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¡OMG! Danna Paola será mamá

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La actriz Danna Paola se alista para su regreso a las telenovelas, esta vez desde la cadena Telemundo, e interpretara algo muy diferente a lo que ha hecho.
La joven será protagonista del melodrama “Quién es quién”, donde interpretará a Paloma, una madre que superará adversidades junto a su hijo.
De acuerdo a la cadena televisiva, Danna Paola se encuentra muy contenta por su participación en el proyecto, ya que marca su regreso a la televisión después de dedicarse al cine y al teatro los últimos cinco años.

“Para mí es un honor formar parte de la gran familia de Telemundo y sobre todo protagonizar un proyecto tan importante como este”, comentó la actriz. “Sé que la historia les encantará y me verán interpretando a un personaje único, lleno de matices que me distinguirán de todo lo que he hecho anteriormente”

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Al despliegue desorbitado de centros de datos para la IA le ha salido un nuevo problema: las cavernas de sal

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En el imaginario colectivo, la inteligencia artificial es una nube etérea de algoritmos. La realidad es mucho más compleja y lo que sabemos a ciencia cierta es que un devorador de energía que necesita “comer” constantemente. Satya Nadella, CEO de Microsoft, lo ha resumido con una crudeza inusual: “El problema ya no es que le falten chips de Nvidia, sino que no hay suficientes enchufes”. 

Y para que esos enchufes tengan corriente las 24 horas del día con la fiabilidad del 99,999% que exige el sector, las Big Tech han acabado mirando hacia donde nadie esperaba: a miles de metros bajo el suelo, hacia las cavernas de sal.

Cuando los bits chocan con el subsuelo. La carrera por la IA ha entrado en una fase de “inicio lento” en la construcción de estas cavernas subterráneas, lo que podría obstaculizar el despliegue de los centros de datos. Según Fortune, la razón es matemática ya que estas infraestructuras digitales no toleran interrupciones y requieren una fiabilidad extrema.

Para garantizar ese flujo constante, el gas natural se ha convertido en el respaldo indispensable. Sin embargo, como explican, no basta con producir gas; hay que guardarlo. Las proyecciones del sector indican que solo se ha planificado aproximadamente la mitad de almacenamiento que será necesario para cubrir la demanda futura. Sin estas cuevas artificiales excavadas a miles de metros bajo la superficie, los hiperescaladores (Google, Amazon, Meta) quedan a merced de los gasoductos, vulnerables a corrosión, deslizamientos de tierra o fenómenos climáticos extremos.

¿Pero por qué cavernas de sal? La respuesta técnica reside en la flexibilidad. Como detallan expertos en Fortune, existen dos formas de almacenar gas: en yacimientos agotados de petróleo o en cavernas de sal.

Los primeros son más baratos, pero estructuralmente lentos. El gas se inyecta en verano y se extrae en invierno, siguiendo un ciclo estacional clásico. La IA, en cambio, no entiende de estaciones. Sus picos de demanda son constantes, repentinos y difíciles de prever. Las cavernas de sal, creadas inyectando agua para lixiviar el mineral, actúan como un pulmón de alta presión: permiten inyectar y extraer gas con una frecuencia mucho mayor, adaptándose a la volatilidad de la red eléctrica que alimenta a los servidores.

El “superciclo 2.0”.  Ante este escenario, empresas como Enbridge han tomado la delantera. Greg Ebel, CEO de la compañía, ha confirmado que están expandiendo sus instalaciones de Egan (Luisiana) y Moss Bluff (Texas). “Esta demanda cambia drásticamente la economía del suministro”, afirmaba.

Pero no es suficiente. Jack Weixel, analista de East Daley Analytics, advierte de que se necesita el doble de la capacidad que se planea actualmente. Proyectos como el Freeport Energy Storage Hub (FRESH), en Houston, buscan conectar hasta 17 gasoductos a un nuevo domo de sal para 2028, pero los tiempos de construcción —a menudo superiores a los cuatro años— chocan con la urgencia de la IA. 

Por su parte, Jim Goetz, CEO de Trinity Gas Storage, lo define como el “superciclo del almacenamiento 2.0”. Su empresa acaba de alcanzar la decisión final de inversión (FID) para ampliar su capacidad en el este de Texas, buscando dar soporte a infraestructuras críticas como Stargate, el titánico proyecto de 500.000 millones de dólares de OpenAI y Microsoft.

La sombra de la duda. La pregunta de fondo no es solo si las cavernas de sal funcionan —funcionan—, sino qué tipo de sistema energético están consolidando. El gas natural es rápido, flexible y fiable, pero también introduce nuevas dependencias y riesgos. Según advierten analistas, la infraestructura de gas en la Costa del Golfo es especialmente vulnerable a fenómenos climáticos extremos. Un huracán directo sobre Texas o Luisiana puede interrumpir producción, exportaciones y transporte al mismo tiempo. En ese escenario, incluso con gas disponible en otras regiones, la falta de almacenamiento cercano puede dejar a los centros de datos sin respaldo eléctrico.

A esto se suma la cuestión del precio. El aumento sostenido de la demanda para alimentar centros de datos, exportaciones de GNL y reindustrialización ya está presionando al alza las facturas de gas y electricidad. Sin suficiente capacidad de almacenamiento, esa volatilidad se amplifica. Como señalan desde el sector, el almacenamiento actúa como un amortiguador; cuando falta, los picos se trasladan directamente al consumidor. Además, la crítica es más estructural ya que la IA está empujando a prolongar la dependencia de combustibles fósiles justo cuando gobiernos y empresas se comprometían a reducirla. 

Mirar más allá del gas. Conscientes de este límite físico, las grandes tecnológicas ya no miran solo a cavernas de sal y gasoductos. Buscan cualquier fuente de electricidad firme que no dependa exclusivamente del mercado energético tradicional.

Un ejemplo es Fervo Energy, una startup geotérmica que acaba de cerrar una de las mayores rondas de financiación del sector, con Google como inversor y cliente. Su apuesta por la geotermia avanzada —electricidad constante las 24 horas— refleja hasta qué punto la IA está redibujando el mapa energético. No se trata de una solución inmediata ni universal, pero sí de una señal clara: el problema ya no es tecnológico, sino energético.

¿Un problema solo de Estados Unidos? Estados Unidos es el epicentro, pero no el único escenario. El choque entre IA y energía es global, aunque las respuestas varían. En Europa, el auge de la IA está llevando a replantear el cierre de centrales de gas y carbón. Algunas eléctricas negocian reconvertir antiguas plantas en centros de datos, aprovechando su acceso a la red, al agua y a infraestructuras ya amortizadas. La lógica es la misma: energía firme, inmediata y disponible.

China, por su parte, ha optado por otro camino. Pekín no solo impulsa centros de datos submarinos o grandes clústeres energéticos en provincias interiores, sino que subvenciona directamente la electricidad que alimenta a su IA. El objetivo es abaratar el “combustible” de los modelos digitales y compensar la menor eficiencia energética de los chips nacionales frente a los de Nvidia.

El retorno al subsuelo. En todos los casos, el patrón se repite. Las renovables crecen, pero no lo suficientemente rápido ni con la estabilidad necesaria para sostener la demanda de la IA a corto plazo. El gas —con cavernas de sal, turbinas temporales o centrales recicladas— se convierte en la muleta inevitable.

En nuestra carrera por crear una inteligencia que viva en el plano de las ideas, hemos terminado regresando a la minería, a la perforación y a las profundidades de la Tierra. Puede que el futuro de la IA no se decida solo en laboratorios o centros de datos, sino en algo mucho menos visible: quién controla el subsuelo que mantiene encendidos sus enchufes.

Imagen | Freepik y Freepik

Xataka | En Finlandia ya saben cómo lidiar con el exceso de calor de los centros de datos: convertirlo en calefacción urbana

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Hoy en Espectacular: Litzy huyó de la fama, Ariadne Díaz defiende a Maite Perroni y famosos despiden 2025

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Senna nos ha devuelto la pasión por una Fórmula 1 que ya no existe. Y su sonido es clave para entender su éxito

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1 de marzo de 1981. Brands Hatch, Reino Unido.

Había peleado por dos mundiales de karting pero seguía siendo un completo desconocido para el gran público. Ni si quiera en Inglaterra, donde la pasión por el automovilismo está varios pasos por delante de otros países europeos, eran conscientes de lo que estaban viendo. 

Brasileño de pelo ensortijado. Cara de un niño en el cuerpo de un chaval de 21 años. La mirada arrogante de quien se sabe superior. Y es superior. Aquel día fue quinto a los mandos de su Van Diemen. Bastaron dos semanas para que consiguiera su primera victoria

Con el circuito encharcado, Ayrton Senna da Silva pidió a su equipo que pusiera toda la presión posible a sus neumáticos. Cuentan que nadie en el equipo creyó en aquella decisión pero como piloto que pagaba por tener un asiento asegurado, los mecánicos cumplieron órdenes. 

El resto es historia. 

El piloto brasileño empezó a encadenar victorias. Seis carreras disputadas aquel año en la Formula Ford 1600 con cuatro victorias. 12 victorias de las 19 mangas en las que tomó la salida. 

Al final de aquel mismo año, Ayrton Senna cumplía con el compromiso familiar y la promesa a Lilian de Vasconcelos Souza, entonces novia y luego breve mujer del considerado como el piloto de Fórmula 1 más talentoso de la historia. Senna volvía a su país para llevar el negocio familiar. Pero ya había experimentado lo que era ganar. Ya había experimentado lo que era ser el mejor. 

Y volvió para ganarlo todo. 

Existen, están en alguna parte

Más de 40 años después de aquella carrera de Brands Hatch, Netflix estrenaba Senna. “Mientras seguíamos buscando, grabamos un Fórmula Ford en Suecia, un FF 1600”, quien habla es Gabriel Gutiérrez, diseñador de sonido de la serie de seis episodios en los que se recrea la vida del piloto trabajando con, entre otras herramientas, Dolby Atmos. 

Senna habla del lado humano del piloto, de su vida privada y su camino para convertirse en triple campeón del mundo. Pero si algo atrae a un aficionado es el montaje de las imágenes, las recreaciones a bordo de monoplazas míticos. Recreaciones que no serían nada sin su sonido. 

“Recibí una llamada de un supervisor de postproducción de Brasil, Gabriel Queiroz, que me habló de un nuevo proyecto de Vicente Amorim, con quien ya había trabajado en Santo. Desde el principio, empezamos a buscar coches a nivel mundial y cómo conseguir modelos de esa época para salir a grabarlos”, explica Gutiérrez sobre cómo se construyó Senna. 

“El rodaje se iba a realizar con réplicas de los coches que eran modelos construidos a medida, fantásticos, con una enorme precisión, pero sus motores no eran de carreras de Fórmula 1”, aclara Gutiérrez. 

Ayrton Senna Beginning Formula Ford 1981 Van Diemen
Ayrton Senna Beginning Formula Ford 1981 Van Diemen

Ayrton Senna en la Formula Ford 1600 en 1981

Y ahí comienza el reto: conseguir grabar los modelos más icónicos pilotados y contra los que compitió Ayrton Senna durante toda la década de los años 80 y principios de los 90. “Mucha gente nos dijo que estábamos locos, que jamás lo íbamos a conseguir, que esos coches estaban desmontados y que no existen”. 

Pero vaya si existen. 

Quien ha ido alguna vez a ver una carrera de Fórmula 1 hay algo que no olvida: el sonido. No tienen nada que ver los actuales V6 híbridos con el brutal aullido de los V10 de finales de los 90 y principios de los 2000 que el propio Senna no llegaría a ver. 

Lo que sí tuvo entre manos fueron monoplazas de una época que no volverá. Entre su debut en la Fórmula 1 en 1984 y el fatídico 1 de mayo de 1994 cuando perdió la vida en la curva de Tamburello del circuito de Imola (San Marino) por la Fórmula 1 desfilaron los V8 turbo y los V10 y V12 atomosféricos, estos últimos de un sonido brutal, más ronco que la vuelta de los V10 a partir de 1995. 

Sonidos puros, sin rastro de electrificación que dentro del habitáculo bailaban al son del golpeteo metálico de la palanca de la caja de cambios. Del pisotón al embrague para reducir marcha, el juego con el acelerador para sincronizar las revoluciones de un motor que se iba por encima de las 10.000, 11.000, 12.000 rpm. El petardeo del motor antes de tomar la primera chicane de Monza donde los Ferrari de Berger y Alboreto asistían anonadados al abandono de Ayrton Senna tras chocar Jean-Louis Schlesser y conseguir la única victoria que rascarían a los McLaren en todo 1988. El golpe de acelerador a su salida y el aullido con cada cambio de marchas antes de llegar a la Parabólica y enfilar la recta de meta. El no menos poderoso grito de los tifosi en las gradas al comprobar que volvían a lo más alto del podium en Monza cuando apenas tres vueltas antes lo veían ya imposible. 

Eran años de conducción pura, de sentidos. De vista, olfato, tacto… y oído. 

Para los protagonistas y quienes los admiraban. Para quienes veían a un brasileño debutante nadar entre raíles en Mónaco en 1984, poniendo en peligro la victoria de un ya reputado Alain Prost que consiguió parar la carrera antes de su final, repartiendo la mitad de los puntos en una decisión que acabaría por costarle el Campeonato del Mundo a final de año a favor de Niki Lauda. 

Senna
Senna

Ayrton Senna a bordo del Lotus 97T

“Pudimos grabar el Toleman original de Ayrton Senna de 1984 y el Lotus original, el modelo 97T en el Lotus Classic Track en Oxford, que fue una grabación fantástica. El Toleman se posicionó como el nuevo coche protagonista para nosotros, el preferido”, explica Gutiérrez. Para entonces, ya habían conseguido un buen puñado de los monoplazas que marcaron una época. ¿Cómo? Moviéndose entre la bruma.

Explica el diseñador de sonido de Senna que su primera idea fue hablar con Frank Cruz, quien ocupó ese mismo puesto en Rush de Ron Howard, película que trata el duelo entre Niki Lauda y James Hunt en el Campeonato del Mundo de 1976. La película había encandilado a los fans por las emociones transmitidas por los monoplazas, por la sensación de velocidad experimentada, por su sonido. 

Explica que Cruz le puso en contacto con Max Lachmann, experto en sonido sobre el que recayeron las grabaciones de los coches de Rush y cuya empresa Pole Position ya da una idea de su afición al mundo de las carreras. Entonces, comenzó la caza. Había que encontrar los coches, luego convencer a los propietarios y, por último, grabarlos a pleno rendimiento.

Gutiérrez explica que el tiempo corría sin muchas noticas hasta que alguien les da un chivatazo: un “secret event” en Donington Park. Allí iban a salir a la pista unos cuantos monoplazas clásicos. Habían conseguido la llave de la primera puerta. Tenían en sus manos el visto bueno para grabar el V8 Cosworth con el que Nelson Piquet consiguió su primer Mundial a bordo del Brabham BT49C, el V8 del brevísimo paso del equipo Leyton House Racing y uno de los unicornios: el McLaren MP4/6 con motor V12 con el que Senna se alzó con su tercer título. 

Ese primer paso fue clave. Luego llegarían el resto de modelos, cuenta Gutiérrez. Fue entonces cuando apareció aquel coche clave aunque menos recordado en Suecia, el monoplaza de la Formula Ford 1600 de 1981 que era clave para recrear la historia. Pero, sobre todo, parecieron otras tres unidades. En Chicago, un coleccionista guardaba como oro en paño una unidad del McLaren MP4/4, el MP4/5 y el MP4/6 que marcaron la historia de Senna en la escudería inglesa. 

Y hay que grabarlos

El equipo de sonido Senna, la serie que se puede ver en Netflix, tenía los coches. Tenía, al menos, todas las motorizaciones que se utilizaron en aquellos años. Pero quedaba lo más complicado: grabar. 

Y es que tener los coches disponibles era solo el primer paso. Había que convencer a los propietarios de poner a pleno rendimiento sus joyas para conseguir el sonido original de los motores. Delicados monoplazas con más de 30 años a sus espaldas a los que había que sacar al circuito para poner en riesgo su mecánica y toda su integridad. 

Para ello, explica Gutiérrez, fue imprescindible tener una buena sintonía con el piloto. Max Lachmann fue el sonidista final de la serie, el encargado de recoger el sonido de los motores y los monoplazas. Explica que dispusieron micrófonos en todos los lugares donde podían… pero que esos lugares eran extremadamente reducidos.

El mayor dolor de cabeza lo ofrecía el propio grabador. Mientras que los micrófonos se podían distribuir por la carrocería, en el alerón trasero junto al motor o dentro del habitáculo, un grabador ocupa demasiado espacio. La única manera que se encontró fue situarlo entre las piernas del piloto. Complicado teniendo en cuenta que los grabadores sufren con la fuerza experimentada por los monoplazas y que éstos tenían que salir a la pista para rodar en stints de 15 o 20 minutos, al menos, buen ritmo.

Ayrton Senna In 1988
Ayrton Senna In 1988

Ayrton Senna con el McLaren MP4/4

La situación, por tanto, es delicada. Cuando hace más de tres décadas se diseñaron estos motores se hicieron pensando en el máximo rendimiento, en jugar en el filo para sacar la máxima potencia comprometiendo al mínimo la fiabilidad. Después de 30 años, está claro que el riesgo de romper es mucho mayor.

Así sucedió, de hecho, con el McLaren MP4/6 grabado en Donington Park antes de encontrar las unidades de Chicago cuya caja de cambios pasó a mejor vida. También rompió el Lotus 97T prestado por el equipo para las grabaciones. El equipo de sonido sabía que tenían que maximizar los recursos y por eso dispusieron micrófonos de ambiente en todas las rectas y curvas de los circuitos donde se grababan los coches. 

El siguiente paso es artesanía pura

Explica Gutiérrez que una vez recogidas todas las muestras de sonido comienza un ejercicio de montaje en el que hay que ser extremadamente cuidadoso. 

“Cuando grabas motores lo único que se escucha es el motor, porque es un sonido de muchísima presión sonora, roba cualquier detalle de cualquier otro elemento. Entonces empezamos a construir el resto de los elementos, lo que sería la fisicalidad de cada coche. Es decir, cómo sería el posible traqueteo de la carrocería en función de cómo está el circuito, de si está pisando el piano, y cómo pueden vibrar los alerones o la mecánica del coche, el detalle de las ruedas cuando están frotándose contra el asfalto. Si es en seco, si es en mojado, cómo estaba elaborado en montaje, la creación de lo que serían los cambios de marcha y la mecánica, es decir, cómo es la mecánica, la rítmica y la métrica del cambio de marchas”

Es realmente esto lo que crea la obra. Y es que el sonido del motor es clave pero para meternos en la serie, para sentir la presión que recae sobre Senna en su casa, en Interlagos, cuando consigue su tercer y último título de Campeón del Mundo de Fórmula 1. Pero también para recrear con la máxima precisión el toque con Alain Prost en el Gran Premio de Japón de 1989. Y la repetición de la escena en 1990.

Historias de otra Fórmula 1. 

De una historia que pareciera que uno puede oler y tocar. 

Pero que, desde luego, puede oír. 

Foto | Instituto Ayrton Senna y Jerry Lewis-Evans

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