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Una palabra explica cómo Alemania solucionó la energía solar en los pisos. Se llama Balkonkraftwerk y la disfrutan millones
Alemania fue uno de los primeros países que lo vio claro apostando e invirtiendo en tecnología solar. Esto ha permitido a la nación convertirse en el mayor productor de electricidad a partir de energía solar en Europa. ¿El problema? El mismo que tenemos en España y otros tantos enclaves del continente: la gran mayoría de su población vive en pisos y bloques de viviendas, y la burocracia actual hace muy complicado instalar fotovoltaica “compartida”. Así, y al igual que fueron pioneros en el uso del sol, también le dieron una vuelta a la vida en edificios.
Balkonkraftwerk. Ese es el nombre por el que se ha popularizado el uso de energía solar en los balcones. Su significado vendría a ser algo parecido a, sí, “paneles solares en el balcón”, y de Alemania ha ido mutando a otros países como España (principalmente), junto a otros enclaves europeos.
El sistema, compuesto por paneles solares enchufables de fácil instalación, permite reducir hasta un 30% en las facturas de electricidad por un coste inicial de entre 400 y 800 euros de media, amortizable en aproximadamente seis años. Su accesibilidad y flexibilidad son clave: no requiere permisos complejos ni certificaciones costosas mientras la potencia no supere los 800 vatios, salvo en casos de restricciones locales específicas.
Ventajas en la urbe. Pensemos el caso de España. Aquí, donde la mayoría vivimos en pisos y los paneles en techos necesitan aprobación comunitaria, los paneles de balcón presentan una alternativa viable. Además, su posición vertical maximiza la captación del sol invernal. Un modelo que viene a complementar iniciativas como las llamadas comunidades energéticas, que permiten a los residentes beneficiarse de instalaciones solares en edificios públicos cercanos.
Qué duda cabe, estas estrategias son esenciales para avanzar hacia ciudades más autosuficientes, reduciendo la dependencia de redes centralizadas. Según Raquel Paule, directora de la Fundación Renovables, este modelo descentralizado fomenta la autosuficiencia en ciudades que dependen en un 97% de fuentes externas de electricidad. Paule destaca que la transición energética no solo requiere nuevas tecnologías, sino también un cambio hacia modelos más democráticos y participativos, algo que las grandes compañías eléctricas deberían facilitar en lugar de obstaculizar.
Cómo funcionan los balcones solares. La principal diferencia entre los balcones solares y los tejados solares es que los primeros son un sistema mucho más pequeño (que también produce menos). Básicamente, la tecnología consta de uno o dos paneles conectados a una toma de corriente y, muy importante, solo producen alrededor del 10% de la energía de los sistemas residenciales sobre tejados. A este respecto, Alemania tiene alrededor de 200 MW de energía solar para balcones instalada, en comparación con los 16 GW de capacidad del sector de tejados.
En cuanto a la instalación, los balcones son bastante sencillos. Se compra el kit (entre 300 y 800 euros) sin necesidad de un electricista para configurarlo. A diferencia de las instalaciones en tejados, donde se debe hacer con profesionales certificados para evitar riesgos de todo tipo, en los balcones los paneles se colocan sobre una estructura de montaje y se conectan mediante cables a un inversor que convierte la electricidad de CC a CA, y que llega a tu toma de corriente a través de un enchufe normal.
De Alemania al resto. Como decíamos, la nación ha sido pionera en el uso de esta tecnología. La cifra no deja lugar a dudas: se han instalado paneles solares en 1.5 millones de balcones alemanes. ¿La razón? El éxito se atribuye en gran parte al aumento de los costes de energía tras la invasión rusa a Ucrania, así como por regulaciones que protegen el derecho de los propietarios a instalar estos sistemas sin interferencias de vecinos.
No solo eso. Alemania ha fijado un ambicioso objetivo de obtener el 80% de su electricidad de fuentes renovables para 2030, liderando así la transición energética en Europa. Países como España, Italia, Polonia y Francia están adoptando esta tecnología, mientras Bélgica, que anteriormente prohibió estos dispositivos por preocupaciones sobre su conexión a la red, ha levantado dichas restricciones.
Modernización y desafíos. Aunque el Balkonkraftwerk es una solución accesible, tiene el mismo “pero” que su “hermano mayor”, por supuesto: su efectividad depende de la luz diurna, y añadir sistemas de almacenamiento con baterías puede incrementar significativamente los costos iniciales, y hablamos de hasta 1.000 euros o más en muchos casos.
Según Santiago Vernetta, CEO de Tornasol Energy, el coste de instalación de los sistemas tradicionales a menudo supera el precio de los materiales, destacando la ventaja económica de los paneles enchufables. Además, los expertos coinciden en que el desarrollo de baterías más económicas y la integración con otras fuentes renovables, como la eólica, deberían ser esenciales para maximizar el impacto de estas tecnologías.
Un futuro energético más sostenible. Hay ejemplos que demuestran que la energía solar en balcones está transformando la forma en que los hogares generan y consumen energía, combinando simplicidad, ahorro y sostenibilidad. En ciudades como Helsinki ya se experimenta con edificios revestidos de paneles solares, demostrando el potencial de estas soluciones para maximizar el uso del entorno urbano (en otros casos, por el contrario, se pone en duda por cuestiones estéticas, caso de Ámsterdam).
A este respecto, Michael Schmela, director de inteligencia de mercado en SolarPower Europe, señala que el modelo en sí es solo una pieza más en el rompecabezas de la transición energética, pero una de las más versátiles y prometedoras en estos momentos.
Lo que parece claro es que el uso de los paneles solares para balcones ha llegado para quedarse. Aunque España ha sido más lenta en adoptar esta tecnología en comparación con Alemania, el entusiasmo está creciendo. Los expertos confían en que el éxito de estos sistemas se expandirá por Europa, empoderando a los consumidores y acelerando la transición hacia un modelo energético descentralizado. Como contaba Vernetta al Guardian, “si 1.5 millones de alemanes los tienen, debe haber algo en ello”.
En Xataka | Colgar paneles solares en los balcones de los pisos es cada vez más habitual. A Países Bajos le preocupa
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La escena de una película traumatizó a toda una generación cada vez que se bañaba en el mar. Y todo se debió a un error
La historia de ‘Tiburón’ comienza mucho antes de que su monstruo aparezca en pantalla: nace en un rodaje caótico, con una criatura mecánica que no funcionaba, un director joven al borde del despido y un clima de tensión que amenazaba con hundir no solo la película, sino también la carrera de Steven Spielberg.
De ahí que la escena más escalofriante haya surgido de lo más lógico: un fallo.
El fallo técnico y bañarnos. La historia la contó hace tiempo el propio Spielberg. Todo el equipo asumía que el film estaba condenado. Bruce, nombre con el que apodaron al enorme tiburón robótico, se averiaba constantemente en cuanto tocaba el agua salada, los días pasaban sin poder rodar nada utilizable y las filtraciones desde Hollywood aseguraban que la producción era un desastre. Sin embargo, de aquellas limitaciones (y especialmente de aquel tiburón inútil) nació una de las decisiones más influyentes de la historia del cine: no mostrar la amenaza, sino insinuarla.
La necesidad técnica forzó a Spielberg a rodar la película como un thriller de suspense, más cercano a una peli de Hitchcock que a un espectáculo de criatura gigante, y convirtió la serie de problemas mecánicos en el mayor acierto narrativo de su carrera. El resultado fue una cinta donde el terror brota de lo invisible, del agua en calma, del sonido ominoso de dos notas que avanzan como una amenaza imparable: una tensión que cambiaría para siempre la relación del público con el mar (para mal).
La secuencia. La icónica escena de apertura (una playa tranquila, una fiesta y una chica que decide bañarse bajo la luna) es el ejemplo perfecto del modo en que Spielberg transformó las carencias técnicas en una virtud cinematográfica. No vemos al tiburón en ningún momento, pero sentimos su presencia desde la primera vibración del agua. Chrissie, interpretada por Susan Backlinie, se adentra en el mar mientras la cámara la acompaña sin prisas, sin advertencias, hasta que algo la agarra desde abajo, la sacude de un lado a otro y termina arrastrándola hacia las profundidades.
En la superficie vuelve la calma, pero el público ya no puede recuperarla: sabe que lo desconocido está ahí, acechando donde no se ve. El impacto psicológico fue tan inmediato que muchos espectadores, primero en Estados Unidos y luego en Europa, salieron del cine con la misma frase en la cabeza: “No vuelvo a meterme en el agua en la vida”. Spielberg construyó un ataque invisible en el que la imaginación del espectador se convierte en el verdadero monstruo, y lo hizo porque simplemente no tenía otra opción: Bruce nunca habría podido rodar ese plano de forma convincente. La ausencia del animal, paradójicamente, creó una presencia más aterradora que cualquier criatura mecánica.


Los fallos que forjaron la tensión. Durante el rodaje, el tiburón mecánico resultó ser prácticamente inutilizable. Los motores se corroían con la sal, las articulaciones fallaban y los operadores submarinos pasaban horas intentando reflotar un robot que se hundía más que atacaba. Spielberg confesaba que el bicho “se veía tonto” y que temía que el público se riera. Pero cuando algo no funciona, el cine puede reinventarse.
Obligado a rodar sin mostrar al depredador, el director y su equipo optaron por trabajar como si la cámara fuese el propio tiburón: planos a ras de agua, puntos de vista inquietantes, silencios tensos y, sobre todo, el ritmo aterrador compuesto por John Williams, inicialmente recibido como una broma y finalmente convertido en uno de los leitmotiv más reconocibles de la historia del cine.
Bola simple. La maquinaria fallida obligó a concentrar la narrativa en el “menos es más”, y esa reducción visual transformó lo que iba a ser un filme de monstruos en una pieza de suspense puro, una en la que la amenaza se oculta bajo la superficie como un trauma colectivo listo para emerger. El propio Spielberg admitió después que, si el tiburón hubiera funcionado bien, ‘Tiburón’ habría sido una película mucho peor o, como mínimo, muchísimo menos aterradora.
De accidente a revolución cultural. Así, lo que comenzó como un rodaje en crisis terminó desencadenando un fenómeno sin precedentes. ‘Tiburón’ no solo aterrorizó a millones de espectadores (literalmente alterando su relación con la playa), sino que redefinió la industria del cine. La película, además, inauguró el concepto de “estreno-evento”: campañas masivas, lanzamientos en cientos de salas y una estrategia de verano que demolió la vieja creencia de que nadie iba al cine cuando hacía buen tiempo.
El público acudía una y otra vez para gritar, para sentir el sobresalto, para volver a sumergirse en esa primera escena que convertía un baño nocturno en un acto de pura temeridad. La cinta de Spielberg abrió la puerta a un nuevo modelo económico, inspiró estrategias de marketing agresivas, generó una avalancha de imitadores y consolidó el blockbuster como motor central de Hollywood.
Por cierto, recordaba en un estupendo reportaje del Guardian por el aniversario del filme que su impacto cultural dio lugar a interpretaciones infinitas: lecturas sobre masculinidad, poder, crisis institucional, paranoia post-Watergate y hasta debates sobre su contenido moral. Sin embargo, cuando le preguntaron a Spielberg qué significaba de verdad ‘Tiburón’, la respuesta fue tan sencilla como brillante: “Es una película sobre un tiburón”. Y lo que la convierte en algo más grande es que, por culpa de un fallo técnico, ese tiburón casi nunca aparece.
Imagen | Universal Pictures
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“Zootopia 2” lidera la taquilla en su segundo fin de semana de estreno: supera los 900 mdd a nivel mundial
EFE.- ”Zootopia 2”, la secuela de la cinta de animación de Disney, sigue reinando en la taquilla mundial y ya acumula 915.7 millones de dólares, de los que 359 los ha conseguido en este fin de semana.
Con esta cifra, la película se sitúa en cuarto lugar en la recaudación anual, sólo por detrás de la china ”Ne Zha 2” (mil 902 millones de dólares), ”Lilo & Stitch” ( mil 37 millones de dólares) y “Una película de Minecraft” (con 957 millones), en un año claramente dominado por el cine infantil.
Tras ”Zootopia 2”, este fin de semana ha entrado con fuerza el terror con ”Five Nights at Freddy’s 2”, que logró 109 millones de dólares en todo el mundo, según los datos de la web especializada Box Office Mojo.
La tercera posición es para otra continuación: ”Wicked: Para Siempre”, la adaptación del musical basado en el ”Mago de Oz”, ha llegado a los 440 millones de dólares, aun lejos de los 758 que consiguió la primera parte de esta historia protagonizada por Ariana Grande y Cynthia Erivo.
Otra cinta de animación, ”Jujutsu Kaisen: Execution”, ocupó la cuarta posición en la taquilla en su primer fin de semana en salas, con 40.3 millones de dólares.
Y cierra el Top 5 del fin de semana, con “Los ilusionistas 3“, que ya ha conseguido 209 millones desde su estreno hace tres semanas.
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México esperaba que el Tren Maya cambiase la economía del país. No está convenciendo ni a turistas ni a locales
Sus locomotoras arrancaron entre promesas de generación de riqueza, empleo y progreso, pero casi dos años después de su primera inauguración el Tren Maya (uno de los proyectos más ambiciosos del expresidente mexicano Andrés Manuel López Obrador) está lejos de las expectativas de sus promotores. No parece estar despertando un interés especial entre los turistas. Tampoco entre los lugareños. De hecho El País acaba de revelar una cifra que da una idea de hasta qué punto ha arrancado con resultados modestos: mueve el 5% de la demanda prevista.
La gran pregunta es… ¿Por qué?
¿Qué es el Tren Maya? Uno de los proyectos estrella de López Obrador y probablemente una de las infraestructuras más ambiciosas desarrolladas en los últimos años en México. El Tren Maya es un circuito ferroviario de más de 1.500 km que atraviesa Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, estados situados en el sudeste, donde están algunas de la regiones más pobres del país.
¿Está operativo? Sí. Tras una construcción marcada por la polémica, los cambios y una inversión milmillonaria que multiplicó el presupuesto inicial, los trenes empezaron a circular hace casi dos años, aunque se pusieron en marcha de forma escalonada. En diciembre de 2023 un sonriente López Obrador participaba en el recorrido inaugural en el tramo Campeche-Cancún. Un año después, ya con Sheinbaum al frente del Gobierno, se completó la puesta en marcha del resto de rutas, incluida la última, entre Campeche y el aeropuerto de Chetumal.
Para celebrarlo y dar un empuje extra a la estructura, el Ejecutivo lanzó un paquete turístico especial para captar usuarios de cara a las Navidades.


¿Por qué es noticia ahora? Porque las cosas no parecen estar yéndole especialmente bien al Tren Maya. Así lo sugieren los datos revelados por El País, que asegura haber accedido a un informe del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) que constata que el arranque del servicio no ha despertado el interés esperado. Durante su primer año de operaciones transportó de media a 3.200 pasajeros diarios. Las previsiones iniciales pasaban por que esa cifra se moviese en 74.000, con lo que no se llegó siquiera al 5% de lo previsto.
Los reporteros que firman la crónica desde México aseguran que en plena temporada alta no es extraño encontrarse con trenes que circulan casi vacíos en algunos tramos y que en las estaciones es habitual cruzarse con más guardias y empleados de limpieza que visitantes. Cuando se habla con turistas que visitan la región algunos reconocen que no habían escuchado hablar del Tren Maya.
¿A qué se debe es pinchazo? La pregunta del millón. Y no es fácil responderla. Los testimonios recabados por El País sugieren que el tren no ha logrado cuajar todavía en ninguno de los dos mercados en los que debería captar pasajeros: el doméstico y el internacional. No acaba de convencer a los lugareños para sus desplazamientos por el sudeste de México, pero tampoco a los turistas extranjeros que quieren conocer la región. El motivo es una suma de factores económicos, logísticos, culturales y de hábitos difíciles de cambiar.
Si hablamos de los lugareños, el Tren Maya pierde atractivo por un motivo sencillo: la ubicación de las estaciones. La compañía militar que lo opera les ofrece descuentos, pero al precio del billete deben sumarle el del transporte para llegar a la terminal. “El tren de mi pueblo está lejos. Si quisiera moverme en tren, básicamente tendría que gastar el doble. Para ir a Mérida tomo el autobús, que es más directo y barato”, explica un guía turístico. A eso se añade lo arraigado que está el uso de otros transportes, como el propio autocar, las motos o taxis.


¿Y qué pasa con los turistas? Pese a los esfuerzos por asentar el servicio entre los turistas extranjeros, el Tren Maya tampoco parece estar triunfando en ese nicho de mercado. Los visitantes siguen llegando a la península del Yucatán, pero sus desplazamientos dependen en gran medida de las compañías de viajes y sus itinerarios, a menudo pactados con empresas de autobuses y hosteleros.
Aunque los usuarios destacan que los trenes son por lo general cómodos y seguros y se ha invertido ya en la promoción del servicio, sigue habiendo turistas que llegan al Yucatán sin haber escuchado hablar siquiera del Tren Maya. Otros no acaban de ver sus ventajas con respecto a alternativas tradicionales, como alquilar un coche para moverse con libertad o pagar tours por adelantado.
¿Por qué es importante? Por varias razones. Para empezar porque el Tren Maya no ha sido solo un proyecto ambicioso. También ha estado marcado por la controversia. Hace poco National Geographic publicaba un reportaje en el que explica cómo su puesta en marcha ha polarizado parte de la sociedad mexicana, con posturas divididas entre quienes creen que ayudará a dinamizar la región y quienes centran el foco en el impacto que ha tenido en el entorno.
Más allá de ese debate sobre los pros y contras del tren, lo innegable es que el proyecto ha costado mucho más de lo previsto inicialmente. En 2023 la cadena BBC aseguraba que de los entre 120.000 y 150.000 millones de pesos mexicanos de los que se hablaba en un inicio se pasó a cerca de 500.000 millones. Ese gran esfuerzo inversor se acompañó de promesas sobre su retorno económico.
¿Qué se espera del tren? “Es una obra magna, no exageramos si decimos que no hay una así en la actualidad en el mundo”, destacaba hace dos años, durante su inauguración, López Obrador. E su día incluso se planteó que el tren ayudaría a incentivar el turismo y empleo en algunas de las regiones más empobrecidas de México, con un proyecto que además del ferrocarril contempla museos, hoteles, zonas arqueológicas y hoteles. En 2020 un estudio de la ONU-Habitat llegó a deslizar que ayudaría a sacar de la pobreza a 1,1 millones de personas.
¿Qué dice el Gobierno? Reivindica que la puesta en marcha del tren no ha sido mala. En verano el Gobierno aseguraba que el servicio “va muy bien” y había rebasado el millón de personas. “A 11 de agosto el número de pasajeros del Tren Maya, desde que empezó a operar, es de 1.504.319, y cada vez es mayor”, celebró Sheinbaum, que destaca que la demanda crece entre mexicanos y visitantes.
“Algunos tramos son más utilizados que otros, recuerden que están por llegar más trenes, lo que dará mayor capacidad para operar todavía con mayor número de pasajeros en toda la península”, recalcó. Meses antes la prensa local aseguraba que la huella de los viajeros extranjeros era mínima, con apenas el 6% del pasaje.
Hace solo unas semanas los responsables del Tren Maya aseguraban que están “cada vez más cerca” de su meta anual, que fijan en 1,2 millones de pasajeros. El 17 de noviembre rondaban ya 1,12 millones de viajeros, el 94,1% de la “proyección anual”. En el día de más actividad sus vagones movieron 7.875 personas.
Imágenes | Wikipedia, Tren Maya y Gobierno de México
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