonios que refieren a problemáticas actuales, distintas y profundamente graves. ¿Por qué te decidiste a incluir aquellos testimonios en particular, como el trágico caso de Fátima Quintana?
La película se plantea como una colaboración con las personas reales. Entonces yo me acercaba a ellas después de que me los presentaban amigos periodistas, amigos de confianza, y les iba platicando la tirada de la película, su tesis. Todos los testimonios están sobre la Ruta de Cortés, o sea, sobre el espacio geográfico. Entonces se van revelando estas conexiones del presente y del pasado a través de la violencia. Hablamos mucho con las personas reales, explicándoles la tesis, invitándoles a participar y ya cuando íbamos generando esa colaboración y esa confianza, pasábamos a rodar estas secuencias.
Por ejemplo, al acercarnos a un personaje como Jorge, cuyo padre, Moisés, fue asesinado [un periodista en Veracruz], hablamos bastante por teléfono y luego nos conocimos en persona. Luego rodamos la entrevista pero [el Conquistador] estaba ahí presente escuchando. [Siempre construíamos] a partir de la idea de escuchar. Si nos damos cuenta de los reclamos de muchas víctimas y muchos sobrevivientes en México y en América Latina, lo primero es escuchar: “Escúchennos, escuchen lo que nos está pasando y escuchen lo que queremos cambiar”. Ese acto de escuchar es súper poderoso y por algo no se les escucha, por algo tanta indiferencia, porque ese acto abre la puerta para una transformación radical. Creo que de alguna manera eso llamó mucho la atención a las personas, esta posibilidad de poder dialogar con alguien que representa parte del poder, que es un ladrillo en la pirámide del poder, pero te tiene que escuchar. Tiene que escuchar y algo tiene que aprender de tu testimonio. Eso movió a muchas de esas colaboraciones.
En algunos casos, la interacción de las personas reales con el Conquistador lleva a integrarlos a la ficción. Por ejemplo, figura este exmilitar que simula venderle un arma al personaje. Al momento del rodaje, ¿qué retos hubo para “dirigirlos” y hacerlos parte de la narrativa central?
Muy bien observado. Hay una escena donde está un exmilitar jugando con unas armas y con el Conquistador. Esos juegos se daban precisamente por esa confianza y por este espacio híbrido en el que estábamos, donde la película de repente borra los límites de ficción y documental.
Por ejemplo, la escena del soldado surgía a partir de esa confianza, de esa convivencia con las personas reales y la pregunta era: ¿Qué le quieres tú compartir al Conquistador? ¿Qué quieres que él entienda de tu realidad? ¿Le vas a enseñar las armas del día de hoy o le vas a enseñar el uniforme de tu hijo? ¿O le vas a compartir un poema? Entonces se iban generando diferentes interacciones, muy personales de cada quien y siempre a base de un diálogo. [Por otro lado] yo creo firmemente que en un documental tienes que dirigir, tienes que generar un punto de vista, y cada director tiene su manera de hacerlo, pero eso es lo que más se agradece: que haya un punto de vista, que la película nos lleve a algún sitio, que no se quede solamente en la observación, sino que revele algo de nuestra realidad. Por ejemplo, una cosa que a mí me gusta mucho pensar es que, de alguna manera, lo que hace la película es encarnar a un fantasma cultural que ya tenemos en México. Ya existe este Conquistador y lo que hace la película es darle cuerpo, revelarlo. Entonces eso cobró mucho sentido. Siempre que colaborábamos con la gente, decían: “Órale, pues sí tienes razón. Hay esta ruta y esta conexión con el pasado y jamás había visto mi historia en ese contexto”.

¿Cómo percibes la relación entre las atrocidades cometidas en tiempos de la Conquista y la actualidad? ¿Puede decirse que, aún después de 500 años, aquellas historias del México moderno que rescata tu película son herencia de la Conquista y el colonialismo?
Yo creo que de cierta forma estamos en un proyecto colonial que no ha terminado, que sigue en pie y sigue operando en México. Y no hablo de que vienen los españoles a tratar de controlarnos. No es algo tan sencillo, sino que las herramientas de la Conquista, por ejemplo la censura que imponían los españoles –quemando textos y obligando a que se olvidaran muchas cosas de las culturas originarias– tiene su símil con el asesinato de periodistas que estamos viendo hoy en México. O el uso del terror, de la violencia del terror que usaban los mexicas para imponer su dominio, lo vemos hoy en día con el uso del terror para silenciar a un periodista, para controlar a una comunidad. Yo más bien lo que veo es una transformación de herramientas que, como país, les hemos dado continuidad. Hemos reinventado esta violencia. Pero a la par tampoco creo que estemos condenados a vivir este laberinto de la soledad, el cual es una metáfora muy bonita pero para nada estamos condenados ni obligados a seguir repitiendo estos ciclos. Tenemos toda la posibilidad de romper y de exorcizar nuestros fantasmas. Para mí eso es un poco la coyuntura en la que estamos en México. El cambio se tiene que generar. Tenemos que romper estos ciclos.
Cuéntame un poco sobre el proceso de construir al personaje del Conquistador, quien finalmente no sólo está ahí para escuchar, sino que también presume un cierto arco de transformación. Él aprende y evoluciona durante su trayecto a la Ciudad de México.
Trabajé afortunadamente con una guionista que se llama Lorena Padilla, quien es de Guadalajara. Lorena y yo generamos un guion antes del rodaje. Cada escena tenía una intención pero sobre todo una intención emocional. Entonces en el rodaje íbamos adaptando el guion a las circunstancias. A lo mejor no rodábamos lo que estaba escrito en el guion pero sí la intención. Esas intenciones nos ayudaban a decidir qué hacer durante el viaje del Conquistador. Otra cosa fue que se rodó todo en secuencia cronológica. Empezamos con este performance, este rodaje más de experiencia, de vivir el personaje, de irlo construyendo en orden. En el primer acto, por ejemplo, tenemos la intención de la soberbia, del orgullo del personaje. Entonces todas sus acciones remitían a eso, pero ya sabíamos que en el segundo acto iba a empezar a desmoronarse y a sentir terror, y en el tercero se iba a desesperar. Teníamos estas intenciones y ya durante la filmación con el actor, con Eduardo [San Juan Breña], todo el tiempo estábamos reescribiendo, platicando, inventando nuevos acercamientos al personaje y nuevas pautas. Fue un proceso constante de ir equilibrando todas las herramientas que teníamos a la mano.

Asumida la idea de autoridad que refleja tu personaje, ¿cómo reaccionaban estas personas que brindan su testimonio ante el Conquistador? ¿Había cierto miedo, cierto rencor o siempre hubo mucha apertura de los testigos para contarle sus historias?
Justamente tuvimos suerte de encontrar personas que tenían una gran calidad humana y fueron muy generosas con el personaje, porque comprendieron que no importaba tanto el castigarlo o el tenerle un rencor, sino que él se fuera con un aprendizaje, que él aprendiera algo de cada testimonio. Creo que eso es maravilloso, esta capacidad de perdón y de empatía que nace desde las víctimas sin dejar de exigir que se les escuche. Ese es el camino. Entonces al Conquistador lo trataban así. Sabían que era una persona limitada, prejuiciosa, con muchos errores, pero que también por eso mismo tenía que escucharlos, por eso tenía que estar presente ahí y recibir algo de cada persona. Y luego todo eso, después del montaje, ayuda mucho a estructurar la película y a generar la voz en off, esta voz en off de los pensamientos del Conquistador, quien está a la vez tratando de escribir su historia. Está tratando de escribir una epopeya como las que escribieron en vida real tantos Conquistadores, las Crónicas de Indias. Él trata de escribirla también, se pone al lado de Cortés, [afirma que] él conocía a la Malinche y todo esto. Él trata de escribirse a sí mismo como una parte importante de la historia pero poco a poco su versión se va desvaneciendo, se va desmoronando, porque tiene que enfrentar esta realidad y las consecuencias de lo que él ayudó a generar.
De esta película, me quedo con la búsqueda de empatía, de saber escuchar al otro. El Conquistador finalmente se lamenta por someter y esclavizar a “mis hermanos”, como los llama, pero su destino irremediablemente adquiere un halo de amargura…
Sí, tiene que achicarse el Conquistador y aprender a borrarse porque de alguna manera su ideología tiene que deshacerse. Tiene que quemarse toda la ideología colonialista y construirse desde cero. Lo curioso es que en la investigación de esta película, que duró años, fue muy claro que en la época de la Conquista ya existía esta reflexión que criticaba los abusos y los errores de ese proceso. Ya había muchos curas en particular que señalaban, criticaban y abogaban por otro modelo, por respetar más los derechos de los pueblos originarios. Ya había estas críticas y no las quisieron escuchar muchos de ellos, como el Conquistador.

499 es una de tantas producciones fílmicas que se han consolidado gracias a los fideicomisos, los cuales están cada vez más cerca de su extinción. ¿Qué opinión te merecen las recientes medidas gubernamentales?
499 es una película guerrera. Recibió el Foprocine. Con el Foprocine y el apoyo de Sundance y Tribeca, hicimos la película, además de con fondos míos y de los productores Inti Cordera y Andrew Houchens. O sea, ¿dónde está ahí el esquilme? ¿Dónde está la corrupción en una película que se hizo con muchas agallas y muchas ganas? Yo creo que estos fondos son fundamentales. Mis últimas dos películas también cuentan con el Foprocine. Nadie se está haciendo rico con un fideicomiso en el cine, por lo menos entre los directores que conozco. Todos están chambeando con lo que pueden y estirando cada peso que se les otorga para hacer grandes películas que nos han ganado reconocimientos a nivel México por todo el mundo. Se ha alzado en alto el nombre del cine mexicano. Hemos incidido, hemos sido influencia, estamos en la conversación de la cultura del cine a nivel global gracias a los fideicomisos. Entonces de alguna manera tienen que reconstruirse y reponerse si hace falta que implementen alguna medida de seguridad o de revisión. Adelante, pero lo que no puede ocurrir es que de repente desaparezcan estos fondos que en realidad nos ayudan a sobrevivir, y no a nosotros como personas sino a nuestras películas. Cuesta tanto hacer una película en términos de tiempo y esfuerzo que estos fondos, yo creo, son fundamentales para llegar a la meta.
El largometraje 499 puede verse gratuitamente en línea, a través de Cinépolis KLIC, hasta las 13:30 horas del domingo 1 de noviembre.
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Se apropian el gran cine de acción: Viola Davis y la mexicana Patricia Riggen unen fuerzas para salvar el mundo a lo grande

En la película G20, su nuevo trabajo como protagonista y productora, el personaje al que da vida Viola Davis afirma: “Ser fuertes es lo que nos trajo aquí”.
En la pantalla estas palabras van dirigidas a una colega de las altas esferas de la política, pero en la vida real bien se lo podría decir a la cineasta mexicana Patricia Riggen, a quien confió este proyecto en el que ambas desafían límites y expectativas a través de una cinta de acción. Se trata de un reto profesional al que han llegado después de trayectorias prolíficas y exitosas en las que han tenido que probar una y otra vez lo capaces que son.
“A partir de cierta edad pareciera que las actrices no pueden hacer ciertos roles. Y no es cierto», comenta la tapatía Patricia Riggen, que lleva dos décadas abriéndose paso Hollywood. «Y yo creo que eso es lo que está detrás de la decisión de Viola de generar sus propios proyectos. No sé si a alguien se le hubiera ocurrido darle una película de acción, pero a ella se le ocurrió y ahora no hay ninguna duda de que es tan capaz para la acción como Liam Neeson”.

Viola Davis ya había interpretado a la líder de un grupo de guerreras en La mujer rey y a la primera dama Michelle Obama en la serie The First Lady. Sin embargo, es hasta ahora, a sus 59 años, cuando al fin puede ponerse en los zapatos de una figura que ha estado reservada principalmente para actores como Morgan Freeman o Harrison Ford, o para actrices blancas como Julia Louis-Dreyfus o Sela Ward: la del titular de la Casa Blanca.
A diferencia también de muchos de esos papeles, la presidenta encarnada por Davis no es una que se sienta a decidir el destino del mundo desde una silla o una oficina, sino que corre, dispara, y salta de un helicóptero al tiempo que toma resoluciones de relevancia global. Y la posibilidad de hacer esto fue lo que la llevó a impulsar el proyecto desde la producción: “La pasión que sentí por este proyecto fue la de verme en un papel que las mujeres tradicionalmente no tenemos. Como actrices incursionamos en la producción no porque nos es necesario, sino porque nos es esencial. Y como productora puedes tener la autonomía de salir y buscar a los actores y a la directora que, tradicionalmente, tampoco elegirían. Esa es la mejor parte, que hay personas en la periferia que son perfectamente capaces, y tú los ves y te conviertes en su defensora”, expresó Viola sobre su rol de productora, que se consolidó en 2011 con JuVee Productions, la compañía de producción que fundó junto con su esposo, Julius Tennon, y que ha impulsado historias para cine y TV centradas en la comunidad afroamericana y las mujeres.
«Tras el estreno de Historias cruzadas, cuando empezamos la compañía, esos artistas de la periferia eran los que estaban escribiendo historias para mujeres como yo», dijo Viola recientemente durante la premiere de G20. «Así que había que sacarlos de la oscuridad».

Patricia Riggen es la comandante en jefa
G20 acompaña a la presidenta Danielle Sutton (Viola Davis) a una cumbre mundial realizada en Sudáfrica justo en el momento en que vive una crisis como madre de dos adolescentes. Cuando un grupo terrorista asalta la cumbre para crear videos deep fake que generen desconfianza en los mandatarios de los países más poderosos y caos financiero, la presidenta pone en práctica sus habilidades de combate para sobrevivir con sus colegas, pero también su instinto más protector para defender a su familia.
En una entrevista que se hizo viral, realizada en el evento Women of the World de 2028, Viola Davis mencionó que, a pesar de tener una carrera como la de Meryl Streep, Julianne Moore o Sigourney Weaver, las oportunidades para ella como actriz de color no eran para nada cercanas, ni en términos de dinero, ni de papeles. Con G20, le interesaba representar a una mujer ágil e inteligente, y demostrar que a su edad es perfectamente capaz de crear al personaje que le hubiera gustado ver en pantalla cuando era niña. Y en lugar de elegir para la dirección del proyecto a directores con trayectoria en el cine de acción, optó por una directora que pudiera ponerle corazón a la historia.
“La aportación de la mirada femenina en mi caso comienza desde el desarrollo del guion, en el que me aseguro de meter elementos desde el punto de vista femenino. Por ejemplo, para mí era muy importante la familia, la relación con la hija, decidir que esa relación fuera el eje central de la película para que hubiera un lado humano y que no fuera pura pelea”, aporta Patricia Riggen.

Originaria de Jalisco, la cineasta decidió mudarse a Estados Unidos para hacerse un camino en la industria. Desde el estreno de su primer largometraje en 2007, La misma luna, llamó su atención por hacer una cinta que fue muy elogiada a nivel internacional y que además tuvo éxito comercial, con la participación de Eugenio Derbez, Kate del Castillo y America Ferrera. Posteriormente hizo Educando a mamá (2012) con Eva Mendes; Los 33 (2015), con Antonio Banderas; y Milagros del cielo (2016) con Jennifer Garner y Queen Latifah. Pero fue su experiencia dirigiendo episodios de la serie de acción Jack Ryan (2018) lo que la puso en la mira de Davis, quien quedó convencida de que era la indicada al escuchar sus propuestas y ver cómo las defendía desde la primera vez que dio su opinión sobre las mejoras que haría en el guion.
“Es una artista por excelencia; tiene visión, tiene pasión y tiene la habilidad para ejecutar. Y, sobre todo, tiene la valentía de no abandonar su idea. Lo que pasa con las mujeres, nuestro poder y la forma en que le agradamos a las personas siempre tiene que ver con qué tanto servimos al otro, más que a nosotras mismas. Y lo que vi y aún veo en Patricia es alguien que no estaba dispuesta a ceder en su visión de esta película. Ella era mi primera opción, y creí en ella y creo que el mundo también verá lo mismo”, sostuvo en entrevista la intérprete.
Con G20, Riggen se convierte en la primera mexicana y la primera directora latina en dirigir una película de acción de alto presupuesto, con lo que entra a una reducida lista de mujeres que han tenido la misma oportunidad, como Kathryn Bigelow (The Hurt Locker) y Patty Jenkins (Wonder Woman). Desde que el proyecto le fue encomendado, tenía claro que la presión era doble, pues, como latina y como mujer, tenía que hacer las cosas bien, para que las puertas en este género —usualmente reservado a los hombres— continúen abiertas para futuras directoras que quieran incursionar en el cine de entretenimiento en las grandes ligas.

“Nadie dirá nunca ‘Esta película la dirigió un hombre y quedó mal, ya no hay que contratar hombres’ ¡Jamás! Pero si es una mujer sí les entra la sospecha. Entonces sí, la responsabilidad es enorme y la tengo muy clara y por eso no puedo fallarle a todas las chicas que vienen detrás”, dijo la directora, que ahora disfruta el estreno mundial de la película a través de la plataforma Prime Video.
Riggen coincide con el personaje de Viola y afirma que ha sido criticada por ser fuerte, pero “si una no fuera fuerte no estaría aquí”. En este proyecto, tanto la actriz como la cineasta son prueba de que la fuerza en las mujeres viene en muchas formas, ya sea pateando a los villanos, o tomando las riendas de sus trayectorias. “Llevo 20 años en esto, abriendo camino. Y he sufrido, me ha costado mucho. Pero estoy muy contenta de haber podido acceder a una película como esta, de haber dirigido a Viola Davis y de haber tenido un presupuesto para realmente hacer muchísima acción. Me siento muy afortunada”.
G20 ya se puede ver en la plataforma de Prime Video México.

Fabiola Santiago Periodista y crítica de cine. Le interesa la diversidad de miradas en películas y series. Habla y escribe sobre cine hecho por mujeres, por cineastas indígenas y latinoamericanos.
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Cine y Tv
¡Hogwarts cobra vida de nuevo! HBO revela el elenco de seis miembros del personal para la nueva serie de Harry Potter

La magia regresa con fuerza a la pantalla: HBO ha confirmado oficialmente a seis actores que darán vida a los icónicos personajes del personal de Hogwarts en la esperada serie original de Harry Potter. El reparto está encabezado por el aclamado actor John Lithgow como Albus Dumbledore, director de Hogwarts y mentor de Harry. Lithgow, ganador de seis premios Emmy y dos Tony, recientemente fue galardonado con el Olivier Award 2025 como Mejor Actor por su papel en Giant.
La multipremiada Janet McTeer interpretará a la estricta pero entrañable Minerva McGonagall, subdirectora y jefa de la casa Gryffindor. El talentoso Paapa Essiedu, nominado al Emmy y al BAFTA por I May Destroy You, será el complejo y misterioso Severus Snape.
La ternura y la fuerza del medio gigante Rubeus Hagrid estarán en manos de Nick Frost, conocido por su trayectoria en cine y televisión británica.
El profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en el primer año de Harry, Quirinus Quirrell, será interpretado por Luke Thallon, destacado actor de teatro.
Finalmente, Paul Whitehouse, cinco veces ganador del BAFTA, asumirá el papel del malhumorado conserje Argus Filch.
Francesca Gardiner, showrunner y productora ejecutiva, junto con el director Mark Mylod, expresaron su entusiasmo:
Estamos felices de anunciar el casting de estos seis actores. Nos emociona contar con tanto talento para dar nueva vida a estos personajes tan queridos.
La producción comenzará en verano de 2025 y la serie se estrenará exclusivamente en Max, llegando a públicos de todo el mundo, incluidos nuevos mercados como Turquía, Reino Unido, Alemania e Italia.
Esta adaptación televisiva será fiel a la saga original escrita por J.K. Rowling, quien también funge como productora ejecutiva junto a Neil Blair, Ruth Kenley-Letts y David Heyman, productor de las películas originales.
Con una narrativa más profunda y visualmente impactante, la serie promete redescubrir el mundo mágico y enamorar tanto a los fans veteranos como a una nueva generación.
¡Prepárate para volver a Hogwarts!
Cine y Tv
Un periplo por Asia donde realidad y ficción se entremezclan

Para el cineasta portugués Miguel Gomes, todas sus películas «son remakes de El mago de Oz«. Así lo dijo en una entrevista que concedió en el marco del Festival Internacional de Cine de Cannes 2024, donde presentó Grand Tour, su sexto largometraje como director y el primero que lo vuelve partícipe de aquel prestigioso encuentro cinematográfico, aparte de ahí mismo hacerlo acreedor del premio a la Mejor dirección; una película cuyo vínculo con las aventuras de Dorothy y Toto lo percibe el director no en la historia ni en los personajes, sino en la coexistencia de un mundo real y un mundo ficticio.
En este drama de época, Kansas viene a ser esa realidad que Gomes registra con avidez documentalista: el recorrido que él y un pequeño equipo de producción realizó hace cinco años, inspirado en el tour por Asia que solían hacer los exploradores británicos hasta principios del siglo XX. Y en cambio, la fantástica Tierra de Oz encuentra su equivalente en todo aquello que el quincuagenario realizador rodó en estudio: una historia ficcional que bebe de las comedias screwball y donde si bien no figura un León Cobarde ni una Bruja Mala del Oeste, sí hay un hombre temeroso que huye por varios países asiáticos, y una mujer testaruda que lo acecha sin descanso.

¿De qué se trata Grand Tour?
Ambientada en 1918, Grand Tour sigue a un funcionario británico llamado Edward (Gonçalo Waddington) y a su prometida Molly (Crista Alfaiate), inmersos en un juego del gato y el ratón. Al comienzo de la historia, Edward abandona su hogar en Myanmar y escapa a Singapur con tal de eludir la boda. Sin embargo, una persistente Molly empieza a seguir sus huellas, y el viaje deviene una persecución entre cómica y reflexiva que les hace a ambos aventurarse por varios países y ciudades de la región, como Bangkok, Saigón, Osaka y Shanghái.
Las poblaciones que Edward y Molly visitan en la ficción son donde Miguel Gomes encomendó el levantamiento de material audiovisual que retratara la vida cotidiana y las distintas manifestaciones culturales que dan identidad a cada territorio. Así que, por un lado, Grand Tour ahonda en las aventuras y desventuras de sus protagonistas en una versión de Asia de inicios del siglo XX —recreada en un set— y por otra parte, intercala imágenes de cada ciudad en la actualidad. Esto ocasiona un diálogo entre realidad y ficción que reafirma en el estilo de Gomes los atributos de dualidad y experimentación que ya se veían, por ejemplo, en Tabú (2012), que ultimadamente es también una película «romántica» que juega con temporalidades.
«Me obsesiona averiguar cómo puedo establecer el diálogo entre estas dos cosas tan diferentes y qué es lo que pueden aportarse mutuamente», comenta el cineasta en una reciente charla con Cine PREMIERE. «Creo que esto es algo que planteo en cada película. Esta pregunta: ¿Cómo puedo aprovechar esa capacidad [del cine] de captar la realidad y también de inventar un mundo con nuevas reglas? ¿Y cómo puedo juntarlas para que se enriquezcan entre ellas?»
Para Grand Tour, el director no descartaba que el material filmado en locación tuviera el potencial de expresar algo acerca del mundo interno de los personajes. Quizás la imagen de una rueda de la fortuna pudiera de algún modo representar la falta de rumbo que aqueja a Edward. Pero Gomes jamás preconcibió esa clase de asociaciones. Simplemente quería que lo documental y lo ficcional convivieran, sin la menor idea de qué efecto producirían en conjunto. Tal vez, si acaso, que a ojos de la audiencia, uno «contaminaría» al otro.
«Al principio no tenía la respuesta. Incluso ahora, no sé si tengo la respuesta. Pero sabía que producirían algo», agrega. «Este choque continuo entre dos cosas muy diferentes —estudio de filmación y mundo real; pasado y presente— debía ofrecer algo. Y mi esperanza era que las escenas de estudio se ‘contaminaran’ con las secuencias rodadas en Asia. Y que lo que se ve en el diario de viaje pudiera ‘contaminarse’ también por lo que se ve en el estudio».

Perdidos en el sudeste asiático
Para concebir la historia anti-romántica de Edward y Molly, Miguel Gomes tomó de inspiración una simple broma expuesta en el libro The Gentleman in the Parlour, donde el inglés W. Somerset Maugham vertió sus experiencias de viaje por el sudeste asiático en la primera mitad del siglo pasado. «Era un chiste sobre que los hombres son cobardes y las mujeres, testarudas [a la hora de casarse]», nos explica el director.
Sin embargo, el oriundo de Lisboa acertó en no elaborar una mera caricatura de sus personajes. Claro que éstos gozan de sus propias excentricidades, como que a Edward lo conozcamos aferrado a un ramo de flores —las cuales reparte entre extraños una vez que decide huir de Myanmar— o que Molly posea una risa peculiar que sale a presión, cual globo desinflándose. Pero el director de Grand Tour anhelaba profundidad y sobre todo transformación en sus protagonistas.
“Edward y Molly no son los mismos al inicio y al final de la película”, explica el portugués. “Creo que el Edward aterrado de la primera escena no es el Edward [del final] que se siente perdido de una forma más melancólica. Algo le sucedió durante su viaje. Y con Molly, es aún más evidente que ella al principio estaba alegre, llena de vida y abierta a todo el mundo. Pero al final, ella sólo piensa en Edward y se torna más y más oscura”.
Para Gomes, es obligado que el punto de partida —en este caso, una burla basada en clichés de género acerca del matrimonio— se convierta en algo diferente para que valga la pena llevarlo a la pantalla. A su parecer: “Las cosas deben cambiar, los personajes deben cambiar, pero sobre todo, una película debe cambiar, como también la relación que existe entre ésta y el espectador”.
En lo que concierne al público, el quincuagenario cineasta quería adrede confundir a los espectadores (“al espectador occidental, al menos”) al no poner subtítulos cuando hubiera diálogos de personas locales con las que Edward y Molly se cruzan durante su travesía por Oriente. Así la audiencia podía compartir la perspectiva foránea con la que Gomes reconoce haber hecho Grand Tour y que evidentemente es también la de sus protagonistas británicos.
“La película trata sobre desencuentros”, enfatiza el realizador. “De algún modo, nos queda la sensación de que todos estos personajes de Occidente están un poco fuera de lugar, al no entender demasiado lo que está sucediendo [a su alrededor]”.

Captar la realidad y crear un mundo nuevo
A principios de 2020, Miguel Gomes emprendió su periplo por Asia. Había planeado seguir la misma ruta trazada por W. Somerset Maugham décadas antes que él y capturar en 16mm las imágenes que le parecieran más interesantes. En cada urbe que visitó, contó con el apoyo de productores locales con quienes la relación variaba según el territorio. El director rememora que, por ejemplo, le resultó difícil rodar en Japón porque ahí se cruzó con gente que no aprobaba del todo sus constantes cambios de parecer sobre dónde poner la cámara. Y al contrario, en Filipinas le ayudó un productor a quien poco le preocupaba que no tuvieran los permisos de filmación necesarios.
En cuestión de semanas, Gomes visitó Myanmar, Singapur, Tailandia, Vietnam, Filipinas y Japón, exactamente en ese orden, que es el que siguen Edward y Molly en la ficción. En Grand Tour, China es el último destino de los personajes y originalmente ésa iba a ser también el de Gomes. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 ocasionó que el realizador no pudiera concluir su recorrido y tuvo que esperar hasta 2022 para obtener el material documental que le faltaba.
«Teníamos la intención de ir a China, pero eran los comienzos del COVID, así que no nos dejaron entrar», nos platica el galardonado en Cannes. «Dos años más tarde, pudimos rodar en China pero a distancia. Yo estaba en Lisboa, sin poder entrar [al país asiático]. Así que [dirigí a distancia] a un equipo de producción chino que se encargó de las dos últimas semanas de rodaje».
Aquello que no deja de asombrar a Gomes es la capacidad que tiene el cine de, por un lado, “captar la realidad y nuestras vidas”, y por otra parte, crear un mundo completamente nuevo. Y si bien el director disfruta más filmar en locación, es consciente de las bondades de un foro como aquél en el que rodó la parte ficcional de Grand Tour. Ahí fue capaz de “inventar” su propio sol, a través de lo que él describe como “el gran poder de la iluminación de estudio”; un poder que en la escena final (ya lo descubrirán al ver la película) se manifiesta como una auténtica fuerza divina.
«La idea [para esa escena final] surgió como dos semanas antes de rodar [los segmentos de Edward y Molly]», comparte con Cine PREMIERE. «Originalmente no estaba en el guion. Pero entonces un día, mientras instalaban las luces en el techo del estudio, se me ocurrió que en la escena final hubiera esta gran intervención, [la manifestación] de este gran poder de la iluminación de estudio».

¿Dónde ver la película Grand Tour?
En México, Grand Tour se exhibe actualmente en salas del circuito alternativo. Llegará en exclusiva a la plataforma de streaming Mubi el 18 de abril de 2025.

Antonio G. Spíndola Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.
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el SUV eléctrico que ya no pide permiso