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Un venezolano se inventó una ciudad sin ley en mitad de una isla. Ahora los millonarios que le siguieron no saben cómo escapar

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En la historia reciente hay varios ejemplos de proyectos de ciudades privadas con fines de lucro que buscaban redifinir el concepto de gobernanza y desarrollo económico combinando principios libertarios, neoliberales y corporativistas en la misma coctelera. Shenzhen, en China, comenzó como una zona económica especial en 1980 y creció de ser un pueblo pesquero a una metrópolis con un PIB de 482 mil millones de dólares. Y ahí tenemos a Neom en Arabia Saudita, aunque está por ver que ese futuro se confirme.

En cualquier caso, ninguna como Próspera.

Un experimento radical. Ubicada en la isla de Roatán, Honduras, Prospera fue concebida como una ciudad-estado libertaria, con una estructura fiscal y regulatoria independiente diseñada para atraer inversionistas, empresarios tecnológicos y defensores del libre mercado.

Creada por el venezolano Erick Brimen, un exgerente de fondos de inversión, la comunidad opera bajo su propio código legal, tasas impositivas mínimas y un sistema judicial digital administrado por jueces retirados de Arizona. Con una tasa impositiva corporativa del 1% y sin impuestos sobre ganancias de capital, el enclave se presentó como una alternativa al sistema hondureño, buscando demostrar que la economía de libre mercado y la mínima intervención gubernamental pueden generar prosperidad.

Millonarios a la carrera. Como decíamos, desde su fundación en 2017, la ciudad atrajo el interés de inversionistas de Silicon Valley. Allí se integraron gente como Brian Armstrong (CEO de Coinbase) y Peter Thiel, quienes vieron en Prospera un espacio ideal para la innovación tecnológica y financiera.

La comunidad también se convirtió en un punto de encuentro para biohackers y criptomillonarios, organizando conferencias con el lema “Make Death Optional” y facilitando la instalación de empresas de biotecnología y energía nuclear. Sin embargo, la ambición del proyecto pronto chocó con la realidad política y social de Honduras, desencadenando una crisis que ahora amenaza con desmantelar su existencia. Los millonarios que se las veían tan felices no saben cómo salir.

El colapso del marco legal. La existencia de Prospera fue posible gracias a la Ley de Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDEs), aprobada durante el mandato del expresidente Juan Orlando Hernández. ¿Qué ocurrió? Que Hernández fue arrestado y condenado en Estados Unidos por narcotráfico, y su sucesora, la presidenta Xiomara Castro, pasó a calificar el proyecto como una creación de un “narco-régimen”. En 2024, la Corte Suprema de Honduras declaró inconstitucional la ley de las ZEDEs, poniendo en duda la legalidad de Prospera.

Ante esta amenaza, Brimen demandó a Honduras por 11.000 millones de dólares ante un tribunal internacional de arbitraje, alegando que la revocación de su estatus especial constituye una expropiación ilegal. Paralelamente, se ha gastado cientos de miles de dólares en lobby en el Congreso de Estados unidos buscando presionar al gobierno para que sancione a Honduras si no protege la inversión extranjera en Prospera.

La comunidad se revela. Además, el problema para estos “inversores” se agravó cuando al rechazo del gobierno central de la “ciudad” se añadieron líderes locales y comunidades indígenas en Roatán. Es más, la comunidad de Crawfish Rock, que colinda con Prospera, ha denunciado que el proyecto representa una amenaza para su territorio y forma de vida. Tensiones sobre el acceso al agua y la expansión territorial han derivado en enfrentamientos entre empleados de Prospera y residentes locales.

Un paraíso regulatorio. Si te preguntas por qué acudieron a la llamada de Brimen tantos millonarios, la respuesta está en uno de los aspectos más controvertidos de Prospera: su modelo de autorregulación, donde las empresas pueden elegir entre regulaciones de 36 países distintos o incluso crear sus propias normativas, siempre que contraten un seguro de responsabilidad civil.

De ahí que se haya convertido en un refugio para sectores de alta tecnología y biomedicina, incluyendo startups sobre longevidad extrema y terapias experimentales prohibidas en Estados Unidos.

¿Quiénes? Contaba Bloomberg hace unos días en un especial sobre la ciudad que entre las empresas que han establecido operaciones en Prospera destacan Oklo, una startup respaldada por Sam Altman que desarrolla pequeños reactores nucleares, empresas de biotecnología, algunas dedicadas a tratamientos médicos no regulados, y una gran cantidad de inversionistas en criptomonedas, atraídos por la posibilidad de pagar impuestos con Bitcoin.

En cualquier caso, y a pesar de su éxito atrayendo capital privado, la falta de un marco tributario claro ha generado esas fricciones con el gobierno local. El alcalde de Roatán, Ron McNab, ha criticado que Prospera usa la infraestructura de la isla sin pagar impuestos municipales, lo que agrava problemas urbanos como la falta de carreteras, drenaje y seguridad.

Expansión del modelo. A medida que la viabilidad de Prospera en Honduras se ha vuelto más incierta, Brimen y la empresaria Magatte Wade han lanzado un nuevo proyecto: Prospera Africa, un intento de replicar el modelo en países africanos.

Al parecer, África subsahariana es vista como un terreno fértil para este tipo de proyectos debido a su rápido crecimiento urbano y alta demanda de inversión privada. Eso sí, Wade ha enfatizado que su intención es evitar los errores cometidos en Honduras y trabajar en colaboración con los gobiernos locales.

Una utopía libertaria. Así las cosas, lo que comenzó como un experimento en autogobierno ha evolucionado en una lucha legal, política y social con el gobierno hondureño y los locales en “armas” contra esta ciudad inventada. Mientras Brimen y sus aliados presionan por el reconocimiento internacional de Prospera, la resistencia local y las acciones gubernamentales han convertido su sueño y el de los inversores en una pesadilla con una cifra a dirimir: 11.000 millones de dólares.

Lo curioso de esta historia es que, lejos de tratar de ponerle fin, el destino de Prospera podría replicarse en otros lugares y, llegado el caso, determinar el futuro de otras ciudades autónomas en todo el mundo. Si logra sobrevivir y le dan la razón, sentará un precedente para otros tantos proyectos similares. Si fracasa, reforzará el escepticismo sobre la viabilidad de estos enclaves libertarios en países con contextos políticos y económicos frágiles.

Lo que sí parece claro es que el enfrentamiento entre Prospera y Honduras está lejos de terminarse, exponiendo desafíos fundamentales de las ciudades privadas: ¿puede una corporación reemplazar a un Estado? O quizás la gran pregunta: ¿Hasta dónde llega el derecho de una comunidad a autogobernarse?

Imagen | Zaha Hadid

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El SS United States fue el transatlántico más grande y rápido del océano. Ahora será un gigantesco arrecife submarino

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Un transatlántico de 301 metros de eslora. Es una cifra que quizá no imponga en la actualidad cuando hablamos de cruceros, sobre todo teniendo moles como el Oasis of the Seas de más de 316 metros o el Harmony of the Seas con sus 362 metros, pero si nos remontamos a 1950, la cosa cambia. A mediados del siglo pasado es cuando se terminó el SS United States, un imponente transatlántico que no pasó a la historia como el Titanic, pero que debería.

Méritos no le faltan, pero tras un más que notable servicio, se abandonó en un astillero en el que se fue oxidando poco a poco sin que nadie le hiciera ni caso. Y así durante casi 30 años… hasta ahora, ya que se le va a dar un merecido homenaje en el fondo del mar.

El otro misil de la Guerra Fría. Durante la Guerra Fría, países como Estados Unidos invirtieron mucho, muchísimo dinero en mejorar su armamento. Concretamente su arsenal nuclear que, junto al de Rusia, creció de manera descontrolada. Pero había que hacer otras cosas y, en 1950, en los astilleros Newport News Shipbuilding de Virginia se estaba cociendo el transatlántico más grande del mundo: el SS United States.

Ss United States Postcard
Ss United States Postcard

Una postal del barco

Una burrada. Su construcción terminó en 1952 y fue entonces cuando el mundo conoció una absoluta bestia de 301 metros de eslora, una manga de 31 metros y un desplazamiento de más de 47.000 toneladas. El Titanic, tan colosal como era, medía 269 metros de eslora y un par de metros menos de manga. Curiosamente, desplazaba prácticamente el mismo tonelaje, pero el protagonista ahora es el barco estadounidense.

No sólo era el más grande construido en Estados Unidos: también se movía como un pez en el agua. Tenía una velocidad de crucero de 39 nudos (unos 59 km/h) y alcanzaba una sorprendente velocidad máxima de 38,38 nudos (70,97 km/h). Sus depósitos permitían recorrer más de 18.500 kilómetros a una velocidad sostenida de 64 km/h, lo que permitía que realizara misiones de rescate o de largo recorrido si había alguna emergencia. Era mucho más rápido que cruceros actuales.

El Titanic II. Su construcción costó unos 78 millones de dólares, pero había truco: Estados Unidos aportó 50 millones porque el barco podría utilizarse en misiones militares, moviendo hasta 15.000 soldados si la situación lo requería. Nunca se empleó con ese fin, pero que el Gobierno entrara en la ecuación no sólo permitió financiar la mayor parte del barco, sino también mejorar los materiales de construcción.

En su viaje inaugural en 1952 demostró de qué pasta estaba hecho, consiguiendo el récord de velocidad en ambos sentidos al completar el viaje en tres días y diez horas. Continuó realizando trayectos transportando pasajeros hasta 1969, siendo el orgullo de Estados Unidos durante la Guerra Fría.

Jubilación sin galones. Su iceberg, sin embargo, llegó a finales de la década de los 60. El auge de la aviación comercial transatlántica provocó que no tuviera sentido invertir dinero en el mantenimiento y funcionamiento de un barco tan enorme que tardaba mucho más en llevar pasajeros de un destino a otro.

Tras apenas 17 años de servicio, fue retirado del mismo y fue dando tumbos de un puerto a otro hasta que, en 1996, amarró en el puerto de Filadelfia. Curiosamente, a la vista de todo el mundo mientras su casco se iba oxidando cada vez más. Desde entonces, se intentó dar una segunda vida al orgullo de la nación, que pasó por varios dueños, pero los intentos por convertirlo en un hotel o un museo flotante no prosperaron.

Oscar póstumo. Era un final triste para un símbolo como este, pero la SS United States Conservancy logró hacerse con el buque y tienen planeado retirarlo de la forma que merece. Tras 28 años, hace unos días emprendió su último viaje ayudado por varios remolcadores y, tras una travesía de unos 3.000 kilómetros, llegó a las costas de Mobile, en Alabama.

Macaulay Museum Rendering Nov2024
Macaulay Museum Rendering Nov2024

Recreación del SS United States para el museo terrestre. La torre de radar y otros elementos serán los originales

El plan, ahora, es hundirlo en algún momento de 2026, y será en el fondo del mar donde se convertirá en un enorme arrecife artificial que hará las delicias de los submarinistas. En la costa habrá un museo y centro de visitantes en el que se recordará la historia de un buque que marcó una época naval y fue tristemente dejado a un lado debido al progreso. Ahora, podrá descansar con dignidad.

Imágenes | SSUSC, Chuck Homler d/b/a FocusOnWildlife

En Xataka | Los barcos de pasajeros más grandes de la historia, ordenados en una fabulosa infografía

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un coche capaz de lanzar un dron sin que sepamos muy bien para qué

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Desde pequeño, siento una curiosa obsesión con los coches del cine y la pequeña pantalla. K.I.T.T. –el coche fantástico– ya no me parece tan de ciencia ficción si tenemos en cuenta que ya tenemos coches que se controlan con la voz, pero los Aston Martin de James Bond me siguen alucinando. No tanto por la belleza de los diferentes modelos que hemos visto a lo largo de los años, sino por la cantidad de gadgets que incorporan, así como las compuertas que se abren para lanzar algo o mostrar un arma.

Al igual que el coche que nos habla, eso de desplegar un gadget desde el coche deja de ser ficción porque BYD acaba de presentar algo, como poco, curioso: una línea de coches que son capaces de transportar y desplegar un dron. Uno de DJI, para ser más concretos. Ya hemos visto algunos coches chinos que están apostando por ideas locas que combinan coches y drones, pero lo que acaba de presentar BYD es algo mucho más tangible.

La gran pregunta es… ¿para qué queremos lanzar un dron desde el coche?

Coche lanzadera Lingyuan

Vamos a empezar por lo que ha presentado la compañía. En un comunicado, BYD ha presentado Lingyuan, un sistema ideado para lograr una integración total del dron en el vehículo. El sistema es como un cofre de techo que cuenta con sensores de localización y guiado, así como una compuerta que se abre y desde la que el dron puede desplegar. No me digas que no es de película.

Este “helipuerto” puede estar en esa especie de cofre de techo, pero en vehículos más grandes la compañía comenta que puede integrarse directamente en la parte superior del vehículo, lo que, suponemos, comprometería algo menos la aerodinámica del mismo. El sistema se ha diseñado para que la altura del vehículo no supere los 2,05 metros y, de momento, hay dos versiones.

Por un lado, la Lingyuan Battery Swap Edition para los modelos de Yangwang, la marca de lujo de BYD. Este pack equipa el DJI Mavic 3 y es la opción de más alta gama. Para coches de Denza y BYD, el nombre es Lingyuan Fast Charging Edition que incorpora un DJI Air 3S.

Byd Dron
Byd Dron

Wang Chuanfu, presidente de BYD, comentó que “la colaboración entre BYD y DJI va mucho más allá de la simple colocación de un dron en un coche. En su lugar, hemos desarrollado todo el sistema de integración desde cero, diseñándolo y desarrollándolo para lograr una perfecta fusión entre el vehículo y el dron. Este avance ofrece una sinergia en la que el todo es mayor que la suma de sus partes”.

Estos drones pueden despegar con el coche en marcha a una velocidad de hasta 25 km/h y podemos ordenar que sigan el vehículo a una velocidad de hasta 54 km/h. Por otro lado, en la estación también cargan, pudiendo recuperar del 20% al 80% en media hora.

Recreo y… ¿algo más?

El objetivo de BYD es que este movimiento sea un primer paso para impulsar la industrialización y adopción a gran escala de sistemas de drones inteligentes en automóviles, pero como decíamos hace unos párrafos, la gran pregunta es para qué querríamos algo así.

En el comunicado, todo se centra en la creatividad. El arcón en el que va el dron tiene una cámara gran angular con resolución 4K que puede grabar junto a la cámara del dron para tener una doble perspectiva y la aplicación Lingyuan cuenta con una herramienta para editar esos vídeos con algoritmos que automatizan el proceso si así lo queremos y un repertorio de 30 plantillas.

La marca quiere que grabemos “nuestras aventuras en el vehículo” con una facilidad pasmosa. Sin embargo, se me ocurren dos usos más interesantes y cotidianos. Si nos vamos de aventura por carreteras que no conocemos, parar y lanzar el dron puede ser genial para explorar la zona. Y, si fuera un dron más ligero o se pudiera volar en ciudad, me parece una función tremenda para buscar aparcamiento.

Eso sí, de momento, esta tecnología sólo está disponible en China continental y la marca no se ha pronunciado sobre el lanzamiento de la plataforma en otros países.

Imágenes | BYD

En Xataka | El primer coche eléctrico volador ya está aquí (el único problema es que ni es un coche ni puede volar)

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si ‘La sustancia’ te cautivó, asómate a esta visceral pieza de horror francés en Netflix

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‘La sustancia’ finalmente no se llevó los merecidos Oscar a los que estaba nominada, pero su sola presencia en la ceremonia es veneno para todo lo que está hueco en Hollywood con su propuesta radical. De hecho, sus mensajes sobre las exigencias que la industria del espectáculo requiere al cuerpo femenino se anticiparon, de hecho, al que acabó siendo el premio a Mejor actriz (una Demi Moore madura derrotada por una versión de sí misma que quedaba mucho mejor frente a las cámaras). Pero podemos festejar su triunfo moral con una buena dosis de cine de terror marrano, sangriento y con mensaje radical gracias a este clásico del gore francés de los noventa que dialoga a la perfección con el peliculón de Coralie Fargeat.

Se trata de ‘Baby Blood‘, que acaba de llegar a Netflix y que propone un festival barato, grosero y directo de humor salvaje, chorrazos de sangre a discreción y un mensaje que roza lo antisocial. Todo arranca cuando una extraña criatura se introduce en el útero de una mujer. La flamante embarazada no tiene más remedio que convertirse en una asesina para alimentar al ser que habita en su seno. Como la vida misma.

El resultado bebe tanto del cine fantástico de los cincuenta pero en una clave completamente salida de madre (con perdón) como de los clásicos de Frank Henenlotter ‘Basket Case’ y ‘Brain Damage’, pero en versión gala, es decir, aún más bufa y sucia. Semejante batidora de influencias es el puente ideal entre el cine gore más sirvengonzón de los ochenta y lo que estaba por venir tanto en el cine de terror más extremo como, años después, en ‘La sustancia’.

Porque si para algo tiene importancia capital ‘Baby Blood’ es para entender el cine de terror procedente de Francia que llegaría unos años después. Películas como ‘Al interior’, ‘Martyrs’ o ‘Alta tensión’ encuentran su visionario y sucísimo precedente en ‘Baby Blood’, tan rebosante de humor como de violencia, y con un mensaje corrosivo sobre la maternidad. No para todos los paladares, pero si lo extremo es lo tuyo, tienes una cita con los bebés sandungueros que se alimentan de sangre.

En Xataka | En su camino a los Oscar, ‘La sustancia’ ha añadido otro hito: el estreno más visto en toda la historia de Filmin

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