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Detienen dos semanas a actriz canadiense de “American Pie” en su viaje de México a EU para pedir la renovación de su visado de trabajo

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EFE.- Una actriz y empresaria canadiense denunció que fue detenida durante casi dos semanas por las autoridades migratorias estadounidenses cuando viajó de México a Estados Unidos y solicitó la renovación de su visado de trabajo.

Jasmine Mooney, de 35 años de edad y quien apareció en el film “American Pie Presents: The Book of Love” (2009), llegó a Vancouver el sábado tras permanecer internada durante casi dos semanas en varios centros de detención en el suroeste de Estados Unidos.

Según declaró Mooney a medios locales, el 3 de marzo intentó viajar de México a la localidad estadounidense de San Ysidro, en California, para renovar su visado de trabajo que había caducado en 2024.

Allí, su visado fue denegado. Las autoridades estadounidenses, en vez de expulsarla del país, la retuvieron inicialmente durante tres noches en el cruce fronterizo de San Ysidro encadenada, según su propia declaración.

De ahí fue trasladada al centro de detención Otay Mesa, en San Diego, donde pasó otras tres noches, y posteriormente al centro de detención San Luis de Arizona.

Finalmente, Mooney fue expulsada por vía aérea a Vancouver, Canadá, a donde llegó en la madrugada del sábado.

Mooney ha declarado que el trato que recibió de las autoridades estadounidenses fue “inhumano” y que no entiende por qué fue detenida o cómo fue liberada.

El Servicio de Control de Migración y Aduanas (ICE, en inglés) señaló en un comunicado enviado a medios de comunicación estadounidenses que Mooney fue detenida por no estar en posesión de la documentación adecuada.

ICE añadió que la detención fue fruto de uno de los decretos firmados por el presidente estadounidense, Donald Trump, que indica que “todos los extranjeros que infrinjan las leyes de migración de Estados Unidos puede estar sujetos a arresto, detención y, si se determina su expulsión mediante una orden final, ser deportados de Estados Unidos independientemente de su nacionalidad”. 

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Muere la actriz belga Emilie Dequenne a los 43 años tras luchar contra un cáncer raro

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EFE.- La actriz belga Emilie Dequenne, ganadora de una Palma de Oro en Cannes en 1999 por su interpretación en “Rosetta”, falleció en la noche del domingo a los 43 años a causa de un tipo raro de cáncer.

La intérprete, que sufría un cáncer de la glándula adrenocortical, murió en un hospital de Villejuif, en la periferia de París, en el que estaba recibiendo cuidados paliativos, informan medios locales.

Duquenne debutó a lo grande en el cine con 18 años con “Rosetta”, la cinta de los hermanos belgas Dardenne que logró la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1999 a la mejor película, y que también valió a la intérprete el mismo galardón a la mejor actriz.

A partir de ahí, Duquenne se asentó en el cine francés y trabajó con los mejores realizadores de este país en 60 obras de cine y televisión, con títulos como “Le Pacte des loups” (2001), “Le grand Meaulnes” (2006), “Charlotte Corday” (2008) o “Pas son genre” 2014).

Recibió un total de cinco nominaciones a los premios César, los más importantes del cine francés, y logró el galardón en una ocasión, en la edición de 2021 como mejor actriz de reparto por “Les Choses qu’on dit, les Choses qu’on fait”.

Duquenne anunció en octubre de 2023 su enfermedad, de la que habló en público con valentía, tanto en entrevistas de prensa como en sus redes sociales.

En abril de 2024 anunció que estaba en remisión completa aunque debía realizar seguimientos ante una posible reaparición de la enfermedad, y en diciembre pasado comunicó que había recaído y que iba a continuar su lucha.

“Todos hemos quedado marcados por sus interpretaciones conmovedoras de papeles poderosos. El cine francófono ha perdido demasiado pronto a una actriz de talento que todavía tenía mucho que ofrecer”, lamentó en redes sociales la ministra francesa de Cultura, Rachida Dati. 
 

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La fiebre por el vino francés llevó a los magnates chinos a comprar castillos en Burdeos. Ahora se deshacen de ellos

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En 2008 el Château Latour Laguens, una bodega situada en la región vinícola de Entre-Deux-Mers, en el suroeste de Francia, fue noticia dentro y fuera del país. Sobre todo dentro. Su edificio neomedieval y almenado y las 30 hectáreas de viñedos que lo rodean pasaron a manos de un holding chino que lo compró a cambio de una pequeña fortuna. Se hablaba de un millón de euros. En una crónica en la que presentaba la operación como “una primicia para la viticultura gala”, Le Figaro apuntaba incluso al doble: dos millones de euros.

A finales de 2024 el château volvió a ser noticia, aunque por una razón distinta: volvía a estar en venta, aunque el precio de salida, sin contar las vides, era de 150.000 euros. En su día Latour Laguens fue un símbolo del interés chino por el vino de Burdeos. Ahora lo es por lo contrario.

Burdeos con sello chino. La venta del château de Entre-Deux-Mers (allá por 2008) despertó interés, más que por la operación en sí o su importe, por lo que representaba. Había dos buenas razones para ello. Primero, el castillo producía cada año unas 160.000 botellas de vino con la denominación de origen Bordeux-Bordeux Supérieur. Segundo, la compra no fue fruto de un capricho estrafalario de un millonario asiático. Al contrario. Reveló el interés de China por los vinos galos y su deseo de entrar de lleno en el negocio.

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¿A quién no le va a gustar un château? AFP calcula que a la operación de Latour Laguens le siguieron otras muchas. Muchísimas. La agencia francesa habla de más de 200 fincas del sudoeste de Francia, conocida por los viñedos de Burdeos. Durante años los inversores chinos parecieron fascinados por las bodegas y las oportunidades de negocio que les brindaban. Las buenas expectativas atrajeron a nombres como el magnate inmobiliario Edwin Cheung; Richard Shen Dongjun, dueño de una cadena de joyerías; o Jack Ma, fundador de Alibaba.

En agosto de 2016 Financial Times estimaba que los chinos habían adquirido ya un centenar y medio de fincas de Burdeos, protagonizando buena parte de las ventas de viñedos que se cerraban cada año con elegantes castillos. En 2019 South China Morning Post aseguraba que eran ya 175 las bodegas de Burdeos adquiridas por inversores chinos en cuestión de nueve años. Alguna operación (como la de la venta de un château del siglo XII en una de las principales DO de Borgoña) incluso levantó ampollas entre los vinicultores locales.

Pero… ¿Por qué ese boom? ¿Por qué los magantes chinos compraban viñedos, bodegas y castillos de Burdeos? ¿Qué buscaban? Esa misma pregunta se la hacía antes de la pandemia la prensa asiática y su respuesta era clara: diversificación de carteras con activos respaldados por euros y el deseo de sacar tajada de las exportaciones de botellas. Eso sin contar con el prestigio social que daba tener una bodega gala.

“Reconocen que China representa un nuevo y vasto mercado para la demanda de vino”, señalaba el responsable de una firma habituada a mediar en compras de viñedos con inversores asiáticos. Las cifras eran desde luego prometedoras.

En 2016 había estudios que apuntaban que en 2025 unos 300 millones de chinos estarían dispuestos a pagar entre 30 y 50 euros por una botella de Burdeos, lo que no está nada mal si se tiene en cuenta que sumados impuestos y la factura del envío a China el precio de coste era de entre siete y 10 euros. Una agencia explicaba a Financial Times que habría fincas que quedarían amortizadas en dos o tres años.

De los planes a las cifras. La realidad resultó ser algo más compleja. Para empezar por la deriva de la demanda china de vino. Las tablas de Statista muestran que, aunque en 2023 el país consumió 680 millones de litros, lo que lo convierte en uno de los grandes mercados del mundo, sus datos se han ido alejando del pico de consumo de 2017, previo a la pandemia.

En un contexto de caída de consumo de vino a nivel mundial, el de China se contrajo además de forma pronunciada, un 24,7%. Los dos últimos ejercicios tampoco han sido buenos para el sector vinícola francés en lo que a exportaciones se refiere, en parte por la caída en las importaciones de China, que en 2024 anotó un descenso interanual de cerca del 20%.

Fin del “espejismo” chino. En junio Le Monde hablaba directamente del “fin del espejismo chino para los vinos de Burdeos”, un cambio en el mercado que se explica con un dato clave: las importaciones de vinos extranjeros en el gigante asiático se contrajeron más de un 60% entre 2017 y 2023. La caída además ha sido especialmente pronunciada desde 2022.

¿El motivo? China se ha convertido en un país productor con miles de hectáreas y en el que se demanda la uva nacional. En juego entran además algunos factores culturales. “A los chinos no les gusta el vino, no es más complicado que eso”, zanja el dueño de una bodega de Médoc. En su opinión su mercado se inclina más por el alcohol de arroz o cerveza. Sigue siendo inmenso y valioso para los caldos exclusivos, pero el peso del vino en el consumo chino es bajo.

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¿Es el único motivo? No. Para entender lo ocurrido a lo largo de los últimos años en Francia, tras el desembarco de inversores chinos, hay que manejar más claves. En la ecuación entran también los cambios impulsados por Pekín relacionados con las inversiones en el extranjero o un cálculo equivocado de partida sobre los costes que implica gestionar hectáreas de viñedos y una bodega en Francia. Las autoridades del país han confiscado además nueve châteaux vinícolas adquiridos en su día por Naijie Qu tras su condena por blanqueo.

“Los europeos razonan en términos de generaciones. Los inversores chinos piensan en ciclos de cinco años, tras los cuales es bastante normal vender”, apunta el financiero hongkonés Hugo Tian a AFP. Otro experto, Benoit Lechenault, coincide en que hubo inversores que perseguían “un rendimiento inmediato” elaborando vino por menos de cinco euros para venderlo a 20 o 100, en ocasiones “sobreestimando” sus propias posibilidades y “subestimando” los costes.

Otra cifra: 50 châteaux. El resultado es que la realidad tiene hoy poco que ver con la de hace unos años. En Francia sigue habiendo inversores chinos optimistas y con visión a largo plazo, pero el pasado otoño AFP y cadenas francesas como BFMTV o Europe1calculaban que, tras el boom inicial, había empresarios deshaciéndose de sus viñedos. En concreto hablaban de cerca de 50 châteaux de Burdeos a la venta. La misma cifra compartía hace unos días Li Li-juan, comerciante de vinos, con el medio suizo Watson: medio centenar de bodegas de Burdeos “chinas” buscan ahora comprador.

El escenario es complejo, porque como reconocen desde el propio sector, el “espejismo” chino hizo algo más que engordar las expectativas sobre las posibilidades de las exportaciones. Hace unos meses el dueño de Château Branaire-Ducru explicaba que el mercado chino ha “enmascarado” la “sobreproducción” de vino de la región de Burdeos. “Tan pronto como China dejó de importar, Burdeos se vio gravemente afectado por su excedente estructural de vino”, confiesa.

Imágenes | Olive Titus (Flickr) 1 y 2 y Dominique Garcin-Geoffroy (Flickr)

En Xataka | Si la pregunta es cuál es el futuro del vino, cada vez más bodegas de Burdeos lo tienen claro: el vino sin alcohol

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La fiebre por el vino francés llevó a los magnates chinos a comprar castillos en Burdeos. Ahora se deshacen de ellos

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En 2008 el Château Latour Laguens, una bodega situada en la región vinícola de Entre-Deux-Mers, en el suroeste de Francia, fue noticia dentro y fuera del país. Sobre todo dentro. Su edificio neomedieval y almenado y las 30 hectáreas de viñedos que lo rodean pasaron a manos de un holding chino que lo compró a cambio de una pequeña fortuna. Se hablaba de un millón de euros. En una crónica en la que presentaba la operación como “una primicia para la viticultura gala”, Le Figaro apuntaba incluso al doble: dos millones de euros.

A finales de 2024 el château volvió a ser noticia, aunque por una razón distinta: volvía a estar en venta, aunque el precio de salida, sin contar las vides, era de 150.000 euros. En su día Latour Laguens fue un símbolo del interés chino por el vino de Burdeos. Ahora lo es por lo contrario.

Burdeos con sello chino. La venta del château de Entre-Deux-Mers (allá por 2008) despertó interés, más que por la operación en sí o su importe, por lo que representaba. Había dos buenas razones para ello. Primero, el castillo producía cada año unas 160.000 botellas de vino con la denominación de origen Bordeux-Bordeux Supérieur. Segundo, la compra no fue fruto de un capricho estrafalario de un millonario asiático. Al contrario. Reveló el interés de China por los vinos galos y su deseo de entrar de lleno en el negocio.

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¿A quién no le va a gustar un château? AFP calcula que a la operación de Latour Laguens le siguieron otras muchas. Muchísimas. La agencia francesa habla de más de 200 fincas del sudoeste de Francia, conocida por los viñedos de Burdeos. Durante años los inversores chinos parecieron fascinados por las bodegas y las oportunidades de negocio que les brindaban. Las buenas expectativas atrajeron a nombres como el magnate inmobiliario Edwin Cheung; Richard Shen Dongjun, dueño de una cadena de joyerías; o Jack Ma, fundador de Alibaba.

En agosto de 2016 Financial Times estimaba que los chinos habían adquirido ya un centenar y medio de fincas de Burdeos, protagonizando buena parte de las ventas de viñedos que se cerraban cada año con elegantes castillos. En 2019 South China Morning Post aseguraba que eran ya 175 las bodegas de Burdeos adquiridas por inversores chinos en cuestión de nueve años. Alguna operación (como la de la venta de un château del siglo XII en una de las principales DO de Borgoña) incluso levantó ampollas entre los vinicultores locales.

Pero… ¿Por qué ese boom? ¿Por qué los magantes chinos compraban viñedos, bodegas y castillos de Burdeos? ¿Qué buscaban? Esa misma pregunta se la hacía antes de la pandemia la prensa asiática y su respuesta era clara: diversificación de carteras con activos respaldados por euros y el deseo de sacar tajada de las exportaciones de botellas. Eso sin contar con el prestigio social que daba tener una bodega gala.

“Reconocen que China representa un nuevo y vasto mercado para la demanda de vino”, señalaba el responsable de una firma habituada a mediar en compras de viñedos con inversores asiáticos. Las cifras eran desde luego prometedoras.

En 2016 había estudios que apuntaban que en 2025 unos 300 millones de chinos estarían dispuestos a pagar entre 30 y 50 euros por una botella de Burdeos, lo que no está nada mal si se tiene en cuenta que sumados impuestos y la factura del envío a China el precio de coste era de entre siete y 10 euros. Una agencia explicaba a Financial Times que habría fincas que quedarían amortizadas en dos o tres años.

De los planes a las cifras. La realidad resultó ser algo más compleja. Para empezar por la deriva de la demanda china de vino. Las tablas de Statista muestran que, aunque en 2023 el país consumió 680 millones de litros, lo que lo convierte en uno de los grandes mercados del mundo, sus datos se han ido alejando del pico de consumo de 2017, previo a la pandemia.

En un contexto de caída de consumo de vino a nivel mundial, el de China se contrajo además de forma pronunciada, un 24,7%. Los dos últimos ejercicios tampoco han sido buenos para el sector vinícola francés en lo que a exportaciones se refiere, en parte por la caída en las importaciones de China, que en 2024 anotó un descenso interanual de cerca del 20%.

Fin del “espejismo” chino. En junio Le Monde hablaba directamente del “fin del espejismo chino para los vinos de Burdeos”, un cambio en el mercado que se explica con un dato clave: las importaciones de vinos extranjeros en el gigante asiático se contrajeron más de un 60% entre 2017 y 2023. La caída además ha sido especialmente pronunciada desde 2022.

¿El motivo? China se ha convertido en un país productor con miles de hectáreas y en el que se demanda la uva nacional. En juego entran además algunos factores culturales. “A los chinos no les gusta el vino, no es más complicado que eso”, zanja el dueño de una bodega de Médoc. En su opinión su mercado se inclina más por el alcohol de arroz o cerveza. Sigue siendo inmenso y valioso para los caldos exclusivos, pero el peso del vino en el consumo chino es bajo.

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¿Es el único motivo? No. Para entender lo ocurrido a lo largo de los últimos años en Francia, tras el desembarco de inversores chinos, hay que manejar más claves. En la ecuación entran también los cambios impulsados por Pekín relacionados con las inversiones en el extranjero o un cálculo equivocado de partida sobre los costes que implica gestionar hectáreas de viñedos y una bodega en Francia. Las autoridades del país han confiscado además nueve châteaux vinícolas adquiridos en su día por Naijie Qu tras su condena por blanqueo.

“Los europeos razonan en términos de generaciones. Los inversores chinos piensan en ciclos de cinco años, tras los cuales es bastante normal vender”, apunta el financiero hongkonés Hugo Tian a AFP. Otro experto, Benoit Lechenault, coincide en que hubo inversores que perseguían “un rendimiento inmediato” elaborando vino por menos de cinco euros para venderlo a 20 o 100, en ocasiones “sobreestimando” sus propias posibilidades y “subestimando” los costes.

Otra cifra: 50 châteaux. El resultado es que la realidad tiene hoy poco que ver con la de hace unos años. En Francia sigue habiendo inversores chinos optimistas y con visión a largo plazo, pero el pasado otoño AFP y cadenas francesas como BFMTV o Europe1calculaban que, tras el boom inicial, había empresarios deshaciéndose de sus viñedos. En concreto hablaban de cerca de 50 châteaux de Burdeos a la venta. La misma cifra compartía hace unos días Li Li-juan, comerciante de vinos, con el medio suizo Watson: medio centenar de bodegas de Burdeos “chinas” buscan ahora comprador.

El escenario es complejo, porque como reconocen desde el propio sector, el “espejismo” chino hizo algo más que engordar las expectativas sobre las posibilidades de las exportaciones. Hace unos meses el dueño de Château Branaire-Ducru explicaba que el mercado chino ha “enmascarado” la “sobreproducción” de vino de la región de Burdeos. “Tan pronto como China dejó de importar, Burdeos se vio gravemente afectado por su excedente estructural de vino”, confiesa.

Imágenes | Olive Titus (Flickr) 1 y 2 y Dominique Garcin-Geoffroy (Flickr)

En Xataka | Si la pregunta es cuál es el futuro del vino, cada vez más bodegas de Burdeos lo tienen claro: el vino sin alcohol

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