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En 1957 encontraron una extraña talla en el suelo de Qatar. Ahora son 900 y seguimos sin saber qué demonios representan
Aprendimos a pintar hace miles de años. Utilizamos las paredes de cuevas para imprimir nuestro arte, y una de las primeras cosas que pintamos fue un pene. Que nos encanta dibujar penes es un hecho, pero en este contexto, nos referimos a las preocupaciones que tenían nuestros ancestros. Estos últimos años hemos realizado un montón de descubrimientos como un petroglifo de una gigantesca serpiente, un “cuento ilustrado” en roca o la prueba de que el Sáhara aún no era un desierto hace 4.000 años.
Pero hay una serie de grabados que continúan siendo un misterio: los extraños 900 petroglifos de Qatar.
Petroglifos. Un petroglifo es un tallado o raspado en roca, y los hemos encontrado prácticamente en todas las partes del mundo. Cuando hace 5.000 años empezaron a aparecer los primeros sistemas de escritura, las poblaciones empezaron a dejar de lado los petroglifos para pasarse al nuevo código.
Normalmente, los petroglifos se corresponden a formas del día a día de quienes los realizaron, como animales, escenas de caza o símbolos religiosos para rituales. En Qatar, concretamente en Al Jassasiya, estos grabados son… diferentes.
Multitud de formas. En 1957 descubrimos las primeras tallas en Al Jassasiya, una región al norte de Qatar y uno más de los 12 sitios de petroglifos que conocemos en el país. Desde el principio, estos grabados llamaron la atención y, durante seis semanas en 1973, un equipo danés emprendió un viaje para catalogar todo el sitio.
A lo largo de los años, hemos seguido encontrando grabados en la roca (en el suelo), hasta llegar a los 900, más o menos. El problema es que seguimos sin saber bien qué representan muchos de ellos.
“Únicos”. Ferhan Sakal es el jefe de excavación y gestión de sitios arqueológicos de los Museos de Qatar y, en declaraciones a CNN, afirmó que “aunque el arte rupestre es común en la Península Arábiga, algunas de las tallas en Al Jassasiya son únicas y no se pueden encontrar en ningún otro lugar”. Continúa afirmando que las tallas “representan un alto grado de creatividad y habilidades de observación por parte de los artistas que las hicieron”.
Aunque algunas figuras son compartidas por otros sitios de petroglifos de la zona, los investigadores sostienen que hay tallas en Al Jassasiya que son exclusivas de esa ubicación. Y lo cierto es que hay algunas figuras de lo más interesantes.
Las tallas. Es complicado afirmar rotundamente qué simboliza cada uno de los tallados, pero lo que más abunda en Al Jassasiya son rosetas o filas. El patrón más común es el de dos filas paralelas de siete hoyos y, como decimos, los expertos solo pueden teorizar sobre el posible uso. ¿Puede ser religioso? Puede, pero también algo práctico, como los hoyos para jugar a juegos como Al Haloosa o Al Huwaila, divertimentos populares en la antigüedad en los que los participantes dejan caer piedras en esas depresiones.
El problema es que el tamaño de los hoyos es irregular y algunos están en laderas, por lo que no sería nada práctico. También pudieron usarse para el almacenamiento de perlas, la clasificación de objetos o como sistemas para calcular el tiempo y las mareas.
Barcos. Las más llamativas son las tallas ovaladas con líneas a sus costados. Aquí la teoría también entra en juego y se ha dicho que son insectos y hasta ojos, pero parece que lo más aceptado es que se trata de la vista cenital de un dhow, un barco tradicional. Estas son las marcas únicas a las que se refiere Sakal y son interesantes porque hay representaciones tanto de perfil como a vista de pájaro.
“Es un ejemplo del pensamiento abstracto, ya que no pudieron ver un dhow desde arriba”, comenta Sakal en las declaraciones a CNN. Y si una gran pregunta es qué son, la otra es cuándo se hicieron. Aquí hay todavía menos certezas.
El más allá. Pero… ¿y si no fuera una vista a ojo de águila, sino bajo el agua? Quienes tallaran esos barcos podrían haber buceado para ver el buque desde abajo. Frances Gillespie y Faisal Abdulla Al-Naimi son dos autores que han cubierto las tallas y comentan que “así es como se habrían visto los barcos cuando estaban anclados a las orillas de las playas. Los remos se dejaban en su lugar para que los buceadores buscadores de perlas se aferraran y descansaran cada vez que subían”.
Sin embargo, y debido a la concentración de estas tallas en Al Jassasiya, puede que simplemente sean los barcos que ayudaban a los difuntos a cruzar de un mundo a otro, algo presente en la mitología de varias civilizaciones.
No sabemos mucho. “Hay hipótesis salvajes sobre la edad, que van desde el Neolítico hasta la época islámica tardía”, comenta Sakal. En la página de Visit Qatar, se afirma que algunos podrían remontarse al siglo III a.C., mientras que otros serían de entre los siglos X y XVIII d.C. Es un abanico enorme que coincide con la creencia de Sakal de que no todos se realizaron a la vez, pero reconoce que no tienen pistas directas sobre la fecha y sobre los motivos por los que grabaron esas formas en Al Jassasiya.
Tiene pinta de que será un misterio que nos acompañará durante mucho tiempo, pero las hipótesis nos ayudan a comprender un poco más cómo era la zona en el pasado y, si las tallas circulares servían para catalogar perlas y los barcos no eran espirituales sino de los buscadores, la industria en la región debía ser muy próspera.
Imágenes | Google Maps, Elspamo4, Visitqatar, StellarD, StellarD (2)
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Cada vez más artistas prohíben los móviles en sus conciertos. Es solo un ejercicio de tecnofobia
Ya lo avisan hasta en el propio cartel del concierto: “Este espectáculo será una experiencia sin teléfonos. Los móviles quedarán asegurados en bolsas de Yondr. Los invitados estarán en posesión de sus teléfonos en todo momento”. Es el mensaje de que el concierto será libre de móviles. Lo que empezó como una sugerencia de los artistas, está convirtiéndose en directamente una prohibición.
De Bob Dylan a Ghost (y muchos más). El primer gran artista que decidió directamente prohibir los móviles fue Jack White en 2018. Desde entonces, muchos grupos y artistas han seguido sus pasos optando por la misma solución. Lo está haciendo Bob Dylan durante su último tour, el grupo Artic Monkeys durante un concierto en Nueva York, Tool en 2019 y recientemente lo ha anunciado Ghost, para todos los conciertos de su gira en 2025.
La excusa: hacer caso al artista y no al móvil. El problema es evidente. Los artistas quieren que su audiencia esté pendiente de ellos y disfruten del espectáculo. Lo que se busca es evitar que los asistentes estén más pendientes de grabar que de disfrutar. Y eso en el mejor de los casos, ya que muchos son distraídos con notificaciones, mensajes y demás.
El objetivo de esta medida está clara: que todos vean realmente el concierto. Y es algo en lo que la mayoría estará de acuerdo. Porque no nos engañemos, los vídeos del concierto no suenan ni de lejos igual. Y muchas veces se publican en las redes o se guardan y quedan en el olvido. Más allá de compartirlo momentáneamente con nuestros conocidos, la utilidad de grabar los conciertos es más bien nula.
📱Centrémonos en el negocio: publicidad gratuita. Grabar y compartir un concierto en redes sociales tiene el potencial de convencer a otros a que se apunten al siguiente concierto de ese artista. Es simplemente publicidad gratuita y sincera.
¿Qué interés podrían tener los artistas en prohibir los móviles? Más allá de la supuesta mejora de la experiencia, sí hay razones por las que los artistas estarían interesados en evitar los móviles.
📵 Una de ellas es la exclusividad. Sabemos que muchos conciertos no solo sorprenden por su calidad sonora, también por su producción. Hay artistas que montan auténticos shows, con todo tipo de efectos de luces, fuego y escenografía. El limitar el móvil hace que si uno quiere vivir esa experiencia, se vea forzado a ir al concierto. Si no sabemos cómo será ese concierto, se alimenta el misterio.
📵 El factor sorpresa. Si ya hemos visto la grabación de un concierto, cuando ocurra determinada acción o el artista haga una cosa especial con determinada canción, ya no tendrá tanta gracia. Porque ya lo habremos visto. Es verdad que nadie va a ver una película habiendo visto partes, pero a diferencia de en el cine, con los conciertos no solemos tener tráilers. Si no hay gente grabando, muchos más se sorprenderán en el concierto.
📱Recordando recuerdos imborrables. En los conciertos hay tiempo para todo. Para saltar, para cantar, para escuchar. Y también para grabar si así lo queremos. Porque sí, el escenario de Rammstein con ‘Deutschland‘ deja un recuerdo imborrable, pero tenerlo grabado nos sirve para volver a él las veces que queramos. No es solo una cuestión de compartirlo, que también, sino de nosotros mismos.
📱Ya forman parte del show. Utilizar el móvil y disfrutar del concierto no es incompatible. Al final los teléfonos son algo más que llevamos con nosotros. Uno puede grabar con una mano y levantar los cuernos con la otra. Porque estar grabando no implica necesariamente estar pendiente de la pantalla del móvil.
El uso del móvil es circunstancial. Un buen artista sabrá captar nuestra atención directamente. Además el tener el móvil ya se ha convertido en una tradición en muchos conciertos, donde la linterna es el perfecto sustituto de los antiguos mecheros.
📱Esto no es el colegio, dejemos que cada uno disfrute a su manera. Cuando hablamos de prohibición del móvil lo primero que nos viene a la cabeza es el colegio. Hay una tendencia clara de prohibir los móviles en muchas escuelas. Y de hecho se utilizan las mismas bolsas de Yondr. Sin embargo, hay una gran diferencia.
La educación básica es obligatoria. Ir a un concierto es opcional. En lo primero tenemos que mantener unos requisitos de atención, en lo segundo debe prevalecer la libertad personal de disfrutar cada uno de la forma que así considere.
Dino Cazares, guitarrista de Fear Factory, lo resume bien: “No me importa si llevas teléfonos a nuestro espectáculo. Lo que yo veo es que cuando compras una entrada, haces lo que te da la gana siempre y cuando nadie salga lastimado. Y siempre que lo permita el recinto y sus reglas, si es que hay alguna”.
¿Es legal grabar los conciertos? Es una cuestión que no se está debatiendo abiertamente, pero la prohibición de los móviles anticipa una posición que puede pasar por la cabeza de algunos artistas: en el fondo lo que no quieren es que se graben sus conciertos y se compartan gratis por ahí.
Hablamos de Propiedad Intelectual y de la legalidad de grabar un concierto. A los cantantes se les considera artistas intérpretes y tienen el “derecho exclusivo de autorizar la fijación de sus actuaciones”. También tienen el derecho exclusivo de reproducción y comunicación pública. Además de sus propios derechos de imagen.
Siguiendo estos derechos recogidos en la Ley Orgánica 1/1982, los artistas tienen la potestad de autorizar o no la grabación de sus conciertos. No existe una ley como la del Cine 55/2007 que prohíbe directamente grabar, pero sí es una posibilidad que tienen a su alcance. Afortunadamente la mayoría de artistas entiende que son simplemente un elemento más. Y que un buen concierto va mucho más allá de la influencia que pueda tener el móvil.
Imagen | Jorge Gordo
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Ya puedes comprar literalmente el coche de Batman. Al menos si tienes tres millones de dólares en la cuenta
Siempre he querido un sable láser. Desde siempre, desde que era pequeño, mi sueño ha sido blandir un sable láser (azul, para ser exactos) como Obi-Wan. Todos hemos querido alguna vez uno de esos objetos chulísimos que veíamos en las películas, desde la espada de los Power Ranger o la pistola de protones de Los Cazafantasmas hasta el Neuralizador de los Men in Black o el coche de Batman. Todos tienen una cosa en común: no existen fuera de la ciencia ficción.
Bueno, todos no. El coche de Batman sí existe y lo puedes comprar siempre y cuando tengas dinero por castigo.
El coche de Batman. El Batmóvil es, junto a Kitt (un Pontiac Trans AM del 82) y el Delorean DMC-12, uno de los coches más emblemáticos del cine y del medio, en general. La primera vez que leímos ese nombre, Batmóvil, fue en el capítulo 48 de ‘Detective Comics’ en febrero de 1941 y, desde su primer diseño, ha pasado por todo tipo de modificaciones.
El Tumbler, que es el que vimos en la trilogía dirigida por Christopher Nolan, es de los modelos más chulos con permiso del Batmóvil de ‘Batman & Robin’, que es una pasada y moriré defendiéndolo en esta colina. En cualquier caso, la realidad es que nadie le va a hacer ascos a tener el coche de Batman aparcado en su garaje y más si es un tanque de la talla del Tumbler.
Tumbler. También llamado Acróbata, es realmente un vehículo militar archivado en Wayne Entreprises. Tiene unas ametralladoras gemelas frontales, lanzacohetes, imagen térmica, control remoto, modo invisible, minas explosivas desplegables, un sistema de autodestrucción y, si todo va mal, las ruedas delanteras se convierten en el Batpod. Eso en la ciencia ficción, en la realidad no existe.
Lo que sí existe es una réplica totalmente funcional (entendemos que sin armas) de la que se han fabricado diez unidades para diez afortunados. Y no “afortunados” porque vayan a tener este mamotreto en su garaje, sino porque tienen 2.990.000 dólares para poder gastarlos en él sin que les haga un enorme agujero en la cartera. Porque sí, el precio de un Tumbler es de tres millones de dólares, quedándose así fuera del alcance de la mayoría de los mortales.
Esta colaboración, por cierto, es fruto de la asociación de Relevance International (una agencia de marketing y de medios) y Warner Bros cuyo fin es darle vida a Wayne Enterprsises Experiencie, una experiencia, valga la redundancia, basada en el universo de Bruce Wayne y Batman. Este coche es, sencillamente, la última y peculiar adición a la experiencia.
¿Qué tiene el coche? Por lo pronto, es totalmente funcional. Es decir, el coche se mueve. Otra cosa es que sea legal conducirlo (spoiler: no). Está pintado de color negro, mide más de cuatro metros y medio de largo, cerca de tres metros de ancho y metro y medio de alto y pesa unas dos toneladas y media. Y cada unidad está numerada, por cierto.
Está hecho de kevlar, fibra de carbono, láminas de metal y fibra de vidirio; el bastidor está hecho de acero aeronáutico y tiene un tubo de escape que simula ser un motor a reacción. No echa llamas, advierten en la web. También tiene dos torretas delanteras que no disparan, y un sistema de distribución de cortina de humo que nos ha dejado con muchas ganas de verlo en funcionamiento. En cuanto al motor, incorpora un LS3 de 6,2 litros y 525 caballos que seguramente resulte familiar a los amantes de los Chevrolet.
Un objeto de deseo. Para conseguir uno de estos coches hay que 1) conseguir tres millones de dólares y 2) apuntarse en una lista. Una vez hecho, la empresa revisará los detalles, dará luz verde y comenzará a construir el coche. 15 meses más tarde, diez personas tendrán en su casa el coche de Batman para poder presumir de él, enseñarlo a sus invitados y… poco más, porque conducirlo no parece que sea muy legal.
Pero chulísimo es un rato, las cosas como son.
Imagen | Wayne Enterprises
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Turquía quiso crear una ciudad con 700 castillos de estilo Disney. Ha acabado convertida en un pueblo fantasma
Cuando hace una década los promotores de Burj Al Babas se pusieron manos a la obra y empezaron a levantar edificios en un valle próximo a Mudurnu, una pequeña villa situada a medio camino entre Estambul y Ankara, su propósito era construir una de las “miniciudades” de nuevo cuño más asombrosas de Turquía. Bazas tenía para serlo, desde luego. A diferencia de otras promociones inmobiliarias turcas pensadas para los adinerados bolsillos del golfo Pérsico, Burj Al Babas no ofrecía modernas mansiones ni rascacielos. No. Su apuesta era más exótica: se compondría de cientos y cientos de castillos, más de 700, diseñados con un arquitectura pastiche que no desentonarían en Disneyland.
Diez años después del inicio de las obras, Burj Al Babas es un referente conocido dentro y fuera de Turquía; pero no por los motivos que querían sus impulsores o las familias que llegaron a comprar uno de sus castillos. Si por algo es famoso es por haberse convertido en una ciudad fantasma, un valle remoto por el que se extienden cientos de fortalezas de estilo Disney a medio terminar.
A quién no le va a gustar un castillo Disney. Algo así debieron de pensar hace ya más de una década los directivos del Grupo Sarot, la empresa turca que decidió promover el surrealista proyecto Burj Al Babas. Surrealista tanto por el cómo por el dónde. Lo que tenía en mente Sarot era levantar ni más ni menos que 732 castillos de estilo Disney, todos prácticamente iguales, clones los unos de otros, como copias a escala inspiradas en la fortaleza de Neuschwanstein, hasta formar una villa en la que cada residente sería un “señor del castillo”.
Por si eso no fuera suficiente, la urbanización incorporaría un gran centro comercial inspirado en el Capitolio estadounidense, restaurantes, un hotel de lujo, salones de belleza, spas y baños turcos.
Burj Al Babas aspiraba a ser una villa de ensueño. Y un resort de claro enfoque turístico basado en una triple apuesta: su peculiar arquitectura pastiche, el lujo y los encantos de su entorno natural, Mudurnu, una villa de la provincia de Bolú con no más de 6.000 habitantes. The Guardian precisa que el objetivo inicial de los promotores era que la mitad de los 732 castillos se comercializaran entre compradores adinerados del golfo Pérsico y el resto como multipropiedades para turistas de Turquía.
Castillos con aguas termales. Quizás no sea tan pintoresco como los castillos Disney, pero el lugar escogido por los promotores es parte clave también de Burj Al Babas. Mudurnu está situada en la región del Mar Negro de Turquía, a medio camino entre Estambul y la capital del país, Ankara. No es casualidad que Sarot se fijara en la región, en la que ya había desarrollo otros proyectos. Cerca hay un manantial que permitió a la promotora incluir un servicio de lujo en cada uno de sus castillos: acceso directo a sus aguas termales a través de un sistema de canalizaciones.
Por si eso no fuera suficiente, en el entorno estaba la tranquila población de Mudurnu y un entorno plagado de pinos. De hecho, para levantar los castillos hubo que construir en una zona forestal de 6.500 m2, algo que no gustó a los lugareños. Burj Al Babas ofrecía además un extra a los compradores, uno especialmente interesante para las familias de países como Emiratos Árabes: un clima benigno, con veranos más suaves que los del golfo Pérsico.
Y arrancaron las obras. El proyecto prometía sobre el papel, así que no tardó en dar el salto a la realidad. En 2011 el entonces alcalde de Mudurnu dio luz verde al Grupo Sarot para que planificara la construcción de 80 castillos en la zona. Las expectativas del promotor debían de ser buenas porque años después se permitió a la empresa que ampliara el proyecto hasta llevarlo a cifras pasmosas, dignas de una auténtica miniciudad: se hablaba de 732 castillos, además de servicios extra, como el centro comercial. Que la tranquila Mudurnu pasase a convertirse en un resort no convenció a todos los vecinos, pero sus defensores argumentaron que generaría riqueza en la región. Suficiente.
“La gente descontenta nunca podría entender de forma adecuada el desarrollo”, reivindica aún hoy Mehmet Inegöl, exregidor de Mudurnu y quien favoreció en su día que el proyecto saliese adelante. A pesar de la deriva que ha tomado Burj Al Babas y que sus promesas no han llegado a cumplirse, Inegöl asegura no tener dudas de que algún día los detractores serán los “primeros en llevar a sus hijos para que trabajen” en la megaurbanización.
No todos lo ven igual. Mehmet Cantürk, ecologista y vecino de la región, se lamentaba hace poco en The Guardian del impacto medioambiental de las obras, que las edificaciones obvien la tradición arquitectónica de la zona o el uso del manantial. En Mudurnu hay quien ve los torreones de Burj Al Babas como auténticos “castillos de Drácula”, más que como amables mansiones Disney.
Avanzan las obras, y la comercialización. Las obras arrancaron hacia 2014. Y durante un tiempo avanzaron de forma más que visible, plagando el valle de las afueras de Mudurnu de fachadas y torres de hormigón. En la web del proyecto, aún activa, hay un apartado que documenta cómo avanzaron los trabajos durante sus compases iniciales. No solo eso. La comercialización también parecía ir viento en popa.
La perspectiva de ser propietario de un castillo en Turquía gustó en países como Kuwait, Baréin, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí, donde la promotora se dedicó a presumir de la ciudad de ensueño que estaba levantando entre Estambul y Ankara. Al fin y al cabo se les prometía ser dueños de castillos. Castillos rodeados de castillos, cierto; pero castillos al fin y al cabo. Hubo incluso quien vio en ellos guiños a la famosa Torre Gálata o la Torre de la Doncella, ambos iconos de Estambul.
No todos los edificios se vendían al mismo precio. Entre ellos había diferencias por cuestiones como su ubicación o que estuviesen más o menos cerca de las que se esperaba que fuesen las calles más bulliciosas. En la web de la promoción aún se puede consultar su catálogo. Aun así quien quisiese hacerse con una de las peculiares mansiones de Burj Al Babas debía aportar una suma más que considerable: entre 370.000 y 530.000 dólares, según los datos que maneja Arch Daily. Jassim Alfahhad, coronel de Kuwait, es uno de quienes se dejaron seducir por las promesas de la urbanización y ahora está al frente de un grupo de casi 150 compradores que abonaron entre 150.000 y 450.000 dólares.
De ciudad de ensueño a ciudad fantasma. Que las obras y comercialización estuviesen ya avanzadas no evitó que Burj Al Babas acabase convirtiéndose en algo muy distinto a lo que aspiraba: una ciudad fantasma, plagada no ya de castillos Disney, sino de edificaciones de hormigón abandonadas, apagadas por el paso de los años sin que se llegase a finalizar su construcción.
El punto de inflexión del proyecto llegó en 2016, cuando las obras se frenaron. Por entonces se habían levantado ya unos 587 castillos, cerca del 80%del total, que sus dueños nunca han podido ocupar. En vez de eso el paisaje distópico de Burj Al Babas se ha convertido en una peculiar atracción turística para los amantes de la arquitectura abandonada y youtubers que han mostrado el estado de la desafortunada urbanización con sus drones.
¿Por qué se torció el proyecto? Hay muchas teorías. Quienes han analizado lo ocurrido —y sobre él han corrido ríos de tinta a lo largo de los últimos años— han apuntado tanto a problemas internos, de la promotora y sus compradores, como al contexto económico y político del país: deuda, impagos de clientes y a trabajadores, anulaciones de operaciones, tensiones políticas, problemas con el contratista… Pesase más uno u otro factor, lo cierto es que en 2018 Grupo Sarot, con la lira turca depreciándose, se declaró en quiebra y los 587 castillos a medio terminar entraron en un largo período de impasse para desesperación de los compradores que había adelantado grandes sumas por ellos.
¿Nuevos aires en Burj Al Babas? Ha pasado ya más de una década desde el inicio de los trabajos en las cercanías de Mudurnu y más de un lustro desde el plazo acordado por la promotora para entregar las llaves de los castillos a sus propietarios, y si por algo es conocido hoy Burj Al Babas es por su paisaje casi onírico de cientos y cientos de torres abandonadas en mitad de Turquía.
Eso sí, quizás no esté condenado a permanecer así eternamente. Alfahhad, uno de los compradores kuwaitíes, lo ve factible: “Seguimos siendo optimistas y creemos que terminará pronto”, reconocía hace poco a The Guardian el excoronel, que junto al resto de afectados intentan que el asunto no caiga en el olvido.
Señales para la esperanza. En mayo el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, se reunió con el emir de Kuwait, el jeque Meshal al-Ahmad al-Jaber al-Sabah, y los compradores confían en que la situación de los castillos abandonados haya figurado entre los temas que abordaron. Hace unos meses, en verano, circuló además entre la prensa turca la noticia de que un holding estadounidense está interesado en hacerse con el viejo proyecto.
Queda la incógnita de si Burj Al Babas logrará ser una ciudad de castillos Disney, como la concibieron en su día sus impulsores, o está condenada a ser un funesto cúmulo de castillos de Drácula, que es como lo ven algunos habitantes de la vecina Mudurnu.
Imágenes |Burj Al Babas y Google Earth
En Xataka | Ciudades fantasma de la URSS: un viaje a través de los no-lugares abandonados tras el comunismo
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