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China está llenando sus mares y embalses de paneles solares, seguida de India
La Tierra ya no es el límite para la imparable energía solar. Los países asiáticos han encontrado en los paneles solares flotantes a gran escala un nuevo camino por explorar.
La gran apertura. La energía solar flotante, inicialmente considerada una tecnología de nicho para regiones con embalse de agua dulce y lagos, ha comenzado a expandirse hacia el mar. Según las previsiones de Wood Mackenzie, el mercado solar flotante mundial crecerá hasta alcanzar 77 GW de capacidad instalada para 2033.
En particular, China tiene actualmente una capacidad solar de más de 700 GW, por lo que el crecimiento en la energía solar flotante solo es el principio. Además, los países que le siguen en este camino son India e Indonesia, por lo que Asia está en el camino de liderar este nuevo sector en auge.
En mar abierto. La apertura hacia el mar abierto está siendo impulsada por la búsqueda de áreas sin limitaciones de espacio, lo que permite la instalación de parques solares a gran escala. China ha comenzado a conectar a la red eléctrica instalaciones solares flotantes en mar abierto, como la de 1 GW en Dongying. Además, las condiciones favorables de irradiación solar y construcción están siendo apoyadas por políticas gubernamentales.
Por su parte, la empresa estatal, Huaneng Group, instaló la primera plataforma fotovoltaica marina resistente a las olas marinas.
Otros proyectos marinos. China ha incursionado en los paneles solares flotantes, pero ya lleva un tiempo albergando diferentes proyectos de energía eólica offshore. Entre ellos destaca el aerogenerador marino de la empresa Mingyang, con una capacidad de 20 MW y diseñado para resistir tifones. Además, la misma compañía ha creado el Ocean X, una turbina eólica flotante que se espera una producción de 54.000 MWh al año. Por otro lado, el título de aerogenerador marino más grande del mundo pertenece a la empresa estatal china Dongfang Electric Corporation, con una capacidad de 26MW, el mayor tanto en capacidad como en tamaño.
India e Indonesia a la vanguardia. Ambos países están tomando se suman a esta nueva incursión hacia los paneles solares marinos. Por un lado, la empresa de servicios públicos india ‘THDC India’ ha buscado consultores mientras analiza proyectos solares flotantes a escala de red en todo el país. También, la compañía Tata Power Renewable Energy ha puesto en funcionamiento un sistema de 126 MW en un lago en la parte central del país.
Por otro lado, Indonesia ha desarrollado un proyecto de 2,2 GW en una presa, el cual, si se lleva a cabo, sería el más grande del mundo.
Otros países acercándose. Aunque Asia lidera la carrera, otros países están comenzando a explorar el potencial de los paneles solares flotantes. En el continente africano la expansión ha sido muy grande. En primer lugar, Zimbabue está trabajando con grupos de mineros en la construcción de una planta solar de 250 MW en la presa de Kariba, con el objetivo de alcanzar hasta 1 GW. En Ghana, se ha desarrollado un sistema de 5 MW en un embalse, con planes de ampliación a 15 MW. Por último, en Sudáfrica, concretamente, Ciudad del Cabo ha finalizado varios proyectos solares más pequeños. En resumen, África es un continente con abundante sol y limitados recursos hídricos, y con este nuevo proyectos puede cubrir sus necesidades energéticas.
Imagen | CHN Energy
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las Navidades de la gran polarización
Si es cierto eso de que las Navidades son tiempos de paz, amor y reencuentros, algo está claro: este año esos sentimientos estarán menos presentes en las mesas españolas. Las fiestas de 2025 serán las de la polarización y el debate bronco. Lo vaticinó Campofrío con su anuncio navideño, una pieza de dos minutos y medio titulada precisamente así ‘Polarizados’, y lo confirma la organización More in Common con un estudio que pone (aún más si cabe) el dedo en la llaga.
Las cenas Nochebuena y Nochevieja prometen ser este año territorio minado.
Turrón, polvorones… y bronca. No importa el año. Las Navidades tiene sus indispensables: lotería, turrones, una avalancha de anuncios de perfumes y Abel Caballero presumiendo en gallego/español/inglés de los millones de luces leds de Vigo. A ese cóctel se añadirá este año otro ingrediente: polarización. Lo advertía Campofrío en su anuncio navideño, en el que busca darle la vuelta a la crispación con un mensaje que invita a “disfrutar de la vida”. Y lo confirma un estudio de More in Common que pone el termómetro en la crispación política.
“La polarización Se ha convertido en el ruido de fondo de nuestra vida pública y también en una presencia incómoda en la vida privada. En estas fechas, cuando la Navidad nos reúne alrededor de una mesa, esa tensión se nota más”, reflexiona la organización en Substack antes de deslizar un dato interesante preocupante: el año pasado uno de cada cinco españoles (20%) ya vivió una “discusión fuerte” durante las grandes citas de estos días, Nochebuena y Nochevieja.
Un porcentaje: 14%. El dato sale del ‘Atlas de la polarización en España’, un documento recién presentado por More in Common y que se ha elaborado con las respuestas de más de 2.5000 entrevistados. Todos españoles y mayores de edad. El informe debe tomarse como lo que es: un estudio, con sus fortaleces y puntos débiles, pero ayuda a entender un fenómeno que a pocos pillará por sorpresa.
Y no solo porque la “polarización cotidiana” sea fácilmente identificable en la prensa, la televisión generalista o las redes sociales. En los últimos años varios investigadores han tocado el tema en libros como ‘Polarizados’ o ‘De votantes a hooligans’ e incluso el CIS ha captado también esa división en sus sondeos.
Si nos enfocamos en el informe de More in Common hay un indicador en concreto que ayuda a entender mejor la deriva de la sociedad española y el fantasma que se alzará estas Navidades en no pocos hogares españoles: en el último año el 14% de los entrevistados ha roto relaciones familiares o de amistad por motivos estrictamente ideológicos. No solo eso. El 25% asegura haberse sentido “atacado” o “fuertemente criticado” por expresar sus ideas.
Un problema consciente. Lo más curioso es que los españoles somos conscientes de ese hándicap. A la pregunta de “¿En qué medida cree que España está unida o dividida?” el 16% responde que ve al país más o menos cohesionado, el 19% muestra dudas y el 65% admite que aprecia una fragmentación.
De hecho esta última opción ha ido ganando fuerza desde octubre de 2024, cuando la DANA sembró la sensación de que los españoles afrontábamos el futuro más unidos. Por esas fechas el 39% aseguraba ver armonía en el país.
¿Qué nos divide? Tampoco hay muchas dudas sobre qué hay detrás de esa fragmentación social. Cuando More in Common preguntó a sus entrevistados qué elementos están dividiendo al país se encontró con un resultado contundente. Las redes se perfilan como el factor más polarizante. El 37% de los encuestados las señalan como el factor que más contribuyen al clima de confrontación.
Le siguen por relevancia los medios de comunicación, con un 33%. Si hablamos de actores políticos destacan (por este orden) Vox, el Gobierno, el PP y PSOE, los que más a menudo se señalan como causantes de polarización. En el polo opuesto se sitúan los jueces, la Iglesia, las ONG y la Casa Real, que cierra el ranking.
Más que Alemania o Francia. Como recuerda More in Commons lo anterior se refiere a la percepción que tenemos los españoles de nosotros mismos, con lo que sigue botando una duda… ¿Tenemos de verdad un problema de polarización? La respuesta parece ser sí. Sí al menos si nos comparamos con otros países.
El informe muestra que en España los posicionamientos ideológicos están más dispersos que en Alemania, Francia o Italia. De hecho asegura que el nuestro es “uno de los países más polarizados de Europa occidental”. De telón de fondo, dos bloques ideológicos claramente definidos: los votantes de PSOE, Sumar o Podemos situados la izquierda y los de PP y VOX en la derecha.


Los temas ‘bomba’. El informe aclara también qué temas tensan más el ambiente cuando se encuentran dos personas enmarcadas en diferentes bloques ideológicos: uno de izquierdas y otro de derechas. Lo más curioso es que no son los impuestos, ni la sanidad, ni la educación o el papel del Estado. Ni siquiera el cambio climático. Las cuestiones “más divisivas” son la inmigración y el modelo territorial. Otro tema en el que los votantes de Podemos o Sumar y los de Vox están considerablemente distanciados es el de la igualdad de género.
Un concepto: “Polarización afectiva”. “Hay un bloque de Vox y PP y otro que se concentra en torno a PSOE y Sumar y otros partidos. Entre los votantes de un mismo bloque los sentimientos mutuos son relativamente aceptables, pero los sentimientos hacia el otro bloque se están volviendo negativos”, explica a El País Tarek Jaziri Arjona, autor de un estudio que ahonda en otro concepto relevante: la “polarización afectiva”. Es decir, no solo las divisiones ideológicas sino cómo nos sentimos cuando nos encontramos con personas que piensan distinto.
No es una cuestión menor si tenemos en cuenta que muchos españoles viven en ‘cámaras de resonancia’ ideológicas, entornos en los que las predominan quienes piensan de una forma parecida. El 48% de los encuestados reconocen de hecho que casi todos (14%) o la mayoría (34%) de sus amigos comparten sus ideas.
¿Todo mal, entonces? No. El informe arroja también algunas lecturas positivas. Por ejemplo, muestra que no es imposible disminuir la polarización del país. Ocurrió ya a finales de 2024, cuando los españoles se auto percibían mucho más unidos, aunque en aquella ocasión ese cambio respondiera a un episodio tan traumático como la DANA. Hoy la sociedad está más fragmentada, pero seis de cada diez personas siguen opinando que nuestras diferencias son salvables.
El estudio refleja también cierto nivel de autocrítica entre los votantes de cada partido y que hay temas en los que no cuesta identificar “puntos de encuentro”. “Sabemos que el apoyo a la inmigración legal y controlada es muy amplio y que hay una mayoría que aún ve en la inmigración más una oportunidad o necesidad que una amenaza”, señala la organización. Otros temas, como la fiscalidad o los servicios públcios, suscitan espacios de consenso más amplios. “Sí, existe una clara separación ideológica. Y aun así la convivencia cotidiana resiste”.
Pensando en la Navidad. Que el tema esté despertando interés justo ahora, en diciembre, no es casualidad. En nuestro día a día quizás nos rodeemos de amigos con ideas afines o sigamos en redes a gente que refuerza nuestra propia forma de pensar, pero en Nochebuena, Nochevieja o las cenas de empresa eso cambia: el abanico se abre, nos sentamos con gente que puede estar en otro polo ideológico.
Todo eso además en un ambiente informal, a la mesa, entre platos y copas, con gente con la que a priori tenemos familiaridad. Una bomba de relojería.
Un pacto de silencio. El estudio muestra también que seis de cada diez entrevistados prefieren evitar ciertos temas para no discutir, una suerte de “autocensura” en aras de la buena convivencia a la mesa. Al fin y al cabo el 24% de los encuestados reconoce haber tenido “una discusión fuerte” el último año con alguien cercano por motivos ideológicos, el 20% sufrió broncas las pasadas Navidades y el 15% ha abandonado grupos de WhatsApp por política.
“Yo no lo entiendo a él y él no me entiende a mí. Me niego a que un encuentro se me vaya de las manos, y más con nuestros hijos delante”, admite a RTVE Javier, un hombre que confiesa estar en las antípodas ideológicas de uno de sus hermanos. Resultado: un pacto: en la mesa no se habla de política.
Imagen | Taylor Heery (Unsplash)
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es un salto en la soberanía española en la geopolítica espacial
En 1989, España impulsó su industria espacial. No para ir a la Luna, sino para garantizar su capacidad en telecomunicaciones. Así nació Hispasat y su flota de satélites geoestacionarios que ofrece cobertura de transmisión de televisión, radio, banda ancha y conectividad en zonas remotas. En 2023 se decidió que Hispasat sería nuestro propio Starlink. Ha sido un fracaso morrocotudo que ha puesto a Hispasat en una situación límite. Pero como no se van a desaprovechar esos satélites, hay alguien que ya mostró interés hace unos meses: Indra.
Y es la pieza clave para que la empresa española se convierta en uno de los pesos pesados del rearme europeo.
El guantazo de Hispasat. Lo contamos hace unos días. El fracaso estrepitoso del plan que buscaba colocar Hispasat como la alternativa a Starlink, cuando tecnológicamente son dos cosas totalmente distintas, ha sido la condena. Para afrontar la transformación, recibió fondos públicos, un dinero que ha tenido que devolver.
Las cifras, asustan: 22 millones procedentes de ayudas públicas que han volado de las arcas de la empresa. Los ha dejado tiritando.
Indra entra en escena. Indra es un grupo tecnológico especializado en defensa, aeroespacial y tecnologías digitales avanzadas. Están enfocados en la industria militar, pero no construyendo tanques o barcos, sino el “cerebro” de los sistemas, así como radares, servicios de vigilancia, guerra electrónica o ciberdefensa. Para una empresa así, Hispasat es un caramelo. Y a comienzos de este año ya contamos que Indra estaba muy interesada, lanzando una oferta de 725 millones de euros que necesitaba la aprobación de los reguladores.
Ahora, y como leemos en Europa Press, el Consejo de Ministros ya habría autorizado la compra del 89,68% de Hispasat por parte de Indra por 725 millones de euros. Con esta operación, Indra controlaría los satélites de comunicaciones, pero también Hisdesat. Esta es la rama de satélites militares de Hispasat, enfocados en ofrecer comunicaciones encriptadas y seguras. Es algo clave en operaciones tanto militares como gubernamentales.
Metamorfosis. El Gobierno de España controla el 28% del capital de Indra, siendo el principal accionista de la empresa, por lo que ese visto bueno es un mero trámite. Pero, de absorber completamente Hispasat, Indra experimentaría una metamorfosis. Si el espacio es el nuevo campo de batalla (algo que Estados Unidos, Rusia o China están empujando), España debe estar ahí, y estaría de la mano de los sistemas de Indra.
Porque esa guerra espacial no es sólo algo de ciencia ficción o satélites con ametralladoras como los que quiere Francia (o los que tiene China con brazos robóticos), sino algo que ya estamos viendo en Ucrania. Durante la guerra con Rusia, Starlink, que son satélites de comunicaciones, fueron clave para ofrecer servicios de comunicaciones y en la nube, conectando en tiempo real tropas, cazas y drones sin depender de nadie más.
En la liga de Leonardo. Es cierto que la latencia de la red de Hispasat es mayor al estar a más altura, pero es un primer paso. Además, permite que Indra sea más tridimensional. A su división de radares y sistemas de mando se suma la red de satélites, convirtiéndose en una pieza con más peso en el convulso tablero geopolítico actual.
Y, aunque comentaba que ese visto bueno del Gobierno era un trámite, no es burocracia vacía, sino una declaración de intenciones en la dirección de la soberanía industrial y militar, reforzando su posición dentro de Europa como la francesa Thales o la italiana Leonardo.
Contexto de rearme. Al final, todo entra dentro de un contexto en el que Europa está viendo que debe dejar de depender de agentes externos para su defensa y servicios. Hace unos meses, la Comisión Europea llamó al rearme, y diferentes países ya han planteado sus estrategias de reindustrialización militar (algunos echando algo de ‘cara’ para financiar infraestructuras), pero en todos los ámbitos estamos siendo testigos de que la Unión Europea ha perdido la confianza en los países aliados.
La guerra de Ucrania o los aranceles ha tensado la relación con Estados Unidos, y hasta en la industria aeroespacial estamos viendo que, ahora sí, Europa está sacando la tarjeta de crédito para dejar de depender de Estados Unidos o Rusia para lanzar cosas al espacio. Y este movimiento de Indra hace que la empresa trascienda de ser una que provee sistemas a otra que juega el papel de arquitecto de la defensa europea.
Imágenes | Zarateman,
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En silencio, una autora está vendiendo más que nadie en España y cautivando al streaming: Elísabet Benavent
Elisabet Benavent acaba de superar los cinco millones de ejemplares vendidos en España, lo que la sitúa entre las escritoras de ficción más leídas del país en la última década, un éxito comparable al de nombres mucho más consagrados del panorama editorial español. Sin embargo, mientras sus libros ocupan los escaparates de las librerías y las listas de más vendidos de Amazon, su nombre apenas aparece en suplementos culturales o debates sobre el estado de la narrativa española.
El momento perfecto. La historia de Benavent comienza el 3 de enero de 2013, cuando subió ‘En los zapatos de Valeria’ a Amazon por 2,68 euros. No había plan ni estrategia: era el recurso de quien no tenía detrás una gran editorial. Pero sí que era el momento ideal para la autoedición: Kindle Direct Publishing había llegado a España apenas dos años antes, en 2011, y la autopublicación digital aún arrastraba el estigma de ser “la alternativa para los que no lo consiguen”. Pero en aquellos momentos el ecosistema editorial estaba cambiando.
Compañeros de viaje. Benavent no era la única. Javier Castillo, hoy uno de los autores de thriller más leídos y adaptados, comenzó autopublicándose. Eva García Sáenz de Urturi, ganadora del Premio Planeta en 2020, también pasó por Amazon antes de que las grandes editoriales la ficharan. El patrón de “éxito en digital, legitimación posterior vía editorial tradicional” se repite también con Benavent: Suma de Letras (sello de Penguin Random House) apostó más adelante por la saga ‘Valeria’, pero para entonces Benavent ya no era un talento oculto, sino un producto validado por decenas de miles de lectores.
Decíamos más arriba que Benavent ha conseguido el éxito sin aparecer en suplementos culturales, pero es que el éxito ya se mide de otra forma: mediante reseñas de Amazon y algoritmos de recomendación, no con lo que diga la crítica establecida. Sin embargo, pese a las mareantes cifras de ventas, el público objetivo del género romántico (mayoritariamente mujeres de 25 a 45 años) ha sido históricamente ignorado por la crítica literaria tradicional, y lo que leen millones de lectoras no cuenta como fenómeno cultural.
Escritora constante. Pero… ¿a qué se debe su éxito? A veintitrés novelas en once años: no hablamos de un golpe de suerte aislado ni de una obra única que detona el fenómeno, sino de una maquinaria narrativa que funciona con la regularidad propia de una franquicia. La saga ‘Valeria’ vendió 1,2 millones de ejemplares, pero fueron las trilogías posteriores (‘Mi elección’), las bilogías (‘Silvia’, ‘Canciones y recuerdos’) y los títulos independientes (‘Un cuento perfecto’, ‘Esnob’) los que consolidaron el imperio.
La fórmula. Muy reconocible: protagonistas femeninas urbanas, treintañeras, profesionales con crisis laborales o sentimentales y que padecen conflictos emocionales contemporáneos. No hay innovación formal ni experimentación narrativa, porque Benavent no pretende reinventar nada, pero sí usar las herramientas del género romántico en novelas accesibles y directas: diálogos ágiles, humor, finales felices. Es literatura de fórmula ejecutada con eficacia, y su público sabe exactamente qué esperar.
Y la puntilla es la propia actividad, constante y cercana, de Benavent en redes sociales bajo el nick BetaCoqueta. Allí comparte su proceso creativo y genera una comunidad de fieles que la prescriben sin descanso en redes como TikTok.
Las adaptaciones de Netflix. Han acelerado exponencialmente su éxito: ‘Valeria’, que ya tiene cuatro temporadas y fue seguida de ‘Fuimos canciones’; ‘Un cuento perfecto’ fue número 1 en 2023 durante semanas. Y las ventas de libros acompañan: éstas se pueden llegar a disparar un 40% tras el estreno de sus versiones audiovisuales. Pero es una relación que va en dos direcciones: las plataformas también se benefician, habiendo identificado en la novela romántica una mina de contenido, con audiencias ya convencidas y sin tener que invertir demasiado (Prime Video lo hizo con Mercedes Ron y su trilogía ‘Culpables’).
El abismo. Como muestran las listas de los libros más vendidos en España, la brecha entre éxito comercial y reconocimiento crítico se ha ensanchado hasta convertirse en abismo. Thrillers, fantasía romántica, sagas juveniles: todo lo que realmente mueve el mercado editorial español transcurre en una dimensión paralela, distinta a la que supuestamente analiza la crítica cultural. ¿Cuántas autoras venden cientos de miles de ejemplares sin que ningún suplemento cultural las mencione? ¿Cuántos géneros completos funcionan como industrias millonarias, al margen de las grandes promociones? Elisabet Benavent no es una anomalía, y ese es el auténtico quid de este asunto.
Cabecera | Ariaglz en Wikipedia
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