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Lo que los científicos opinan sobre No miren arriba, la segunda película más vista de Netflix

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DON’T LOOK UP

No miren arriba, la segunda película de Netflix más vista en la historia de la plataforma, muestra los rostros desesperados, y a veces hiperventilados, de Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence. Los actores encarnan a dos astrónomos que tienen un mensaje urgente para la humanidad: un asteroide está a punto de impactar en la Tierra y es necesario una respuesta inmediata. Sus certezas científicas, sin embargo, no son tomadas en serio. Los intereses políticos y económicos son demasiados y ni siquiera una aniquilación garantizada puede superarlos. 

No miren arriba

Lo que en películas como Armageddon o Impacto profundo es capaz de detonar toda una movilización heroica del gobierno de Estados Unidos (a Bruce Willis lo van a buscar a su plataforma petrolera para entrenarlo en la NASA), en No miren arriba provoca las risas condescendientes de la presidenta (Meryl Streep) y de su equipo. ¿Solo hay un 99.7 por ciento de que la vida humana desaparezca? ¿Por qué habríamos de poner de cabeza el statu quo y la forma en que funciona el mundo por menos de un 100 por ciento de probabilidad? Además, hay que tomar en cuenta que no es el mejor momento: la presidenta está en medio de batallas políticas y el apocalipsis no se alinea con su agenda. Al parecer, hay asuntos más serios que el cataclismo, como la economía o quién ganará las próximas elecciones.

El tono del descubrimiento, por cierto, tampoco va bien con la política editorial de los programas de televisión matutinos, a los que los personajes de DiCaprio y Lawrence acuden para difundir su mensaje y hacer presión. Lo más importante es el rating y mantener los asuntos ligeros y entretenidos, así que nada de ser demasiado negativos o «científicos» en vivo. Entre memes, teorías de conspiración, vociferaciones en las redes sociales, el culto a las celebridades y las manipulaciones políticas, el peligro inminente del asteroide queda olvidado en medio del circo, diluido en trivialidades. 

No miren arriba

Cate Blanchett y Tyler Perry interpretan a dos conductores de un programa matutino en la película No miren arriba.

Con su exploración directa y explícita del absurdo, la parodia dirigida por Adam McKay (La gran apuesta) no ha sido tan bien recibida por la crítica especializada, pero hay otro grupo de personas que se han sentido muy identificadas con el caos que representa: los científicos, especialmente aquellos que se dedican a estudiar los efectos y peligros de la emergencia climática. Tal es el caso de Peter Kalmus, científico de la NASA especializado en el clima y autor del libro Being the Change: Live Well and Spark a Climate Revolution. En una columna de opinión para The Guardian, Kalmus afirma que la película de McKay es la más acertada que haya visto sobre lo que considera la terrorífica inacción de la sociedad ante el cambio climático. 

«Los científicos [en la película] están solos con este conocimiento [el impacto del asteroide], ignorados, víctimas de gaslighting por parte de la sociedad. El pánico y la desesperación que sienten reflejan el pánico y la desesperación que muchos científicos del clima sienten», afirma Kalmus en su columna.

«Pero esta no es una película sobre cómo la humanidad respondería a un asteroide asesino; es una película sobre cómo la humanidad está respondiendo a un cataclismo climático. Vivimos en una sociedad en la que, a pesar del claro y muy grave peligro climático, más de la mitad de los congresistas republicanos [en EE. UU.] aún piensan que se trata de un engaño; en la que la plataforma oficial del partido demócrata sigue validando los subsidios a la industria de los combustibles fósiles (…), en la que los líderes mundiales dicen que el cambio climático ‘es una amenaza existencial para la humanidad’, mientras expanden simultáneamente la producción de combustibles fósiles». 

Un pensamiento similar expresó Julia Cole, paleoecologista y profesora de la Universidad de Michigan, para quien No miren arriba tiene advertencias importantes, como aquella que nos invita a no creerle a las soluciones mágicas y simplistas. «Las lecciones de la película sobre la crisis climática no son nuevas, pero nos recuerdan un par de puntos clave: la ciencia es inequívoca, así que hay que creerle. La cooperación internacional es esencial –no podemos arreglar esto solos. Cuidado con las llamadas silver bullets (soluciones simples a problemas complejos); las tecnologías probadas como las energías renovables nos pueden ayudar a avanzar mucho, mientras seguimos innovando». 

No miren arriba

Mark Rylance, Meryl Streep y Jonah Hill en No miren arriba.

 

La metáfora no es perfecta

Es cierto. El impacto inminente de un asteroide es un evento muy diferente a la crisis climática, fenómeno que no suele ser tan inmediato o visible. De ahí que el recurso narrativo que utiliza el cineasta en No miren arriba no haya convencido a todos en la esfera científica. Ejemplo de esto es Rebecca Oppenheimer, profesora de astrofísica en el American Museum of Natural History, quien fue invitada por Adam McKay junto con otros 20 científicos a una proyección privada en Manhattan. En un escrito para la destacada revista especializada Scientific American , la astrofísica afirma que la analogía no funciona por la escala de tiempo tan distinta que presenta la película (seis meses  para la llegada del asteroide), comparada con los estragos reales del cambio climático, que no ofrece fechas tan exactas ni tampoco acabará con la humanidad al estilo Hollywood; es decir, es probable que no aniquile a toda la vida del planeta ni afecte a todos de la misma forma.

Para la científica, sin embargo, la relevancia de la película está en otro lado:

«El verdadero poder de esta película está en su feroz e implacable sátira de las personas que niegan la ciencia», explica.

«Al fin Hollywood está asumiendo el titánico reto de combatir el rampante negacionismo de datos y hechos científicos. Graciosa pero tremendamente seria a la vez, No miren arriba es una de las contribuciones recientes más importantes a la popularización de la ciencia. Tiene el atractivo, gracias a su elenco de estrellas y su comedia mordaz, para alcanzar audiencias que tienen poca o nula experiencia con la ciencia». 

El científico ambiental Jonathan Overpeck concuerda con esto último y destaca la exploración que hace la película del papel manipulador de los grupos en el poder. «Destaca cómo los políticos, las ideologías políticas, los intereses especiales y algunos medios de comunicación tratan de distraer activamente a los ciudadanos, evitando que se cultive un entendimiento científico que es crítico», explica en una publicación de la Universidad de Michigan. «Ignorar a la ciencia puede poner a los individuos, comunidades e incluso a todo un planeta en peligro». 

Sin embargo, la narrativa de Adam McKay presenta otra inexactitud, al menos de acuerdo con lo expresado en la misma publicación de la Universidad de Michigan por el glaciólogo Jeremy Bassis: la idea de que los científicos están solos en la lucha. 

«[En la película] Hay una exasperación acertadísima de que nadie está escuchando a los científicos. Pero donde la metáfora finalmente falla –y es ahí en donde podemos encontrar esperanza– es en que los científicos y los miembros de las comunidades no son figuras indefensas, desprovistas de todo poder. No tenemos que esperar a los acuerdos nacionales e internacionales. Podemos en lugar de eso trabajar con las comunidades locales para desarrollar planes de mitigación y adaptación para evitar algunos de los peores efectos de la crisis climática».

 Leonardo DiCaprio en la película de Netflix No miren arriba.

¿Dónde están los activistas defensores del ambiente? ¿el papel de las comunidades? La ausencia de estos elementos en el discurso de McKay ha sido cuestionada por figuras de otras latitudes, como el filósofo croata Srecko Horvat, y también mencionada por el politólogo y maestro en Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, el mexicano Pablo Montaño, escritor de la serie El Tema y creador del popular Podcast 2050, en donde hace entrevistas desde el futuro para averiguar cómo fue que evitamos la crisis climática.

Aun así, de acuerdo con Montaño, la cinta ofrece una alegoría acertada de lo que llama «la estupidez fósil», a través del personaje interpretado por Mark Rylance: una suerte de Jeff Bezos, quien se opone a la destrucción del asteroide para poder minar sus metales preciosos. 

«Minar el asteroide. Minarlo para acabar con la pobreza, para la soberanía, para proveer salud o hacer más ricos a los asquerosamente ricos…», afirmó Pablo Montaño en un tuit. «Faltaron cosas [en la película] sin duda, y muchas, pero hay espacio para más películas, ya que vemos que hay audiencia para el tema. Podrán venir desde perspectivas distintas a la de EE. UU., más anticapitalistas, que reflejen el rol de comunidades y defensores». 

 

 

Otras perspectivas y narrativas. En eso concuerdan varios de los científicos citados en este artículo, quienes piden que Hollywood se salga de los blockbusters de ciencia y tecnología inverosímiles cuando se trata de abordar estos temas. 

«Espero que Hollywood esté aprendiendo a contar historias sobre el cambio climático que importen», comenta Peter Kalmus en su columna. «En lugar de historias que construyan una distancia cómoda entre los espectadores y el peligro en el que estamos mediante tecno-soluciones irreales para escenarios de desastres irreales. La humanidad necesita historias que hagan énfasis en los muchos absurdos que surgen de saber lo que viene, a nivel colectivo, mientras nos quedamos, también a nivel colectivo, sin hacer nada». 

No miren arriba se ha convertido ya en la segunda película original de Netflix más vista en la historia de la plataforma, solo detrás de Red Notice.

La entrada Lo que los científicos opinan sobre No miren arriba, la segunda película más vista de Netflix se publicó primero en Cine PREMIERE.



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