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vómito de la era de los dinosaurios
Toparnos mientras vamos de paseo con el fruto regurgitado de una indigestión no suele ser una experiencia agradable. Pero puede llegar a serlo. Por ejemplo, si esos desechos lleven fosilizados millones de años y si precisamente nos dedicamos a la búsqueda de fósiles, podría ocurrir lo contrario: podría convertirnos en el descubridor de uno de los vómitos más antiguos jamás hallados.
Vómito cretácico. Hace unos días, el Museo de Selandia Occidental (Østsjællands Museum), el Dinamarca, anunciaba un singular descubrimiento: un regurgitalito, es decir, restos de vómito fosilizado. El hallazgo fue realizado por Peter Bennicke, un aficionado a la búsqueda de fósiles, que dio cuenta del mismo a la institución local.
La dieta cretácica. Desconocemos al autor de este “Pollock” prehistórico, pero quienes lo han estudiado asumen que se trata de algún pez que habitó del periodo Cretácico. Lo que sí sabemos es lo que engulló con tan poco atino: lirios de mar.
Según los análisis del fósil, en él se pueden hallar restos de dos especies distintas de crinoideos (Crinoidea), también llamados lirios de mar. Estos animales son unos invertebrados cyuos parientes vivos más cercanos son los eleuterozoos (Eleutherozoa), un subfilo al que pertenecen las estrellas, margaritas y pepinos de mar.
“Realmente es un hallazgo inusual. Los lirios de mar no son una dieta particularmente nutritiva ya que consisten principalmente de placas calcáreas sujetas por pocas partes blandas. Pero aquí tenemos a un animal, probablemente un tipo de pez, que hace 66 millones de años comió lirios de mar que vivían en el fondo del mar Cretácico y cuyas partes esqueléticas fueron regurgitadas”, explicaba en una nota de prensa Jesper Milàn, del museo geológico del Østsjællands Museum.
Stevns Klint. La pieza fue hallada en un área de gran interés geológico ubicada en la costa báltica de Dinamarca: Stevns Klint. Este entorno, en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2014, abarca unos 15 kilómetros de acantilados costeros y contiene rastros geológicos del meteorito de Chicxulub, el impacto que causó la gran extinción masiva del Cretácico-Paleógeno.
Más que una curiosidad. El hallazgo va más allá de la curiosidad. Un simple vómito puede ayudarnos a comprender mejor la dieta y la cadena trófica en el Mesozóico tardío, aunque puede plantear más preguntas que respuestas. Como por ejemplo la de qué tipo de animal fue el responsable del vómito o si era habitual que algunos animales incorporaran presas tan poco nutritivas como los lirios de mar a sus dietas.
En palabras de Jesper Milàn, un hallazgo como este “provee de nuevos e importantes conocimientos sobre la relación entre depredadores y presas y las cadenas alimentarias en los mares del Cretácico”.
Del regurgitalito al coprolito. Los fósiles “escatológicos” representan una categoría de lo más singular en la paleontología. Una categoría en la que también podríamos incluir los coprolitos, es decir, las heces fosilizadas por el paso del tiempo. Estos fósiles nos pueden ofrecer pistas sobre la dieta o los parásitos que afectaban a animales desaparecidos hace millones de años. También a nuestros ancestros en etapas más recientes de la prehistoria.
Imagen | Sualkdd
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los empleados del hogar de los ultrarricos que ganan más que Pedro Sánchez
En el mes de abril contamos una tendencia que comenzaba a circular entre ese sector de la civilización que es capaz de tener ocho o más cifras en la cuenta bancaria. Los ultrarricos, tras años gastándose auténticas fortunas en domotizar sus mansiones, habían decidido volver a los tiempos analógicos erradicando cualquier rastro de tecnología en los hogares. Pero una cosa es tirar leds, y otra muy distinta un Picasso.
Porque de las obras de arte y el mobiliario de lujo no se desentienden. De hecho, pagan a precio de oro su cuidado. Incluso más que un presidente de Gobierno.
El arte de limpiar el lujo. En el universo de los hogares más ricos del planeta, la limpieza ya no es una tarea doméstica: es una ciencia minuciosa, una habilidad altamente especializada y un trabajo de, atención, seis cifras. Lo contaba en un amplio reportaje Bloomberg con casos como el de Gina, que con 26 años de experiencia en el servicio doméstico, es hoy una executive housekeeper en la Bahía de San Francisco que gana más de 100.000 dólares al año por cuidar mansiones donde cada mueble es una obra de arte.
Su ascenso desde la limpieza básica hasta la gestión de residencias multimillonarias refleja un fenómeno global: la transformación de la limpieza del lujo en una profesión cualificada impulsada por la sofisticación del diseño contemporáneo y la escasez de personal entrenado. En estas casas, el error no se mide en manchas sino en miles de dólares: un roce mal calculado puede destruir el acabado original de un pomo o el brillo de una pieza de colección. En este ecosistema, la limpieza requiere tanto conocimiento técnico como una suerte de restaurador o incluso un conservador de museo.
La nueva frontera de limpiar. Todo esto se entiende debido al auge del diseño de alta gama, que ha elevado los estándares del trabajo doméstico a niveles inéditos. En las casas donde Gina trabaja, los objetos ya no son “muebles”, sino inversiones y fragmentos de historia: mesas de Diego Giacometti más caras que un Ferrari, sofás de Jean Royère tasados en millones o piezas de François-Xavier Lalanne que alcanzan cifras récord en subastas. Limpiarlas exige conocer los materiales, entender sus reacciones químicas y aplicar protocolos precisos.
Maderas, metales, tejidos, vidrio o ratán se convierten en desafíos de conservación más que de higiene. Los productos y herramientas comunes (como los populares Swiffer) son, según los expertos, enemigos de la conservación: alteran superficies, eliminan pátinas o introducen residuos químicos. Lo correcto es casi artesanal: humedecer las manos, usar un paño de algodón y mantener la humedad justa para atrapar el polvo sin dañar el material. La frontera entre limpiar y desinfectar, aparentemente trivial, es esencial: “No se puede desinfectar sin limpiar primero”, repiten los formadores, conscientes de que la ignorancia puede costar más que un salario anual.


Escasez y salarios astronómicos. El valor de estos profesionales se ha disparado. Antes de la pandemia, un ama de llaves con experiencia en el mantenimiento de hogares de lujo ganaba unos 60.000 dólares anuales. Hoy, esa cifra supera con facilidad los 100.000, más beneficios y bonus. De hecho, la demanda ha crecido al mismo ritmo que la riqueza extrema y la proliferación de objetos delicados. Empresas de formación como la de Charles MacPherson en Toronto ofrecen programas de cinco semanas que combinan comunicación con el empleador, seguridad doméstica y limpieza de diseño contemporáneo.
La falta de personal cualificado ha convertido a los housekeepers ejecutivos en un bien escaso y codiciado. Para que nos hagamos una idea, recordaban en Bloomberg que algunos son objeto de intentos de “fichaje” por parte de otros millonarios, conscientes de que un buen profesional puede ser la diferencia entre conservar o arruinar una colección. La competencia, explicaba Gina, es feroz: “Hay muy poca gente realmente profesional en esto, y muchos lo ven como un trabajo menor”. En realidad, el lujo ha redefinido la limpieza como una disciplina técnica donde el conocimiento pesa más que la fuerza, y la confianza, más que la jerarquía.
Del hogar al museo. El cambio cultural que rodea esta nueva élite de limpiadores refleja también una mutación en la relación de las clases altas con sus espacios. Los hogares de los multimillonarios se han convertido en híbridos entre vivienda y galería, donde el mantenimiento es parte del valor del patrimonio. Los propietarios no solo compran belleza, compran responsabilidad: cada objeto exige un régimen de conservación, y la limpieza se transforma en una extensión de la curaduría.
Aquí un error puede ser catastrófico: el caso del ama de llaves que, al intentar “devolver el brillo” a los tiradores de una puerta, eliminó una pátina intencionada y causó un daño de 75.000 dólares, es ya un clásico del sector. En estas casas, las manos que limpian no son invisibles: son parte del ecosistema que protege la inversión y sostiene la estética. La paradoja es que un oficio históricamente menospreciado se ha convertido, en la cima de la pirámide social, en una profesión tan delicada y exclusiva como los objetos que toca.
Economía de la precisión. El ascenso de la limpieza de lujo a categoría profesional pone en evidencia la lógica contemporánea del mercado: cuando la riqueza se multiplica y los objetos se vuelven irremplazables, el cuidado se convierte en un lujo en sí mismo. En este entorno, la escasez de personal preparado eleva los salarios, pero también redefine el prestigio del oficio.
La profesionalización del servicio doméstico de alta gama marca una nueva frontera en la economía de los cuidados: la del mantenimiento como arte. Si se quiere también, Gina y sus colegas ya no son limpiador@s, son guardianas del patrimonio material de una élite que prefiere pagar de más antes que arriesgar una pieza única. Así, en el silencio meticuloso de esas mansiones, donde cada superficie vale tanto como un coche deportivo, el trapo de algodón se ha convertido en símbolo de estatus, precisión y confianza.
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una selección de obras maestras y clásicos modernos rebosante del mejor cine
Con todo el inmenso catálogo de Warner a su disposición, tiene todo el sentido que HBO Max pueda ofrecernos una buena sartenada de películas de primera categoría. Y aunque abundan los rivales, cuando tenemos ganas de buen cine, HBO Max suele ser una opción prioritaria. Desde franquicias como DC o ‘El Señor de los Anillos’ a éxitos recientes de gran interés, pasando por clásicos absolutos. Nos damos un paseo por lo que tiene HBO Max para nosotros, y encontramos todo esto.
El mago de Oz (1939)


No importa las décadas que pasen, el colorido y la imaginación de este clásico permanecen intactos. Todos la hemos visto millones de veces, pero el adorable magnetismo de sus efectos, sus vestuarios, sus canciones y su Technicolor son una lección fantástica de toido lo que nos gusta del cine. ‘Wicked‘ ha revalorizado sus escenarios y su mundo de imaginación, pero francamente, nos quedamos con el no-del-todo ingenuo original. ¿’El Padrino’? ¿’Ciudadano Kane’? ¿’2001′? Quita, quita: esta es la auténtica obra maestra total del séptimo arte.
El resplandor (1980)


¿La película más aterradora de todos los tiempos? Bueno, puede ser. Lo que está claro es que es una de las mejores películas de su género de toda la historia, quizás la mejor adaptación de Stephen King y, sin lugar a dudas, una pesadfilla hiperinfluyente que ha dejado su huella en la cultura pop en forma de parodias, imitaciones y mil formas más de ecos en el tiempo. Jack Nicholson y Shelley Duvall dan vida a una pareja en crisis que se enfrenta a los espectros de un hotel encantado y aislado en la nieve, y Stanley Kubrick se encarga de darle un orden sicótico y enigmático a todo. Ah, si quieres más Kubrick, en HBO Max tienes también ‘La naranja mecánica‘ y ‘Eyes Wide Shut‘
Gremlins (1984) y Gremlins 2 (1990)


¿Estamos ante los bichos más entrañables de la historia del cine? Puede discutirse, aunque cuentan con nuestro voto a favor: estas dos producciones de Steven Spielberg dirigidas por Joe Dante y que forman una dupla única (aunque acaba de anunciarse una tercera entrega para 2027) aún pasman no solo por lo obvio (el carisma de los peluches, el magnífico plantel de protagonistas, su ritmo frenético), sino por el exquisito choque de géneros que proponen, especialmente la primera entrega. Una especie de mezcla alquímica de humor amable, horror violento y espíritu navideño que cobra vida gracias al anárquico espíritu destrozón de sus peludos protagonistas.
Pesadilla en Elm Street 1-5 (desde 1984)


Podemos entrar en múltiples discusiones sobre cuál es la mejor franquicia de terror de los ochenta. Cada cual tiene las suyas, pero nosotros nos quedamos con la protagonizada por Freddy Krueger: las cinco primeras entregas (faltan la más floja, la sexta, y el extrañísimo metacolofón de ‘La nueva pesadilla’) son gloriosos espectáculos de imaginación y efectos especiales tradicionales, cada una con su personalidad. De la sordidez sin límites de la inabarcable primera entrega al regreso a los orígenes de la quinta, pasando por el manifiesto queer involuntario de la segunda, la gloriosa mixtura de cine proto-superheroico y horror de la tercera o la verbena de látex y gore de la cuarta. Diversión sin límites.
Aliens el regreso (1986)


Aunque nada (ni la sonrisa de un niño, ni un atardecer perfecto en una isla desierta del Pacífico) puede superar a ‘Alien, el octavo pasajero’, su secuela entra en su propia categoría de leyenda de la acción y la ciencia ficción de los ochenta. Todo funciona como un absoluto misil en esta película: de la definición de los personajes a la evolución de Ripley, pasando por la presentación de la Reina Alien o el giro en la personalidad del nuevo sintético. Una absoluta maravilla que se puede revisar sin miedo una y otra vez.
Bitelchús (1988)


HBO Max tiene una considerable colección de películas de Tim Burton (la reciente secuela de Bitelchús, las dos ‘Batman’, la deliciosa ‘Mars Attacks!’ y las más bien horribles ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ y ‘Sombras tenebrosas’), pero nos quedamos con esta absoluta maravilla del inicio de su carrera, que aún hoy sigue pasmando por su mezcla orgánica y divertidísima de terror y comedia. Chistes gruesos, sátira venenosa de la normalidad burguesa, un diseño de personajes extraordinario, efectos especiales adorables e imaginación desbordante casi en cada plano.
Sin perdón (1992)
Por desgracia no hay casi nada del espléndido catálogo de Clint Eastwood en HBO Max (recomendamos, si quieres más, la también accesible por la plataforma ‘Mystic River‘), pero esta es una de sus mejores obras, así que no conviene dejar pasar la oportunidad. Una reformulación del western clásico que traza un puente entre el pasado del género, del que Eastwiood forma orgullosa parte, y lo que estaba por venir en los años venideros. Una maravilla rotunda en forma y fondo y con un reparto increible donde brillan el propio Eastwood, Gene Hackman, Morgan Freeman y Richard Harris.
Trilogía ‘El Señor de los Anillos’ (desde 2001)


Qué decir a estas alturas de una de las obras cumbres del cine de fantasía y aventuras de las últimas décadas: buena parte de su secreto está en partir de una saga literaria considerada también una leyenda del género, los tres libros de J.R.R. Tolkien. Con una espectacular puesta en escena y una profunda exploración de temas como la lucha entre el bien y el mal o la corrupción del poder, Jackson enhebró una saga que ha vivido coletazos como la última precuela en formato serie, pero que difícilmente veremos igualada. Equilibrando la épica de las batallas con momentos íntimos, estamos ante una obra de orfebrería que consigue comunicar, sin banalizarlo, la vastedad y complejidad del universo de Tolkien.
El protegido (2000)


Minusvalorada en su día por quienes esperaban una nueva ‘El sexto sentido’, esta película de superhéroes-que-no-lo-son-tanto se adelantó a toda la fiebre actual por el género, y ha acabado ganándose una consideración de culto hasta generar un par de secuelas de las que en HBO Max puedes ver la última, ‘Glass‘. El duelo entre Bruce Willis y Samuel L. Jackson como dos seres extraordinarios y al límite tiene resonancias casi míticas, y gracias al uso de la atmnósfera y el ritmo magistrakles de M. Night Shyamalan, ‘El protegido’ nos llega hasta hoy casi conservada en una burbuja exquisita donde solo se parece a sí misma.
Saga ‘Destino final’ (desde 2000)


La saga casi al completo (falta la cuarta, que suele perderse en estas compras de paquetes en plataformas), culminando con la reciente y magnífica ‘Lazos de sangre’, que reformula la idea originasl sin perder ni un ápice de su encanto. Ya sabes de qué va esto en la franquicia de terror juvenil más morbosa y malabarista: un grupo de chavales escapan por los pelos de un accidente rocambolesco, pero la muerte toma nota e intenta ir eliminándolos en el mismo orden en el que tendrían que haber muerto originariamente. Toda una variación del concepto tradicional de las “maldiciones” en una serie que es diversión pura.
Chicas malas (2004)


Una de las piezas clave del resurgir de la comedia juvenil de principios de siglo. Inteligentísima y rebosante de bilis, gracias al guión de Tina Fey trasciende su condición de producto para adolescentes con la historia de una joven que tiene que descifrar las complejas dinámicas sociales del instituto. Pese a su ingenuidad inicial acaba involucrada en un grupo de chicas populares, al que pronto planeará destronar. Con diálogos ingeniosos y un agudo análisis de las luchas de poder juveniles, Lindsay Lohan demuestra su carisma y su mala idea en una película que, pese a su condición de entretenimiento pasajero, sigue tan vigente como en su día.
El truco final (2006)


Aunque en la plataforma está la trilogía del Caballero Oscuro, nos quedamos con esta película semi-olvidada de Christopher Nolan que, sin embargo, tiene todo lo que nos gusta: magos decimonónicos y David Bowie. La película relata la intensa rivalidad entre dos ilusionistas victorianos, convertida en competición obsesiva por crear el truco de magia definitivo. Misterio, romanticismo e incluso elementos de ciencia ficción se dan cita en una película que es, ante todo, el espléndido retrato de una obsesión, en una película en la que lo de menos es la estructura narrativa alambicada propia de Nolan, y lo mejor, su extraordinaria factura visual y su reparto encabezado por Hugh Jackman y Christian Bale.
Zodiac (2007)


Una dupla perfecta, morbosa y oscura de thrillers de David Fincher en HBO Max: ‘Seven‘ y, más de una década después, esta ‘Zodiac’ basada en hechos reales y que narra la obsesiva búsqueda del asesino en serie que aterrorizó San Francisco a finales de los años sesenta. La película sigue a varios personajes clave en la investigación, y con un tono realista y meticuloso, que evita el sensacionalismo y muestra el impacto psicológico de la investigación entre los que la siguen, Fincher crea una atmósfera tensa y obsesiva y que, finalmente, no ofrece demasiadas respuestas al caso, más allá del vacío y la incomprensión. Soberbias interpretaciones de Jake Gyllenhaal, Robert Downey Jr. y Mark Ruffalo, en una película nada comercial y que no da respuestas definitivas en ningún sentido.
It (2017)
Acompañada de su inseparable y también fantástica secuela, esta nueva adaptación del clásico de Stephen King (basada en la que para muchos es su mejor novela) no consigue hacer olvidar del todo la excepcional miniserie de los ochenta, sobre todo porque Tim Curry es mucho Tim Curry. Pero su fidelidad al libro original y la decisión de dividir la historia en dos partes a la vez entrelazadas e independientes le da una consistencia única al conjunto. Extraordinario Bill Skarsgard revitalizando a Pennywise, un plantel de jóvenes actores excepcional y una buena sartenada de imágenes tan icónicas como aterradoras.
Vivarium (2019)


Una película única y desconcertante, pero altamente disfrutable y llena de sorpresas, con un mensaje que apela a problemáticas tan tangibles como la escasez de vivienda, pero que a ratos parece un episodio enloquecido de la ‘Twilight Zone’ más abstracta. Una joven pareja que quiere comprar su primera casa se tropieza con la oportunidad de adquirir un terreno en una urbanización compuesta por casas idénticas y donde flota un ambiente extraño. Al visitar la casa número 9, quedan atrapados en un ciclo sin fin de calles iguales, sin poder salir de la urbanización. Es solo el principio de una situación cada vez más asfixiante y extraña, que encuentra en Imogen Poots y Jesse Eisenberg a dos perfectos náufragos con los que elaborar una descarnada y rotunda crítica social.
Parásitos (2019)


Al más puro estilo coreano, una mezcla imbatible de géneros (comedia negra, thriller, drama social) y un fuerte contenido simbólico son los puntos fuertes de esta historia sin villanos claros y con un mensaje incómodo: la riqueza y la pobreza funcionan en un ciclo perpetuo de dependencia y conflicto. Todo a partir de la historia de una familia que vive en la precariedad, y que desarrolla un plan para infiltrarse en la vida de otra familia, esta muy adinerada, haciéndose pasar por empleados cualificados. La flojera del capitalismo, al desnudo en la consagración total del cine coreano en Hollywood, al convertirse en la primera película en lengua no inglesa que ganó el Oscar a Mejor película.
Titane (2021)


Una mezcla contundente y no para todos los gustos de terror y drama que explora, con un enfoque originalísimo, cuestiones tan complejas como la identidad de género, los límites del cuerpo y las relaciones familiares tóxicas. La protagonista es una mujer que lleva un implante de titanio en el cráneo tras un accidente automovilístico, y cuya relación obsesiva con los coches la han llevado a la violencia y el aislamiento. Con elementos de body horror, momentos de violencia explícita y un simbolismo muy potente, ‘Titane’ desafía al espectador y fue merecedora de la Palma de Oro en Cannes.
Dune (2021) y Dune: Parte Dos (2024)
Mejor acudir a estas dos películas como una sola (que pronto serán trilogía, ya completando la historia) que verlas por separado. Aunque adaptar la torrencial obra de Frank Herbert es imposible, Dennis Villeneuve hace un buen trabajo evocando la atmósfera, los paisajes y las intrigas que subyacen en las novelas, aunque sea de un modo inevitablemente simplificado. Un reparto colosal, una puesta en escena épica, y aunque al final siempre vamos a preferir la versión de David Lynch, estas dos no son malas sustitutas. Y si tienes ganas de más, la serie precuela también da tumbos por HBO Max.
Otra ronda (2023)


Estimulante tragicomedia danesa que retrata el experimento de cuatro profesores de secundaria que deciden mantener un nivel constante de alcohol en sangre para comprobar sus efectos en la vida cotidiana. Con un punto de partida tan sencillo, y sin abandonar nunca un tono tan reposado como ligero, la película explora cuestiones existenciales como el vacío vital, la crisis de madurez y la búsqueda de significado en el día a día. Huyendo de moralismos y con personajes llenos de matices, la película destaca sobre todo por la interpretación memorable de Mads Mikkelsen, cuyo baile final es ya un clásico del cine que se hace al margen de las superproducciones.
Kinds of Kindness (2024)
El inclasificable Yorgos Lanthimos firma una película antológica compuesta por tres historias que abordan temáticas de dominación, sumisión y violencia, todo bañado en el humor negro y el tono provocador habituales del director de ‘Canino’. Emma Stone y Jesse Plemons están grandiosos en historias con arranques intrigantes y perversos, gente encerrada en relaciones y existencias teledirigidas, en una auténtica maravilla que también supone un tour de force para el espectador por el metraje de la película, pero que compensa, como de costumbre en Lanthimos, con un tipo de cine que nadie más hace.
La primera profecía (2024)


Una de las mejores películas de terror de 2024 llegó por sorpresa con una premisa tan poco atractiva como la de funcionar de precuela para la legendaria ‘La profecía’. Sin embargo, sus aterradoras imágenes y su cuidadísima factura de giallo tardío, además de su voluntad de distanciarse de la película original, pero a la vez rendirle pleitesía, la convierten en una absoluta maravilla. Seguiremos a una joven novicia que inicia un tormentoso camino hacia la revelación del origen del mal que dará lugar al Anticristo Damien, mezclando elementos de horror psicológico, satanismo y conspiración dentro de la iglesia.
Godzilla y Kong – El nuevo imperio (2024)


Aunque tienes el Monsterverso casi al completo por aquí (falta la que quizás es la mejor de todas, ‘La Isla Calavera’), nosotros nos quedamos con este último choque de monstruos. Un combate a zurriagazos colosales que desborda sentido del humor y de la maravilla, y que incluye una cantidad de violencia absolutamente cómica, mucha imaginación y decenas de bichos, incluidos una buena cantidad de simios malvados que obligará a nuestros dos héroes gigantes a firmar un armisticio. Absolutamente desvergonzada, altamente ruidosa, ‘El Nuevo Imperio’ simboliza un tipo de cine de consumo, alegre y trotón, que nos gustaría que se hiciera más a menudo.
Weapons (2025)
La mejor película de terror de 2025 es esta maravilla llena de humor, violencia y sorpresas, planteada como un retrato coral fragmentado con elementos de sátira suburbana. El inexplicable suceso de la desaparición de un aula entera de niños en plena noche vertebra una historia con un tono entre la sátira social y la historia de brujería, explorando temas como el trauma, la paranoia y la violencia oculta bajo lo cotidiano. Una gran sucesora, pero aún mejor, de la anterior película de Zach Cregger, ‘Barbarian’, gracias a la creación de una villana memorable.
Superman (2025)


Por supuesto, en HBO Max tienes todo el catálogo de superhéroes DC al completo, pero pocas igualan a la renovación que ha emprendido James Gunn con este ‘Superman’. David Corenswet nos brinda una visión muy distinta a la de Henry Cavill de hace unos años, que resulta más próxima a los comics clásicos y que ya enhebra un estimulante universo con futuros imprescindibles como Supergirl o Los Colegas de la Justicia. Vibrante, colorista y llena de humor, la guinda es un Lex Luthor absolutamente perfecto encarnado en Nicholas Hoult.
Los pecadores (2025)
Otra de las sensaciones del género de terror de 2025: una película de vampiros ambientada en el sur de Estados Unidos durante la década de los treinta, que mezcla una intensa narrativa sobrenatural con un profundo contexto social y cultural. Dirigida por Ryan Coogler (‘Pantera Negra’), sigue a dos hermanos gemelos que regresan a su pueblo natal para abrir un club nocturno y unir a una comunidad afroamericana que sigue sufriendo la discriminación. Un cóctel muy equilibrado entre el análisis de la herencia cultural negra y el puro espectáculo de verbena vampírica. Brutal Michael B. Jordan en suu papel doble.
En Xataka | Las mejores películas de terror: 24 pesadillas que no te dejarán dormir durante meses
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una nueva prueba matemática zanja el debate sobre si el universo es una simulación
¿Y si todo lo que vemos, sentimos y experimentamos no es real? Es una de las ideas más fascinantes de la ciencia ficción y la filosofía moderna, en la que se plantea que todo lo que nos rodea es una auténtica simulación de ordenador de alguna civilización superior, como si fuéramos literalmente sims. Y tal es su magnitud, que la ciencia ha tenido que salir a desmentir esta idea.
El problema. La ‘hipótesis de la simulación’ ha pasado de ser una simple premisa de película a un debate serio en círculos tecnológicos y físicos. El argumento suele ser estadístico: si una civilización puede crear una simulación de la realidad, probablemente creará muchas. Esas simulaciones podrían a su vez generar las suyas y en esta ‘pila’ infinita de realidades, las probabilidades de que nuestro universo sea original son casi nulas.
Y aunque este ha sido un tema muy comedido entre los filósofos, la ciencia ha querido también entrar de lleno con una investigación para dar respuesta a un problema dentro de la física fundamental y las matemáticas puras. Y la respuesta la tienen bastante clara: no estamos en una simulación.
El estudio. Un equipo internacional de físicos, que incluye al Dr. Mir Faizal de la Universidad de Columbia Británica (UBC) y al renombrado físico Dr. Lawrence M. Krauss, ha demostrado matemáticamente que el universo no puede ser una simulación por computadora.
Sus hallazgos, publicados en el Journal of Holography Applications in Physics, no solo desmienten la idea, sino que revelan algo mucho más profundo sobre la naturaleza de la realidad: el universo se basa en un tipo de “comprensión” que existe más allá del alcance de cualquier algoritmo.
La realidad. Para entender esta prueba, debemos entender primero lo que es la ‘realidad’. La física moderna ya no ve el universo como ‘materia’ tangible moviéndose en un espacio vacío, sino que gracias a Einstein se fusionó el espacio y el tiempo para demostrar ahora que el mundo microscópico es probabilístico.
La teoría más aceptada en la actualidad se centra en la gravedad cuántica, que sugiere que el espacio y el tiempo son fundamentales. Son “emergentes”: brotan de algo más profundo, algo más parecido a la información pura.
De esta manera, los físicos asumen que una “Teoría del Todo” (ToE) que unifique la gravedad y la física cuántica sería, en esencia, un gran sistema axiomático: un conjunto de reglas significativas y cálculos algorítmicos a partir de los cuales se podría “computar” y generar todo el universo, incluido el propio espaciotiempo.
Teoremas de Incompletitud. En 1931, el lógico Kurt Gödel demostró algo que dinamitó los cimientos de las matemáticas: cualquier sistema formal (como un programa de ordenador o un conjunto de leyes físicas) que sea lo suficientemente complejo como para incluir la aritmética básica, será incompleto o inconsistente.
Con ‘incompleto’ se hace referencia a que existirán afirmaciones verdaderas dentro de los propios sistemas que jamás se va a poder demostrar siguiendo sus propias reglas. Es como la famosa paradoja que dice “esta afirmación es verdadera, pero no se puede demostrar”.
El equipo de Faizal argumenta que cualquier ToE puramente algorítmica sufriría de esta limitación. Siempre habría “verdades gödelianas” sobre la física del universo (quizás sobre microestados específicos de agujeros negros o la naturaleza de la singularidad) que ese sistema computacional no podría probar.
Dos capas. Si el universo algorítmico está “incompleto”, ¿cómo es que nuestra realidad parece funcionar? Los investigadores proponen que la realidad no es solo el algoritmo. Esto es lo que permite al universo “saber” que esas verdades de Gödel son ciertas, aunque el algoritmo por si solo no pueda demostrarlas. Es una capa fundamental de la realidad que trasciende la simple computación.
La prueba final. Con todas las piezas sobre la mesa, la refutación de la hipótesis de la simulación se vuelve clara y elegante. Lo primero de todo es que toda simulación es logarítmica, es decir, un ordenador ejecuta un problema siguiendo unas reglas muy concretas que no deja lugar a dudas. De esta manera, se choca de frente con nuestras teorías que no son ‘perfectas’ en sus demostraciones.
Pero no se quedan aquí, ya que los científicos han apuntado a que un algoritmo solo puede simular la parte algorítmica, haciendo que un ordenador solo podría, en el mejor de los casos, emular la parte computacional e incompleta de nuestro universo.
Y lo más importante sin duda es que nuestro universo es más que un algoritmo, puesto que como demuestran los teoremas de Gödel, la realidad física completa debe incluir una capa no algorítmica para ser consistente y completa.
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