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Llevamos décadas buscando al misterioso pueblo ancestro de los indoeuropeos. Tenemos una nueva pista en el ADN

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Sabemos que las lenguas latinas tienen su origen común en los pueblos latinos como el que acabó forjando el imperio Romano. Sabemos que las lenguas germánicas tuvieron su origen en las tribus germánicas que en esa misma época habitaban el norte de Europa. Pero estas dos familias de idiomas tienen un tronco común que se remonta a la prehistoria, el idioma protoindoeuropeo. Ahora bien, ¿quienes hablaban este idioma?

CLV. Un nuevo estudio ha descubierto, a través de un análisis genético en varios yacimientos arqueológicos en Europa, un nuevo grupo prehistórico, una sociedad arcaica a la que han denominado gente del Cáucaso-Bajo Volga o CLV (Caucasus-Lower Volga). Según concluye el estudio, este pueblo podría estar vinculado con el idioma protoindoeuropeo y con su expansión.

El protoindoeuropeo. El idioma protoindoeuropeo (PIE) es el “ancestro común” de numerosas lenguas contemporáneas, incluyendo el castellano y el resto de idiomas que se hablan en la península (salvo el euskera). Una lista que incluye desde el inglés hasta el persa, pasando por el ruso y el griego. Se estima que cerca de la mitad de la población mundial habla idiomas con este origen.

Este idioma habría sido el habla de uno o varios pueblos prehistóricos de la región fronteriza entre Europa y Asia. Las migraciones protagonizadas por este grupo habrían dado pie a que los hablantes de este idioma acabaran dejando su impronta lingüística en buena parte de Eurasia. Y más que la lingüística, también la genética.

De Yamnaya a CLV. La genética nos había dado ya importantes pistas sobre estos pueblos, permitiéndonos remontarnos a la llamada cultura Yamnaya, una población que habría habitado las estepas al norte del Caspio entre los años 3.300 y 2.600 antes de nuestra era. Estos análisis habían puesto el foco en esta cultura como probable vector de la expansión indoeuropea alrededor del año 3.100 a.e.c.

Pero había un problema con nombre propio: las lenguas anatolias, un grupo de lenguas ya extintas entre las que se incluía, por ejemplo, el hitita. Estas lenguas habrían sido las primeras en desgajarse del tronco común indoeuropeo, antes de adquirir “rasgos esteparios”.

Esto implicaba que esta separación se habría dado antes de la llegada de la cultura Yamnaya y que debía existir un grupo protoindoeuropeo anterior a este desde el que surgieran tanto las lenguas anatolias como las que después derivarían en el griego, latín o celta. Ahora, el nuevo estudio señala a la gente del CLV como posibles ancestros comunes de ambos.

Hace más de 4.000 años. Todo gracias a la genética. El nuevo trabajo estudió el ADN de 435 individuos hallados en diversos yacimientos arqueológicos en Eurasia, abarcando un periodo entre los años6.400 y 2.000 a.e.c. Los detalles del estudio fueron desglosados en un artículo publicado en la revista Nature.

Eslabón perdido. El análisis genético señaló que el grupo de Yamnaya habría heredado cerca del 80% de su ascendencia de la población CLV, que a su vez habría legado alrededor del 10% de su ascendencia a los anatolios. Esto convierte a este misterioso grupo en los ancestros comunes de las poblaciones que iniciaron la expansión de las lenguas indoeuropeas durante la Edad del Cobre.

En Xataka | Buscando plata, encontraron oro: así era Dmanisis Gora, la megafortaleza del Cáucaso construida hace 3.000 años

Imagen | XVodolazx / Denis Vitchenko

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La fiebre por el vino francés llevó a los magnates chinos a comprar castillos en Burdeos. Ahora se deshacen de ellos

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En 2008 el Château Latour Laguens, una bodega situada en la región vinícola de Entre-Deux-Mers, en el suroeste de Francia, fue noticia dentro y fuera del país. Sobre todo dentro. Su edificio neomedieval y almenado y las 30 hectáreas de viñedos que lo rodean pasaron a manos de un holding chino que lo compró a cambio de una pequeña fortuna. Se hablaba de un millón de euros. En una crónica en la que presentaba la operación como “una primicia para la viticultura gala”, Le Figaro apuntaba incluso al doble: dos millones de euros.

A finales de 2024 el château volvió a ser noticia, aunque por una razón distinta: volvía a estar en venta, aunque el precio de salida, sin contar las vides, era de 150.000 euros. En su día Latour Laguens fue un símbolo del interés chino por el vino de Burdeos. Ahora lo es por lo contrario.

Burdeos con sello chino. La venta del château de Entre-Deux-Mers (allá por 2008) despertó interés, más que por la operación en sí o su importe, por lo que representaba. Había dos buenas razones para ello. Primero, el castillo producía cada año unas 160.000 botellas de vino con la denominación de origen Bordeux-Bordeux Supérieur. Segundo, la compra no fue fruto de un capricho estrafalario de un millonario asiático. Al contrario. Reveló el interés de China por los vinos galos y su deseo de entrar de lleno en el negocio.

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¿A quién no le va a gustar un château? AFP calcula que a la operación de Latour Laguens le siguieron otras muchas. Muchísimas. La agencia francesa habla de más de 200 fincas del sudoeste de Francia, conocida por los viñedos de Burdeos. Durante años los inversores chinos parecieron fascinados por las bodegas y las oportunidades de negocio que les brindaban. Las buenas expectativas atrajeron a nombres como el magnate inmobiliario Edwin Cheung; Richard Shen Dongjun, dueño de una cadena de joyerías; o Jack Ma, fundador de Alibaba.

En agosto de 2016 Financial Times estimaba que los chinos habían adquirido ya un centenar y medio de fincas de Burdeos, protagonizando buena parte de las ventas de viñedos que se cerraban cada año con elegantes castillos. En 2019 South China Morning Post aseguraba que eran ya 175 las bodegas de Burdeos adquiridas por inversores chinos en cuestión de nueve años. Alguna operación (como la de la venta de un château del siglo XII en una de las principales DO de Borgoña) incluso levantó ampollas entre los vinicultores locales.

Pero… ¿Por qué ese boom? ¿Por qué los magantes chinos compraban viñedos, bodegas y castillos de Burdeos? ¿Qué buscaban? Esa misma pregunta se la hacía antes de la pandemia la prensa asiática y su respuesta era clara: diversificación de carteras con activos respaldados por euros y el deseo de sacar tajada de las exportaciones de botellas. Eso sin contar con el prestigio social que daba tener una bodega gala.

“Reconocen que China representa un nuevo y vasto mercado para la demanda de vino”, señalaba el responsable de una firma habituada a mediar en compras de viñedos con inversores asiáticos. Las cifras eran desde luego prometedoras.

En 2016 había estudios que apuntaban que en 2025 unos 300 millones de chinos estarían dispuestos a pagar entre 30 y 50 euros por una botella de Burdeos, lo que no está nada mal si se tiene en cuenta que sumados impuestos y la factura del envío a China el precio de coste era de entre siete y 10 euros. Una agencia explicaba a Financial Times que habría fincas que quedarían amortizadas en dos o tres años.

De los planes a las cifras. La realidad resultó ser algo más compleja. Para empezar por la deriva de la demanda china de vino. Las tablas de Statista muestran que, aunque en 2023 el país consumió 680 millones de litros, lo que lo convierte en uno de los grandes mercados del mundo, sus datos se han ido alejando del pico de consumo de 2017, previo a la pandemia.

En un contexto de caída de consumo de vino a nivel mundial, el de China se contrajo además de forma pronunciada, un 24,7%. Los dos últimos ejercicios tampoco han sido buenos para el sector vinícola francés en lo que a exportaciones se refiere, en parte por la caída en las importaciones de China, que en 2024 anotó un descenso interanual de cerca del 20%.

Fin del “espejismo” chino. En junio Le Monde hablaba directamente del “fin del espejismo chino para los vinos de Burdeos”, un cambio en el mercado que se explica con un dato clave: las importaciones de vinos extranjeros en el gigante asiático se contrajeron más de un 60% entre 2017 y 2023. La caída además ha sido especialmente pronunciada desde 2022.

¿El motivo? China se ha convertido en un país productor con miles de hectáreas y en el que se demanda la uva nacional. En juego entran además algunos factores culturales. “A los chinos no les gusta el vino, no es más complicado que eso”, zanja el dueño de una bodega de Médoc. En su opinión su mercado se inclina más por el alcohol de arroz o cerveza. Sigue siendo inmenso y valioso para los caldos exclusivos, pero el peso del vino en el consumo chino es bajo.

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¿Es el único motivo? No. Para entender lo ocurrido a lo largo de los últimos años en Francia, tras el desembarco de inversores chinos, hay que manejar más claves. En la ecuación entran también los cambios impulsados por Pekín relacionados con las inversiones en el extranjero o un cálculo equivocado de partida sobre los costes que implica gestionar hectáreas de viñedos y una bodega en Francia. Las autoridades del país han confiscado además nueve châteaux vinícolas adquiridos en su día por Naijie Qu tras su condena por blanqueo.

“Los europeos razonan en términos de generaciones. Los inversores chinos piensan en ciclos de cinco años, tras los cuales es bastante normal vender”, apunta el financiero hongkonés Hugo Tian a AFP. Otro experto, Benoit Lechenault, coincide en que hubo inversores que perseguían “un rendimiento inmediato” elaborando vino por menos de cinco euros para venderlo a 20 o 100, en ocasiones “sobreestimando” sus propias posibilidades y “subestimando” los costes.

Otra cifra: 50 châteaux. El resultado es que la realidad tiene hoy poco que ver con la de hace unos años. En Francia sigue habiendo inversores chinos optimistas y con visión a largo plazo, pero el pasado otoño AFP y cadenas francesas como BFMTV o Europe1calculaban que, tras el boom inicial, había empresarios deshaciéndose de sus viñedos. En concreto hablaban de cerca de 50 châteaux de Burdeos a la venta. La misma cifra compartía hace unos días Li Li-juan, comerciante de vinos, con el medio suizo Watson: medio centenar de bodegas de Burdeos “chinas” buscan ahora comprador.

El escenario es complejo, porque como reconocen desde el propio sector, el “espejismo” chino hizo algo más que engordar las expectativas sobre las posibilidades de las exportaciones. Hace unos meses el dueño de Château Branaire-Ducru explicaba que el mercado chino ha “enmascarado” la “sobreproducción” de vino de la región de Burdeos. “Tan pronto como China dejó de importar, Burdeos se vio gravemente afectado por su excedente estructural de vino”, confiesa.

Imágenes | Olive Titus (Flickr) 1 y 2 y Dominique Garcin-Geoffroy (Flickr)

En Xataka | Si la pregunta es cuál es el futuro del vino, cada vez más bodegas de Burdeos lo tienen claro: el vino sin alcohol

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La fiebre por el vino francés llevó a los magnates chinos a comprar castillos en Burdeos. Ahora se deshacen de ellos

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En 2008 el Château Latour Laguens, una bodega situada en la región vinícola de Entre-Deux-Mers, en el suroeste de Francia, fue noticia dentro y fuera del país. Sobre todo dentro. Su edificio neomedieval y almenado y las 30 hectáreas de viñedos que lo rodean pasaron a manos de un holding chino que lo compró a cambio de una pequeña fortuna. Se hablaba de un millón de euros. En una crónica en la que presentaba la operación como “una primicia para la viticultura gala”, Le Figaro apuntaba incluso al doble: dos millones de euros.

A finales de 2024 el château volvió a ser noticia, aunque por una razón distinta: volvía a estar en venta, aunque el precio de salida, sin contar las vides, era de 150.000 euros. En su día Latour Laguens fue un símbolo del interés chino por el vino de Burdeos. Ahora lo es por lo contrario.

Burdeos con sello chino. La venta del château de Entre-Deux-Mers (allá por 2008) despertó interés, más que por la operación en sí o su importe, por lo que representaba. Había dos buenas razones para ello. Primero, el castillo producía cada año unas 160.000 botellas de vino con la denominación de origen Bordeux-Bordeux Supérieur. Segundo, la compra no fue fruto de un capricho estrafalario de un millonario asiático. Al contrario. Reveló el interés de China por los vinos galos y su deseo de entrar de lleno en el negocio.

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¿A quién no le va a gustar un château? AFP calcula que a la operación de Latour Laguens le siguieron otras muchas. Muchísimas. La agencia francesa habla de más de 200 fincas del sudoeste de Francia, conocida por los viñedos de Burdeos. Durante años los inversores chinos parecieron fascinados por las bodegas y las oportunidades de negocio que les brindaban. Las buenas expectativas atrajeron a nombres como el magnate inmobiliario Edwin Cheung; Richard Shen Dongjun, dueño de una cadena de joyerías; o Jack Ma, fundador de Alibaba.

En agosto de 2016 Financial Times estimaba que los chinos habían adquirido ya un centenar y medio de fincas de Burdeos, protagonizando buena parte de las ventas de viñedos que se cerraban cada año con elegantes castillos. En 2019 South China Morning Post aseguraba que eran ya 175 las bodegas de Burdeos adquiridas por inversores chinos en cuestión de nueve años. Alguna operación (como la de la venta de un château del siglo XII en una de las principales DO de Borgoña) incluso levantó ampollas entre los vinicultores locales.

Pero… ¿Por qué ese boom? ¿Por qué los magantes chinos compraban viñedos, bodegas y castillos de Burdeos? ¿Qué buscaban? Esa misma pregunta se la hacía antes de la pandemia la prensa asiática y su respuesta era clara: diversificación de carteras con activos respaldados por euros y el deseo de sacar tajada de las exportaciones de botellas. Eso sin contar con el prestigio social que daba tener una bodega gala.

“Reconocen que China representa un nuevo y vasto mercado para la demanda de vino”, señalaba el responsable de una firma habituada a mediar en compras de viñedos con inversores asiáticos. Las cifras eran desde luego prometedoras.

En 2016 había estudios que apuntaban que en 2025 unos 300 millones de chinos estarían dispuestos a pagar entre 30 y 50 euros por una botella de Burdeos, lo que no está nada mal si se tiene en cuenta que sumados impuestos y la factura del envío a China el precio de coste era de entre siete y 10 euros. Una agencia explicaba a Financial Times que habría fincas que quedarían amortizadas en dos o tres años.

De los planes a las cifras. La realidad resultó ser algo más compleja. Para empezar por la deriva de la demanda china de vino. Las tablas de Statista muestran que, aunque en 2023 el país consumió 680 millones de litros, lo que lo convierte en uno de los grandes mercados del mundo, sus datos se han ido alejando del pico de consumo de 2017, previo a la pandemia.

En un contexto de caída de consumo de vino a nivel mundial, el de China se contrajo además de forma pronunciada, un 24,7%. Los dos últimos ejercicios tampoco han sido buenos para el sector vinícola francés en lo que a exportaciones se refiere, en parte por la caída en las importaciones de China, que en 2024 anotó un descenso interanual de cerca del 20%.

Fin del “espejismo” chino. En junio Le Monde hablaba directamente del “fin del espejismo chino para los vinos de Burdeos”, un cambio en el mercado que se explica con un dato clave: las importaciones de vinos extranjeros en el gigante asiático se contrajeron más de un 60% entre 2017 y 2023. La caída además ha sido especialmente pronunciada desde 2022.

¿El motivo? China se ha convertido en un país productor con miles de hectáreas y en el que se demanda la uva nacional. En juego entran además algunos factores culturales. “A los chinos no les gusta el vino, no es más complicado que eso”, zanja el dueño de una bodega de Médoc. En su opinión su mercado se inclina más por el alcohol de arroz o cerveza. Sigue siendo inmenso y valioso para los caldos exclusivos, pero el peso del vino en el consumo chino es bajo.

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¿Es el único motivo? No. Para entender lo ocurrido a lo largo de los últimos años en Francia, tras el desembarco de inversores chinos, hay que manejar más claves. En la ecuación entran también los cambios impulsados por Pekín relacionados con las inversiones en el extranjero o un cálculo equivocado de partida sobre los costes que implica gestionar hectáreas de viñedos y una bodega en Francia. Las autoridades del país han confiscado además nueve châteaux vinícolas adquiridos en su día por Naijie Qu tras su condena por blanqueo.

“Los europeos razonan en términos de generaciones. Los inversores chinos piensan en ciclos de cinco años, tras los cuales es bastante normal vender”, apunta el financiero hongkonés Hugo Tian a AFP. Otro experto, Benoit Lechenault, coincide en que hubo inversores que perseguían “un rendimiento inmediato” elaborando vino por menos de cinco euros para venderlo a 20 o 100, en ocasiones “sobreestimando” sus propias posibilidades y “subestimando” los costes.

Otra cifra: 50 châteaux. El resultado es que la realidad tiene hoy poco que ver con la de hace unos años. En Francia sigue habiendo inversores chinos optimistas y con visión a largo plazo, pero el pasado otoño AFP y cadenas francesas como BFMTV o Europe1calculaban que, tras el boom inicial, había empresarios deshaciéndose de sus viñedos. En concreto hablaban de cerca de 50 châteaux de Burdeos a la venta. La misma cifra compartía hace unos días Li Li-juan, comerciante de vinos, con el medio suizo Watson: medio centenar de bodegas de Burdeos “chinas” buscan ahora comprador.

El escenario es complejo, porque como reconocen desde el propio sector, el “espejismo” chino hizo algo más que engordar las expectativas sobre las posibilidades de las exportaciones. Hace unos meses el dueño de Château Branaire-Ducru explicaba que el mercado chino ha “enmascarado” la “sobreproducción” de vino de la región de Burdeos. “Tan pronto como China dejó de importar, Burdeos se vio gravemente afectado por su excedente estructural de vino”, confiesa.

Imágenes | Olive Titus (Flickr) 1 y 2 y Dominique Garcin-Geoffroy (Flickr)

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El iPhone sin puertos es una utopía. No estamos preparados para un mundo sin cables

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Sobre el iPhone sin puertos llevamos hablando desde hace más de cinco años. Algunos filtradores aseguraban que el iPhone 13 sería el primer teléfono con Touch ID en pantalla y sin puertos de ningún tipo. El rumor ha envejecido mal, muy mal. Tras años de rumores, este 2025 está empezando a resonar de nuevo.

Según Gurman, el iPhone 17 Air es una herramienta de Apple para ir allanando el camino hacia los móviles ultradelgados… y sin puertos. En esta generación iPhone 17 todo seguiría como hasta ahora, pero el supuesto iPhone sin tipo C sigue sobre la mesa. No deja de ser un anhelo.

Algo busca Apple con este teléfono. El iPhone 17 Air es el teléfono de Apple más rumoreado. Un dispositivo por debajo de las variantes Pro, con tan solo una cámara y una característica que lo haría diferencial: un diseño ultradelgado. Apple querría usar este teléfono como termómetro para medir el interés del consumidor en un producto centrado en la estética, allanando según Gurman el camino hacia una próxima generación sin puertos.

No se espera que este cambio tan radical llegue en algún momento de este año, ni hay siquiera fecha rumoreada para que esto suceda. Pese a ello todos los rumores apuntan en una misma dirección: Apple piensa en un iPhone sin puertos.

Las ventajas del iPhone sin puertos. Prescindir de los puertos en un teléfono puede tener ciertas ventajas. La primera de ella tiene que ver con la resistencia del mismo a agua y polvo ya que, sin puertos, se abren las puertas a un sistema de sellado mucho más eficaz.

También se gana espacio para componentes como la batería, altavoces o sistemas de refrigeración de mayor tamaño, y se elimina uno de los componentes que más fallos da por acumulación de suciedad: el propio puerto.

Más allá de esto, renunciar al puerto es una maniobra bastante arriesgada y con bastantes consecuencias negativas.

Lo que no nos contaron sobre renunciar al puerto. El primer inconveniente de prescindir de un puerto C es claro: completa dependencia de cargadores inalámbricos. Este tipo de cargador, además de no permitir usar el teléfono mientras los cargamos, es por definición más ineficiente a nivel energético y térmico.

La carga inalámbrica genera más calor y hace que el teléfono sufra más, algo que perjudicaría la vida útil de la batería en el medio plazo. Tampoco es tan cómoda como el cable, y requiere de hardware más aparatoso (MagSafe) para cargar el teléfono. La velocidad de carga inalámbrica (aunque ya hay fabricantes que venden cargadores rápidos de este tipo), está también por debajo de la que se logra por cable.

También obligaría a decir adiós a la conectividad CarPlay en todo vehículo que no lo soporte de forma inalámbrica, así como a accesorios tipo C como memorias externas, receptores para micrófonos inalámbricos, auriculares tipo C, etc.

La transferencia de datos, ya de por sí limitada en los iPhone, dependería completamente de AirDrop o WiFi, algo bastante inviable cuando el volumen de archivos es de varios gigas. De hecho, el iPhone es uno de los teléfonos que crea archivos más pesados al ser el único que graba vídeo en formato ProRes, estando particularmente pensado para usarse junto a un disco duro externo USB-3 cuando graban en este formato.

La UE no puede impedirlo. Según cuenta Gurman, la constante presión que la Unión Europea ejerce sobre las tecnológicas estaría retrasando la llegada del iPhone sin puertos. Europa fue la responsable de que Apple introdujese el tipo C y dijese adiós al Lightning, y futuras regulaciones podrían complicarle a Apple este invento.

Pese a ello, al menos a día de hoy, no hay ninguna ley europea que impida a los fabricantes lanzar al mercado un móvil sin puertos. La legislación europea obliga a que si un dispositivo tiene carga por cable, debe usar USB-C. Pero no obliga a que los dispositivos tengan carga por cable en absoluto.

Pese a ello, la reflexión es clara: un móvil sin puertos, al menos con la tecnología actual, es un problema serio de usabilidad y un concepto para el que el mercado no está preparado. Llevamos fantaseando desde hace años con él, viendo conceptos que nunca llegan a salir a la venta y soñando con un mundo sin cables. No es algo que vaya a pasar en el corto plazo.

Imagen | Xataka

En Xataka | USB-C o Tipo C: qué es exactamente y en qué se diferencia del resto

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