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La calima del Sáhara depositará elementos radiactivos sobre España. Y sí, la ciencia lo explica

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La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) nos ha prevenido: durante los próximos días una importante cantidad de polvo en suspensión procedente del desierto del Sáhara va a afectar de forma significativa a las Islas Canarias. Y también a la península ibérica, aunque en menor medida. Algunos medios de comunicación españoles están recogiendo que el polvo sahariano tiene la capacidad de depositar elementos radiactivos sobre el suelo español. Y sí, es cierto.

En julio de 2023 un equipo de investigadores franceses publicó en Earth System Science Data un interesantísimo artículo científico en el que confirmó que, efectivamente, el polvo procedente del Sáhara que en ocasiones llega a Europa contiene partículas de elementos radiactivos, como el cesio o el berilio, que acaban depositándose sobre el suelo. Además, este análisis reveló una gran variabilidad en las propiedades y la cantidad de polvo. Y es que las partículas más grandes y pesadas se depositan más cerca de su origen que las más pequeñas y livianas.

Estos científicos franceses comprobaron que algunos de los elementos radiactivos que identificaron, como el cesio, el berilio o el plomo, probablemente proceden de los ensayos nucleares que llevó a cabo Francia en el Sáhara en los años 60. Sin embargo, también encontraron trazas de plutonio vinculado a las pruebas nucleares que efectuaron EEUU y la Unión Soviética en esa misma época. Aún queda mucho por hacer para entender con precisión qué impacto tienen estas partículas radiactivas en nuestro ecosistema, pero estos científicos sugieren que pueden alterar el balance radiactivo terrestre, la formación de nubes o la producción de energía solar. También podrían impactar en la salud de las personas.

Qué es la radiactividad

La radiactividad es el proceso de origen natural que explica cómo un núcleo atómico inestable pierde energía en el intento de alcanzar un estado más estable. Y para lograrlo emite radiación. Alrededor del núcleo orbitan una o varias partículas elementales aún mucho más diminutas y con carga eléctrica negativa a las que llamamos electrones. El núcleo, a su vez, está conformado por uno o varios protones, que son partículas con carga eléctrica positiva. El átomo más sencillo que podemos encontrar en la naturaleza es el de protio (hidrógeno-1), un isótopo del hidrógeno que tiene un único protón en su núcleo y un único electrón orbitando en torno a él.

El problema es que la materia no está compuesta únicamente de protio, sino también de muchos otros elementos químicos más complejos y pesados, y que, por tanto, tienen más protones en su núcleo y más electrones orbitando en torno a él. ¿Cómo es posible que haya más de un protón en el núcleo si todos ellos tienen carga eléctrica positiva? Lo razonable es pensar que no podrían estar muy juntos porque al tener la misma carga eléctrica elemental se repelerían. Y sí, esta idea es coherente. Los responsables de resolver este dilema son los neutrones, las partículas que conviven con los protones en el núcleo atómico.

El campo de Higgs es una interacción fundamental que explica cómo las partículas adquieren su masa

A diferencia de los protones, los neutrones tienen carga eléctrica global neutra, por lo que no «sienten» ni la repulsión ni la atracción electromagnética a la que están expuestos los protones y los electrones. La función de los neutrones no es otra que estabilizar el núcleo, permitiendo que puedan convivir en él varios protones que, de otra forma, se repelerían. Y consiguen hacerlo gracias a la acción de una de las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza: la interacción nuclear fuerte.

Las otras tres fuerzas son la interacción electromagnética, la gravedad y la interacción nuclear débil. Los físicos suelen colocar a este mismo nivel el campo de Higgs, que es otra interacción fundamental que explica cómo las partículas adquieren su masa, pero para facilitar su comprensión los textos suelen recoger como fuerzas fundamentales las cuatro que he mencionado un poco más arriba porque son de alguna manera con las que todos estamos familiarizados.

Los nucleones, que son los protones y los neutrones del núcleo atómico, consiguen mantenerse juntos y vencer la repulsión natural a la que se enfrentan los protones debido a que la presencia de los neutrones permite que la fuerza nuclear fuerte ejerza como un pegamento capaz de imponerse a la fuerza electromagnética. La interacción nuclear fuerte tiene un alcance muy reducido, pero a cortas distancias su intensidad es enorme. Lo importante de todo esto es que los neutrones, como os adelanté unas líneas más arriba, actúan estabilizando el núcleo atómico, de manera que a medida que un átomo tiene más protones necesitará también que en su núcleo haya más neutrones para que la fuerza fuerte atractiva consiga imponerse a la fuerza electromagnética repulsiva.

Curiosamente, el equilibrio entre la cantidad de protones y neutrones es muy delicado. Un átomo es estable si su núcleo tiene una cantidad precisa de nucleones y el reparto de estos entre protones y neutrones permite que la interacción nuclear fuerte actúe como “pegamento”. Por esta razón en la naturaleza solo podemos encontrar una cantidad finita de elementos químicos: los que recoge la tabla periódica con la que todos estamos en mayor o menor medida familiarizados. Cualquier otra combinación de protones y neutrones no permitiría mantener ese fino equilibrio, dando lugar a un átomo inestable.

Lo que diferencia a un átomo estable de uno inestable es que en el núcleo de estos últimos la interacción nuclear fuerte y la fuerza electromagnética no están en equilibrio, por lo que el átomo necesita modificar su estructura para alcanzar un estado de menor energía que le permita adoptar una configuración más estable. Un átomo estable está «cómodo» con su estructura actual y no necesita hacer nada, pero uno inestable necesita desprenderse de una parte de su energía para alcanzar el estado de menor energía del que acabamos de hablar.

Un átomo inestable tiene a su disposición cuatro mecanismos diferentes que pueden ayudarle a modificar su estructura para adoptar una configuración estable: la radiación alfa, beta, beta inversa y gamma

En ese caso ¿cómo consigue el átomo desprenderse de una parte de su energía? La respuesta es sorprendente: recurriendo a un mecanismo cuántico conocido como «efecto túnel» que le permite hacer algo que a priori parece imposible, y que no es otra cosa que superar una barrera de energía. Este efecto cuántico es complejo y muy poco intuitivo, pero, afortunadamente, no es necesario que profundicemos en él para entender con claridad cómo funciona la radiactividad. Lo que sí es importante es que sepamos que un átomo inestable tiene a su disposición cuatro mecanismos diferentes que pueden ayudarle a modificar su estructura para adoptar una configuración estable: la radiación alfa, beta, beta inversa y gamma.

El primero de estos mecanismos, la radiación alfa, permite al átomo deshacerse de una parte de su núcleo emitiendo una partícula alfa, que está constituida por dos protones y dos neutrones. El siguiente mecanismo es la radiación beta, que necesita que un neutrón del núcleo atómico se transforme en un protón, y durante este proceso además emite un electrón y un antineutrino. La radiación beta inversa funciona justo al contrario que la radiación beta: un protón se transforma en un neutrón y este proceso emite un antielectrón y un neutrino, que son las antipartículas del electrón y el antineutrino emitidos por la radiación beta.

Y, por último, la radiación gamma, que es la más energética y la más penetrante de todas, requiere la emisión de un fotón de alta energía, conocido habitualmente como rayo gamma, por lo que el núcleo atómico mantiene su estructura original. Algunos de estos fotones de alta energía son capaces de atravesar muros de hormigón muy gruesos y planchas de plomo, por lo que esta es la forma de radiación más peligrosa de todas.

Como acabamos de ver, la radiactividad permite a los átomos inestables desprenderse de una parte de su energía con el propósito de alcanzar un estado menos energético y más estable, pero ¿qué sucede realmente con esa energía? El principio de conservación de la energía dice que no puede destruirse, así que necesariamente se la llevan las partículas emitidas por el átomo inestable como resultado de cualquiera de las cuatro formas de radiación de las que acabamos de hablar. Esa energía provoca que las partículas emitidas salgan despedidas como diminutas balas que tienen la capacidad de interaccionar con la materia que encuentran a su paso.

Imagen | 光曦 刘

Más información | AEMET | Earth System Science Data

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Movistar Plus+ remontaba tras cuatro años perdiendo clientes. Telefónica ha decidido recortarle plantilla

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Telefónica ha fijado en 119 las salidas definitivas en Movistar Plus+, parte del ERE que eliminará 4.554 puestos en España. Es una rebaja respecto a las más de 200 bajas inicialmente previstas, pero llega en el peor momento: cuando la plataforma por fin volvía a sumar clientes.

Por qué es importante. Movistar Plus+ cuenta con 3,75 millones (el dato más reciente es del 30 de septiembre) , el mejor dato desde 2018 tras años de desplome. Perdió casi 650.000 clientes entre 2019 y 2023, tocó fondo, y ya empezaba a remontar. Ahora Telefónica le recorta músculo justo cuando necesitaba pisar el acelerador.

La paradoja. La empresa apostó mucho dinero comprando Canal+ y lanzando sus propias producciones para competir con Netflix y Prime Video. Cuando los números mejoran, reduce plantilla. La pregunta inevitable: ¿cómo va a mantener el pulso contra gigantes globales con menos gente y presupuesto más ajustado?

Sí, pero. El crecimiento de suscriptores no garantiza rentabilidad. Telefónica ha reorientado Movistar Plus+ hacia una oferta más flexible y barata, desvinculada de los paquetes convergentes. Eso suma clientes pero comprime márgenes. Y competir en streaming sin escala global sale carísimo.

El contexto desigual. Netflix ya tiene más de 300 millones de suscriptores en el mundo. Prime Video supera los 200 millones. Disney+ ronda los 120 millones. Movistar Plus+ tiene en España, al cierre del tercer trimestre de 2025, 3,75 millones. La diferencia de escala es brutal y se traduce directamente en presupuesto para contenidos, tecnología y distribución.

Lo que funciona. El fútbol sigue siendo el salvavidas. LaLiga y la Champions League mantienen enganchados a muchos suscriptores que, sin ese contenido, quizás no habrían permanecido durante tanto tiempo. Pero una plataforma no puede construirse solo sobre derechos deportivos que además suben de precio cada ciclo, como vimos hace unos días.

Wrtxc Abonados De Movistar Plus Por Ano
Wrtxc Abonados De Movistar Plus Por Ano

Lo que merece más suerte. Las series y documentales propios de Movistar Plus+ tienen calidad objetiva. ‘Veneno‘, ‘La Mesías‘, ‘La Peste‘, ‘Antidisturbios‘, ‘El Pionero‘ o ‘Rapa‘ demuestran capacidad para encontrar historias potentes con sensibilidad cultural local. Netflix y Prime también producen contenido español, pero Movistar Plus+ ha construido un catálogo propio que trasciende modas evidentes y conecta con el público de otra forma.

El problema no es la calidad del contenido. Es que la calidad a veces no basta cuando compites contra presupuestos infinitos y algoritmos de recomendación afinados con datos de cientos de millones de usuarios.

La gran pregunta. ¿Qué será de Movistar Plus+ si sigue contrayéndose? Empezaba a recuperar terreno, pero hacerlo con 119 personas menos complica mantener el ritmo. Sin capacidad de inversión para igualar al triunvirato Netflix-Amazon-Disney, el margen de maniobra se estrecha cada trimestre.

El trasfondo. Este ERE no es un caso aislado. Telefónica lleva años adelgazando plantilla mientras pivota hacia infraestructuras y se deshace de filiales latinoamericanas poco rentables. Marc Murtra, presidente desde hace un año, ha renovado toda su cúpula. El de 2024 costó 1.300 millones y se llevó 3.421 puestos. Este nuevo ajuste será más caro y más profundo.

Entre líneas. Los sindicatos han acabado aceptando despidos forzosos en sociedades minoritarias como Movistar Plus+, pese a haberlo puesto como línea roja inicial.

La presión de la plantilla por garantizar prejubilaciones en otras filiales ha pesado más que mantener posiciones. UGT y CCOO han apelado al “sentido común” y la “responsabilidad”, eufemismos habituales para justificar una capitulación.

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Había un motivo para que los aeropuertos evitaran las placas solares, y Málaga acaba de desmontarlo

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En la cotidianidad de nuestras vidas estamos cada vez más acostumbrados a ver paneles solares en balcones o tejados. Incluso cuando nos desplazamos en coche es habitual encontrarse con terrenos cubiertos de placas o grandes turbinas eólicas. Sin embargo, hay un lugar donde hasta ahora la energía solar parecía fuera de lugar: los aeropuertos. 

Durante años, el reflejo del sol fue un problema sin resolver en el entorno aeroportuario. El miedo a que un destello pudiera afectar a un piloto en aproximación frenó cualquier intento de instalar paneles solares. En Málaga, ese temor ha dejado de ser un obstáculo.

En corto. El Aeropuerto de Málaga-Costa del Sol suma por primera vez instalaciones fotovoltaicas de autoconsumo impulsadas por empresas privadas. Europcar y Goldcar han sido las primeras en dar el paso, con un proyecto desarrollado por la ingeniería malagueña Ubora Solar.

Tal y como destaca La Opinión de Málaga, no se trata de un proyecto impulsado por Aena, sino de una apuesta directa de empresas privadas por generar su propia energía limpia en uno de los espacios más regulados y vigilados del país.

El gran obstáculo: el deslumbramiento. El principal desafío del proyecto no fue técnico ni económico, sino de seguridad aérea. La posibilidad de que los paneles solares generasen reflejos molestos o deslumbramientos sobre pilotos y controladores era una preocupación crítica, regulada además por la normativa de Aena.

La respuesta pasó por un análisis exhaustivo del riesgo visual. Ubora Solar desarrolló estudios de deslumbramiento aeronáutico siguiendo los estándares de la Federal Aviation Administration (FAA) y de la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA), teniendo en cuenta desde las trayectorias reales de vuelo hasta la visibilidad desde la torre de control. Todo ello sirvió para definir con precisión la orientación y la inclinación de los paneles dentro del recinto aeroportuario.

Los resultados fueron concluyentes. Los valores de luminancia se situaron muy por debajo del umbral europeo de 20.000 cd/m², y cualquier posible reflejo coincidía con la posición del sol, quedando “enmascarado por su propio brillo”, un fenómeno conocido como sun masking. En otras palabras: el reflejo existe, pero es imperceptible y no supone riesgo operativo.

En otros países ya era una realidad. Aunque en otros países ya existen instalaciones solares en aeropuertos, el caso de Málaga es especialmente relevante por su carácter privado. En Estados Unidos y en distintos puntos de Europa, la fotovoltaica aeroportuaria es una realidad desde hace años, siempre sujeta a estrictos estudios de deslumbramiento y seguridad aérea.

La diferencia, como subrayan varios medios, es que en España este paso no se había dado todavía sin un impulso directo del gestor aeroportuario. Málaga actúa así como laboratorio y precedente para un modelo que podría replicarse en otros aeropuertos del país.

Un éxito que no ciega. Durante años, el sol fue visto como un riesgo en los aeropuertos. En Málaga, ha pasado a ser un aliado. El proyecto demuestra que el mayor miedo —el deslumbramiento— no se combate con prohibiciones, sino con estudios rigurosos, planificación y tecnología.

El Aeropuerto de Málaga-Costa del Sol no solo gestiona despegues y aterrizajes. También ha abierto una nueva pista para la transición energética en uno de los entornos más complejos que existen. Y lo ha hecho sin perder de vista lo más importante: la seguridad.

Imagen | Ubora solar y Unsplash

Xataka | Cuando el sol de diciembre supera al de abril: la paradoja luminosa de un panel vertical en el balcón

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El País Vasco y Navarra exportaron 35.700 profesionales cualificados a los que le gustaría volver. El problema es cómo y a dónde

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Las empresas argumentan que, uno de sus principales problemas a la hora de cubrir vacantes de empleo es el de encontrar trabajadores cualificados. Sin embargo, los datos apuntan a que esos perfiles cualificados se ven obligados a abandonar el país para encontrar mejores oportunidades laborales fuera de España.

De hecho, un reciente estudio elaborado por Artizarra Fundazioa y Deusto Business School pone cifras precisas a ese desajuste entre la situación del talento cualificado y su realidad. Miles de profesionales formados en universidades españolas y con carreras consolidadas fuera del país estarían dispuestos a regresar, pero el sistema no termina de ofrecerles un escenario atractivo al que volver.

El talento que se fue. Según el informe, más de 42.000 jóvenes de entre 25 y 40 años, formados en universidades y centros educativos superiores de País Vasco y Navarra, trabajan actualmente fuera de su territorio de origen. No se trata de perfiles en transición: son profesionales altamente cualificados, con formación en ingenierías, disciplinas STEM, gestión empresarial o investigación.

No obstante, el dato clave de ese informe es la intención de retorno de esos profesionales. Más del 85% de los participantes en el estudio afirma que le gustaría volver si encontrara condiciones laborales y vitales comparables a las que ha conseguido en el extranjero. De materializarse ese escenario, el estudio estima que podrían recuperarse hasta 35.700 profesionales cualificados.

Una carrera desarrollada en el extranjero. Seis de cada diez profesionales consultados acumulan ya más de seis años trabajando en otros países, lo que implica que ya tienen trayectorias profesionales consolidadas allí, salarios competitivos y una experiencia de trabajo internacional difícil de replicar a corto plazo.

Desde el punto de vista económico, su impacto es relevante. No hablamos de talento en formación, sino de personal ya cualificado, con altos conocimientos técnicos y capacidad productiva que se ha formado en las escuelas y universidades públicas en España, pero que las empresas españolas no han sabido retener. Esa falta de oportunidades laborales es la clave de su marcha.

Capacidad para formar talento, no para retenerlo. El contraste aparece al cruzar los datos del informe de Deusto Business School con el Mapa del Talento de la Fundación Cotec, que analiza 55 indicadores sobre creación, atracción y retención de talento. En su última edición de 2023, y manteniéndonos en el mismo marco territorial del estudio de Deusto, el País Vasco alcanza 66,4 puntos, muy por encima de la media nacional (49,1 puntos) y solo por detrás de Madrid (67,7 puntos).

Las conclusiones que dejan estos datos son claras. El País Vasco destaca por la calidad de su educación superior, cualificación técnica y entorno productivo. El sistema educativo funciona bien formando talento. El problema llega cuando termina ese periodo formativo y ese talento compara lo que encuentra en su país con lo que se le ofrece fuera.

No regresan por el mismo motivo que se marcharon. Los motivos para la fuga de talento son recurrentes: mejores salarios, mayor proyección profesional, acceso a proyectos punteros y, en el caso de perfiles científicos, más oportunidades para desarrollar una carrera investigadora estable.

Tal y como apuntan los autores del informe de Deusto Business School, esos factores no desaparecen cuando se plantea el retorno de ese talento. Al contrario. La experiencia acumulada eleva las expectativas y hacen más visibles esos motivos. El estudio de Artizarra y Deusto identifica barreras que van más allá del empleo y conectan con problemas estructurales comunes a toda una generación.

Volver sí, pero a dónde. El precio y las condiciones de la vivienda es uno de los principales motivos que frenan el regreso de ese talento. Volver implica asumir precios elevados, tanto por alquiler como por compra de vivienda, y afrontarlo con salarios que no siempre compensan la diferencia respecto a otros mercados europeos. Para quienes ya han construido una vida fuera, el coste de oportunidad es alto.

La segunda gran barrera para el retorno es la calidad del empleo. No tanto la ausencia de trabajo para estos perfiles cualificados, sino la dificultad de las empresas locales para igualar salarios, autonomía profesional y reconocimiento del talento. La comparación con mercados internacionales es inevitable.

Una paradoja que sigue abierta. Los datos del estudio sostienen el ánimo de ese talento a regresar porque no se ha desvinculado de su territorio y mantiene su arraigo. La mayoría quiere volver.

Sin embargo, tal y como señalan los autores del estudio, el mayor problema es un entorno que permita hacerlo sin renunciar a expectativas profesionales y vitales. Desde el punto de vista económico, recuperar parte de esos 35.700 perfiles sería una inversión difícil de igualar para un mercado laboral que afirma que la escasez de mano de obra cualificada es la piedra que les impide avanzar. Como dijo Joe Biden en su día: “Pay Them More“.

En Xataka | España tiene tan buenas enfermeras que las exporta a otros países. El problema es que la sanidad pública necesita a 100.000

Imagen | Unsplash (Philipp Hubert)

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